¡La que se ha montado con el amigo Snowden, ese entrañable espía estadounidense arrepentido! El caso es que se ha atraído la ojeriza de su país, que es un pésimo enemigo, y ahora le están persiguiendo por todo el mundo, y él se va escapando y, según parece, en su periplo ha ido a parar a un lugar que conozco perfectamente: la zona de tránsito, o zona internacional, del aeropuerto de Sheremetyevo, es decir, del principal aeropuerto de Moscú.
Como Snowden no lleva visado ruso, no puede entrar en Rusia. Se ve que el tío salió de Hong-Kong con un billete para Hispanoamérica, pero por el otro lado del globo, que ya es capricho, pero no se subió a su segundo avión y ahora está allí, en Moscú, dando pena. Putin debe haber decidido que con Depardieu ya tiene bastante y que no va a hacer más triquiñuelas con occidentales díscolos, así que Snowden se queda donde está hasta que alguien decida dejarlo pasar a su país. Como "técnicamente" no está en territorio ruso (eso es muy dudoso, pero bueno, aceptaremos pulpo), Putin passa ampliamente de solicitudes de extradición y de zarandajas como ésa, y así se puede reír de Obama un poquito y pisarle un poco el pie. Es majo, Putin.
Sheremetyevo es un aeropuerto que ha mejorado muchísimo en los dos últimos años. En los primeros noventa, y en la terminal 1, que era la tradicional, recuerdo que poco menos que se podía hacer avión-stop, y que las azafatas de los vuelos iban buscando a los viajeros a grito pelado ("¡Eh! ¡Los de Múrmansk! ¿Quién se va a Múrmansk?"); la terminal 2, la de los vuelos internacionales, era un poquito mejor, fue inaugurada para impresionar a los visitantes con motivo de los Juegos Olímpicos de Moscú, en 1980, y desde entonces hasta hace bien poco yo diría que la dejaron como quedó y no se gastaron un rublo ni en apretar los tornillos flojos. Pero entonces a Sheremetyevo le salió Domodiédovo, un aeropuerto competidor (y privado) al sur de la ciudad, y decidió esmerarse y construir dos terminales a la última, además de una línea de tren fantástica que lo conecta en poco más de media hora con el centro de la ciudad, eludiendo atascos. Y eludir atascos, en Moscú, es mucho. Muchísimo.
Antes de tales mejoras, cuando viajaba a España, y pasaba el control de pasaportes, uno se metía en la rimbombante zona internacional, y en ella había dos pisos. En el piso de abajo, donde estaban, y siguen estando, las puertas de embarque, uno podía comprar caviar, vodka, y lo que suele haber en las tiendas libres de impuestos para los compradores compulsivos o los que necesitan un regalito de última hora. En el piso de arriba hay un par de bares cutrísimos, las salas VIP (que ésas sí que están bien) y un montón de gente tirada por los pasillos.
Tirada, sí. En el aeropuerto de Moscú había montones de gente, incluso grupos enteros, literalmente instalada allí, con mantas tiradas por el suelo a modo de colchones, pijama, zapatillas y objetos personales desparramados. Ninguno era ruso, sino que la mayoría eran, o bien orientales, o bien negros o moros. Si les preguntabas, y eran capaces de entenderte en algún idioma, te decían que estaban esperando un avión, que, hay que reconocerlo, es lo que hacíamos todos, pero sin vivaquear en el aeropuerto.
Al parecer, Sheremetyevo era una de las principales fuentes de inmigrantes ilegales a Europa Occidental. Yo nunca lo hubiera dicho, pero parece que las redes de entrada de gente lo usaban bastante como paso de entrada, y nunca supe cómo lo hacían, ni me pude enterar; pero, claro, las redes delictivas son como los magos: si te cuentan cómo hacen sus trucos, pierde la gracia. No sé, igual era una patera aérea, quién sabe.
El caso es que por allí está Snowden, o eso nos quieren hacer creer, porque otra de las cositas de Sheremetyevo es que todos los guiris sin visado que pasan por allí no son iguales. Como escribió Orwell, los hay que son más iguales que otros. Yo recuerdo algún español adinerado, pero tontaina, que llegó allí pensando que no hacía falta visado o que, si la hacía, ya lo compraría en el aeropuerto (lo que no sé es cómo le dejaron subir al avión), y no se quedó haciendo compañía a los moros del piso de arriba, sino que le llevaron convenientemente controlado al Novotel que hay junto al aeropuerto a dormir en una cama mientras se arreglaba su asuntillo. Supongo que la broma le saldría cara.
Por cositas como ésa creo que Snowden tampoco debe estar haciendo compañía a los chinos ni a los moros, si es que siguen estando por allí, porque entonces lo sabríamos todos. Ya lo tendrán a buen recaudo en algún lugar más cómodo, ya, a donde, eso sí, llegué el wifi gratuito del aeropuerto. Sí, hijos, sí, tanto quejarse de Rusia, pero nos dan sopas con ondas en algunas cosas, y una de ellas es que en Sheremetyevo hay wifi gratuito en casi todos los sitios. Lo pusieron cuando se enteraron de que en Domodiédovo los competidores lo habían puesto también. Y es que la competencia da gusto.
En todo caso, el jueves que viene vuelvo a Sheremetyevo y el viernes me toca pasar por la antigua terminal, la de los moros y chinos, a tomar un vuelo interno. Si me cruzo con Snowden, ya le daré saludos de parte de los lectores.
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