Muy a menudo, hay amigos míos que, desde España, me preguntan cómo nos ven en Bélgica (antes era en Rusia, claro) a los españoles. Ya sólo la pregunta es una muestra de ingenuidad y de cierto complejo de inferioridad, como temiéndonos que lo más probable, con la que está cayendo, es que fuera de España nos miren a los españoles como una banda desbandada de picaruelos sin escrúpulos. Sin embargo, yo, que he visto algo de mundo, sé que hay cosas que son mejores en España que en cualquier otro sitio. Una de ellas no son los políticos, con total seguridad, pero las carreteras son claramente mejores que las belgas, los trenes son mejores y más puntuales, la sanidad le da cien patadas, y hasta en algo tan belga como son las bicicletas, resulta que Valencia, que es una ciudad denostada como pocas, tiene una red de carriles-bici que todavía tengo que ver por aquí, y creo que no llegaré a verla.
Vamos, que los españoles tenemos unos complejos que son bastante injustificados y que, si tuviéramos mejores señores, seríamos unos vasallos ideales. Me temo que el problema está en el detalle de los señores. El caso es que yo suelo tranquilizar a los amigos que me preguntan y les digo que aquí nos ven bien, que los que han estado en España no albergan dudas sobre nuestro país, y que sigamos dando el callo, que, al final, saldremos del hoyo.
Lamentablemente, hay gente, en Europa, que no ha estado en España y que, por consiguiente, no puede hacerse una idea propia de cómo es, así que se cree a pies juntillas lo que dicen los medios de comunicación. Y los medios de comunicación, a saber por qué, se frotan las manos cuando salen las noticias, por ejemplo, de un jefe de Estado cazando elefantes en África, de yerno de jefe de Estado pillado en choriceo evidente, de pepero repeinado hacia atrás que ha perdido la cuenta de la pasta que tiene en Suiza, de sociata visitante de gasolineras, o de región que se quiere separar, pero cuyo partido gobernante no le anda a la zaga a los anteriores, antes al contrario, a la hora de meter la mano en el cazo. Todo ello resulta bananero a más no poder, fuerza es reconocerlo.
Hasta ahí, podría pensarse que culpa nuestra es. El problema es cuando los propios españoles somos los autores y los difusores de esas noticias que, lo sabemos bien, porque nosotros sí que conocemos España, son sólo una pequeña, aunque sonora, parte de nuestra realidad; sin embargo, somos los primeros que nos enfangamos en las mismas, para darnos golpes en el pecho y pedir que vengan de fuera a salvarnos, que nosotros somos malos malísimos.
Esto no es un problema nuevo, qué va. En el brillante siglo de oro, con España de primera potencia mundial por goleada, ya había españoles, normalmente judíos o protestantes, que se habían ido a vivir fuera de España (por razones obvias, claro) y que desde París, Londres o Ámsterdam se dedicaban a hablar mal de España y a poner todas las zancadillas que se pudieran y hasta a apoyar invasiones. El famoso secretario de Felipe II, Antonio Pérez, fugado a la corte de Isabel I de Inglaterra, era uno de ellos, y otro que se me viene a la cabeza es Antonio Enríquez, literato de segundo orden, admirador de Quevedo (de quien estaba lejísimo), herejote judaizante de pro, que llegó a ser quemado en efigie por la Inquisición y que pasó buena parte de su vida en Francia, y no hablando precisamente bien de España.
Hoy, el papel de aquellos egregios próceres lo desempeña, o eso parece, algún periodista, y en los últimos días ha sido noticia uno, español él, quizá muy a su pesar, que escribe en "Der Spiegel", y que atiende por Juan Moreno.
"Der Spiegel" es una publicación alemana que confieso que seguía con relativa regularidad en mis tiempos de Alemania y mis primeros meses en Rusia. En aquel tiempo publicaba artículos tremebundos contra Oskar Lafontaine, que entonces era el presidente del Sarre (el "Napoléon del Sarre"), miembro del SPD (eso ya pasó) y ganador de elecciones por mayoría absoluta, pero que algo malo le debía haber hecho al director de "Der Spiegel". Para mí que le había quitado la novia . Por lo demás, la publicación era chula y estaba bien escrita, aunque intentaba manipular sin que se notara demasiado. Algo así como "El País" en España: bien escrito, y ni siquiera parece que te estén llevando al huerto, aunque, tras el ERE, vale, deben haber perdido algo de calidad.
"Der Spiegel" comenzó a ser un poco burdo, o quizá yo me he ido haciendo más difícil de llevar a otro huerto, el caso es que las últimas noticias que he tenido de la publicación han venido de un amigo austríaco, que tras residir en Moscú unos años ahora anda por Ankara, y que, siempre que aparecen artículos sobre España (y sobre otros temas controvertidos entre ambos), nos envía un enlace a Alfina y a mí. Iba a especificar que los artículos sobre España eran denigrantes, pero es que todos lo son, así que me puedo ahorrar el epíteto.
Los artículos iban firmados por el tal Juan Moreno, que resulta que es de un pueblo de Almería, aunque criado en Berlín, y que hace unos días publicó un artículo que era como un resumen enfático de todos los anteriores, en el que ponía juntos todas las cosas que le cargaban de España, como si la conociera enterita y como si no encontrara explicación al hecho de que España, centro de todos los defectos y rompeolas de todos los vicios, continuara existiendo sobre la faz de la Tierra. Naturalmente, "Der Spiegel", que poco a poco, o mucho a mucho, se ha ido convirtiendo en una publicación tendenciosilla y tirando a sensacionalista, lo ha publicado con alborozo y añadiendo que el señor Moreno iba a renunciar a su pasaporte español. Porque, claro, el alemán que no ha pasado por España tiene que estar informado de que Alemania y el Deutschtum en general es el paraíso sobre la Tierra, y de que los demás países, y España en particular, están habitados por unos seres derrochones y corruptos que merecen toda la basura que les pueda caer encima.
Como la cosa ha tenido repercusión, ahora Moreno recula y dice que cree que no va a renunciar a su pasaporte español, ni va a pasar a llamarse Hans Braun, y que siempre defiende a España en Alemania. Lo primero, que haga lo que quiera, pero que no vaya diciendo que "siempre" defiende a España en Alemania, porque yo he leído con estos ojitos que se ha de comer la tierra, en enlace puntualmente llegado desde Ankara, unos textos que difícilmente pueden considerarse defensa de España. Más bien no.
En fin, que así es como está el patio, y no sabemos cómo va a continuar. España, mucho me temo, seguirá teniendo mala imagen, cosa de la que todos somos un poco culpables, y el único consuelo es que a los vendepatrias, históricamente, las cosas tampoco les han ido demasiado mejor. Antonio Pérez, despreciado por todos, murió en París en la más absoluta pobreza, y Antonio Enríquez, a quien las cosas no fueron demasiado bien por el extranjero, volvió a España con identidad falsa, le trincaron los corchetes a los que tanta cera dio en sus obras, y acabó sus días de muerte natural en las cárceles de la Inquisición en Sevilla, poco antes del final de su proceso (que curiosamente acabó por serle favorable), tras haber confesado sus tretas.
En cuanto a Juan Moreno, no le deseo yo el fin de los anteriores, ni mucho menos, pero estoy seguro de que, a no tardar, me va a llegar un enlace alusivo desde Ankara enviado por el amigo austríaco, que sólo envía enlaces sobre lo mal que va todo en España y sobre lo australopitecos que somos los católicos, y no digamos si somos heterosexuales, y ya está bien, leche. A ver si al señor Moreno le da por escribir sobre las cosas que funcionan bien en España, que las hay también, y sorprende así a sus lectores y, sobre todo, a su director, que probablemente le echará una bronca y le dirá que no le paga para que alabe a ese país de vagos, corruptos y mentirosos.
A ver si lo hace, y así seré yo el que envíe un enlace a Ankara, que a mí también me gusta.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
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"Cuánta gente apoya la guerra, y cuántos están en contra? Si bien existen
investigaciones de opinión pública no son confiables porque mucha gente
teme re...
Hace 1 mes
5 comentarios:
Hola Alfor, más o menos los países que hemos recibimos estopa propagandística, y de la otra, a lo largo de la historia hemos sido siempre los mismos, curiosamente España y Rusia estamos en el mismo barco, hemos sido un pim pam pum. Der Spiegel por ejemplo también es bastante antiruso.
En el caso de Bélgica puedo decirte que tengo amigas belgas que han venido por España varias veces y según me han comentado en general hay buena imagen de España en Bélgica (o mejor dicho en Valonia, que es de donde son ellas).
Es curioso porque tu post me ha recordado algo que leí hace meses en una bitácora de un blogero ruso, alguien puso un comentario en el que establecía paralelismos entre la actual propaganda anglosajona contra Rusia con la tradicional propaganda antiespañola. Este chico, que era ruso y debía tener conocimientos de historia, decía que España tenía la imagen de la Inquisición quemando gente en la hoguera, cuando realmente era mucho más fácil terminar en la hoguera en Inglaterra que en España.
Saludos
Fernando, lo de la Inquisición es impresionante. Creo que no llega a los mil muertos en tres siglos y pico, que, siendo muchos, es una ridiculez comparado con las marcas de casi cualquier otro país en el mismo período.
El mismo Antonio Enríquez citado en la entrada tuvo la suerte de que le pillara la Inquisición. Y digo suerte porque además estaba buscado por contrabandista y estafador y, si no llega a ser judaizante y, por tanto, reo de la Inquisición, que tenía preferencia sobre los demás tribunales, las hubiera pasado con la justicia civil bastante peor de lo que ya de por sí le tocó pasar.
Y sí, lo de la propaganda anglosajona es otro tema para hablar y no parar. Hay que reconocerles que lo de la propaganda lo dominan como nadie, mientras que nosotros tenemos mucho que aprender (y los rusos más todavía, la verdad).
En este pais hay vagos, corruptos y mentirosos como en todas partes, quizás aqui más, pero no era eso básicamente lo que denuncia el periodista en el articulo en cuestión.
Lo que denuncia son las "castas inmortales e inmorales" que desde hace mucho tiempo se reparten el poder en España amaparadas en sus relaciones de familia y que copan todos los resortes de poder (no importa si es PP o PSOE), veáse todavia la influencia que tienen en el siglo XXI, y si, organizaciones de la Iglesia forman parte de ella, tristemente.
Hay que estar aqui cada dia para ver al nivel miserable a que ha llegado la vida politica, social y
económica de España.
Excelente post al que, sin embargo, quisiera hacer algunos comentarios.
Empecemos por el principio: Yo y una novia rumana de antaño paseando por Berlin a las 3 de la mañana en 2008. Todos los locales cerrados... ¿que qué tiene que ver esto con el post? Un segundo, please. Y nosotros dos buscando algo que estuviera abierto todavía. En estas, vemos a un señor alto, delgado y moreno al que preguntamos por algún garito abierto. Entablamos una conversación con él... y resulta que es Juan Moreno, periodista del SPIEGEL. Puedo dar fe de que, en persona, es muy simpático y amable, y no pareció avergonzarse de ser español, al contrario, nos lo dijo alegremente y se alegró de encontrar a un compatriota. Nos remitió a un local de la Sredzkistrasse (Prenzlauer Berg)regentado por un valenciano casado con una berlinesa que me recomendó fervientemente la lectura del Le camp des saints, de Jean Raspail, pero eso es harina de otro costal.
El caso es que yo he leído muchos artículos de este señor durante años -aunque no los últimos artículos mencionados en el post- y no los vi tan tan negativos. Además, pienso que la expresión más sincera de lealtad a la patria es, a veces, la crítica mordaz. Es verdad que España no es tan mala como dicen, pero quizá los "vasallos" tampoco seamos tan buenos.
Fast forward al 28 de diciembre de 2012. Cena anual con los antiguos amigos del Deutsche Schule Las Palmas. Charla con mi amiga Demetria, que estudió farmacia en Múnich y trabaja ahora para Novartis. Persona equilibrada y razonable donde las haya, me dice lo siguiente: "Hace años, tenían muy buena imagen de los españoles en Alemania. La gente se alegraba de ver que eras español, se interesaba más por ti y te preguntaba todo tipo de cosas con interés. Ser español era un activo. Ahora, las cosas han cambiado. Desde hace un año y medio a esta parte, con la llegada de nuevos españoles exiliados de la crisis, nuestra imagen ha caído en picado. Y no culpo a los alemanes: los españoles gritamos por las calles a altas horas de la madrugada, robamos bicicletas y dañamos los inmuebles arrendados e incluso metemos en los pisos más personas de las autorizadas, de tapadillo - actitud que hace pocos años se reprochaba a los inmigrantes de otros lugares en España. Uno ya hasta se siente avergonzado de ser español".
Yo mismo, el verano pasado, hice una visita a mis antiguos amigos de Berlin, y encontré a dos españolas, también de Valencia, por cierto, en la noche berlinesa. Borrachas como cubas, intentaron que mi amigo Jan y yo las invitáramos a Bratwurst y las llevaramos en coche a la otra punta de Berlin. Nos revelaron que estaban allí para aprender alemán, que eso pensaban sus padres, pero que no iban a clase y quemaban toda la pasta en juergas. Luego, nos convencieron para que las ayudáramos a buscar a una amiga, también española, of course, que había ido a fornicar con un desconocido en un coche... en fin, ya paro, que es deprimente.
Todo esto sugiere que no solo los señores -que, después de todo, proceden del común y son votados por el mismo- están bastante degenerados. Mi visión de España también es bajista, y es por eso que, a partir de septiembre, viviré en Bruselas...
Entre la defensa de la patria y la crítica acerba de la misma, opto por la primera, como Alfor. Pero elijo hacerlo por la vía de la crítica matizada, que es la mejor forma de despertar conciencias y avanzar. No somos tan malos pero, como mucho, tenemos un cinco raspadillo. Mi teoría es que en España hay mucha gente de talento y buena voluntad con enorme potencial, pero los cafres siempre los superan por poco e inclinan la balanza. Y así nos va.
Y otra cosa: La comparación del SPIEGEL con EL PAÍS no podría ser más pertinente. La calidad técnica -innegable- de ambos funciona como hábil e insidioso cubrevergüenzas de unos prejuicios zurdos realmente cerriles.
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