En la Edad Media, los seguros agrarios no existían (hoy sí, pero no conozco a muchos agricultores que hagan uso de ellos). Cuando había una mala cosecha, los campesinos se veían obligados a pedir prestado y, si las malas cosechas se repetían, el campesino acababa por verse obligado a vender sus tierras y a trabajar para el señor. Y, si las cosas venían mal dadas, pues se quedaba adscrito a la tierra y no se le llamaba esclavo, que quedaba feo, pero sí siervo, que parece mucho más fino.
El problema de hoy es básicamente el mismo de la Edad Media, pero más grave, porque, así como en tiempos pasados nadie dudaba de que las deudas no molaban y convenían evitarlas, hoy nos machacan con que eso de ahorrar para conseguir tus deseos no mola, que hay que tenerlo todo ya, y que mira tu vecino lo bien que vive. La Economía lo avala todo eso con números, pero esos números no reflejan que lo que estás vendiendo a cambio de satisfacer esos deseos que te han convencido que tienes no es una cantidad tal de dinero, sino tu libertad, igualito igualito que el siervo medieval. La gente ha vendido su libertad por tener un piso con treinta metros cuadrados más de lo que podían permitirse, o, ya a lo grande, un país entero, el nuestro, ha perdido su libertad por, pongamos por caso, construir una autovía que llega hasta sitios en los que no vive casi nadie, y que no se me ofendan los habitanes de la zona. O por hacer unas aceras pistonudas a base de plan-E cuando ya no había con qué pagarlas.
Y es que la Macroeconomía, cuando su único objetivo es ir empujando el PIB hacia arriba, acaba siendo una huida hacia adelante, que consigue retrasar el desastre, pero que no lo va a evitar a largo plazo.
Y la deuda, sí, ésa que la Economía saluda como forma de financiación más barata, termina por acabar con la libertad, y una persona sin libertad no es una persona. Tanto que se habla de la prima de riesgo y esas zarandajas incomprensibles para el ciudadano medio, nos estaríamos riendo de todo esto si no tuviéramos deudas, como se ríen los rusos y los noruegos o los estonios. Tendríamos otras preocupaciones, y seguramente muy gordas, pero al menos dependeríamos más de nosotros que ahora mismo.
Esta manera he leído que ayer estuvieron debatiendo el cardenal Cañizares y el ex-presidente Zapatero, que por cierto en lo de hacer crecer la deuda pública es de lo más experto que hay en España. El cardenal resulta que ha dicho que el economicismo extremo está dispuesto a devorar al hombre. El cardenal es un señor bajito que parece poca cosa, es una orador muy mejorable y tiene una voz muy poco atractiva, pero esa frase que ha dicho es exactamente el meollo de la cuestión: la responsabilidad de la crisis no es tanto de la prima de riesgo, ni de los mercados, ni siquiera de Zapatero. Es por haber puesto la Economía y los valores económicos por encima de todas las cosas y de habernos transformados de personas que deberíamos ser en homines oeconomici que nos comportamos como nos dicen que tenemos que comportarnos, y encima nos dicen que tener eso o aquello nos dará más libertad. Ya.
Salir de esto no va a ser sencillo. Da de comer a mucha gente que no está dispuesta a tener demasiados hombres libres cerca. Por ejemplo, aún recuerdo cuando, tras estar ahorrando como un condenado, me compré un piso que podía pagar, no uno tres veces más grande. Pasé por mi caja de ahorros (hoy fusionada, nacionalizada y difunta de hecho) para comprar un cheque y pagar con él, y aún me estuvieron ofreciendo una hipoteca, a sabiendas de que no me hacía falta y explicándome las desgravaciones fiscales de las que me podría beneficiar. Porque ésa es otra: en España, por si había dudas, era más beneficioso fiscalmente comprar hipotecándose hasta las orejas que pagar a tocateja con lo que hubieras estado ahorrando los diez años anteriores.
Pero, como la Economía es así y tiende a huir hacia adelante, tenemos ejemplos como el doctor de hace dos entradas, que ve que el modelo liberal (tiene guasa que se llame "liberal") se agota y quiere extender a todo el mundo el esquema que nos ha esclavizado a los españoles, para que los pobres, además de serlo, tengan deudas, que ya se sabe que es la forma más barata de financiarse.
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