Durante la guerra civil, en el Madrid republicano, y con las trincheras de los nacionales en la Ciudad Universitaria, el payaso Ramper hacía la gracia de pasearse por la escena con un saco de serrín y deciendo: "Se-rrin-de Madrid".
No acabó en la cárcel por los pelos. Los españoles de izquierdas no tenían mucho sentido del humor.
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Después, en plena postguerra, Serrano Suñer, cuñado de Franco, se convirtió en el hombre fuerte del régimen. El mismo Ramper hacía una actuación memorable, en la que otro payaso daba martillazos a un enorme clavo que había en la escena, pero fallaba todos los martillazos, mientras Ramper, entre las carcajadas del público, decía: "¡Este cuñado mío no da una!"
No acabó en la cárcel por poco. Los españoles de derechas tampoco tenían mucho sentido del humor.
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Durante las vacaciones me he dejado barba, y luego he estado de viaje de trabajo por Luxemburgo y por Francia. No llegué a Bruselas en plan trabajo hasta el viernes pasado. Entré en un despacho donde había varios compañeros, y dije muy serio: "Allahu akbar!"
Vale. Quizá no fuera el momento más oportuno. Pero aquí tampoco andan muy sobrados de sentido del humor.
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