Ya tenemos al Pseudodemetrio I entrando en Moscú mientras suenan las campanas. Para convencer a los moscovitas de que era realmente quien decía ser, el chaval, que ya se ha visto que era un tipo atrevido y que no eludía los riesgos, se encontró con la monjita Marta. Eso no tendría nada de particular si no fuera porque la monjita Marta era nada menos que, supuestamente, su propia madre, María Nagaya, viuda de Iván el Terrible, que tras la ¿muerte? del verdadero Demetrio en 1591 se había metido monja. Si eso no es un órdago a la grande por parte de Grigori Otrepiev, no sé qué iba a serlo.
Bueno, pues el órdago le salió de cine. María Nagaya reconoció en Grigori a su hijo e incluso le hizo mimos. Con esos antecedentes, la ceremonia de consagración como zar siguió inmediatamente, lo cual convierte al Pseudodemetrio I, hasta donde yo sé, en el único caso, al menos en Europa, de éxito, siquiera temporal, de una impostura como ésa.
Ya antes de llegar a Moscú, se las había arreglado para apartar de ella a quien mejor podría reconocerlo, el patriarca Job, de quien había sido secretario antes de fugarse a Polonia. Desde fuera de la capital, cuando su entrada era cuestión de días, lo desterró a Staritsa, aunque desde luego ayudara el hecho de que Job hubiera excomulgado a todos los que prestaran juramento al usurpador y contara a todo el que quería escucharlo que de Demetrio nada, que era un truhán que había sido secretario suyo y se había fugado del monasterio. Hay que reconocer que al patriarca Job no le faltaba valor, y también hay que reconocer que el supuesto Demetrio era moderado en sus castigos, porque lo normal hubiera sido apiolarse al ex-patriarca, así como hubiera sido normal apiolarse a Vassily Shuisky, que encabezó una conspiración contra él nada más llegar, fue condenado a muerte por la Duma, acusado por el propio Pseudodemetrio y, cuando lo iban a ejecutar, el zar le conmutó la pena de muerte por la de destierro a Vyatka, pero a los pocos días lo amnistió.
El caso es que el Pseudodemetrio I había vivido varios años en Moscú en su anterior "reencarnación" y, de hecho, es normal que bastante gente lo reconociera. Si fue así, lo cierto es que callaron, por si acaso, probablemente con buen criterio.
El tío se portó bien, hay que reconocerlo. También perdonó a los Godunov, incluyendo a Andrey Teliatevsky, el cuñado del primo segundo del zar, y también amnistió a los que los Godunov habían represaliado, que no eran pocos. Basmánov, por fin, fue nombrado consejero real. Luego le dio por luchar contra la corrupción, subiendo los sueldos a los funcionarios y castigando los sobornos con pena de muerte. No sé si eso sería una idea para Medvédev, que también anda preocupado con este asuntillo de la corrupción, pero mejor será no darle ideas, por si acaso.
Sería un impostor, pero era un currante. Daba audiencia dos días por semana, participaba personalmente en las reuniones de la Duma y, al parecer, tenía pensado abrir una universidad en Moscú (hasta 1755 no se abriría). En esto, le salió un competidor: un Pseudopedro, supuesto hijo de su hermano Teodoro I, que había levantado a los cosacos del Don, pero que no representaba un peligro inminente. Estaba visto que la impostura creaba escuela. Demetrio, que sabía como tratar a los usurpadores, le invitó a Moscú sin más.
Al zar le faltaba una zarina, claro, y aquí reaparece un personaje especial, la hija del voivoda Mniszech, Marina, que ya dije que va a ser el principal protagonista de todo este período confuso. Ya se sabe que se habían comprometido en Polonia, antes de que Grigori Otrepiev empezara la campaña. En los diez meses que tardó Marina en llegar a Moscú, por mucho compromiso que hubiera... en fin, que el falso Demetrio no perdió el tiempo. En mayo de 1606 Marina Mniszech apareció en Moscú con su padre y dos mil polacos, el 8 de mayo fue coronada zarina e inmediatamente ella y el Pseudodemetrio I se casaron.
Hasta aquí, el cuento de hadas. Esto parece "El gato con botas", o algo así (bueno, si exceptuamos que el falso Demetrio no fue nada fiel a su novia mientras la esperaba). El prota se convierte en zar y se casa con la princesa, y ahora todos los cuentos acaban con una frase estándar: "y fueron felices y comieron perdices". Normalmente los cuentos llegan hasta aquí, y los autores guardan silencio pudorosamente sobre los detalles de lo que sucedió después.
En este caso, la situación es algo distinta, porque esto sucedió en 1606 y es un suceso real.
El 15 de mayo de 1606 aún estaban celebrando la boda y la coronación. Ya de por sí, los rusos son la pera celebrando bodas, con lo que, si la boda era de su zar, no digamos cómo sería. Unos ciudadanos, en esta situación, le dijeron a Basmánov que en Moscú se estaba montando una conspiración, y de las gordas. Basmánov salió corriendo a informar al zar, que no le hizo ni puñetero caso, ocupado como estaba celebrando su boda y en pleno jolgorio.
El conspirador era, una vez más, Vassily Shuisky, todo un profesional. La noche del 16 al 17 de mayo de 1606 los conspiradores abrieron las cárceles y armaron a todos los delincuentes. El pueblo, que veía que al zar le rodeaban demasiados polacos, y los polacos no es que estén muy bien vistos por Rusia, y si no que se lo digan a Juan Pablo II, se unió a los sediciosos, asaltó el Kremlin, arrasó la resistencia de la guardia y cosió al zar a cuchilladas, y junto a él a Basmánov, que fue el último que no se separó de él.
Vassily Shuisky, el investigador que habíamos visto en Úglich desterrando las campanas de la ciudad a Siberia, el general que había asediado al pretendiente Demetrio en Kromy, el conspirador amnistiado, en fin, se había salido con la suya y se convirtió en el zar Basilio IV.
Pero sus problemas no terminaron ahí.
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