lunes, 29 de noviembre de 2010

Con botas sucias


Llegó el invierno fatalmente. Las calles están llenas de nieve, y posiblemente ésta se mantendrá blanca en las numerosas zonas verdes de la ciudad y se convertirá en barro en las aceras y en una sopa indecente en las calzadas, por las que monótonamente pasan en procesión continua todos esos vehículos, vehículos y vehículos que han convertido a Moscú en la ciudad más atascada de Europa, y estoy por decir que del mundo entero. Y lo más grave es que, a despecho de que el alcalde Sobyanin ya se habrá hecho cargo del problema y habrá prohibido terminantemente los atascos, éstos se niegan a obedecer y a disolverse y ya campan por sus respetos incluso en fin de semana, los muy sediciosos.

Pero la llegada de la nieve no sólo agrava los atascos, sino que deja el calzado de los que caminamos por Moscú convertido en una pesada losa de barro que cuando entramos en un lugar con temperatura sobre cero se va derritiendo lentamente, dejando trocitos de inmundicia allá por donde pisas durante un buen rato. El barro a medio congelar se agarra al dibujo de las botas y se hace una unidad con él, unidad que ciertamente no es un gran problema mientras vas por la calle; pero, cuando quieres entrar en un edificio, la cosa cambia.

En España, entras a casa, o a donde sea, como si tal cosa. Si ha llovido, cosa que allí no pasa mucho, dejarás el suelo algo mojado, pero no sucio, y sólo si has ido al campo y te has puesto a caminar por la tierra mojada vas a dejar el suelo hecho una pena. Pero, al fin y al cabo, es una pena lavable y, en España, la limpieza del suelo es poco menos que diaria.

Aquí, no.

Aquí, el suelo se friega sólo cuando no queda más remedio y, aun así, con gran pesar de quien tiene que hacerlo. El mejor ejemplo es la mujer de la limpieza de mi lugar de trabajo, a la que llamaremos Marina y a quien jamás he visto con una escoba en la mano. En cambio, la he visto fregar sentada en una silla de oficina, de ésas de ruedas, para no cansarse. Eso es vocación indudable de oficinista, incompatible con el esquivo destino que le ha deparado un oficio diferente y que es evidente que desdeña a diario. Su permanencia en su puesto de trabajo sin siquiera recibir un mínimo rapapolvo sólo se explica por su diligencia en servirle un café al jefe supremo en cuanto llega, cosa que éste aprecia sobremanera, porque el resto del día se lo pasa haciendo cualquier cosa excepto limpiar, y no creo que en su casa sea muy diferente. Últimamente la veo estudiar griego, oculta en una sala para que no le moleste el jaleo propio de nuestro lugar de trabajo, cuando no va contribuyendo a él con su cuchicheo por la oficina. Griego, sí.

Como se ve, en Rusia todo quisqui considera la limpieza del suelo una tarea denigrante, indigna de la preparación y categoría de quien debería ejercerla. Por ello, no queda más remedio que hacer lo posible por evitar que el suelo se ensucie, precisamente aquí, donde los zapatos van hechos una porquería embarrada durante buena parte del año. Una porquería cuyo depósito en los suelos hay que evitar a toda costa, porque luego vienen las marinas de turno a escaquearse de menear la fregona.

Pues para eludir la suciedad hay tres sistemas fundamentales, dependiendo de que estemos hablando de un domicilio particular, un edificio público con pretensiones o un edificio público con el cinturón apretado. Esos sistemas serán el objeto de las próximas entradas.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Gógol

Ya que estábamos hablando de literatura rusa, a propósito de la última entrada, bueno será continuar un poco con el tema, que no había apenas aparecido por esta bitácora.

Es curioso lo que ocurre con la literatura rusa. Muchos de sus autores forman parte indudable, y por méritos propios, de la literatura universal, a pesar de lo cual parece que no hubiera ocurrido nada antes del siglo XIX, cuando todas las demás literaturas en las lenguas cultas habían pasado un período de esplendor. En español, todavía no creo que nadie haya mejorado el período entre 1550 y 1650; en inglés, Shakespeare es contemporáneo de nuestro siglo de oro; en italiano, nos podemos remontar aún más atrás; en francés, desde la segunda mitad del siglo XVII empiezan a aparecer autores que influyen mucho más allá de su ámbito lingüístico; los grandes autores alemanes llegan después, pero dentro del siglo XVIII. Jo, si hasta el valenciano tiene su siglo de oro, tan temprano como en el siglo XIV.

El ruso tarda bastante en tener un literato conocido. Supongo que el primero es Pushkin, porque los autores anteriores, con haber alguno relativamente legible, no son especialmente brillantes o, los más, no son literatos, sino historiadores. Pushkin es otra cosa, y todos los rusos lo tienen en gran estima, no en vano tienen que aprenderse de memoria varias de sus obras; pero el problema de Pushkin es que era un poeta y la prosa la dejó en un segundo plano. Parece que en su época la poesía daba mucho más dinero que la prosa, no como ahora, lo que pasa es que no hay poema que resista una traducción, por buena que sea. La prosa sí que puede sobrevivir a un traductor y es la que permite que los autores pasen más fácilmente a la literatura universal. Fijémonos lo que pasa en España, donde Cervantes, que como poeta era mucho menor que como novelista, está en los primeros puestos de la literatura universal, mientras que Calderón de la Barca o Lope de Vega, que eran lo más de lo más en la literatura que era entonces lo más de lo más, están bastante por debajo del primero.

En Rusia, el primer prosista que salta a la literatura universal es Gógol, con permiso de Lérmontov. Pero es que las obras completas de Lérmontov son el tomito que le dio tiempo a escribir antes de palmarla con veintisiete años, y Gógol, aunque tampoco llego a viejo, sí que usó la pluma lo suficiente como para dejar recuerdo de sí mismo fuera de su patria.

Ya dejé dicho que Gógol, para mí, está en lo más alto del pedestal de entre los literatos rusos. Posiblemente porque es el escritor ruso más cercano al que está más alto en mi pedestal particular de escritores de cualquier literatura, que es Cervantes (para el que le interese, el segundo es Kafka y el tercero Quevedo; Gógol viene después). Gógol se empolló el Quijote a base de bien, y se le nota, porque toda su obra está trufada de esa mezcla de pesimismo con sentido del humor que es, a su vez, propia del Quijote y de las Novelas Ejemplares. Además, evidentemente era un buen conocedor de la picaresca, de lo que dan buena fe los dos personajes de sus dos obras más importantes.

"Almas muertas", que es una novela, tiene como protagonista a Chíchikov, una especie de estafador profesional que se dedica a comprar siervos que han muerto. El que los vende sale ganando, porque el Estado cobraba los impuestos basándose en los siervos que tenía el terrateniente en el censo, y como los censos no se hacían a menudo, desde el último habían muerto bastantes, que no producían, pero por los que había que pagar impuestos igualmente. Gógol aprovecha las andanzas de Chíchikov por aquí y por allá para hacer una serie de retratos de los estereotipos rusos que no sé si es totalmente bordada, porque yo no viví la época, pero que desde luego tiene mucha gracia. Amarga, pero gracia.

"El inspector", una obra de teatro, es la otra gran obra de Gógol. Su protagonista es un pícarillo, Jlestakov, al que en una capital provincial rusa confunden con un inspector de la corte imperial enviado a la ciudad para ajustarles las cuentas. Ésta, directamente, es divertidísima y es obligatoria en el repertorio de todo actor de comedia ruso que se precie. Luego hubo un autor español, a principios del siglo XX, que me da que se inspiró en ella, o la copió con cierto descaro, le dio un tonillo filosófico e incluso consiguió el Nóbel de literatura. El autor español es Jacinto Benavente y el medio plagio de Gógol son "Los intereses creados", obra de la que los estudiosos han estado buscando fuentes de lo más variopinto, pero que a mí, que leí ambas no demasiado lejos en el tiempo, me parecieron bastante parecidas. Y desde luego no fue Gógol quien se inspiró en Benavente.

Gógol, sin embargo, es más que esas dos obras. Sus relatos cortos, como "El capote", "La nariz" o el "Diario de un loco" (bueno, éste último es muy rayante) son una pasada.

Además, Gógol tiene otro mérito, y es que todos, pero todos, los literatos rusos del siglo XIX han sido tan buenos porque él había estado delante. Vamos, Tolstoy no creo que hubiera escrito "La muerte de Iván Ilich" si no hubiera conocido "El capote"; Dostoyevsky no hubiera escito "Stepanchkovo" sin los "Tardes en una granja cerca de Dikanka"; ni los "Apuntes de subsuelo" sin la lectura previa y desasosegante del "Diario de un loco"; y Saltykov-Schedrin...

Bueno, Saltykov-Schedrin es otra historia. Quizá para otro momento, porque su sentido del humor tiene todavía más mala sombra que el de Gógol, que ya es decir.

sábado, 20 de noviembre de 2010

20-N

Noviembre, podríamos decir, es el mes de los muertos, y ciertamente algo de eso hay en el ambiente, en que los días se van haciendo cada vez más cortos, cada vez más grises, y las personas circulamos con caras de preocupación por las calles sin saber muy bien a dónde dirigir nuestros pasos, o con ganas de llegar lo más pronto posible a un lugar recogido y cubierto, lejos de la crudeza del tiempo que amenaza estos días.

Y así es como hoy se cumple el aniversario de la muerte de un personaje sumamente importante, tremendamente conocido y que tiene la virtud, porque es virtud, de no dejar indiferente a nadie que lo conozca. Vivió una larga vida, en la que pasó por etapas muy distintas y en las que cambió con mucha frecuencia de forma de pensar, pero, incluso en sus momentos más bajos, siempre fue brillante.

Mi primera relación con él la verdad es que fue bastante distinta a la de la mayoría de los sesudos intelectuales que hablan de su persona con suficiencia. No tendría yo más de cuatro años, era un retaco bien poca cosa y no llegaba a la mesa del comedor, así que tenían que ayudarme poniendo en el asiento libros a cuál más gordo ¿Y cuál es uno de los libros más gordos que ha parido la mente de escritor alguno? Sí, señor, como yo leía trabajosamente en el lomo, "Guerra y paz", de León Tolstoy.

León Tolstoy, conde Tolstoy, murió el 20 de noviembre de 1910, hoy hace exactamente cien años (sí, me he fijado en que entretanto el calendario en Rusia ha cambiado y lo he tenido en cuenta también), en uno de esos episodios sumamente excéntricos a los que era tan aficionado y que consistió en escaparse de su casa en Yásnaya Poliana con una de sus hijas. Probablemente le dio un resfriado, porque hay épocas del año, y esta es una de ellas, en que mejor te quedas en casa y dejas las escapadas para la primavera.

Dejaba atrás una obra literaria impresionante, y en particular sus dos obras más conocidas "Guerra y paz", que además de ser un libro gordísimo que cumplió, como he dicho, un papel en mi infancia, también lo cumplió en mi juventud, cuando, siendo estudiante de Derecho y, en mis ratos libres, de ruso, me puse a leer a los grandes clásicos: Tolstoy, Dostoievsky, Gógol, Turguéniev o Korolenko. El mismo volumen que había elevado mis posaderas siendo niño lo devoré siendo mozo, y a él siguió "Anna Karenina". Eso sí, los dos los leí en castellano, porque mi ruso no daba para tanto.

En ruso he leído dos obras suyas, además de "Los tres ositos", un cuentecillo para niños que aún hoy se aprenden de memoria los niños rusos en el colegio. Fueron "Infancia, adolescencia y juventud", si es que se tradujo así al castellano "Детство, отрочество, юность", que la verdad es que no me impresionó demasiado, aunque es cierto que es una obra muy temprana, y la que posiblemente sea su obra cumbre, más que sus obras más conocidas: La muerte de Iván Ilich ¿Lo queréis leer también? Pues pinchad aquí. Sí, vale, también lo tenéis en español.

Ya que estamos en noviembre, y ya que quedó dicho que noviembre es mes de muertos, La muerte de Iván Ilich fue, en su día, la demostración de que Tolstoy conservaba sus cualidades. Lo escribió ya bastante mayor, varios años después de sus principales novelas, y la verdad es que el tío lo borda. Después de esto ya no volvió a escribir, para mi gusto, nada tan redondo como esta obra, que, como es muy cortita, no hubiera nunca podido cumplir el papel que "Guerra y paz" cumplió en mis primeros años de baja estatura.

Sirva esto como homenaje de esta bitácora a uno de los autores que nunca hay que olvidar. No es el número uno entre mis autores rusos favoritos, pero porque el número uno es Gógol y ése sí que es realmente tan difícil de superar como de leer en lenguaje original por un extranjero. Si lo habéis intentado seguro que sabéis de lo que escribo.

Y, sí, Tolstoy, como otras muchas personas famosas, murió un 20 de noviembre. Uno de los difuntos de este día es el de la foto de arriba, que sólo he puesto para despistar, pero que también murió un 20 de noviembre, exactamente igual que, bastantes años después, lo haría el jefazo de los ejércitos del otro bando de la trinchera. A ver quién es el primero que acierta quién es. ;-)

Y, por cierto, me parece vergonzoso que en Rusia el centenario esté pasando totalmente desapercibido, muy al contrario de lo que ocurrió en 1999, bicentenario del nacimiento de Pushkin, en que nos lo metieron hasta en la sopa, como el eneldo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Apellidos

El meollo de la cuestión no está tanto en los nombres rusos, ni siquiera en los patronímicos, sino en los apellidos, cuyo proceso de formación, en buena medida, es parecido al español, porque proceden con mucha frecuencia de nombres comunes. Así como en España el "Sánchez" dejó de querer decir "hijo de Sancho" para petrificarse y quedarse hereditario de padres a hijos, lo mismo ocurrió con los "Ivanov", "Petrov" o "Vladimirov". Y, sobre todo, "Romanov".

Lo de la terminación en "-ov" se debe a que es la del genitivo en ruso cuando hablamos de personas del género masculino. Hay otra terminación muy frecuente, en "-in", que suele denotar pertenencia a una profesión, como en mi pueblo llamamos "els Moliners" a todos los familiares de los dueños del molino, aunque su apellido no es ése (tienen uno, seguro, pero nadie sabe muy bien cuál es); así, tenemos "Dvoryanin", que probablemente tuvo un antepasado noble, o el nuevo alcalde de Moscú, Sobyanin (ése no sé de dónde viene). "-in" también denota, pues, pertenencia: mi ordenador, según mis hijas, es el "papin kompik", y el miliciano de tráfico que te para para extraerte los rublos de la cartera es, indudablemente, un "sukin syn" (hijo de perra, literalmente, con el mismo sentido figurado que en castellano). Lenin y Stalin, que son dos seudónimos, eligieron está terminación. Y el poeta nacional, Pushkin, debió tener algún antepasado artillero, porque "pushka" quiere decir "cañón".

La tercera terminación que indica que nos hallamos ante un apellido eslavo es "-sky", que muchas veces está relacionado con el origen geográfico del titular, pero no exclusivamente: Kazansky, Orlovsky, Volkonsky, Smolensky, Tulsky... hay la tira. Otra terminación posible en este caso es "-oy", que se suele utilizar cuando la sílaba tónica es la última.

Lo curioso de los apellidos rusos es que son variables. Así como un apellido español es rígido a más no poder, y los Pérez son Pérez en singular, plural, masculino y femenino, los apellido rusos cambian según el género. Si quien los lleva es una mujer, tendremos "Ivanova", "Petrova", "Vladimorova" y "Romanova", igual que "Sobyanina" o "Pushkina". Los que acaban en "-sky", que es la terminación de los adjetivos, pasan al femenino como los adjetivos, con lo que nos encontramos con Kazanskaya, Orlovskaya, Volkonskaya, Smolenskaya y así todos los demás.

Luego están los que acaban en vocal, que suelen ser de origen guiri: Shkuró fue un famoso general cosaco de la guerra civil, Kuindzhi fue un pedazo de pintor de origen griego, Grinkó un actorazo del quince. En estos casos, los adjetivos son invariables, como los españoles, y lo mismo ocurre cuando los apellidos son de origen georgiano, que suelen acabar en "-vili" o "-adze", como Shevardnadze o Gaprindashvili; o los armenios, que tienen tendencia a terminar en "-ián", como Petrosián o Sarkisián. Creo que al actual Ministro de Industria español, Miguel Sebastián, le han preguntado alguna vez si es de origén armenio. Yo creo que, si se llamara Tigrán en lugar de Miguel (que tampoco está mal, no vayamos a creer), los armenios le darían la nacionalidad directamente.

Otros de género invariable son los que acaban en "-uk", que suelen provenir de Ucrania, como Ivanchuk, Abramiuk (ése debe ser de un judío ucraniano, porque el "Abram" canta lo suyo) o Bondarchuk.

Y luego está la pléyade de apellidos alemanes. Los alemanes llegaron en masa a Rusia a mediados del siglo XVIII, aprovechando que tenían a una compatriota, Catalina II, al frente de los destinos del país. En aquel tiempo, por Alemania debían estar bastante chungos, pero ya tenían fama de gente trabajadora, así que las potencias europeas intentaron atraerlos. España también lo intentó para colonizar Sierra Morena, y de ahí procede, como vástago más destacado, un poeta romántico y empalagoso que a mucha gente le gusta lo que no está escrito y que atendía por Gustavo Adolfo Bécquer. Seguro que para sus abuelos era Gustav Adolf Becker.

En Rusia, estaban por todos los sitios, pero especialmente en la zona del Volga medio, donde en tiempos de la Unión Soviética llegaron a tener su propia entidad territorial. Luego las cosas se torcieron y Stalin hizo condenar a muerte a unos cincuenta mil y deportar al resto mucho más al Este. De hecho, son el único grupo étnico que no ha sido rehabilitado después de la perestroika. Otros alemanes residían en las regiones del Báltico, las actuales Estonia y Letonia, cuando se incorporaron al imperio ruso tras la guerra del Norte, a principios del siglo XVIII.

Por sus apellidos son fáciles de distinguir. El actual presidente del Sberbank, la caja de ahorros pública, es un ejemplo de libro: se llama German Oskarovich Gref, pero luego hay muchísimos casos. Ahora me doy cuenta de que los protagonistas de una entrada mía anterior eran, los dos, de origen alemán: el general Miller y Lev Bronstein (bueno, éste era judío), alias Trotzky. En la primera guerra mundial, todo el mundo sabe que los jefes del ejército alemán del Este eran Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff, pero es que en el ejército ruso el jefazo se llamaba nada menos que Paul Georg Edler von Rennenkampf (en letras pequeñas solía poner Pawel Karlowitsch Rennenkampf, pero la verdad es que no disimulaba mucho). Después de las primeras derrotas a manos alemanas, los rusos se enfadaron con él y lo acusaron de traición, pero la verdad es que su apellido no ayudaba mucho.

En realidad, lo que es apellido, en Rusia no los tuvo todo quisqui hasta entrado el siglo XX. Primero lo tuvieron los nobles y la gente que estaba significada; a finales del siglo XVIII los rusos se encontraron con que les había caído buena parte de Polonia en la suerte del reparto. Los polacos, en general, tenían apellido, pero los judíos polacos, que eran un montonazo, no lo tenían. La política rusa respecto a los judíos polacos consistió, en primer lugar, en limitar su establecimiento a Polonia y las regiones limitrofes del Imperio Ruso.

Una podrá pensar que los judíos polacos (ahora rusos) estaban discriminados, pero a lo mejor es que eran unos privilegiados, porque la gran mayoría de la población rusa, que estaba en régimen de servidumbre, ni siquiera podían establecerse en tantos sitios como los judíos.

La segunda medida fue obligarles a ponerse apellidos. Muchos se lo pusieron de los sitios de donde procedían, y a otros se los habían puestos los prusianos o austrohúngaros que ocupaban otras partes de Polonia, así que muchos eran de tipo alemán. Por ejemplo, Bronstein, como Trotsky.

Y así hasta que, tras la abolición de la servidumbre, en 1861, ya a todo el mundo se le hizo ponerse apellidos. Muchos eligieron los apellidos de los terratenientes, que eran los únicos que conocían, y quizá es por eso que hay un elevado porcentaje de apellidos de alcurnia, que eran los que tenían los terratenientes que tenían más siervos. Así que, si os encontráis a un, no sé, Volkonsky, o mismamente Tolstoy, que suena noble, puede ser descendiente del noble o, quizá más probablemente, de alguno de sus siervos que no tenía mucha imaginación y adoptó el nombre del amo sin más.

Pero eso nos llevaría muy lejos, y pasado mañana es el 20-N y celebramos algo. A ver si alguien averigua qué... :-)

domingo, 14 de noviembre de 2010

El nombre de la peña

Hace poco, el Gobierno de España nos ha vuelto a meter a los españoles amantes de la Tradición el miedo en el cuerpo, al amenazar con cambiar una vez más la legislación civil para exigir acuerdo entre los progenitores (A y B, creo que se llaman) en cuál de los apellidos (el del padre o el de la madre... digoooo... progenitores A y B) debe transmitirse en primer lugar a los hijos del matrimonio (o lo que sea), y dando por bueno el orden alfabético en caso de desacuerdo. Al margen de llevarse las manos a la cabeza por esta nueva reforma, sobre cuya necesidad no había oído pronunciarse a nadie y que promete proveer de nuevas formas de discusión a los españoles, como si ya no fuera suficiente con ponerse de acuerdo en qué nombre poner a las criaturas, no estará de más echar un vistazo a cómo se resuelven estas cosas por aquí.

Ya debe hacer mucho tiempo que tenía pendiente una entrada sobre los apellidos rusos, y va llegando el momento de tocar este asunto. Y es que los nombres de las personas, en Rusia y en la mayoría de los países de la antigua Unión Soviética, no son como en España; ciertamente, constan de tres palabras, pero no son nombre, primer apellido (el primero del padre, en España) y segundo apellido (que equivale, hoy en día, al primero de la madre), sino nombre, patronímico y apellido.

El nombre es equivalente al nombre de pila español. No sé si hoy en día sigue llamándose en España "de pila" al nombre. Seguramente sí, porque esa pila es la bautismal, y en España la gente sigue bautizándose en su gran mayoría, incluso los que son hijos de padres descreídos, ateorros y desorientados. O sólo hijos sólo de madre, sin padre conocido, que con eso de que las ciencias adelanten que es una barbaridad, hay madres que ya prescinden del padre, y alguna incluso ha llegado muy alto en cierto partido político español que pasa por conservador y supongo que habrá bautizado a su vástago. El caso es que nombre español y nombre ruso son la misma cosa con pequeñas diferencias, como que en España es habitual tener dos nombres, como José Luis (Rodríguez Zapatero, sin ir más lejos) o José María (Aznar López, antecesor del anterior), o hasta Juan Carlos (de Borbón y Borbón, Su Excelencia el Jefe del Estado). En Rusia, no. En Rusia nadie tiene más de un nombre. Te llamas Vladimir (Putin) o Dmitri (Medvedev). Y punto.

El patronímico ruso, en cambio, no existe en España. Hubo algo muy parecido hace la tira de tiempo, cuando nuestros antepasados se las tenían tiesas con los moros desde sus reductos de la cordillera cantábrica o los valles pirenaicos. Por ejemplo, si veis, es un decir, la lista de los reyes de Pamplona, veréis que aparece Sancho Garcés I, cuyo hijo y sucesor fue García Sánchez I. Ese "Sánchez" de García I indica que el padre del rey se llamaba Sancho, y es un patronímico. No era el apellido del rey (que era de la dinastía Jimena, si no recuerdo mal). Y ahí está el origen de tantos apellidos de origen castellano o navarro que terminan en "-ez" y su equivalente catalán o valenciano en "-is".

El patronímico ruso es exactamente eso. Indica cómo se llama el padre de uno. Por ejemplo, si te llamas Vladimir Vladimirovich (como Putin), eso quiere decir que no sólo tú, sino que también tu padre se llama Vladimir. Para las mujeres, es casi igual, pero la terminación cambia. Si te llamas Galina Sergueyevna Ivanova, tu padre se llama (o llamaba) Serguey. Es sencillo de formar. Basta en la mayoría de los casos, con tomar la raíz del nombre (Borís, pongamos por caso), agregarle un "-ov" (a veces es "-ev") detrás, con lo que nos ponemos en "Borisov", y luego, para hombres, le metemos un "-ich" (Borisovich) y para mujeres un "-na" (Borisovna). Podéis jugar en casa. Así, por ejemplo, mis hijos son "Alforovich", en el caso de Ame, y "Alforovna" en el caso de Abi y Ro.

¿Y no se puede elegir el matronímico, en lugar del patronímico? No, señor. Al menos, mientras los equivalentes a doña Leire Pajín y su amiguita Bibiana, y toda la caterva de bichos que lían el panorama en nuestra casa, no lleguen al poder en Rusia, y parece que, para bien de Rusia, eso no va a ser mañana. No. El matronímico no existe, y no me preguntéis, porque no tengo ni idea, qué hubiera hecho la señora De Cospedal de haberse quedado en estado aquí, de padre anónimo. Supongo que el patronímico sería "Invítrovich" o algo así. Así que las feministas españolas podrán berrear lo que quieran, pero el nombre en Rusia de sus vástagos (o vástagas) carecerá de toda referencia a su madre. Además, gramaticalmente da escalofríos pensar en "Natalievich" o "Galinovna".

Y ahora llegan los apellidos, que son muy parecidos a los primeros apellidos españoles. Pero, como se hace tarde, lo dejo para la próxima.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Gestión empresarial

La revista "Generalny Direktor" no ceja en su empeño de ganarme como suscriptor y de que les pague catorce mil rublos al año para recibir, una vez al mes, una revista con consejos para exprimir más a mis empleados y bandearme en el proceloso camino de la gestión empresarial rusa. Y, como consecuencia de todo eso, obtener más y más y más beneficios.

En Rusia, una revista así, que parte de la base de que los empleados de la empresa son unos impresentables que sólo piensan en vaguear, no sólo es imaginable, sino que existe y por lo visto tiene éxito. Supongo que es la reacción a todos esos años en que el sector privado ruso era tan inexistente que hasta, en la práctica, estaba prohibido. En España, una revista así sería saboteada por piquetes sindicales y por liberados poco menos que a diario. Aquí, con algunas excepciones en política, todo el mundo puede decir lo que quiera, en el tono que quiera, y es muy difícil que pase algo; estamos, pues, muy lejos del lenguaje políticamente correcto de España, que poquito a poco me empieza a dar náuseas. Y estar lejos de eso me parece bien.

Vamos, no tan bien como para apoquinar catorce mil rublos al año a "Generalny Director", pero se agradecen títulos de artículos como los que voy a enumerar.

Cuántos clientes puede manejar un sólo vendedor (Probablemente uno y eso de mala gana. Si habéis estado en una tienda rusa seguro que sabéis a qué me refiero).

Cómo determinar la estructura organizativa óptima (Cualquier decisión se consulta con el jefe y éste hace lo que le sale de la entrepierna. Normalmente, a su vez, consultar con su propio jefe, y así sucesivamente hasta que ya no quedan jefes por encima).

Cómo hacer subir la página de internet de la empresa hasta las primeras posiciones de los sistemas de búsqueda (Pagando, hijo, pagando... y un pastón).

Cómo entablar relaciones comerciales con las personas necesarias y capitalizar esos contactos (La famiglia... la famiglia...)

Cómo justificar a los inspectores de Hacienda la existencia de distintos precios para distintos clientes (Por ejemplo, fíjese, para usted, señor inspector, ¡es gratis! Mire si el precio es diferente).

Cómo atraer a los trabajadores de otra compañía (Te voy a hacer una oferta... jjj... que NO PUEDES rechazar... jjj...).

Cómo activar el rendimiento de los trabajadores que antes de la crisis se habían acostumbrado a que el dinero y los cllientes llegaran solos a la empresa, y no quieren cambiar su forma de trabajar (Un poco de látigo hace milagros).

Por qué no hay que creer a los vendedores de uno, cuando insisten en que son los que mejor conocen al cliente de la compañía (Sí, y saben exactamente hasta qué punto pueden ignorarlos, basurearlos, cabrearlos y despreciarlos... Clientes, ¡bah! ¡Qué gentuza!)

Cómo organizar la producción con trabajadores chinos (Jo ¡Si allí el latigo es legal y todo!).

Cuáles los los errores de gestión típicos de los directivos rusos y cómo evitarlos (La leche. Ahí no tienen para un artículo: tienen para una enciclopedia).

Y finalmente:

Cómo descubrir quién recibe "empujoncitos" en la empresa de uno (En ruso, "empujoncito" se dice откат).

Esto de los empujoncitos es la característica más extendida de la empresa rusa y la que más trae de cabeza a todo el que se las tiene que ver con ella. Y como tal requiere una atención especial, que habrá que dedicarle en otra ocasión.

En ésta, me basta con alabar el lenguaje claro y sin medias tintas de "Generalny Direktor", una revista de la que se podrán decir muchas cosas, pero no que tiene pelos en la lengua. Algo que, por cierto, se echa mucho de menos últimamente en España, donde todo el mundo (bueno, casi todo, que ahí tenemos a Pérez Reverte) busca parecer una pacífica ovejita, no molestar a nadie y eludir palabras que puedan remotamente llamar la atención de los comisarios de lo políticamente correcto. "Generalny Director" no es así y, auqnnue sólo sea por eso, mola.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Pensando en el turismo

Vengo de Valencia, donde he pasado la última semana y donde siempre procuro reservar un día para echarme al monte, tener una sesión de bosque mediterráneo y pincharme a gusto con las aliagas y con toda la flora que puebla nuestros bosques.

Durante la excursión tuve el placer de pasar por Titaguas, que es una preciosa población situada en la Serranía valenciana y que me trajo muchísimos recuerdos de mis andanzas por allí de cuando era estudiante y dedicaba mis puentes y parte de mis vacaciones a patear a diestro y siniestro.

Esta vez iba algo más lejos de Titaguas, pero, al pasar por la comarcal de Ademuz, he podido percibir que los comercios del pueblo están comenzando a preocuparse por el turismo que, de manera incipiente, va abandonando el esquema de sol y playa y se lanza a descubrir nuestras preciosas zonas de montaña. Es más, Titaguas no se ha fijado en los trillados mercados inglés, francés o alemán, turismo de poca calidad que con frecuencia genera altercados o antipatía, sino que se ha dirigido al turismo ruso. Sí, al ruso, país de turistas cultos y generosos que reparten sus riquezas por los pueblos que visitan.

Véase, si no, el letrero, que acompaña a "Super Alimentación Topi", y que reza "РАИ", que, como todo el mundo sabe, quiere decir, en ruso, "paraíso".

Vamos, porque llevaba prisa que, si no, hasta me paro a comprar alforfón.

lunes, 8 de noviembre de 2010

El censo (II)

(Los Von Buchweizen, a pesar de ser más españoles que el jamón de bellota, reciben la visita de los responsables de incluirles en el censo ruso)

La siguiente en atender los requerimientos de la administración censal fue Alfina.

- ¿Nombre?
- Alfina.
- ¿Apellido?
- Buckwheat.

Los dos chavales se miraron y revisaron mi página. No dijeron nada, pero seguro que en la revisión de los datos acabaremos por figurar como pareja de hecho o cosa rara, en lugar de como matrimonio sin divorcios previos de ninguna de las partes. Es lo que tiene eso de que en España cada cónyuge conserve su apellido.

El resto de la entrevista fue muy parecida a la mía, salvo que la lengua materna, en este caso, era el español, y que, una vez más, con eso de que sólo hubiera sitio para poner dos idiomas no se hacía justicia a los conocimientos de Alfina.

- Bueno, vamos a pasar a los hijos.
- Venga.
- El primero es éste: Abi.
- Justo.
- ¿Apellido?
- Von Buchweizen, claro.

Bueno, yo pensaba que estaba claro hasta que esta semana pasada, en España, el Gobierno se ha empeñado en dejarlo oscuro y en liar las cosas todo lo posible, sometiendo a debate en la familia cuál de los apellidos irá primero. Si ya con elegir los nombres de los hijos había lío, la que van a montar ahora amenaza con ser de escándalo.

Las preguntas referidas a los niños eran un poco distintas y hacían hincapié en aspectos de la escolaridad. Hasta que, fatalmente, llegó el momento de las preguntas sobre los idiomas:

- ¿Habla ruso?
- Ya lo creo.
- ¿Y cuál es su lengua nativa?
- Mmmm... no sé.
- ¿Que no lo sabe?
- Bueno, no me lo había planteado hasta ahora ¿Sabe qué? Vamos a preguntárselo.

Aquí ya los dos agentes censales estaban comenzando a flipar muy seriamente.

- ¡Abi!
- ¿Sí? - respondió desde la cocina.
- ¡Vine! (¡Ven!)
- Vaig (Voy)
- Abi, ¿quina és la teua llengua materna? ¿El castellà, el valenciá o el rus? (Abi, ¿cuál es tu lengua materna? ¿El castellano, el valenciano o el ruso?)
- El castellà. (El castellano)
- ¿Segur? (¿Seguro?)
- Has dit "la materna", i la mamà parla castellà. (Has dicho "la materna", y la mamá habla castellano)
- Vinga, val. (Venga, vale)

Desde luego, tenía su lógica.

- El español - les dije a los jovencillos.

Hubo un par de preguntas más, y pasamos a Ro. Casi todo era esperable, hasta que pasamos al asunto de las lenguas.

- ¿Habla ruso?
- Habla, habla...
- ¿Y cuál es su lengua materna?
- Ahora se lo pregunto ¡Ro!
- ¿Sí? - dijo desde la cocina.
- ¿Quina és la teua llengua nativa? (¿Cuál es tu lengua nativa?)
- El valenciá, clar (El valenciano, claro) - dijo soltando una risita.

Yo creo que lo habían estado hablando las dos en la cocina para liar la cosa.

- El valenciano - les dije a los dos agentes censales.

A estas alturas, yo creo que habían renunciado a sorprenderse.

- Bueno, nos falta uno.
- Ame.
- Ése.

Les fui dando los datos, básicamente, como ya escribí, personales y de escolarización. Y llegamos a los idiomas.

- ¿ Ame habla ruso?
- Incluso demasiado.
- ¿Y su lengua materna?
- A ver qué dice ¡Ame!
- ¿Sí?
- Prijodi! (¡Ven!)

Ame se acercó.

- Kakoy tvoi rodnoy yazyk? (¿Cuál es tu lengua nativa?)
- Ispansky! (¡El español!) - dijo riéndose.
- Vsio yasno (Está clarísimo) - les dije a los agentes censales, que apuntaron el español como lengua materna de Ame.

Se pusieron a recoger los papeles, cuando se acercó la niñera, que a medida que iban pasando los minutos y las preguntas se la veía con más curiosidad.

- Quizá también tendría que apuntarme yo - dijo a los agentes.

Los agentes se miraron sin saber muy bien qué hacer.

- ¿Usted vive aquí?
- Sí, sí, varios días a la semana.
- Bueno, pues vamos a censarla también.
- Y también pago los impuestos.

Parecía poco familiarizada con el propósito del censo.

- Bueno, eso no es asunto de estos señores - le dije -. Estos señores simplemente se dedican a contar.
- Eso es - dijo la chica.

Siguió la retahila de preguntas acostumbrada. Los agentes parecían aliviados. Por fin lograban hablar con alguien que tuviera patronímico. Hay que decir que uno ve cómo se llama la niñera, que es un nombre musulmán donde los haya, y no sabe muy bien si se las está teniendo con una viuda negra.

Además de patronímico, la niñera tenía etnia y todo.

- ¿Etnia?
- Tártara.

"Hombre, por fin alguien normal".

- ¿Sabe ruso? Sí, ya veo que sí... ¿Cuál es su lengua nativa?
- El tártaro.
- Ah... ¿alguna lengua más?
- Uzbeko y tayiko.
- Vaaale... bueno, creo que ya está. No saldrá nadie más, ¿verdad?
- No debería - dije yo.

Los agentes se fueron hacia la puerta, mientras la niñera me decía que no me preocupara, que ella pagaba sus impuestos.

- No, si no es por eso...
- Además, cuando pasaron por mi casa el otro día otros chicos como éstos, ya hablé con ellos igual que hoy.
- Muy bien. Gracias a usted, la población rusa disminuye menos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

El censo

Fernando pedía el otro día una entrada sobre el censo que se ha estado llevando a cabo durante las últimas semanas en Rusia. Fernando, si no estoy equivocado, tiene una profesión muy relacionada con la estadística, con lo que se entiende su interés por el tema; además, probablemente nos podrá explicar bien los motivos por los cuales ya no se realizan censos en España (y en toda la Unión Europea, y hasta en toda la OCDE). Supongo que uno de los motivos es el coste, que es desproporcionadamente alto para la información que se obtiene; otro de los motivos, probablemente, es que la información obtenida no es de muy buena calidad, y que, con lo "fichados" que estamos por multitud de administraciones, no es difícil conseguir la información necesaria sin necesidad de ir preguntando a cada uno. Supongo que un muestreo es mucho más barato y no mucho más inexacto.

En Rusia, sin embargo, toca realizar por ley un censo cada cierto tiempo, y a eso se ha estado dedicando la administración en las últimas semanas. He leído que la gente se ha tomado el censo bastante a rechufla y que, como es habitual en estos casos, el número de judíos se reduce mucho respecto del que se considera habitual. En cambio, al parecer hay gente de etnia élfica. Los entrevistadores suelen tener bastante prisa y no están por la labor de jugarse la vida discutiendo con los entrevistados, así que los resultados son tan fiables como la tesis doctoral de Belén Esteban, y te salen bielorrusos étnicos que se apellidan Bronstein o Ashkenazi.

No es nuestro caso. Así como en el censo de 2002 no fuimos computados como residentes en Rusia, porque los entrevistadores omitieron el edificio donde vivíamos, en esta ocasión, ya por la tarde, recibí un mensaje en el móvil, en el que se anunciaba que el censo estaba teniendo lugar, y que iban a por mí. No teníamos la menor intención de ocultarnos, antes bien, resolví prestar a las autoridades censales rusa toda la colaboración que un cuidadano de bien como yo pudiera proporcionar. De todas formas, el móvil que llevo es del trabajo y está a nombre de la empresa; hay un móvil a mi nombre... pero lo lleva Alfina, que no recibió ningún mensaje. Raro raro...

De una forma u otra, serían las ocho y media de la noche, en plena cena, cuando dos jóvenes, hombre y mujer, ataviados con una bufanda azul, llamaron a la puerta de nuestra casa. Lo de la bufanda azul era una medida anunciada a bombo y platillo para que la gente se confiara y les dejara pasar, porque, si no, a buenas horas dejas pasar en Moscú a un desconocido que llame a tu puerta.

- ¿Quiénes son?
- ¡Los del censo! ¡Son los del censo!
- ¡Pero si somos extranjeros! ¡No hemos de censarnos!
- ¡No! ¡Vamos a censarnos como todo el mundo!

Me levanté, y les abrí la puerta, mientras el resto de la familia se atrincheraba en la cocina.

- ¿Si?
- Somos del censo. Venimos a censarles.
- Pasen, pasen, por aquí.

Los dos jóvenes me miraban como si fuera un bicho raro. Se ve que lo de pasar a la primera al domicilio del ciudadano no era un fenómeno que estuvieran experimentando con frecuencia.

- ¿Así? ¿Sin descalzarnos?
- No, venga, pasen, que el suelo está frío.

Me miraron con cara de sorpresa aún mayor. Normalmente no pasas con zapatos de calle a una casa rusa bajo ningún concepto. Algo cohibidos, y sin quitarse el abrigo, se sentaron en la mesa del salón y sacaron unas hojas de sus carpetas. La chica se puso a preguntarme y el chico sólo intervenía cuando había alguna duda. Los dos parecían estudiantes que se estaban sacando unos rublillos extra con el asunto del censo.

- ¿Cuántas personas viven en esta casa?
- Cinco.

Deliberadamente, dejé fuera a la niñera. La niñera es interna, pero es una interna un poco particular que tiene un piso alquilado y pasa noches aquí y allá. Además, como no es moscovita, aunque tiene los papeles en regla, nunca se sabe por dónde puede saltar un problema. Y, como decía Stalin, si no hay persona, no hay problema, así que resolví eliminar (sólo censalmente) a la persona.

- Pues vamos a rellenar una hoja por cada uno. A ver, ésta es para usted. A ver, ¿cuál es su nombre?
- Alfor.
- ¿Su apellido?
- Von Buchweizen.
- ¿Su patronímico?
- No uso de esas cosas.
- ¿No?
- Soy español.

Me preguntó fecha, lugar de nacimiento, nacionalidad, nivel de estudios y algunas cosas sobre mi situación conyugal.

- ¿A qué etnia pertenece usted?

Antes de que me entrara la risa, me quedé mirando a la chica con cara de paciencia infinita.

Eso de la etnia es cosa de pueblos bárbaros, como los germanos, escandinavos, eslavos y demás gente primitiva. Los pueblos que fuimos romanizados a su debido tiempo y nos mezclamos concienzudamente con los demás no tenemos etnia ni nada parecido. La prueba es que, en España, los únicos que se las dan de etnicidad diferente son algunos vascos, de romanización algo dudosa. Los demás españoles somos españoles y, todo lo más, y si se da el caso, de raza blanca.

Los rusos no. Los rusos pueden ser de etnia rusa, bielorrusa, ucraniana, tártara, judía (éstos, por lo visto, tampoco se romanizaron nunca), alemana, chechena, letona, carelia o chukchi, entre otro mogollonazo de posibilidades. Aquí, tener pasaporte ruso no es todo: además hay que pertenecer a una tribu.

- ¿A qué etnia pertenezco? - le devolví la pregunta.
- Puede no responder si no quiere - repuso el chico.

Hay gente que no responde. Sobre todo si son judíos, que no están excesivamente bien vistos. Hasta hace pocos años, en los documentos de identidad rusos, y antes soviéticos, se mencionaba la etnia a la que pertenecía el titular. Desde que hemos entrado en el siglo XXI, ya no consta en los documentos, pero está visto que quien tuvo retuvo y que sigue molando preguntar sobre eso.

- No, no, si no pasa nada. Lo que ocurre es que soy español, y decir que soy étnicamente español me parece una burrada y me suena fatal. Mejor no pongamos nada.
- No ponemos nada - repuso la chica.

Puso un par de rayas en los apartados destinados a según qué cosas y siguió preguntando.

- ¿Habla ruso? Sí, ya veo que sí. A ver... ¿cuál es su lengua materna?
- ¿La mía? El valenciano.
- ¿El... valenciano?
- ¿Pasa algo?
- No, no... ¿lo puede escribir usted?
- Sí, claro.

Escribí "valenciano", que ciertamente en ruso es un palabra con una ortografía peliaguda.

- ¿Y qué idiomas habla, además de ruso y... (¿cómo era?) ah, sí, valenciano?
- Pues hablo español, e inglés, y alemán, y francés...
- Pare, que sólo puedo poner dos.
- Pues vaya.

A estas alturas de la entrevista, ya el resto de la familia parecía haber comprendido que se trataba de un par de chicos inofensivos, no de un comando de castigo de un campo de concentración, y que no iban a deportar a nadie, así que empezaron a asomar la cabeza por la puerta de la cocina.

- Miren, miren ahí vienen los demás.

(Seguiré en la próxima, que hoy se hace tarde)

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Redes sociales

Ahora mismo me encuentro en un vuelo de Iberia camino de España. Estoy escribiendo, pero no estoy conectado a internet, porque está prohibidísimo y porque los asistentes de vuelo que Iberia pone en el vuelo de Moscú están mentalizados para no andarse con chiquitas a la hora de cantarles las cuarenta a los pasajeros. No se lo reprocho, porque estos vuelos con Moscú están llenos de gente problemática, pero de esta manera más vale que nos olvidemos de la amabilidad típica de las azafatas. Bueno, Iberia, de todas maneras, nunca ha sido un buen ejemplo de esto último. El caso es que ya publicaré la entrada un día de éstos.

Me he puesto a echar un vistazo a la revista del avión y me he encontrado con el típico artículo de autobombo de Iberia. Escribe un poquito sobre las redes sociales, lo que son y cuáles son las más importantes, y luego comienza a encomiar lo concienciada que está la compañía y la de perfiles que tiene en la gran mayoría de redes influyentes.

Y, además, lanza una lista de las diez más importantes. A ver si me acuerdo:

1. Facebook.
2. Youtube.
3. Twitter.
4. Linkedin.
5. Hi5.
6. MySpace.
7. Tuenti.
8. Metroflog.
9. Badoo.
10. Orkut.

Hay algunas que ni siquiera me suenan. Hi5 parece una fórmula de química o una jugada de ajedrez mal apuntada. Metroflog y Orkut también era la primera vez que sabía de su existencia, y Tuenti y Badoo ya sabía que existían, pero hasta ahí llegaba todo mi conocimiento sobre ellas. Y está Twitter, de la que he leído algún mensaje, pero nada más.

Luego están las dos redes-plomo, que en mi caso son MySpace y Linkedin. Como sabéis, el autor de esta bitácora tiene una cuenta de correo en Hotmail (al_forfon@hotmail.com), y MySpace es una red, uno de cuyos elementos es Hotmail. Digo que es plomo porque me suele enviar mensajes anunciando nuevas utilidades y cositas que me darán unas funcionalidades de la leche... bueno, me la darían si no tuviera el perfil de MySpace lleno de telarañas virtuales.

La otra red plomo es Linkedin. Se supone que es una red de profesionales para ayudar a hacer lo que los pijos y los enchufados llaman "networking" y los mortales llamamos "hacer contactos profesionales". En una de mis andanzas laborales, cayó en mis manos un correo de un tipo tan destarifado (pero ésa es otra historia) que no pude resistirme a buscar sus datos en Google. Google me envió a su perfil de Linkedin, y yo me hice una cuenta sólo para entrar en el perfil de semejante cretino. No hubo forma, porque descubrí que para entrar en el perfil tienes que ser un "hacker", que no es mi caso, o tener permiso del cretino, y claro, llamarse Alfor von Buchweizen y ser una pantera rosa con boina roja y borla amarilla no es la mejor manera de que te tomen en serio. Pero el robot de mensajes de Linkedin no sabe lo de la foto de la Pantera Rosa y me manda mensajes periódicamente para que actualice mi perfil o busque nuevos contactos profesionales. Yo creo que, salvo que el inspector Clouseau también esté en Linkedin, lo tengo claro para que alguien me acepte como contacto profesional.

Y finalmente, hay otras dos redes, que son las dos primeras de la lista. En Youtube tengo un perfil y están colgados los pocos videos de cosecha propia que adornan esta bitácora. Y en Facebook me metí un día que quería ver una cosa que me pareció interesante, me tuve que hacer un perfil, y luego apareció gente y todo. Al principio he de reconocer que me llevé un susto, porque Facebook me sugería que invitara como amigo a peña conocida. "¿Cómo narices sabe Facebook que yo conozco a este pollo, cuando la cuenta está a nombre de mi nick?" Supongo que pueden entrar en los contactos de la cuenta de correo, o en la bandeja de enviado, porque, si no, no se explica. Toma seguridad, privacidad y buen gobierno.

El caso es que yo no quería hacer un perfil en Facebook. Yo sólo quería ver una cosa que me interesó puntualmente. Pero, entretanto, resulta que hay gente que me manda propuestas de amistad, y a algunos por lo menos los conozco, pero hay algunos que no. Me parece descortés decir que paso, pero tampoco me parece muy coherente llamar amigo a gente de la que no sé absolutamente nada. En fin, yo las he aceptado, pero como sigan entrando chicas cañón a mandarme solicitudes de amistad me voy a buscar un disgusto doméstico...

De todas maneras, yo lo de las redes sociales no lo tengo claro. Prefiero las bitácoras, y la prueba es que, aunque muchos dicen que están pasadas de moda y yo no niego que algo de razón les asiste, aquí me tenéis escribiendo en esta pantalla. En primer lugar, permiten elaborar más las cosas. Y luego, para el que entra, tiene la gran ventaja de que no necesita registrarse en ningún sitio ni abrirse perfiles de nada, ni el señor Google, que es el dueño de Blogger, va a incordiarles con mensajes y más mensajes. Vamos, puede que cambie de opinión, pero yo no necesito tener veinte mil amigos en Facebook, como alguno que hay por ahí, y pasarme el día pintando el muro y mirando si la gente ha escrito algo. Es lo que me faltaba, con el jaleo que llevo encima...

Todo este rollo viene, aparte de porque, de no echarlo, me aburriría en el avión, porque el artículo y el listado de redes sociales que viene en él omite la red social rusa por excelencia, red que es líder indiscutible entre la comunidad rusófona y que responde al nombre de "V kontakte", que, traducido al castellano, quiere decir "en contacto". Esta red social entró en nuestras vidas la semana pasada, cuando, con actitud retadora, Ro me pidió permiso para entrar en internet y acceder a su perfil.

Pero eso le tocará a la próxima entrada. No porque ahora se haga tarde, sino porque me están poniendo la cena en la bandeja y tengo un hambre de lobo. Tanta, que incluso soy capaz de comer la cena de Iberia y de beber el zumo de naranja con sabor a Frenadol que nos sirven.

lunes, 1 de noviembre de 2010

De compras (II)

En la entrada de hace una semana ya estuve hablando de lo que se puede comprar en los supermercados rusos ¿Que usted quiere una armadura? Pague y llévesela.

En España, las armaduras son difíciles de encontrar. Nosotros encontramos una este verano en el castillo de Puebla de Sanabria. Las niñas pasaron de ella muy ampliamente, pero Alfina, Ame y yo no perdimos la ocasión y demostramos que somos una familia de armas tomar. Por cierto que, por primera vez, en la foto se me pueden ver los ojos. De aquí al desnudo integral sólo queda un paso.



Pero no, no es eso lo único rarillo que se puede adquirir en un supermercado ruso. Alforfón sigue sin haber, al menos si no llegas a primera hora de la mañana y, así y todo, va a más del doble de precio que antes del verano. En cambio, qué de variedad de artículos, y qué marcas que usan ¿Os acordáis del Mitsubishi Pajero, y de las leyendas urbanas del Nissan Moco y el Mazda Laputa? Pues en Rusia tenemos una pequeña muestra.



Por ejemplo, unos dulces marca "Pepero", que difícilmente se podrán comercializar con esa marca en España, salvo que renuncies de salida a buena parte del mercado.



Seguimos con las marcas. Seguramente el que puso ésa no pretendía vender sus gorras en la Hispanidad. O eso, o busca un publico... no sé, afeminado, como poco. Ya sé que está de moda, pero no sospechaba que la cosa llegase a tales extremos.

Las prendas de camuflaje en Rusia son de un uso extendidisimo. Después de la disolución de la URSS, parecía que todos querían vestir como los gringos que les habían ganado la guerra fría. Pescadores, paramilitares, domingueros... todo quisqui se vestía como el fondo de pantalla de esta bitácora. Pero siempre se puede llegar un poco más lejos y desmarcarse de los tipos vulgares que se limpian el trasero con papel blanco corriente y moliente.



Eso sí, yo creo que aquí se han pasado.