Estamos todos por España, aprovechando que Rusia se para completamente los primeros diez días de enero y que los profesores, a la vista de que la tropa, a Dios gracias, no tiene excesivos problemas académicos, no han puesto pegas a adherir los últimos días de diciembre a los primeros de enero.
Pero no sólo lo hemos hecho nosotros, ya lo creo que no. Un buen montonazo de rusos, a juzgar por lo que vemos por las calles, ha decidido olvidarse de la nieve por unos días y venir a España a hacer turismo. Y así nos lo hemos venido encontrando. En Sevilla, de vez en cuando nos encontrábamos con grupitos que hablaban en ruso, y Abi y Ro, o Ame, pasaban todo el rato girando la cabeza y diciendo en voz bajita unos a otros: "¡Son rusos!" En verano y en la playa uno pensaba que eso era frecuente, pero en diciembre y en Triana uno no se lo espera.
Sin embargo, están. En grupos pequeños, y atendiendo a las indicaciones de los guías, también rusos, que les acompañan. Como hemos visto en los viajes de este verano, los rusos cultos, que los hay en abundancia, quieren que les cuenten bien lo que ven, y como su cultura no alcanza por lo común al dominio de idiomas extranjeros, se ven abocados a pagar por guías que les hablen en ruso. Y, como esos guías no abundan, les toca pagar bastante por un servicio que no es siempre impecable. Lo digo porque, entrando al barrio de la Santa Cruz, capté unas cuantas frases de uno de los guías y no me quedé muy contento con lo que decía.
Es cierto que soy bastante quisquilloso en eso. Como cuando unos turistas hispanoamericanos se pararon en la calle Betis junto a la placa que marcaba las crecidas del Guadalquivir, y un sevillano (los sevillanos aprecian mucho su ciudad y son los primeros en contar cosas a los turistas que ven por las calles, sin ir más lejos a nosotros mismos) se paró a contarles historias sobre las barcas que guardaban los habitantes de Triana en las azoteas, para escapar en caso de crecida. Ya puestos, se puso a contar toda la historia de Sevilla, y dijo a los turistas que Fernando III había sufrido una rebelión en todo su reino dirigida por su hijo Alfonso X, y que sólo Sevilla había permanecido fiel al rey. Yo, que oí eso, por poco no salto a decir los verdaderos nombres de los reyes protagonistas del altercado, pero Alfina me contuvo y ahí ya me paré. Después de todo, la parte fundamental era que Sevilla había sido el apoyo del rey legítimo en la rebelión, y eso sí era verdad.
El caso es que esta tarde, ya en Valencia, me he encontrado una pareja de rusos de mediana edad, sin guía, grabándose a sí mismos con su cámara de vídeo lo que leían de un folleto, mientras avanzaban junto al Miguelete hacia la Almoina. Está visto que las cosas evolucionan inevitablemente, y que encontrar guías con ruso fluido y conocimientos de las ciudades españolas no es tarea sencilla. A ver si Abi o Ro se dedican a esto y nos sacan de pobres.
En todo caso, si un ruso siente morriña y echa de manos el saló, el alforfón o la cerveza Báltika, sólo tiene que buscar un poquito, y encontrará cosas como la de la foto.
Una tienda rusa, "queridos alimentos", al ladito mismo de la Torre del Oro. Y olé.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
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