Hablar de valores es algo muy subjetivo, así, sin ponerles apellido. Conocemos la escala de valores, suponemos que tiene algo que ver con los principios, y lo cierto sí que es que los valores cambian, nos guste o no. Ante esto, podemos adoptar una visión complaciente, si los nuevos valores nos gustan más que los anteriores, y poner de peras a cuarto a los tradicionalistas que los defienden. El arma más habitual de quienes están por la tarea revolucionaria de ponerlo todo patas arriba consiste en la denigración del contrario.
Claro, esto lo digo por una experiencia bastante desgraciada que he tenido hoy mismo, en que he intentado argumentar con una persona políticamente muy izquierdista (y española) con la que no estaba de acuerdo y en poco tiempo me ha espetado que lo que decía yo eran gilipolleces y que lo que él decía era lo correcto y no necesitaba más. Toma argumento.
La gran arma de la tradición, y de los tradicionalistas, no es la discusión a grito pelado (así nos va ahora, me temo), sino la poesía y la comedia. Desde Aristófanes, la comedia, con todas las excepciones que se quiera, es el arma de los valores tradicionales, y por eso podemos deducir que Rusia debe estar llena de tradicionalistas, porque son muy buenos haciendo chistes. Es más, son muy buenos haciendo chistes sobre valores, y con esto se puede introducir un tema nuevo, pero, de momento, quedémonos con el chiste, esta vez directamente en español:
En la escuela primaria, la profesora está explicando los conjuntos y le pregunta al pequeño Sasha:
- Sasha, te voy a decir unas palabras: tomate, col, zanahoria, remolacha, Lexus ¿Qué es lo que sobra?
Y Sasha dice:
- Tomate, col, zanahoria, remolacha.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
-
"Cuánta gente apoya la guerra, y cuántos están en contra? Si bien existen
investigaciones de opinión pública no son confiables porque mucha gente
teme re...
Hace 1 mes
1 comentario:
Y no será que lleva razón, vamos, (otro) que te ha calao.
Guadiana.
Publicar un comentario