Seguimos (y ya terminamos) con Pivovárov, como en las cuatro entradas anteriores.
* * *
Valeri Vyzhutóvich: Sería más correcto, probablemente, decir que en la Rusia actual domina el modelo de personalidad soviético, el renombrado "homo sovieticus".
Yuri Pivovárov: Sí, todos nosotros seguimos siendo soviéticos. Sorprendente, pero incluso los que han nacido al final de los ochenta y principios de los noventa son también soviéticos. La persona soviética es el producto de la grandiosa transformación social que se produjo en nuestro país. Es un producto de las ciudades en que vivimos. De las casas que vemos ahora. No es la Rusia prerrevolucionaria y tampoco la actual. Es la Rusia de después de la guerra o la de antes de la guerra. La ciudad soviética no es una ciudad en el sentido tradicional. Surgió de otra manera. Y el hombre soviético es una persona a la que han educado para una relación extrarreligiosa con la vida. Es cuando yo no soy pecador, no soy culpable, sino que los culpables son los maleantes, los imperialistas, los masones, los forasteros, el que sea. El hombre soviético es una persona profundamente convencida de su superioridad y que al mismo tiempo siente profundamente su imperfección. Esto no lo sé porque sí, me estoy retratando a mí mismo. En cualquier aeropuerto del mundo puedo reconocer a primera vista a una persona soviética, sea del origen étnico que sea. Exactamente igual a mí me reconocen al momento como soviético, aunque he vivido bastante tiempo en Occidente. El hombre soviético es una persona que incluso ha perdido su origen étnico: ya no es ruso, ni ucraniano, ni uzbeko... No estoy criticando al hombre soviético. Realmente somos producto de nuestro desarrollo social. Los rusos, ucranianos, tártaros o judíos que han vivido en la emigración son distintos.
Alfor: Atención a la frase, que está bien repetir, porque tiene su miga: "el hombre soviético es una persona a la que han educado para una relación extrarreligiosa con la vida. Es cuando yo no soy pecador, no soy culpable, sino que los culpables son los maleantes, los imperialistas, los masones, los forasteros, el que sea".
Yo creo que es importante ir un poco más allá. Si yo no soy pecador, es imposible que me pueda arrepentir de nada, luego cualquier cosa que yo haga está bien, porque la he hecho yo.
Lo que pasa es que, dicho esto, podemos repasar un texto que me encanta, pero que Pivovárov, que muestra, como muchísimos rusos, grandes lagunas en su educación religiosa, omite lamentablemente. El texto está en el Génesis, primer libro de la Biblia, y son las palabras de la serpiente al engañar a Eva: "Y seréis como dioses". Eso es precisamente a lo que ha llegado el hombre, digamos de momento, soviético. Como él es, para sí mismo, la referencia de lo bueno, se ha hecho "dios", y las cosas malas que, fatalmente, suceden, tienen forzosamente que ser causadas por alguien externo: hay que buscar un culpable.
Sin embargo, Pivovárov creo que se queda muy corto al decir que ése es un rasgo del hombre soviético. Puede que lo sea, pero desde luego no lo es sólo del hombre soviético. Eso que dice Pivovárov es la definición exacta del relativismo, y no afecta únicamente al hombre soviético, sino al hombre moderno, que vive como si Dios no existiese y, por tanto, busca su referencia de Verdad en otro sitio. Pero sigamos con la entrevista.
Valeri Vyzhutóvich: ¿Tiene futuro el hombre soviético?
Yuri Pivovárov: Estoy convencido de que no. Es hora de abandonar la sovieticidad. Al igual que los miembros de la comunidad occidental abandonaron su condición burguesa, o la aristocracia progresista rusa abandonó sus diferencias de nobleza o de clase social, también nosotros debemos abandonar nuestra sovieticidad. Necesitamos otro modelo de personalidad. Una personalidad con conciencia religiosa. Una personalidad más tolerante. Para el hombre soviético, el mundo se divide en "ellos" y "nosotros". El hombre soviético es la tendencia a resolver lo que sea por la fuerza, y no por el acuerdo (Lenin odiaba la palabra "compromiso"). El hombre soviético es: "Quien no está con nosotros, está contra nosotros." Y he aquí que el líder del Partido Comunista de Hungría, Janosz Kadar, dijo una vez brillantemente: "El que no está contra nosotros, está con nosotros." Qué se le va a hacer, los bolcheviques consiguieron cultivar un nuevo modelo de personalidad. Nuestra tarea consiste en intentar convertirlo en una personalidad europea, rusa, universal, la que sea. No conseguiremos nada con el retorno a los viejos caminos. Lo más espantoso es que esto no es ninguna revancha comunista, que es imposible; lo más espantoso es reconocer que el modelo de personalidad soviético se le ha dado a nuestro pueblo para siempre y que este modelo tiene futuro.
Alfor: "El que no está contra nosotros, está con nosotros.". La "brillante" frase de Janos Kadar, y supongo que Janos Kadar lo sabría, es exactamente la que se recoge en Mc, 9, 40 y en Lc, 9, 50, pronunciada por Nuestro Señor Jesucristo. Bueno, la verdad es que también pronunció lo que pone en Mt, 12, 30 y en Lc, 11, 23, aunque fue en un contexto diferente. En todo caso, Pivovárov ha perdido una excelente oportunidad de demostrar algo de erudición, así que la oportunidad mejor será que la aproveche yo.
Valeri Vyzhutóvich: Pero verdaderamente no quiere desaparecer. La sovieticidad se reproduce en las nuevas generaciones. Muchos de los que tienen ahora veinte o veinticinco años se diferencian mentalmente muy poco de sus padres y de sus abuelos.
Yuri Pivovárov: La sovieticidad no puede no reproducirse. Porque ha existido muchos decenios. Además, pronto dejó de haber personas presoviéticas: a unos los mataron, otros murieron ellos mismos, otros huyeron al extranjero... y los que se quedaron fueron reeducados. Es ridículo incluso hablar de que nazca un nuevo modelo de personalidad en los dos decenios que han pasado desde la disolución de la URSS. Es más, algunos elementos del modelo soviético de conservarán durante las décadas siguientes. Pero hay que abandonar lo peor de lo que había en la sovieticidad.
Valeri Vyzhutóvich: Oyendo a nuestros políticos hacer cábalas de adónde tiene que ir Rusia, involuntariamente te invade el sentimiento de encrucijada histórica. Da la impresión de que no vivimos, sino que simplemente elegimos cómo vivir, y no podemos elegirlo todo. Mientras tanto el país se desarrolla, en los últimos veinte años y pico han sucedido y continúan sucediendo cambios considerables. Así pues, ¿quizá sea hora de concluir esta eterna discusión sobre la elección del camino? ¿O, por lo menos, terminar los discursos sobre un camino especial para Rusia?
Yuri Pivovárov: Los alemanes también decían: "Queremos seguir nuestro camino", y se encerraron en el nacionalsocialismo. Por lo que hace a Rusia... Sí, claro que sigue un camino específico. Como también Francia, Italia, Polonia, Chequia, Gran Bretaña... Cada país tiene su camino específico.
Valeri Vyzhutóvich: El de Rusia no sólo es específico. Es específico, como nos inculcan, en relación con Europa.
Yuri Pivovárov: Somos una civilización cercana a la europea, con la que tenemos raíces comunes. Pero hay cosas que no coinciden. Tenemos distintas condiciones climáticas y geográficas, distintos institutos sociales, distintos sistemas de poder... Hay muchas cosas que separan Rusia de Europa. Pero no hay que hablar de nuestra especificidad absoluta ni cultivar esta especificidad. De lo conrario, iremos por el conocido camino de Alemania. Más vale que nos imbuyamos de la idea de que estamos incluidos en un mundo global, que también es occidental. La tesis de un camino específico, creo yo, es peligrosa. Lleva agua al molino de quienes no quieren proseguir su existencia en una única familia de pueblos cristianos.
Valeri Vyzhutóvich: La desconfianza frente a todo lo ajeno, ¿la tenemos por el sentimiento de esa especificidad a la que parece que alguien hace referencia?
Yuri Pivovárov: El que mejor lo expresó fue Jean-Paul Sartre: "El infierno son los otros". Ahí está el fundamento de la xenofobia, ahí está la naturaleza de esa inquietud social que se expresa con las palabras: "Han venido demasiados." Porque así no sólo hablan los rusos sobre los caucasiano que actualmente habitan Moscú. Así hablan los parisinos sobre los árabes, los berlineses sobre los turcos... La xenofobia, en mayor o menor grado, es propia de todos los pueblos. En Rusia está avanzando actualmente. Por primera vez, los habitantes de una megapolis, en particular Moscú, se han encontrado con tal cantidad de inmigrantes, gente de otra lengua, otra cultura. Dejo en la Universidad de Moscú el abrigo en el guardarropa, y hay allí unas chicas tayikas. Les digo: ¿"Puedo colgar el paraguas?" Miran sin comprender y sonríen. No conocen la palabra "paraguas". Y se puede entender a los moscovitas de pura cepa, a quienes esto les parece inaguantable. Es la primera que en Rusia tiene lugar semejante confrontación étnica, de culturas espirituales, de costumbres domésticas. Y en este sentido debemos ser cuidadosos.
Valeri Vyzhutóvich: Usted dijo alguna vez que la literatura rusa tenía la culpa de todo lo malo que nos ha pasado en el siglo XX ¿Dónde está esa culpa?
Yuri Pivovárov: La literatura rusa es, en mi opinión, lo más importante que la historia rusa ha dado al mundo y a sí misma. La literatura es comparable con la pintura del Renacimiento, con la Teología medieval, con la filosofía clásica. Toda Rusia se sostiene sobre la literatura rusa, somos una civilización centrada en la literatura. Pero la cultura intelectual rusa del siglo XIX y de comienzos del siglo XX, en cierto sentido es responsable de lo que luego pasó con el país. Por ejemplo, mi escritor favorito, Lev Nikoláevich Tolstói sometió a un ataque de lo más cruel, con toda la fuerza de su genio, a la institución del Estado, a la institución de la Iglesia, a la institución de la familia. Toda la cultura rusa, incluso sin pretenderlo, creó ciertas bases para el nihilismo total subsiguiente de las nuevas generaciones con respecto a la cultura anterior. Los bolcheviques llegaron y dijeron: ¡No hay Dios, no hay propiedad privada, no hay Estado, no hay familia! Pero, ¿acaso Lev Nikoláevich no preparó todo eso con su genial obra? O los bolcheviques llegaron y dijeron: ¡Tendremos un nuevo orden político, sin parlamentarismo burgués, sin representación popular! ¿Acaso esto no se venía preparando en la mentalidad política rusa? Digo que la literatura, la cultura intelectual, tienen que ser muy precavidas en sus conclusiones, muy cuidadosas en su crítica, muy contenidas en su pasión. Porque, en cierto momento, la sociedad, crecida sobre estas ideas, sobre esta pasión, sobre este ambiente, puede entrar en un mortal callejón sin salida, como sucedió en Rusia.
Valeri Vyzhutovich: ¿Cree usted que el artista debe tener en cuenta las consecuencias sociales y políticas de sus obras?
Yuri Pivovárov: No lo sé. Pero, sin ninguna duda, el bolchevismo fue un "hijo" del desarrollo espiritual rusa, aunque fue un "hijo" ilegítimo. Thomas Mann decía que las bases del futuro nacionalsocialismo surgieron del fondo de la cultura alemana, y la gente no se dio cuenta. Lo mismo ocurrió en Rusia. La Revolución Rusa surgió de los manuscritos de la literatura rusa. Eso no significa que Dostoyevsky y sus "Demonios" y "Diario de un escritor", o Tolstói con su "Resurrección", "Ana Karénina", "El cadáver viviente", quisieran la revolución. Pero la revolución sucedió. Por eso, en las conversaciones, en las obras científicas o literarias sobre el carácter nacional ruso, o sobre la misteriosa alma rusa, o el camino propio de Rusia, hay que ser muy precavidos.
* * *
Creo que era justo dejar terminar la entrevista sin interrumpir más, que ya he dado bastante la tabarra. También es cierto que esa idea que resuena de que el escritor debe considerar las consecuencias de lo que escribe creo que sobrevalora un poquito las obras del escritor, tanto más que no todos los escritores son del mismo signo, y que, teniendo en cuenta que el 90% de la población rusa no sabía leer antes de la revolución, no es extraño que fueran fáciles de manipular. Hoy, el que los quiera manipular ya tiene que currárselo más que escribiendo "Almas muertas", aunque Gógol no creo yo que quisiera manipular a nadie; pero, bueno, para manipular modernamente hay escuelas de marquetin.
Bueno, ya va siendo hora de tomar el avión y de volver a Bélgica, que no deja de ser el lugar donde uno se gana los garbanzos. Y los garbanzos, con los tiempos que corren, son importantes.
Y, efectivamente, la próxima entrada va, no de garbanzos, pero sí de papeo.
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Hace 1 mes
5 comentarios:
Buenas, Alfor, y perdón por el off-topic:
Me he dado cuenta de una cosa de la que, después de tanto tiempo leyendo la bitácora, no me daba cuenta, por estar acostumbrado. El caso es que hay mal contraste entre la letra y el fondo, porque el cuerpo de letra es demasiado fino. Me he dado cuenta que, para leer entradas largas, suelo seleccionar el texto para verlo en blanco sobre azul, que contrasta más. ¿Es sólo mi ordenador o alguien ya se lo ha comentado? Quizás hiciera falta un tipo de letra con los trazos un poco más gruesos...
Por cierto, ¡qué de cosas podría comentar a colación de esta entrevista! Siempre me resultan interesantes sus opiniones, sobre todo las que son más distintas a las mías (usted y yo tenemos paradigmas bastante distintos). Ha sido mala suerte que me pille en una época de trabajo y estudio feroz (llevo cosa de tres meses sin tiempo libre en absoluto).
A seguir bien, y perdón por la impertinencia con el tipo de letra...
Un saludo,
Beloemigrant (<- por mantener el anonimato y las fotos de la pantera rosa)
Beloemigrant, respecto de la letra, pruebe a girar la rueda del ratón hacia arriba mientra mantiene pulsaba la tecla Ctrl. A mí me va bien. Y no, no es ninguna impertinencia, no faltaría más.
Respecto de las opiniones, pues ya sabe: quod capitae, tot sententiae. Expuestas con educación, como siempre es su caso, bienvenidas sean.
Trabaje y estudie, que esas épocas me suenan... como que estoy en una de ellas.
Buenas. Aquí estoy, poniéndome al día después de una porrada de tiempo; y por lo visto hay mucho que leer ^^ ¡Bien!
Respecto a lo del "homo sovieticus", habría que puntualizar que la erosión del principio de responsabilidad personal es algo propio de todas las sociedades que sufren una dictadura: yo he oído a mucha gente hacer el mismo diagnóstico respecto de Argentina, Cuba, el Chile de Pinochet y la España franquista. Es algo que no tiene nada que ver con cuestión de la religión y el ateísmo, por más que al señor Pivovárov le interese ver una relación...
Arkadi, es que no tiene que haber una causa única. En general, la idea es la de buscar culpables fuera de nosotros, lo cual sucede, desde luego, en todas las sociedades no religiosas, porque la culpa de lo que pasa ahora en España, que no parece una dictadura, la tienen los mercados, los banqueros, la Merkel o el sursum corda, menos nosotros, no faltaría más.
Sí que es curioso que en la España de Franco, que era una sociedad religiosa, al menos oficialmente (porque, visto cómo ha quedado la cosa en menos de cuarenta años, no parece que lo fuera tantísimo), se produjera el mismo fenómeno de búsqueda ajena de culpables: Rusia, la conspiración judeomasónica, los comunistas o la pérfida Albión, pero eso ya sería por conveniencias políticas ajenas al hecho religioso y, por si acaso, no hace sino corroborar que quizá la España de Franco estaba más débil en materia religiosa de lo que comúnmente se cree. Y, si no, véase lo pésimamente mal que supieron los padres supuestamente religiosos de aquella época transmitir su fe a sus hijos.
Pero sobre religión estoy pensando alguna entrada, porque la devoción comparada entre distintos países tiene su miga, de verdad.
¿Débil en materia religiosa? Qué va, justo al contrario: por algo lo llamaban "educación nacional-católica". Con Franco la Iglesia tenía carta blanca y autoridad absoluta en la formación moral y espiritual de la infancia; y su prioridad número uno era precisamente la de inculcarles *bien* a los críos eso del sentimiento de culpa. Léete "El florido pensil", que tiene un capítulo dedicado casi exclusivamente al tema (y además lo cuentan con humor, cosa que tiene mucho mérito) y verás si se tomaban en serio lo de adoctrinar al personal.
Como detalle interesante, si nos vamos de la España de Franco a la de los Austrias -otro período de la historia de este país en el que la Santa Iglesia campaba a sus anchas- resulta que ahí manejaban con igual soltura ambos criterios: si las cosas iban mal la culpa era, en primer lugar, de los enemigos políticos y espirituales del Reino (lo de la conspiración judía prácticamente lo inventaron ellos); y si después de purgar a esos enemigos seguían yendo mal, pues era porque nos faltaba fe y devoción, y claro, así no vamos a ningún lado. Lo más curioso es que, si sustituyes "fe" y "devoción" por "confianza en el partido" y "entrega a la revolución", estoy seguro de que ese mismo discurso le resultará familiar a cualquiera que se criara en la Rusia soviética ;)
Si buscas los países con mayores niveles de conciencia cívica y cultura de responsabilidad personal, probablemente verás que son los que tienen democracias más antiguas y consolidadas, independientemente del número de creyentes en tal o cual religión: poner el gobierno en manos de la gente es, para bien o para mal, la única manera de que acaben aprendiendo que si las cosas se joden, es porque *nosotros* hemos hecho algo mal. Y esa es una lección que España apenas está empezando a aprender.
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