Y, bien, la apurada y apretada situación en que acabó la última entrada da pie a una lista de sugerencias de métodos para no sufrir solo, sino, por lo menos, de manera solidaria con el causante del sufrimiento.
Método 1: El método "Sprite"
- Señorita...
- ¿Sí?
- ¿No tendría una lata de Sprite?
- Enseguida se la traigo.
Afortunadamente, vale cualquier otra lata de refresco. La azafata trajo la lata (7-up, en este caso), yo me la bebí y, una vez consumida, la doblé de manera que quedara en forma irregular. Si sois muy malos, es preferible la forma puntiaguda; si sois sólo traviesos, podéis dejar el canto redondeado de la lata como arista de combate, que suele ser bastante.
Acto seguido, hay que colocar la lata en el bolsillo del asiento delantero, en contacto directo con el respaldo. Tras la lata, se coloca la revista de a bordo (la de Aeroflot es bastante voluminosa, lo cual protege las rodillas). Entonces, se presiona con las rodillas sobre la revista de a bordo, que, a su vez, presiona sobre la lata (recordemos que presenta aristas irregulares). La lata crea una irregularidad sobre el respaldo delantero, el descanso de cuyo ocupante se ve interrumpido.
- Oiga, uhté. Me ehtá molehtando con lah rodillah.
- Lo lamento muchísimo.
- Eh que yo puedo bajá lasiento, ¿sabe? Eh lestánda del avió.
- Sí, sí, si tiene usted todo el derecho del mundo. Claro que sí.
Cuando vuelva a reclinarse, es bastante efectivo ir alternando la presión sobre el asiento delantero, presionando cada vez con una rodilla diferente. De esta manera se conjura el peligro de que el compañero de viaje se acomode a la situación.
Al final, el compañero cambió de sitio con su mujer, pero ésta tampoco subió el asiento lo más mínimo. Como parecía que no le afectaba mucho lo de la lata, que ya estaba hecha un churro, había que continuar con el hombre, que parecía más vulnerable. Alfina decidió levantarse y yo "tuve" que ocupar su asiento, quedando de nuevo justo detrás del hombre. Una pequeña presión de las rodillas, y el hombre se dio la vuelta, mientras yo leía un libro muy ocupado.
- Me ha cambiado de asiento, y ahí ehtá uhté detráh y sigue molehtándome.
- Le aseguro que no es mi intención; pero, claro, yo tampoco voy cómodo tan apretado.
- Le repito que eh lestánda del avión, que tiene unah medida que son éhtah.
- Por supuesto.
Como la cosa ya era un poco repetitiva y aburrida, decidí cambiar la táctica guerrillera, lo cual queda para la siguiente entrada.
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
jueves, 27 de diciembre de 2007
miércoles, 26 de diciembre de 2007
Entrada nada navideña
Y ahora toca una vez más una de aviones, en este caso del retorno de los Von Buchweizen a España a bordo de, claro que sí, Aeroflot. A los Alfor, Alfina, Abi, Ro y Ame acompaña en esta ocasión Alson, un niño de nueve años que viaja con nosotros para reunirse con su madre, que ya está en Madrid. Por si fuera poco, en el avión viaja otra pareja amiga, con dos niños, uno de ellos tirando a revoltoso, y el habitual magma de bebés adoptados con padres novatos desquiciados por la llantina incesante de sus hijos recién estrenados.
Vamos, un guirigay de mil pares de narices, sólo apto para pasajeros pacientes y para fanáticos de los niños. Quien no lo sea debería plantearse otras fechas menos familiares o una generosa dosis de valeriana antes de embarcar.
Abi, Ro y Alson se colocaron en la fila delantera, de las dos que nos habían dado, y los mayores, con Ame, en la trasera, con el objetivo de separar en lo posible a nuestros niños de los de la otra pareja y reducir así el jaleo. Pero, claro, aunque se porten bien, Abi, Ro y Alson son niños, y están nerviosos por el viaje, así que juegan y, efectivamente, algo alborotan. El pasajero que viajaba delante de ellos se dio la vuelta y se alzó ligeramente de su asiento.
Él era un cincuentón de barriga prominente, aunque sin exagerar, pelo escaso y cano y aspecto de clase media pagada de sí misma, de gesto altanero y mirada entre retadora, suficiente y torpe. Le acompañaba su esposa, de edad similar y volumen corporal parejo, que acaso hubiera tenido un aspecto lozano varios lustros antes, si bien, lamentablemente, del mencionado aspecto quedaba tan poco que el antifaz que se ponía para intentar dormir le favorecía en gran medida. Y también estaba su hija, que acurrucada junto a la ventana, no se metía en nada y, quizá por eso, parecía la más juiciosa de los tres.
- Oiga, uhté -dijo el padre.
- ¿Sí?
- ¿No le parese que podían ponerse uhtedeh, loh mayoreh, detráh de nosotroh, para podé dehcansá?
- De acuerdo.
Y, efectivamente, ordenamos a Abi, Ro y Alson que pasasen a nuestros asientos y nosotros ocupamos los suyos. Yo, que debí intuir algo, le dije a Alfina que me quedaba con el asiento que estaba inmediatamente detrás del hombre. Hubo unos momentos de relativo orden, aunque sólo relativo, porque nuestra tropa se puso a jugar con sus nuevos amiguitos de los asientos de detrás. Bueno, y porque pasó algo más: los tres de delante, casi al unísono, reclinaron sus asientos todo lo que pudieron.
- Ya podemoh incliná loh asientoh -dijo el hombre con satisfacción.
- Claro, si su intención es triturarme las rodillas - repuse.
El hombre ignoró completamente esta circunstancia, mientras yo, resignado a pasar el resto del viaje en un espacio restringido, trataba de encajar mis rodillas en el espacio vital que mi compañero de viaje me había dejado. Y ahí empezó todo. A mi oído izquierdo se estaba situando un duendecillo con cuernos, rabo y un pequeño tridente, que decía algo así como:
- Alfor, querido. Esto no puede seguir así. Alguien como tú, con tantas horas de vuelo, tiene recursos de sobra para convertir el viaje de este memo en un infierno.
Al oído derecho, susurraba un angelito blanco con alitas.
- No, Alfor, no le hagas caso. Sé paciente y manso ¡Cuántas veces no estarás tú en su lugar!
- Alfor -decía el duendecillo-, fíjate cómo se regodea de ti este cretino, que primero te hace cambiar de asiento y, cuando te tiene detrás, te deja sin sitio ni para respirar.
- Alfor, Alfor -decía el angelito-, déjalo estar, no te metas en problemas, ¿qué vas a ganar con esto?
Meditaba yo estas cuestiones, mientras trataba de colocar mis maltrechas rodillas, cuando el hombre echó su mano hacia atrás, palpó lo que había detrás de su asiento y, naturalmente, encontró mis rodillas incrustadas en su respaldo. Y dijo.
- Oiga, uhté. Me ehtá clavando lah rodillah en lah espaldah ¿Puede dejá de molehtarme?
Ahí comenzó a subírseme la sangre a la cabeza. Es como si el tío me diese una bofetada y me dijese que le había dado un golpe en la mano con la mejilla.
- Oiga, que no me puedo cortar las rodillas. Dios me hizo así. Si usted levanta un poco el asiento, cabremos todos.
- No, señó. Éhtah son lah medidah del avión, y yo puedo bajá el asento hahta donde se pueda. Eh un estánda que tenemoh que respetáh.
Y el angelito, que vio que cerca de mi cabeza comenzaba a hacer mucho calor, dijo:
- Bueno, yo me voy a pasear un rato. Os dejo solos. No os paséis mucho.
En la próxima entrada se tratará de qué sucedió a continuación.
Vamos, un guirigay de mil pares de narices, sólo apto para pasajeros pacientes y para fanáticos de los niños. Quien no lo sea debería plantearse otras fechas menos familiares o una generosa dosis de valeriana antes de embarcar.
Abi, Ro y Alson se colocaron en la fila delantera, de las dos que nos habían dado, y los mayores, con Ame, en la trasera, con el objetivo de separar en lo posible a nuestros niños de los de la otra pareja y reducir así el jaleo. Pero, claro, aunque se porten bien, Abi, Ro y Alson son niños, y están nerviosos por el viaje, así que juegan y, efectivamente, algo alborotan. El pasajero que viajaba delante de ellos se dio la vuelta y se alzó ligeramente de su asiento.
Él era un cincuentón de barriga prominente, aunque sin exagerar, pelo escaso y cano y aspecto de clase media pagada de sí misma, de gesto altanero y mirada entre retadora, suficiente y torpe. Le acompañaba su esposa, de edad similar y volumen corporal parejo, que acaso hubiera tenido un aspecto lozano varios lustros antes, si bien, lamentablemente, del mencionado aspecto quedaba tan poco que el antifaz que se ponía para intentar dormir le favorecía en gran medida. Y también estaba su hija, que acurrucada junto a la ventana, no se metía en nada y, quizá por eso, parecía la más juiciosa de los tres.
- Oiga, uhté -dijo el padre.
- ¿Sí?
- ¿No le parese que podían ponerse uhtedeh, loh mayoreh, detráh de nosotroh, para podé dehcansá?
- De acuerdo.
Y, efectivamente, ordenamos a Abi, Ro y Alson que pasasen a nuestros asientos y nosotros ocupamos los suyos. Yo, que debí intuir algo, le dije a Alfina que me quedaba con el asiento que estaba inmediatamente detrás del hombre. Hubo unos momentos de relativo orden, aunque sólo relativo, porque nuestra tropa se puso a jugar con sus nuevos amiguitos de los asientos de detrás. Bueno, y porque pasó algo más: los tres de delante, casi al unísono, reclinaron sus asientos todo lo que pudieron.
- Ya podemoh incliná loh asientoh -dijo el hombre con satisfacción.
- Claro, si su intención es triturarme las rodillas - repuse.
El hombre ignoró completamente esta circunstancia, mientras yo, resignado a pasar el resto del viaje en un espacio restringido, trataba de encajar mis rodillas en el espacio vital que mi compañero de viaje me había dejado. Y ahí empezó todo. A mi oído izquierdo se estaba situando un duendecillo con cuernos, rabo y un pequeño tridente, que decía algo así como:
- Alfor, querido. Esto no puede seguir así. Alguien como tú, con tantas horas de vuelo, tiene recursos de sobra para convertir el viaje de este memo en un infierno.
Al oído derecho, susurraba un angelito blanco con alitas.
- No, Alfor, no le hagas caso. Sé paciente y manso ¡Cuántas veces no estarás tú en su lugar!
- Alfor -decía el duendecillo-, fíjate cómo se regodea de ti este cretino, que primero te hace cambiar de asiento y, cuando te tiene detrás, te deja sin sitio ni para respirar.
- Alfor, Alfor -decía el angelito-, déjalo estar, no te metas en problemas, ¿qué vas a ganar con esto?
Meditaba yo estas cuestiones, mientras trataba de colocar mis maltrechas rodillas, cuando el hombre echó su mano hacia atrás, palpó lo que había detrás de su asiento y, naturalmente, encontró mis rodillas incrustadas en su respaldo. Y dijo.
- Oiga, uhté. Me ehtá clavando lah rodillah en lah espaldah ¿Puede dejá de molehtarme?
Ahí comenzó a subírseme la sangre a la cabeza. Es como si el tío me diese una bofetada y me dijese que le había dado un golpe en la mano con la mejilla.
- Oiga, que no me puedo cortar las rodillas. Dios me hizo así. Si usted levanta un poco el asiento, cabremos todos.
- No, señó. Éhtah son lah medidah del avión, y yo puedo bajá el asento hahta donde se pueda. Eh un estánda que tenemoh que respetáh.
Y el angelito, que vio que cerca de mi cabeza comenzaba a hacer mucho calor, dijo:
- Bueno, yo me voy a pasear un rato. Os dejo solos. No os paséis mucho.
En la próxima entrada se tratará de qué sucedió a continuación.
lunes, 24 de diciembre de 2007
Feliz Navidad
a todos los lectores, y ahí va la felicitación correspondiente, que he escogido de entre las que había recibido hasta ahora. Y que es la que tiene más mensaje, así que Ded Moroz y Papá Noel ya pueden tomar nota.
Y eso que he recibido muchas. La más destacada, una procedente de la Generalitat Valenciana y firmada por "Francisco Camps, presidente", a quien no tengo el gusto de conocer, ni de votar, pero que ha mandado una reproducción del nacimiento, de Ribalta, muy bonita, en papel amarillento y con unos sobres de categoría. Ya es el segundo año que me la envía (el año pasado había sido Juan de Juanes el "diseñador" de la postal), y yo sigo preguntándome quién le habrá pasado mi dirección, pero, en todo caso, el detalle se le agradece, más que a él, al asesor, funcionario o personal de confianza que le haya pasado una lista de valencianos en el exilio en la que estuviera incluido este servidor de ustedes.
Y eso que he recibido muchas. La más destacada, una procedente de la Generalitat Valenciana y firmada por "Francisco Camps, presidente", a quien no tengo el gusto de conocer, ni de votar, pero que ha mandado una reproducción del nacimiento, de Ribalta, muy bonita, en papel amarillento y con unos sobres de categoría. Ya es el segundo año que me la envía (el año pasado había sido Juan de Juanes el "diseñador" de la postal), y yo sigo preguntándome quién le habrá pasado mi dirección, pero, en todo caso, el detalle se le agradece, más que a él, al asesor, funcionario o personal de confianza que le haya pasado una lista de valencianos en el exilio en la que estuviera incluido este servidor de ustedes.
viernes, 21 de diciembre de 2007
Agentes comunistas
Los bolcheviques, que eran gente más rara que bendecir la mesa en un MacDonald's, llegaron al poder en Rusia en 1917 con ganas de no dejar títere con cabeza. A sus manías contra las campanas y contra todo lo que oliera a incienso, unieron una serie de acciones encaminadas a dejar a Rusia de manera que no la conociera ni la madre que la parió, y así, aparte de la eliminación física de una parte considerable de la población y de la ejecución de un intenso programa de obras públicas con mano de obra esclava, despanzurraron al campesinado a base de bien y le obligaron a convertirse en obrero en un caso de alienación laboral sin precedentes en el sector.
Y sin embargo, el campesinado, por otra parte, había aplaudido con las orejas las primeras medidas de los bolcheviques y, en particular, el decreto sobre la tierra, que eliminó la propiedad privada sobre la misma, confiscó las posesiones de los terratenientes y preveía su entrega gratuita a los campesinos... hasta que a partir de 1928 comenzó la colectivización y el desastre. La colectivización tuvo además otro efecto paralelo, consistente en hacer desaparecer las tradiciones populares, muchas de ellas conectadas con las antipáticas campanas y el no menos repulsivo incienso. Y así es. Rusia se quedó casi completamente sin tradiciones, mientras que a los campesinos, que siempre son los que mejor las han guardado, se les iba enviando a las fábricas que se creaban en las ciudades. Durante los últimos años, gentes abnegadas están intentando recuperar tradiciones antiguas, pero me da a mí que la cosa no acabará de salir, porque las tradiciones, una vez perdidas, tienen difícil recuperación. Ya es otra cosa.
Bueno, pues para sustituir las tradiciones perdidas con algo nuevo que no tuviera sospecha de oler a incienso, llegó nuestro amigo Ded Moroz, cuya fiesta no comenzó hasta 1936 (no, no, no tiene siglos). Los niños le tenían miedo al principio, y no es para menos, pero finalmente el proceso de sustitución de todo lo anterior por Ded Moroz ha tenido éxito y ahora tenemos que Ded Moroz ha sobrevivido a sus inventores bolcheviques y aparece hasta en la sopa.
Anteayer, sin ir más lejos, estaba en el colegio de Abi y Ro, como ya se vio. Primero los niños llamaron a su nieta Sneguruchka, que se hizo un poco de rogar, pero apareció:
- (Привет, ребята!) Hola, niños.
- (Привет!!) ¡¡¡Hola!!! - responden a coro.
- (А вы меня узнали?) ¿Me habéis reconocido?
- (Дааааа!!!) ¡¡¡Síiii!!!
- (А кто я?) ¿Y quién soy?
- (Снегурочка!!!) ¡¡¡Snegurochka!!
Snegurochka se puso a jugar un poco con los niños, preparando la llegada del mismísimo Ded Moroz. Y luego dijo:
- ¡Vamos a llamar a Ded Moroz! Gritemos muy fuerte: Dedushka Moroz (Давайте позовём Деда Мороза! Давайте закричим громко: Дедушка Мороз!).
Y todos los niños se pusieron a berrear a grito pelado.
- ¡¡Dedushka Moroz!! (Дедушка Мороз!!)
Ni flores. Ahí no venía nadie.
- ¡Hemos de gritar más fuerte! (Мы должны кричить громче!) -dijo Snegurochka.
Los niños se desgañitaron hasta la exageración.
- ¡¡Dedushka Moroz!! (Дедушка Мороз!!)
- ¿Ya ha llegado? (А он пришёл уже?)
- ¡¡No!! (Нет!)
- ¿Cómo? ¿No está ahí detrás de la cámara? (Как? Разве это не он, за камерой?) -dijo, Snegurochka, señalándome.
- ¡¡No!! (Нет!)
Y un niño, especialmente exaltado, le espetó a Snegurochka.
- ¡No es ése! ¡Ded Moroz es rojo! (Это не он! Дед Мороз - красный!)
Sí, señor. Del todo. Pero a los niños no les importa.
Y sin embargo, el campesinado, por otra parte, había aplaudido con las orejas las primeras medidas de los bolcheviques y, en particular, el decreto sobre la tierra, que eliminó la propiedad privada sobre la misma, confiscó las posesiones de los terratenientes y preveía su entrega gratuita a los campesinos... hasta que a partir de 1928 comenzó la colectivización y el desastre. La colectivización tuvo además otro efecto paralelo, consistente en hacer desaparecer las tradiciones populares, muchas de ellas conectadas con las antipáticas campanas y el no menos repulsivo incienso. Y así es. Rusia se quedó casi completamente sin tradiciones, mientras que a los campesinos, que siempre son los que mejor las han guardado, se les iba enviando a las fábricas que se creaban en las ciudades. Durante los últimos años, gentes abnegadas están intentando recuperar tradiciones antiguas, pero me da a mí que la cosa no acabará de salir, porque las tradiciones, una vez perdidas, tienen difícil recuperación. Ya es otra cosa.
Bueno, pues para sustituir las tradiciones perdidas con algo nuevo que no tuviera sospecha de oler a incienso, llegó nuestro amigo Ded Moroz, cuya fiesta no comenzó hasta 1936 (no, no, no tiene siglos). Los niños le tenían miedo al principio, y no es para menos, pero finalmente el proceso de sustitución de todo lo anterior por Ded Moroz ha tenido éxito y ahora tenemos que Ded Moroz ha sobrevivido a sus inventores bolcheviques y aparece hasta en la sopa.
Anteayer, sin ir más lejos, estaba en el colegio de Abi y Ro, como ya se vio. Primero los niños llamaron a su nieta Sneguruchka, que se hizo un poco de rogar, pero apareció:
- (Привет, ребята!) Hola, niños.
- (Привет!!) ¡¡¡Hola!!! - responden a coro.
- (А вы меня узнали?) ¿Me habéis reconocido?
- (Дааааа!!!) ¡¡¡Síiii!!!
- (А кто я?) ¿Y quién soy?
- (Снегурочка!!!) ¡¡¡Snegurochka!!
Snegurochka se puso a jugar un poco con los niños, preparando la llegada del mismísimo Ded Moroz. Y luego dijo:
- ¡Vamos a llamar a Ded Moroz! Gritemos muy fuerte: Dedushka Moroz (Давайте позовём Деда Мороза! Давайте закричим громко: Дедушка Мороз!).
Y todos los niños se pusieron a berrear a grito pelado.
- ¡¡Dedushka Moroz!! (Дедушка Мороз!!)
Ni flores. Ahí no venía nadie.
- ¡Hemos de gritar más fuerte! (Мы должны кричить громче!) -dijo Snegurochka.
Los niños se desgañitaron hasta la exageración.
- ¡¡Dedushka Moroz!! (Дедушка Мороз!!)
- ¿Ya ha llegado? (А он пришёл уже?)
- ¡¡No!! (Нет!)
- ¿Cómo? ¿No está ahí detrás de la cámara? (Как? Разве это не он, за камерой?) -dijo, Snegurochka, señalándome.
- ¡¡No!! (Нет!)
Y un niño, especialmente exaltado, le espetó a Snegurochka.
- ¡No es ése! ¡Ded Moroz es rojo! (Это не он! Дед Мороз - красный!)
Sí, señor. Del todo. Pero a los niños no les importa.
miércoles, 19 de diciembre de 2007
El verdadero rostro de Ded Moroz
Acabo de llegar de la fiesta de Año Nuevo (aquí pasan olímpicamente de la Navidad) del colegio de Abi y Ro, con la presencia estelar de Ded Moroz y Snegurochka, que ya fueron protagonistas por aquí en las mismas fechas del año pasado.
Abi y Ro van al mismo colegio, pero a clases diferentes y, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de los colegios españoles, no hay una fiesta de todo el colegio, sino que cada clase tiene la suya, de manera que me ha tocado ver por partida doble los números de Ded Moroz y Snegurochka. Ha sido muy interesante y me he tirado media mañana sacando fotos y grabando vídeos, como la mayoría de los padres que estábamos entre el público, pero yo lo he tenido que hacer dos veces. Al final, un poco más y Ded Moroz ya hubiera empezado a tutearme. Además, como no en vano se trata de un colegio especializado en música y coreografía, los niños hacían unos números de canto y baile que no se los salta un gitano. Qué fieras, tú.
Pero lo verdaderamente importante de haber estado en la sala tanto tiempo es que he descubierto la identidad secreta de Ded Moroz. Sí, sí, como suena. Ya casi todos los niños son conscientes de que la barba de Ded Moroz no es auténtica, sino postiza. Y es normal. Imaginaos a Ded Moroz, con el gorro, la barba blanca, el albornoz rojo, dando vueltas por Moscú en esta época del año: al pobre no lo dejarían en paz y le estarían pidiendo regalos por donde fuera. Así que, y esto que quede entre nosotros, Ded Moroz, cuando no está delante de los niños, sufre un radical cambio de imagen. Pero radical, radical.
Estaba yo con dos madres esperando en la sala el comienzo de la fiesta de la clase de Ro, cuando vimos entrar a un hombre de unos treinta años, de aspecto desastrado; panzudo, más que gordo; vestido con unos vaqueros raídos y con una camiseta de camuflaje, como el fondo de esta página; y, para acabarlo de arreglar, con una coleta en la parte superior de la cabeza, que más parecía pincel desmochado que otra cosa. Vamos, todo un cromo. El tal hombre avanzó y dejó una bolsa de plástico en la sala, para retirarse después.
- ¿Será éste Ded Moroz? - dijo una de las madres a la otra.
- No puede ser - repuso la otra. Y efectivamente, no parecía posible.
Luego llegó la fiesta, se presentó Snegurochka, nieta de Ded Moroz, y luego llegó el propio Ded Moroz, vestido de rojo y con las mejillas, también, de rojo subido. Jugó con los niños, cantó, bailó, repartió los regalos y luego se fue. Y poco después los niños cantaron una canción más y la fiesta se terminó. Y se retiraron todos los padres, menos yo, que seguía de servicio y me quedaba a la siguiente fiesta, la de Abi.
Y así fue como descubrí el pastel, sí, señor. Y es que, en el intermedio, volvió a aparecer el gordo desastrado de antes, con la bolsa de plástico que dejó en la sala; me fijé en su cara ¡y tenía las mejillas pintadas de rojo! ¡Era realmente él!
Así que ya sabéis la razón por la que no vemos a Ded Moroz por Moscú. En realidad, sí que lo vemos, pero no sabemos que es él, porque, para despistar, presenta un aspecto lo más desastrado y repulsivo posible, con el fin de que no le den la vara más de lo necesario. Y es que, efectivamente, el pobre trabaja tanto en estas fechas que tiene que pasar inadvertido los pocos ratos que pueda tener de descanso. Además, con lo incómodo que debe ser llevar ese pedazo de barba, supongo que hace mucho tiempo que tomó la decisión de afeitarse y de usar la barba sólo con los niños. A ellos no les importa que sea postiza.
Pero eso no es todo, no. En la siguiente entrada desentrañaremos más peculiaridades de Ded Moroz y de su misteriosa nieta Snegurochka. Digo lo de misteriosa porque nadie sabe quién es su madre y porque tampoco queda claro si es su madre o su padre el hijo de Ded Moroz.
Abi y Ro van al mismo colegio, pero a clases diferentes y, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de los colegios españoles, no hay una fiesta de todo el colegio, sino que cada clase tiene la suya, de manera que me ha tocado ver por partida doble los números de Ded Moroz y Snegurochka. Ha sido muy interesante y me he tirado media mañana sacando fotos y grabando vídeos, como la mayoría de los padres que estábamos entre el público, pero yo lo he tenido que hacer dos veces. Al final, un poco más y Ded Moroz ya hubiera empezado a tutearme. Además, como no en vano se trata de un colegio especializado en música y coreografía, los niños hacían unos números de canto y baile que no se los salta un gitano. Qué fieras, tú.
Pero lo verdaderamente importante de haber estado en la sala tanto tiempo es que he descubierto la identidad secreta de Ded Moroz. Sí, sí, como suena. Ya casi todos los niños son conscientes de que la barba de Ded Moroz no es auténtica, sino postiza. Y es normal. Imaginaos a Ded Moroz, con el gorro, la barba blanca, el albornoz rojo, dando vueltas por Moscú en esta época del año: al pobre no lo dejarían en paz y le estarían pidiendo regalos por donde fuera. Así que, y esto que quede entre nosotros, Ded Moroz, cuando no está delante de los niños, sufre un radical cambio de imagen. Pero radical, radical.
Estaba yo con dos madres esperando en la sala el comienzo de la fiesta de la clase de Ro, cuando vimos entrar a un hombre de unos treinta años, de aspecto desastrado; panzudo, más que gordo; vestido con unos vaqueros raídos y con una camiseta de camuflaje, como el fondo de esta página; y, para acabarlo de arreglar, con una coleta en la parte superior de la cabeza, que más parecía pincel desmochado que otra cosa. Vamos, todo un cromo. El tal hombre avanzó y dejó una bolsa de plástico en la sala, para retirarse después.
- ¿Será éste Ded Moroz? - dijo una de las madres a la otra.
- No puede ser - repuso la otra. Y efectivamente, no parecía posible.
Luego llegó la fiesta, se presentó Snegurochka, nieta de Ded Moroz, y luego llegó el propio Ded Moroz, vestido de rojo y con las mejillas, también, de rojo subido. Jugó con los niños, cantó, bailó, repartió los regalos y luego se fue. Y poco después los niños cantaron una canción más y la fiesta se terminó. Y se retiraron todos los padres, menos yo, que seguía de servicio y me quedaba a la siguiente fiesta, la de Abi.
Y así fue como descubrí el pastel, sí, señor. Y es que, en el intermedio, volvió a aparecer el gordo desastrado de antes, con la bolsa de plástico que dejó en la sala; me fijé en su cara ¡y tenía las mejillas pintadas de rojo! ¡Era realmente él!
Así que ya sabéis la razón por la que no vemos a Ded Moroz por Moscú. En realidad, sí que lo vemos, pero no sabemos que es él, porque, para despistar, presenta un aspecto lo más desastrado y repulsivo posible, con el fin de que no le den la vara más de lo necesario. Y es que, efectivamente, el pobre trabaja tanto en estas fechas que tiene que pasar inadvertido los pocos ratos que pueda tener de descanso. Además, con lo incómodo que debe ser llevar ese pedazo de barba, supongo que hace mucho tiempo que tomó la decisión de afeitarse y de usar la barba sólo con los niños. A ellos no les importa que sea postiza.
Pero eso no es todo, no. En la siguiente entrada desentrañaremos más peculiaridades de Ded Moroz y de su misteriosa nieta Snegurochka. Digo lo de misteriosa porque nadie sabe quién es su madre y porque tampoco queda claro si es su madre o su padre el hijo de Ded Moroz.
lunes, 17 de diciembre de 2007
Buratino
Ahora que se acercan fechas de buena voluntad, buenrollismo, lágrima fácil, sinceridad descontrolada y fin de período, es hora de ir haciendo algo de balance y de responder a algunas preguntas que de vez en cuando se plantean, antes de hacer las maletas y enfrentarse a los reencuentros familiares y de amigos propios de la temporada que empieza.
Y la pregunta más recurrente es: Todo lo que pone aquí, ¿es verdad?
La respuesta es no. Todo lo que pone aquí no es verdad. Hay algunas cosas totalmente inventadas (por ejemplo, ésta, basada en una foto auténtica, y ésta otra, también), otras están algo exageradillas, no mucho (y aquí y aquí hay algún ejemplo de este tipo de inexactitud), y otras son cuestiones de opinión; pero la gran mayoría son tan verdad que hasta están tomadas literalmente (y he aquí un ejemplo glorioso de estas últimas).
Lo de las mentiras es el pecadillo de Pinocho, el protagonista de uno de los cuentos más entrañables y populares en España. Pues en Rusia también es muy conocido, sólo que no se llama Pinocho, sino que hay una versión local escrita por Alexey Tolstoy (al que no hay que confundir con el conde Tolstoy, el de "Guerra y Paz" y todas esas novelas que nos ponían de niños en el asiento para llegar a la mesa). En la versión local, Pinocho se llama "Buratino", Gepetto "Papa Carlo" y, en lugar de hada madrina, hay otra marioneta, llamada "Malvina" (pero que no es argentina, ni británica). Sin embargo, con algunas diferencias, el argumento es bastante parecido y el cuentecito tremendamente popular en Rusia, hasta el punto de que ha dado lugar a películas, secuelas y mercadotecnia abundante.
Y así llega el momento en que estaba leyendo un cuento a la tropa, Abi, Ro y Ame, antes de ir a dormir. Lo de dormir no es muy popular entre la tropa, así que tratan de cambiar de tema para prolongar la velada. Y, en esto, Ro me mira a la cara y dice:
- Papa, ¿per qué tens el nas tan gran? (¿Por qué tienes la nariz tan grande?)
Vuelvo la cabeza alucinado. Pero Ro prosigue abriendo mucho los ojos y la boca:
- ¡Papà! ¿És que has mentit?
Sí. Y tengo el rostro de madera.
Y la pregunta más recurrente es: Todo lo que pone aquí, ¿es verdad?
La respuesta es no. Todo lo que pone aquí no es verdad. Hay algunas cosas totalmente inventadas (por ejemplo, ésta, basada en una foto auténtica, y ésta otra, también), otras están algo exageradillas, no mucho (y aquí y aquí hay algún ejemplo de este tipo de inexactitud), y otras son cuestiones de opinión; pero la gran mayoría son tan verdad que hasta están tomadas literalmente (y he aquí un ejemplo glorioso de estas últimas).
Lo de las mentiras es el pecadillo de Pinocho, el protagonista de uno de los cuentos más entrañables y populares en España. Pues en Rusia también es muy conocido, sólo que no se llama Pinocho, sino que hay una versión local escrita por Alexey Tolstoy (al que no hay que confundir con el conde Tolstoy, el de "Guerra y Paz" y todas esas novelas que nos ponían de niños en el asiento para llegar a la mesa). En la versión local, Pinocho se llama "Buratino", Gepetto "Papa Carlo" y, en lugar de hada madrina, hay otra marioneta, llamada "Malvina" (pero que no es argentina, ni británica). Sin embargo, con algunas diferencias, el argumento es bastante parecido y el cuentecito tremendamente popular en Rusia, hasta el punto de que ha dado lugar a películas, secuelas y mercadotecnia abundante.
Y así llega el momento en que estaba leyendo un cuento a la tropa, Abi, Ro y Ame, antes de ir a dormir. Lo de dormir no es muy popular entre la tropa, así que tratan de cambiar de tema para prolongar la velada. Y, en esto, Ro me mira a la cara y dice:
- Papa, ¿per qué tens el nas tan gran? (¿Por qué tienes la nariz tan grande?)
Vuelvo la cabeza alucinado. Pero Ro prosigue abriendo mucho los ojos y la boca:
- ¡Papà! ¿És que has mentit?
Sí. Y tengo el rostro de madera.
viernes, 14 de diciembre de 2007
Carta abierta
Estimado señor Presidente:
Es usted cojonudo. Qué digo cojonudo: es usted el gobernante más íntegro y más original de toda Europa, y aún diría que de todo Occidente si no me temiera que podría usted no sentirse identificado.
A lo largo de estos últimos años, usted ha estado percibiendo un problema acuciante, cual era el de la aparición indiscriminada de ciudadanos extranjeros, occidentales, varones en su práctica totalidad, gente de moral relajada y costumbres licenciosas, que, en su discurrir por éste su país, acababan arrejuntándose con mujeres eslavas, las cuales, enajenadas por los cantos de sirena del varón forastero, consentían en convivir con el mismo en heterodoxa actitud y en permanente escándalo, sin formalizar su relación ni ganas de hacerlo y dedicándose al desorden, a la lujuria y puede que a las conspiraciones judeomasónicas o a la apología del fascismo.
En previsora actitud, Rusia exige visado a los extranjeros que se encuenten en su territorio, y me atrevo a apuntar que con buen criterio, aunque sólo sea para proteger en lo posible a estas inocentes criaturas eslavas de las hordas de guiris desordenados que urden todo tipo de artimañas para sacarlas de su estado angelical y conducirlas a la locura y a la degeneración.
Pero Satán es mucho Satán, y estos torvos personajes, agarrándose a los resquicios que una legislación demasiado generosa les concedía, habían venido burlando las barreras que se alzaban ante ellos y, simulando dedicarse a los negocios, trampeando y mintiendo, se conseguían proveer de visados anuales de múltiple entrada a fuerza de desvirtuar la noble institución del visado.
No es de extrañar la preocupación de usted al pensar en esta malhadada situación, en las infelices niñas engañadas por tanto varón licencioso, en las madres de las pobres niñas deplorando en silencio la perdición de las mismas, en los padres entregados a la bebida exclusivamente por la deshonra que les acongoja, en los hermanos avergonzados por el pésimo ejemplo de sus hermanas, otrora inocentes e inmaculadas y hoy convertidas en piedra de escándalo por la hidra moliciosa del enemigo. En tanta pureza y virtud, en suma, puesta en peligro por vecindad tan desdichada.
Afortunadamente, no contaban estos emisarios del maligno con su visión de Estado ¡Qué gesto redentor ha tenido usted! ¡Qué ardid tan astuto! ¡Qué genial idea la de limitar los visados a un máximo de tres meses consecutivos de estancia, y poner de patitas en la frontera al que los sobrepase!
Este golpe maestro ha venido a enderezar la situación. Vemos hoy como los licenciosos extranjeros, enfrentados a la perspectiva de visitar cada tres meses los acogedores pero minuciosos y exigentes consulados rusos, agachan su sucia cabeza y consienten, tras años de convivencia escandalosa, en contraer matrimonio con las rusas a las que, vergüenza debería darles, despojaron de su contrastada inocencia; vemos como, acto seguido, comienzan a pedir permisos de residencia en calidad de esposos amantísimos, y no como antes, en que pretextaban cualquier despropósito para continuar amancebados. Vemos, en suma, cómo se forman familias como Dios manda.
Esta bitácora, paladina de las buenas costumbres y de la estructura familiar, se honra en surgir en un país en que la legislación familiar camina en la dirección correcta, no como en otros, abocados cada vez más a la molicie y al desorden y teatro de toda decadencia imaginable de las buenas costumbres. Ea, pues, señor Presidente, siga por la senda estrecha, pero satisfactoria, del deber cumplido y ponga todo tipo de trabas a la estancia de estos indeseables en suelo ruso; complique la gestión de visados; continúe haciéndoles pasar un infierno burocrático a la hora de pedir la residencia; que expíen de esta manera su execrable comportamiento pasado y que lamenten el día en que despojaron de su candidez a las niñitas que, desprevenidas, desconocían hasta qué punto podían terminar en una vorágine impensable al alejar sus planes de convivencia del noble varón ruso, dechado de virtudes y espejo de santos, y entregarse a esos elementos extraños, enviados de Belcebú, que sólo son capaces de propagar la perdición y el desastre.
Es usted cojonudo. Qué digo cojonudo: es usted el gobernante más íntegro y más original de toda Europa, y aún diría que de todo Occidente si no me temiera que podría usted no sentirse identificado.
A lo largo de estos últimos años, usted ha estado percibiendo un problema acuciante, cual era el de la aparición indiscriminada de ciudadanos extranjeros, occidentales, varones en su práctica totalidad, gente de moral relajada y costumbres licenciosas, que, en su discurrir por éste su país, acababan arrejuntándose con mujeres eslavas, las cuales, enajenadas por los cantos de sirena del varón forastero, consentían en convivir con el mismo en heterodoxa actitud y en permanente escándalo, sin formalizar su relación ni ganas de hacerlo y dedicándose al desorden, a la lujuria y puede que a las conspiraciones judeomasónicas o a la apología del fascismo.
En previsora actitud, Rusia exige visado a los extranjeros que se encuenten en su territorio, y me atrevo a apuntar que con buen criterio, aunque sólo sea para proteger en lo posible a estas inocentes criaturas eslavas de las hordas de guiris desordenados que urden todo tipo de artimañas para sacarlas de su estado angelical y conducirlas a la locura y a la degeneración.
Pero Satán es mucho Satán, y estos torvos personajes, agarrándose a los resquicios que una legislación demasiado generosa les concedía, habían venido burlando las barreras que se alzaban ante ellos y, simulando dedicarse a los negocios, trampeando y mintiendo, se conseguían proveer de visados anuales de múltiple entrada a fuerza de desvirtuar la noble institución del visado.
No es de extrañar la preocupación de usted al pensar en esta malhadada situación, en las infelices niñas engañadas por tanto varón licencioso, en las madres de las pobres niñas deplorando en silencio la perdición de las mismas, en los padres entregados a la bebida exclusivamente por la deshonra que les acongoja, en los hermanos avergonzados por el pésimo ejemplo de sus hermanas, otrora inocentes e inmaculadas y hoy convertidas en piedra de escándalo por la hidra moliciosa del enemigo. En tanta pureza y virtud, en suma, puesta en peligro por vecindad tan desdichada.
Afortunadamente, no contaban estos emisarios del maligno con su visión de Estado ¡Qué gesto redentor ha tenido usted! ¡Qué ardid tan astuto! ¡Qué genial idea la de limitar los visados a un máximo de tres meses consecutivos de estancia, y poner de patitas en la frontera al que los sobrepase!
Este golpe maestro ha venido a enderezar la situación. Vemos hoy como los licenciosos extranjeros, enfrentados a la perspectiva de visitar cada tres meses los acogedores pero minuciosos y exigentes consulados rusos, agachan su sucia cabeza y consienten, tras años de convivencia escandalosa, en contraer matrimonio con las rusas a las que, vergüenza debería darles, despojaron de su contrastada inocencia; vemos como, acto seguido, comienzan a pedir permisos de residencia en calidad de esposos amantísimos, y no como antes, en que pretextaban cualquier despropósito para continuar amancebados. Vemos, en suma, cómo se forman familias como Dios manda.
Esta bitácora, paladina de las buenas costumbres y de la estructura familiar, se honra en surgir en un país en que la legislación familiar camina en la dirección correcta, no como en otros, abocados cada vez más a la molicie y al desorden y teatro de toda decadencia imaginable de las buenas costumbres. Ea, pues, señor Presidente, siga por la senda estrecha, pero satisfactoria, del deber cumplido y ponga todo tipo de trabas a la estancia de estos indeseables en suelo ruso; complique la gestión de visados; continúe haciéndoles pasar un infierno burocrático a la hora de pedir la residencia; que expíen de esta manera su execrable comportamiento pasado y que lamenten el día en que despojaron de su candidez a las niñitas que, desprevenidas, desconocían hasta qué punto podían terminar en una vorágine impensable al alejar sus planes de convivencia del noble varón ruso, dechado de virtudes y espejo de santos, y entregarse a esos elementos extraños, enviados de Belcebú, que sólo son capaces de propagar la perdición y el desastre.
miércoles, 12 de diciembre de 2007
Erre que erre
Abi, Ro y Ame, que son españoles y no pueden serlo más, sin embargo son absolutamente imposibles de distinguir de los niños rusos con los que van al colegio o a la guardería. Al fin y al cabo, en Rusia pasan algo más de nueve meses al año, que ya dan de sí para mimetizarse lo suficiente con el entorno. El problema, a veces, viene en los otros casi tres meses, como mucho, que transcurren en España.
Como yo no soy objetivo, porque les oigo todos los días, presto bastante atención a cómo reaccionan en sus conversaciones con los demás. De momento, durante los primeros días siguen conversando en ruso entre ellos, pero al cabo de una semana pasan al castellano, o al valenciano, lenguas que en Rusia sólo usan hablando con sus padres, y siguen así hasta que llega la hora del retorno.
Abi y Ro, en esto, tuvieron suerte. Debido a que sus padres no hablaban ruso con ellas, no tuvieron más remedio que aprender otra lengua, y hacerlo bien. Y, en efecto, también son imposibles de distinguir de los niños españoles corrientes y molientes. A veces ha habido alguien que se ha empeñado en decir que tenían acento, pero ésos marisabidillos sabían que se trata de niñas que viven todo el año en Moscú y habrían dicho que tenían acento ruso así hablaran como castellanas viejas.
Ame salió más pícaro y se escaquea lo que puede de hablar en castellano o en valenciano. En este sentido, le ayuda que, a diferencia de sus hermanas, siempre cuenta con alguien dispuesto a entenderle y contestarle en ruso: sus propias hermanas. Quizá por eso, su pronunciación de la erre es manifiestamente mejorable.
Y es que la erre es una letra que se las trae. En castellano, tenemos una erre recia y vibrante y una más suave, pero no mucho más; en alemán, tienen una erre palatal que me hizo sudar tinta cuando me eduqué con ellos. Mi profesor, que había nacido en Prusia Oriental y cuyos padres salieron por piernas en 1944 huyendo del ejército rojo, me consolaba diciendo:
- No pasa nada. Puedes mantener la erre española, que es igual a la del dialecto de Prusia Oriental.
Mal consuelo, teniendo en cuenta que el dialecto de Prusia Oriental está más muerto que Carracuca. Pero bueno, siguiendo con las erres, el inglés tiene de todo, desde una especie fricativa hasta una casi inexistente... y el francés... madre mía, el francés, con su erre gutural y gangosa... más o menos como la pronuncia Ame, por otra parte.
El ruso tiene dos, como el español. Una se parece mucho a nuestra erre suave, pero es más suave todavía, y la otra, la erre blanda, tiene un matiz palatal bastante complicado de atrapar y que delata con bastante evidencia al hablante no nativo.
Quizá eran consideraciones como éstas las que pasaban por la cabeza de Ro, el otro día, a la hora de cenar. A Abi costó bastante convencerle de que era española; con Ro no ha habido que hacer un esfuerzo especial; de hecho, parece convencida de su nacionalidad y, en cada caso, quiere saber con quién se juega los cuartos.
- Papá...
- ¿Qué?
- Ame, ¿qué es? ¿Es español?
- ¿Español? ¡Claro! Igual que tú.
- Entonces, ¿por qué tiene acento?
Como yo no soy objetivo, porque les oigo todos los días, presto bastante atención a cómo reaccionan en sus conversaciones con los demás. De momento, durante los primeros días siguen conversando en ruso entre ellos, pero al cabo de una semana pasan al castellano, o al valenciano, lenguas que en Rusia sólo usan hablando con sus padres, y siguen así hasta que llega la hora del retorno.
Abi y Ro, en esto, tuvieron suerte. Debido a que sus padres no hablaban ruso con ellas, no tuvieron más remedio que aprender otra lengua, y hacerlo bien. Y, en efecto, también son imposibles de distinguir de los niños españoles corrientes y molientes. A veces ha habido alguien que se ha empeñado en decir que tenían acento, pero ésos marisabidillos sabían que se trata de niñas que viven todo el año en Moscú y habrían dicho que tenían acento ruso así hablaran como castellanas viejas.
Ame salió más pícaro y se escaquea lo que puede de hablar en castellano o en valenciano. En este sentido, le ayuda que, a diferencia de sus hermanas, siempre cuenta con alguien dispuesto a entenderle y contestarle en ruso: sus propias hermanas. Quizá por eso, su pronunciación de la erre es manifiestamente mejorable.
Y es que la erre es una letra que se las trae. En castellano, tenemos una erre recia y vibrante y una más suave, pero no mucho más; en alemán, tienen una erre palatal que me hizo sudar tinta cuando me eduqué con ellos. Mi profesor, que había nacido en Prusia Oriental y cuyos padres salieron por piernas en 1944 huyendo del ejército rojo, me consolaba diciendo:
- No pasa nada. Puedes mantener la erre española, que es igual a la del dialecto de Prusia Oriental.
Mal consuelo, teniendo en cuenta que el dialecto de Prusia Oriental está más muerto que Carracuca. Pero bueno, siguiendo con las erres, el inglés tiene de todo, desde una especie fricativa hasta una casi inexistente... y el francés... madre mía, el francés, con su erre gutural y gangosa... más o menos como la pronuncia Ame, por otra parte.
El ruso tiene dos, como el español. Una se parece mucho a nuestra erre suave, pero es más suave todavía, y la otra, la erre blanda, tiene un matiz palatal bastante complicado de atrapar y que delata con bastante evidencia al hablante no nativo.
Quizá eran consideraciones como éstas las que pasaban por la cabeza de Ro, el otro día, a la hora de cenar. A Abi costó bastante convencerle de que era española; con Ro no ha habido que hacer un esfuerzo especial; de hecho, parece convencida de su nacionalidad y, en cada caso, quiere saber con quién se juega los cuartos.
- Papá...
- ¿Qué?
- Ame, ¿qué es? ¿Es español?
- ¿Español? ¡Claro! Igual que tú.
- Entonces, ¿por qué tiene acento?
lunes, 10 de diciembre de 2007
Echando valones fuera
Y con esta entrada voy a terminar esta serie belga, antes de volver a Rusia. Después de todo más vale escribir ahora, porque se trata de un país que podría no subsistir por mucho tiempo, tal como de están de enfadados flamencos con valones, y supongo que valones con flamencos, y donde la única cosa común es la Monarquía. Porque, lo que es Gobierno central, llevan la tira de tiempo sin él, y no pasa nada. Y eso a pesar de que el lema del país es "La unión hace la fuerza".
Después de que España dominara los entonces llamados "Países Bajos Españoles" durante cerca de doscientos años, me quedaba la duda de qué actitud mantendrían para con nosotros, igual que pasa en América del Sur, en que no falta quien nos acuse de todos los males que tienen. Pues bien, aquí, por lo menos, no nos acusan de sus males actuales (que ya los quisieran otros), pero sí que a veces parecen algo enfurruñados por los pasados.
Foto 1 (la de arriba): estatua de los condes de Egmont y Hoorn.
La foto es un ejemplo de enfado, procedente de cuando los condes de Egmont y Hoorn fueron ajusticiados en Bruselas por el Duque de Alba (ya dije que debía estar enfadado por el tiempo que hacía y esas cosas...) en junio de 1568, dice la estatua que "por una sentencia inicua". Los condes ésos, que son los mendas de la foto, eran un par de flamencos de buena familia que tuvieron sus más y sus menos con Felipe II sobre un quítame allá esa Inquisición, pero el Rey nunca estuvo para bromas y lo de gobernar sobre herejes, pijos o no, como que no iba con él. Al final, ochenta años después, la cosa salió mal, pero, si no hubiera sido por el proceso intermedio, Velázquez no hubiera podido pintar "La rendición de Breda", así que algo sí que sacamos del lío.
Foto 2: Don Quijote, Sancho, Rocinante y el Rucio en la plaza de España de Bruselas
En Bruselas existe una plaza de España, con estatua ecuestre de Don Quijote y Sancho. No es muy conocido que una de las primeras ediciones del Quijote, en español, fue la de Bruselas, tan temprano como en 1607, así que no es de sospechar que los bruseleses estén orgullosos de haber sido de los primeros en dar a la imprenta ese pedazo de novela. Supongo que la habrán leído tan poco como los españoles, y desde luego menos que los rusos, pero, lo que es imprimirla, ya lo creo que lo han hecho.
Foto 3: Spanjeplein
Y éste es uno de los letreros que señalan la plaza de España. Los demás son normales, pero éste no. Hombre, a mí la verdad es que me gusta más Gastón Elgaffe, de entre los personajes de Franquin, pero el Marsupilami no estaba tampoco mal.
Aún así... ¿cómo lo diría yo? Ya sé que Bélgica se enorgullece de sus dibujantes de tebeos, pero me pregunto si no se estarán choteando de nosotros.
Después de que España dominara los entonces llamados "Países Bajos Españoles" durante cerca de doscientos años, me quedaba la duda de qué actitud mantendrían para con nosotros, igual que pasa en América del Sur, en que no falta quien nos acuse de todos los males que tienen. Pues bien, aquí, por lo menos, no nos acusan de sus males actuales (que ya los quisieran otros), pero sí que a veces parecen algo enfurruñados por los pasados.
Foto 1 (la de arriba): estatua de los condes de Egmont y Hoorn.
La foto es un ejemplo de enfado, procedente de cuando los condes de Egmont y Hoorn fueron ajusticiados en Bruselas por el Duque de Alba (ya dije que debía estar enfadado por el tiempo que hacía y esas cosas...) en junio de 1568, dice la estatua que "por una sentencia inicua". Los condes ésos, que son los mendas de la foto, eran un par de flamencos de buena familia que tuvieron sus más y sus menos con Felipe II sobre un quítame allá esa Inquisición, pero el Rey nunca estuvo para bromas y lo de gobernar sobre herejes, pijos o no, como que no iba con él. Al final, ochenta años después, la cosa salió mal, pero, si no hubiera sido por el proceso intermedio, Velázquez no hubiera podido pintar "La rendición de Breda", así que algo sí que sacamos del lío.
Foto 2: Don Quijote, Sancho, Rocinante y el Rucio en la plaza de España de Bruselas
En Bruselas existe una plaza de España, con estatua ecuestre de Don Quijote y Sancho. No es muy conocido que una de las primeras ediciones del Quijote, en español, fue la de Bruselas, tan temprano como en 1607, así que no es de sospechar que los bruseleses estén orgullosos de haber sido de los primeros en dar a la imprenta ese pedazo de novela. Supongo que la habrán leído tan poco como los españoles, y desde luego menos que los rusos, pero, lo que es imprimirla, ya lo creo que lo han hecho.
Foto 3: Spanjeplein
Y éste es uno de los letreros que señalan la plaza de España. Los demás son normales, pero éste no. Hombre, a mí la verdad es que me gusta más Gastón Elgaffe, de entre los personajes de Franquin, pero el Marsupilami no estaba tampoco mal.
Aún así... ¿cómo lo diría yo? Ya sé que Bélgica se enorgullece de sus dibujantes de tebeos, pero me pregunto si no se estarán choteando de nosotros.
viernes, 7 de diciembre de 2007
Poniéndose flamenco
Lovaina, en un día feo, más lluvioso que húmedo y desagradable como él solo. Salgo de la estación de tren y me pongo a caminar bajo el impermeable por la ciudad, en busca de la oficina de turismo. El tiempo es tan malo que, y más en las fechas que estamos, me acuerdo del milagro de Empel. Se ve que el clima tampoco ha cambiado tanto en los últimos cuatrocientos y pico años. Ya bastante calado, consigo encontrar la oficina de turismo y entro en ella con decisión. Hay una mujer hablando por teléfono y una joven trajinando en su ordenador, con lo que me dirijo a ella:
- Bonjour, je voudrais acheter un plan de la ville avec quelques renseignements généraux sur les lieux d'interêt.
La joven me mira, sonríe y gira la cabeza de un lado a otro. La otra sigue hablando por teléfono.
"Bueno, igual sale en alemán, que es idioma oficial en una parte de Bélgica."
- Guten Morgen, ich wollte einen Stadtplan von Löwen kaufen, und zwar mit einigen Hinweisen über Sehenswürdigkeiten und so weiter...
La joven me mira, sonríe y gira la cabeza de un lado a otro. La otra sigue hablando por teléfono.
- Good morning, I would like to buy a plan of the city with some hints about monuments and so on.
La joven me mira, sonríe y gira la cabeza de un lado a otro. La otra sigue hablando por teléfono.
- A ver, lo que yo quería era un plano, un plano de la ciudad, a ver qué c*** hay que ver aquí.
La joven me sigue mirando fijamente. Al final, me obligó a desenterrar lo que aprendí en las poquísimas clases de holandés que se me ocurrió recibir. Lo malo es que estaba muy bien enterrado.
- Alstublieft, ik wil een stadplan hebben - alcancé a balbucir. Aún no sé ni si era correcto.
Al final conseguí el mapa, e incluso lo conseguí en castellano, y pasé un día mojado, pero excelente (la ciudad es preciosa). Eso sí, tiene narices que en una oficina de turismo de la ciudad universitaria por excelencia de Bélgica tengas que expresarte en flamenco para sacar algo en claro. Luego se quejan del Duque de Alba, pero, entre el tiempo que hace y cosas como ésta, ya lo voy comprendiendo mejor: el Duque estaba hasta las narices.
- Bonjour, je voudrais acheter un plan de la ville avec quelques renseignements généraux sur les lieux d'interêt.
La joven me mira, sonríe y gira la cabeza de un lado a otro. La otra sigue hablando por teléfono.
"Bueno, igual sale en alemán, que es idioma oficial en una parte de Bélgica."
- Guten Morgen, ich wollte einen Stadtplan von Löwen kaufen, und zwar mit einigen Hinweisen über Sehenswürdigkeiten und so weiter...
La joven me mira, sonríe y gira la cabeza de un lado a otro. La otra sigue hablando por teléfono.
- Good morning, I would like to buy a plan of the city with some hints about monuments and so on.
La joven me mira, sonríe y gira la cabeza de un lado a otro. La otra sigue hablando por teléfono.
- A ver, lo que yo quería era un plano, un plano de la ciudad, a ver qué c*** hay que ver aquí.
La joven me sigue mirando fijamente. Al final, me obligó a desenterrar lo que aprendí en las poquísimas clases de holandés que se me ocurrió recibir. Lo malo es que estaba muy bien enterrado.
- Alstublieft, ik wil een stadplan hebben - alcancé a balbucir. Aún no sé ni si era correcto.
Al final conseguí el mapa, e incluso lo conseguí en castellano, y pasé un día mojado, pero excelente (la ciudad es preciosa). Eso sí, tiene narices que en una oficina de turismo de la ciudad universitaria por excelencia de Bélgica tengas que expresarte en flamenco para sacar algo en claro. Luego se quejan del Duque de Alba, pero, entre el tiempo que hace y cosas como ésta, ya lo voy comprendiendo mejor: el Duque estaba hasta las narices.
miércoles, 5 de diciembre de 2007
El supermercado
Fue salir de la iglesia en dirección al Grote Markt, y allí estaba:
- ¡Mira! ¡Mira lo que hay allí!
Era una tienda rusa en pleno corazón de Bruselas. Iván da María, en cirílico, sin cortarse un pelo.
- ¡Vamos a entrar!
- Oye, que aún no tengo nostalgia, que yo anteayer estaba allí.
- No, vamos.
Y fuimos.
- Oye, que aquí hay de todo. Pero de todo de todo.
- Voy a enviar un mensaje a B***, que seguro que le gustará saber que tiene aquí esta tienda, para cuando le entren ganas de comprar algo ruso.
Mientras Alfina trasteaba con el teléfono, yo me di una vuelta por la tienda. Efectivamente había de todo: pryaniki, pelmenis congelados, ryazhenka, cerveza rusa (¡en Bélgica!), tarjún, gazirovka de marcas rusas, una videoteca notable y una pequeña biblioteca al fondo. Había pan borodinsky, embutido doktorsky, toneladas de eneldo... había todo tipo de bombones rusos. Sí, en Bélgica se podía encontrar chocolate que no fuera belga. De hecho, el surtido era mucho más variado que en la mayoría de tiendas de alimentación de Moscú.
- Oye, ¡si hay hasta pelmenis congelados! ¡Qué fuerte! ¡Si tiene muchas más cosas que el produkty del barrio!
La mayor diferencia con una tienda rusa de las que hay en Moscú es que ésta estaría atestada hasta la exageración y, en cambio, en la tienda rusa bruselense no había clientes. Sólo la pareja de dependientes, cuyos nombres, posiblemente, podrían ser Iván y María, y dos ancianos, hombre y mujer, sentados en unos sillones junto a la biblioteca y conversando sin prisa.
- ¡Pero si hasta hay babushkas!
Y más que había. Aquello funcionaba como tablón de anuncios de la comunidad rusófona local. En una columna cercana a la puerta, entre los bombones y el tarjún, había multitud de hojitas de papel anunciando clases de ruso, abogados belgas con ruso, clases de piano y de ballet, peticiones de empleo para, al parecer, rusos en busca de trabajo y todo tipo de traducciones, juradas o no, del ruso al francés, alemán o flamenco, o viceversa.
- Es mucho más grande que la tienda que vimos en Valencia.
Alfina ya se dirigió directamente al dependiente, que hasta entonces había estado mirándonos entre sorprendido y curioso.
- ¿Qué dirección es ésta? (Какой адрес у вашего магазина?)
Iván no se esperaba ser interpelado en ruso.
- Rue de l'Empereur, 27, но лучше и легше написать по-флямандски (pero es más fácil en flamenco), Keizerslaan.
- Не волнуетесь, мы просто рекомендуем ваш магазин (No se preocupe, sólo estamos recomendando su tienda).
De vez en cuando se oía ruso en Bruselas, una ciudad donde confluyen todas las lenguas, pero desde luego mucho menos de lo que sonaba el castellano. Algunas cosas, como que una tienda en Bruselas importe cerveza y chocolate ruso, y que posiblemente los venda y todo a un precio parecido al del producto belga (que, casi no debería escribirlo, es de bastante mejor calidad), pueden parecer sorprendentes, pero está visto que la morriña hace milagros.
De hecho, entonces sonó un zumbido procedente del teléfono de Alfina.
- Un mensaje. Ah, es B***, que ya le ha llegado el mío.
- ¿Y qué dice?
- Good tip! Thank you! Have a nice trip. B***
Creo que Iván ha ganado un cliente.
- ¡Mira! ¡Mira lo que hay allí!
Era una tienda rusa en pleno corazón de Bruselas. Iván da María, en cirílico, sin cortarse un pelo.
- ¡Vamos a entrar!
- Oye, que aún no tengo nostalgia, que yo anteayer estaba allí.
- No, vamos.
Y fuimos.
- Oye, que aquí hay de todo. Pero de todo de todo.
- Voy a enviar un mensaje a B***, que seguro que le gustará saber que tiene aquí esta tienda, para cuando le entren ganas de comprar algo ruso.
Mientras Alfina trasteaba con el teléfono, yo me di una vuelta por la tienda. Efectivamente había de todo: pryaniki, pelmenis congelados, ryazhenka, cerveza rusa (¡en Bélgica!), tarjún, gazirovka de marcas rusas, una videoteca notable y una pequeña biblioteca al fondo. Había pan borodinsky, embutido doktorsky, toneladas de eneldo... había todo tipo de bombones rusos. Sí, en Bélgica se podía encontrar chocolate que no fuera belga. De hecho, el surtido era mucho más variado que en la mayoría de tiendas de alimentación de Moscú.
- Oye, ¡si hay hasta pelmenis congelados! ¡Qué fuerte! ¡Si tiene muchas más cosas que el produkty del barrio!
La mayor diferencia con una tienda rusa de las que hay en Moscú es que ésta estaría atestada hasta la exageración y, en cambio, en la tienda rusa bruselense no había clientes. Sólo la pareja de dependientes, cuyos nombres, posiblemente, podrían ser Iván y María, y dos ancianos, hombre y mujer, sentados en unos sillones junto a la biblioteca y conversando sin prisa.
- ¡Pero si hasta hay babushkas!
Y más que había. Aquello funcionaba como tablón de anuncios de la comunidad rusófona local. En una columna cercana a la puerta, entre los bombones y el tarjún, había multitud de hojitas de papel anunciando clases de ruso, abogados belgas con ruso, clases de piano y de ballet, peticiones de empleo para, al parecer, rusos en busca de trabajo y todo tipo de traducciones, juradas o no, del ruso al francés, alemán o flamenco, o viceversa.
- Es mucho más grande que la tienda que vimos en Valencia.
Alfina ya se dirigió directamente al dependiente, que hasta entonces había estado mirándonos entre sorprendido y curioso.
- ¿Qué dirección es ésta? (Какой адрес у вашего магазина?)
Iván no se esperaba ser interpelado en ruso.
- Rue de l'Empereur, 27, но лучше и легше написать по-флямандски (pero es más fácil en flamenco), Keizerslaan.
- Не волнуетесь, мы просто рекомендуем ваш магазин (No se preocupe, sólo estamos recomendando su tienda).
De vez en cuando se oía ruso en Bruselas, una ciudad donde confluyen todas las lenguas, pero desde luego mucho menos de lo que sonaba el castellano. Algunas cosas, como que una tienda en Bruselas importe cerveza y chocolate ruso, y que posiblemente los venda y todo a un precio parecido al del producto belga (que, casi no debería escribirlo, es de bastante mejor calidad), pueden parecer sorprendentes, pero está visto que la morriña hace milagros.
De hecho, entonces sonó un zumbido procedente del teléfono de Alfina.
- Un mensaje. Ah, es B***, que ya le ha llegado el mío.
- ¿Y qué dice?
- Good tip! Thank you! Have a nice trip. B***
Creo que Iván ha ganado un cliente.
lunes, 3 de diciembre de 2007
Gazapos brabanzones
Bruselas está muy bien, sí, además de encontrarse llenita de españoles. Yo diría que hay más que en el siglo XVII y que, si pusiéramos un banderín de enganche, llegábamos a hacer un tercio con seguridad. Pero, por muy ordenada que esté la ciudad, si se busca bien y se es lo bastante puntilloso, se le pueden encontrar errorcillos. Veamos algunos. El que quiera ver la foto más grande, que pinche sobre ella.
Foto 1: Godofredo de Bouillon
El primer gazapo lo encontramos en la Koningsplein, Place Royale o Plaza Real, en cuyo centro se alza una estatua ecuestre de Godofredo de Bouillon, "primer Rey de Jerusalén", según reza la inscripción. Pues nada de eso. Es cierto que, tras la toma de Jerusalén en 1099, durante la primera cruzada, al tal Godofredo le ofrecieron el título de rey, pero el chico era lo suficientemente modesto para no aceptar el título real de la ciudad donde murió Jesucristo y adoptó en su lugar el de Guardían del Santo Sepulcro.
El primer Rey de Jerusalén fue su hermano Balduino I, que le sucedió al año siguiente, tras su muerte, y que era, por lo que se ve, mucho menos modesto que Godofredo. De momento, un cerapio al que encargó la estatua. La LOGSE belga también hizo estragos, por lo visto.
Foto 2: La Virgen de la Soledad, Iglesia de Nuestra Señora de la Capilla (Notre-Dame de la Chapelle)
Aquí el gazapo es un anacronismo. Según el letrero situado a la derecha de la escultura, la imagen de la Virgen de la Soledad fue llevada a Flandes por los tercios del Duque de Alba y quedó allí cuando los tercios fueron disueltos (lo que ocurrió en 1704, con la reforma militar de Felipe V) y cuando "se puso para España el sol en Flandes" (y eso pasó poco después, en 1714, con los tratados de Utrecht-Rastadt).
A los tercios no les hubiera gustado nada ver la bandera rojigualda que han puesto para señalarlos, y que ellos no pudieron conocer, porque no fue inventada hasta el reinado de Carlos III (1759-1788). Cada tercio tenía bandera propia, y la más representativa era, precisamente, una bandera que provenía del lugar en que estaban luchando, cual era la cruz aspada de Borgoña. La rojigualda no apareció nunca por Flandes.
Foto 3: Vidriera de la catedral de Bruselas.
Esto no es propiamente un gazapo. La inscripción de la soberbia vidriera, regalo de bodas de Carlos I a su esposa Isabel, que están representados en la misma, reza así:
que se traduce como
Carlos V, Emperador de Romanos,
siempre augusto,
Rey de las Españas y de las Indias,
dominador de Asia y África,
príncipe clementísimo de Bélgica,
y su esposa Isabel P.C.
Tú imagínate que estás escribiendo esa preciosidad de vidriera con esa virguería de letra y te das cuenta de que no te cabe todo lo que tienes que escribir. "Leches, leches, que no me cabe... ¿ahora qué hago? Voy a meter sólo las iniciales de las últimas palabras, a ver si cuela." Y cuela.
Supongo que los contemporáneos tendrían claro el significado de las siglas. Yo estoy casi seguro de lo que quieren decir. Lo que tengo claro es que la emperatriz Isabel no usaba ordenadores personales ni pertenecía al Partido Comunista.
Foto 1: Godofredo de Bouillon
El primer gazapo lo encontramos en la Koningsplein, Place Royale o Plaza Real, en cuyo centro se alza una estatua ecuestre de Godofredo de Bouillon, "primer Rey de Jerusalén", según reza la inscripción. Pues nada de eso. Es cierto que, tras la toma de Jerusalén en 1099, durante la primera cruzada, al tal Godofredo le ofrecieron el título de rey, pero el chico era lo suficientemente modesto para no aceptar el título real de la ciudad donde murió Jesucristo y adoptó en su lugar el de Guardían del Santo Sepulcro.
El primer Rey de Jerusalén fue su hermano Balduino I, que le sucedió al año siguiente, tras su muerte, y que era, por lo que se ve, mucho menos modesto que Godofredo. De momento, un cerapio al que encargó la estatua. La LOGSE belga también hizo estragos, por lo visto.
Foto 2: La Virgen de la Soledad, Iglesia de Nuestra Señora de la Capilla (Notre-Dame de la Chapelle)
Aquí el gazapo es un anacronismo. Según el letrero situado a la derecha de la escultura, la imagen de la Virgen de la Soledad fue llevada a Flandes por los tercios del Duque de Alba y quedó allí cuando los tercios fueron disueltos (lo que ocurrió en 1704, con la reforma militar de Felipe V) y cuando "se puso para España el sol en Flandes" (y eso pasó poco después, en 1714, con los tratados de Utrecht-Rastadt).
A los tercios no les hubiera gustado nada ver la bandera rojigualda que han puesto para señalarlos, y que ellos no pudieron conocer, porque no fue inventada hasta el reinado de Carlos III (1759-1788). Cada tercio tenía bandera propia, y la más representativa era, precisamente, una bandera que provenía del lugar en que estaban luchando, cual era la cruz aspada de Borgoña. La rojigualda no apareció nunca por Flandes.
Foto 3: Vidriera de la catedral de Bruselas.
Esto no es propiamente un gazapo. La inscripción de la soberbia vidriera, regalo de bodas de Carlos I a su esposa Isabel, que están representados en la misma, reza así:
Carolus V Romanorum Imperator
Semper augustus
Hispaniarum et Indiarum Rex,
Asiae et Africae dominator
Belgii Princeps clementissimus
et Isabella eius uxor P.C.
Semper augustus
Hispaniarum et Indiarum Rex,
Asiae et Africae dominator
Belgii Princeps clementissimus
et Isabella eius uxor P.C.
que se traduce como
Carlos V, Emperador de Romanos,
siempre augusto,
Rey de las Españas y de las Indias,
dominador de Asia y África,
príncipe clementísimo de Bélgica,
y su esposa Isabel P.C.
Tú imagínate que estás escribiendo esa preciosidad de vidriera con esa virguería de letra y te das cuenta de que no te cabe todo lo que tienes que escribir. "Leches, leches, que no me cabe... ¿ahora qué hago? Voy a meter sólo las iniciales de las últimas palabras, a ver si cuela." Y cuela.
Supongo que los contemporáneos tendrían claro el significado de las siglas. Yo estoy casi seguro de lo que quieren decir. Lo que tengo claro es que la emperatriz Isabel no usaba ordenadores personales ni pertenecía al Partido Comunista.
viernes, 30 de noviembre de 2007
Si hoy es viernes, esto es Bélgica
En espera, pues, de que las elecciones sean el domingo, y aprovechando los puntos de Aeroflot, heme aquí de nuevo en un avión camino del extranjero huyendo de la rusificación que se manifestaba el otro día.
Al final, lo del billete gratuito salió bien. Digo al final, porque conseguirlo fue una tortura, más para Alfina que para mí, a causa de la ineptitud de los que se equivocaban constantemente al escribir mi apellido, con lo que ha habido que hacer encaje de bolillos para que todo coincidiera. Von Buchweizen, leches, no es tan difícil.
El caso es que aquí estoy y, como he volado más que un caramelo a la puerta de un colegio, tenía puntos para viajar en primera y hasta me han sobrado. Salí de casa, tomé en metro y luego me puse en la cola de la marshrutka al aeropuerto. A la media hora de esperarla en vano (el atasco era de espanto) a cuatro bajo cero y con un viento que quitaba las ganas de sacar las manos de los bolsillos, nos juntamos cuatro de la cola y tomamos un taxi entre los cuatro. Fue bastante malo, pero pudo ser peor.
La verdad es que debo ser de los pocos pasajeros de primera que va al aeropuerto en metro y autobús y con una mochila a la espalda, y debe notárseme en la cara, porque, cuando llegue al mostrador de facturación, me puse en la cola de primera, donde no había nadie, y una indignada dievushka me gritó desde la cola de turista:
- Joven, ¿dónde va? ¡La cola es aquí!
- La de primera no, ¿pasa algo? Si a usted no le importa, pasaré yo.
La azafata, al verme, tampoco lo tenía claro.
- ¿Tiene usted billete de primera?
- Lo va a comprobar ahora mismo.
Pasé y, antes de irme al control de pasaporte, me volví a mirar a la dievushka abriendo los ojos y poniendo una sonrisa con retintín. Sí, ya sé que está feo y que algún día me partirán la cara.
En la sala VIP del aeropuerto ya se creyeron a la primera que tenía billete de idem. Se ve que, a medida que pasaba el tiempo y me adentraba en el aeropuerto, se me iba poniendo cara de ricachón. Me puse morado de pastelitos y zumitos. El lunes comienzo la preparación de la media maratón de enero, palabra.
Y en el avión estoy, agasajado por el personal de a bordo. Me he puesto como el quico en la cena y tengo un sillón en el que cabría todo el barrio.
De lo que no me he librado ha sido de la confiscación de la crema de afeitar en los controles de seguridad. Hala, otra vez a estar varios días sin afeitarme.
Bueno, ya vamos a aterrizar. Dejo aquí la entrada y otro día contaré el día que fui en primera con un ruso que nunca había pasado de turista. Tuvo su miga, pero ahora tengo que apagar el trasto.
Al final, lo del billete gratuito salió bien. Digo al final, porque conseguirlo fue una tortura, más para Alfina que para mí, a causa de la ineptitud de los que se equivocaban constantemente al escribir mi apellido, con lo que ha habido que hacer encaje de bolillos para que todo coincidiera. Von Buchweizen, leches, no es tan difícil.
El caso es que aquí estoy y, como he volado más que un caramelo a la puerta de un colegio, tenía puntos para viajar en primera y hasta me han sobrado. Salí de casa, tomé en metro y luego me puse en la cola de la marshrutka al aeropuerto. A la media hora de esperarla en vano (el atasco era de espanto) a cuatro bajo cero y con un viento que quitaba las ganas de sacar las manos de los bolsillos, nos juntamos cuatro de la cola y tomamos un taxi entre los cuatro. Fue bastante malo, pero pudo ser peor.
La verdad es que debo ser de los pocos pasajeros de primera que va al aeropuerto en metro y autobús y con una mochila a la espalda, y debe notárseme en la cara, porque, cuando llegue al mostrador de facturación, me puse en la cola de primera, donde no había nadie, y una indignada dievushka me gritó desde la cola de turista:
- Joven, ¿dónde va? ¡La cola es aquí!
- La de primera no, ¿pasa algo? Si a usted no le importa, pasaré yo.
La azafata, al verme, tampoco lo tenía claro.
- ¿Tiene usted billete de primera?
- Lo va a comprobar ahora mismo.
Pasé y, antes de irme al control de pasaporte, me volví a mirar a la dievushka abriendo los ojos y poniendo una sonrisa con retintín. Sí, ya sé que está feo y que algún día me partirán la cara.
En la sala VIP del aeropuerto ya se creyeron a la primera que tenía billete de idem. Se ve que, a medida que pasaba el tiempo y me adentraba en el aeropuerto, se me iba poniendo cara de ricachón. Me puse morado de pastelitos y zumitos. El lunes comienzo la preparación de la media maratón de enero, palabra.
Y en el avión estoy, agasajado por el personal de a bordo. Me he puesto como el quico en la cena y tengo un sillón en el que cabría todo el barrio.
De lo que no me he librado ha sido de la confiscación de la crema de afeitar en los controles de seguridad. Hala, otra vez a estar varios días sin afeitarme.
Bueno, ya vamos a aterrizar. Dejo aquí la entrada y otro día contaré el día que fui en primera con un ruso que nunca había pasado de turista. Tuvo su miga, pero ahora tengo que apagar el trasto.
miércoles, 28 de noviembre de 2007
Promesas electorales
Este domingo hay elecciones al Parlamento ruso, aunque la verdad es que la gente no habla mucho de eso ¿Para qué? Hay propaganda prácticamente de un solo partido, Rusia Unida, cuya lista encabeza Putin, aunque se presentan otros, más o menos, diez partidos, de los que seguramente desaparecerán todos menos los tres o, como mucho, cuatro, que consigan llegar a la barrera del 7% de los votos y entrar en el Parlamento. Por comparar, con semejantes reglas, en España sólo habría dos partidos parlamentarios: los sociatas y los peperos. Ni Llamazares, ni Cunvarchensia, ni Asquerra Rapublicana, ni los demás partidos regionales. Sólo dos.
El partido del Presidente ganará por goleada. La presión es brutal: no es que prácticamente sólo haya carteles suyos, al menos en Moscú, sino que todos los gobernadores regionales son nombrados por el Presidente y ya les vale conseguir un buen resultado en sus regiones, si quieren seguir yendo en coche oficial. Vale todo y, desde luego, el aparato burocrático, universitario, policial... vamos, todo el aparato público está haciendo músculo. Y, a una mala, pues la comisión electoral, que es quien hace el recuento, también es nombrada por el Presidente, así que ya sabrá lo que tiene que hacer. Vamos, lo normal es que ganen de todas maneras, porque es indudable que hay una mayoría de gente encantada con el régimen, pero parece que quieren más.
Como tampoco se trata de lograr una mayoría turkmena, de ésas de más del 90%, seguramente no van a impedir demasiado que entre el único partido opositor, que son los comunistas. Eso sí, como en las anteriores elecciones, les han puesto un partido aproximadamente de izquierdas a su lado, para quitarles votos, llamado Rusia Justa y que quizá reciba alguna ayudita para entrar en el Parlamento.
Y luego está el incombustible Partido Liberal Demócrata de Zhirinovsky, que también está en el límite entre entrar o no. Si no lo hiciera, eso sí que sería una gran pérdida, porque su líder es el gran animador de la vida pública rusa. Un auténtico bocas que da vidilla a todos los debates televisivos en que participa (las cadenas se lo rifan) y que, de vez en cuando, entre sus mensajes incendiarios, lanza algunas verdades como puños. Vamos, si pudiera, votaría por él, aunque yo de liberal no tengo un pelo (bien mirado, Zhirinovsky tampoco parece que lo tenga).
El resto no tiene ninguna posibilidad y, en cuanto la tengan, van a comenzar a recibir "recaditos", por si acaso les disputan la mandanga a los que están al frente del cotarro. Además, hay alguno que es directamente de vergüenza ajena, como el vídeo electoral que vi el otro día del pomposo "Partido Democrático de Rusia", en que un tipo con melena de ricitos largos y un aspecto más inquietante que Hugo Chávez en tanga se dedicaba a soltar barbaridades y la locutora agregaba cosas como que votando a su partido la selección rusa de fútbol ganaría el Campeonato de Europa, derrotando a la de Inglaterra por 3:1 en la final.
Hay que reconocer que esa promesa electoral es, por lo menos, atrevida, y más teniendo en cuenta que Inglaterra no estará en el próximo Campeonato de Europa (vale, la promesa se refería al futuro lejano). Pero, si da votos, que eso lo veremos el domingo, ya me veo a los Zapatero y Rajoy prometiendo resultados deportivos. Yo siempre he querido ganar el campeonato del mundo de ajedrez, así que, señores políticos, si quieren mi voto, ya saben.
Y, para los que saben ruso, un vídeo con muuuuuy mala leche:
El partido del Presidente ganará por goleada. La presión es brutal: no es que prácticamente sólo haya carteles suyos, al menos en Moscú, sino que todos los gobernadores regionales son nombrados por el Presidente y ya les vale conseguir un buen resultado en sus regiones, si quieren seguir yendo en coche oficial. Vale todo y, desde luego, el aparato burocrático, universitario, policial... vamos, todo el aparato público está haciendo músculo. Y, a una mala, pues la comisión electoral, que es quien hace el recuento, también es nombrada por el Presidente, así que ya sabrá lo que tiene que hacer. Vamos, lo normal es que ganen de todas maneras, porque es indudable que hay una mayoría de gente encantada con el régimen, pero parece que quieren más.
Como tampoco se trata de lograr una mayoría turkmena, de ésas de más del 90%, seguramente no van a impedir demasiado que entre el único partido opositor, que son los comunistas. Eso sí, como en las anteriores elecciones, les han puesto un partido aproximadamente de izquierdas a su lado, para quitarles votos, llamado Rusia Justa y que quizá reciba alguna ayudita para entrar en el Parlamento.
Y luego está el incombustible Partido Liberal Demócrata de Zhirinovsky, que también está en el límite entre entrar o no. Si no lo hiciera, eso sí que sería una gran pérdida, porque su líder es el gran animador de la vida pública rusa. Un auténtico bocas que da vidilla a todos los debates televisivos en que participa (las cadenas se lo rifan) y que, de vez en cuando, entre sus mensajes incendiarios, lanza algunas verdades como puños. Vamos, si pudiera, votaría por él, aunque yo de liberal no tengo un pelo (bien mirado, Zhirinovsky tampoco parece que lo tenga).
El resto no tiene ninguna posibilidad y, en cuanto la tengan, van a comenzar a recibir "recaditos", por si acaso les disputan la mandanga a los que están al frente del cotarro. Además, hay alguno que es directamente de vergüenza ajena, como el vídeo electoral que vi el otro día del pomposo "Partido Democrático de Rusia", en que un tipo con melena de ricitos largos y un aspecto más inquietante que Hugo Chávez en tanga se dedicaba a soltar barbaridades y la locutora agregaba cosas como que votando a su partido la selección rusa de fútbol ganaría el Campeonato de Europa, derrotando a la de Inglaterra por 3:1 en la final.
Hay que reconocer que esa promesa electoral es, por lo menos, atrevida, y más teniendo en cuenta que Inglaterra no estará en el próximo Campeonato de Europa (vale, la promesa se refería al futuro lejano). Pero, si da votos, que eso lo veremos el domingo, ya me veo a los Zapatero y Rajoy prometiendo resultados deportivos. Yo siempre he querido ganar el campeonato del mundo de ajedrez, así que, señores políticos, si quieren mi voto, ya saben.
Y, para los que saben ruso, un vídeo con muuuuuy mala leche:
lunes, 26 de noviembre de 2007
Pensamiento local
Estoy preocupado, amigos. Muy preocupado. Y quizá os preguntéis por qué. Pues por algo muy sencillo, y es que es frecuente, cuando me presentan a algún español despistado de paso por aquí, que invariablemente llegue la pregunta siguiente, que da lugar a la no menos siguiente conversación:
- Y tú, ¿cuánto tiempo llevas en Rusia?
- Bueno, unos cuantos años.
- ¡Hala! Tú ya te estás haciendo ruso.
- Ni de leeeeejos. Yo soy más español que la tortilla de patatas.
- ¿Y te adaptas a esto?
- Más bien malamente, la verdad, pero uno va pasando a trancas y barrancas.
Como se ve, la mera mención de estar convirtiéndome en ruso y de perder mi españolidad más íntegra me provoca sarpullidos. Yo ya sé que hay españoles que encontrarán semejante actitud impropia de la acogida que me ha dispensado este generoso país, pero dichos españoles, en su práctica totalidad, residen en España y, cuando, por ejemplo, quieren hacer una transferencia bancaria, van al banco de la esquina (o directamente se meten en su ordenador) dando un paseíto agradable y la hacen y sale bien a la primera. Vamos, por poner un ejemplo de algo directamente impensable en Moscú.
Pues bien, parecía que algo estaba cambiando. En Aeroflot, antaño paraíso de colas, codazos y luchas de banderías por un centímetro, la civilización ha hecho acto de presencia en forma de expendedor de números para colas. Vamos, como en España en los ambulatorios, en los supermercados, en la RENFE y en casi todos los sitios. Semejante innovación tiene un carácter mucho más revolucionario que la emancipación de los siervos o la implantación del Cristianismo, y así parecía que el paraíso socialista estaba mucho más cercano que en todo el período bolchevique. Parecía.
Y, ciertamente, es verdad que ahora la gente, confundida por el aparatejo, toma el numerito y con aire despistado entra en la sala de espera y se pregunta a quién hay que pedir la vez o qué hombro hay que empujar. Los que hemos visto más aparatejos de ésos tenemos más suerte, y elevamos nuestras preces al comprobar que han terminado los codazos y las marrullerías. Bueno, hay quien sigue intentando colarse, pero no es lo mismo.
Con lo que no ha acabado el sistema es con el número de gente a la que hay que atender. Y, así las cosas, el sábado por la tarde me presenté en una oficina de Aeroflot con la pretensión de beneficiarme de un billete gratuito, cosechado a lo largo de numerosos viajes por los reinos de Eolo. Dieciséis operadores atendían al público, pero para pedir los billetes gratuitos había sólo uno de ellos, y no sólo yo quería pedirlos, sino que, horror de los horrores, comparé mi número con el de la pantalla y, tragando saliva, vi que había cincuenta personas delante de mí. Y cincuenta personas, Madre de Dios, equivale a tres horas por lo menos. Mientras tanto, los que no iban a gorronear billetes, sino a comprarlos, hay que reconocer que estaban teniendo un servicio decente.
En esto, volví a rondar por la maquinita expendedora, pensando cómo salir del apuro y si habría habido alguien directamente poco paciente que hubiera dejado tirado por allí un número que me permitiera adelantar algo.
¡¡¡¡Bingo, bingo, bingo!!!! Allí estaba, a los pies de la maquinita, lo que estaba buscando y que me permitió adelantar cuarenta puestos de una tacada. Lo recogí como quien encuentra mil rublos en el suelo y, efectivamente, a los veinte minutos ya me estaban atendiendo. No diré ahora en qué quedó lo del billete gratuito, que eso es otro asunto y materia de otra entrada.
Salí de allí y, de camino a la salida, vi la maquinita expendedora. Y me puse a pensar.
"Pues con esto de los números se podría hacer negocio. Así como yo lo he recogido del suelo, ¿no podría venir tranquilamente, coger veinte números, digamos, y venderlos? Los más caros serían los más cercanos. Yo creo que cien rublos por billetes la gente los pagaría seguro, con tal de no hacer cola. Si me conchabo con el tipo de seguridad, me quitaría de problemas. De vez en cuando dejaríamos que alguien cogiera números con normalidad, y luego tomaría veinte de golpe para desesperar al siguiente que llegara, y entonces estaría vulnerable y le ofrecería un billete próximo. Saldría seguro."
A todo esto, aún tenía el número que había tomado al principio, que desde luego era mucho mejor que el que estaban sacando los que entraban en aquel momento. Lo tomé y lo miré...
"¡Dios mío! ¡Vade retro, Satanás! ¡Estoy pensando como un ruso! ¡Me estoy rusificando!"
Y salí corriendo de la oficina de Aeroflot ¡Hay que salir de Rusia unos días cuanto antes!
- Y tú, ¿cuánto tiempo llevas en Rusia?
- Bueno, unos cuantos años.
- ¡Hala! Tú ya te estás haciendo ruso.
- Ni de leeeeejos. Yo soy más español que la tortilla de patatas.
- ¿Y te adaptas a esto?
- Más bien malamente, la verdad, pero uno va pasando a trancas y barrancas.
Como se ve, la mera mención de estar convirtiéndome en ruso y de perder mi españolidad más íntegra me provoca sarpullidos. Yo ya sé que hay españoles que encontrarán semejante actitud impropia de la acogida que me ha dispensado este generoso país, pero dichos españoles, en su práctica totalidad, residen en España y, cuando, por ejemplo, quieren hacer una transferencia bancaria, van al banco de la esquina (o directamente se meten en su ordenador) dando un paseíto agradable y la hacen y sale bien a la primera. Vamos, por poner un ejemplo de algo directamente impensable en Moscú.
Pues bien, parecía que algo estaba cambiando. En Aeroflot, antaño paraíso de colas, codazos y luchas de banderías por un centímetro, la civilización ha hecho acto de presencia en forma de expendedor de números para colas. Vamos, como en España en los ambulatorios, en los supermercados, en la RENFE y en casi todos los sitios. Semejante innovación tiene un carácter mucho más revolucionario que la emancipación de los siervos o la implantación del Cristianismo, y así parecía que el paraíso socialista estaba mucho más cercano que en todo el período bolchevique. Parecía.
Y, ciertamente, es verdad que ahora la gente, confundida por el aparatejo, toma el numerito y con aire despistado entra en la sala de espera y se pregunta a quién hay que pedir la vez o qué hombro hay que empujar. Los que hemos visto más aparatejos de ésos tenemos más suerte, y elevamos nuestras preces al comprobar que han terminado los codazos y las marrullerías. Bueno, hay quien sigue intentando colarse, pero no es lo mismo.
Con lo que no ha acabado el sistema es con el número de gente a la que hay que atender. Y, así las cosas, el sábado por la tarde me presenté en una oficina de Aeroflot con la pretensión de beneficiarme de un billete gratuito, cosechado a lo largo de numerosos viajes por los reinos de Eolo. Dieciséis operadores atendían al público, pero para pedir los billetes gratuitos había sólo uno de ellos, y no sólo yo quería pedirlos, sino que, horror de los horrores, comparé mi número con el de la pantalla y, tragando saliva, vi que había cincuenta personas delante de mí. Y cincuenta personas, Madre de Dios, equivale a tres horas por lo menos. Mientras tanto, los que no iban a gorronear billetes, sino a comprarlos, hay que reconocer que estaban teniendo un servicio decente.
En esto, volví a rondar por la maquinita expendedora, pensando cómo salir del apuro y si habría habido alguien directamente poco paciente que hubiera dejado tirado por allí un número que me permitiera adelantar algo.
¡¡¡¡Bingo, bingo, bingo!!!! Allí estaba, a los pies de la maquinita, lo que estaba buscando y que me permitió adelantar cuarenta puestos de una tacada. Lo recogí como quien encuentra mil rublos en el suelo y, efectivamente, a los veinte minutos ya me estaban atendiendo. No diré ahora en qué quedó lo del billete gratuito, que eso es otro asunto y materia de otra entrada.
Salí de allí y, de camino a la salida, vi la maquinita expendedora. Y me puse a pensar.
"Pues con esto de los números se podría hacer negocio. Así como yo lo he recogido del suelo, ¿no podría venir tranquilamente, coger veinte números, digamos, y venderlos? Los más caros serían los más cercanos. Yo creo que cien rublos por billetes la gente los pagaría seguro, con tal de no hacer cola. Si me conchabo con el tipo de seguridad, me quitaría de problemas. De vez en cuando dejaríamos que alguien cogiera números con normalidad, y luego tomaría veinte de golpe para desesperar al siguiente que llegara, y entonces estaría vulnerable y le ofrecería un billete próximo. Saldría seguro."
A todo esto, aún tenía el número que había tomado al principio, que desde luego era mucho mejor que el que estaban sacando los que entraban en aquel momento. Lo tomé y lo miré...
"¡Dios mío! ¡Vade retro, Satanás! ¡Estoy pensando como un ruso! ¡Me estoy rusificando!"
Y salí corriendo de la oficina de Aeroflot ¡Hay que salir de Rusia unos días cuanto antes!
viernes, 23 de noviembre de 2007
Constructoras
Dicen por ahí que el país donde más se esta construyendo era España, al menos hasta hace poco. No, hijos, no, qué más quisiéramos. Donde más se construye es en Moscú, y algún ejemplo hemos visto por aquí. Recuerdo cuando nos mudamos de residencia hace algunos años, y vimos que desde nuestro nuevo piso teníamos una soberbia vista de uno de los monasterios menos conocidos, pero no por ello menos hermosos, de Moscú.
- ¡Ohhhhh!
- Nos lo quedamos, ¿verdad?
- ¡Sí, sí!
No nos duró mucho: al poco tiempo se construyó entre nosotros y el monasterio un tocho de veinte plantas que nos dejó con dos palmos de narices, además de con polvillo y ruido durante un par de años largos.
El año pasado, en una nueva residencia, nos pasamos el verano soportando la reparación de una escuela lindera con el edificio donde vivimos, el cual invadieron con un par de gónadas y sin dar ni las gracias por el favor, yéndose al acabar su cometido y dejando tras de sí un par de contenedores de escombros, gravilla, manchas de cemento, astillas y, simplemente, mugre diversa. Lo malo es que, lejos de estar en los contenedores, los desperdicios de la obra estaban esparcidos por el suelo.
Y, finalmente, ha llegado el turno a mi puesto de trabajo, desde el que gozaba de una preciosa vista preindustrial que, gracias al ímpetu constructor a dos metros de mi ventana, también ha pasado a la historia. Es zona protegida y están violando flagrantemente la normativa de distancia entre edificaciones, pero parece que la benevolencia de los inspectores rusos es mucho más barata que la millonada que puede sacar el promotor en una de las zonas más caras del mundo (y no exagero un pelo).
Pero busquemos las ventajas. Si sigo aquí cuando el edificio de al lado entre en funcionamiento, igual hago amiguitos entre sus ocupantes. Con un poco de esfuerzo hasta nos podremos estrechar la mano a través de la ventana.
- ¡Ohhhhh!
- Nos lo quedamos, ¿verdad?
- ¡Sí, sí!
No nos duró mucho: al poco tiempo se construyó entre nosotros y el monasterio un tocho de veinte plantas que nos dejó con dos palmos de narices, además de con polvillo y ruido durante un par de años largos.
El año pasado, en una nueva residencia, nos pasamos el verano soportando la reparación de una escuela lindera con el edificio donde vivimos, el cual invadieron con un par de gónadas y sin dar ni las gracias por el favor, yéndose al acabar su cometido y dejando tras de sí un par de contenedores de escombros, gravilla, manchas de cemento, astillas y, simplemente, mugre diversa. Lo malo es que, lejos de estar en los contenedores, los desperdicios de la obra estaban esparcidos por el suelo.
Y, finalmente, ha llegado el turno a mi puesto de trabajo, desde el que gozaba de una preciosa vista preindustrial que, gracias al ímpetu constructor a dos metros de mi ventana, también ha pasado a la historia. Es zona protegida y están violando flagrantemente la normativa de distancia entre edificaciones, pero parece que la benevolencia de los inspectores rusos es mucho más barata que la millonada que puede sacar el promotor en una de las zonas más caras del mundo (y no exagero un pelo).
Pero busquemos las ventajas. Si sigo aquí cuando el edificio de al lado entre en funcionamiento, igual hago amiguitos entre sus ocupantes. Con un poco de esfuerzo hasta nos podremos estrechar la mano a través de la ventana.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Sectas
¿Qué harías si sólo te quedasen seis meses de vida? Podríamos responder un montón de cosas. Muchos se lanzarían de juerga constante a quemarlo todo, viva la Virgen y ancha es Castilla. Yo, seguramente, me dedicaria a poner en orden mis cosas y a asegurar un traspaso ordenado a mis sucesores, pero claro, yo es que me eduqué en Alemania.
¿Y si te quedasen seis meses de vida no sólo a ti, sino a todo el mundo? ¿A que eso ya es más complejo? Pues supongo que mucha gente insistiría especialmente en lo del jolgorio, y a otros nos entrarían ganas de pasar a la otra vida lo mejor preparados posible y nos dedicaríamos a prácticas ascéticas y cosas de ésas conducentes a ganarse el Cielo.
Aquí, las cosas son algo más radicales.
A saber cómo, el líder de una congegación religiosa, ortodoxa a su manera, que responde al nombre de Pyotr Kuznetsov, o padre Pyotr, ha calculado que el fin del mundo llegará en mayo del año que viene. Además de esas cualidades proféticas, el padre Pyotr tiene el suficiente carisma como para convencer a sus seguidores de que se pongan a cavar, y así se han puesto manos a la obra desde hace varios meses, en un oscuro lugar de región de Penza, hasta conseguir un pedazo de gruta impresionante, que, según algunos, llega a medir hasta cuatro kilómetros de longitud. Para mí que en la región de Penza han devaluado el kilómetro, porque parece mucho, pero enjundiosa seguro que es un rato.
Pues bien, hace algunas semanas, treinta seguidores del padre Pyotr se metieron en la gruta y la tapiaron concienzudamente, excepto algún que otro orificio de ventilación, encerrándose dentro con bombonas de gas, grano en abundancia y media tonelada de miel. No una jarrita, como Caperucita Roja, sino media tonelada, a saco paco. Y allí están los fieles, algunos con títulos universitarios, hombres, mujeres y niños, a cosa de doce grados escasitos, esperando a que llegue mayo y con él el fin del mundo. Y que no hay quien los saque de allí.
Las enseñanzas del padre Pyotr, aparte del atrincheramiento en cuevas, no se crea que son tan malas. Su doctrina incluye no ver la televisión (cosa aconsejable, sobre todo en España), no escuchar la radio (cosa nada desdeñable tampoco), quemar los pasaportes y los documentos de identidad (los negretes de las pateras también lo hacen) y no tocar el dinero con las manos (la verdad es que, habiendo tarjetas de crédito, casi es mejor). Ahora el padre Pyotr está, al parecer, en tratamiento psiquiátrico, y no es la primera vez que le ocurre, pero no está tan chiflado como parece. De hecho, mientras sus seguidores tapiaban la entrada de la cueva y se disponían a ponerse morados de miel bajo tierra durante los próximos seis meses, él se quedó en la superficie, porque "alguien tenía que mantener el contacto con Dios y limpiar de nieve los conductos de ventilación por donde la gente respira". Está en todo.
¿Y si te quedasen seis meses de vida no sólo a ti, sino a todo el mundo? ¿A que eso ya es más complejo? Pues supongo que mucha gente insistiría especialmente en lo del jolgorio, y a otros nos entrarían ganas de pasar a la otra vida lo mejor preparados posible y nos dedicaríamos a prácticas ascéticas y cosas de ésas conducentes a ganarse el Cielo.
Aquí, las cosas son algo más radicales.
A saber cómo, el líder de una congegación religiosa, ortodoxa a su manera, que responde al nombre de Pyotr Kuznetsov, o padre Pyotr, ha calculado que el fin del mundo llegará en mayo del año que viene. Además de esas cualidades proféticas, el padre Pyotr tiene el suficiente carisma como para convencer a sus seguidores de que se pongan a cavar, y así se han puesto manos a la obra desde hace varios meses, en un oscuro lugar de región de Penza, hasta conseguir un pedazo de gruta impresionante, que, según algunos, llega a medir hasta cuatro kilómetros de longitud. Para mí que en la región de Penza han devaluado el kilómetro, porque parece mucho, pero enjundiosa seguro que es un rato.
Pues bien, hace algunas semanas, treinta seguidores del padre Pyotr se metieron en la gruta y la tapiaron concienzudamente, excepto algún que otro orificio de ventilación, encerrándose dentro con bombonas de gas, grano en abundancia y media tonelada de miel. No una jarrita, como Caperucita Roja, sino media tonelada, a saco paco. Y allí están los fieles, algunos con títulos universitarios, hombres, mujeres y niños, a cosa de doce grados escasitos, esperando a que llegue mayo y con él el fin del mundo. Y que no hay quien los saque de allí.
Las enseñanzas del padre Pyotr, aparte del atrincheramiento en cuevas, no se crea que son tan malas. Su doctrina incluye no ver la televisión (cosa aconsejable, sobre todo en España), no escuchar la radio (cosa nada desdeñable tampoco), quemar los pasaportes y los documentos de identidad (los negretes de las pateras también lo hacen) y no tocar el dinero con las manos (la verdad es que, habiendo tarjetas de crédito, casi es mejor). Ahora el padre Pyotr está, al parecer, en tratamiento psiquiátrico, y no es la primera vez que le ocurre, pero no está tan chiflado como parece. De hecho, mientras sus seguidores tapiaban la entrada de la cueva y se disponían a ponerse morados de miel bajo tierra durante los próximos seis meses, él se quedó en la superficie, porque "alguien tenía que mantener el contacto con Dios y limpiar de nieve los conductos de ventilación por donde la gente respira". Está en todo.
lunes, 19 de noviembre de 2007
Brasas
Región de Moscú, a un porrón de kilómetros de la capital, seis de la tarde, noche cerradísima, tres grados bajo cero.
- Vamos a hacer unos shashliks.
- ¿Tenéis mangal (brasero)? ¿Y shampury (brochetas)?
- No, tenemos una reshyotka (parrilla). Y lo hacemos en el paellero.
- ¿Y funciona?
- Bueno, no va mal.
- Habrá que hacer las brasas.
- A ver... ¡bien! Medio saco de carbón.
- ¿Habrá bastante? ¡Que aquí hay un montón de carne!
Y la había, recién comprada y adobada con mahonesa. Y tres pedazos de salmón (que ya es capricho ir a comprar salmón tan lejos del mar). Y dos ruedas de longaniza rusa, y hasta algo de embutido español.
- Ahí tenemos madera. Habrá que ir a por ella.
Con los gorros (o la boina, según quién) bien calados, un vientecillo que pa qué, una carretilla y algo de paciencia, apareció la leña por los alrededores del paellero.
- Mmm... deberíamos comprar líquido para que el fuego prenda bien.
- No vendría mal, no ¿No valdrá con vodka?
- Estooo... quizá no.
- Vamos a hacer la madera algo más pequeña.
- La corteza salta bien.
- Bueno, con el periódico ya parece que prende.
- Ya prende, ya.
(...)
- Cómo hipnotiza el fuego, ¿eh?
(...)
- Pero, ¿aquí se hace brasa o qué?
- Trae otra cerveza, que ya se han acabado todas éstas.
- ¿Ya?
- Pues ya ¡Si han pasado dos horas y pico, y seguimos aquí!
- Anda, trae el mangal, a ver pasamos las brasas que sean de aquí allá, que lo del paellero no funciona.
- ¡Pero si yo hago esto todos los días! Que sí que funciona.
- ¡Pero es que no ves que no!
- Que sí, que aquí hay una temperatura de la leche.
- La culpa es de la puñetera madera ésta, que no hace brasa ni por morir.
- Aquí iríamos bien con leña de naranjo.
- O de olivo.
- ¿Y esto de que será?
- Puf, no sé... de abeto o cualquier otra porquería.
(...)
- ¡Abi! ¿Qué fas aci? (¡Abi! ¿Qué haces aquí?)
- ¿Encara no està a punt? (¿Aún no está a punto?)
- Li falta una miqueta. Torna a la casa, que aci fa fred. (Le falta un poco. Vuelve a la casa, que aquí hace frío)
- És que m'interessa molt. (Es que me interesa mucho)
- Anda, queda't, pero no més un ratet ¡Eh! No t'apropes al foc. (Anda, quédate, pero sólo un ratito ¡Eh! No te acerques al fuego)
- Oooh... qué bonico.
(...)
- Oye, que son casi las diez. Pon la llama más alta.
- No, que se torrará por fuera y no se hará por dentro.
- Corramos el riesgo, que yo estoy muerto de hambre.
- Pero, ¿qué haces?
- ¡Bah! Estoy tirando el embutido directamente sobre las brasas.
- Pero tío, que eso es una locura.
- Sí, pues con esa idea tuya del papel de aluminio iba demasiado lento.
- Pues yo lo he hecho muchas veces en el monte, y estaba bueno.
- Sí... bueno... muerto de hambre es como debías estar.
(...)
- ¡Ame! ¿Ara tú?
- Sí, hola ¿Qué fas, papà, qué fas?
- Estem torrant carn.
- Ohhh... qué bonico ¿Puc jo, papà, puc torrar jo?
- Quan sigues major.
- Pero jo ja soc major.
(...)
- Uf, qué ganas tenía de entrar.
- Menudo frío que hacía ahí fuera.
- Mmmm... sírveme un pedazo de carne.
- ¿Poco hecha o poco hecha?
- Poco hecha, sí, sí, me encanta la carne poco hecha.
- Menos mal.
- Vamos a hacer unos shashliks.
- ¿Tenéis mangal (brasero)? ¿Y shampury (brochetas)?
- No, tenemos una reshyotka (parrilla). Y lo hacemos en el paellero.
- ¿Y funciona?
- Bueno, no va mal.
- Habrá que hacer las brasas.
- A ver... ¡bien! Medio saco de carbón.
- ¿Habrá bastante? ¡Que aquí hay un montón de carne!
Y la había, recién comprada y adobada con mahonesa. Y tres pedazos de salmón (que ya es capricho ir a comprar salmón tan lejos del mar). Y dos ruedas de longaniza rusa, y hasta algo de embutido español.
- Ahí tenemos madera. Habrá que ir a por ella.
Con los gorros (o la boina, según quién) bien calados, un vientecillo que pa qué, una carretilla y algo de paciencia, apareció la leña por los alrededores del paellero.
- Mmm... deberíamos comprar líquido para que el fuego prenda bien.
- No vendría mal, no ¿No valdrá con vodka?
- Estooo... quizá no.
- Vamos a hacer la madera algo más pequeña.
- La corteza salta bien.
- Bueno, con el periódico ya parece que prende.
- Ya prende, ya.
(...)
- Cómo hipnotiza el fuego, ¿eh?
(...)
- Pero, ¿aquí se hace brasa o qué?
- Trae otra cerveza, que ya se han acabado todas éstas.
- ¿Ya?
- Pues ya ¡Si han pasado dos horas y pico, y seguimos aquí!
- Anda, trae el mangal, a ver pasamos las brasas que sean de aquí allá, que lo del paellero no funciona.
- ¡Pero si yo hago esto todos los días! Que sí que funciona.
- ¡Pero es que no ves que no!
- Que sí, que aquí hay una temperatura de la leche.
- La culpa es de la puñetera madera ésta, que no hace brasa ni por morir.
- Aquí iríamos bien con leña de naranjo.
- O de olivo.
- ¿Y esto de que será?
- Puf, no sé... de abeto o cualquier otra porquería.
(...)
- ¡Abi! ¿Qué fas aci? (¡Abi! ¿Qué haces aquí?)
- ¿Encara no està a punt? (¿Aún no está a punto?)
- Li falta una miqueta. Torna a la casa, que aci fa fred. (Le falta un poco. Vuelve a la casa, que aquí hace frío)
- És que m'interessa molt. (Es que me interesa mucho)
- Anda, queda't, pero no més un ratet ¡Eh! No t'apropes al foc. (Anda, quédate, pero sólo un ratito ¡Eh! No te acerques al fuego)
- Oooh... qué bonico.
(...)
- Oye, que son casi las diez. Pon la llama más alta.
- No, que se torrará por fuera y no se hará por dentro.
- Corramos el riesgo, que yo estoy muerto de hambre.
- Pero, ¿qué haces?
- ¡Bah! Estoy tirando el embutido directamente sobre las brasas.
- Pero tío, que eso es una locura.
- Sí, pues con esa idea tuya del papel de aluminio iba demasiado lento.
- Pues yo lo he hecho muchas veces en el monte, y estaba bueno.
- Sí... bueno... muerto de hambre es como debías estar.
(...)
- ¡Ame! ¿Ara tú?
- Sí, hola ¿Qué fas, papà, qué fas?
- Estem torrant carn.
- Ohhh... qué bonico ¿Puc jo, papà, puc torrar jo?
- Quan sigues major.
- Pero jo ja soc major.
(...)
- Uf, qué ganas tenía de entrar.
- Menudo frío que hacía ahí fuera.
- Mmmm... sírveme un pedazo de carne.
- ¿Poco hecha o poco hecha?
- Poco hecha, sí, sí, me encanta la carne poco hecha.
- Menos mal.
viernes, 16 de noviembre de 2007
Pinchando
Iba yo a ponerme con el prometido relato de los cuatro españoles luchando con los platos típicos rusos, cuando me llegó el comentario de Kloonich en mi sesuda entrada sobre Georgia. Viene a decir Kloonich que cosas como ésas no interesan a nadie y que echa de menos los tiempos en que era escribir yo algo y aparecer en la bitácora una caterva de rusófilos ofendidos poniendo a caldo al autor de la entrada y a sus partidarios, si es que alguno se atrevía a echarles en cara su actitud.
Vamos, que opina que me estoy poniendo blando.
Y puede que tenga razón. Y se nota cuando uno repasa los momentos estelares de noviembre del año pasado, en que desembarcó un comando de rusófilos enojados, procedentes de un portal sobradamente conocido sobre Rusia que voy a prescindir de nombrar con la esperanza, después de todo, de no atraer las iras de aquellos cruzados de la rusofilia, que más adelante volvieron a lanzar sus invectivas por estas pantallas y que ya han apagado sus voces (salvo algún ladrido castrense).
No se crea por ello que no están alerta, no. La rusofilia, como todas las pasiones, no admite bromas sobre ciertos extremos especialmente queridos (a mí me pasa, por ejemplo, con el arroz), y así persigue todas las injurias que perciben sobre el objeto de su pasión. Algo semejante ha pasado con el enlace que el otro día me envío un protagonista esporádico de esta bitácora. Lo podemos ver aquí.
El vídeo, casi con toda seguridad, es un buen montaje, aunque no excluyamos que esté basado en hechos cercanos a la realidad, porque la afición en Rusia, primero al alcohol, y luego a las galletas, es como para tener en cuenta, pero desde luego tiene poco de "tradicional". Pero no es eso lo que cuenta, sino la actitud indignada de la comentarista que pone verde a quien puso la entrada, quejándose con cajas destempladas de lo que pasa.
Y, para terminar, un caso claro que despertó la iras entre los rusófilos que en el mundo han sido. No se entiende ni jota en España, pero lo que viene a decir el minero de la entrevista es que están en huelga porque llevan varios meses de retraso en el pago de salarios (cosa lamentable que estaba a la orden del día hace unos años y que, pese a las optimistas proclamas de los Nashi, todavía ocurre, aunque menos). El vídeo es auténtico.
Y claro, el borracho de fondo era algo demasiado goloso para dejarlo correr así como así, de manera que los gomaespumosos de siempre decidieron utilizarlo para reírse un rato y crearon este otro, que se diferencia del anterior en los subtítulos, con una traducción... poco literal de la entrevista.
Según quien lo lea, puede tener mucha o poca gracia, pero hubo un grupo, compuesto por los cruzados de arriba, que empezó a llenarse la boca de las palabras "desinformación", que es una de sus favoritas y, de hecho, es la menos malsonante de las que conocen. Porque son gente muy culta, seguro, pero hay que ver lo malhablados que pueden llegar a ser.
(¿Qué, Kloonich, contento?)
(Bueno, la próxima entrada ya me meto con la elaboración del shashlyk por los cuatro españoles de marras, que esto ya parece el "Aquí hay tomate" antes de la publicidad)
Vamos, que opina que me estoy poniendo blando.
Y puede que tenga razón. Y se nota cuando uno repasa los momentos estelares de noviembre del año pasado, en que desembarcó un comando de rusófilos enojados, procedentes de un portal sobradamente conocido sobre Rusia que voy a prescindir de nombrar con la esperanza, después de todo, de no atraer las iras de aquellos cruzados de la rusofilia, que más adelante volvieron a lanzar sus invectivas por estas pantallas y que ya han apagado sus voces (salvo algún ladrido castrense).
No se crea por ello que no están alerta, no. La rusofilia, como todas las pasiones, no admite bromas sobre ciertos extremos especialmente queridos (a mí me pasa, por ejemplo, con el arroz), y así persigue todas las injurias que perciben sobre el objeto de su pasión. Algo semejante ha pasado con el enlace que el otro día me envío un protagonista esporádico de esta bitácora. Lo podemos ver aquí.
El vídeo, casi con toda seguridad, es un buen montaje, aunque no excluyamos que esté basado en hechos cercanos a la realidad, porque la afición en Rusia, primero al alcohol, y luego a las galletas, es como para tener en cuenta, pero desde luego tiene poco de "tradicional". Pero no es eso lo que cuenta, sino la actitud indignada de la comentarista que pone verde a quien puso la entrada, quejándose con cajas destempladas de lo que pasa.
Y, para terminar, un caso claro que despertó la iras entre los rusófilos que en el mundo han sido. No se entiende ni jota en España, pero lo que viene a decir el minero de la entrevista es que están en huelga porque llevan varios meses de retraso en el pago de salarios (cosa lamentable que estaba a la orden del día hace unos años y que, pese a las optimistas proclamas de los Nashi, todavía ocurre, aunque menos). El vídeo es auténtico.
Y claro, el borracho de fondo era algo demasiado goloso para dejarlo correr así como así, de manera que los gomaespumosos de siempre decidieron utilizarlo para reírse un rato y crearon este otro, que se diferencia del anterior en los subtítulos, con una traducción... poco literal de la entrevista.
Según quien lo lea, puede tener mucha o poca gracia, pero hubo un grupo, compuesto por los cruzados de arriba, que empezó a llenarse la boca de las palabras "desinformación", que es una de sus favoritas y, de hecho, es la menos malsonante de las que conocen. Porque son gente muy culta, seguro, pero hay que ver lo malhablados que pueden llegar a ser.
(¿Qué, Kloonich, contento?)
(Bueno, la próxima entrada ya me meto con la elaboración del shashlyk por los cuatro españoles de marras, que esto ya parece el "Aquí hay tomate" antes de la publicidad)
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Pasajeros españoles
Pues ya iba yo a seguir con las vivencias de cuatro españoles tratando de cocinar un "shashlyk", como dejé dicho, cuando me he encontrado con una noticia impactante de última hora, y es que hay pasajeros españoles sensiblemente peores que los pasajeros rusos que he criticado en otras ocasiones (en ésta y en ésta otra), y encima son famosos. A saber lo que haría el sujeto éste para que al comandante se le hincharan las narices y, a medio vuelo transoceánico, decidiera que ya estaba bien y que se volvían a Barajas a desembarcar al energúmeno.
Parece que el tal Melendi, que debe ser alguien que se pone tos los días, como la luna de una de sus canciones, y la mujer que iba con él, que menuda pájara debe ser, debía andar en un estado realmente lamentable para que ¡en clase "business"! decidieran que no le daban más de beber. Dios mío, si casi recuerdo con veneración el par de viajes que he hecho en business. Si las azafatas no paraban de ofrecerme lo que quisiera, e incluso ponían morritos de contrariedad cuando les decía que no, que ya no podía ingerir nada más y que si quería algo ya se lo pediría.
¡Mira que no darle más de beber al pobre hombre! ¡Qué vergüenza! Ya me imagino su próximo disco, que seguro que incluye algún tema dedicado al auxiliar de vuelo que le redujo y al comandante que tomó la decisión de mandar el viaje a freír espárragos y volverse a casa. O a los pasajeros de clase turista, que debían estar flipando.
Yo no sé qué hubiera pasado en Aeroflot, compañía mucho más indulgente con el bebercio, pero que tampoco tiene contemplaciones cuando la cosa se tuerce. Quizá estaríamos lamentando la prematura retirada de la escena de una de las figuras más prometedoras de la canción española por una inoportuna lesión en la garganta.
Pero de Iberia, la verdad, no me esperaba esta reacción. Se ve que la compañía se está haciendo progresivamente intolerante, reaccionaria y hasta fascista. A partir de ahora voy a volar más con ellos.
Parece que el tal Melendi, que debe ser alguien que se pone tos los días, como la luna de una de sus canciones, y la mujer que iba con él, que menuda pájara debe ser, debía andar en un estado realmente lamentable para que ¡en clase "business"! decidieran que no le daban más de beber. Dios mío, si casi recuerdo con veneración el par de viajes que he hecho en business. Si las azafatas no paraban de ofrecerme lo que quisiera, e incluso ponían morritos de contrariedad cuando les decía que no, que ya no podía ingerir nada más y que si quería algo ya se lo pediría.
¡Mira que no darle más de beber al pobre hombre! ¡Qué vergüenza! Ya me imagino su próximo disco, que seguro que incluye algún tema dedicado al auxiliar de vuelo que le redujo y al comandante que tomó la decisión de mandar el viaje a freír espárragos y volverse a casa. O a los pasajeros de clase turista, que debían estar flipando.
Yo no sé qué hubiera pasado en Aeroflot, compañía mucho más indulgente con el bebercio, pero que tampoco tiene contemplaciones cuando la cosa se tuerce. Quizá estaríamos lamentando la prematura retirada de la escena de una de las figuras más prometedoras de la canción española por una inoportuna lesión en la garganta.
Pero de Iberia, la verdad, no me esperaba esta reacción. Se ve que la compañía se está haciendo progresivamente intolerante, reaccionaria y hasta fascista. A partir de ahora voy a volar más con ellos.
lunes, 12 de noviembre de 2007
Toponimia rusa
Los nombres de las ciudades rusas son más interesantes de lo que pueda parecer. De esta manera, cuando uno se dedica a viajar en coche, puede entretener su tiempo mirando los carteles de los pueblos y ciudades que se va encontrando, e imaginando cómo se dirían en castellano.
Y es que hay casos en que, traduciendo y retorciendo un poquillo, salen cosas bastante españolas. Así, una ciudad importante es "Novgorod", que, literalmente, no es sino "Villanueva", y es más, existe "Nizhny Novgorod", que es "Villanueva de Abajo". No parece sino que estemos en plena Castilla. Y tenemos más ejemplos, pero, más que entre las grandes ciudades, queda más claro entre los pueblecillos.
El sábado por la mañana, salimos de Moscú por Kashirskoye Shosse, literalmente la carretera de Kashira, que es una ciudad situada al sur, a unos ciento y pico kilómetros ¿De dónde vendrá la palabra "Kashira"? Suena a "kasha", o sea, papilla o puré ¿"Pueblapuré"?
Las ciudades-dormitorios que inmediatamente rodean a Moscú son lugares totalmente anodinos construidos en período bolchevique, en tiempos de idolatría de cosas tan mal vistas hoy en día como tecnificación, industrialización y emisiones de gases de efecto invernadero. El primer pueblo se llama, atención, "Mosrentgen", cuya traducción literal es "Rayos X de Moscú". Efectivamente, allí hay una fábrica de aparatos de rayos X, pero hoy día suena un poco fuerte. En España, cuando una empresa da nombre a un pueblo, se procura ser un poco más poético. Fijémonos en "Ojos Negros", que suena bonito (aunque se trata de minas de carbón).
La siguiente ciudad es, otra vez, "Gazoprovoda", o sea, "Tubería de Gas", por lo que uno puede imaginarse cuál es el negocio de la localidad. Hermoso, lo que se dice, hermoso, pues no lo es, pero, eso sí, nadie puede negar lo descriptivo que resulta. Y ahora vamos a por los pueblos siguientes:
"Kommunarka", es decir, "Comunera", es la siguiente ¿Y acaso no existe en España un "Villalar de los Comumeros"? Hasta aquí, rojillo, pero aceptable.
"Sosenki", "Pinitos". Tampoco suena mal, no.
"Desna", "Encía". Parece un lugar ideal para que se establezcan los dentistas. Rarillo, pero tiene un pase.
"Vatutinki" no quiere decir nada, directamente, pero suena a "Vata", que es "algodón en rama", así que tendríamos "Algodoncillos". Me imagino un pueblo así en Murcia o Cuenca y me cuadra perfectamente. Vale.
"Troitsk", éste sí que es grande, lo podríamos traducir como "Trinidad", nada difícil de encontrar en la península, desde luego.
"Krasnaya Pakhra". "Krasny" es "rojo", pero "Pakhra", que yo sepa, no quiere decir nada. Suena a "Pakh", ingle, a "pakhat", "arar", o a "pakhnut", oler. Pero, como entretanto ya estamos en pleno campo, lo segundo parece más probable. Digamos que sea "Arado Rojo", que suena bastante comunista y proletario, la verdad.
"Chirikovo", "Pueblagorjeos". Mmmm... se nota que ya estamos en el campo, y los nombres empiezan a ser bucólicos.
"Golokhvastovo", ufff... suena a "Desnudorgulloso", vamos, alguien que se jacta de andar por ahí en pelotas. O bien, "simplemente jactancioso". Recontra.
"Babenki", "Mozuelas guerreras". Dios mío, después de los del pueblo vecino, ahora vienen éstas arpías. La que pueden montar en la comarca.
"Mochá", literalmente, "Meado" o, si se quiere un poco más fino, "Orina". Ahí se han pasado. Los de los pueblos vecinos, que no se reirán ni nada, ya saben a dónde ir cuando les entre el aprieto.
"Voronovo", o sea, "Villacuervos", y eso sí que es Rusia profunda, o España profunda. Profundidad de país, ya lo creo.
"Kresty", "Cruces". Bueno, esto ya es más normalito.
Y ya llegamos a nuestro destino. En la siguiente entrada, después de un viaje tan curioso, veremos cómo se las apañan cuatro españoles en mitad de Rusia para hacer un "shashlyk", o sea, un pincho moruno a la rusa, en lugar de una paella, que es lo que saben hacer realmente. Pero eso será en la siguiente.
Y es que hay casos en que, traduciendo y retorciendo un poquillo, salen cosas bastante españolas. Así, una ciudad importante es "Novgorod", que, literalmente, no es sino "Villanueva", y es más, existe "Nizhny Novgorod", que es "Villanueva de Abajo". No parece sino que estemos en plena Castilla. Y tenemos más ejemplos, pero, más que entre las grandes ciudades, queda más claro entre los pueblecillos.
El sábado por la mañana, salimos de Moscú por Kashirskoye Shosse, literalmente la carretera de Kashira, que es una ciudad situada al sur, a unos ciento y pico kilómetros ¿De dónde vendrá la palabra "Kashira"? Suena a "kasha", o sea, papilla o puré ¿"Pueblapuré"?
Las ciudades-dormitorios que inmediatamente rodean a Moscú son lugares totalmente anodinos construidos en período bolchevique, en tiempos de idolatría de cosas tan mal vistas hoy en día como tecnificación, industrialización y emisiones de gases de efecto invernadero. El primer pueblo se llama, atención, "Mosrentgen", cuya traducción literal es "Rayos X de Moscú". Efectivamente, allí hay una fábrica de aparatos de rayos X, pero hoy día suena un poco fuerte. En España, cuando una empresa da nombre a un pueblo, se procura ser un poco más poético. Fijémonos en "Ojos Negros", que suena bonito (aunque se trata de minas de carbón).
La siguiente ciudad es, otra vez, "Gazoprovoda", o sea, "Tubería de Gas", por lo que uno puede imaginarse cuál es el negocio de la localidad. Hermoso, lo que se dice, hermoso, pues no lo es, pero, eso sí, nadie puede negar lo descriptivo que resulta. Y ahora vamos a por los pueblos siguientes:
"Kommunarka", es decir, "Comunera", es la siguiente ¿Y acaso no existe en España un "Villalar de los Comumeros"? Hasta aquí, rojillo, pero aceptable.
"Sosenki", "Pinitos". Tampoco suena mal, no.
"Desna", "Encía". Parece un lugar ideal para que se establezcan los dentistas. Rarillo, pero tiene un pase.
"Vatutinki" no quiere decir nada, directamente, pero suena a "Vata", que es "algodón en rama", así que tendríamos "Algodoncillos". Me imagino un pueblo así en Murcia o Cuenca y me cuadra perfectamente. Vale.
"Troitsk", éste sí que es grande, lo podríamos traducir como "Trinidad", nada difícil de encontrar en la península, desde luego.
"Krasnaya Pakhra". "Krasny" es "rojo", pero "Pakhra", que yo sepa, no quiere decir nada. Suena a "Pakh", ingle, a "pakhat", "arar", o a "pakhnut", oler. Pero, como entretanto ya estamos en pleno campo, lo segundo parece más probable. Digamos que sea "Arado Rojo", que suena bastante comunista y proletario, la verdad.
"Chirikovo", "Pueblagorjeos". Mmmm... se nota que ya estamos en el campo, y los nombres empiezan a ser bucólicos.
"Golokhvastovo", ufff... suena a "Desnudorgulloso", vamos, alguien que se jacta de andar por ahí en pelotas. O bien, "simplemente jactancioso". Recontra.
"Babenki", "Mozuelas guerreras". Dios mío, después de los del pueblo vecino, ahora vienen éstas arpías. La que pueden montar en la comarca.
"Mochá", literalmente, "Meado" o, si se quiere un poco más fino, "Orina". Ahí se han pasado. Los de los pueblos vecinos, que no se reirán ni nada, ya saben a dónde ir cuando les entre el aprieto.
"Voronovo", o sea, "Villacuervos", y eso sí que es Rusia profunda, o España profunda. Profundidad de país, ya lo creo.
"Kresty", "Cruces". Bueno, esto ya es más normalito.
Y ya llegamos a nuestro destino. En la siguiente entrada, después de un viaje tan curioso, veremos cómo se las apañan cuatro españoles en mitad de Rusia para hacer un "shashlyk", o sea, un pincho moruno a la rusa, en lugar de una paella, que es lo que saben hacer realmente. Pero eso será en la siguiente.
viernes, 9 de noviembre de 2007
El marchitar de las rosas
Sabe Dios que por estas pantallas se asoman pocas veces asuntos de política, y mucho menos de política internacional, pero ahora me apetece escribir algo sobre Georgia, ese país en el que he estado un par de veces en los dos últimos años y al que, al parecer, no volveré en algún tiempo, porque, tal y como están las cosas y con el enfurruñamiento que hay entre Georgia y Rusia, sin vuelos directos desde hace tiempo y con las tropas de ambos países mirándose por el catalejo, la cosa pinta chunga.
En la televisión rusa, los últimos sucesos en Georgia, con manifas a grito pelado delante de los edificios oficiales, se han retratado como era de esperar, poniendo a caldo al presidente Saakashvili, y lo mismo pasa en casi todos los medios. De hecho, la foto que ilustra esta entrada es de Itar-Tass, la agencia oficial de noticias rusa (y prometo quitarla en cuanto me lo pidan, no faltaría más) y parece tomada de la página de los Nashi (por cierto, hoy he visto un par de patrullas de esta juventud gloriosa, puro ardor guerrero, deambulando por el centro, así que preparémonos).
Servidor tira más, para informarse, por Gazeta, como saben los que hayan mirado los enlaces de la derecha. Ahí las cosas son un poco menos tendenciosas, y he encontrado este artículo que me ha parecido interesante. No presenta un estilo impecable, supongo que a causa de las prisas, pero tiene su miga.
Bueno, y para aquéllos a quienes se les haga algo pesado el ruso, ahí va la traducción. Ojo que es largo.
EL MARCHITAR DE LAS ROSAS
Actualización: El miércoles por la tarde, poco después de que este artículo fuera escrito (aunque antes de que fuera traducido), el Gobierno georgiano decreto el estado de excepción y cerró todas las cadenas de televisión opositoras, incluida la que es objeto del artículo. No somos nadie.
En la televisión rusa, los últimos sucesos en Georgia, con manifas a grito pelado delante de los edificios oficiales, se han retratado como era de esperar, poniendo a caldo al presidente Saakashvili, y lo mismo pasa en casi todos los medios. De hecho, la foto que ilustra esta entrada es de Itar-Tass, la agencia oficial de noticias rusa (y prometo quitarla en cuanto me lo pidan, no faltaría más) y parece tomada de la página de los Nashi (por cierto, hoy he visto un par de patrullas de esta juventud gloriosa, puro ardor guerrero, deambulando por el centro, así que preparémonos).
Servidor tira más, para informarse, por Gazeta, como saben los que hayan mirado los enlaces de la derecha. Ahí las cosas son un poco menos tendenciosas, y he encontrado este artículo que me ha parecido interesante. No presenta un estilo impecable, supongo que a causa de las prisas, pero tiene su miga.
Bueno, y para aquéllos a quienes se les haga algo pesado el ruso, ahí va la traducción. Ojo que es largo.
EL MARCHITAR DE LAS ROSAS
Si las emisoras rusas hubieran cubierto con tanta pasión con la que lo han hecho las acciones de protesta en Georgia las marchas de los discordantes en Moscú, entonces no tendrían precio. Si en Rusia quedara siquiera un canal al cual pudieran ir todos los líderes de la oposición y hablar abiertamente sobre la situación en el país, viviríamos en otro país. Tal país apenas recordaría a la intranquila Georgia, porque nosotros tenemos otro temperamento, pero sería tanto más parecida a un país democrático. Rusia extrae de Georgia un dibujo que demuestra que Georgia ha dado un paso adelante gigantesco por comparación con nosotros: se ha convertido en un país en el que hay distintas opiniones, donde hay derecho a expresarlas, donde hay posibilidad de expresarlas, y donde el pueblo tiene la posibilidad de seguir lo sucedido en directo. Y usted también puede: basta con que entre en la página de internet de la cadena de televisión "Imedi" y pinche en "Live". Seguramente usted no entenderá lo que dicen, pero puede mirar lo que pasa allí hoy y ahora. Sí, allí hay sólo un canal semejante, pero existe. Y eso un logro del poder. Creo que Saakashvili no entiende siquiera qué logro es ése, ese canal que, supongo, le enoja enormemente.
Nosotros también tuvimos una situación en que sólo quedaba un canal, y ya no está. E incluso hubo una situación en la que sólo quedaba un programa, pero tampoco está. Al final cambió el país.
Los georgianos han conservado el derecho y los instrumentos de cuestionar las acciones del poder, al que en su día cubrieron de rosas. Bueno, ¿y de que se alegra tanto la propaganda rusa? ¿De las protestas contra su odiado Saakashvili? ¿De la crisis? ¿De las oleadas de gente frente al edificio del Gobierno? ¿De la aparición de diversidad de opiniones, de las que el poder ruso se ha ido librando con éxito en estos siete años? Si el Ministro de Asuntos Exteriores, señor Lavrov, no quiere mezclarse en los asuntos internos de Georgia, ¿para que diantre llama despectivamente al presidente de un país extranjero "este político"? Que pruebe a llamar así a Bush, o a Merkel, o a Ajmadinejad, por ejemplo.
Rusia perdió a Georgia no porque Saakshvili se convirtiera en el líder del país, sino porque Rusia no puede conformarse con el hecho de que aquella Georgia, a la que estaba acostumbrada a relacionarse con un esnobismo imperial, ya no existe. Y no existirá nunca. Por muy fuerte y grande que se considere Rusia, y por muy pequeña, débil e insignificante que considere a Georgia. Georgia no se conformará cor la partición de hecho de su territorio, no perdonará la ofensiva campaña antigeorgiana y no olvidará las sanciones económicas. Rusia perdió Georgia, porque no pudo superar su propio rechazo ante las revoluciones democráticas, porque al poder ruso le persigue la pesadilla de un pueblo que sale a la calle, sea con flores o sin ellas. Rusia perdió Georgia (como también, por cierto, Ucrania) simplemente por miedo, por paradójico que suene. El poder ruso ni siquiera ha intentado elevarse por encima de sus propios complejos y empezar a construir con Georgia relaciones normales de amistad. A lo largo de los últimos años que han pasado tras la revolución de las rosas, mi país sólo ha amontonado errores en relación a un país en el que querían a Rusia como en pocos sitios. Y el hecho de que ahora el Patriarca georgiano llame al país al diálogo y la tranquilidad, para "no dar a fuerzas exteriores la posibilidad de causar daño a nuestra patria" es una triste confirmación de ello. Es interesante, ¿qué fuerza exterior puede causar daño a Georgia?
Temo que sea la que aguarda con esperanza el momento en que a Saakashvili, acusado por la oposición de corrupción y autoritarismo, le pierdan los nervios y ponga en acción la fuerza. Entonces todos los canales rusos coincidirán en la histeria por causa de ese régimen sangriento. Hasta es terrible pensar qué contará desde la pantalla sobre "Misha" su tocayo Leontiev.
Desde luego, Saakashvili no es un ángel. No se suele elegir a ángeles como presidentes. Puede cometer errores, y ya los está cometiendo. Arrojar por la pantalla "escuchitas" y "manitas" por parte de los opositores es un argumento de pacotilla en la discusión con la oposición. Incluso si, digamos, habían seguido a los espías rusos, da lo mismo, las fotografías y las escuchas de las conversaciones telefónicas ya de por sí, y no digamossu publicación, son el argumento más inadecuado y primitivo en la discusión con los miles de personas que han salido a la calle para expresar su desconfianza al poder. Este argumento trabaja contra el gobierno. A favor del gobierno puede trabajar el diálogo y la salida del Presidente al encuentro con los manifestantes, pero no los atributos de los servicios secretos o, no lo permita Dios, las balas.
Saakashvili, o bien soporta la prueba de democracia, a olas de la cual llegó al poder, o no. A Moscú la democracia le importa un rábano, pero le gustaría mucho que el proyecto "Saakashvili" fracasara. También le gustaría que fracasara el proyecto "Yuschenko". Cualquier desestabilización de la situación en estos dos países provoca en Rusia un entusiasmo histérico de los cometaristas políticos. Inscritas en un paisaje geopolítico más general, las crisis en los países que han pasado por las revoluciones "de colores", dan a Rusia argumentos suplementarios en las conversaciones con Occidente, tanto en una serie de problemas internacionales discutidos, como a propósito de las especificidad de la democracia rusa. Comoquiera que Rusia contempla las revoluciones "de colores" únicamente como inventadas y financiadas por Occidente, las crisis en estos países las incluye automáticamente en su activo, no sólo como fracaso de Occidente en el territorio de la antigua URSS, sino como triunfo de la Rusia de Putin, que garantiza la estabilidad. Y esto viene muy bien para las elecciones, tanto para la exportación, como para el propio elector.
Actualización: El miércoles por la tarde, poco después de que este artículo fuera escrito (aunque antes de que fuera traducido), el Gobierno georgiano decreto el estado de excepción y cerró todas las cadenas de televisión opositoras, incluida la que es objeto del artículo. No somos nadie.
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Penumbra
Dicen los moscovitas más orgullosos de su ciudad que son maestros en el arte de la iluminación, y que sus monumentos destacan especialmente por la noche, debido al efecto que ocasionan las luces que los apuntan, destacando sobre el resto de la ciudad en penumbra.
Desde otro punto de vista, podría decirse que en Moscú, en cuanto uno se aparta de las calles principales, no se ve tres en un burro, lo cual dice mucho menos del arte de la iluminación moscovita. Y es que estamos en noviembre, el mes gris por excelencia, la zona oscura del año, cuando la gente pasa por la calle entre tristona, porque el tiempo no da para más, y apresurada, porque ya empieza a hacer un biruji que deja a uno tieso a poco que se entretenga en la calle más de lo debido. No es extraño que Rusia sea un país con un nivel más que notable en marcha atlética, e incluso yo mismo he experimentado una mejora que no esperaba cuando vine.
No es una ciudad agradable, Moscú, en esta época del año. La gente espera que nieve dentro de poco, para que la nieve refleje la luz, por poca que ésta sea, y este reflejo dé algo de claridad al ambiente, pero la nieve se está haciendo la remolona ya desde hace un par de años. El año pasado cayó una nevada fuerte y luego las temperaturas subieron, todo se convirtió en un barrizal y el invierno quedó reducido a un par de semanas.
Este año hace más frío, el día se acorta por momentos, la nieve sigue sin aparecer y todo es gris y plomizo. Y si a esto unimos la iluminación de las calles secundarias o de los patios, que quizá evitarían incluso los personajes más tétricos de Dostoyevsky, pues la cosa no pinta demasiado alegre.
Pero eso sí, de repente das la vuelta a la esquina y te encuentras con un foco que refleja de lleno en la iglesia de enfrente. Y te alegras. Deslumbrado, entornando los ojos, pensando en lo bien iluminados que están los monumentos en Moscú y en la madre que parió al encargado de distribuir las bombillas públicas, pero te alegras.
Desde otro punto de vista, podría decirse que en Moscú, en cuanto uno se aparta de las calles principales, no se ve tres en un burro, lo cual dice mucho menos del arte de la iluminación moscovita. Y es que estamos en noviembre, el mes gris por excelencia, la zona oscura del año, cuando la gente pasa por la calle entre tristona, porque el tiempo no da para más, y apresurada, porque ya empieza a hacer un biruji que deja a uno tieso a poco que se entretenga en la calle más de lo debido. No es extraño que Rusia sea un país con un nivel más que notable en marcha atlética, e incluso yo mismo he experimentado una mejora que no esperaba cuando vine.
No es una ciudad agradable, Moscú, en esta época del año. La gente espera que nieve dentro de poco, para que la nieve refleje la luz, por poca que ésta sea, y este reflejo dé algo de claridad al ambiente, pero la nieve se está haciendo la remolona ya desde hace un par de años. El año pasado cayó una nevada fuerte y luego las temperaturas subieron, todo se convirtió en un barrizal y el invierno quedó reducido a un par de semanas.
Este año hace más frío, el día se acorta por momentos, la nieve sigue sin aparecer y todo es gris y plomizo. Y si a esto unimos la iluminación de las calles secundarias o de los patios, que quizá evitarían incluso los personajes más tétricos de Dostoyevsky, pues la cosa no pinta demasiado alegre.
Pero eso sí, de repente das la vuelta a la esquina y te encuentras con un foco que refleja de lleno en la iglesia de enfrente. Y te alegras. Deslumbrado, entornando los ojos, pensando en lo bien iluminados que están los monumentos en Moscú y en la madre que parió al encargado de distribuir las bombillas públicas, pero te alegras.
lunes, 5 de noviembre de 2007
Lácteos
Si hay algún tipo de producto de alimentación en el que los rusos nos dan sopas con ondas a los españoles, se trata indudablemente de los lácteos. Así como en España nos conformamos con leches, yogures, queso, mantequilla y poquita cosa más, aquí nos encontramos además con un mundo de leches, de distintos derivados, de yogures y todo tipo de fermentos a cual más sorprendente para el consumidor español. Kéfir, prostokvasha ("leche agria", lo llaman en español, pero yo creo que queda poco comercial), smetana (en este caso, lo llaman "nata agria" en castellano, lo que no contribuirá a popularizarlo por allí), ryazhenka... y toplyonnoe moloko.
Eso sí que es intraducible. Literalmente, leche caldeada, y de hecho en condiciones domésticas se requiere una caldera u horno especiales para elaborarlo. Se consigue hirviendo la leche normal, pero removiendo sin parar, para que no se forme nata en la parte superior, y luego se mantiene durante bastante tiempo, como ocho horas, a unos cuarenta grados, también removiendo, con lo cual se consiguen varias cosas. Una de ellas, que el azúcar que naturalmente tiene la leche se caramelice ligeramente, dando así al líquido un ligero tono marronáceo apenas perceptible. La otra es que, al evaporarse líquido, el porcentaje de grasa se eleva, lo que la hace un poquito más sabrosa, tampoco se crea que mucho más, que la leche entera ordinaria.
Y allí estaba yo, en el supermercado. Hacía tiempo que no tomaba esa leche y, al encontrarme con una caja llena, tomé una botella y la miré con interés. De inmediato, Ame salió corriendo de donde estaba y me agarró la pierna.
- ¡Sí, sí, papa, comprem orchata!
Qué más quisiera yo.
Eso sí que es intraducible. Literalmente, leche caldeada, y de hecho en condiciones domésticas se requiere una caldera u horno especiales para elaborarlo. Se consigue hirviendo la leche normal, pero removiendo sin parar, para que no se forme nata en la parte superior, y luego se mantiene durante bastante tiempo, como ocho horas, a unos cuarenta grados, también removiendo, con lo cual se consiguen varias cosas. Una de ellas, que el azúcar que naturalmente tiene la leche se caramelice ligeramente, dando así al líquido un ligero tono marronáceo apenas perceptible. La otra es que, al evaporarse líquido, el porcentaje de grasa se eleva, lo que la hace un poquito más sabrosa, tampoco se crea que mucho más, que la leche entera ordinaria.
Y allí estaba yo, en el supermercado. Hacía tiempo que no tomaba esa leche y, al encontrarme con una caja llena, tomé una botella y la miré con interés. De inmediato, Ame salió corriendo de donde estaba y me agarró la pierna.
- ¡Sí, sí, papa, comprem orchata!
Qué más quisiera yo.
viernes, 2 de noviembre de 2007
Publicistas
Para volver a la dura realidad del fin de las vacaciones y del retorno al curro y a Moscú, he aquí una muestra de cómo se las gastan aquí los publicistas. Y es que en España hay una utilización de la mujer-objeto cada vez más evidente entre los anunciantes, pero Rusia ha pasado rápidamente de la sobriedad y moralidad estricta propios del comunismo ortodoxo (no, el comunismo español es otra cosa, evidentemente) al extremo opuesto. Veamos.
Esto de la foto es un anuncio de ésos que llegan a los buzones de correo de las oficinas moscovitas. Evidentemente, no es un anuncio de ropa interior. Bueno, pues resulta que el texto reza así: "Utilizamos todos los métodos para conseguir un buen resultado. Recarga en Rusia de impresoras láser de color y de blanco y negro." Y luego sigue el teléfono y el enlace de los anunciantes. El cuadrado marrón que aparece ante las posaderas de la real moza no aparece en el anuncio original, sino que es cosa mía, que soy así, yo.
- ¿Y qué pinta ahí una mujer desnuda?
- Pues está de relleno
- Sí, como el tóner de las impresoras.
- Será por eso...
Esto de la foto es un anuncio de ésos que llegan a los buzones de correo de las oficinas moscovitas. Evidentemente, no es un anuncio de ropa interior. Bueno, pues resulta que el texto reza así: "Utilizamos todos los métodos para conseguir un buen resultado. Recarga en Rusia de impresoras láser de color y de blanco y negro." Y luego sigue el teléfono y el enlace de los anunciantes. El cuadrado marrón que aparece ante las posaderas de la real moza no aparece en el anuncio original, sino que es cosa mía, que soy así, yo.
- ¿Y qué pinta ahí una mujer desnuda?
- Pues está de relleno
- Sí, como el tóner de las impresoras.
- Será por eso...
miércoles, 31 de octubre de 2007
Echarse al monte (II)
Pasado Bejís, dejé el coche junto a los Cloticos y traté de hacer memoria para recordar el camino hasta el nacimiento, que hacía un par largo de lustros que no visitaba. Fallé un par de veces, pero a la tercera me metí por el camino correcto. Lejos del asfalto no hay moteros, al menos no del tipo que me había venido encontrando. De hecho, ni moteros ni apenas nadie. Me encontré al forestal de la zona, cosa normal, teniendo en cuenta que el camino pasa al lado de su casa, y a unos pocos visitantes: una familia numerosa con una furgoneta que dejaron aparcada en el comienzo del barranco del Resinero, y dos parejitas de treinteañeros despreocupados, que también habían llegado en coche prácticamente al mismísimo nacimiento ¿Pero es que ya no camina nadie ni siquiera los tres míseros kilómetros que van desde el final de la carretera hasta el fin de la pista?
Pues es lástima, porque los tres kilómetros de pista atraviesan un bosquecillo de pinos y cipreses que merece la pena. En fin, también llegué yo a la encrucijada entre el Resinero y el cañón del Palancia, tomé por este último camino y, siguiendo la senda, vadeé primero el Resinero, que traía agua de las últimas lluvias, y luego el propio Palancia por un puentecillo de piedras improvisado.
La familia numerosa estaba poco más adelante, en la primera poza del Palancia. Los niños se lo estaban pasando en grande, pero la madre no.
- Miguel, estás muy cerca del agua.
- Raúl, te vas a mojar los pies.
- Luis, como te ensucies me vas a oír.
Y mientras tanto el padre trataba de sacar, sin mucho éxito, alguna mora de los zarzales que abundaban por allí, procurando no pincharse demasiado. El día menos pensado estaré yo en esas circunstancias, así que les dirigí una sonrisa, además del saludo preceptivo que en la ciudad no nos dirigiríamos, pero sí en el campo, y seguí adelante.
A los pocos metros, oculta entre los zarzales, estaba la fuente del Palancia. Y poco después se llegaba al cañón. Los treinteañeros habían husmeado un poco por allí y ya se volvían. Les saludé y me metí en el cañón. De hecho, incluso comí allí mismo.
Poco después empezó a llover. A mi vuelta a Valencia, los peperos ya se habían dispersado y los moteros, a la vista de la lluvia, debieron tomar otro rumbo. Menos mal.
P.S.: Edito para añadir un enlace alusivo, y es que esto de los moteros no va de broma ni mucho menos. Tenía que ocurrir, y lo que me parece denigrante es que nadie haga nada contra esto que pasa todos los años. Ni siquiera los peperos, que se supone que nos gobiernan.
Pues es lástima, porque los tres kilómetros de pista atraviesan un bosquecillo de pinos y cipreses que merece la pena. En fin, también llegué yo a la encrucijada entre el Resinero y el cañón del Palancia, tomé por este último camino y, siguiendo la senda, vadeé primero el Resinero, que traía agua de las últimas lluvias, y luego el propio Palancia por un puentecillo de piedras improvisado.
La familia numerosa estaba poco más adelante, en la primera poza del Palancia. Los niños se lo estaban pasando en grande, pero la madre no.
- Miguel, estás muy cerca del agua.
- Raúl, te vas a mojar los pies.
- Luis, como te ensucies me vas a oír.
Y mientras tanto el padre trataba de sacar, sin mucho éxito, alguna mora de los zarzales que abundaban por allí, procurando no pincharse demasiado. El día menos pensado estaré yo en esas circunstancias, así que les dirigí una sonrisa, además del saludo preceptivo que en la ciudad no nos dirigiríamos, pero sí en el campo, y seguí adelante.
A los pocos metros, oculta entre los zarzales, estaba la fuente del Palancia. Y poco después se llegaba al cañón. Los treinteañeros habían husmeado un poco por allí y ya se volvían. Les saludé y me metí en el cañón. De hecho, incluso comí allí mismo.
Poco después empezó a llover. A mi vuelta a Valencia, los peperos ya se habían dispersado y los moteros, a la vista de la lluvia, debieron tomar otro rumbo. Menos mal.
P.S.: Edito para añadir un enlace alusivo, y es que esto de los moteros no va de broma ni mucho menos. Tenía que ocurrir, y lo que me parece denigrante es que nadie haga nada contra esto que pasa todos los años. Ni siquiera los peperos, que se supone que nos gobiernan.