Hasta ahora, hemos encontrado a bastante gente en el proceloso mundo de la compraventa y reforma de viviendas en Bélgica. Agentes inmobiliarios, notarios (siempre más de uno), y toda la caterva de arquitectos, peritos evaluadores, fontaneros, albañiles, electricistas, vidrieros, parquetistas, proveedores de sanitarios, proveedores de azulejos y baldosas, y hasta un ingeniero civil. Todos los protagonistas que podríamos encontrar en España... en la construcción de un estadio olímpico, no de una modesta vivienda unifamiliar.
Finalmente, parecía que ya conocíamos a toda la gente que iba a dejar en condiciones nuestro futuro hogar, cuando el arquitecto, que es quien dirige el cotarro, nos dijo:
- Nos hará falta también un coordinador de seguridad y salud.
- ¿Un qué?
- Un coordinador de seguridad y salud. Dice la ley belga que hay que tenerlo ¿Conocen alguno?
Es la primera vez que tengo noticia de la existencia de ese oficio, ¿y espera que conozca a alguno?
- Pues no, no conocemos a ninguno.
- Bueno, yo he trabajado con uno. Si no tienen inconveniente, le preguntaré si está disponible.
Al parecer, estaba disponible. También al parecer, los coordinadores de seguridad y salud belgas (y no sé si tal engendro existe en algún otro lugar) cobran un porcentaje del coste total de la obra, que, con tanto extra, tanto personaje y tanto caprichillo legal belga, estaba acercándose peligrosamente a lo que nos podíamos permitir después del dispendio de comprar la casa, de los impuestos (impuestazos, que esto es Bélgica), las tasas notariales y el sursum corda.
En fin, que lo tomamos como un incordio más. Un par de semanas después recibimos por correo electrónico un tochazo de ochenta páginas con una retahíla de normas de seguridad, descripciones archiconocidas de las obras que ya estaban en curso, advertencias genéricas, obligaciones para el 'maître d'oeuvre' (nosotros), y todo tipo de frases rimbombantes en un francés empalagoso (es un poco redundante, lo sé), que era un cortapega de cientos de informes similares cambiando la dirección. Pero, ¡eh!, ahí estaba el coordinador de seguridad y salud velando por nuestros intereses.
No lo sabíamos bien.
Ya me había olvidado yo de la existencia de semejante fulano, que, además, al parecer residía en Namur, que no es que esté muy lejos, pero tampoco está al lado, cuando, unas cuantas semanas después, nos llegó un correo electrónico titulado nada menos que 'Informe de seguridad y salud número 1 de la obra de los Von Buchweizen'.
Iba yo ya a darle a la tecla de eliminar, temiendo atragantarme con su lectura, pero decidí darle una oportunidad y, ya que pagaba un pastón por tales memeces, al menos resolví echarle un vistazo.
En la primera página, el coordinador, muy ufano, había fijado una foto de la fachada exterior. Yo miré la foto un poco escamado.
"¡Qué raro!", pensé, "¿por qué ha metido aquí una foto de la casa que hemos alquilado mientras reformamos la otra?"
El coordinador, en su informe, describía la situación pormenorizadamente. Al parecer, no había trabajos exteriores en curso (y tanto que no), ni se percibía actividad en el interior. Llamó al timbre, pero la persona que le abrió no le permitió el acceso al interior. Obviamente, la señora que nos limpia la casa, que es de un pueblo de Granada y anda escasita de francés, y que era la única persona que había allí, lo más probable es que le echara a escobazos sin atender a coordinaciones de seguridad ni salud.
Como al coordinador de seguridad y salud no se le permitió el acceso, su informe continuaba sugiriendo algunas medidas de seguridad, digo yo que sobre la limpieza de cristales, y citando miríadas de reales decretos belgas sobre la obligatoriedad de que a los coordinadores de seguridad y salud, oficio indispensable donde los haya, se les facilite el acceso a las obras.
Cuando acabé de leer el 'Informe de seguridad y salud número 1 de la obra de los Von Buchweizen', me costó mucho cerrar la boca de nuevo. El lumbreras, en lugar de ir a la casa donde tenía lugar la reforma, se había presentado en la residencia que alquilamos, y donde no hay obra alguna ni se la espera, y había hecho un informe impecable de algo que no existía. Y no tiene mucha excusa, porque el informe preliminar sí lo había hecho del lugar correcto.
No sé si hay algún real decreto que imponga a los coordinadores de seguridad y salud la obligación de redactar sus informes sobre las obras en curso, y no sobre residencias situadas a un kilómetro de ellas, pero, si lo hubiera, me encantaría enviárselo al fulano, que, estoy seguro, no es consciente de haber metido la pata hasta arriba de la rodilla y que, en lugar de preguntarse si no estaba pasando algo raro cuando la de Granada lo echó con cajas destempladas, siguió con su informe como si tal cosa.
Y pretenderá cobrarlo, seguro.