Siguiendo con las comparaciones históricas, los rusos y los españoles tenemos igualmente una característica común, cual es nuestra afición a pelearnos entre nosotros. Habíamos dejado en la entrada anterior a los musulmanes bastante reducidos. Hacía el final del siglo XIII, a los moros andalusíes sólo les quedaba el reino de Granada y cuatro pueblos más. Hicieron un último intento de montarla cuando los benimerines entraron a saco en España, pero entonces llegó Alfonso XI, que los mandó de vuelta para África tras la batalla del Salado (1340).
Si la Reconquista duró todavía siglo y medio largo es porque los castellanos se dedicaron mayormente a zurrarse entre sí, hasta que llegó un matrimonio de los que tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando, hicieron callarse a todo los nobles levantiscos y decidieron que ya estaba bien de morisma y que el reino moro de Granada tenía sus días contados. Y efectivamente, el último día fue el 2 de enero de 1492, después de que los castellanos aprovecharan las peleas internas entre zegríes y abencerrrajes para meterse a enredar. A los Reyes Católicos los tenéis, ahí, en una foto que los más mayores conocerán bien, porque era la que aparecía en los billetes de mil pesetas de los últimos años de Franco. Claro que entonces mil pesetas eran una cantidad fabulosa con la que pasabas un mes entero. Ahora son seis euros, con lo que no te pagas ni un menú del día.
En Rusia, tras las conquistas de Iván el Terrible, el janato de Crimea era el último territorio europeo en manos sarracenas. Los rusos se estuvieron dedicando a otras cosas, entre ellas a montarse un follón de escándalo entre 1584 y 1612, un período tan divertido o más que las luchas intestinas castellanas del siglo XV, en que coexisten usurpadores, impostores, invasores extranjeros y hasta una princesa polaca que se va casando sucesivamente con distintos impostores que suben al trono. Luego siguen más follones intestinos, hasta que llega otro matrimonio al trono, igual que en España. Este matrimonio, compuesto por Pedro III y por Catalina II (los de la derecha de la imagen), no se parece mucho al de Isabel y Fernando. Pero la política que sigue con los reductos musulmanes es igualita: Catalina II decide mirar hacia el Sur, y el janato de Crimea sabe que no le queda mucho por durar.
Igual que los granaínos habían recurrido a los benimerines, los tártaros de Crimea también tenían su primo de Zumosol particular, el Imperio Otomano. Pero el Imperio Otomano, a finales del siglo XVIII, era una castaña y los rusos, primero, machacaron a los otomanos en la guerra ruso-turca de 1768-1774, y luego intervinieron en una contienda civil en el janato (¿os suena de la guerra de Granada?) y terminaron por anexarlo en 1783.
Hasta aquí, los parecidos. La diferencia más palmaria es la relación entre el matrimonio ejecutor. Los Reyes Católicos eran un matrimonio, digamos, equilibrado, donde mandaban los dos. Él era el mejor político europeo de su época, un lince ibérico de ésos que están en vías de extinción, y ella era la figura más respetada de las Españas. Lo de Pedro III y Catalina II es, digamos, un pelín diferente. Pedro III era un tipo un poco pusilánime que no se adaptó muy bien a dejar Alemania, y Catalina II era un ser despótico e impúdico que recurrió al asesinato y a un golpe de Estado para hacerse con el trono.
Esto da pie para hablar de otro rasgo diferenciador entre españoles y rusos, en particular en las relaciones matimoniales. Los españoles y los rusos tenemos un equilibrio muy diferente en esto. Entre los españoles, yo diría que el hombre pasa bastante de los detalles "caballerosos", mientras que muchos hombres rusos parecen considerar que darle atención a la mujer consiste en hacerle regalitos, pagarles la cena, abrirles la puerta del coche y ponerles el abrigo. Luego, en casa, quien lo organiza todo es la mujer, y el hombre pasa de detalles domésticos. El hombre español no es que sea una fiera doméstica, pero yo diría que cada vez más trata de defenderse. Y la mujer española, en general, cada vez más trata de pagar la mitad de las cenas y de ponerse el abrigo sola.
La estabilidad del matrimonio en Rusia es catastrófica. Así como el matrimonio de Isabel y Fernando duró hasta que la primera murió en 1504, el de Pedro y Catalina fue un desastre, aunque también se disolvió por la muerte de uno de cónyuges; lo malo es que fue el otro cónyuge quien la ordenó. Se pusieron cuernos mutuamente todo lo que pudieron. Algo así pasa hoy en Rusia. Yo diría que hay más divorciados que casados, y conozco a muy poca gente que se haya casado en primeras nupcias y siga así hoy día. En España, aunque vamos en caída libre, gracias a Dios no hemos llegado a los extremos de aquí, por lo cual todos conocemos a matrimonios estables y sin vocación de romperse.
A todo esto, me viene a la memoria una conversación que suele contar Alfina, de cuando una amiga, a la que ya hace tiempo que no vemos, le dijo que se iba a casar con su novio.
- ¿Y no te quieres casar por la Iglesia?
- Huy no, que eso es para siempre.
A ver si la llamamos un día de éstos. Quizá siga casada y todo.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
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