¡Si se veía venir! Estoy seguro de que a ninguno de los lectores habituales de esta bitácora, que alguno queda, le ha pillado de sorpresa el follón que se ha montado en el Bois de la Cambre, reducto bruselense que ha pasado por estas pantallas repetidas veces, a causa de la gente que ha venido haciendo mangas y capirotes de las medidas sanitarias que han impuesto las autoridades belgas. Qué narices, ya hay que decirlo, las autoridades belgas merecen que alguien proteste contra sus medidas y, a falta de que lo hagan los obispos belgas, que no tienen visiblemente madera de mártir, lo han hecho unos cuantos jovenzuelos en busca de gresca. A mí me daría vergüenza, pero se ve que éste mi sentimiento, que comparte cada vez más gente, no significa demasiado.
En realidad, lo que ha pasado en el Bois de la Cambre se venía mascando, y cualquiera que haya sido padre identificará fácilmente lo que ha pasado: igual que los niños pequeños (y los no tan pequeños también) buscan los límites que les imponen sus padres, también estos jóvenes lo han estado haciendo. La diferencia es que, esta vez, han encontrado los límites, mientras que hasta ahora la policía se había limitado a advertir a los grupos sentados sobre la hierba que tuvieran cuidado y que no se pasasen mucho.
Las imágenes son espectaculares, vale, pero no es la primera vez que la policía se agrupa y la toma con alguien. Hace unos días alguien colgó un vídeo en que se veía a un grupo bastante nutrido de policías reduciendo a una mujer de mediana edad, que no sé qué rábanos estaría haciendo, que en vano les decía que no había hecho nada malo. Por cierto que, para mi sorpresa, lo decía en flamenco, desmintiendo mi idea de que nadie lo habla en Bruselas: ik heb niets verkeerts gedaan!, repetía una y otra vez. No le sirvió de nada, más que para ir al hospital con un brazo dislocado.
Ahora la policía ha decidido ir más allá y poner en funcionamiento la caballería, y esta vez ha habido heridos entre los manifestantes, entre la policía, y también entre los caballos. Los manifestantes, con cierta razón, decían que cualquiera diría que estaban preparando un atentado terrorista, y que lo único que querían hacer era reunirse.
Hasta cierto punto, se podría decir que cada uno estaba haciendo lo que se esperaba de él: la juventud rebelde estaba eso, rebelándose, y casi que se agradece que estén al aire libre armando jaleo en lugar de calentando el sofá y jugando a las maquinitas; la policía estaba reprimiendo la rebelión, que al fin y al cabo es para lo que les pagan. Y los caballos, bueno, hoy he estado leyendo que siguen llegando caballos a los cuarteles de policía por sí solos, sin jinete. Digo que habrán estado en el Bois, pastando (y hay materia para pastar, ya lo creo). Supongo que pastar es algo que puede esperarse de un caballo.
Esto promete continuar. Las autoridades belgas no han cerrado el Bois de la Cambre, pero están controlando el acceso y se aseguran de que nadie que entre lleve objetos punzantes o contundentes. En España, no sería muy difícil encontrar piedras o cascotes varios, pero el Bois de la Cambre la verdad es que está bastante cuidado y no parece fácil encontrar allí material potencialmente utilizable como armas arrojadizas. Supongo que los organizadores en la sombra de los festivales-manifestaciones "La Boum" y "L'Abîme" estarán imaginando cómo seguir jugando contra la policía belga. En espera de la próxima jugada de la juventud rebelde, voy a dejar la entrada aquí, que se hace tarde, sin ocultar mi simpatía por quienes hacen lo que se supone que deben hacer, tanto la juventud rebelde como la policía represora, y mi antipatía por quienes no hacen lo que se supone que deben hacer. Seguro que los lectores saben a quiénes me refiero.
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