Así que en España conocemos a los políticos belgas que salen en las noticias, que son fundamentalmente dos, aunque no sé si la gente sabe que son belgas. El primero de ellos es Charles Michel, que es el que ostenta un cargo más elevado, no en el gobierno belga, que presidió en su día, sino en el Consejo Europeo, del que ostenta la presidencia permanente. Ése es un puesto que les viene como anillo al dedo a los políticos belgas, los cuales están acostumbrados como nadie a moverse en un magma en el que nadie tiene la mayoría, hay que negociar con el que ayer te estaba clavando un puñal y hay que farfullar todos los idiomas posibles. Charles Michel tuvo que hacerlo en su día en el gobierno belga, pero de Charles Michel tocará escribir más en profundidad en otra ocasión.
El segundo político belga conocido últimamente en España es Didier Reynders, que ya apareció por aquí hace varios años. Entretanto, ha progresado en su carrera y, como todo el mundo medianamente informado en España conoce, es el Comisario europeo de Justicia, al que los políticos españoles de oposición se dirigen sistemáticamente para protestar por la degradación que ellos perciben en el estado de derecho en España, mientras que los políticos españoles del gobierno dicen de él que no está preocupado por ese asunto. En fin, que es nada menos que a un político belga a quien ponen los españoles de árbitro de sus disputas. No sé yo si lo han pensado bien. Entre un político belga y un diplomático salvadoreño, no sabría yo bien con qué quedarme.
Pero también es verdad que la oposición española no tiene mucho donde elegir, a no ser que se haga antisistema, cosa que evidentemente no casa bien con sus principios, así que tiene que quejarse a Reynders, que para eso cobra, para asegurarse de que la justicia en los países miembros de la Unión Europea respeta los valores europeos, sea lo que sea eso. Pero también de Reynders tocará escribir en otro momento, no faltaría más.
El resto de los políticos belgas no creo que aparezca jamás por los noticiarios españoles, y es lástima, porque muchos de ellos darían para bastante. Sin salir del ámbito de la justicia e interior, no está de más recordar al ahora dimitido ministro belga, que haría las delicias de cualquier humorista español si ejerciera en nuestro país. Como no se da ese caso, hace las delicias de los humoristas franceses, porque los franceses son geniales para reírse de los demás (en este caso me temo que merecidamente) y ofenderse cuando los demás se ríen de ellos.
Como en Bélgica hay más partidos políticos que longanizas, y además multiplicados por dos comunidades lingüísticas (la tercera comunidad lingüística no da para mucho), el número de políticos belgas es abundante. En las próximas entradas vamos a ir viendo cómo no son mejores que los políticos españoles, lo cual incluso podría mejorar nuestra autoestima, aunque sea un poco y aplicando ese execrable principio de "mal de muchos, consuelo de tontos".
No será hoy, sin embargo, porque no son horas y, como otras tantas veces, se hace tardísimo.
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