lunes, 18 de mayo de 2015

Desidia. Parte II. El paciente impaciente.

Pues señor, esto era un españolito trasplantado a Bruselas por sus pecados y que tenía la costumbre de salir a correr por el bosque que tenía cerca de casa. Este españolito, al que llamaremos Alfor, por decir algo, se pasó muy mucho con los entrenamientos un verano que se le metió en la cabeza correr la maratón de Bruselas, y ese vano empeño le ha producido una lesión en las rodillas. Y a partir de ahora vuelvo a la primera persona, que ya bien de fábulas.

Como la lesión no mejoraba, decidí ir al médico. El médico me dijo que, puesto que estábamos hablando de un deportista (indudablemente), lo mejor sería hacerme directamente una resonancia y pasar de radiografías y otras zarandajas. Me dio un volante para el hospital, pedí hora, me la dieron para tres semanas después, agradecí a Dios que no fuera una urgencia, me fui en su día al hospital, me metieron en la máquina, a la media hora salí y me dijeron que ya enviarían la factura a mi casa, y los resultados a mi médico.

En la confianza de estar en el primer mundo, Europa Occidental, y capital de la Unión Europea y olé, me volví a casa esperanzado en salir de dudas sobre la naturaleza de la lesión. A los dos días, tras perseguirlo bastante, le pedí hora a mi médico para tratar los resultados y, llegado que hubo el momento, me presenté en su consulta.

- Pues no me ha llegado nada.

- ¿Cómo?

- Bueno, voy a ver si ha llegado ahora. Vuelvo enseguida.

Y salió a recoger el correo. Volvió al poco con un montón de sobres que amontonó de mala manera en un rincón de su mesa (digamos que la consulta no la tiene precisamente a la última, pero eso es otra historia), los vio parsimoniosamente, uno a uno, y finalmente me comunicó que lo mío no había llegado.

- ¡Pero si ya hace una semana, día por día, que hice la resonancia!

- Pues ya debería estar, pero no está.

- ¿Y qué hago?

- Voy a llamar a la clínica, a ver qué me dicen.

Marcó el teléfono, después de consultarlo en un anuario del siglo pasado, de tener que llamar a la centralita y de tachar la mitad de números del anuario, porque entretanto habían cambiado.

- ¿Me pueden pasar con resonancias? Sí, con la administración. Ah, que es usted. Oiga, que tengo un paciente que se hizo una resonancia la semana pasada y, ni él ha recibido la factura, ni yo los resultados.

- (...)

- Sí, la fecha de nacimiento es treinta de febrero de mil novecientos calienta.

- (...)

- Ése es el nombre, sí. Ah, ya la encontrado ¿Que ya debía haberla recibido? Vale, pero no ¿La envían otra vez? ¿Me adelantan las conclusiones de la resonancia? Ajá..., ajá... gracias. Que tenga un buen día, y no se olviden de enviarla.

Y colgó.

- No, yo creo que no la han enviado.

- ¿Y esto pasa mucho? Porque lo mío no es urgente, pero, el que tenga una apendicitis...

- Claro, claro... sí, a veces pasa.

Y luego ya pasamos a hablar del diagnóstico. A lo que nos toca, no tengo nada roto, pero sí desgastado, y la recuperación se prevé larga e incierta.

- Bueno, ¿cuándo vengo a verle, ya con la resonancia?

Al final tuvo que ser el otro día, porque entretanto tenía yo mis viajes y mis cosas.

El otro día, pues, me planté en el médico nuevamente... y, casi un mes después de haber hecho la resonancia, ésta seguía sin aparecer. Antes de que mis ojos salieran completamente de mis órbitas, y tuviera que recogerlos a tientas por el suelo, el doctor volvió a llamar a la clínica.

- Oiga, que no es la primera vez que llamo por esta resonancia que no me ha llegado todavía.

(...)

- Ah, que van a enviarla hoy mismo. Y que me debería llegar mañana.

Y ya colgó.

- Yo creo que no la han enviado todavía.

- Pues ya va siendo hora, leches. ¿Qué hago? Yo me voy pasado mañana de viaje.

- Llámeme a ver si ha llegado.

(...)

Hoy es el día en que aún no conozco el final de la historia. Kafka tenía que haber vivido en Bélgica para escribir 'El castillo'.

(Continuará. O no)

jueves, 14 de mayo de 2015

Desidia

Bélgica es un país singular, lo cual es una gran fortuna para quienes no viven en él, porque podría ser plural y hasta multiplicarse, lo cual sería fatal quienes tienen la suerte de vivir en otros lugares.

El caso es que, en general, no se está nada mal. Hay bonitos bosques muy verdes, ciudades chulas, una buena red de transportes y, aunque los precios son mucho más altos que en España, también es verdad que se cobra más.

El problema viene cuando uno quiere que le presten un servicio. Ah, amigo, ahí las cosas se complican. Cuando uno quiere que le presten un servicio, hay un montón de personas implicadas en el éxito de la operación, lo cual, probablemente, explique por qué el nivel de paro es mucho menor en Bélgica del que padecemos en España, pero eso será asunto de otra entrada. Es ésta basta con concentrarse en una regla estremecedora, sí, pero real: cuantas más personas estén implicadas en la prestación de un servicio, más probabilidades hay de que al menos una sea un inepto.

¿Y la consecuencia cuál es? Que el servicio queda, en el mejor de los casos, defectuoso y, en el peor, directamente inexistente. Como en Bélgica, para que algo suceda, tienen que hacer su trabajo un número desusado de personas, la regla se aplica en toda su crudeza. Ríase usted de la burocracia soviética y de la rigidez administrativa totalitaria: el que no se ría, que se pase un tiempecillo por aquí y verá lo que es la ciencia de la tramitación llevada a sus más altos niveles... de fracaso. De fracaso, sí, porque es verdad que, por ejemplo, en Alemania también hay un montón de gente implicada en trabajos que, a ojo, requerirían menos gente, pero allí, a tenor de mi experiencia, el trabajo suele salir bien, con las excepciones que se quiera; en Bélgica, por contra, el trabajo suele salir patatero, con las excepciones que se rumorea que existen los que creen en ellas. También hay gente que cree que Elvis sigue vivo.

A lo largo de los últimos dos años, los ejemplos de desidia laboral belga se amontonan en mis recuerdos, pero en el último mes ha habido varios ejemplos de desidia llevada al extremo. Así como en Rusia la palabra que describía la forma de prestar un servicio era y es 'chapuza' ('халтура', en vernáculo), en Bélgica pasamos a 'desidia'. Estoy tan integrado en el ambiente que paso de escribir la palabreja en vernáculo.

martes, 5 de mayo de 2015

Lituano

Durante unos días, debido a una especie de intercambio musical de orquestas juveniles, hemos tenido en casa a tres lituanas, dos violinistas y una violoncelista. Cuando nos repartían los lituanos que nos tocaban, nosotros pedimos que fueran del mismo sexo (porque les iba a tocar compartir habitación, que no tenemos la mansión de la Preysler), y que hablaran ruso. Sabemos que, en Lituania, el ruso es una lengua en retroceso, pero esperábamos que quedara alguno que lo hablara todavía.

Así fue. Dos de las tres chicas eran de madre rusa y, aunque hablaban lituano con su madre, con su abuela aún hablaban ruso. Y así, aunque se les notaba que no eran nativas, sin embargo tenían un razonable dominio del idioma; la tercera, lo que es hablar, hacía lo que podía, pero al menos lo entendía todo, que no está mal.

La verdad es que no dieron ninguna guerra y, como se pasaban el día de aquí para allá, visitando Bélgica o dando conciertos, las veíamos poco más que para dormir y desayunar. Pero, de todas maneras, y a pesar de que hablábamos en ruso, nos pareció razonable interesarnos por la lengua vernácula. Por lo que sabemos, en Lituania, no sólo el ruso está en decadencia, sino también el lituano y todas las demás lenguas, porque Lituania tiene una preocupante tasa de emigración. Sea como fuere, el saber no ocupa lugar y el lituano es parte del saber.

- Cuando estuve en Lituania -dije-, me llamó la atención que casi todo terminaba en 'as'. Así, recuerdo que 'bar' era en lituano 'baras' y 'restaurante' era 'restoranas'.

- Sí, pasa mucho - dijeron ellas.

Cuando eres nativo, supongo que no te das cuenta de que el motivo de ese fenómeno es que '-as' sea la terminación del nominativo singular masculino. Al menos, eso les pasa a mis hijos, que hablan ruso perfectamente, pero no saben qué caso es cuál. Para saber eso hay que haber sudado tinta con la gramática rusa como camino para hablar bien. Que es, ay, lo que tuve que pasar yo.

- ¿Me podéis pasar la mantequilla?

- Sí, claro.

- 'Spasibas' - dije con cara de chufla.

No, eso no vale. 'Gracias' se dice 'áçiu' y se pronuncia algo así como 'áchu'.

Sin embargo, para muchas más cosas sí que vale.

- ¿A qué hora os está esperando el... 'autobusas'?

Pues sí. Para ésa sí que vale.

- A las ocho y media.

- Y está tarde, ¿a qué hora comienza el... 'contsertas'?

¡También vale!

- A las siete.

Pero, claro, al final ya les tocó irse de vuelta a Vilna. Nosotros les compramos gofres y chocolate de recuerdo, y ellas también habían traído algo. Un bizcocho casi exactamente igual que el 'keks stolichny', un bizcocho con pasas típico de Moscú, y varios tipos de queso. El bizcocho estaba muy bueno, pero me guardé mucho de decir que era igualito a uno de Moscú, no fueran a tomárselo mal.

¿Y el queso? Pues el queso está muy bien, pero yo creo que en España la gente se tomaría a chufla el nombre.


¿A que sí?

viernes, 1 de mayo de 2015

Nono anno

¡Cómo pasa el tiempo! De hecho, pasa cualquier tipo de tiempo. El tiempo entre una entrada y la siguiente, que progresivamente se ha ido haciendo mayor, porque las ocupaciones se han ido haciendo también mayores, y porque la motivación es inversamente proporcional al aumento de las obligaciones.

Otra que se ha hecho mayor es la bitácora misma, que hoy cumple nueve años. Nueve, nada menos. En estos nueve años han pasado muchísimas cosas, y no sólo un cambio radical de escenario durante los dos y medio años más recientes, sino también un cambio bastante fuerte en muchas cosas. Los niños, Abi, Ro y Ame, que eran unos tiernos niñitos la mar de adorables, ahora son unos adolescentes respondones que más de una vez merecen ser enviados a galeras; yo mismo, que era un deportista bastante potable hasta hace poco, me voy a pasar en el mejor de los casos un par de años recuperándome de una lesión de rodilla. Y de Alfina mejor no escribo, que, si no, luego, todo son líos.

Para celebrar el aniversario, veremos una vez más un ejemplo de paso del tiempo. La primavera ha llegado a Bruselas y, lejos de lo que ocurre por las Españas, aquí transforma el aspecto de las cosas de manera inopinada. Uno mira un buen día, a principios de abril, por la ventana de su habitación, y ve la foto de un precioso árbol.


Un árbol peladillo, con un par de capullos incipientes. Pero, sólo tres días después, uno vuelve a mirar y el árbol no es exactamente igual.


Los capullos han empezado a explotar, y van creciendo otros. Y la cosa no termina ahí, porque, cuatro días después, volvemos a mirar por la ventana, y he aquí lo que aparece:


Cegador, ¿verdad? Quizá sea una lástima, pero al final los pétalos terminan por caer al suelo y el resultado es el árbol de la primera foto, sólo que revestido de hojas verdes.

Vamos a ver si a esta bitácora le va pasando lo mismo y, ya que está menos florida, al menos vaya resultando más frondosa.

Un saludo a los lectores que todavía queden, y esperemos tiempos mejores, que llegarán si Dios quiere (si no, no...).