Los rusos están de Maslenitsa, una fiesta que tiene una cierta similitud con nuestro carnaval: que tiene lugar en vísperas de Cuaresma y que tiene la función de darse un último atracón antes de los rigores del ayuno. En el caso católico, que no es ni mucho menos tan riguroso como el ortodoxo en cosas de darle gusto a la tripa, el Carnaval consiste en desfasarse, digamos, espiritualmente, antes de que llegue el tiempo de penitencia, limosna y conversión. En el caso ortodoxo, el tiempo de penitencia viene acompañado de un hambre de lobo, porque el ayuno va muy en serio, así que el desfase anterior no es tan espiritual como físico, y consiste en ponerse morado de blinis. Y más vale coger reservas, porque el lunes comienza la Cuaresma.
En ruso, Cuaresma se dice "Veliki Post" (Великий пост), que literalmente no tiene que ver con los cuarenta días, sino que significa "gran ayuno". Es posible que, con la crisis galopante que estamos padeciendo, mucha gente decida tomárselo más en serio que en los años de las vacas gordas, quizá no tanto por piedad, sino porque el bolsillo invita a la mesura.
En el caso católico, la Cuaresma comenzó anteayer con la imposición de ceniza, para recordar lo que somos y en lo que nos convertiremos. Tal día como anteayer, hace unos años, volvía yo de la imposición de ceniza hacia mi casa, con el estómago, por cierto, bastante insatisfecho, como le corresponde a tal día.
No bien hube salido del metro, cuando me paró un miliciano pendenciero. Yo no sé si los milicianos ayunan, pero, si no lo hacen, a algunos les vendría bien, porque los más de ellos parecen embarazados de varios meses. Uno pensaría que su trabajo requiere movimiento, agilidad en la persecución de malhechores, velocidad y que, en tales circunstancias, sería gente espigada y en forma. Uno pensaría que es un trabajo mal pagado y que, por eso, en su casa pasarían apreturas y tendrían que llevar una dieta que contribuiría a eliminar michelines.
Pues no. Los presuntos malhechores están en su casi totalidad en mucha mejor forma que cualquier miliciano y éstos, estarán todo lo mal pagados que se quiera, pero de algún sitio (y sospecho cuál es) sacan para alimentar su particular curva de la felicidad.
- Documentos.
- ¿Me enseña los suyos? -cuando tengo hambre, también tengo ganas de pelea, pero esto no lo hagáis si no estáis muy seguro de que lo tenéis todo en regla. Si no, tocar las pelotas sale muy caro.
- ¿Los míos?
- Tengo derecho a que me los enseñe primero, ¿no?
Me miró con desagrado, pero yo estaba ahí plantado esperando que se echara mano al bolsillo y entretanto se le estaban escapando presuntos indocumentados a espuertas. Y, presunto indocumentado que se escapa, presunta mordida que se escapa. Y había que ahorrar para el Mercedes.
- Aquí están -los milicianos tienen los documentos normalmente unidos con un cordón o con una cadenita a un botón interior.
Los miré con parsimonia, aprendiendo bien el nombre del miliciano. Que vean que nos interesa su personalidad.
- Pues aquí están los míos.
El miliciano (Sergey Miloserdov, por cierto) los examinó con la esperanza de encontrar algo irregular, pero no lo había, así que me los devolvió.
- Tome.
- Gracias - e hice gesto de irme.
- Oiga - me interrumpió el miliciano, mirándome la frente.
- ¿Qué?
- Tiene usted una mancha en la frente.
- Ah, ya.
- ¿Lo sabe?
- Sí.
- ¿Y qué es?
- Ceniza. Un ritual religioso.
Me fui. El miliciano siguió a lo suyo, seguramente pensando lo raros que somos los españoles.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
-
"Cuánta gente apoya la guerra, y cuántos están en contra? Si bien existen
investigaciones de opinión pública no son confiables porque mucha gente
teme re...
Hace 1 mes