A las once de la mañana del 16 de agosto, Austin y yo, con barba de cuatro días, sin ducharnos desde que dejamos Moscú y con aspecto patibulario, caminábamos en dirección a la frontera con Estonia. En el autobús que nos llevó a Pechóry nos habían revisado los pasaportes, a pesar de mis protestas, "porque nos dirigíamos a zona fronteriza", así que parecía que las cosas estaban calentitas por allí. A los pocos metros, las casas de Pechóry comenzaron a espaciarse, y ya nos empezamos a encontrar entre alguna granja e instalaciones militares construidas tal vez no hace mucho.
- Ya llevamos un buen rato andando. Si es cierto lo del kilómetro y medio, deberíamos estar a punto de llegar.
- Hombre, supongo que en cualquier momento nos apuntaran y nos darán el alto.
- No deben estar acostumbrados a que pasen la frontera peatones.
Al subir una cuestecilla, vimos la frontera, con los puestos fronterizos enfrentados y las banderas rusa y estonia sobre cada uno de ellos. Nos acercamos a la barrera, le enseñamos los pasaportes al agente ruso, que nos saludo como si nos conociera de toda la vida, nos dio un papel con un sello y dijo:
- Saben como seguir, ¿no? Vayan a aquella edificación amarilla.
Nos fuimos allí, y había un par de coches esperando al control aduanero, que tal era el caseto de marras. Al ver que éramos peatones, se quedaron un poco confusos, pero nos colaron. Les dijimos que llevábamos ocho y diez dólares respectivamente, y que creíamos que no merecía la pena declarar. La funcionaria de aduanas dijo que bueno y nos dejó pasar al siguiente control. Nos colamos a otro par de coches que estaban en el control de pasaporte (esta vez era el control de pasaportes, sí). La chica del control se quedó un poco confusa, nos miró los pasaportes, miró un par de libros que tenía delante, nos puso unos sellos (con un cochecito dibujado: no tenían nada especial para peatones), y nos los devolvió.
- Saben cómo seguir, ¿no? Caminen hasta ese puente, donde está el caseto, den al guardia el papelito con el sello que les dieron en el primer caseto, y ya está. Al otro lado del río esta Estonia.
Pasamos muy contentos, le dimos al guardia el papelito, le dijimos "hasta dentro de un rato", y nos dispusimos a cumplir las formalidades de entrada en Estonia. Fuimos hacia el puesto aduanero.
¡Qué diferencia! Un sitio limpísimo, con todo indicado en inglés, estonio y ruso, váteres limpios, un puesto de cambio, donde hasta aceptaban tarjetas y... un sólo control, además en un lugar cubierto, a diferencia de los rusos. La señora bigotuda del control vio que le metían bajo las narices dos pasaportes de un país y de un color raro, que no había visto nunca, pero ni se inmutó. Consultó los libros, vio que los españoles ya no necesitan visado, puso el sello y nos dejó pasar. Cuando ya parecía que estaba todo hecho, se acercó un aduanero:
- Ein Moment! -era un tío gordo con bigote y sonriente.
- Wir haben nur etwas zum Essen. Nichts anderes! - y le enseñé nuestra bolsa del Corte Inglés que teníamos, donde había una tableta de chocolate, unas galletas y algo de longaniza de pascua celosamente guardada desde España. El guarda, que en realidad no tenía prácticamente ni idea de alemán, dio un par de carcajadas sonoras y nos dejó pasar.
Y ya estábamos en Estonia, ¡por fin! ¡Sí que se podía! Nada más cruzar la frontera había una aldea, un par de bosques, una parada de autobús y un pequeño café abierto todo el día. Claro, no teníamos ni una corona, así que no podíamos comprar nada. Nos dimos un paseo por allí, sacamos unas fotos, nos reímos un rato y comimos lo que teníamos en la bolsa.
- ¿Qué? ¿Volvemos a Rusia?
- Sí, que vamos a perder el tren.
Anduvimos en dirección contraria, y salir de Estonia no fue difícil. Un solo control, y fuera. Cruzamos el río por el puente, y pasamos los ¡cinco controles! que había que pasar para entrar en Rusia:
1. En el primer caseto, te dan el papelito con el sello.
2. Lo segundo es el control de pasaportes. La señora se quedó muy sorprendida al vernos otra vez por allí. "¿Es que nos les dejaron entrar en Estonia?" (Chto, ne pustili v Estoniyu?) "Es que nos gusta más su país" (Nam bol'she nravitsya u vas).
3. Luego sigue el control de inmigración. Yo creía que nos iban a preguntar cosas de vacunas y seguros médicos, pero se limitaron a apuntar nuestros nombres en un libro. La señora era muy amable, nos preguntó a dónde íbamos, y le contamos que al día siguiente teníamos que estar en Moscú trabajando.
4. Luego sigue el control de aduanas. El funcionario estuvo de acuerdo en que por ocho y diez dólares, respectivamente, no merecía la pena hacer declaración. Volvimos a colarnos a todos los coches.
5. Finalmente, devuelves el papelito con el sello en el último caseto y ¡ya estás en Rusia otra vez!
Y así fue. Nos reímos un rato, y luego ya el viaje se ciñó estrictamente a lo previsto en el horario del día anterior, que resultó estar bastante ajustado a la realidad. Tomamos el tren por los pelos después de unos momentos de nervios, llegamos a Pskov, fuimos al café de internet, donde envíamos un correo a los colegas de Moscú, que estaban trabajando ese día, comimos a las cuatro y media en el "Chas Pik" y ya nos retiramos a la estación y a Moscú. Y hasta el próximo viaje.
* * *
Diablos. Ésa fue la última vez que entré en Estonia, en agosto de 1999, y vaya forma de entrar. Las anteriores habían sido en los aún más lejanos 1994 y 1995 y corresponden prácticamente a mi prehistoria personal.
Mmmm... Estonia... Quizá vaya siendo hora de echar un vistacillo de nuevo por allí.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
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"Cuánta gente apoya la guerra, y cuántos están en contra? Si bien existen
investigaciones de opinión pública no son confiables porque mucha gente
teme re...
Hace 1 mes
4 comentarios:
Y yo me pregunto ¿¿porqué le hablaste en alemán al aduanero estonio?? ¡no me extraña que se descojonase!
aunque entiendo que tal vez fuera la mejor/unica opcion dada la complejidad del estonio, el cual es similar al finlandés, el cual es similar al húngaro, el cual es similar al finlandés, el cual es similar al estonio (y así se cierra el círculo).
Le faltó una visita a Pushgory...
Miguel, el que empezó a hablar en alemán fue él, porras. Yo ya estaba dispuesto a desenterrar mi escasísimo estonio.
el mes que viene voy para allá sin falta, a refrescar recuerdos.
Beloemigrant, ya lo sé, ya, pero es que pilla muy a trasmano y, además, Pushkin, a veces, me carga un poco.
@Alfor: me dejas de piedra, te interpeló en Alemán y tu automáticamente como si fueras bilingüe le respondiste a la carrera... que maquina.
Por cierto, a ver si publico (tu entrada me lo ha recordado) el día que entré en Estonia con el carnet de la universidad como único documento acreditativo... te lo juro
un saludo!
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