El caso es que, todas las semanas, hay una reunión de obra, en francés 'réunion de chantier', donde los distintos obreros, técnicos y artesanos implicados en el asunto se reúnen con los 'maître de l'ouvrage', que somos los dueños. El objetivo de la reunión es marear a los dueños hasta que acaben más despistados que un coordinador de seguridad y salud, y entonces se toman unos acuerdos por arte de magia que el arquitecto recoge en un acta de la reunión y quedan así para la historia.
Claro, uno experimenta nostalgia de lo fácil que era en Valencia, donde una cuadrilla de Carcagente tardó mes y medio en poner el piso a punto; o en Madrid, donde fue más caro, claro, que para eso es la capital, pero entre cuatro personas apañaron el asunto durante el verano. Aquí, estamos dando de comer a un ejército, y no se vislumbra el final.
En la reunión de obra, además, nosotros (uno u otro, y alguna vez los dos) aparecemos siempre, pero los demás nos dan plantón sin ningún problema a la que no les apetece presentarse un jueves a las ocho de la mañana. Los albañiles, que empiezan a trabajar incluso antes, suelen estar allí. El otro día me comentaban que había pasado por allí el coordinador de seguridad y salud y les había citado un real decreto, y que ahora estaban más tranquilos.
El fontanero también es madrugador, y por tanto un habitual. Si hablara otra cosa que no fuera flamenco cerrado incluso sería útil. La última vez sólo estaba él, y la conversación fue bastante difícil de seguir, pero con buena voluntad todo se consigue. Es posible que él aprenda algo de francés si seguimos conversando, o que nosotros logremos descifrar algo de flamenco.
El arquitecto llega más o menos cuando quiere, si llega, y se pone a hablar, según con quien, flamenco, francés y un curioso español con acento mejicano trufado de galicismos.
Y luego están los extras que aparecen de vez en cuando, como el cristalero, el técnico del gas, el electricista y, a veces, el encargado de los muebles de la cocina, aunque a éste lo hemos contratado nosotros aparte. Menos mal.
El caso es que esto ya debería ir llegando a su fin, porque cada reunión se descubren nuevas cositas que elevan el presupuesto cinco mil euros más, y a la bolsa ya se le ve el fondo.
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