Habíamos quedado la penúltima vez, tras un comentario de Francisco, en que a los occidentales, mientras duró la Unión Soviética, se nos escamoteaba sistemáticamente la existencia del rock soviético.
La verdad es que no es la única cosa que se nos escamoteaba. Las autoridades soviéticas, y algo queda de ello en las rusas, tenían casi como costumbre ocultar las realidades desagradables hasta que no había alfombra suficientemente grande como para ocultar las vergüenzas. Nuestras profesoras nos decían que en la Unión Soviética no había Navidad, ni se utilizaba la palabra Dios; las autoridades decían que no había drogas, ni SIDA, ni todas esas vergüenzas occidentales; y hasta la explosión nuclear de Chernobyl fue ocultada hasta que los detectores suecos les pusieron en evidencia unos cuantos días después, y ahora nos consta que no fue el primer accidente nuclear, sino sólo fue el primero que no fue posible ocultar.
Hoy se siguen ocultando las vergüenzas todo lo que se puede, en una pose de "aquí no pasa nada" más falsa que un collar de diamantes de tres pesetas. Al que siga la prensa le parecerá que sólo hay atentados terroristas con víctimas en Moscú, y eso una vez al año; en realidad, hay atentados mortales prácticamente a diario en el Cáucaso, que simplemente se pasan por alto, porque ya han dejado de ser noticia. No es que oculten especialmente, es que ya ni siquiera se comentan. Se dan por hechos.
Lo curioso es que la música, aunque sea el rock, no es de por sí algo que deba ocultarse. Uno diría que a los jerifaltes soviéticos se les torcía el gesto cuando veían a los grupos de rock occidentales y pensaban que ni de coña iban a permitir una cosa así en su país... pero los rockeros soviéticos debían pensar de otra manera, y existían. Eran lo bastante hábiles para no comprometerse políticamente (Mashina Vremeni es todo un ejemplo de habilidad), pero no puede decirse que el régimen los promocionara mucho (ni poco) en el extranjero.
En nuestra clase de ruso, teníamos un casete, que hoy debe estar apolillado, donde nuestras voluntariosas, pero sumamente sumisas al Partido, profesoras, nos grabaron, en aquellos felices tiempos anteriores a la ley Sinde, todo tipo de melodías populares. Estaba "Podmoskovskie vecherá", la canción popular rusa por excelencia; había una buena serie de canciones bélicas, incluyendo "Katyusha" o "V put" (seguramente nuestras profesoras no contaban con la presencia de alemanes o elementos germanófilos entre el alumnado y, sin embargo...); otra serie de "shanson", baladillas empalagosas. Había unas pocas bandas musicales de películas populares, y aquí sí que hay que dar la razón al profesorado, porque las bandas musicales de las películas rusas son buenísimas y muchos rusos las conocen de memoria. Y, eso sí, de entre todas las posibilidades de poner rock, lo más parecido fue una, y sólo una, canción de Kino, ni siquiera de las más conocidas, y eso supongo que porque Viktor Tsoy, el líder de Kino, ya estaba criando gusanos. De Mashina Vremeni, Voskresenye, Akvarium o Nautilus no había ni rastro. Lo cual es una lástima, porque se trataba de aprender ruso, y las letras de cualquiera de estos cuatro grupos valen la pena.
Claro, uno llega aquí, y se encuentra con que las cosas no son exactamente como se las han contado. Que hay vida más allá de Iosif Kobzon y, lo que es más chocante, que la había en plena era brezhneviana. Estos tíos estaban ocultando unos grupos de música estupendos, como si les diera vergüenza su existencia, cuando lo que tenían que haber hecho era estar más orgullosos que un navarro después del quinto Tour de Induráin.
Sin embargo, hay dos cosas que pueden disculpar a mis profesoras. La primera, que vaya usted a saber lo que hubiera hecho un profesor de español en su lugar (a ver si pregunto qué hacen en el Instituto Cervantes).
Y la segunda, por lo que, al llegar aquí, me di cuenta que debía estar agradecido, es que no pusieron nada de Alla Pugachova. Uf.
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Hace 1 mes
4 comentarios:
Hola Alfor
empecé a conocer el rock soviético en 1987 a través de Radio Moscú. Había un programa llamado "Club Juvenil"; en él se daba a conocer los gustos de la juventud soviética. Recuerdo que fue ahí dónde oí por primera vez a Mashina Vremeni y Kino.
Fue una sorpresa para mí, porque, como señalé antes, se repetía hasta la saciedad que no había música rock en la URSS.
Yo recuerdo un reportaje televisivo hecho por una cadena estadounidense al comienzo del periodo de Gorbachov. El reportaje era tendencioso a más no poder, básicamente dividía la juventud soviética en buenos y malos. Los buenos eran los rockeros y sus simpatizantes, a los que presentaban como prooccidentales y demócratas y los malos eran principalmente los "liuber" (o algo así, de un barrio de Moscú que se llamaba Liuberskii) que eran presentados como reaccionarios y antioccidentales porque rechazaban la música rock (aunque a mí la verdad es que me parecían gente de lo más normal). Fue la primera noticia que tuve del rock soviético.
Saludos
PS: al hilo de tus entradas sobre el nacionalismo ruso, pienso que en cierto modo los "liuber" se han impuesto. ¿Qué fue de ellos?
Francisco, muy interesante lo de Radio Moscú en 1987. Mis profesoras, evidentemente, no oían ese programa. Yo en aquel tiempo solía escuchar Radio Tirana en español (eran graciosísimos).
Fernando, en realidad, Lyubertsy no es un barrio de Moscú, sino una ciudad, aunque muy cercana (habrá como 5 km). Pasa por macarra, y yo nunca diría que los lyuber rechazaran el rock. De hecho, los Lyubé, un grupo de música bastante ecléctico, pero rockero hasta cierto punto, son de allí, y también algún miembro de "Ariya", el grupo heavy ruso más conocido. A ver si otro día vuelvo sobre ellos, pero ahora... me apetece una serie más histórica.
Yo soy de una generación posterior: a mí en la clase me ponían canciones del repertorio de Песни нашего века. Así no es extraño que para mí Yuri Kukin adoptara dimensiones legendarias y que no creo que la impresión que me causaría ver a Pedro I volviendo al trono de Rusia fuese mayor que la que me dio el verlo hace poco en un concierto de bardos en San Petersburgo. Lástima que Alexandr Gorodnitsky se pusiera enfermo (fui por él...)
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