Los de la entrada del otro día eran taxistas a tiempo completo, pero en San Petersburgo, al igual que en Moscú, abundan también los taxistas a tiempo parcial.
Caminábamos por la isla Vasilievsky con ganas de ir al centro y sin ganas de hacerlo en la maraña de marshrutka, metro atestado o autobús destartalado, cuando a nuestro lado sonó una voz.
- ¿Les llevo?
La voz era de un individuo de algo más de cincuenta años o poco menos de sesenta, delgado, con bigote canoso y al volante de un Volga negro de jerifalte soviético que olía a coche oficial por los cuatro costados.
- ¿Por cuánto al centro, por la avenida Nevsky?
Ajustamos el precio según los cánones vistos y subimos al coche. El conductor era un fiera. No había raya continúa digna de respeto para él, ni señal de dirección prohibida que mereciera observación. Se le veía la costumbre de la impunidad y la seguridad de la carrocería impenetrable del Volga.
- ¿Y habrá mucho atasco hoy? - le pregunté.
- A la venida no lo había - dijo mientras se incorporaba de manera suicida al Bolshoy prospekt y de un Mazda que tuvo que frenar salía un bocinazo y un berrido. Nuestro conductor se limitó a hacer un gesto de desprecio con la mano.
- Qué gente, ¿eh? No tienen respeto a los Volgas -bromeé. Y al conductor le pareció bien, porque se rio un poco y ya comenzó a contar cosas.
- Éste es un coche oficial. A mí no me cuesta nada mantenerlo. Es el Estado quien lo hace.
- ¿Sí?
- Sí. Es un coche de la Fiscalía.
"Vaya, vaya... ya voy entendiendo esta forma de conducir."
- Sí -prosiguió nuestro conductor-. A mi jefe le da lo mismo. Con tal de que lo lleve al trabajo por la mañana, lo que haga el resto del día le da igual.
Para eludir atascos, según dijo, se metió en dirección prohibida por Petrogradskaya storoná, en medio de una nube de bocinazos y gritos poco amistosos. No pareció importarle lo más mínimo.
- Él mismo me lo dice: "No te quedes aquí. Ve a ganar dinero." Mañana lo tengo que llevar a Kronstadt, pero el resto del día no le sirvo para nada ¿Y qué voy a hacer? Pues hacer de taxista. Yo fui rico. En 1998 la crisis se me llevó ciento cincuenta mil dólares y hundió el negocio que tenía.
- Fue un mal año, aquél.
- Y, como llegó, se fue.
Cerca del metro de Chernyshevskaya el atasco era serio, pero habíamos eludido el tapón de la avenida Nevsky. Me dejó en la esquina del hotel.
- Si me necesita mañana estaré en el mismo sitio a la misma hora.
- Seguramente nosotros también estaremos allí.
Era un guiño para continuar esa curiosa colaboración en la amplísima economía sumergida rusa. Vista su forma de conducir, quizá continuarla no era lo más prudente, pero es que me había caído bien.
Conflicto Rusia-Ucrania. Actualización mes de octubre
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"Cuánta gente apoya la guerra, y cuántos están en contra? Si bien existen
investigaciones de opinión pública no son confiables porque mucha gente
teme re...
Hace 1 mes
4 comentarios:
Pues a mí me da penilla y todo...
Yo haría lo mismo, qué quiere que le diga.
Bueno, pues la verdad Alf, teniendo en cuenta que allí todos conducen igual, por lo que dices en otras entradas, pues que quieres que te diga, jejeje.. Si ya tas acostumbrado.
Como dice el Capi, a mi también me da penita, angelito, que mala suerte. Y me cae bien, ains, madre del amor hermoso, como está la vida por allí...
Besosss
Hombre, la verdad es que algo de penilla sí que da, pero los días que me hizo de taxista se sacó un sobresueldo no despreciable.
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