El CSKA, actual campeón de europa de baloncesto, en realidad se descifra como "Club Deportivo Central del Ejército". Actualmente es un club parecido a los demás, con entrenador y jugadores extranjeros, patrocinador (Lukoil), animadoras y afición relativamente ruidosa. Hace unos días, con motivo del CSKA - Joventut, y después de algún tiempo de ausencia, pasé por allí, por su histórico pabellón deportivo sin gradas al fondo, y me pude convencer de los cambios.
Antaño, las cosas no eran así. El CSKA era campeón soviético casi todos los años. Ciertamente, con algún trato de favor, por ejemplo, que cualquier jugador que estuviese haciendo su servicio militar (y aquí estamos hablando de dos años) y fuese lo bastante bueno, era inmediatamente reclutado (y tanto) para el equipo del ejército. El caso más destacado, y el último, fue el de Alexander Volkov que, con los años, y antes de que sus rodillas dijeran basta, llegó a jugar en los Atlanta Hawks, pero que en 1988 jugó con el CSKA y contribuyó sobremanera a acabar con una sequía de tres años sin títulos.
Cuando yo empecé a interesarme por este deporte (vista mi nulidad total para el fútbol), y a diferencia de lo que pasa ahora, también en España ganaba la liga prácticamente todos los años el mismo equipo, en este caso el Real Madrid, por lo que cada temporada se veían las caras un par de vces, al menos. A mí me llamaba la atención que los partidos en Moscú comenzaban prontísimo, a las cinco de la tarde. "¡Pero qué brutos! ¿Qué horas son ésas?" Claro que yo no sabía lo de las horas de diferencia horaria, que cambian las cosas bastante.
Aquellos partidos, en la primera mitad de los ochenta, eran tremendos. El público ni se movía, por comparación con el italiano o el griego; los jugadores no protestaban jamás, y el equipo visitante era aplaudido casi tanto como el local. Y aquel equipo, sin americanos, era tremendo. El base era
Stanislav Yeryomin, un auténtico cerebro, con una técnica impecable y un tiro mortal; como alero,
Sergey Tarakanov, infalible a cinco metros, aunque nunca se adaptó bien a la introducción, en 1984, de la línea de tres puntos.
Los alas-pívot eran
Andrei Lopátov, el guaperas del equipo, altísimo para la época en su posición, y el, diríase, "rebelde" del equipo,
Anatoly Myshkin, "el príncipe Myshkin"; era díficil pensar en algo que no hicieran bien.
Los pivots eran la cosa más fea que ha parido madre, pero eran un par de bestias pardas con bigote que no dejaban pasar una.
Viktor Pankrashkin era feo como él solo, patoso, casi lentorro y deforme, pero era temible. Ponía gorros como churros. Hacia el final de su carrera, cuando la disciplina soviética empezó a relajarse, decidió alejar del aro sus 210 centímetros y, para terror de sus pesados defensores, se descubrió que su tiro de tres era fantástico, cosa que se tenía muy calladita.
El otro pívot era el jugador más famoso del equipo,
Vladimir Tkachenko, un gigante interminable absolutamente inamovible dentro de la zona. Los esfuerzos de los pivots contrarios para defenderle eran patéticos; además, cuando su colega Pankrashkin salió de la zona, él hizo lo propio y se dedicó a taladrar la canasta contraria desde lejos.
Cuando Yeryomin comenzó a hacerse peligrosamente mayor, le vino a hacer compañía
Gusev, un tipo con bigote que no era tan dañino como el titular, pero que no era inofensivo ni mucho menos; y empezaba sus pasos un tal
Sergey Bazarevich, un base de aspecto enclenque, pero sólo aspecto, que amargó la vida a más de uno en los años sucesivos. Y completaba la columna verteral del equipo en sus mejores años
Eino Enden, un tirador estonio absolutamente mortal. Hacia el final del período, llegó a reemplazar a Myshkin, que colgó las botas a los treinta años tras una de esas misteriosas ausencias de la selección que eran tan frecuentes en la selección de la URSS, una de las grandes promesas soviéticas,
Valery Tijonenko.
A partir de 1985, el CSKA perdió su hegemonía a manos de la potencia emergente, el Zhalguiris de Kaunas, que, con un quinteto formado por
Iovaisha,
Kurtinaitis,
Jomicius,
Chibiris y
Sabonis, les birló tres ligas seguidas. su canto del cisne llegó en 1988, con una grave lesión de Sabonis, un último campeonato de liga y la medalla de oro de la selección soviética, formada casi a partes iguales por jugadores del CSKA y del Zhalguiris, y adiciones como
Tiit Sokk,
Alexander Belostenny o
Sharunas Marciulionis.
El entrenador, hasta 1980, era
Alexander Gomelsky, el "Zorro Plateado", que en ese año fue nombrado seleccionador soviético. Le sustituyó Yuri Selijov, con un período en que desempeñó el cargo Sergey Belov, uno de los héroes de la Olimpada de Múnich de 1972, pero daba lo mismo: cuando las cosas se ponían tiesas, como en buena parte de la Copa de europa, sobre todo cuando llegaban la Virtus de Bolonia, el Real Madrid o el Maccabi de Tel-Aviv, llegaban los tiempos muertos y Gomelsky, que no se sabe en calidad de qué estaba en el banquillo, pero estaba, apartaba a Selijov, que se sometía dócilmente, y comenzaba a dar las explicaciones él mismo.
(La serie sigue. Atentos a las pantallas)