Uno de ellos se llama "el Rey de España", que ya son ganas de ser originales. La última vez que pasé por allí, un camarero con pinta de tener origen marroquí me escuchó hablar (en castellano) con mi acompañante y adivinó que era de Valencia, no sé cómo. Eso me hizo gracia. Me hizo mucha menos que el resto del tiempo me hablase en algo similar al barceloní y me tratase de noi, ¡a mí! En fin, que el tío era avispado, pero catalán no era, eso seguro.
Sea como fuere, en la plaza hay algo más a lo que normalmente nadie presta atención, a no ser que se sea un peregrino a la búsqueda de señales: una concha taladrada en el suelo. En efecto, según se entra por la calle de la Colina, a la derecha de la calle, en la esquina, se encuentra uno la concha de entrada. Localizada la concha y confirmado que vamos por buen camino, queda atravesar la plaza, que efectivamente se recuperó pronto del bombardeo de Luis XIV en 1697, esquivando a las miriadas de turistas que tropiezan con los adoquines y chocan entre sí, mirando los edificios que la jalonan... y buscando la concha que indique la salida de la misa.
La verdad es que no la encontré, y eso que estuve rastreando tan a conciencia que más de uno se mosqueó preguntándose qué narices estaría buscando el tipo raro de la mochila. Un poco más adelante estaba el barrio de Santiago, donde estaba el antiguo hospicio del mismo nombre y, por otra salida, el archiconocido Manneken Pis.
El caso es que decidí seguir por la calle del Marché au Charbon, que conduce al antiguo barrio de Santiago, y poco después encontré una concha, justo delante de la iglesia de la foto, hoy dedicada a Nuestra Señora del Socorro Eterno, algo de lo que todos estamos muy necesitados. Como se ve en la foto, en la misma entrada figura el inequívoco signo del camino de Santiago, señal de que no nos hemos perdido.
El templo es muy pequeño. Dentro había unos turistas, no sé si descansando o con alguna inquietud religiosa. Yo también resolví entrar y, como había hecho en la catedral, rezar una decena del rosario. Los turistas, que era una pareja relativamente joven con dos niños pequeños, se me quedó mirando algo confusa, como si el hecho de que alguien entrase en un templo a rezar fuera una especie de provocación. La verdad es que vivimos tiempos extraños...
A partir de la iglesia de Nuestra Señora del Socorro Eterno, el camino de Santiago se bifurca. Hay un ramal que nos lleva a Anderlecht, donde los peregrinos pueden pasar por la colegiata de San Pedro y San Guido, cosa que tiene mucho sentido, porque el propio San Guido de Anderlecht fue un peregrino destacado que anduvo hasta Roma y Jerusalén en el siglo X, antes de volver a Anderlecht, también a pie. Sin embargo, ese ramal me desviaría demasiado del camino, así que preferí continuar por el recorrido principal, que no tardó en llevarme hasta una pequeña escultura que conoce todo el mundo, y me temo que decepciona a todos los que la contemplan en vivo.
Naturalmente, me refiero al Manneken Pis, que, al igual que la Grand Place, merece una entrada para él sólo, pero eso será la próxima vez, porque en esta ocasión se hace tarde.
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