Estamos en Cuaresma y, mientras escribo estas líneas, las campanas de la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, que así se llama la concatedral de Bruselas y que tengo a unos trescientos metros mal contados de mi pisito, están a todo tañer. Son las ocho de la tarde, minuto arriba, minuto abajo, y en estos momentos no es que haya algún acto litúrgico propio de estas fechas, sino que nos estamos quedando sin Papa.
Entre los que van a elegir al sucesor hay un cardenal belga, arzobispo emérito de Malinas y Bruselas (Bruselas comparte diócesis con Malinas). Se trata del cardenal Godfried Danneels, y no se puede decir que goce de muy buena prensa entre los católicos, todo lo contrario que entre el resto del mundo, para quien es una gran persona y la pera limonera. Si lo querrán tanto que, cuando hubo el lío en Bélgica con el obispo pederasta que les salió y le tocó el escándalo de lleno, a los cuatro días ya no se hablaba de él. Para que los comecuras perdonen la vida a un arzobispo católico metido hasta las trancas, con grabaciones y todo, en un caso de encubrimiento, no de un sacerdote cualquiera, sino de un obispo pederasta, de lo más vergonzoso, es que consideran que ese arzobispo católico está haciéndoles el trabajo a los comecuras mucho mejor de lo que lo harían ellos, y que por eso merece la pena conservarlo.
Cuando los tuyos te tuercen el gesto, y los ajenos te aprecian, es que algo has hecho mal. Si no, que se lo digan a Gorbachov, que en Rusia ha hecho regularmente el ridículo en todas las elecciones a las que se ha presentado, mientras que en el extranjero lo idolatran. Pues algo así pasa con el cardenal Danneels, bajo cuyo gobierno la Iglesia Católica en Bélgica se dio un batacazo del que tardará probablemente bastante en levantarse, con aceptación legislativa en Bélgica del aborto, eutanasia, uniones homosexuales y caída vertiginosa de la práctica religiosa. Lo de que tu gobierno te meta una serie de leyes contrarias a la religión católica, evidentemente, le puede pasar a cualquier primado: no hace tantísimo que ha estado pasando en España, y ahora me temo que le toca a Francia, y la cosa, lamentablemente, tiene visos de continuar.
Lo malo es cuando el primado del país en que pasan esas cosas decide explotar los resquicios del lenguaje para no ofrecer una posición inequívoca frente a lo que desde el punto de vista de la Iglesia, a la que pertenece, está muy mal, y lo que hace es tratar de adaptarse a lo que podría pensar la gente. Algo así como "estamos en contra del aborto, pero bueeeeeno... tampoco hay que criminalizarlo". No, hombre, no. O el embrión o el feto no es un ser humano, y entonces no debería haber ningún problema, o sí que lo es (y parece que sí que lo es) y entonces lo suyo parece que sería criminalizarlo. Si no quiere decir clarinete lo que piensa la Iglesia sobre el asunto, al menos que mande a un secretario a leer el Catecismo, que ahí no hay dudas.
Cuando uno se pone tan tibio como el cardenal Danneels, y además comienza a permitir unas misas que un día de éstos voy a describir, porque Danneels sólo hace tres años que pasó a la categoría de emérito, el fiel de a pie acaba por preguntarse por qué rábanos sigue siendo católico. Por qué va a ir a misa, si más parece una reunión de amigotes que la celebración de un misterio; por qué va a oponerse a la legislación que se está montando, si su propio arzobispo se pone a contemporizar con el poder; y por qué va a meterse en líos, si su propio rey, tan católico él, se conformó con quitarse de en medio un par de días, cuando le pusieron la ley belga del aborto por delante, y luego volvió tan pancho, y hasta lo querían beatificar cuando murió ¿Qué harán, pues, con el príncipe de Liechtenstein, que ha dejado clarito que antes de ser príncipe de un país donde haya ley del aborto, manda a sus súbditos y al principado entero a freír espárragos, y se marcha con la música a otra parte? Si al Balduino lo querían subir a los altares, a ése lo tendrían que canonizar en vida.
El caso es que el fiel de a pie, sin saber por qué, comienza a perder el respeto a la práctica religiosa, y finalmente la abandona, y así está Bélgica ahora.
El cardenal Danneels va a asistir al cónclave por los pelos, porque cumple ochenta años, que es la edad en que dejan de tener derecho a voto los cardenales, el próximo junio. El último papa de los Países Bajos lo fue en el siglo XVI, nada menos que Adriano de Utrecht, que en los libros de Historia nacionalistas que leía yo de pequeño aparecía como español, y ciertamente era el regente de España cuando fue elegido papa. No parece que Godfried Danneels, visto lo visto, vaya a ser un candidato ni medio probable.
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