La verdad es que mi médico de cabecera, que aquí se llama más bien médico generalista, inspira una confianza, digamos, relativa. Es un médico joven, de pelo cobrizo, largo y recogido en un moño en la coronilla, de complexión menuda y aspecto tirando a enclenque, como de maratoniano, pero en su descripción ponía que se había especializado en medicina del deporte, que es asunto que me interesa y de donde provienen la mayor parte de mis problemas de salud, así que lo mantengo como médico titular. Las alternativas que he probado en las, gracias a Dios, escasas veces en que hasta ahora había necesitado de atención médica no han sido precisamente satisfactorias. Es lo que hay.
Mi médico de cabecera tiene consultas estándar de una duración de veinte minutos, o eso dice en su agenda en línea. En realidad, jamás he estado en su consulta más de diez minutos, creo que ni siquiera el día que me hizo un chequeo completo, y eso que ese día se suponía que la consulta sería de cuarenta minutos. No sé si será realmente maratoniano o no (a veces aparecen fotos de su estado en WhatsApp, y está corriendo en una pista), pero sí que va rápido, sí.
Fui, pues, a su consulta a quejarme de lo que me había pasado con las rodillas. Ni me las miró. De hecho, ni me tocó ni aun para darme la mano al entrar. Me explicó que, tal y como yo describía mis cuitas, podría tener afectado el menisco, así que lo mejor sería una resonancia, porque con una simple ecografía no se apreciaría bien el alcance de la lesión. Por supuesto, de momento no era cuestión de reanudar la práctica deportiva, cosa que no hacía falta que me jurara, porque bien me había dado cuenta.
- Para la resonancia, le pueden tener esperando mucho tiempo. Hay sitios en los que le pueden dar cita relativamente pronto, aunque a unas horas un poco raras, de noche; por ejemplo, en los hospitales del grupo Chirec, como el de Delta.
- Bueno, con tal de que lo hagan pronto.
- Seguramente le darán allí cita en un par de semanas, quizá algo más. Que me manden los resultados y, aunque entretanto haya mejorado, los restos de la lesión seguirán visibles. Pida otra cita entonces y ya veremos qué es lo que hay.
Bueno, pues se acabó la práctica deportiva, ya veremos para cuánto tiempo. 2022 fue el mejor año de mi carrera, en todos los sentidos, tanto en volumen como en calidad, pero 2023 parece que va a conocer una reducción importante.
Mi médico, que no se levantó de la silla en todo el tiempo que duró la consulta, escribió dos papeles, uno la petición de análisis para el hospital, lo que llamamos en España el “volante”, y el otro la factura para que le pagara la consulta. 45 euros. El año pasado eran 40, que es todavía la cifra que figura en su agenda en línea. La inflación ha llegado también hasta aquí. Hasta donde no ha llegado es hasta las tarifas de la convención, por lo que el reembolso de mi seguro se va a quedar clavado en los 35 euros que ya me devolvían el año pasado por consultas similares. Supongo, pues, que mi médico no se siente obligado por las tarifas convencionales y cobra lo que estima que sus pacientes (y ya lo creo que son pacientes) pueden pagar con tal de consultar a una eminencia como él.
En España, si estás afiliado a la Seguridad Social, te tocará el médico del centro de salud de tu zona, y no tendrás que pagar nada. Si no lo estás, como es el caso de Ame, hoy estudiante en su país natal, hay que buscar un médico de cabecera privado, que existen, pero mucho menos de lo que existían en mi infancia (la atención pública ha mejorado muchísimo desde entonces y se ha comido a casi toda la práctica privada). La última vez que fue al médico de cabecera, la broma me salió por ochenta euros, que no significan la ruina absoluta, mientras no caiga enfermo con demasiada frecuencia, pero la verdad es que prefiero tenerlos en el bolsillo.
El siguiente paso consiste en obtener la cita con el especialista, en este caso con el servicio de radiología del hospital que mejor me parezca. En España, normalmente los afiliados a la Seguridad Social, que son la práctica totalidad de la población, tienen asignado un hospital, con lo que el médico de familia, o de cabecera, o generalista, que a ver si se ponen de acuerdo en cómo llamarlos, te dará un volante, con el que irás a pedir cita, la cual te darán un día de éstos (o, más frecuentemente, de aquéllos). Tú no tendrás que pagar nada, y todo lo que unos y otros quieran saber estará recogido en el historial médico, que todos los médicos de tu Comunidad Autónoma pueden consultar. Eso sí, que no se te ocurra cambiar de autonomía, porque, por mucho que lo de España se llame “Sistema Nacional de Salud”, lo de compartir datos personales no es sencillo. No sé si la culpa es de la estructura territorial de España en reinos de taifas sanitarios, o en la legislación de protección de datos personales, pero ambas cosas, que supongo que se implantaron por razones loables, tienen tantos efectos secundarios negativos, que podemos reirnos de la vacuna contra el COVID. O de la ley del sí es sí.
Sea como fuere, volví a casa, era viernes a primera hora de la tarde y, no sé si envalentonado en exceso o no, decidí coger el toro por los cuernos y llamar a los hospitales que me había dicho mi médico, con la esperanza de resolver la cuestión lo más pronto posible. Lo de retomar la actividad deportiva lo veo mucho más negro, aunque el dolor ha remitido bastante, porque alguna molestia sigue, pero, al menos, que no sea por mí el intento de mejorar la marca del Gran Fondo de Siete Aguas, este verano.
Me doy perfecta cuenta de que estoy tocando un tema candente en España, que divide a tirios y troyanos y que es la bandera que han levantado los actores españoles en la pachanga que se montan todos los años, y encima éste es año muy electoral. Que conste que tenía pensada esta serie desde mucho antes y que, de todas maneras, espero no ser sospechoso de apoyar a ninguno de los partidos políticos que se presentan a las elecciones con ánimo de repartirse los escaños o las concejalías en juego.
Entretanto, la entrada se está quedando larga y no es plan de prolongarla todavía más, porque, sí, se está haciendo tarde. Así que dejaré para la próxima vez el proceloso camino hasta obtener una cita en el servicio de radiología de un hospital belga.
2 comentarios:
Sí que es espinoso el tema, pero es interesante conocer para poder comparar. Gracias
Fer Sólo Fer, creo que lo comentaré en algún momento de la serie, pero el ranking de sistemas sanitarios en Europa sitúa al sistema belga bastante por encima del español. No sé muy bien en qué se basan, pero así es. Ya lo discutiremos, pero me da la impresión de que el copago tiene bastante que ver con eso.
Publicar un comentario