Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
Borís Nemtsov fue asesinado la semana pasada, y a uno, que se ha pasado tanto tiempo por allí, le da la impresión de que se ha ido un tipo muy particular, con un montón de contradicciones, occidentalista a machacamartillo, pero a la vez con un deje muy ruso, que creo que no se hubiera podido adaptar a vivir en un país occidental, y mucho menos si Rusia se hubiera convertido en un país como los de Europa Occidental, y eso que él estaba por la tarea.
Los periodistas occidentales se han lanzado a abrir todo tipo de hipótesis sobre los autores intelectuales de su asesinato. Como en casi todos los crímenes por encargo, es muy probable que no se sepa nunca quién andaba detrás. A ojo, a mí no me suena que el gobierno ruso salga beneficiado de la historia, lo cual descartaría que tuvieran algo que ver con el asunto, pero en Rusia, todo, absolutamente todo, es posible. Enemigos, lo que es enemigos, Nemtsov tenía de sobra, y si a su actividad pública le añadimos una vida privada un pelín curiosa para los estándares occidentales, con una novia varias décadas más joven que él, pues uno encuentra una legión de candidatos para mandarle al otro barrio.
El enemigo político más cordial que tuvo Nemtsov, sin embargo, es un invitado habitual de estas páginas, el enlace a cuyo partido sigue metido ahí, en la barra derecha. Se trata del incombustible Vladímir Zhirinovsky, que se las tuvo tiesas con el ahora difunto en muchas ocasiones. Nemtsov conseguía sacarles de sus casillas. Bueno, Nemtsov y casi cualquiera, pero con Nemtsov, Zhirinovsky tuvo sus encuentros más polémicos, incluyendo el vaso que le tiró a la cara en un debate televisivo, creo que en 1995, y la vez que le sacó una pistola en antena ante el flipe del entrevistador y del propio Nemtsov, después de que ambos hubieran dicho que habían arreglado sus diferencias básicas y que se llevaban razonablemente bien.
La página del LDPR es bastante pudorosa a la hora de calificar la muerte de Nemtsov. Ni la condenan, ni la aplauden. Zhirinovsky se limita a constatar lo obvio, es decir, que siempre estuvieron enfrentados. Eso no es fácil de comprender para un observador occidental. LDPR quiere decir "Partido Liberal-Democrático de Rusia", y todos los opinadores occidentales, con una mueca de autosuficiencia, dicen que lo de "liberal" y "democrático" no deja de ser una gran mentira, y que en realidad Vladímir Vólfovich y su partido tienen una esencia dictatorial y nacionalista.
En cosas como éstas se deja ver la gran masa de prejuicios que nos ciegan los ojos en occidente ¿Quién dice que es incompatible ser nacionalista y liberal? No sólo no lo es, sino que es el liberalismo el que hizo nacer el nacionalismo, y ahí tenemos más de un partido en España, más concretamente en alguna parte de España, que pertenecen a la internacional liberal y que se proclaman nacionalistas con gran orgullo de serlo. En cuanto a la esencia dictatorial, y no democrática, del LDPR, yo no conozco declaraciones de Zhirinovsky en ese sentido. Sí le he oído decir que está de acuerdo con el modelo de un jefe del Estado fuerte, como acorde con la tradición rusa (y que la tradición rusa es así es un hecho, y un hecho indudable), pero exactamente el mismo modelo tienen los EEUU y Francia y a nadie se le ha ocurrido dudar del carácter democrático de ambos regímenes.
Si nos ponemos a criticar los nombres de los partidos, el de Nemtsov es mucho menos inocente. En el momento de su mayor tirón electoral, cuando supero en las elecciones el umbral para alcanzar la Duma, la lista de la que formaba parte Nemtsov era la Unión de Fuerzas de Derecha (SPS, o Soyuz Pravykh Sil). Si ser de derechas es ser conservador y partidario de los valores tradicionales, con un matiz de proteccionismo social (es eso, ¿no?), es realmente difícil pensar en Nemtsov, o en casi cualquiera de los que compusieron ese grupo, como un elemento que entre, siquiera de refilón, en la definición de derechista. Muy al contrario, eran todos partidarios de una 'europeización' de Rusia y en la adopción de los valores del modernismo. Es muy difícil pensar en alguien de derechas que esté de acuerdo con los valores del modernismo. Los peperos, en España, que son indudablemente modernistas, es cierto que son considerados de derechas, pero ellos se apresuran en decir que son de centro, y no sé si tienen razón en esto, pero estoy dispuesto a concederles que de derechas no son.
De todas formas, el momento de gloria de Nemtsov había tenido lugar mucho antes, a mediados de los noventa, cuando, tras sus éxitos como gobernador en la región de Nizhny Nóvgorod, que bajo su mandato volvió a llamarse así, fue nombrado vicepresidente del Gobierno por Yeltsin. En aquel tiempo, el presidente del Gobierno era Víktor Chernomyrdin, un 'apparatchik' con más conchas que un galápago, y la situación económica sólo se podía calificar como de desbarajuste absoluto. Que la responsabilidad del desbarajuste fuera en buena parte de los Gaidar o Chubáis que con el tiempo compartirían militancia con Nemtsov en la Unión de Fuerzas de Derecha es algo circunstancial, pero importante, porque ha desprestigiado a las fuerzas 'democráticas' (vamos a llamarlas así) en Rusia para la próxima generación, por lo menos.
Nemtsov duró poco en el gobierno. Era la época de los impagos a los trabajadores de las empresas que seguían siendo públicas, como las minas. Un nutrido grupo de mineros estaba directamente acampado frente a la Casa Blanca, la sede del gobierno, insistiendo en que no se moverían de allí en tanto no les pagasen los atrasos, que fácilmente podían ser de meses y hasta de años de salarios. Cuando, finalmente, Yeltsin puso a Nemtsov de patitas en la calle, recuerdo que éste salió de la Casa Blanca, se quitó la chaqueta, se arremangó la camisa (el tiempo lo permitía) y se puso a charlar con los mineros que le habían estado diciendo de todo, y nada bueno, hasta cinco minutos antes. Se sentó con ellos con una media sonrisa, lo máximo, supongo, que puede tener alguien que acaba de ser cesado, estuvo intercambiando impresiones, y finalmente salió de allí andando, hasta reaparecer algún tiempo más tarde con su partido político. Por gestos como éste, tan poco frecuentes en un político de alto rango, Nemtsov caía bien.
¿Es posible que los chechenos ésos que han detenido hayan asesinado a Nemtsov? Supongo que sí es posible, y también supongo que, en este caso, no lo han hecho porque sí, sino porque alguien se lo habrá mandado. Lo más probable es que nunca nos terminemos de enterar de quién es ese alguien.
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