En este viaje en que he estado, las cosas son originales por una razón especial, y es que he venido cargadito de encargos diversos, lo cual nos permite distinguir entre tres tipos de público: el no belga, pero que ha vivido en Bélgica y echa de menos algunas cosas; el que jamás ha estado en Bélgica, ni ganas, pero ha oído hablar de algunos productos que tienen buena fama; y, finalmente, un belga que vive en Valencia y que no encuentra en su nueva ciudad algunos productos imprescindibles en su cocina. Sí, en estos tiempos de Amazon y mensajería, todavía hay quien tiene dificultades en encontrar cosas.
Comencemos por el primer caso: no belga que ha pasado un tiempo de su vida en Bélgica y hay cosas que querría recuperar, pero que no encuentra en España. Un ejemplo palmario son mis dos hijas, Abi y Ro, que han pasado cuatro y seis años respectivamente en Bruselas, pero ya llevan algún tiempo enfrascadas en sus estudios universitarios en la capital y rompeolas de las Españas.
- ¿Qué te puedo traer de Bélgica, Abi?
- Ay, gracias, pues puedes traerme pain d'épices.
Pain d'épices. Bueno, es un pan brutalmente azucarado, untado en miel y, sí, algunas especias, que hace las delicias de cualquier goloso. Y Abi es golosa. Los franceses dirán que es suyo y los belgas dirán que de eso nada, y que el suyo (al menos, que también es suyo).Se encuentra en cualquier supermercado sin el menor problema, así que a la maleta.
Pasemos ahora a la segunda hija. A Ro ni siquiera hay que preguntarle nada, sino directamente comprarle las galletas rellenas de crema de avellanas que le gustan, y que efectivamente son también para gente muy golosa. De casa al supermercado que las distribuye, y de ahí a la maleta.
Luego uno llega a Madrid, y pain d'épices no hay en toda la casa, pero rebuscando por los anaqueles que hacen las veces de despensa me encuentro con paquete y medio de galletas rellenas de crema de avellanas, de fabricación belga e indudablemente traídas de allí la última vez que alguien viajó de un sitio a otro con espacio en la maleta.
- Pero, Ro, las galletas las traigo para que te las comas, no para que las guardes en la despensa hasta después de que hayan caducado.
- Ya, es que sólo me las como cuando llega el siguiente envío. Así siempre tengo.
Y, efectivamente, durante los siguientes días, Ro fue comiéndose una galleta cada día, pero de la antigua remesa, hasta acabárselas. La nueva remesa sigue sin tocarse y probablemente seguirá así hasta que en verano lleguen más provisiones. Y es que tengo dos hijas muy distintas...
Toca pasar ahora al siguiente caso: el que no ha vivido en Bélgica, pero ha oído rumores de lo que pasa por aquí. Lo que pasa es que se ha hecho tan tarde que vamos a dejarlo para la próxima entrada.
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