La estricta política de anonimato que gobierna esta bitácora desde sus comienzos me obliga a ocultar los nombres de las personas con las que he compartido vuelo, en la confianza de que el lector sabrá comprender las graves razones que me fuerzan a ello, y que el desconocimiento de las personalidades sobre las que versa esta entrada no representará ningún obstáculo para el lector avezado. Lo que importa es la sustancia, ¿no?
Pues señor, fuerza es decir que, ahora que ya no vuelo entre Moscú y Madrid, sino, en el caso que hoy nos ocupa, entre Madrid y Bruselas, el pasajero típico ha cambiado bastante. Entre Moscú y Madrid, o entre Moscú y España en general, ya he dedicado diversas entradas a glosar los compañeros de viaje que se puede encontrar uno. En cambio, hasta ahora no había escrito sobre lo que se encuentra uno en los vuelos entre Bruselas y España, así que parece hora de cubrir este vacío.
Para empezar, la oferta es muchísimo mayor. Así como entre Rusia y España sólo vuelan, chárteres aparte, básicamente Iberia y Aeroflot, entre Bélgica y España tenemos a Iberia, a Brussels Airlines, a Air Europa, a Vueling, a Ryanair y no sé si me dejo alguna. Y, como destinos, no sólo tenemos las dos capitales, sino que los destinos en España son casi todos los aeropuertos posibles y, en Bélgica, los dos de Bruselas. Vamos a ser condescendientes y a considerar, como hacen ellos, el aeropuerto de Charleroi como el de Bruselas Sur, porque, ¿qué son sesenta kilómetros en la inmensidad del universo?
Además, si hay tantos vuelos es porque hay gente dispuesta a llenarlos. Y así es: entre turistas, emigrantes, trabajadores desplazados, lobbyistas varios, funcionatas, y eurobichos de toda condición, ya tenemos un montón de gente que vuela entre España y Bélgica, y esto sin contar a los belgas, que alguno hay también. Esto no tiene nada que ver con lo que pasaba entre España y Rusia, en que la práctica totalidad del pasaje estaba compuesto por rusos y, si te encontrabas algún español, lo más probable es que lo conocieras. En este caso, si el vuelo era en dirección a España, todo eran parabienes por la próxima estancia en la patria y si, por el contrario, el vuelo era en dirección a Rusia, la compañía servía para mitigar el pesar por abandonar el paraíso perdido. Eso es cuando vives en Rusia: cuando no lo haces, sino que vas para unos días, vas tan contento y hasta te has convertido en rusófilo.
Con gente tan diferente, es natural que te encuentres con mucha gente distinta. El que vuela a Valencia es distinto del que lo hace a Madrid, y también del que vuela a Santander o a Málaga; el que lo hace en Iberia es diferente al que lo hace en Ryanair y, de hecho, en la cola de embarque de Iberia te puedes encontrar a gente que dice, con suficiencia, que voló una vez con Ryanair y una y no más, Santo Tomás. No es mi caso. Ya he volado más de una vez con Ryanair, y me da a mí que me quedan algunas.
Pero el vuelo de hoy es con Iberia, que es donde vuela la clase más alta de entre los viajeros entre ambos países. Vemos un número alto de padres con bebés y niños pequeños y, como es el último vuelo de un día que es festivo en Bélgica, la fiesta nacional del 21 de julio, no hay turistas, pero sí volamos los que trabajamos en Bélgica y queremos apurar el fin de semana en Madrid. Y los españoles que viajan somos, o madrileños, que no es mi caso, o gente fuertemente relacionada con Madrid, que sí que lo es; a diferencia del caso de Moscú, si no eres de Madrid no hace falta que pases por Barajas para desplazarte, cosa que se agradece enormemente.
¿Y quién vive en Madrid? Pues la élite nacional y los tipos que salen en los telediarios y que encabezan las candidaturas de, en este caso, las elecciones europeas. En el caso que nos ocupa, heme aquí que me ha tocado compartir vuelo, no con uno, sino con dos cabezas de lista de las últimas elecciones europeas. Ya he dicho lo del anonimato, y el lector me disculpará por no revelar sus nombres, pero me atreveré a decir que son las dos personas que pueden decir con total justicia que obtuvieron una victoria en las elecciones, uno porque su lista fue la más votada, y el otro porque obtuvo el mayor ascenso respecto a las elecciones anteriores de entre las candidaturas presentadas. No diré más por respeto a su intimidad.
Estaba yo, pues, en la cola del embarque. Pasé el control de rigor, me di cuenta de que, por muy Iberia que fuese, los muy roñosos no habían contratado finger y tocaba ir en autobús hasta el avión. Subí al autobús, me situé en un rincón, y al poco vi subir a un señor canoso, de barba recortada y algo rellenito, vestido con un traje gris y que se puso a mi mismo lado. Lo reconocí, que no en vano es un personaje público y no estoy yo tan desconectado de España como para no saber quién ha cesado de ministro hace no tanto.
Al poco, subieron dos jóvenes que abordaron al primero y que debían tener algún contacto con él. Por lo que pude oír, porque la conversación tenía lugar junto a mi oreja, debían ser funcionarios de algún consulado español en Bélgica, ése por el que algún día debería plantearme pasar, porque a estas alturas me siguen llegando correos del consulado de Moscú como si todavía residiese allí. El político, con un acento que era una curiosa mezcla de deje andaluz y tonalidad madrileña, conversó con ellos como si tal cosa, pero, cuando el autobús se puso en marcha, se apoyó con la mano en la barra en la que también yo estaba recostado y me puso su tarjeta de embarque a un palmo de los ojos. Así es como supe que no me había equivocado al identificarle y, de paso, me enteré de que volaba en primera y de que era titular de la tarjeta de Iberia puturrudefuá total, creo que la de platino esmeralda, que supongo que le dará derecho a trato de maharajá, sala VIP allá donde vaya y no sé qué gabelas más, pero, si no hay finger, parece que igualmente tiene que subir al autobús, como la chusma con tarjeta de Iberia como la mía, de nivel mínimo y que, todo lo más, me da derecho a sacar la tarjeta de embarque en una máquina automática, y gracias, so pringao.
En estos pensamientos, entró en el autobús un grupo de varias personas bastante jóvenes que se arracimaban alrededor de un personaje central que indudablemente era el líder del grupo. Se trataba de un hombre de aspecto juvenil, vestido informalmente, con una mochila a la espalda y el pelo largo recogido en una coleta, a quien también reconocí sin demasiados problemas. El grupo conversaba animadamente y no dejó de hacerlo durante todo el viaje, porque los tenía sólo algunas filas delante de mí. La verdad es que, más que un diputado y sus asistentes, parece un grupo de coleguillas que iban de turisteo por Bélgica. Tal y como presumen en las entrevistas que hacen, van en turista. Es cierto.
A la llegada a Bruselas, los cinco (eran cinco) se reagruparon y supongo que tendrían organizado su transporte hasta donde residen, que se supone es en un piso compartido y, si han renunciado a la parte del sueldo que dicen que han hecho, realmente no les da para mucho más, porque los alquileres de Bruselas, aunque no son los de Moscú, tampoco son los de, digamos, Torrevieja en invierno. Yo tomé el tren y aparecí una hora después por mi casa.
¿Qué hubiera hecho yo si hubiera sido elegido eurodiputado y me viera en la tesitura de elegir entre ambos, ejem, modelos de comportamiento? Con todo el respeto que me inspira el eurodiputado español que viaja en clase económica, no tengo muy claro que yo hubiera hecho lo mismo en su caso. También es cierto que él no tenía elección, teniendo en cuenta su programa y en que se hubieran echado a degüello si hubiese empezado a ser asiduo de las salas VIP.
Pero de los dos modelos será cosa de escribir en otra ocasión. Ahora me toca salir.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
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"Cuánta gente apoya la guerra, y cuántos están en contra? Si bien existen
investigaciones de opinión pública no son confiables porque mucha gente
teme re...
Hace 1 mes
3 comentarios:
Demostrado: el señor de la coleta ya está hasta en la sopa.
Por aclararle: si no he leído mal, a los eurodiputados la eurocámara les da unos 300 € para estancia y manutención para los días que asisten al parlamento, y parece que los de "podemos", por lo que han dicho, van a buscarse alojamientos y manutenciones más económicas para no consumir esas dietas más allá de lo razonable(supongo que si son fijas y no pueden devolverlas a la eurocámara lo sumaran al resto de sueldo que piensan donar), por lo que su salario mínimo interprofesional por tres, no va a asumir gastos de alojamiento, aunque, como bien dicen, con dicho sueldo seguirán teniendo que pagar su alojamiento en España... Y me parece que van a tener que hacer un estudio fiscal y reservarse una buena parte para impuestos, porque por mucho que al final se queden los 1.900 €, van a tener que tributar sobre la base de 8.000 €.
Que si es populista, que si con eso no se solucionana nada... vale. Pero al menos hay cierta muestra de empatía con los que las estamos pasando canutas.
No soy de "podemos" pero me cae especialmente bien -le he seguido en su blog- su eurodiputado Pablo (el otro) Echenique.
Beloemigrant, pues la va a poner llena de pelos. Puaj...
Ieau, la cosa no es totalmente sencilla. Parece que es verdad que les pagan más o menos 300 euros por día de estancia verificada en el Parlamento, pero es que el Parlamento es una institución bastante complicada que se reúne en Bruselas por lo común y en Estrasburgo una semana al mes. Y claro, allí también hay que alojarse, y no es barato, y menos aún cuando hay sesión parlamentaria. Pruebe un buscador de hoteles en Estrasburgo cuando hay sesión parlamentaria y cuando no la hay y verá qué sorpresa...
En cuanto a tributos, entramos en el proceloso terreno de la tributación internacional. El salario de los europdiputados (esos más o menos 8.000 euros) está sujeto sí o sí al impuesto comunitario, que percibe la propia Unión y que se retiene en origen. Le quedan al diputado, a ojo, algo más de seis mil euros, que están exentos de tributación en España, porque ya han sido gravados, aunque pueden ser tomados en consideración para aplicar el tipo aplicable en España por el IRPF que se pagará por los ingresos distintos del salario. Eso depende de la Hacienda española, que no sé qué medidas ha tomado al respecto, la verdad.
¿Un lío? Puede. En todo caso, mi opinión es que nunca tendrán que tributar en España por el salario percibido como eurodiputados. Cosa que no sé si sabían cuando hacieron sus promeas electorales, cierto es.
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