miércoles, 3 de mayo de 2023

Tradiciones

En Bruselas, las cosas viejas son bastante apreciadas. Uno podría pensar que eso es bastante paradójico en un país que fue pionero en la legalización de la eutanasia y que, según las estadísticas, la ejecuta con frecuencia (el verbo está escogido adrede, sí), pero es lo que hay.

Y eso llama bastante la atención a un español, porque, en España, las cosas viejas se tiran, no se va alardeando de ellas. Por ejemplo, en Bélgica hay coches viejos, que, en este contexto, quizá sea mejor llamar "antiguos", que gozan de excelente salud y reconocimiento, e incluso de matrícula propia. En efecto, si alguien va por las carreteras belgas, es frecuente encontrarse con vehículos que llevan matrículas como las demás, con la única diferencia de que, en lugar del primer número, hay una letra "O", que significa "old timer" y que viene a denotar que el vehículo en cuestión es una antigualla, pero muy querida por su dueño, que la usa con frecuencia y despierta admiración allá por donde pasa.

En España, como ya sabemos, el que conduce un coche viejo es porque no tiene más remedio y lo hace muy a su pesar. Que sí, que seguramente hay cuatro fanáticos que tienen sus clubs de vehículos históricos y esas cosas, pero en España son cuatro gatos; en Bélgica, en cambio, son legión, hacen concentraciones masivas y ya digo que hasta tienen matrícula propia y de aparición muy frecuente por las carreteras.

En la foto que ilustra esta entrada, el cochazo en cuestión, que nadie en su sano juicio conduciría por España, pero por aquí no hay problema, ha sido llevado hasta la plaza del Jeu de Balle por unos señores con unos mostachos muy simpáticos, que ya de por sí son la pera limonera y que forman la Orden de Amigos del Manneken Pis, a los que ya tuvimos la ocasión de conocer en esta bitácora hace algún tiempo, justo antes de la pandemia que cambió las vidas de tanta gente.

Además de organizar las donaciones de vestidos al Manneken Pis, los miembros de la orden son gente cachonda en general y de buen humor belga. En el caso que nos ocupa, además de sacar coches antiguos a la calle y apretarse cervezas, estaban haciendo una procesión festiva para elegir al mejor bigotudo de Bruselas. 

Que yo no sé quién acabaría siendo elegido, pero que bien podría ser este señor de ahí, que participó en la competición. En fin, que no sé yo si la Orden de Bigotudos y la del Amigos del Manneken Pis tienen relación, pero algo debe haber, porque el bigotudo del año se elige pasando por el Manneken Pis y, como es bien sabido, para pasar por el Manneken Pis hay que pasar primero por la Orden de Amigos del mismo. No me extrañaría que hubiera bigotudos que, además, fuesen miembros de la otra orden, porque, si se trata de pasárselo bien, éstos están en primera línea de fuego.

En fin, que, así como en España estas cosas se están perdiendo, en Bélgica parece que no, y que la afición por las cosas y modas antiguas tiene buena salud.

Lo cual no sé si siempre es bueno, porque todo tiene un límite, pero de eso tocará hablar en otra ocasión en que no se haya hecho tan tarde como hoy.

lunes, 1 de mayo de 2023

Decimoséptimo año

 

Pues sí, a diferencia del año pasado, en este me he acordado de que un día como hoy, 1 de mayo de 2006, un técnico de la compañía proveedora de Internet en Moscú hizo ni sé cuántos agujeros en la que entonces era mi casa para pasar un cable que se resistía, en una operación chapucera como pocas, y desde entonces accedo a Internet por cuenta propia y con velocidad suficiente, sin necesidad de conectarme por teléfono (qué tiempos...) o a pedales.

Como verán los lectores, los días de fiesta en Rusia siempre han sido más relativos que en Occidente: el 1 de mayo era la fiesta por antonomasia de la Unión Soviética, al nivel del 7 de noviembre, aniversario de la Revolución Soviética, pero allí tenía un técnico sin el menor problema. Sin el menor problema para él, claro, porque los muros de mi entonces hogar quedaron bastante perjudicados con los agujeros que perpetró el tipo. En mayo, tenía un pase, pero en noviembre, con el fresquito que entraba por allí, me acordé de él.

El caso es que lo primero que se me ocurrió hacer con mi flamante conexión fue empezar una bitácora, a ver qué tal.  Han pasado diecisiete años, algo más de mil quinientas entradas, un par de mudanzas, muchos comentarios, algún troll, y mi vida ha dado bandazos bastante serios en estos diecisiete años: de vivir como cabeza de familia de una familia numerosa he pasado a habitar solo en el mismo espacio en que cabían cinco holgadamente. Aquí lo único que no ha cambiado en los esencial es... esta bitácora.

¿Lo único? Bueno, hay otra cosa que se le parece. Contraté a una pequeña empresa para que hiciera algunas obras en casa, básicamente cambiar alguna baldosa rota y pintar y barnizar algunas cosas en el exterior, en la parte del jardín. Lo del interior lo hicieron sin problema, pero ha estado lloviendo casi todos los días hasta hoy y, cuando llueve, no se puede lijar y barnizar la madera mojada.

Milagro. Lleva tres días sin llover. El obrero me ha enviado un mensaje diciendo que va a aprovechar para pasarse por aquí y terminar los trabajos.

Sí, en 1 de mayo y en Bélgica. Sólo hay una explicación: que el obrero no es belga.