Me gustaría hacer una pausa en la serie de entradas sobre los distintos viajes a los Países Bajos. Esto puede sonar bastante pretencioso, no lo dudo, sobre todo si se tiene en cuenta lo abandonada que tengo la bitácora, pero lo cierto es que en estos meses que no escribo (y, si no lo hago, es porque no tengo cuándo hacerlo), en Bélgica están pasando cosas. Porque los lectores de esta bitácora, si es que queda alguno con la paciencia suficiente como para sufrir los días, las semanas, y hasta los meses de ayuno, son gente bien informada y sabe del movimiento de los "Chalecos Amarillos", y de cómo París ha sufrido sus iras y el presidente Macron ha claudicado y se ha visto compelido a dar marcha atrás en sus medidas sobre el combustible diésel, que, en apariencia, era el objetivo principal de los manifestantes.
Como París tiene mucha mejor prensa de la que probablemente merece, los medios de comunicación han ignorado lo que pueda haber pasado en otras ciudades europeas. Yo no sé lo que puede haber pasado en buena parte de ellas, pero en Bruselas los "Chalecos Amarillos" han tenido dos fines de semana combativos, en los que se las han tenido tiesas con la policía belga, al concentrarse sin autorización y tratar de marchar, ya hacia el centro, en el primer fin de semana, ya hacia la plaza Schuman, en el segundo. La plaza Schuman no es un sitio cualquiera. Situada sobre la rue de la Loi (Wetstraat para los nacionalistas flamencos), es el epicentro del llamado barrio europeo. Allí están las sedes principales de la Comisión y del Consejo, y una serie de edificios emblemáticos repletos de eurócratas. Manifestarse allí garantiza el seguimiento mediático en toda la Unión Europea.
Tras darse de tortas, el color amarillo volvió a inundar el barrio europeo el fin de semana pasado. Esta vez no se trataba de los chalecos amarillos, sino de los nacionalistas flamencos. Amarillo es el color del escudo de Flandes, ése que ilustra esta entrada, y amarillo es el color del Vlaams Belang, un partido que, como buena parte de los de su cuerda en toda Europa, está subiendo en los sondeos, y no sería de extrañar que le estuviera comiendo el terreno a la Alianza Neoflamenca (NVA), algo más blanditos que los primeros.
Y es que Bélgica, una vez más, se ha quedado sin gobierno. El primer ministro, un liberal francófono (y no sería de extrañar que masoncillo), Charles Michel, aceptó los acuerdos de Marrakech, el Pacto Mundial sobre la Migración, que pretende dar ciertas garantías a los inmigrantes. O migrantes, que yo ya no sé cómo llamar las cosas. Cuando hablamos de inmigración, y no digamos si ésta es irregular, hay partidos que comienzan a picarse y, en este caso, eso le sucedió al que probablemente es hoy el principal partido de Bélgica, la NVA. Son independentistas flamencos, sí, pero tienen un puntito posibilista que les hacía participar en el gobierno federal, hasta que llegó el asuntillo de la inmigración. Por cierto que la NVA también es conocida en España por dar cobijo a los nacionalistas catalanes que se encuentran en Bélgica y con los que tienen tantas cosas en común (y tantas diferencias, pero no sé si se han dado cuenta de eso).
La NVA salió del gobierno, supongo que en parte porque nota el aliento del Vlaams Belang, un partido del que ya hemos escrito alguna vez y que, con todo lo que me disgustan muchos de sus puntos programáticos, al menos no se les pueden negar que hablan clarísimo y que la neolengua políticamente correcta no es su principal vía de comunicación. Ellos son los que han estado tras la manifestación del último fin de semana y ellos son los que han estado protestando contra la inmigración desde que existen. Y eso, por alguna razón, ahora da votos y la gente se disputa ese espacio.
Un servidor, que lleva emigrado prácticamente desde que salió de la universidad, aunque siempre de forma legal, no puede estar de acuerdo con la retórica de muchos de estos partidos, pero tampoco con ciertos resultados que se han dado a fuerza de no respetarnos a nosotros mismos y de aceptar a los musulmanes no tanto por ser musulmanes, sino para debilitar relativamente a los cristianos que tanto molestamos últimamente. En todo caso, algo esta pasando en Europa, y no sé si es París esta vez la protagonista principal, como siempre quiere ser. He leído hace poco a la Alliance Française animando a los chalecos amarillos, y no sé yo si la mayoría de los chalecos amarillos se dejarían animar por los legitimistas franceses de hoy en día. En todo caso, el río en Europa está revuelto, y no faltan pescadores que quieran sacar ganancia.
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