viernes, 10 de junio de 2011

Gostis (I): Introducción

Moscú es una ciudad desequilibrada, en la que unas cosas complicadísimas a los ojos del occidental son sencillamente triviales, mientras que otras, que deberían ser triviales, son complicadísimas.

Con el tiempo, los que vivimos aquí comenzamos a perder la noción de dificultad que sufrimos cuando éramos unos recién llegados. Cosas que fueron imposibles se han convertido en algo que controlamos, no sólo por la mejora de las condiciones de vida en Moscú (aunque siguen lejísimos de lo que deberían ser), sino también por el efecto aprendizaje.

De hecho, una de las virtudes de que venga una visita desde España consiste en que tiene su capacidad de sorpresa intacta y, de esta manera, te ayuda a recordar que no todo lo que te rodea en tu nuevo mundo es indiscutible, y que, en el mundo del que procedes, hay otras soluciones, y que normalmente éstas son mejores.

Esta entrada es el inicio de una serie, que irá creciendo, dedicada a los gostis, esa gente tan entrañable que nos mantiene en contacto con el planeta del que venimos. Los gostis es el nombre con el que los españoles que vivimos en Rusia conocemos a nuestros invitados, que vienen de España y se pasan muchas horas al día con la boca abierta, flipando en colores. La etimología del término está clara: viene del ruso "гость" (gost'), que quiere decir precisamente eso: invitado.

Por cierto que ésa es una de las palabras (hay muchas más) que permiten descubrir el pasado indoeuropeo del ruso. En latín, la palabra equivalente es «hospes, -itis», cuya semejanza con el ruso salta a la vista, y tiene dos significados bastante confusos, porque designa tanto al invitante como al invitado, tanto al huésped como al hospedero. En ruso, no. El ruso sólo designa al invitado.

¿Por qué utilizamos «invitado», que suena tan formal, y no otras palabras como «amigo que ha venido a verme»? ¿Porque es largo? No debe ser ésa la razón, porque el castellano del siglo XXI está trufado de perífrasis incómodas, como aquélla de «chica con la que salgo», para evitar el terrorífico y comprometedor «novia».

En Rusia, si utilizamos el término formal «invitado» es porque todo el proceso para que esta persona llegue a vernos es tremendamente formal, y en eso entramos nosotros desde el principio con una «invitación», que es un papel formal en el que decimos que, por ejemplo, Felipe Tortajada Puig, compañero de aventuras durante muchos años y con domicilio en Albal, va a ser nuestro invitado durante su estancia en Moscú, y residirá en nuestra casa.

Con la firma de ese papel, comienza el espectáculo. Y termina esta entrada, que continuará con las andanzas de Tortajada en Moscú. Miedo me da.

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