El grupo de manchegos seguía comentando cosas de su pueblo y de su gente. Y llamaba la atención el contraste con lo que se iban a encontrar poco después, de la sencillez de la vida rural a las complicaciones propias de Madrid. Más les valía, de momento, llevar el bolsillo bien lleno.
En uno de mis primeros viajes, coincidí en una cena con un opositor extremeño que viajaba a Madrid con una frecuencia aproximadamente anual.
- Yo -decía- no sé qué pasa, pero, en cuanto me bajo del autobús, parece como si hubiera aspiradores que te van sacando el dinero de los bolsillos. A la que me doy cuenta, me he gastado tanto en un día en Madrid que en dos semanas en Zafra.
Y tanto. No es que los precios de los productos básicos sean superiores, que no lo son mucho: es que los servicios cuestan un riñón y, de entre los servicios, hay que destacar todo lo referente a movilidad. Y todavía más hay que destacar la raza más depredadora que existe sobre la península, las sanguijuelas más chupópteras que ha parido madre y los buitres más inmisericordes de España: el gremio de taxistas madrileños. Ésos son capaces de dar las vueltas que haga falta con tal de machacar la cartera del visitante. Y, encima, le personan la vida y piensan que le están haciendo un favor.
El tren ya iba llegando a Madrid. El genuino miró por la ventana del tren y lanzó un suspiro.
- Me gusta Madrid - dijo.
- ¡Pero si aún no has llegado y ya dices que te gusta!
- No, hombre, me gusta el movimiento, el bullicio... -la verdad es que por la ventana no se veían más que vías de tren y coches.
- Pues mira, yo no te digo que no me quedaría un par de días, pero más no. Más no me iba a gustar.
- ¿Y tú qué sabes, si tampoco has estado?
- No lo sé, pero sí que lo sé, que el Agustín ya me dijo que él estuvo un par de días y no veía la hora de volverse. Que está bien, pero que cansa.
- ¡El Agustín está tonto! ¡No sé cómo lo cogieron para conducir la camioneta!
- Eso sí. Si no sabe ni hacer la o con un canuto.
- Pero Madrid bien que lo ha pisado.
- Y nosotros también ahora.
Entonces el tren se detuvo. Todos nos levantamos.
- Venga, a ver qué hacemos.
- Pobre gente, seguro que con lo que hemos hablado les hemos dado el viaje.
Ahí no pude menos que sonreír. Bajamos todos, y ellos se agruparon en el andén.
- ¿Qué hacemos?
- Podíamos ir a ver el monumento ése que debe haber a las víctimas del atentado.
Les dejé en alegre conciliábulo al lado del tren. Sin duda sus aventuras en Madrid serían dignas de ser narradas, pero, por mucho que me hubiera gustado quedarme a compartir sus primeros días en Madrid, mis quehaceres me llamaban a otra parte de la ciudad, así que les dirigí una última mirada de ánimo y desaparecí en dirección a la estación de metro. Ellos me pareció que iban a la parada de taxi. Pobres.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
-
"Cuánta gente apoya la guerra, y cuántos están en contra? Si bien existen
investigaciones de opinión pública no son confiables porque mucha gente
teme re...
Hace 1 mes
4 comentarios:
Pobres, la verdad es que los taxistas de Madrid suelen ser, en líneas generales, bastante chulos, bastante antipáticos y sobretodo, bastante buitres. Pero cuando más lo he notado, ha sido al tener que coger un taxi después de bajar del avión que me traía de Marrakech (tenía que cogerlo por no haber, dadas las horas, otro medio). Imagínate, en Marrakech, un taxi que te lleva desde las afueras de la ciudad al mismísimo centro (un recorrido de unos 15 minutos y unos 10km, tirando por arriba, entre recorrer calles y demás), no pasa de 1'5 euros (15 dirhams). Si se rayan y quieren tomarte el pelo, te cobran 20 dirhams, osea 2 euros. El mismo recorrido en Madrid te cuesta 20, sí, ¡¡pero 20 euros!! Y eso, después de pasearte y recorrerte media marrakech (y la otra media también) a base de taxis, sin superar nuna la asombrosa cantidad de 2 euros, duele y no veas como duele.
Besitosssss (y feliz año)
Esther, pues la verdad es que el servicio de taxi en Madrid es carísimo y cuando hablamos del aeropuerto y estaciones de tren o autobús ya la cosa es de atraco. A veces cuesta más el trayecto hasta la estación de autobuses que el trayecto en autobús a Valencia.
Joven cristiano, Alfor!
Que relatos. En busca de la inocencia perdida...
Saludos
No tan joven,Alfred, no tan joven... :)
Publicar un comentario