D. JUAN. ___¿Estamos listos?D. LUIS. ________________Estamos.D. JUAN.____Como quien somos cumplimos.D. LUIS. ____Veamos, pues, lo que hicimos.D. JUAN.____Bebamos antes.D. LUIS. ________________Bebamos.- ¡Gorko! ¡Gorko!
Los rusos de la mesa de al lado se pusieron a gritar esto a voz en grito. Literalmente, la traducción es algo así como "¡Qué amargor! ¡Qué amargor!" y es lo más repetido en las bodas donde hay rusos. Equivale a nuestro "que se besen". La razón es que los besos entre los novios lo endulzan todo y se llevan el amargor.
Los novios se besaron, y los rusos comenzaron a contar los segundos que duraba el beso. Ocho segundos de beso.
- Parece que lo de meter pico no se le ha olvidado.
- A ver cuando se pone a arrimar cebolleta.
- Aún así, yo le veo muy tranquilo.
- Ya se sabe que éste es un clon. El verdadero Gannivet está en Plutón de farra.
Acto seguido, los españoles dimos la respuesta:
- ¡Que se besen! ¡Que se besen!
Los novios no se hicieron de rogar. Otros ocho segundos de beso.
- No, no, lo de meter pico no se le ha olvidado.
- Como pilota. Me mola, oye, me mola este tío.
Otras cosas que abundan en las bodas son los fotógrafos. El de esta boda acertó a pasar por nuestra mesa en un momento en que Alfina se había ido, se nos quedó mirando sin saber cómo empezar y dijo:
- Hola, os voy a hacer unas fotos. Los que seáis pareja poneos juntos, por favor.
Los ocho tíos que estábamos allí alucinamos tanto que ni siquiera le partimos la cara. Es más, alguno, no diré quién, por muy de cachondeo que fuera, se juntó a su vecino y se hicieron foto. Alfina acertó a volver para salir en un par de fotos (catorce euros me costó el retorno, maldición) y reírse a carcajadas de las ideítas del fotógrafo. Nos tomó por la mesa de flojos que hay en cada vez más sitios. La culpa debe ser de Planeta y Satélite, que orbitaban mutuamente con su atuendo modernillo de cuello ancho y colores claros. O de Kloonich y Federico, los dos con una perilla algo sospechosa. O de Roberto, que cuando va tocadillo se pone a hablar a la gente a dos centímetros, y luego la peña piensa mal. O de Akelarre, ¿a quién se le ocurre ir a una boda en vaqueros? ¿Y el Coronel? Esa melenilla, ese descuido... para pensarlo. No sé, España está muy mal.
- Alfina, creo que nos quedaremos en Rusia un par de añitos más al menos, que esto está muy degenerado -dije, mientras le daba un beso. No me fijé, pero espero que me viera el fotógrafo.
- A ver, Coronel, ¿a ti que te ha pasado?
- Por dondequiera que fui
la razón atropellé
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí -recitó el Coronel con su voz recia, acarajillada.
Y prosiguió Roberto, siguiendo al Coronel como el Capitán Centellas apostaba por don Juan:
- Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
Antes de que llegase don Luis Mejía a armar pendencia, o Avellaneda a apostar por él, el Coronel y Roberto decidieron no recitar, como hubieran podido, todo el acto primero del don Juan.
- Sí, vale, pero ¿qué te ha pasado?
- Estuve haciendo surf en Zarauz y me choqué contra unas piedras.
No hubo forma de sacarle más de momento. Entretanto, iban saliendo platos y más platos y ya era difícil encontrar hueco en el estómago para acomodarlos.
- ¿Otro plato más? ¡Qué infierno! - dijo Akelarre, desesperado, y eso que es de los de buen saque, aunque hasta entonces, más que en comer, se había ocupado en hablar de política con su vecino de mesa, que no suele hacerlo, pero que se avino.
Planeta y la Zorra empezaron a mirar a su alrededor. La verdad es que llevaban algún tiempo consecutivo sentados en la mesa, cosa impropia de ellos. Un momento que me descuidé vi que se habían ido, y ya no volvieron a aparecer por la sala hasta algún tiempo después. Probablemente estarían orbitando por allí fuera, cosa quizá incómoda, porque estaba lloviendo con bastante fuerza, pero forzosa en personas de natural tan movedizo.
En esto, antes de que llegara la tarta...
- ¿Que aún queda la tarta? ¡Esto es un infierno! Es como en Navarra, que a medida que avanza el año en las bodas van sacando cada vez más platos y al final llegan a sacar hasta doce y quince platos, y todo por ser más que la anterior. Menudo infierno.
... antes, como iba diciendo, de que llegara la tarta, salió la novia con un violín y se puso a tocar allí mismo, delante de los invitados. Los rusos lo encontraron normal, pero a los españoles nos resultó chocante. Es como si yo, en mi boda, me hubiera echado unas simultáneas de ajedrez con todos los presentes. No deja de ser un arte.
A Abi, que es española, pero que se está criando en Rusia y estudia violín, en cambio, le gustó mucho la idea y se fue a felicitar a la novia. Tomo nota de que, dentro de quince años, o los que sean, cuando la que esté vestida de blanco sea Abi, tengo que esconder el violín.
Ya llegó la tarta, y comimos el trozo que nos tocó. Planeta y la Zorra seguían en los quehaceres que les mantenían alejados de la mesa, pero los demás, Akelarre incluido, comimos nuestra ración, y ya llegó el momento de salir a bailar. Los novios se marcaron un vals impecable.
- Pero, ¿cuándo ha aprendido este tío un vals?
- Ha estado yendo a clases de bailes de salón.
- ¿Pero no era heavy?
- Era, era...
Los españoles somos bastante remolones a la hora de bailar, pero los rusos no. Salieron un par de rusos, luego otro par, luego otro, y luego llegó Ro y nos empujó a Alfina y a mí. Bueno, me empujó a mí, porque a Alfina no había ninguna necesidad de empujarla. Pero si yo también era heavy... ¿eh? ¿Cómo que "era"? ¡Soy! Entonces, ¿qué hago bailando un pasodoble? ¡Si no tengo ni idea! Bueno, ni yo, ni los rusos que me rodean.
Federico estaba de pie mirando el panorama, mientras una rusa había ocupado el centro de la pista y bailaba a ritmo tecno o así con movimientos rígidos ante la atónita mirada de su pareja, que, más que de bailar, se cuidaba de no recibir algún bofetón involuntario. Lo malo es que la banda no estaba tocando tecno, sino el baile de los pajaritos, y el baile de la rusa no pegaba ni con cola. Entonces Federico me vio y se puso a filosofar sobre el asunto.
- Vale, los españoles no somos como los hispanoamericanos, que ésos sí que llevan el ritmo y bailan bien. Lo llevan en la sangre. Pero tampoco es esto. Lo que más flipo es que no tienen el menor sentido del ritmo.
- Son como un látigo aleatorio.
- Eso.
En su defensa hay que decir que los pasodobles, los pajaritos y los éxitos de Georgie Dann, que tal era el repertorio de la banda (por cierto, buenísima la banda), no son ritmos conocidos por allí. Pero todo tiene un límite.
En esto, aparecieron dos amigos de Kloonich, que habían venido desde Madrid a las copas, y reaparecieron Planeta y la Zorra, muy animados. Los niños estaban bailando. Y los rusos. Y la población indígena, joven, adulta y anciana. Y los paracaidistas llegados desde Moscú ¡Hasta yo estaba bailando! Alguno se escaqueó, pero fue más que nada por no quitarse la máscara.
Al que se echaba en falta era al Coronel. Poco después llegó Roberto sudando copiosamente.
- ¡Cómo está! He tenido que llevarlo al hotel. Se me ha acercado, me ha mirado a los ojos y me ha dicho "Robertxus, necesito descansar".
- Pero, ¿qué le ha pasado?
- Dice que se ha escapado del hospital en San Sebastián esta mañana y que han hecho firmar un papel comprometiéndose a asumir la responsabilidad si le pasaba algo. Ha tomado el vuelo a Valencia y yo que lo veo salir del avión y me dice "Robertxus, llévame a un hospital". Y se ha pasado la mitad del camino durmiendo.
- Jo, es un figura hasta cuando no puede más.
Ame, que había estado aguantando como un león, comenzó a quedarse totalmente sin pilas, y tuve que cogerlo en brazos. Parece que estaba llegando la hora de marcharse.
- Abi, Ro, creo que tendremos que irnos.
Alfina también estuvo de acuerdo. Abi y Ro se despidieron muy formales de las niñas con las que habían estado bailando y jugando y luego ya nos fuimos a despedirnos de los novios. Gannivet estaba sospechosamente tranquilo y sosegado. Quizá lo de la abducción y lo de la farra en Plutón tiene más fundamento del que parece.
- Gannivet, ha estado estupendo. Muchas gracias por todo.
- Gracias a vosotros. Ah, quiero un resumen de lo que se ha dicho en esa mesa en el blog.
- ¿En el blog? - balbucí.
Y, así, arriba queda escrito lo que se puede contar. Lo que no se puede contar quedará para cuando los archivos de la CIA se desclasifiquen. Por cierto que me consta que, al día siguiente, según comentó Kloonich, los extraterrestres, con el Coronel repuesto tras una noche de descanso, se dirigieron a la provincia vecina a seguir haciendo honor a quien dijo de sí mismo
Ni reconocí sagrado
ni hubo razón ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.
A quien quise provoqué,
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquél a quien yo maté.
Pero ésa es otra historia, y no seré yo quien la cuente, porque, no habiendo estado presente, se antoja atrevido intuirla, tanto más cuanto que mi estilo de aventura es mucho menos ruidoso.
- Bueno, que sea menos ruidoso, pero lleva siempre la bandera en tus viajes. Porque, si llevas la bandera, es una invasión; pero, si no la llevas, son meros actos vandálicos.
- Oído cocina. Rojo y gualda y a poner el mundo a los pies del Rey de España.