Didier Reynders salió del cargo de comisario de justicia el 1 de diciembre de 2024, es decir, literalmente el mes pasado, y a la policía belga le ha faltado tiempo para empapelarlo en cuanto perdió el cargo que le daba cierta inmunidad. Ahora mismo está bajo investigación por blanqueo de dinero, pero primero vamos a dar una semblanza general del personaje en cuestión.
Didier Reynders nació en Lieja y estudió allí en un instituto jesuita para después licenciarse en Derecho en la universidad local. Aunque mantiene muchos lazos por allí, es más o menos vecino mío, porque ya hace tiempo que reside en Uccle, de donde ha sido concejal en el pasado mientras desempeñaba todo tipo de cargos en el gobierno federal, cosa que en Bélgica es perfectamente posible. Hay que decir que este municipio pasa por caro y de clase alta; bueno, pues Reynders vive en la parte del municipio que hace subir la media del precio del metro cuadrado de vivienda.
Su carrera progresó con rapidez, comenzando por la presidencia de la SNCB, la compañía ferroviaria belga, cuando aún no tenía treinta años. Quizá eso explique algunas cuestiones que se le plantean a uno sobre el funcionamiento de los trenes en Bélgica, no sé. Además de ciertos cargos, prebendas e intereses en el sector privado, que hacen preguntarse cositas sobre si hay normas sobre incompatibilidades de cargos en Bélgica, fue ministro nada menos que de Hacienda entre 1999 y 2011, y luego ministro de Asuntos Exteriores y Europeos (sus competencias incluían también comercio exterior), antes de ser nombrado comisario europeo de Justicia y encargado, por consiguiente, del respeto al Estado de Derecho en la Unión Europea. Como en España el gobierno y la oposición se acusan mutuamente de despreciar el Estado de Derecho, a Reynders le tocó mediar con el fin de desbloquear el nombramiento de los componentes del Consejo General del Poder Judicial, cosa que se logró, debido a él o a quien fuera. Gracias a esta intervención, la opinión pública española escuchó su nombre, lo cual lo convirtió en uno de los pocos políticos belgas conocidos en nuestro país.
El hecho de que estuviera en primera línea política durante tantos años y durante diferentes gobiernos y coaliciones, hasta el punto de que incluso el Rey le encargó intentar formar gobierno un par de veces (eso sí, sin éxito), le ha dado una fama de superviviente y un apodo un tanto peculiar, "Teflón". Este apodo se debe a que los jaleos y los escándalos le resbalan como por arte de magia sin afectarle lo más mínimo, como si fuera una sartén antiadherente. Y ha tenido escándalos, ya lo creo que los ha tenido. Ya tuvo una acusación de blanqueo de dinero, que fue archivada a los pocos días por falta de pruebas; y también estuvo implicado en el famoso "Kazakhgate" que costó el puesto al anterior alcalde de Uccle, que era de su partido (recordemos que, además de todo lo demás, Reynders era concejal de Uccle), además de ciertas relaciones con un príncipe saudí de reputación mejorable. Nada le afectó y su carrera política siguió en constante ascenso o, en el mejor de los casos, estable.
Las cosas empezaron a torcerse en 2024, cuando no pudo conseguir que el gobierno belga lo propusiera para continuar como comisario europeo. De repente, parece que el teflón empezaba a desgastarse, después de sesenta y seis años de cumplir su función escrupulosamente.
El 30 de noviembre de 2024 fue el último día de Didier Reynders como comisario europeo. El 1 de diciembre entró en funciones la nueva Comisión. El 3 de diciembre, la policía belga ya estaba interrogando a Reynders. No pueden detenerlo preventivamente, porque goza de inmunidad al haber sido ministro, comisario o lo que haya sido durante los períodos en cuestión, pero interrogarlo sí que pueden, y en ello están.
Como se hace tarde, lo cual me temo que no es una novedad, vamos a dejar la continuación para la próxima entrada. Y me temo que puede haber más, a medida que se vayan desarrollando los acontecimientos.
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