Una de las costumbres más extendidas en Rusia consiste en colocar placas en las casas, recordando a antiguos habitantes de las mismas que hayan alcanzado celebridad. Podría decirse que apenas hay casa del centro de Moscú que no tenga adosada una placa conmemorativa. La fiebre por esta práctica es tal que aparecen en las placas personajes que diríase que sólo conocían en su casa a la hora de cenar, con tal de que fueran lo bastante bienquistos con el poder y que tuvieran partidarios lo suficientemente tozudos como para despertar de su modorra a los funcionarios municipales encargados del ramo. Ése es uno de los excesos. Otra de las exageraciones consiste en conmemorar especialmente a dos personajes, dos. Con tal de que uno de esos dos personajes hubiera entrado en cualquier casa, así fuera a preguntar la hora, no parecía sino que el hecho se recordaba eternamente y, con el tiempo, llegaban los albañiles municipales con la placa grabada y un cubo de cemento a fijar el ladrillo a la pared.
¿Quiénes son esos dos personajes especialmente conmemorados? Vamos con ellos. El primero despierta admiración unánime por toda Rusia, sólo compensada por el encogimiento de hombros que sigue casi siempre que se le nombra a un extranjero. Se trata de Pushkin, un poeta de principios del siglo XIX, quien, como poeta, debe ser bastante difícil de traducir y, por eso, o lo lees en ruso o mejor déjalo. Aunque también tiene obra en prosa, no se trata de Tolstoy, Dostoyevsky, Gógol o Turgueniev, por citar unos cuantos que sí que conoce todo quisqui; pero, claro, éstos cuatro eran prosistas y han sido traducidos y apreciados en varios idiomas.
Pushkin no. Pushkin sólo es verdaderamente apreciado aquí, pero hasta el punto que sus poemas se los deben aprender de memoria los niños de colegio y aun los de parvulario. Tan es así que el otro día tomé un libro, me puse a leérselo a Ame, y resultó que era un cuentecillo de Pushkin; pues Ame comenzó a recitarlo con una seguridad pasmosa, tanto más pasmosa cuanto que Ame no sabe leer todavía.
Pushkin tiene placas por todo Moscú. Qué digo Moscú. Pushkin tiene placas por toda Rusia, y el que piense que soy un exagerado, que se fije en la foto de la placa que ilustra esta entrada, y que dice: Aquí, en mayo de 1836, en su última visita a Moscú, vivió, en casa de su amigo P. V. Naschokin, A. S. Pushkin.
Pero esto no termina aquí, porque, más cerca del centro, tenemos otra placa conmemorativa, en una casa situada en una callejuela tranquila, que ya es mérito en el centro de Moscú.
"Monumento histórico-cultural. Casa de P. A. Vyazemsky. Primera mitad del siglo XIX. Aquí, en 1826, leyó la tragedia "Borís Godunov" Aleksandr Sergeevich Pushkin. En 1830, el poeta vivió en este casa. Protegida por el Estado."
Mi impresión es que Pushkin no pisó esta casa más que para preguntar la hora, y que a lo mejor pasó una noche en 1830 entre juerga y juerga (como poeta era un crack, y como juerguista y jugador empedernido era todavía mejor que como poeta), porque ya veremos si las placas dicen siempre la verdad. El caso es que hay muchas casas en Rusia en que es muy difícil ser famoso, porque basta con que un cuñado de Pushkin haya pasado una noche en ellas para que la placa se la pongan a él, así hayas sido héroe de guerra o más rico que un concejal de urbanismo de municipio costero.
Pushkin murió joven, en un duelo. De haber vivido más tiempo, no habría arcilla para todas las placas que se podrían haber hecho.
En la próxima entrada nos dedicaremos al otro personaje más recordado en las paredes de esta bendita ciudad ¿Más que Pushkin? Más, hijos, más. Seguro que adivináis sin problemas en quién estoy pensando.
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