Años ha, apareció por casa una caja de polvorones, que no le gustaban mucho a nadie. Pasó Navidad, pasó Año Nuevo, pasó Reyes, y allí seguían los polvorones... decidí que no era cuestión de que se hicieran malos, y me los fui comiendo poco a poco. Creo que los terminé a mediados de febrero.
- ¿Te gustan los polvorones?
- Bueno, no están mal. Se pueden comer.
Este año, lamentablemente, han cambiado muchísimas cosas en mi casa, pero una de ellas no ha cambiado.
- Hemos comprado tres cajas de polvorones para ti, que eres el único al que le gustan. Hala, cómetelos.
En fin, lo hacen con tanta ilusión...
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
sábado, 30 de diciembre de 2006
Estampas navideñas (I)
Navidad. En una casa multinacional, multilingüística, multicultural, multirreligiosa y hasta multiétnica, la de mi suegra, el sentido cristiano de la misma está algo desvanecido. Abi, Ro y Ame abren sus regalos. También lo hacen sus primos galos, Duralex y Sedlex. Jolgorio... hasta que llega la hora de ir a misa, y decido tomármela en serio. Reúno a los von Buchweizen, que refunfuñan bastante, aunque les convenzo tras un par de berrinches. En esto, interviene Sedlex, de seis años recién cumplidos.
- Yo no voy a misa. No creo en Dios, porque soy judío.
Eso es cacao mental, y lo demás cuentos. Como le oiga el gran rabino, le pone cara a la pared contra el Muro de las Lamentaciones a darle mamporros hasta el día del Juicio Final por la tarde.
- Yo no voy a misa. No creo en Dios, porque soy judío.
Eso es cacao mental, y lo demás cuentos. Como le oiga el gran rabino, le pone cara a la pared contra el Muro de las Lamentaciones a darle mamporros hasta el día del Juicio Final por la tarde.
jueves, 21 de diciembre de 2006
Miles gloriosus
Creo que ya he mencionado en alguna ocasión las cuatro búsquedas estrella que ocupan a quienes aparecen en esta modesta bitácora, ansiosos de saber, desde el todopoderoso google: unos quieren saber algo sobre brebajes que se consumen por estos pagos; otros pretenden saber algo más sobre la sección femenina de este vasto país (y, a juzgar por las palabras que usan para la búsqueda, quizá alguno debería "hacérselo mirar", como dicen los catalanes); hay otros que quieren saber más sobre el parque móvil local. Y, finalmente, hay quienes, en su buena intención, están buscando información de tipo literario sobre, precisamente, Miles gloriosus, la obra del comediógrafo latino Plauto. Pues bien, así como las anteriores búsquedas quedaban debidamente respondidas con distintas entradas de esta bitácora, ésta última no lo estaba en absoluto.
Y, como nada más lejos de mi intención que engañar al personal y decepcionar a mis lectores, les ofrezco la posibilidad de bajarse, gratis total, y en un PDF de última generación, pergeñado por mí mismo, la obra de Plauto, simplemente pinchando aquí. Que les aproveche.
Y es que, en esta época del año, en que en España la gente sostiene trémula entre las manos un billete de lotería para ver si son agraciados en el sorteo de Navidad que está teniendo lugar ahora mismo, incluso mi corazón se reblandece.
Feliz Navidad a todos, incluso a los rusófilos anónimos (que ya sé que alguno hay, aunque tengo para mí que no me quiere muy bien), y por supuesto a todos los demás lectores, y en especial a los que habitualmente comentan por aquí: a Esther, que lleva el récord de comentarios; a Bar; al Botas (y a su primo, ¿qué tal le va?); a Alfina; a Carbucho; a Galo; al Capitán. Y a tantos visitantes anónimos que no dejan rastro escrito. Y también lo mejor para el año que se avecina, porque no tengo yo muy claro que estos días ande con arrestos y conexiones de ordenador como para meter más entradas, habida cuenta que dentro de un par de horas parto para España, si Dios y Aeroflot lo permiten. Que Dios les dé salud, felicidad, amor y suerte, y a mí que no me olvide. Hasta la próxima.
Y, como nada más lejos de mi intención que engañar al personal y decepcionar a mis lectores, les ofrezco la posibilidad de bajarse, gratis total, y en un PDF de última generación, pergeñado por mí mismo, la obra de Plauto, simplemente pinchando aquí. Que les aproveche.
Y es que, en esta época del año, en que en España la gente sostiene trémula entre las manos un billete de lotería para ver si son agraciados en el sorteo de Navidad que está teniendo lugar ahora mismo, incluso mi corazón se reblandece.
Feliz Navidad a todos, incluso a los rusófilos anónimos (que ya sé que alguno hay, aunque tengo para mí que no me quiere muy bien), y por supuesto a todos los demás lectores, y en especial a los que habitualmente comentan por aquí: a Esther, que lleva el récord de comentarios; a Bar; al Botas (y a su primo, ¿qué tal le va?); a Alfina; a Carbucho; a Galo; al Capitán. Y a tantos visitantes anónimos que no dejan rastro escrito. Y también lo mejor para el año que se avecina, porque no tengo yo muy claro que estos días ande con arrestos y conexiones de ordenador como para meter más entradas, habida cuenta que dentro de un par de horas parto para España, si Dios y Aeroflot lo permiten. Que Dios les dé salud, felicidad, amor y suerte, y a mí que no me olvide. Hasta la próxima.
Que en paz descanse
Carbuncho se levantó y me dijo.
- Ha ocurrido algo tremendo. Lo peor que podía ocurrir.
- ¿Todavía no ha llegado el boletín del Banco de Rusia?
- Peor.
- ¿Qué puede ser peor?
- Ha muerto el Turkmenbashí.
- ¿Quéeeeee?
Sí, señores. El Turkmenbashí, padre de todos los turkmenos, presidente vitalicio de Turkmenistán, literato de éxito y hazmerreír de quienes seguíamos sus actuaciones, ha muerto. De forma natural, de repente, y de un paro cardíaco, en su cama. El sueño de ir a su capital, Ashjabad, y ver cómo eran las cosas por allí, se ha desvanecido para siempre, porque difícilmente aquello será lo mismo. Que Dios lo tenga en Su gloria, que todo podría ser.
Su verdadero nombre era Saparmurad Niyázov y era el amo de Turkmenistán desde 1985, cuando el país todavía formaba parte de la URSS. Es difícil, supongo, saber cuándo perdió completamente la chaveta y empezó la orgía de estatuas suyas (alguna de oro) por todos los rincones del país, de carteles por todas las esquinas, de cambios de nombre de ciudades... y de decisiones curiosas; cuándo se decidió a escribir el Rukhname, libro que debe guiar las vidas de todos los turkmenos, mientras casi todo el mundo pensaba que los tiempos de redactar biblias habían pasado. Voy a traducir algunas frases suyas.
Hubo un atentado contra su vida, o eso dicen. Niyázov apareció en la televisión turkmena y dijo: "Hubo juicios. 46 personas han sido condenadas. Hay otros cinco o diez autores, pero ahora no vamos a buscarlos." Y se fue. El principal acusado fue un ex-ministro de Asuntos Exteriores, que se confesó culpable, dicen que después de haber sido convenientemente "convencido", y que fue encerrado a cal y canto. Ni su familia es capaz de decir si está vivo o no.
En otra ocasión, le preguntaron qué le parecía que su retrato estuviera por todos los sitios. "A mí no me parece bien verme por todos los sitios, pero es que el pueblo lo pide." Todo un demócrata.
Con el tiempo, estos rasgos de su carácter se acentuaron. Los podridos medios foráneos aventuraron una ola de arrestos en Turkmenistán, está vez porque su pueblo quería demasiado a su líder. El día de la fiesta nacional (aniversario de la elección de Niyázov como presidente vitalicio), sucedió un escándalo mayúsculo: el Turkmenbashí no fue a la inaguración de una estatua suya ni a un concierto en su honor. Sus palabras fueron: "No vengáis con que no voy a los conciertos. Si en los conciertos futuros se va a hablar menos de mí, entonces iré ¡Todo el concierto lo han dedicado en mi honor! Me es incómodo estar ahí sentado. Estoy ahí, mirando al suelo, me ruborizo, palidezco. Es muy difícil. Puede que a alguien le guste la gloria, la alabanza, pero a mí no me gustan." El Turkmenbashí se quedó en casa, pues, para no pasar vergüenza, y declaró que vio el concierto por la tele. Más tarde fue más allá y pidió a sus funcionarios que pensaran bien cuál era su papel en la historia: "Os vuelvo a repetir que no hay que relacionar todo lo que pasa con el nombre de una sola persona. Se elige una persona, y bueno, sí que tiene una importancia capital. Pero si no hay pueblo, esa persona no puede hacerlo todo. Yo sólo dirijo, y el pueblo turkmeno trabaja, se reúne, construye. Por eso os pido que no me alabéis tanto. Ya no puedo ni ir a conferencias ni conciertos. Es incómodo estar ahí y oír como cantan alabanzas sobre ti." Pobret.
El fracaso de la delegación turkmena en los últimos juegos olímpicos (ni una triste medalla, ni siquiera una final...) obligó al Turkmenbashí a destituir al presidente del Comité Olímpico Turkmeno y a reemplazarlo por la persona más capacitada para el cargo que pudo encontrar: él mismo. Su prematura muerte (tenía 67 años) acaso nos prive de ver a los deportistas turkmenos arrasar en las próximas olimpiadas, como de otro modo hubiera sucedido sin la menor duda.
Finalmente, se decidió a escribir todo lo que sabía, y eso fue el origen del Rukhname, el libro de cabecera de todos los turkmenos, regalo obligatorio a los recién casados, materia de estudio en todos los colegios de Turkmenistán y cuyo conocimiento es necesario para obtener... el permiso de conducir (y no es coña). El equivalente a la Biblia, vaya. Está traducido a unos treinta idiomas, entre los cuales, de forma sólo comprensible por la testarudez y malevolencia de sus émulos, no está (¡aún!) el castellano, aunque sí el inglés. Haríamos bien en leerlo, ya que, según el autor: "Aquél que lea tres veces el Rukhname se hará sabio, entenderá la naturaleza, las leyes, los valores humanos. Y tras ello irá directamente al paraíso. Al acabar el primer y segundo libro del Rukhname, pedí a Alá que el que consiga leer el Rukhname tres veces, en su casa, una hora al amanecer, una hora por la tarde, vaya inmediatamente al paraíso." 2005 fue declarado, por decreto, año del Rukhname, y el mes de septiembre vio cómo su nombre cambiaba a Rukhname. Por cierto que iban quedando menos meses disponibles, porque el Turkmenbashí ya se había dedicado uno (enero dejó de ser enero y pasó a ser "Turkmenbashí") y dedicó abril a su madre.
Esperemos que Dios, en estas fechas, haya perdonado al Turkmenbashí los pecados que pueda haber cometido y le reúna con sus lectores, porque, ciertamente, me puse a leer el Rukhname y tras conseguir pasar los primeros párrafos del libro, ya lo creo que quien consiga leerlo tres veces se habrá ganado el Cielo.
- Ha ocurrido algo tremendo. Lo peor que podía ocurrir.
- ¿Todavía no ha llegado el boletín del Banco de Rusia?
- Peor.
- ¿Qué puede ser peor?
- Ha muerto el Turkmenbashí.
- ¿Quéeeeee?
Sí, señores. El Turkmenbashí, padre de todos los turkmenos, presidente vitalicio de Turkmenistán, literato de éxito y hazmerreír de quienes seguíamos sus actuaciones, ha muerto. De forma natural, de repente, y de un paro cardíaco, en su cama. El sueño de ir a su capital, Ashjabad, y ver cómo eran las cosas por allí, se ha desvanecido para siempre, porque difícilmente aquello será lo mismo. Que Dios lo tenga en Su gloria, que todo podría ser.
Su verdadero nombre era Saparmurad Niyázov y era el amo de Turkmenistán desde 1985, cuando el país todavía formaba parte de la URSS. Es difícil, supongo, saber cuándo perdió completamente la chaveta y empezó la orgía de estatuas suyas (alguna de oro) por todos los rincones del país, de carteles por todas las esquinas, de cambios de nombre de ciudades... y de decisiones curiosas; cuándo se decidió a escribir el Rukhname, libro que debe guiar las vidas de todos los turkmenos, mientras casi todo el mundo pensaba que los tiempos de redactar biblias habían pasado. Voy a traducir algunas frases suyas.
Hubo un atentado contra su vida, o eso dicen. Niyázov apareció en la televisión turkmena y dijo: "Hubo juicios. 46 personas han sido condenadas. Hay otros cinco o diez autores, pero ahora no vamos a buscarlos." Y se fue. El principal acusado fue un ex-ministro de Asuntos Exteriores, que se confesó culpable, dicen que después de haber sido convenientemente "convencido", y que fue encerrado a cal y canto. Ni su familia es capaz de decir si está vivo o no.
En otra ocasión, le preguntaron qué le parecía que su retrato estuviera por todos los sitios. "A mí no me parece bien verme por todos los sitios, pero es que el pueblo lo pide." Todo un demócrata.
Con el tiempo, estos rasgos de su carácter se acentuaron. Los podridos medios foráneos aventuraron una ola de arrestos en Turkmenistán, está vez porque su pueblo quería demasiado a su líder. El día de la fiesta nacional (aniversario de la elección de Niyázov como presidente vitalicio), sucedió un escándalo mayúsculo: el Turkmenbashí no fue a la inaguración de una estatua suya ni a un concierto en su honor. Sus palabras fueron: "No vengáis con que no voy a los conciertos. Si en los conciertos futuros se va a hablar menos de mí, entonces iré ¡Todo el concierto lo han dedicado en mi honor! Me es incómodo estar ahí sentado. Estoy ahí, mirando al suelo, me ruborizo, palidezco. Es muy difícil. Puede que a alguien le guste la gloria, la alabanza, pero a mí no me gustan." El Turkmenbashí se quedó en casa, pues, para no pasar vergüenza, y declaró que vio el concierto por la tele. Más tarde fue más allá y pidió a sus funcionarios que pensaran bien cuál era su papel en la historia: "Os vuelvo a repetir que no hay que relacionar todo lo que pasa con el nombre de una sola persona. Se elige una persona, y bueno, sí que tiene una importancia capital. Pero si no hay pueblo, esa persona no puede hacerlo todo. Yo sólo dirijo, y el pueblo turkmeno trabaja, se reúne, construye. Por eso os pido que no me alabéis tanto. Ya no puedo ni ir a conferencias ni conciertos. Es incómodo estar ahí y oír como cantan alabanzas sobre ti." Pobret.
El fracaso de la delegación turkmena en los últimos juegos olímpicos (ni una triste medalla, ni siquiera una final...) obligó al Turkmenbashí a destituir al presidente del Comité Olímpico Turkmeno y a reemplazarlo por la persona más capacitada para el cargo que pudo encontrar: él mismo. Su prematura muerte (tenía 67 años) acaso nos prive de ver a los deportistas turkmenos arrasar en las próximas olimpiadas, como de otro modo hubiera sucedido sin la menor duda.
Finalmente, se decidió a escribir todo lo que sabía, y eso fue el origen del Rukhname, el libro de cabecera de todos los turkmenos, regalo obligatorio a los recién casados, materia de estudio en todos los colegios de Turkmenistán y cuyo conocimiento es necesario para obtener... el permiso de conducir (y no es coña). El equivalente a la Biblia, vaya. Está traducido a unos treinta idiomas, entre los cuales, de forma sólo comprensible por la testarudez y malevolencia de sus émulos, no está (¡aún!) el castellano, aunque sí el inglés. Haríamos bien en leerlo, ya que, según el autor: "Aquél que lea tres veces el Rukhname se hará sabio, entenderá la naturaleza, las leyes, los valores humanos. Y tras ello irá directamente al paraíso. Al acabar el primer y segundo libro del Rukhname, pedí a Alá que el que consiga leer el Rukhname tres veces, en su casa, una hora al amanecer, una hora por la tarde, vaya inmediatamente al paraíso." 2005 fue declarado, por decreto, año del Rukhname, y el mes de septiembre vio cómo su nombre cambiaba a Rukhname. Por cierto que iban quedando menos meses disponibles, porque el Turkmenbashí ya se había dedicado uno (enero dejó de ser enero y pasó a ser "Turkmenbashí") y dedicó abril a su madre.
Esperemos que Dios, en estas fechas, haya perdonado al Turkmenbashí los pecados que pueda haber cometido y le reúna con sus lectores, porque, ciertamente, me puse a leer el Rukhname y tras conseguir pasar los primeros párrafos del libro, ya lo creo que quien consiga leerlo tres veces se habrá ganado el Cielo.
miércoles, 20 de diciembre de 2006
Impostores contra auténticos
- Bé, anirem a una festa, i estaran Ded Moroz i Snegurochka.
Abi no parecía especialmente entusiasmada.
- I vos portaran regals.
Eso ya le gustó más, y sonrío. Ro, por una vez, estaba comiendo tranquilamente sin levantar la cabeza del plato.
- Molt bé, pero Ded Moroz no és de veritat -sentenció Abi.
Parecía que estaba llegando uno de los momentos más delicados que debe afrontar un padre.
- ¿Qué dius? - pregunté, haciéndome el sorprendido.
- No, no és de veritat. Es un senyor que porta una barba que no és de veres.
- ¿Aixina penses?
- Sí. I l'any passat, Ded Moroz era el pare de una amiga meua del colege que s'en havia disfraçat.
- ¡No em digues!
- Sí.
La situación se hacía delicada. A sus siete años, Abi ya estaba dudando de la autenticidad de los mitos más sagrados. Yo recuerdo con cierto rubor que no me enteré de que los Reyes Magos eran los padres hasta los diez años, y eso porque sorprendí en el autobús del colegio una conversación entre dos niños más pequeños que yo. Pues estas niñas me estaban sacando tres años de ventaja. Claro que Ded Moroz se expone a que le descubran mucho más que Papá Noel o los Reyes, porque va a pecho descubierto y a plena luz del día repartiendo regalos, mientras que los otros los reparten a deshora y a escondidas. Pero, aún así...
Mas hay una diferencia entre la infancia de Abi y Ro y la mía: que yo no tenía más que a los Reyes Magos, y ellas, multiculturales al fin, tienen toda una pléyade de proveedores de regalos en distintos momentos del período navideño. Ded Moroz es el proveedor ruso, en las fechas previas a la Navidad; luego, en Madrid, con la familia política de fuerte influencia francesa, el protagonismo pasa a Papá Noel.
- ¿I Papá Noel? ¿Tampoc és de veres?
- No, tampoc. També està disfraçat. La seua barba també és un postiç.
- ¿Un postiç? ¿Estas segura?
- Sí, estic segura.
Recordé que hace un par de años habían montado en Madrid una fiesta con aparición incluida de Papá Noel. Probablemente el familiar que, efectivamente, se disfrazó, fue igualmente reconocido, a pesar de que puso mucho cuidado en no decir ni pío. Así pues, tachado Papá Noel, ya sólo me quedaba el último cartucho: los proveedores valencianos, de la fase de vacaciones navideñas que pasamos en Valencia: los Reyes Magos. No nos perdemos una cabalgata desde hace cuatro o cinco años.
- ¿I els reis? ¡No em direu que tampoc són de veres!
Abi levantó la cabeza del plato y dijo con vehemencia.
- Nooooo... els reis són de veritat.
- Clar, els hem vist en la cavalcada -apunté.
- Sí, i eren ells -añadió Ro-. I tiren regals des de les carroces, i l'any passat un regal em va fer mal a l'ull.
- Sí, sí, els reis sí que existixen de veres - concluyó Abi.
- Papá, ¿enguany anirem a vore-los? -preguntó Ro.
- Si Deu vol, clar que sí.
Uffff... todavía queda margen.
Abi no parecía especialmente entusiasmada.
- I vos portaran regals.
Eso ya le gustó más, y sonrío. Ro, por una vez, estaba comiendo tranquilamente sin levantar la cabeza del plato.
- Molt bé, pero Ded Moroz no és de veritat -sentenció Abi.
Parecía que estaba llegando uno de los momentos más delicados que debe afrontar un padre.
- ¿Qué dius? - pregunté, haciéndome el sorprendido.
- No, no és de veritat. Es un senyor que porta una barba que no és de veres.
- ¿Aixina penses?
- Sí. I l'any passat, Ded Moroz era el pare de una amiga meua del colege que s'en havia disfraçat.
- ¡No em digues!
- Sí.
La situación se hacía delicada. A sus siete años, Abi ya estaba dudando de la autenticidad de los mitos más sagrados. Yo recuerdo con cierto rubor que no me enteré de que los Reyes Magos eran los padres hasta los diez años, y eso porque sorprendí en el autobús del colegio una conversación entre dos niños más pequeños que yo. Pues estas niñas me estaban sacando tres años de ventaja. Claro que Ded Moroz se expone a que le descubran mucho más que Papá Noel o los Reyes, porque va a pecho descubierto y a plena luz del día repartiendo regalos, mientras que los otros los reparten a deshora y a escondidas. Pero, aún así...
Mas hay una diferencia entre la infancia de Abi y Ro y la mía: que yo no tenía más que a los Reyes Magos, y ellas, multiculturales al fin, tienen toda una pléyade de proveedores de regalos en distintos momentos del período navideño. Ded Moroz es el proveedor ruso, en las fechas previas a la Navidad; luego, en Madrid, con la familia política de fuerte influencia francesa, el protagonismo pasa a Papá Noel.
- ¿I Papá Noel? ¿Tampoc és de veres?
- No, tampoc. També està disfraçat. La seua barba també és un postiç.
- ¿Un postiç? ¿Estas segura?
- Sí, estic segura.
Recordé que hace un par de años habían montado en Madrid una fiesta con aparición incluida de Papá Noel. Probablemente el familiar que, efectivamente, se disfrazó, fue igualmente reconocido, a pesar de que puso mucho cuidado en no decir ni pío. Así pues, tachado Papá Noel, ya sólo me quedaba el último cartucho: los proveedores valencianos, de la fase de vacaciones navideñas que pasamos en Valencia: los Reyes Magos. No nos perdemos una cabalgata desde hace cuatro o cinco años.
- ¿I els reis? ¡No em direu que tampoc són de veres!
Abi levantó la cabeza del plato y dijo con vehemencia.
- Nooooo... els reis són de veritat.
- Clar, els hem vist en la cavalcada -apunté.
- Sí, i eren ells -añadió Ro-. I tiren regals des de les carroces, i l'any passat un regal em va fer mal a l'ull.
- Sí, sí, els reis sí que existixen de veres - concluyó Abi.
- Papá, ¿enguany anirem a vore-los? -preguntó Ro.
- Si Deu vol, clar que sí.
Uffff... todavía queda margen.
lunes, 18 de diciembre de 2006
Educación pública (II)
Después de los sucesos referidos en la anterior entrada, a las siguientes reuniones de padres acudí con los bolsillos bien repletos de efectivo, e hice bien, porque cada vez salí de la reunión con bastante menos parné del que había en mi cartera a la entrada. Al adecentamiento del aula se unió el pago de la seguridad (diez mil rublos, para todo el año), y luego algunas minucias que ya eran más o menos llevaderas (agua para beber, utensilios de limpieza...), destacando entre las mismas la confección de trajes para la fiesta de fin de año.
- Señores -dijo la maestra-, se acerca el Año Nuevo. Este año tendremos la fiesta del árbol de Año Nuevo el 22 de diciembre.
Se refería a la fiesta que, en España, llamaríamos de Navidad. Este año cae pronto, porque lo suyo es hacerla mucho más cerca del 1 de enero. No olvidemos que la Navidad ortodoxa no es hasta el 7 de enero: esos trece días de desfase eclesiástico ortodoxo con el resto del universo pueden ser bastante molestos.
- Los niños - continuó la maestra- están ensayando un número con enanitos. Me he tomado la libertad de decirle a Elizaveta Ivánovna -y señaló a la mentada, que nos miraba desde el fondo de la sala, sin poder hablar debido a la típica afonía docente- que, como otros años, se encargue de la confección de los trajes. Vamos a ver, el traje cuesta seiscientos rublos de material, y les aseguro que sería mucho más caro comprarlos hechos en una tienda, y además tendrían que ser iguales que los demás, y otros trescientos de mano de obra... en total unos novecientos rublos ¿Quién los puede recoger?
La misma recaudadora del "comité de padres" se ofreció, pero el pago fue directamente a Elizaveta Ivánovna, que al fin y al cabo era quien tenía que comprar el material y percibir los honorarios por la confección.
- ¿Y vendrán Ded Moroz y Snegurochka? -preguntó un padre.
Ded Moroz y Snegurochka son los que traen regalos a los niños en Rusia, igual que los Reyes Magos en España o Papá Noel por ahí. Pero, en lugar de traerlos de manera clandestina al amparo de la noche, Ded Moroz los trae en persona a la luz del día y los entrega él mismito a los niños, lo que implica disponer de alguien que lo interprete (pagando, claro), además de los regalos. Snegurochka es una niña vestida de blanco que le ayuda. Probablemente ya sabe que el Ded Moroz al que ayuda es un poco impostor... como ella misma.
- Claro que sí. Ya los tenemos apalabrados.
Otros trescientos rublos, entre regalo y honorarios de Ded Moroz y Snegurochka...
La verdad es que el sistema de educación pública, tal y como queda reflejado en estas dos entradas, parece un pelín precario, y ciertamente lo es; pero la calidad sigue siendo razonablemente buena, las maestras, gente con vocación, mantienen la moral alta, y las penurias económicas de los centros de enseñanza, que llevan a la necesidad de recurrir a los padres para que financien lo más indispensable, tienen un efecto positivo:
Que hay una reunión de padres casi cada mes. Y, de paso que nos esquilman un poquito, también nos dicen cómo van nuestros hijos con bastante frecuencia.
- Señores -dijo la maestra-, se acerca el Año Nuevo. Este año tendremos la fiesta del árbol de Año Nuevo el 22 de diciembre.
Se refería a la fiesta que, en España, llamaríamos de Navidad. Este año cae pronto, porque lo suyo es hacerla mucho más cerca del 1 de enero. No olvidemos que la Navidad ortodoxa no es hasta el 7 de enero: esos trece días de desfase eclesiástico ortodoxo con el resto del universo pueden ser bastante molestos.
- Los niños - continuó la maestra- están ensayando un número con enanitos. Me he tomado la libertad de decirle a Elizaveta Ivánovna -y señaló a la mentada, que nos miraba desde el fondo de la sala, sin poder hablar debido a la típica afonía docente- que, como otros años, se encargue de la confección de los trajes. Vamos a ver, el traje cuesta seiscientos rublos de material, y les aseguro que sería mucho más caro comprarlos hechos en una tienda, y además tendrían que ser iguales que los demás, y otros trescientos de mano de obra... en total unos novecientos rublos ¿Quién los puede recoger?
La misma recaudadora del "comité de padres" se ofreció, pero el pago fue directamente a Elizaveta Ivánovna, que al fin y al cabo era quien tenía que comprar el material y percibir los honorarios por la confección.
- ¿Y vendrán Ded Moroz y Snegurochka? -preguntó un padre.
Ded Moroz y Snegurochka son los que traen regalos a los niños en Rusia, igual que los Reyes Magos en España o Papá Noel por ahí. Pero, en lugar de traerlos de manera clandestina al amparo de la noche, Ded Moroz los trae en persona a la luz del día y los entrega él mismito a los niños, lo que implica disponer de alguien que lo interprete (pagando, claro), además de los regalos. Snegurochka es una niña vestida de blanco que le ayuda. Probablemente ya sabe que el Ded Moroz al que ayuda es un poco impostor... como ella misma.
- Claro que sí. Ya los tenemos apalabrados.
Otros trescientos rublos, entre regalo y honorarios de Ded Moroz y Snegurochka...
La verdad es que el sistema de educación pública, tal y como queda reflejado en estas dos entradas, parece un pelín precario, y ciertamente lo es; pero la calidad sigue siendo razonablemente buena, las maestras, gente con vocación, mantienen la moral alta, y las penurias económicas de los centros de enseñanza, que llevan a la necesidad de recurrir a los padres para que financien lo más indispensable, tienen un efecto positivo:
Que hay una reunión de padres casi cada mes. Y, de paso que nos esquilman un poquito, también nos dicen cómo van nuestros hijos con bastante frecuencia.
sábado, 16 de diciembre de 2006
Educación pública (I)
En Rusia, como en España, la educación es gratuita. Ahora bien, eso de la gratuidad presenta serios matices en ambos países; en España, los libros de texto son bastante caros, así que uno paga los libros, la matrícula es efectivamente gratuita, y luego tiene que preocuparse por algunos extras, básicamente comedor y transporte. En Rusia, los libros de texto son muy baratos y, en el caso de Moscú, incluso gratuitos, porque el ayuntamiento los subvenciona por completo. Eso sí, los clavos vienen por otro camino. Veamos.
Desde que Abi está en el colegio (colegio público ruso, nada de colegio extranjero, que eso cuesta más que un MBA, y no es exageración, además de que condenaría a la pobre niña a pasarse el día de atasco en atasco para llegar a clase), he asistido a unas cuantas reuniones de padres. La primera tuvo lugar antes del comienzo del curso y ya apuntaba maneras:
- Señores -dijo la profesora-, aquí los libros los paga Luzhkov. Luzhkov también paga mi salario ("Mejor", pensé, "no preguntar cuál es, puede ser muy deprimente"). Pero eso es todo lo que el colegio ingresa del Estado. Para el resto de nuestras necesidades, habrá que encontrar medios.
Los otros padres, más avezados que yo en esto, entendieron rápidamente. Yo también había oído campanas, pero mi reacción fue más lenta.
- Habrá que reformar algo el aula -dijo una madre.
- Ustedes verán -dijo la profesora-. Yo puedo dar clase aquí, pero la cuestión es si ustedes quieren que sus hijos reciban clase en estas condiciones.
El aula estaba bastante cochambrosa. La pared, tras un año escolar completo, estaba algo más pintarrajeada de lo debido, y en el suelo había signos evidentes de humedad y manchas de suciedad, además de una alfombra al fondo del aula con aspecto descuidado y color entre parduzco e indefinible, tras prestar servicio a Dios sabe cuántas generaciones de alumnos.
- ¿Cuánto puede costar? -preguntó otro padre.
- Hemos pedido presupuesto a unos obreros que suelen trabajar para nosotros -intervino rápidamente la profesora- y nos han hablado de unos tres mil dólares.
- ¿Han preguntado a otros? -preguntó una madre.
- Ésos son los que siempre han trabajado aquí y son de confianza.
Yo había llegado allí con el propósito de no sorprenderme de nada, aunque hasta cierto punto iba prevenido. Me palpé el bolsillo, lo cual formaba parte de la prevención, y comprobé que contaba con posibles para afrontar el gasto proporcional.
- ¿A cuánto salimos?
- ¿Cuántos apuntados hay? -le preguntó una madre a la profesora.
- Bueno, somos quince... salen a unos doscientos dólares... unos seis mil rublos.
- Pongamos seis mil.
- Pero, ¿podemos ver el presupuesto? -dijo una madre con ganas de guerra.
Todos se giraron hacia ella.
- Soy diseñadora -dijo con actitud retadora-. Y creo que podría ver qué es lo que hay.
Nadie le hizo mucho caso.
- Bueno, venga, doscientos dólares... -intervino un padre con ganas de acabar rápido- El precio está bien, me parece muy razonable para lo que hay que hacer. Casi sería mejor pagar en rublos...
- ¿Quién se encarga de recoger el dinero? -dijo la profesora.
- Deberíamos formar un comité de padres.
- ¿Se puede encargar usted?
Una madre dijo que ella podía, y todo el mundo estuvo de acuerdo. Los billetes comenzaron a aparecer, mientras surgía igualmente una hoja de papel y todos íbamos apuntando nuestros nombres y nuestros teléfonos de contacto.
(continuará)
Desde que Abi está en el colegio (colegio público ruso, nada de colegio extranjero, que eso cuesta más que un MBA, y no es exageración, además de que condenaría a la pobre niña a pasarse el día de atasco en atasco para llegar a clase), he asistido a unas cuantas reuniones de padres. La primera tuvo lugar antes del comienzo del curso y ya apuntaba maneras:
- Señores -dijo la profesora-, aquí los libros los paga Luzhkov. Luzhkov también paga mi salario ("Mejor", pensé, "no preguntar cuál es, puede ser muy deprimente"). Pero eso es todo lo que el colegio ingresa del Estado. Para el resto de nuestras necesidades, habrá que encontrar medios.
Los otros padres, más avezados que yo en esto, entendieron rápidamente. Yo también había oído campanas, pero mi reacción fue más lenta.
- Habrá que reformar algo el aula -dijo una madre.
- Ustedes verán -dijo la profesora-. Yo puedo dar clase aquí, pero la cuestión es si ustedes quieren que sus hijos reciban clase en estas condiciones.
El aula estaba bastante cochambrosa. La pared, tras un año escolar completo, estaba algo más pintarrajeada de lo debido, y en el suelo había signos evidentes de humedad y manchas de suciedad, además de una alfombra al fondo del aula con aspecto descuidado y color entre parduzco e indefinible, tras prestar servicio a Dios sabe cuántas generaciones de alumnos.
- ¿Cuánto puede costar? -preguntó otro padre.
- Hemos pedido presupuesto a unos obreros que suelen trabajar para nosotros -intervino rápidamente la profesora- y nos han hablado de unos tres mil dólares.
- ¿Han preguntado a otros? -preguntó una madre.
- Ésos son los que siempre han trabajado aquí y son de confianza.
Yo había llegado allí con el propósito de no sorprenderme de nada, aunque hasta cierto punto iba prevenido. Me palpé el bolsillo, lo cual formaba parte de la prevención, y comprobé que contaba con posibles para afrontar el gasto proporcional.
- ¿A cuánto salimos?
- ¿Cuántos apuntados hay? -le preguntó una madre a la profesora.
- Bueno, somos quince... salen a unos doscientos dólares... unos seis mil rublos.
- Pongamos seis mil.
- Pero, ¿podemos ver el presupuesto? -dijo una madre con ganas de guerra.
Todos se giraron hacia ella.
- Soy diseñadora -dijo con actitud retadora-. Y creo que podría ver qué es lo que hay.
Nadie le hizo mucho caso.
- Bueno, venga, doscientos dólares... -intervino un padre con ganas de acabar rápido- El precio está bien, me parece muy razonable para lo que hay que hacer. Casi sería mejor pagar en rublos...
- ¿Quién se encarga de recoger el dinero? -dijo la profesora.
- Deberíamos formar un comité de padres.
- ¿Se puede encargar usted?
Una madre dijo que ella podía, y todo el mundo estuvo de acuerdo. Los billetes comenzaron a aparecer, mientras surgía igualmente una hoja de papel y todos íbamos apuntando nuestros nombres y nuestros teléfonos de contacto.
(continuará)
jueves, 14 de diciembre de 2006
Eligiendo regalos
La temporada de regalos 2006-2007 comenzó hace unos días, con motivo del próximo cumpleaños de Ame y de la conveniencia de comprarle algo. Si no, luego, todo son líos. Yo reconozco humildemente que lo mío no son los regalos: suelo fallar bastante, y la buena voluntad que le echo no compensa la falta de tino. Pero, para suplir mis pocas luces en esto, contaba con la ayuda de otros niños pequeños: sus hermanas Abi y Ro.
Lejos los tiempos de escasez en Rusia, actualmente hay todo tipo de juguetes. Antes había muchos juguetes de madera, de fabricación soviética y simplicidad notable, y probablemente los niños hasta jugaban más a gusto con ellos. Ahora, en cambio, se encuentran los mismos juguetes (con clara mayoría china) que en cualquier otro país: a los niños se les van los ojos detrás de la vistosidad de los mismos, pero, a la hora de jugar de veras, quienes mandan son los juguetes simples de toda la vida. Como en todos los sitios.
Pues bien, Abi y Ro escudriñaron de cabo a rabo toda la sección de juguetes. Les disuadí de comprar muñecas, y al cabo quedó la cosa en un precioso sombrero negro con una zeta pintada en la frontal: el sombrero del Zorro.
A Abi y Ro les gustó tanto su elección que no lo soltaron hasta llegar a casa. Ro hizo todo el viaje de vuelta tocada con el sombrero. Al llegar a casa, saludó a su madre:
- ¡Mira, mamá, soy una Zorra!
Dentro de unos años se reirá de eso. Espero. Y yo también debería. Si no me río, mal asunto.
Lejos los tiempos de escasez en Rusia, actualmente hay todo tipo de juguetes. Antes había muchos juguetes de madera, de fabricación soviética y simplicidad notable, y probablemente los niños hasta jugaban más a gusto con ellos. Ahora, en cambio, se encuentran los mismos juguetes (con clara mayoría china) que en cualquier otro país: a los niños se les van los ojos detrás de la vistosidad de los mismos, pero, a la hora de jugar de veras, quienes mandan son los juguetes simples de toda la vida. Como en todos los sitios.
Pues bien, Abi y Ro escudriñaron de cabo a rabo toda la sección de juguetes. Les disuadí de comprar muñecas, y al cabo quedó la cosa en un precioso sombrero negro con una zeta pintada en la frontal: el sombrero del Zorro.
A Abi y Ro les gustó tanto su elección que no lo soltaron hasta llegar a casa. Ro hizo todo el viaje de vuelta tocada con el sombrero. Al llegar a casa, saludó a su madre:
- ¡Mira, mamá, soy una Zorra!
Dentro de unos años se reirá de eso. Espero. Y yo también debería. Si no me río, mal asunto.
martes, 12 de diciembre de 2006
Letrinas y comedores
En "La última noche de Borís Grushenko", Boris (Woody Allen) mantiene un diálogo totalmente anacrónico con su instructor del ejército zarista (que, para más anacronismo, es negro):
- Tú AMAS a Rusia, ¿no?
- Sí, señor.
- ¡No te oigo!
- ¡SÍ, SEÑOR!
- Eres el peor recluta que he visto nunca. A partir de ahora limpiarás las letrinas y los comedores.
- ¿Y cómo los distinguiré, señor?
Bueno, bueno, maticemos... es cierto que los comedores y las cantinas más o menos públicas en Rusia dan una impresión, todavía hoy, bastante lamentable. Platos desportillados, cubiertos de baratillo que se doblan con mirarlos, azulejos rotos, olor penetrante y agresivo. Por no hablar de la comida, sumamente alejada de la dieta mediterránea, por decirlo de un modo suave.
Pero no es cierto que los comedores sean susceptibles de confusión con las letrinas. No, señor: las letrinas de lugares públicos oficiales son mucho peores y, como muestra, ahí está la foto de arriba, tomada hace unas semanas en la varias veces mencionada estación de autobuses de Riazán. Y ojo, que es de pago.
Los servicios de la foto son de uso sencillo. Uno llega a la puerta, abre, y aquí todavía el olor es soportable. A la derecha, una señora está en caja, cobrando por el uso: cinco rublos (unos quince céntimos de euro, a ojo). Los servicios de pago son una creación de la perestroika, con el fin de financiar de alguna manera la limpieza de los mismos. Fue una las mejores ideas que tuvo la perestroika para el transeúnte, de verdad. De hecho, para usar buena parte de las letrinas que no son de pago hay que tener realmente muchas ganas.
- ¿Necesitará papel higiénico? -pregunta. Menos mal.
- Bueno, ya que lo ofrece...
Yo pago los cinco rublos, y ella me da un ticket de caja (no lo había visto nunca antes en otros servicios: éstos son gente seria) y un par de trozos de papel higiénico de complexión recia y sólida, poco aptos para tratar almorranas. De esta guisa se llega al lugar de la foto, del que se hace el uso que puede suponerse, y con eso, algo más aliviado, uno puede dirigirse al autobús que le toque y emprender viaje, con mayor o menor fortuna.
(Para quien quiera profundizar en el tema, creo que en Camino a perdición hay algunas fotos de letrinas mucho más representativas, por lo hediondo, que la de arriba, que está entre las aceptables)
- Tú AMAS a Rusia, ¿no?
- Sí, señor.
- ¡No te oigo!
- ¡SÍ, SEÑOR!
- Eres el peor recluta que he visto nunca. A partir de ahora limpiarás las letrinas y los comedores.
- ¿Y cómo los distinguiré, señor?
Bueno, bueno, maticemos... es cierto que los comedores y las cantinas más o menos públicas en Rusia dan una impresión, todavía hoy, bastante lamentable. Platos desportillados, cubiertos de baratillo que se doblan con mirarlos, azulejos rotos, olor penetrante y agresivo. Por no hablar de la comida, sumamente alejada de la dieta mediterránea, por decirlo de un modo suave.
Pero no es cierto que los comedores sean susceptibles de confusión con las letrinas. No, señor: las letrinas de lugares públicos oficiales son mucho peores y, como muestra, ahí está la foto de arriba, tomada hace unas semanas en la varias veces mencionada estación de autobuses de Riazán. Y ojo, que es de pago.
Los servicios de la foto son de uso sencillo. Uno llega a la puerta, abre, y aquí todavía el olor es soportable. A la derecha, una señora está en caja, cobrando por el uso: cinco rublos (unos quince céntimos de euro, a ojo). Los servicios de pago son una creación de la perestroika, con el fin de financiar de alguna manera la limpieza de los mismos. Fue una las mejores ideas que tuvo la perestroika para el transeúnte, de verdad. De hecho, para usar buena parte de las letrinas que no son de pago hay que tener realmente muchas ganas.
- ¿Necesitará papel higiénico? -pregunta. Menos mal.
- Bueno, ya que lo ofrece...
Yo pago los cinco rublos, y ella me da un ticket de caja (no lo había visto nunca antes en otros servicios: éstos son gente seria) y un par de trozos de papel higiénico de complexión recia y sólida, poco aptos para tratar almorranas. De esta guisa se llega al lugar de la foto, del que se hace el uso que puede suponerse, y con eso, algo más aliviado, uno puede dirigirse al autobús que le toque y emprender viaje, con mayor o menor fortuna.
(Para quien quiera profundizar en el tema, creo que en Camino a perdición hay algunas fotos de letrinas mucho más representativas, por lo hediondo, que la de arriba, que está entre las aceptables)
domingo, 10 de diciembre de 2006
Aniversarios históricos
Así como quien no quiere la cosa, me he dado cuenta de que el otro día puse la entrada número 100 en la bitácora, y esto viene al pelo a propósito de los aniversarios.
Los rusos son gente proclive a celebrar cosas en general y, en especial, aniversarios, cosa en la que no son muy diferentes a nosotros, los españoles. Dice una canción infantil rusa que "por desgracia, el cumpleaños sólo es una vez al año". Para remediar esta injusticia, además de los clásicos aniversarios, casi todos los años hay algún aniversario extra de algo que celebrar.
Este año, y estos días (el ataque ruso se inició un 5 de diciembre), le ha tocado el turno al sexagésimo quinto aniversario de la batalla de Moscú, en 1941, en la que el Ejército Rojo detuvo el avance de la Wehrmacht. Aquello no terminó la guerra, ya que, por ejemplo, el contraataque soviético en toda la línea de los primeros meses de 1942 fue un auténtico desastre que dejó una infinidad de prisioneros (entre ellos, el famoso general Vlasov) en manos de los alemanes, pero fue la primera vez que el ejército nazi era derrotado por tierra en una operación de envergadura. Un ejemplo de cómo se celebran estas cosas está en la página http://pobeda.mosreg.ru (eso sí, en ruso de arriba a abajo), pero hay muchas más. Hay carteles por muchos sitios, además de conmemoraciones, actos en honor de la batalla, medallas a los que tomaron parte en aquello... y una limosnita (no se puede llamar de otra manera) de mil rublos (cosa de treinta euros) a los veteranos que viven en la región de Moscú, que alguno queda. Además del típico acto en el centro con corte de calles incluido (resignación, transeúnte, te tocará dar un rodeo de los de agarra y no te menees).
Lo que me parece curioso es que se celebre un número no especialmente destacado (no es el 50, ni el 75) de una batalla muy importante, sí, pero no decisiva. Es difícil establecer una comparación con España, pero es algo así como la celebración en España del bicentenario de la batalla de Bailén: primera derrota de las tropas napoleónicas, pero no decisiva (Napoleón en persona vino a darnos candela en 1809); eso debiera suceder en julio de 2008, y algo, poco, parece que se está haciendo, pero me parece a mí que los tiros no van por ahí: debe ser un pelín demasiado políticamente incorrecto para lo que se estila entre nosotros.
Ahí los rusos nos sacan mucha ventaja. Están orgullosos de su historia, a pesar de que tiene páginas espantosas; mientras que los españoles parece que tengamos vergüenza de la nuestra. No sé si será por no ofender a nuestros enemigos tradicionales franceses, musulmanes o protestantes, por ser perezosos y no estudiar historia, o porque, directamente, en esto somos unos mendrugos de espanto. Así nos irán las cosas.
Los rusos son gente proclive a celebrar cosas en general y, en especial, aniversarios, cosa en la que no son muy diferentes a nosotros, los españoles. Dice una canción infantil rusa que "por desgracia, el cumpleaños sólo es una vez al año". Para remediar esta injusticia, además de los clásicos aniversarios, casi todos los años hay algún aniversario extra de algo que celebrar.
Este año, y estos días (el ataque ruso se inició un 5 de diciembre), le ha tocado el turno al sexagésimo quinto aniversario de la batalla de Moscú, en 1941, en la que el Ejército Rojo detuvo el avance de la Wehrmacht. Aquello no terminó la guerra, ya que, por ejemplo, el contraataque soviético en toda la línea de los primeros meses de 1942 fue un auténtico desastre que dejó una infinidad de prisioneros (entre ellos, el famoso general Vlasov) en manos de los alemanes, pero fue la primera vez que el ejército nazi era derrotado por tierra en una operación de envergadura. Un ejemplo de cómo se celebran estas cosas está en la página http://pobeda.mosreg.ru (eso sí, en ruso de arriba a abajo), pero hay muchas más. Hay carteles por muchos sitios, además de conmemoraciones, actos en honor de la batalla, medallas a los que tomaron parte en aquello... y una limosnita (no se puede llamar de otra manera) de mil rublos (cosa de treinta euros) a los veteranos que viven en la región de Moscú, que alguno queda. Además del típico acto en el centro con corte de calles incluido (resignación, transeúnte, te tocará dar un rodeo de los de agarra y no te menees).
Lo que me parece curioso es que se celebre un número no especialmente destacado (no es el 50, ni el 75) de una batalla muy importante, sí, pero no decisiva. Es difícil establecer una comparación con España, pero es algo así como la celebración en España del bicentenario de la batalla de Bailén: primera derrota de las tropas napoleónicas, pero no decisiva (Napoleón en persona vino a darnos candela en 1809); eso debiera suceder en julio de 2008, y algo, poco, parece que se está haciendo, pero me parece a mí que los tiros no van por ahí: debe ser un pelín demasiado políticamente incorrecto para lo que se estila entre nosotros.
Ahí los rusos nos sacan mucha ventaja. Están orgullosos de su historia, a pesar de que tiene páginas espantosas; mientras que los españoles parece que tengamos vergüenza de la nuestra. No sé si será por no ofender a nuestros enemigos tradicionales franceses, musulmanes o protestantes, por ser perezosos y no estudiar historia, o porque, directamente, en esto somos unos mendrugos de espanto. Así nos irán las cosas.
viernes, 8 de diciembre de 2006
El efecto trineo
A estas alturas, el año pasado, ya había nevado a base de bien y estábamos claramente bajo cero. Este año, después de unos pocos días de nevadas intensas y temperaturas relativamente bajas, los termómetros han empezado a subir, a subir, a subir... y esto es increíble: estamos a poco menos de diez grados sobre cero, ayer se batió el récord de calor de todos los 7 de diciembre desde que hay datos (llegamos a 7º, superando los 6,6º de... 1898) y, además, los pronósticos indican que la cosa puede continuar. Eso sí, hace un mes largo que no se ve el sol, y eso duele.
Hace unas semanas, cuando hacía más frío que ahora y se intuía que la nieve iba a caer de un momento a otro, estábamos en la interminable cola del hiper (hasta una hora y media hemos llegado a hacer cola, Dios mío), con el carro lleno hasta los topes. Alfina se había apartado con Ro para acabar de pillar un par de cosas mientras los demás íbamos tomando posiciones. Volvieron con una cosa metálica entre las manos.
- ¿Y eso qué es?
- Un trineo.
- Ahhhhh...
- Cuando nieve, nos va a hacer mucha falta, y no teníamos.
- Muy bien. Bien hecho.
Han pasado cosa de dos meses. No hay como comprar un trineo para que no nieve ni a la de tres. El año que viene compraremos otro.
Hace unas semanas, cuando hacía más frío que ahora y se intuía que la nieve iba a caer de un momento a otro, estábamos en la interminable cola del hiper (hasta una hora y media hemos llegado a hacer cola, Dios mío), con el carro lleno hasta los topes. Alfina se había apartado con Ro para acabar de pillar un par de cosas mientras los demás íbamos tomando posiciones. Volvieron con una cosa metálica entre las manos.
- ¿Y eso qué es?
- Un trineo.
- Ahhhhh...
- Cuando nieve, nos va a hacer mucha falta, y no teníamos.
- Muy bien. Bien hecho.
Han pasado cosa de dos meses. No hay como comprar un trineo para que no nieve ni a la de tres. El año que viene compraremos otro.
miércoles, 6 de diciembre de 2006
Cine extranjero sobre Rusia (II)
Como hace un mes que no se ve el sol, y la cosa está bastante calmada y abúlica, sigo con la serie de películas extranjeras sobre Rusia. En esta ocasión, para variar, una que me gustó: la película es de Woody Allen y se titula, en inglés, "Love & Death". Fue traducida al castellano con el sugestivo título de "La última noche de Borís Grushenko".
Es una farsa divertidísima sobre la literatura clásica rusa en la que Woody Allen utiliza la contaminatio, es decir, la mezcla de elementos de varias tramas en una sola, con la particularidad de que las obras originales son serias, mientras que el resultado obtenido por el director es una parodia con algunas escenas geniales. Así, entre otros, hay elementos de Tolstoy (Guerra y paz, que es el más evidente, Anna Karenina) y de Dostoyevsky (Stepanchikovo y sus habitantes, Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov), con un resultado desternillante. Se ríe de todo, sin quedar claro si es una burla o, lo más probable, un homenaje de un humorista de la mejor manera que puede hacerlo: riéndose del homenajeado. Alguna escena es de antología, por ejemplo:
Grushenko, que es más bien cobardica, se ve alistado en el ejército ruso para luchar contra Napoléon. Antes de entrar en campaña, se les concede un permiso de tres días, que Grushenko aprovecha para ir al teatro a San Petersburgo. Desde su palco, se pone a ligar con una noble del palco vecino, que está acompañada por su actual amante, un duelista temible. Al acabar la obra, entablan conversación. Grushenko se presenta, y el amante decide meter baza:
- Grushenko... ¿no será usted el joven cobarde del que habla todo San Petersburgo?
- No soy tan joven. Tengo treinta y cinco años.
Los diálogos pseudofilosóficos entre los personajes son la repanocha. La obra es, a veces, un poquito irreverente:
Grushenko: "¿Cómo que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios? ¿Tú crees que Dios tiene gafas?"
Sonia: "Con esa montura, no."
Y sexualmente bastante subida de tono. Así que no es de extrañar que sea no apta para menores de dieciocho años. También deberían haber escrito que es no apta para rusófilos sin sentido del humor (o sea, mucho me temo, para rusófilos), pero se les debió olvidar.
Algunos de los gags son, aún hoy, aplicables a algunas cosas que se ven por aquí. Pero eso queda para otro día.
Es una farsa divertidísima sobre la literatura clásica rusa en la que Woody Allen utiliza la contaminatio, es decir, la mezcla de elementos de varias tramas en una sola, con la particularidad de que las obras originales son serias, mientras que el resultado obtenido por el director es una parodia con algunas escenas geniales. Así, entre otros, hay elementos de Tolstoy (Guerra y paz, que es el más evidente, Anna Karenina) y de Dostoyevsky (Stepanchikovo y sus habitantes, Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov), con un resultado desternillante. Se ríe de todo, sin quedar claro si es una burla o, lo más probable, un homenaje de un humorista de la mejor manera que puede hacerlo: riéndose del homenajeado. Alguna escena es de antología, por ejemplo:
Grushenko, que es más bien cobardica, se ve alistado en el ejército ruso para luchar contra Napoléon. Antes de entrar en campaña, se les concede un permiso de tres días, que Grushenko aprovecha para ir al teatro a San Petersburgo. Desde su palco, se pone a ligar con una noble del palco vecino, que está acompañada por su actual amante, un duelista temible. Al acabar la obra, entablan conversación. Grushenko se presenta, y el amante decide meter baza:
- Grushenko... ¿no será usted el joven cobarde del que habla todo San Petersburgo?
- No soy tan joven. Tengo treinta y cinco años.
Los diálogos pseudofilosóficos entre los personajes son la repanocha. La obra es, a veces, un poquito irreverente:
Grushenko: "¿Cómo que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios? ¿Tú crees que Dios tiene gafas?"
Sonia: "Con esa montura, no."
Y sexualmente bastante subida de tono. Así que no es de extrañar que sea no apta para menores de dieciocho años. También deberían haber escrito que es no apta para rusófilos sin sentido del humor (o sea, mucho me temo, para rusófilos), pero se les debió olvidar.
Algunos de los gags son, aún hoy, aplicables a algunas cosas que se ven por aquí. Pero eso queda para otro día.
lunes, 4 de diciembre de 2006
Cine extranjero sobre Rusia (I)
Como Rusia es un país que llama la atención y despierta curiosidad, no son escasas las películas extranjeras que tratan sobre cómo son las cosas por aquí. Algunas de ellas las tengo en mi videoteca, no sé si para bien o para mal. A este respecto, cuando ya llevaba un par de años danzando por estos pagos, en un viaje esporádico a España, me encontré con un antiguo compañero de colegio, alemán él, con el que había tenido algunas conversaciones por correo electrónico, todo menos distendidas, sobre el general Vlasov y su ROA. Pero del general Vlasov, de la ROA, y de otros elementos rusos en la Wehrmacht ya hablaremos otro día.
- Alfor, como estás en Rusia, el otro día vi una película en el videoclub, me acordé de ti y la compré. Toma.
- ¡Hombre, Herbert, muchas gracias! A ver... Tatiana, la muñeca rusa... Macho, ¿qué es esto?
Me niego a reproducir la foto de la portada, que representa a los dos protagonistas, masculino y femenina (Ornella Muti, por más señas), en actitud inequívoca. En su lugar, prefiero ilustrar esto con cualquier otra cosa (vista de la ciudad de Uglich desde el Volga).
- La estuve viendo ayer -dijo Herbert-. Es original. Espero que te guste.
- Todo podría ser, claro.
Cuando, finalmente, me decidí a ponerla, pasé un rato bastante malo. La cosa va de un ejecutivo español que va a Rusia a montar una fábrica de galletas y se enrolla con su traductora, que está que se pierde por salir de allí. En España, se la disputan el ejecutivo, el dueño de la fábrica... y en este punto decidí que aquello era inaguantable y que no debía seguir perdiendo un minuto más con semejante bodrio con pretensiones. Yo no sé si el director habría hablado con alguna traductora rusa en su vida, pero yo sí conozco a varias decenas y, simplemente, no conozco a ninguna que sea tan así, ni de lejos. El cine español de los últimos decenios, siempre tan... abierto.
A los pocos días, recibí un correo electrónico de Herbert. Después de nuestra discusión sobre Vlasov, ahora estábamos pasando a otra, ésta menos caliente, sobre el general Helmuth von Pannwitz (también queda para otro día).
"¿Y qué te ha parecido la película que te regalé?", me preguntó.
"¿Cómo te lo diría yo? Estooo... Ornella Muti está de muy buen ver", respondí.
- Alfor, como estás en Rusia, el otro día vi una película en el videoclub, me acordé de ti y la compré. Toma.
- ¡Hombre, Herbert, muchas gracias! A ver... Tatiana, la muñeca rusa... Macho, ¿qué es esto?
Me niego a reproducir la foto de la portada, que representa a los dos protagonistas, masculino y femenina (Ornella Muti, por más señas), en actitud inequívoca. En su lugar, prefiero ilustrar esto con cualquier otra cosa (vista de la ciudad de Uglich desde el Volga).
- La estuve viendo ayer -dijo Herbert-. Es original. Espero que te guste.
- Todo podría ser, claro.
Cuando, finalmente, me decidí a ponerla, pasé un rato bastante malo. La cosa va de un ejecutivo español que va a Rusia a montar una fábrica de galletas y se enrolla con su traductora, que está que se pierde por salir de allí. En España, se la disputan el ejecutivo, el dueño de la fábrica... y en este punto decidí que aquello era inaguantable y que no debía seguir perdiendo un minuto más con semejante bodrio con pretensiones. Yo no sé si el director habría hablado con alguna traductora rusa en su vida, pero yo sí conozco a varias decenas y, simplemente, no conozco a ninguna que sea tan así, ni de lejos. El cine español de los últimos decenios, siempre tan... abierto.
A los pocos días, recibí un correo electrónico de Herbert. Después de nuestra discusión sobre Vlasov, ahora estábamos pasando a otra, ésta menos caliente, sobre el general Helmuth von Pannwitz (también queda para otro día).
"¿Y qué te ha parecido la película que te regalé?", me preguntó.
"¿Cómo te lo diría yo? Estooo... Ornella Muti está de muy buen ver", respondí.
sábado, 2 de diciembre de 2006
Músicos en ciernes
El alcalde Luzhkov, aparte de algunos negocietes poco conocidos por el Cáucaso, es sumamente popular entre la población local. A pesar de que las infraestructuras urbanas son mejorables, el alcalde ha apostado por la cultura y dedica una notable proporción de su presupuesto a apoyar (casi) todo tipo de iniciativas culturales, destacando entre las mismas la música clásica. En esto supera muy claramente a nuestros políticos españoles y su política cultural, calificable, como poco, de tendenciosilla; en cambio, a la música clásica, al teatro clásico o al ballet clásico no se le conocen afinidades políticas, lo que es de agradecer. Por lo que a la música se refiere, no sólo hay una red de salas de conciertos a precios muy asequibles, sino que por toda la ciudad funciona un sinnúmero de escuelas de músicas para niños a precios, igualmente, bastante inferiores a lo que sería usual en España (bueno, quizá Valencia, donde en cada pueblo hay banda, escuela de música y rivalidad feroz entre ellas, sea una excepción).
(Por cierto, la foto es del conservatorio principal de Moscú, con la estatua de Chaykovsky ante el mismo, y la he sacado esta mañana. Vamos, eso por si algún anónimo destarifado os acusa de que no habéis visto Rusia ni en foto, como si aquí no las hubiera).
A esto se une la presencia de unos profesores totalmente entregados a su trabajo y que, aunque son bastante tiranuelos a veces, lo que es dedicación, no se les puede pedir más. El resultado es que los niños tocan que da gusto oírlos desde edades tempranísimas.
Abi lleva dos años con clases de piano, cosa que le encanta y que tocaría día y noche (para desesperación de nuestra vecina de al lado, tyótya Alla, que pierde algo de su simpatía natural en estas ocasiones), ha ingresado este año en la escuela más cercana a casa y se dedica al violín. Yo diría que le gusta menos que el piano, pero no le va mal.
Pues señor, aunque no está aún al nivel de actuar con el violín, ayer fue el día en que nos acercamos ella y yo a la escuela para ver actuar a los alumnos más destacados. En cada escuela, de aspecto impecable, hay una pequeña sala de conciertos para celebraciones internas, y allí que nos plantamos. Los espectadores éramos los padres de los alumnos. Bueno, casi sería más exacto decir que los espectadores eran las madres y las abuelas; yo no sé dónde se meten aquí los hombres. No seríamos más de tres en la sala, alumnos aparte.
¡Esta gente toca de maravilla! Se marcaron todo tipo de piezas de violín y piano, o de violoncello y piano, subiendo de nivel cada vez. Abi sólo comenzó a aburrirse hacia la hora y media de concierto, pero entonces empezaron a aparecer los realmente buenos:
- Y ahora - dijo la presentadora- el alumno de sexta clase va a interpretar "Asturias", de Albéniz.
- ¡Asturias! - le susurré a Abi - ¡I Albéniz! ¡És música espanyola!
- Ahhhh - dijo Abi.
El tío la bordó. Qué fiera. Apladimos a rabiar al terminarla.
- Papá -dijo Abi-, ¿i qué parlen en Asturies?
- Castellà. Està en Espanya.
- ¿Sí?
- I una llengua que es diu bable, pero tots parlen castellà també.
Acabó el concierto, nos abrigamos, y salimos hacia casa.
- Abi, en arribar a casa, recórda'm que tinc que donar-te una clase de geografia.
Como por desgracia pasa en todos los sitios, también sonó un móvil durante el concierto, pero... al menos el tono no era reggaeton, como todo el mundo tiene ahora, sino el tercer movimiento de la "Pequeña serenata nocturna", de Mozart. Se notaba la clase. Si no hubiéramos estado en un concierto, era como para pedirle que lo dejara sonar un rato más.
(Por cierto, la foto es del conservatorio principal de Moscú, con la estatua de Chaykovsky ante el mismo, y la he sacado esta mañana. Vamos, eso por si algún anónimo destarifado os acusa de que no habéis visto Rusia ni en foto, como si aquí no las hubiera).
A esto se une la presencia de unos profesores totalmente entregados a su trabajo y que, aunque son bastante tiranuelos a veces, lo que es dedicación, no se les puede pedir más. El resultado es que los niños tocan que da gusto oírlos desde edades tempranísimas.
Abi lleva dos años con clases de piano, cosa que le encanta y que tocaría día y noche (para desesperación de nuestra vecina de al lado, tyótya Alla, que pierde algo de su simpatía natural en estas ocasiones), ha ingresado este año en la escuela más cercana a casa y se dedica al violín. Yo diría que le gusta menos que el piano, pero no le va mal.
Pues señor, aunque no está aún al nivel de actuar con el violín, ayer fue el día en que nos acercamos ella y yo a la escuela para ver actuar a los alumnos más destacados. En cada escuela, de aspecto impecable, hay una pequeña sala de conciertos para celebraciones internas, y allí que nos plantamos. Los espectadores éramos los padres de los alumnos. Bueno, casi sería más exacto decir que los espectadores eran las madres y las abuelas; yo no sé dónde se meten aquí los hombres. No seríamos más de tres en la sala, alumnos aparte.
¡Esta gente toca de maravilla! Se marcaron todo tipo de piezas de violín y piano, o de violoncello y piano, subiendo de nivel cada vez. Abi sólo comenzó a aburrirse hacia la hora y media de concierto, pero entonces empezaron a aparecer los realmente buenos:
- Y ahora - dijo la presentadora- el alumno de sexta clase va a interpretar "Asturias", de Albéniz.
- ¡Asturias! - le susurré a Abi - ¡I Albéniz! ¡És música espanyola!
- Ahhhh - dijo Abi.
El tío la bordó. Qué fiera. Apladimos a rabiar al terminarla.
- Papá -dijo Abi-, ¿i qué parlen en Asturies?
- Castellà. Està en Espanya.
- ¿Sí?
- I una llengua que es diu bable, pero tots parlen castellà també.
Acabó el concierto, nos abrigamos, y salimos hacia casa.
- Abi, en arribar a casa, recórda'm que tinc que donar-te una clase de geografia.
Como por desgracia pasa en todos los sitios, también sonó un móvil durante el concierto, pero... al menos el tono no era reggaeton, como todo el mundo tiene ahora, sino el tercer movimiento de la "Pequeña serenata nocturna", de Mozart. Se notaba la clase. Si no hubiéramos estado en un concierto, era como para pedirle que lo dejara sonar un rato más.
jueves, 30 de noviembre de 2006
Cartas sinérgicas
Querido Roberto:
Ayer la empresa me encomendó la misión de elaborar un plan de desarrollo en Rusia... hoy he agarrado el lápiz y el papel, he comenzado a redactar, y he tenido como una regresión, como si eso ya lo hubiera vivido... inevitablemente me he acordado de ti y del legendario PSFR, relegado ahora a un papel secundario por parte de quienes lo ejecutan ¡Ah, qué tiempos aquéllos en que se planificaba con criterio! Ahora que estás en la vida real, de todas formas igual te viene bien recordar algo de ésta tu vida pasada.
He concluido la primera parte, la más importante, que es la de escoger un buen acrónimo, fácil de pronunciar: PIFR, Plan Indicativo de la Federación Rusa. Quizá PIR valiera también, pero me pareció corto. PIFR comienza por "pif", como "pifia", lo cual quizá indique lo que pienso de cómo puede terminar el asunto. Ahora tengo que procurar que no se note. El nombre del plan lo dejaré como una llamada para el subconsciente de quien lo lea.
Ya tengo escogidas las palabras clave: plan táctico, estrategia, evolución, sinergia (ya sabes, importantísimo), dinamización, ejecución, acuerdo de colaboración, exploración de posibilidades, profundización, dilema... si recuerdas alguna más de cuando estabas en este negocio, haz el favor de decírmelo, que hoy no me veo muy inspirado.
Ahora sólo falta poner unas cuantas preposiciones, verbos (también procuraré que sean "sinérgicos") y algún adverbio, para unir las palabras anteriores entre sí.
El contenido no debería preocuparme mucho, vista la definición de plan: "Cosas que ya estábamos haciendo paquetizadas bajo un nombre pomposo." Efectivamente, PIFR es más pomposo que PIR. Con lo único que hay que tener cuidado es con proponer nada nuevo, eso sí que sería peligroso.
Lo bueno es que este plan se basa en no sé cuántos planes horizontales (que fueron elaborados con criterios parecidos), con lo que va a ser sencillísimo cumplir otro de los requisitos: que haya siglas a saco. Sólo con los PPI, PPE, PDINS, PSPVERS, PDIMD y la retahila de planes de nombre pomposo (¿ves? Todos empiezan por "p") ya seré capaz de pergeñar un documento que no pueda entender nadie. Lo ideal sería que tampoco lo entendiera yo, pero eso sólo está al alcance de los grandes genios.
¡Ah, casi se me olvidaba el cronograma! Va a ser la leche: lo voy a hacer en varios colores, con gráficos bestiales. Y le meteré un fondo cañero para que pese un par de megas por lo menos. Quizá fuera eso lo que le faltaba al PSFR: pesaba poco, y para mí que por eso no le hacían todo el caso que le hubieran debido hacer. Éste no: hay que asegurarse de que no quepa en un disquete de 3,5". Y de que la mayoría de servidores de correo lo rechacen por tocho.
Ánimo y duro por Polonia.
Alfor von Buchweizen
martes, 28 de noviembre de 2006
El barro y la rusofilia
A principios de noviembre estuvo nevando unos cuantos días sobre Moscú. Las calles se pusieron blancas. No era fácil caminar, pero la ciudad se veía bien hermosa. Para evitar resbalones y heladas, echaron Dios sabe qué producto químico a las calzadas y tierra a las aceras, sobre la nieve. Pero he aquí que las temperaturas subieron, la nieve comenzó a derretirse, y unida a la tierra que habían echado, y a la que de suyo tiene la ciudad, que no es poca, se montó un lodazal de impresión. Las calles de Moscú están hechas un barrizal.
¡Eh, un momento! "Las calles de Moscú están hechas un barrizal" ¿Qué dirían ciertos personajes antes esta frase? Supongamos, pues.
Un ruso de a pie: "Ya lo creo que están hechas un barrizal. A ver cuándo dejan de echar productos químicos."
Un ruso con alma: "Las calles están hechas un barrizal. Es el destino."
Un español de a pie, en Moscú: "Maldita sea su estampa. Tengo los bajos de los pantalones hechos una porquería."
Un habitante de Torzhok (precioso pueblo, por cierto, pero donde no limpian las calles prácticamente nunca): "¿Que las calles de Moscú están hechas un barrizal? Ya me gustaría que las calles de Torzhok estuvieran como las de Moscú."
Un alto funcionario ruso, a su chófer: "Alfor dice que las calles de Moscú están hechas un barrizal. Kolia, no lo sabía ¿De verdad hay calles en Moscú?"
Un nuevo ruso: "Pues sí... hoy ya he mandado al chófer tres veces al túnel de lavado. Tengo el Lexus hecho un asco. A ver si encuentro un túnel de lavado donde le pongan repelente antibarro."
Un policía de tráfico: "¡Fantástico! Las calles están hechas un barrizal. Los coches se van a poner de barro hasta arriba, y a algunos no se les distinguirá ni la matrícula. Me voy a hinchar a poner multas. Bueno, multas o lo que ya sabemos... A ver si me compro pronto el Mercedes."
Un rusófilo: "Ya está este tío desinformando. Habrá gente que lo leerá y se lo creerá y todo. Moscú tiene una oferta cultural impresionante. Y más zonas verdes que ninguna otra ciudad del mundo."
Otro rusófilo, éste más exaltado: "A mi la verdad que no me hace ni puta gracia. Me descojono tanto como leyendo El País o viendo las noticias de Antena 3 cuando han de desinformar sobre algo sucedido en Rusia."
¡Eh, un momento! "Las calles de Moscú están hechas un barrizal" ¿Qué dirían ciertos personajes antes esta frase? Supongamos, pues.
Un ruso de a pie: "Ya lo creo que están hechas un barrizal. A ver cuándo dejan de echar productos químicos."
Un ruso con alma: "Las calles están hechas un barrizal. Es el destino."
Un español de a pie, en Moscú: "Maldita sea su estampa. Tengo los bajos de los pantalones hechos una porquería."
Un habitante de Torzhok (precioso pueblo, por cierto, pero donde no limpian las calles prácticamente nunca): "¿Que las calles de Moscú están hechas un barrizal? Ya me gustaría que las calles de Torzhok estuvieran como las de Moscú."
Un alto funcionario ruso, a su chófer: "Alfor dice que las calles de Moscú están hechas un barrizal. Kolia, no lo sabía ¿De verdad hay calles en Moscú?"
Un nuevo ruso: "Pues sí... hoy ya he mandado al chófer tres veces al túnel de lavado. Tengo el Lexus hecho un asco. A ver si encuentro un túnel de lavado donde le pongan repelente antibarro."
Un policía de tráfico: "¡Fantástico! Las calles están hechas un barrizal. Los coches se van a poner de barro hasta arriba, y a algunos no se les distinguirá ni la matrícula. Me voy a hinchar a poner multas. Bueno, multas o lo que ya sabemos... A ver si me compro pronto el Mercedes."
Un rusófilo: "Ya está este tío desinformando. Habrá gente que lo leerá y se lo creerá y todo. Moscú tiene una oferta cultural impresionante. Y más zonas verdes que ninguna otra ciudad del mundo."
Otro rusófilo, éste más exaltado: "A mi la verdad que no me hace ni puta gracia. Me descojono tanto como leyendo El País o viendo las noticias de Antena 3 cuando han de desinformar sobre algo sucedido en Rusia."
sábado, 25 de noviembre de 2006
Exiliado sin salir de casa
Un viejo chiste dice que había una granja en la frontera entre Rusia y Checoslovaquia (sí, Checoslovaquia, ya digo que el chiste es viejo). Los agentes checos y los rusos fueron a visitar al granjero con ánimo de que se decidiera por uno de los dos y poder adelantar su frontera unos cuantos metros.
- Queremos que seas checo -dijeron los checos.
- Bueno, vale - dijo el granjero.
- ¿Cómo que "vale"? - dijeron los rusos- ¡Tú ahora mismo declaras que te haces ruso o te enviamos a Siberia!
- Bueno, pues ruso.
- ¿Cómo que ruso? - replicaron los checos - ¡Vas a saber lo que es una represalia a la checa!
Cuatro días estuvieron las dos partes mareando al granjero, hasta que éste se levantó y dijo:
- Decidido: voy a ser checo - y se sentó a la mesa y firmó una declaración por escrito.
- Pero, ¿por qué? - le respondieron los rusos, extrañados.
Y el granjero les dijo:
- Es que en Rusia hace mucho frío.
A propósito del chiste, Ilyá Repin, ese señor de la estatua, es el pintor más conocido de Rusia. Lamentablemente, fuera de Rusia no se sabe apenas nada de él, supongo que en buena parte porque no hay apenas obra suya expuesta fuera del país, pero no por ello deja de ser uno de los grandes a escala mundial.
Le daba a todo: retrato, género histórico, religioso... y todo le salía bien. El que venga a Rusia y no pase, en Moscú, por la galería Tretyakov o, en San Petersburgo, por el Museo Ruso, está cometiendo un delito imperdonable. O eso, o es un patán sin gusto que no merece más que destripar terrones.
Nació en 1844 en Ucrania, que entonces, como casi siempre, pertenecía a Rusia; cuando ya adquirió suficientes posibles, hacia 1885, se estableció definitivamente en la entonces capital del imperio, San Petersburgo, y diseñó él mismo su residencia, que llamó Penaty ("penates", como los dioses del hogar en la mitología romana), unos cuantos kilómetros al norte de la capital.
En 1917, se montó la gorda en el imperio ruso. Tras el golpe de estado de noviembre, el imperio se cae a cachos y el Gran Ducado de Finlandia, que desde 1809 pertenecía a Rusia, se declaró independiente en diciembre. Sin comerlo ni beberlo, Repin se encontró con que se había exiliado de Rusia sin moverse de su casa, porque su residencia cayó en territorio finlandés. En 1920, la Rusia soviética reconoció la frontera con Finlandia y Lenin invitó a Repin a salir de allí y establecerse en Rusia de nuevo.
Repin, que sería anciano (73 años tenía para entonces), pero parece que de tonto no tenía un pelo, le dio largas y dijo que ya estaba mayor para el viaje. Teniendo en cuenta que el viaje hubiera sido de unos veinte kilómetros, el argumento no parece muy convincente, pero parece que Lenin lo dio por bueno. También le podía haber dicho que en Rusia hacía mucho frío...
Repin murió en 1930, a los 86 años, en suelo finlandés que no tardó mucho en dejar de serlo. A finales de 1939, la Unión Soviética declaró la guerra a Finlandia y conquistó la Karelia meridional, incluida la ciudad de Kuokkala, donde estaba la residencia de Repin, que pasó a llamarse Repino, y así sigue hasta hoy.
La estatua de la foto está en el parque Repin, justo frente al Kremlin, al otro lado del Moscova, y fue inaugurada en 1956: al final, consiguieron traer al genio a casa.
- Queremos que seas checo -dijeron los checos.
- Bueno, vale - dijo el granjero.
- ¿Cómo que "vale"? - dijeron los rusos- ¡Tú ahora mismo declaras que te haces ruso o te enviamos a Siberia!
- Bueno, pues ruso.
- ¿Cómo que ruso? - replicaron los checos - ¡Vas a saber lo que es una represalia a la checa!
Cuatro días estuvieron las dos partes mareando al granjero, hasta que éste se levantó y dijo:
- Decidido: voy a ser checo - y se sentó a la mesa y firmó una declaración por escrito.
- Pero, ¿por qué? - le respondieron los rusos, extrañados.
Y el granjero les dijo:
- Es que en Rusia hace mucho frío.
A propósito del chiste, Ilyá Repin, ese señor de la estatua, es el pintor más conocido de Rusia. Lamentablemente, fuera de Rusia no se sabe apenas nada de él, supongo que en buena parte porque no hay apenas obra suya expuesta fuera del país, pero no por ello deja de ser uno de los grandes a escala mundial.
Le daba a todo: retrato, género histórico, religioso... y todo le salía bien. El que venga a Rusia y no pase, en Moscú, por la galería Tretyakov o, en San Petersburgo, por el Museo Ruso, está cometiendo un delito imperdonable. O eso, o es un patán sin gusto que no merece más que destripar terrones.
Nació en 1844 en Ucrania, que entonces, como casi siempre, pertenecía a Rusia; cuando ya adquirió suficientes posibles, hacia 1885, se estableció definitivamente en la entonces capital del imperio, San Petersburgo, y diseñó él mismo su residencia, que llamó Penaty ("penates", como los dioses del hogar en la mitología romana), unos cuantos kilómetros al norte de la capital.
En 1917, se montó la gorda en el imperio ruso. Tras el golpe de estado de noviembre, el imperio se cae a cachos y el Gran Ducado de Finlandia, que desde 1809 pertenecía a Rusia, se declaró independiente en diciembre. Sin comerlo ni beberlo, Repin se encontró con que se había exiliado de Rusia sin moverse de su casa, porque su residencia cayó en territorio finlandés. En 1920, la Rusia soviética reconoció la frontera con Finlandia y Lenin invitó a Repin a salir de allí y establecerse en Rusia de nuevo.
Repin, que sería anciano (73 años tenía para entonces), pero parece que de tonto no tenía un pelo, le dio largas y dijo que ya estaba mayor para el viaje. Teniendo en cuenta que el viaje hubiera sido de unos veinte kilómetros, el argumento no parece muy convincente, pero parece que Lenin lo dio por bueno. También le podía haber dicho que en Rusia hacía mucho frío...
Repin murió en 1930, a los 86 años, en suelo finlandés que no tardó mucho en dejar de serlo. A finales de 1939, la Unión Soviética declaró la guerra a Finlandia y conquistó la Karelia meridional, incluida la ciudad de Kuokkala, donde estaba la residencia de Repin, que pasó a llamarse Repino, y así sigue hasta hoy.
La estatua de la foto está en el parque Repin, justo frente al Kremlin, al otro lado del Moscova, y fue inaugurada en 1956: al final, consiguieron traer al genio a casa.
jueves, 23 de noviembre de 2006
Gente disipada
Cuando el otro día examinaba las búsquedas que ocupan a quienes acceden a esta página, vimos que una de ellas versaba sobre las bebidas alcohólicas que consumen los rusos, y la segunda sobre "tías buenas rusas". Ésta última, recordaremos, la despaché de manera algo displicente, cosa que me ha dejado cierto resquemor; no es que me quite el sueño, pero quizá fuera procedente dirigir los pasos pecadores de quienes se enfangan en búsquedas semejantes. Vamos a ello, aunque me cueste cambiar de tono frente a lo que es habitual por aquí.
El otro día, meditando sobre tales cuestiones, aparecí en uno de esos foros de internet algunos de cuyos visitantes no tienen desperdicio. No es que no sea yo consciente de que gente así (ni mucho menos todos lo de ese foro), y probablemente mucho menos calificable, existe y seguirá existiendo. Pero siempre sorprende encontrarse con personas que NECESITAN emparejarse, vaya Dios a saber en qué régimen, con una eslava, precisamente con una eslava, y que para ello dedican buena parte de su tiempo a su búsqueda a base de internet y tentetieso.
No sé. Le noto algo de raro a esta actitud. Si alguien está viviendo aquí, es normal que acabe con una pareja rusa, aunque sólo sea, porque, evidentemente, son mayoría, pero ¿a santo de qué un españolito quiere "precisamente" una eslava? ¿Porque están buenas? Pues hay de todo, como, si nos atenemos únicamente a este criterio, hay de todo en España, donde, además, probablemente estamos mejor alimentados ¿Porque son sumisas? Eso habría que matizarlo muchísimo: el grado de sibilinidad que desarrollan puede ser alto (supongo que como en todos los sitios) ¿Porque son exóticas? Da la impresión de que a alguien le dé morbo no poderse comunicar correctamente con su novia, porque no tener una lengua meterna común, de verdad, es una desventaja. Hay quien acaba hablando una jerigonza incomprensible para terceros, lo cual, claro, también es una idea, pero no le envidio. Hay quien habla bien, claro...
Extranjero que por aquí apareces: detente antes de proseguir tu búsqueda y piensa bien lo que estás haciendo. Ahí fuera, cerca de ti, seguro que tienes algo mejor de lo que buscas: levántate del puñetero ordenador, sal a la calle, mira a tu alrededor, busca cosas que hacer, viaja si quieres, pero no te empeñes en buscar novia a cinco mil kilómetros de tu casa. Si te engañan, te estará bien empleado.
Si eres de los que no se comen un rosco en España, tranquilo, chico. Estoy contigo por solidaridad y por larga experiencia: sé perfectamente lo que se pasa en esa situación y sé que en España una buena parte de los españoles ligan poco, pero hay gente que lo supera, el que la sigue, la consigue. Paciencia, autocrítica y una caña. Una caña, no un módem.
Y, si tienes sesenta años, y lo que pasa es que te siguen gustando demasiado las chicas de veinte, sabe que esas cosas funcionaron durante unos cuantos años en los primeros noventa, en que mujeres jóvenes estaban dispuestas a venderse al diablo con tal de salir de una ciudad de provincias rusa donde nadie sabía distinguir la mano derecha de la izquierda. Ya no vale. El nivel de vida ha aumentado más de lo que muchos están dispuestos a admitir, y los problemas de la gente no son tanto conseguir comida para el día siguiente como que la vivienda está muy cara y que los sueldos son bajos. Es decir, españolito medio, exactamente los mismos problemas que te preocupan a ti. No te busques otro.
(En general, la Casa Rusia es un sitio web excelente sobre Rusia, con un contenido que va mucho más allá de lo que aparece en el foro citado arriba. Pero sobre rusófilos prometo escribir otro día, que hoy ya es tarde)
El otro día, meditando sobre tales cuestiones, aparecí en uno de esos foros de internet algunos de cuyos visitantes no tienen desperdicio. No es que no sea yo consciente de que gente así (ni mucho menos todos lo de ese foro), y probablemente mucho menos calificable, existe y seguirá existiendo. Pero siempre sorprende encontrarse con personas que NECESITAN emparejarse, vaya Dios a saber en qué régimen, con una eslava, precisamente con una eslava, y que para ello dedican buena parte de su tiempo a su búsqueda a base de internet y tentetieso.
No sé. Le noto algo de raro a esta actitud. Si alguien está viviendo aquí, es normal que acabe con una pareja rusa, aunque sólo sea, porque, evidentemente, son mayoría, pero ¿a santo de qué un españolito quiere "precisamente" una eslava? ¿Porque están buenas? Pues hay de todo, como, si nos atenemos únicamente a este criterio, hay de todo en España, donde, además, probablemente estamos mejor alimentados ¿Porque son sumisas? Eso habría que matizarlo muchísimo: el grado de sibilinidad que desarrollan puede ser alto (supongo que como en todos los sitios) ¿Porque son exóticas? Da la impresión de que a alguien le dé morbo no poderse comunicar correctamente con su novia, porque no tener una lengua meterna común, de verdad, es una desventaja. Hay quien acaba hablando una jerigonza incomprensible para terceros, lo cual, claro, también es una idea, pero no le envidio. Hay quien habla bien, claro...
Extranjero que por aquí apareces: detente antes de proseguir tu búsqueda y piensa bien lo que estás haciendo. Ahí fuera, cerca de ti, seguro que tienes algo mejor de lo que buscas: levántate del puñetero ordenador, sal a la calle, mira a tu alrededor, busca cosas que hacer, viaja si quieres, pero no te empeñes en buscar novia a cinco mil kilómetros de tu casa. Si te engañan, te estará bien empleado.
Si eres de los que no se comen un rosco en España, tranquilo, chico. Estoy contigo por solidaridad y por larga experiencia: sé perfectamente lo que se pasa en esa situación y sé que en España una buena parte de los españoles ligan poco, pero hay gente que lo supera, el que la sigue, la consigue. Paciencia, autocrítica y una caña. Una caña, no un módem.
Y, si tienes sesenta años, y lo que pasa es que te siguen gustando demasiado las chicas de veinte, sabe que esas cosas funcionaron durante unos cuantos años en los primeros noventa, en que mujeres jóvenes estaban dispuestas a venderse al diablo con tal de salir de una ciudad de provincias rusa donde nadie sabía distinguir la mano derecha de la izquierda. Ya no vale. El nivel de vida ha aumentado más de lo que muchos están dispuestos a admitir, y los problemas de la gente no son tanto conseguir comida para el día siguiente como que la vivienda está muy cara y que los sueldos son bajos. Es decir, españolito medio, exactamente los mismos problemas que te preocupan a ti. No te busques otro.
(En general, la Casa Rusia es un sitio web excelente sobre Rusia, con un contenido que va mucho más allá de lo que aparece en el foro citado arriba. Pero sobre rusófilos prometo escribir otro día, que hoy ya es tarde)
martes, 21 de noviembre de 2006
Autobuses interurbanos
Dentro de las formas de desplazarse que tiene a su disposición el viajero, el avión ha quedado suficientemente abordado en estas pantallas. Es la hora de pasar a otras alternativas para destinos menos distantes, con lo que, en primer lugar, consideremos el autobús.
El retorno desde Ryazán de hace dos semanas fue bastante incómodo. En la estación de autobuses, atestada de gente esperando, con enormes colas en las cajas, cabreo de la gente que no consigue billete (la demanda supera a la oferta y ésta es totalmente inelástica), policias y militares por doquier (eso siempre) y las garitas de información cerradas. En mi retorno a Moscú, como a doscientos kilómetros de allí, iba yo tranquilo pensando que había siete autobuses en las siguientes dos horas.
Primera norma: Nunca, ¡nunca!, hay que fiarse a ciegas de los horarios de autobuses. Como vieron que no llenaban las plazas completamente, quienquiera que fuese decidió empezar a cancelar salidas. Todo antes que afrontar la menor probabilidad de llevar plazas vacías. Eran las cuatro y media y el siguiente autobús salía a las seis: compré el último billete. Los que vinieron poco después de mí se quedaron con la boca abierta y sin plaza, alguno hasta el día siguiente.
Segunda norma: No hay que ponerse nervioso. Pero no porque no haya motivos, sino porque no sirve para nada.
- Oiga, ¿el autobús para Moscú?
- No sé.
- ¿Y usted a dónde va?
- A Moscú.
- ¿Y no sabe cuál es?
Encogimiento de hombros.
Tercera norma: La agudeza del oído es importante. Desde un altavoz cascado, suena una voz semidistorsionada: "Último aviso: el autobús de Moscú saldrá dentro de dos minutos desde el andén ocho." ¿Dos minutos? ¿Cómo que dos minutos? ¿Y me lo dicen ahora? Por cierto que luego era mentira: el autobús ni siquiera había llegado al andén ocho. De hecho, salimos a las seis y cuarto. Pues menos mal...
Cuarta norma: Hay que conservar a mano las prendas de abrigo. El autobús que me tocó en suerte (o en lo que sea), no estaba en demasiado mal estado (la verdad es que, para doscientos kilómetros, la cosa salió por unos seis euros, o sea, que tampoco hay que exigir bayaderas con bandejas de fruta). Pero, ¡ay!, cuando me fui a sentar, en el asiento del extremo derecho de la última fila, encontré una especie de tapa del mismo material plástico y del mismo color gris oscuro del que estaba hecho el autobús. "¡Qué curioso!", pensé. La aparté a una lado y, cuando nos hubimos sentado todos, íbamos como sardinas en lata, lo que aproveché para quitarme la boina. Entonces noté un violento biruji en la coronilla, subí la mano para tapar el mando de la ventilación y... allí no había nada que palpar. Alcé la vista y me encontré con un agujero, el que había dejado libre la tapa que había apartado al principio, y la chapa del techo del autobús directamente sobre mi cabeza, por entre cuyos agujeros se entreveía el hermoso cielo estrellado que nos regalaba la Madre Rusia. Ocho bajo cero hacía por allí fuera.
¿A que nunca habéis hecho un viaje de autobús de larga distancia con una boina calada? Pues yo sí.
El retorno desde Ryazán de hace dos semanas fue bastante incómodo. En la estación de autobuses, atestada de gente esperando, con enormes colas en las cajas, cabreo de la gente que no consigue billete (la demanda supera a la oferta y ésta es totalmente inelástica), policias y militares por doquier (eso siempre) y las garitas de información cerradas. En mi retorno a Moscú, como a doscientos kilómetros de allí, iba yo tranquilo pensando que había siete autobuses en las siguientes dos horas.
Primera norma: Nunca, ¡nunca!, hay que fiarse a ciegas de los horarios de autobuses. Como vieron que no llenaban las plazas completamente, quienquiera que fuese decidió empezar a cancelar salidas. Todo antes que afrontar la menor probabilidad de llevar plazas vacías. Eran las cuatro y media y el siguiente autobús salía a las seis: compré el último billete. Los que vinieron poco después de mí se quedaron con la boca abierta y sin plaza, alguno hasta el día siguiente.
Segunda norma: No hay que ponerse nervioso. Pero no porque no haya motivos, sino porque no sirve para nada.
- Oiga, ¿el autobús para Moscú?
- No sé.
- ¿Y usted a dónde va?
- A Moscú.
- ¿Y no sabe cuál es?
Encogimiento de hombros.
Tercera norma: La agudeza del oído es importante. Desde un altavoz cascado, suena una voz semidistorsionada: "Último aviso: el autobús de Moscú saldrá dentro de dos minutos desde el andén ocho." ¿Dos minutos? ¿Cómo que dos minutos? ¿Y me lo dicen ahora? Por cierto que luego era mentira: el autobús ni siquiera había llegado al andén ocho. De hecho, salimos a las seis y cuarto. Pues menos mal...
Cuarta norma: Hay que conservar a mano las prendas de abrigo. El autobús que me tocó en suerte (o en lo que sea), no estaba en demasiado mal estado (la verdad es que, para doscientos kilómetros, la cosa salió por unos seis euros, o sea, que tampoco hay que exigir bayaderas con bandejas de fruta). Pero, ¡ay!, cuando me fui a sentar, en el asiento del extremo derecho de la última fila, encontré una especie de tapa del mismo material plástico y del mismo color gris oscuro del que estaba hecho el autobús. "¡Qué curioso!", pensé. La aparté a una lado y, cuando nos hubimos sentado todos, íbamos como sardinas en lata, lo que aproveché para quitarme la boina. Entonces noté un violento biruji en la coronilla, subí la mano para tapar el mando de la ventilación y... allí no había nada que palpar. Alcé la vista y me encontré con un agujero, el que había dejado libre la tapa que había apartado al principio, y la chapa del techo del autobús directamente sobre mi cabeza, por entre cuyos agujeros se entreveía el hermoso cielo estrellado que nos regalaba la Madre Rusia. Ocho bajo cero hacía por allí fuera.
¿A que nunca habéis hecho un viaje de autobús de larga distancia con una boina calada? Pues yo sí.
domingo, 19 de noviembre de 2006
Más sobre bebedizos locales
De todos los que entran en esta bitácora buscando iluminación sobre los dimes y diretes de la Santa Rusia, hay un número razonablemente elevado de internautas que accede aquí mediante búsquedas en Google. Aparte de los que pensaban que iban a leer una comedia clásica de Plauto, que no son pocos, hay dos búsquedas específicas sobre Rusia que se llevan la palma.
La primera es gente que va buscando fotos de tías buenas rusas. Ya dejé dicho que, en Rusia, las tías buenas abundan, pero esta bitácora no es el mejor lugar para encontrarlas, así que, amigos, encaminad vuestros pasos pecadores hacia otras páginas, que no os faltarán referencias.
La segunda pregunta la formulan buscadores que tratan de averiguar algo sobre las bebidas alcohólicas que se consumen por aquí. Después de las entradas anteriores sobre la cuestión (Beber como un cosaco, Ley seca, Bebidas alcohólicas autóctonas, Pabellón de reposo y El chivo expiatorio), parece que ha llegado el momento de dar una respuesta definitiva a las peticiones de los visitantes. Qué no haría yo por ellos.
Pues bien, aquí tenemos, según una concienzuda investigación de mercado, qué es lo que bebe el ruso ansioso de colocarse cuando sus medios no le permiten costearse vodka en cantidad suficiente:
1. Líquido limpiaparabrisas. Suele llevar una elevada proporción de alcohol industrial para que no se congele en invierno (en verano, con agua vale), y a veces le ponen olor a manzana o a limón. Mmmm... apetece un traguito.
2. Colonia de baño. Será si hubiera. Yo no he sido capaz de encontrar todavía. Desde luego, a tenor de cómo huele la humanidad en el metro, lo que es evidente es que no la utilizan para el uso al que estaba destinada.
3. Líquido para hacer fuego. Debe llevar una mezcla de petróleo y alcohol que coloca inmediatamente... en la caja.
4. Limpiaalfombras. Otra de las bebidas estrella. De hecho, no siempre es fácil de encontrar, y me temo que no es porque la peña se dedique en cuerpo y alma a limpiar sus alfombras.
5. Desinfectantes, pero no cualquiera, sino sólo de la marca "Extrasept" y "Antiseptin". Deben ser los que dan alguna posibilidad de sobrevivir al que los ingiera.
6. "Dijlofós". Se trata de un insecticida tradicional, como el flit, que ya se usaba como sucedáneo de la priva cuando Gorbachov intentó, con un fracaso clamoroso, prohibir las bebidas alcohólicas. Yo debo ser de los pocos que una vez lo compró con ánimo, no de colocarme, sino de eliminar unas chinches que habían invadido la casa. Quizá le hubiera sacado más provecho bebiéndolo, porque, lo que son las chinches, ignoraron el insecticida y siguieron vampirizándome hasta la llegada de los desinsectizadores profesionales.
Bueno, pues esos son los sucedáneos del vodka más extendidos. Hay mucho más que escribir sobre esta materia, pero tengo que irme rápidamente a la tienda, porque, con el frío que hace y el barro mezclado con nieve que hay por las calles, llevo dos semanas buscando líquido limpiaparabrisas anticongelante para el coche, y no hay manera de hacerse con él. Se acaba enseguida.
La primera es gente que va buscando fotos de tías buenas rusas. Ya dejé dicho que, en Rusia, las tías buenas abundan, pero esta bitácora no es el mejor lugar para encontrarlas, así que, amigos, encaminad vuestros pasos pecadores hacia otras páginas, que no os faltarán referencias.
La segunda pregunta la formulan buscadores que tratan de averiguar algo sobre las bebidas alcohólicas que se consumen por aquí. Después de las entradas anteriores sobre la cuestión (Beber como un cosaco, Ley seca, Bebidas alcohólicas autóctonas, Pabellón de reposo y El chivo expiatorio), parece que ha llegado el momento de dar una respuesta definitiva a las peticiones de los visitantes. Qué no haría yo por ellos.
Pues bien, aquí tenemos, según una concienzuda investigación de mercado, qué es lo que bebe el ruso ansioso de colocarse cuando sus medios no le permiten costearse vodka en cantidad suficiente:
1. Líquido limpiaparabrisas. Suele llevar una elevada proporción de alcohol industrial para que no se congele en invierno (en verano, con agua vale), y a veces le ponen olor a manzana o a limón. Mmmm... apetece un traguito.
2. Colonia de baño. Será si hubiera. Yo no he sido capaz de encontrar todavía. Desde luego, a tenor de cómo huele la humanidad en el metro, lo que es evidente es que no la utilizan para el uso al que estaba destinada.
3. Líquido para hacer fuego. Debe llevar una mezcla de petróleo y alcohol que coloca inmediatamente... en la caja.
4. Limpiaalfombras. Otra de las bebidas estrella. De hecho, no siempre es fácil de encontrar, y me temo que no es porque la peña se dedique en cuerpo y alma a limpiar sus alfombras.
5. Desinfectantes, pero no cualquiera, sino sólo de la marca "Extrasept" y "Antiseptin". Deben ser los que dan alguna posibilidad de sobrevivir al que los ingiera.
6. "Dijlofós". Se trata de un insecticida tradicional, como el flit, que ya se usaba como sucedáneo de la priva cuando Gorbachov intentó, con un fracaso clamoroso, prohibir las bebidas alcohólicas. Yo debo ser de los pocos que una vez lo compró con ánimo, no de colocarme, sino de eliminar unas chinches que habían invadido la casa. Quizá le hubiera sacado más provecho bebiéndolo, porque, lo que son las chinches, ignoraron el insecticida y siguieron vampirizándome hasta la llegada de los desinsectizadores profesionales.
Bueno, pues esos son los sucedáneos del vodka más extendidos. Hay mucho más que escribir sobre esta materia, pero tengo que irme rápidamente a la tienda, porque, con el frío que hace y el barro mezclado con nieve que hay por las calles, llevo dos semanas buscando líquido limpiaparabrisas anticongelante para el coche, y no hay manera de hacerse con él. Se acaba enseguida.
sábado, 18 de noviembre de 2006
Costumbres nupciales
A esto había que llegar algún día. En España, las costumbres nupciales son bastante rutinarias (menos para los novios, claro), y se pueden configurar con las siguientes etapas: febril actividad por la mañana, desplazamiento a la iglesia, espera de rigor por parte del novio, celebración del matrimonio propiamente dicho, firmas de los testigos, fotos, desplazamiento al local donde se va a producir el banquete, banquete, palabras de rigor de los contrayentes, vals, bailes progresivamente atrevidos, barra libre, cogorzas incipientes, promesas de amistad eterna entre ciertos invitados, desplazamientos desde la zona de baile a la de la barra libre, cogorzas progresivas (sobre todo de ciertos parientes serios, a los que nunca se esperó ver en tal estado), decimoséptima copa en mal estado (sólo la decimoséptima, no como las dieciséis anteriores, que eran de buena calidad), mareos y náuseas, fin de la celebración, cierre del local, retirada de algunos carnés de conducir, noche de bodas (en la que pudorosamente omitimos los detalles) y, finalmente, viaje de novios.
En Rusia, hay algunas diferencias, claro, pero hay una que llama poderosamente la atención, que es la que se produce en la fase de desplazamiento de los recién casados entre el lugar donde se celebró el matrimonio y el de la celebración. Así como en España, cualquier pariente con un coche más decente que el resto se ofrece a conducir a los contrayentes hasta donde haga falta, en Rusia, hay que ir en limusina y, cuanto más larga y fardona, mejor. El que no lo hace es un pobre diablo y mejor es que no se case.
Y en Armenia, además, es de buen gusto y tradición montar un cortejo de coches, a ser posible con varias limusinas, dependiendo de los posibles de la familia, y dar tres vueltas alrededor de la plaza principal de la capital, cortando el tráfico todo el rato posible.
Se casó una chica armenia de pueblo, que iba a vivir a la ciudad, y la llevaron a la plaza de la República en la limusina de rigor. Dan una vuelta, una segunda, una tercera... y, en lugar de desviarse, siguen dando vueltas, una cuarta, una quinta... y así hasta diez.
- Pero, ¿de qué vais? ¿Para qué dais tantas vueltas?
- Es que a la novia la han contratado como limpiadora en el ayuntamiento, y queremos que conozca bien la plaza, porque, desde mañana, la va a barrer todos los días.
jueves, 16 de noviembre de 2006
El corazón de las tinieblas
Suena el despertador. Son las seis de la mañana...
"¡Moscú! ¡Mierda!"
Me levanto. Y me viene a la memoria lo que pudo haber pasado, o no, unos días antes.
- Alfor von Buchweizen.
- ¡Presente!
- Tenemos una misión peligrosa. Una misión que sólo usted, con su experiencia, puede afrontar.
- Le escucho.
- Tenemos un problema. En un rincón de nuestra zona de competencia, en una zona de guerra, se ha acantonado uno de nuestros mejores hombres. Sí, de los mejores. Su nombre es Kurtz. Antiguo militar profesional. De los primeros de su promoción, iba derecho al generalato. Algo pasó. Ahora está en esta zona disputada, con un ejército de asalariados que lo temen y lo tienen allí como casi un dios. Alfor, hay que sacarlo de allí.
- Que los hombres aquí no quieren estudiar. Están fuera de la universidad esperando en los BMW a las chicas. Cuando les llega el examen, le dice el profesor: "Te suspendo." Y ellos dicen: "No, apruébeme." "¿Qué nota quieres?" "Un aprobado" "Son cien dólares" Si es un notable, pues doscientos. Y si lo que quieres es un sobresaliente, pues ya son quinientos. Pero el papá paga, y luego va diciendo por ahí: "Mi hijo tiene un título." ¡Los cojones tiene un título!
El horror... el horror tiene rostro.
"¡Moscú! ¡Mierda!"
Me levanto. Y me viene a la memoria lo que pudo haber pasado, o no, unos días antes.
- Alfor von Buchweizen.
- ¡Presente!
- Tenemos una misión peligrosa. Una misión que sólo usted, con su experiencia, puede afrontar.
- Le escucho.
- Tenemos un problema. En un rincón de nuestra zona de competencia, en una zona de guerra, se ha acantonado uno de nuestros mejores hombres. Sí, de los mejores. Su nombre es Kurtz. Antiguo militar profesional. De los primeros de su promoción, iba derecho al generalato. Algo pasó. Ahora está en esta zona disputada, con un ejército de asalariados que lo temen y lo tienen allí como casi un dios. Alfor, hay que sacarlo de allí.
- Que los hombres aquí no quieren estudiar. Están fuera de la universidad esperando en los BMW a las chicas. Cuando les llega el examen, le dice el profesor: "Te suspendo." Y ellos dicen: "No, apruébeme." "¿Qué nota quieres?" "Un aprobado" "Son cien dólares" Si es un notable, pues doscientos. Y si lo que quieres es un sobresaliente, pues ya son quinientos. Pero el papá paga, y luego va diciendo por ahí: "Mi hijo tiene un título." ¡Los cojones tiene un título!
El horror... el horror tiene rostro.
martes, 14 de noviembre de 2006
Los ortodoxos se modernizan
Muchos católicos asociamos la Iglesia Ortodoxa rusa con el pasado remoto, habida cuenta de su liturgia en eslavo antiguo (preciosa, pero no demasiado accesible al común de la feligresía), sus templos con cupula en cebolleta obligatoria (incluso los que se construyen hoy, que no son pocos, a Dios gracias), sus popes de pelo larguísimo y vestidos de negro de arriba a abajo y, en demasiadas ocasiones, su retórica nacionalista. Por no hablar de su persistencia en mantener el calendario juliano y vivir con trece días de desfase con respecto al resto del mundo.
Pues nos equivocamos de medio a medio, porque, en lo que no toca a la liturgia, la Iglesia Ortodoxa tiene más vista que un águila y es más modelna que Alaska. Prueba de ello es que son pioneros en la recaudación de limosnas y contribuciones en máquinas de cobro automáticas.
El aparato de la foto, parecido a un cajero automático (si no fuera porque sólo cobra, pero no da dinero), es muy utilizado en Rusia para adquirir tarjetas de teléfono o de acceso a internet. Pues bien, los ortodoxos han logrado hacerse con un hueco en la pantalla. Traduzco la pantalla encontrada en este aparato, situado en la estación de autobuses de Ryazán (el retorno de Sumbulovo fue duro, ya seguiré comentándolo en otras entradas).
"Caridad. Templo de la Santísima Trinidad. Construido en 1865, tenía tres límites y estaba construido en madera. El 2 de octubre de 2006, como resultado de un incendio, el templo fue completamente destruido. Por la bendición del arzobispo Pavel se están recaudando donaciones para la construcción de un nuevo templo de piedra, que se erigirá en lugar del incendiado. DIOS OS SALVE POR LA AYUDA PRESTADA."
"Suma: 0. Introducir."
Hala. Para que luego digamos que la Iglesia Ortodoxa está chapada a la antigua. Que yo sepa, ni a Informáticos sin Fronteras se les había ocurrido todavía la ciberdonación desde un cajero automático en la calle.
Pues nos equivocamos de medio a medio, porque, en lo que no toca a la liturgia, la Iglesia Ortodoxa tiene más vista que un águila y es más modelna que Alaska. Prueba de ello es que son pioneros en la recaudación de limosnas y contribuciones en máquinas de cobro automáticas.
El aparato de la foto, parecido a un cajero automático (si no fuera porque sólo cobra, pero no da dinero), es muy utilizado en Rusia para adquirir tarjetas de teléfono o de acceso a internet. Pues bien, los ortodoxos han logrado hacerse con un hueco en la pantalla. Traduzco la pantalla encontrada en este aparato, situado en la estación de autobuses de Ryazán (el retorno de Sumbulovo fue duro, ya seguiré comentándolo en otras entradas).
"Caridad. Templo de la Santísima Trinidad. Construido en 1865, tenía tres límites y estaba construido en madera. El 2 de octubre de 2006, como resultado de un incendio, el templo fue completamente destruido. Por la bendición del arzobispo Pavel se están recaudando donaciones para la construcción de un nuevo templo de piedra, que se erigirá en lugar del incendiado. DIOS OS SALVE POR LA AYUDA PRESTADA."
"Suma: 0. Introducir."
Hala. Para que luego digamos que la Iglesia Ortodoxa está chapada a la antigua. Que yo sepa, ni a Informáticos sin Fronteras se les había ocurrido todavía la ciberdonación desde un cajero automático en la calle.
sábado, 11 de noviembre de 2006
Músicos acabados (II)
Moscú continúa ejerciendo su función de cementerio de elefantes artísticos. Ahora es nada menos que Isabel Pantoja la que, sintiéndose probablemente en la curva de bajada de su carrera artística, ha decidido poner de manifiesto esta circunstancia y venir a Moscú a actuar. Señal inequívoca de que ¡está acabada!
La comunidad española residente en Moscú ha reaccionado de manera consecuente. La primera actuación ha sido unánime: no conozco a nadie, pero a nadie, que haya hecho siquiera ademán de pasar por taquilla y comprar una entrada. A medida que pasaban los días, la cosa se les debía complicar a los organizadores, que evidentemente no iban a llegar al llenazo, así que comenzó a propagarse la especie (que se demostró auténtica) de que iba a ser posible acceder a entradas gratuitas, "para españoles, porque los organizadores quieren que haya españoles entre el público, para dar ambiente."
Ahí sí. Ahí la gente, percibiendo que no habría que retratarse en taquilla, sí que empezó a manifestar interés por recibir entradas. Frente a ellos, otro grupo, no menos numeroso, passsssa totalmente de Isabel Pantoja y prefiere dedicarse a otros menesteres. Ello ha producido un pequeño cisma amistoso en mi familia. De hecho, en estos momentos debe estar terminando la actuación, y Alfina debe andar por allí disfrutando (espero) del espectáculo, mientras que servidor, aunque hubiera podido ir, ha tenido un prurito de responsabilidad y abnegación (jo, jo...) y se ha quedado ganando puntos con Abi, Ro y Ame. Pero los detalles supongo que los dará Alfina cuando vuelva.
Eso sí, entiendo que la canción con que la Pantoha habrá empezado su actuación habrá sido: "Hoy quiero confesáaaaaa, que estoy algo acabadaaaaa."
La comunidad española residente en Moscú ha reaccionado de manera consecuente. La primera actuación ha sido unánime: no conozco a nadie, pero a nadie, que haya hecho siquiera ademán de pasar por taquilla y comprar una entrada. A medida que pasaban los días, la cosa se les debía complicar a los organizadores, que evidentemente no iban a llegar al llenazo, así que comenzó a propagarse la especie (que se demostró auténtica) de que iba a ser posible acceder a entradas gratuitas, "para españoles, porque los organizadores quieren que haya españoles entre el público, para dar ambiente."
Ahí sí. Ahí la gente, percibiendo que no habría que retratarse en taquilla, sí que empezó a manifestar interés por recibir entradas. Frente a ellos, otro grupo, no menos numeroso, passsssa totalmente de Isabel Pantoja y prefiere dedicarse a otros menesteres. Ello ha producido un pequeño cisma amistoso en mi familia. De hecho, en estos momentos debe estar terminando la actuación, y Alfina debe andar por allí disfrutando (espero) del espectáculo, mientras que servidor, aunque hubiera podido ir, ha tenido un prurito de responsabilidad y abnegación (jo, jo...) y se ha quedado ganando puntos con Abi, Ro y Ame. Pero los detalles supongo que los dará Alfina cuando vuelva.
Eso sí, entiendo que la canción con que la Pantoha habrá empezado su actuación habrá sido: "Hoy quiero confesáaaaaa, que estoy algo acabadaaaaa."
viernes, 10 de noviembre de 2006
Revolución
El 7 de noviembre fue el aniversario de la revolución de octubre. En aquel entonces el calendario que regía en Rusia era el juliano, que difiere en trece días de nuestro gregoriano (que se adoptó el 1918 por la autoridad civil, aunque no por la Iglesia Ortodoxa). Así que no falta quien diga que en esa revolución estuvo mal incluso el nombre. En su día había sido, por supuesto, día festivo, con manifestaciones tremendas a lo largo y ancho del país.
El primer golpe se lo dio Yeltsin, que cambió el nombre del día: del rimbombante "Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre" pasó a "Día de Reconciliación y Concordia", pero, al menos, seguía siendo festivo.
El segundo golpe se lo dio Putin, al eliminar la festividad y pasarla al 4 de noviembre, con el nombre de "Día de la Unidad Popular", celebrando al parecer la liberación de Rusia de la invasión polaco-lituana, en 1612. De aquello ya no se acordaba nadie, pero los blancos aprovecharon el hecho para organizar sus marchas nacionalistas y, alguno, para desempolvar sus esvásticas y desahogarse por la calle con sus gritos de "Rusia para los rusos". Lo han llamado "Marcha rusa". El día 7 de noviembre, horror de los horrores, pasó a ser día laborable, pero las manifestaciones seguían siendo imponentes.
Y el tercer golpe se lo ha dado Luzhkov, alcalde de Moscú, que les ha dado permiso a los comunistas para manifestarse por la calle Tverskaya, pero sin interrumpir el tráfico rodado. Sólo podían ocupar la acera. Y allí que estaban el 7, con la nevada que estaba cayendo, frente al antiguo museo de la revolución, las banderas rojas y los comunistas prácticamente en fila india, porque, además de ellos, por la acera íbamos los peatones habituales, buscando cómo pasar entre tanto rojo añejo, y los OMON (el equivalente ruso a los GEO), que estaban ocupando también la acera, cada dos metros, no sé si para impedir a los manifestantes que se bajaran a la calzada o para impedir a los coches que aparcaran encima de la acera (como hacen siempre) y ocurriera alguna desgracia con algún rojo provecto que pasara por allí poco atento al tráfico.
En fin. Lo curioso es que los tres individuos que han reducido la fiesta del 7 de noviembre a una reunión de amiguetes con banderitas han tenido, y hasta bien talluditos, carnés del Partido Comunista de la Unión Soviética. Cosas veredes.
El primer golpe se lo dio Yeltsin, que cambió el nombre del día: del rimbombante "Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre" pasó a "Día de Reconciliación y Concordia", pero, al menos, seguía siendo festivo.
El segundo golpe se lo dio Putin, al eliminar la festividad y pasarla al 4 de noviembre, con el nombre de "Día de la Unidad Popular", celebrando al parecer la liberación de Rusia de la invasión polaco-lituana, en 1612. De aquello ya no se acordaba nadie, pero los blancos aprovecharon el hecho para organizar sus marchas nacionalistas y, alguno, para desempolvar sus esvásticas y desahogarse por la calle con sus gritos de "Rusia para los rusos". Lo han llamado "Marcha rusa". El día 7 de noviembre, horror de los horrores, pasó a ser día laborable, pero las manifestaciones seguían siendo imponentes.
Y el tercer golpe se lo ha dado Luzhkov, alcalde de Moscú, que les ha dado permiso a los comunistas para manifestarse por la calle Tverskaya, pero sin interrumpir el tráfico rodado. Sólo podían ocupar la acera. Y allí que estaban el 7, con la nevada que estaba cayendo, frente al antiguo museo de la revolución, las banderas rojas y los comunistas prácticamente en fila india, porque, además de ellos, por la acera íbamos los peatones habituales, buscando cómo pasar entre tanto rojo añejo, y los OMON (el equivalente ruso a los GEO), que estaban ocupando también la acera, cada dos metros, no sé si para impedir a los manifestantes que se bajaran a la calzada o para impedir a los coches que aparcaran encima de la acera (como hacen siempre) y ocurriera alguna desgracia con algún rojo provecto que pasara por allí poco atento al tráfico.
En fin. Lo curioso es que los tres individuos que han reducido la fiesta del 7 de noviembre a una reunión de amiguetes con banderitas han tenido, y hasta bien talluditos, carnés del Partido Comunista de la Unión Soviética. Cosas veredes.
miércoles, 8 de noviembre de 2006
Pabellón de reposo (II)
Bueno, pues no han pasado ni dos meses, estamos aquí de nuevo, y mira que las cosas han cambiado. La casita de madera que ocupamos en septiembre ha dado paso a una casa de ladrillo con calefacción (paradójicamente, la llaman "casa de verano", "letny dom"). La ermita sigue en su sitio, pero las señoras que la atendían en septiembre parece que han preferido quedarse en casa, al menos de momento. Los escalones que permitían el acceso hasta la ermita están cubiertos de nieve, con lo que, más que una escalera, tenemos una rampa para deslizarnos.
Podemos hacer batallas de bolas de nieve, tirarnos encima de la nieve, quizá incluso hacer un muñeco de nieve, hacer castillos de nieve. Es nieve blanca, nadie la ha pisado aún, y está limpia. Más adelante, sobre todo en Moscú, la nieve se pondrá marrón, sucia y asquerosa, pero ahora es blanca y da gusto tocarla.
El restaurante y centro de ocio sigue en su mismo lugar, y la única diferencia es que los comensales estamos mucho más abrigados, y los niños visten pantalones de invierno. Y que en el porche de la entrada tenemos que dar patadas al suelo para que se desprenda algo de la nieve que se ha quedado adherida a las suelas y no dejar el interior perdido.
Y que, cuando estamos paseando por el bosque y Ame quiere hacer pis, en lugar de bajarle los pantalones allí mismo, como en verano, tengo que ir corriendo a la casa (es muy cruel bajar los pantalones a cinco bajo cero a un niño que no tiene ni tres años, ¿verdad?), quitarle las botas, ponerle las zapatillas, quitarme las botas yo, ponerme las zapatillas, quitarme el abrigo, quitárselo a Ame, quitarme los guantes, quitárselos a Ame, quitarme la boina, quitarle a Ame el gorro, agarrarlo en brazos, recorrer la distancia hasta la letrina, bajar la tapa, bajarle los pantalones, bajarle los leotardos, bajarle los calzoncillos... mieeeeeeeerda... demasiado tarde.
Podemos hacer batallas de bolas de nieve, tirarnos encima de la nieve, quizá incluso hacer un muñeco de nieve, hacer castillos de nieve. Es nieve blanca, nadie la ha pisado aún, y está limpia. Más adelante, sobre todo en Moscú, la nieve se pondrá marrón, sucia y asquerosa, pero ahora es blanca y da gusto tocarla.
El restaurante y centro de ocio sigue en su mismo lugar, y la única diferencia es que los comensales estamos mucho más abrigados, y los niños visten pantalones de invierno. Y que en el porche de la entrada tenemos que dar patadas al suelo para que se desprenda algo de la nieve que se ha quedado adherida a las suelas y no dejar el interior perdido.
Y que, cuando estamos paseando por el bosque y Ame quiere hacer pis, en lugar de bajarle los pantalones allí mismo, como en verano, tengo que ir corriendo a la casa (es muy cruel bajar los pantalones a cinco bajo cero a un niño que no tiene ni tres años, ¿verdad?), quitarle las botas, ponerle las zapatillas, quitarme las botas yo, ponerme las zapatillas, quitarme el abrigo, quitárselo a Ame, quitarme los guantes, quitárselos a Ame, quitarme la boina, quitarle a Ame el gorro, agarrarlo en brazos, recorrer la distancia hasta la letrina, bajar la tapa, bajarle los pantalones, bajarle los leotardos, bajarle los calzoncillos... mieeeeeeeerda... demasiado tarde.
lunes, 6 de noviembre de 2006
Seguridad vial
Después de mi último viaje a España, he llegado a la dolorosa conclusión de que, en nuestro país, los conductores nos adocenamos y perdemos el valor y la audacia que debe acompañar, por si acaso vienen mal dadas, a todo usuario de las vías públicas.
Un día, no hace ni dos semanas, me asomé por el Maestrazgo en busca de objetivos para visitar con mi familia durante las vacaciones de Navidad. Así, iba yo por el tortuoso puerto de Querol, con sol a raudales y un firme excelente, volviendo de Morella hacia Valencia, y pensando entre mí:
"Ostras, Pedrín, qué pedazo de puerto. Morella está muy bien, pero yo por aquí no me pongo a conducir en enero ¡La de placas de hielo que puede haber! Y eso si no nieva... La leche, qué curva viene... Bueno, ya está, una menos. Y aquí en enero puede nevar..."
(Venía yo muy aleccionado de que Morella, que pasaba por castillo inexpugnable, fue tomada en enero de 1838 por un brigadier y setenta y cinco hombres durante una tormenta de nieve que les permitió colarse hasta la cocina y poner en fuga a la guarnición, mucho más numerosa que ellos. Así que, en enero, nieve hay).
"Nada, nada, descartamos Morella como objetivo. Ya vendremos en verano. La carretera sólo tiene diez kilómetros malos, pero no es cuestión de jugársela."
Sólo diez días después, me encuentro en la carretera de Ryazán a Spassk-Ryazansky, el equivalente a una comarcal española de las muy malas, a doscientos kilómetros de Moscú, conduciendo bajo una tempestad de nieve, con visibilidad poco más que aleatoria, de noche cerrada, tragando saliva, apartando a base de limpiaparabrisas los trocitos de nieve y barro con los que el coche que me precede adorna mi luneta delantera, a cincuenta por hora como mucho. En España, cualquier carretera en esas condiciones sería cerrada inmediatamente; en Rusia, la circulación es totalmente normal.
"¿Pero yo qué hago aquí? ¡Si no me gusta conducir con nieve! ¡Si yo no quería!"
En fin, que los conductores españoles, con tanta autovía y tanta seguridad vial, estamos amariconados. Que nos metan un par de meses en una comarcal rusa, resbalando por las placas de hielo y eludiendo los montones de nieve, y luego que nos vuelvan a hablar de los peligros de las vías públicas ¡Será posible...!
Después de esto, este enero soy capaz de subir a Morella con nieve, a dos ruedas y en marcha atrás.
Un día, no hace ni dos semanas, me asomé por el Maestrazgo en busca de objetivos para visitar con mi familia durante las vacaciones de Navidad. Así, iba yo por el tortuoso puerto de Querol, con sol a raudales y un firme excelente, volviendo de Morella hacia Valencia, y pensando entre mí:
"Ostras, Pedrín, qué pedazo de puerto. Morella está muy bien, pero yo por aquí no me pongo a conducir en enero ¡La de placas de hielo que puede haber! Y eso si no nieva... La leche, qué curva viene... Bueno, ya está, una menos. Y aquí en enero puede nevar..."
(Venía yo muy aleccionado de que Morella, que pasaba por castillo inexpugnable, fue tomada en enero de 1838 por un brigadier y setenta y cinco hombres durante una tormenta de nieve que les permitió colarse hasta la cocina y poner en fuga a la guarnición, mucho más numerosa que ellos. Así que, en enero, nieve hay).
"Nada, nada, descartamos Morella como objetivo. Ya vendremos en verano. La carretera sólo tiene diez kilómetros malos, pero no es cuestión de jugársela."
Sólo diez días después, me encuentro en la carretera de Ryazán a Spassk-Ryazansky, el equivalente a una comarcal española de las muy malas, a doscientos kilómetros de Moscú, conduciendo bajo una tempestad de nieve, con visibilidad poco más que aleatoria, de noche cerrada, tragando saliva, apartando a base de limpiaparabrisas los trocitos de nieve y barro con los que el coche que me precede adorna mi luneta delantera, a cincuenta por hora como mucho. En España, cualquier carretera en esas condiciones sería cerrada inmediatamente; en Rusia, la circulación es totalmente normal.
"¿Pero yo qué hago aquí? ¡Si no me gusta conducir con nieve! ¡Si yo no quería!"
En fin, que los conductores españoles, con tanta autovía y tanta seguridad vial, estamos amariconados. Que nos metan un par de meses en una comarcal rusa, resbalando por las placas de hielo y eludiendo los montones de nieve, y luego que nos vuelvan a hablar de los peligros de las vías públicas ¡Será posible...!
Después de esto, este enero soy capaz de subir a Morella con nieve, a dos ruedas y en marcha atrás.
sábado, 4 de noviembre de 2006
El chivo expiatorio
Pues sí, ya tenemos culpables del desaguisado de las bebidas alcohólicas. La verdad es que, entretanto, el desaguisado se había complicado bastante, hasta el punto de que el número de fiambres por ingesta de alcohol industrial (eso ya iba mucho más allá que el caso de Rzhev), o de cualquier porquería que colocase, ya estaba aumentando tan peligrosamente que en Perm, por ejemplo, habían declarado el estado de emergencia. Uno, que en su ingenuidad relaciona el estado de emergencia con catástrofes naturales, conatos de invasión enemiga o epidemias de enfermedades contagiosas, se ha encontrado con que también es aplicable a situaciones en que un ejército de alcohólicos bebe cualquier veneno a falta de medios para comprar bebida no directamente mortal.
Pues los culpables, según el dedo acusador del primer viceprimer ministro, son tres viceministros, lo que en España llamaríamos secretarios de estado: de dos de ellos no había oído hablar nunca y, después de que la maldición haya caído sobre ellos, lo más probable es que no vuelva a hablar nunca más, más que cuando se dé la noticia de su destitución, cuando no de su encarcelamiento. Y es que hay cosas que se pueden perdonar, pero poner patas arriba el mercado de bebidas alcohólicas, eso sí que no.
El tercer acusado es Andrey Sharónov, viceministro de Desarrollo Económico y Comercio. Un chaval joven, de poco más de cuarenta años, a quien, además, tuve el gusto de conocer en una conferencia que tuvo lugar a principios de este año. Se suponía que la conferencia la iba a dar el mismísimo ministro German Gref, que no es huésped fácil de conseguir, así que se apuntó la flor y nata de la comunidad empresarial guiri en Moscú (además de la mencionada flor y nata, también me apunté yo); pero, como tantas veces pasa, a última hora se escaqueó con alguna excusa barata y le pasó los trastos a Sharónov. El chaval salió entero del trago, e incluso fue mucho más interesante de lo que se podía esperar. Y ahora, ¡toma!, le ha caído encima el sanbenito de "tú has sido quien ha causado la muerte de tantos buenos bebedores a lo largo de los últimos meses". La verdad es que el chaval me cayó bien y creo que sería una lástima que se lo quitaran de enmedio, además de que íntimamente estoy convencido de que los inútiles que han provocado el colapso del mercado de bebidas alcohólicas hay que buscarlos en otro sitio.
Veremos qué pasa. De momento, su jefe, el mismo German Gref al que sustituyó entonces, no parece que lo vaya a fulminar. Muy al contrario, sus declaraciones han sido algo así como: "Han acusado a un inocente, siguiendo la tradición rusa. Ahora, siguiendo esa misma tradición, sólo falta que den una recompensa a los verdaderos culpables."
Enternecedor. Yo quiero un jefe así. Una pena que haya más de un rumor que anuncia que a Gref le van a dar la patada de un momento a otro. Si es así, estas declaraciones tienen toda la pinta de acelerar la patada.
Pues los culpables, según el dedo acusador del primer viceprimer ministro, son tres viceministros, lo que en España llamaríamos secretarios de estado: de dos de ellos no había oído hablar nunca y, después de que la maldición haya caído sobre ellos, lo más probable es que no vuelva a hablar nunca más, más que cuando se dé la noticia de su destitución, cuando no de su encarcelamiento. Y es que hay cosas que se pueden perdonar, pero poner patas arriba el mercado de bebidas alcohólicas, eso sí que no.
El tercer acusado es Andrey Sharónov, viceministro de Desarrollo Económico y Comercio. Un chaval joven, de poco más de cuarenta años, a quien, además, tuve el gusto de conocer en una conferencia que tuvo lugar a principios de este año. Se suponía que la conferencia la iba a dar el mismísimo ministro German Gref, que no es huésped fácil de conseguir, así que se apuntó la flor y nata de la comunidad empresarial guiri en Moscú (además de la mencionada flor y nata, también me apunté yo); pero, como tantas veces pasa, a última hora se escaqueó con alguna excusa barata y le pasó los trastos a Sharónov. El chaval salió entero del trago, e incluso fue mucho más interesante de lo que se podía esperar. Y ahora, ¡toma!, le ha caído encima el sanbenito de "tú has sido quien ha causado la muerte de tantos buenos bebedores a lo largo de los últimos meses". La verdad es que el chaval me cayó bien y creo que sería una lástima que se lo quitaran de enmedio, además de que íntimamente estoy convencido de que los inútiles que han provocado el colapso del mercado de bebidas alcohólicas hay que buscarlos en otro sitio.
Veremos qué pasa. De momento, su jefe, el mismo German Gref al que sustituyó entonces, no parece que lo vaya a fulminar. Muy al contrario, sus declaraciones han sido algo así como: "Han acusado a un inocente, siguiendo la tradición rusa. Ahora, siguiendo esa misma tradición, sólo falta que den una recompensa a los verdaderos culpables."
Enternecedor. Yo quiero un jefe así. Una pena que haya más de un rumor que anuncia que a Gref le van a dar la patada de un momento a otro. Si es así, estas declaraciones tienen toda la pinta de acelerar la patada.
jueves, 2 de noviembre de 2006
Atascos
Una vez más, en Moscú se montó, como todas las mañanas, todas las tardes, y dentro de poco, al paso que vamos, todas las noches, un atasco de tres pares de narices. Me he visto en algunas de ésas, y no se lo deseo a nadie. Bueno, quizá a Madonna sí se lo deseo. Horas y horas avanzando centímetro a centímetro, entre los ruidos de claxon, con todos los coches queriendo aprovechar el mínimo resquicio para colarse por delante, sin salida posible, escuchando una y otra vez las mismas canciones, porque el disco ha dado ya varias vueltas. Es mejor no poner la radio, porque baja la moral todavía más: "atasco de treinta y ocho kilómetros en Sadovoye Koltsó, dificultades en el tráfico en Leningradskoye Shossé y en todo el centro, por un accidente en Varshavskoye Shossé hay un atasco de tres kilómetros..." y así una larga lista de calles intransitables.
Ahora, que voy andando a casa, eso parece cosa del pasado. Pero recuerdo algunas veces que un trayecto que, en buenas condiciones, se hacía en quince minutos, en las condiciones habituales en las tardes moscovitas podía transformarse en una tortura agónica de dos horas largas. La última fue la apoteósica vuelta de Sumbulovo, a final de septiembre, en que los últimos cincuenta kilómetros nos costaron cuatro horas de recorrer, mientras mis dientes rechinaban y negros pensamientos se acumulaban en mis sienes.
Bueeeeeeno, pues está visto que llueve igual para todo el mundo. Sin ir más lejos, ayer, el equipo de fútbol del Spartak, que jugaba su partido de la liga de campeones contra el Inter de Milán, tuvo que bajarse del autobús del equipo y llegar en metro al estadio, porque iban a llegar tarde al partido. Llevaban escolta policial (y doy fe de que ésos no bromean), pero ni flores. El autobús del equipo llegó al estadio cuando acababa la primera parte.
El Inter les metió un gol en el minuto uno, y así acabó el partido: el Spartak, orgullo de todo moscovita que se precie, perdió el partido por 0:1. El entrenador Fedotov soltó unas declaraciones bastante irónicas: "Quiero dar las gracias a los trabajadores del metro, que nos condujeron eficazmente por el mismo y, lo que es más importante, nos dejaron pasar gratis." El capitán Titov consiguió la excusa perfecta: "Encajamos el gol ya en el metro." Mmmmm... ya tenemos culpable.
Indignado por la derrota, un conocido de esta bitácora, el inefable Alexei Mitrofánov, quién si no, bramó contra el tráfico en Moscú y, por extensión, contra Moscú misma (seguro que es fan del Spartak): "No sé para qué les financiamos. Me pregunto si Moscú puede cumplir su función como capital." A la que tuvo que saltar, como tantas otras veces, otro viejo conocido de esta bitácora, el portavoz Sergey Tsoy (probablemente sea fan del CSKA o del Dinamo): "Mitrofánov es un populista." Como en la otra ocasión en que hablamos de él, Sergey Tsoy pasa de la pregunta y se pone a hablar de otra cosa. Hombre, pues claro que Mitrofánov es un populista, eso ya lo sabíamos, pero del tráfico ¿no dice nada?
A todo esto, lo mejor es cuando, a las seis de la tarde, en plena hora punto, cruzó la Tverskaya, una calle de ocho carriles, a pie enjuto pasando de los semáforos, mientras centenares de coches atestan la calle maldiciéndose mutuamente ¡Anda que no me río!
P.S.: A todo esto, hablando de Mitrofánov y recordando la primera entrada que protagonizó, ya tenemos culpables en la crisis del alcohol adulterado. Lo dejo para la próxima vez, y es que hay cosas que, en Rusia, siempre están de actualidad.
Ahora, que voy andando a casa, eso parece cosa del pasado. Pero recuerdo algunas veces que un trayecto que, en buenas condiciones, se hacía en quince minutos, en las condiciones habituales en las tardes moscovitas podía transformarse en una tortura agónica de dos horas largas. La última fue la apoteósica vuelta de Sumbulovo, a final de septiembre, en que los últimos cincuenta kilómetros nos costaron cuatro horas de recorrer, mientras mis dientes rechinaban y negros pensamientos se acumulaban en mis sienes.
Bueeeeeeno, pues está visto que llueve igual para todo el mundo. Sin ir más lejos, ayer, el equipo de fútbol del Spartak, que jugaba su partido de la liga de campeones contra el Inter de Milán, tuvo que bajarse del autobús del equipo y llegar en metro al estadio, porque iban a llegar tarde al partido. Llevaban escolta policial (y doy fe de que ésos no bromean), pero ni flores. El autobús del equipo llegó al estadio cuando acababa la primera parte.
El Inter les metió un gol en el minuto uno, y así acabó el partido: el Spartak, orgullo de todo moscovita que se precie, perdió el partido por 0:1. El entrenador Fedotov soltó unas declaraciones bastante irónicas: "Quiero dar las gracias a los trabajadores del metro, que nos condujeron eficazmente por el mismo y, lo que es más importante, nos dejaron pasar gratis." El capitán Titov consiguió la excusa perfecta: "Encajamos el gol ya en el metro." Mmmmm... ya tenemos culpable.
Indignado por la derrota, un conocido de esta bitácora, el inefable Alexei Mitrofánov, quién si no, bramó contra el tráfico en Moscú y, por extensión, contra Moscú misma (seguro que es fan del Spartak): "No sé para qué les financiamos. Me pregunto si Moscú puede cumplir su función como capital." A la que tuvo que saltar, como tantas otras veces, otro viejo conocido de esta bitácora, el portavoz Sergey Tsoy (probablemente sea fan del CSKA o del Dinamo): "Mitrofánov es un populista." Como en la otra ocasión en que hablamos de él, Sergey Tsoy pasa de la pregunta y se pone a hablar de otra cosa. Hombre, pues claro que Mitrofánov es un populista, eso ya lo sabíamos, pero del tráfico ¿no dice nada?
A todo esto, lo mejor es cuando, a las seis de la tarde, en plena hora punto, cruzó la Tverskaya, una calle de ocho carriles, a pie enjuto pasando de los semáforos, mientras centenares de coches atestan la calle maldiciéndose mutuamente ¡Anda que no me río!
P.S.: A todo esto, hablando de Mitrofánov y recordando la primera entrada que protagonizó, ya tenemos culpables en la crisis del alcohol adulterado. Lo dejo para la próxima vez, y es que hay cosas que, en Rusia, siempre están de actualidad.
martes, 31 de octubre de 2006
Cambios térmicos
El viernes antepasado salgo de Moscú a cinco grados, llego a Madrid a quince y me planto en Valencia a veinticinco. Toma ya. Toda la semana a veinticinco grados, o más, con un calor pegajoso de los de junio, y pasando de las cuatro mantas y pijama de invierno de Moscú a la sábana y gracias de Valencia.
El domingo pasado salgo de Barcelona a casi treinta grados, viendo de camino a la gente bañándose en la playa, a puntito de entrar en noviembre, y llego a Moscú a cero grados. Toma cambio climático bestia. Vuelta a las cuatro mantas y al pijama de invierno. De la camiseta y bermudas al abrigo de invierno (bueno, aún es el de entretiempo, que aquí somos machotes), la bufanda, los guantes y la boina (passsso de gorros de piel).
Y, a la mañana siguiente, sorpresa, después de caer poquito a poquito durante toda la noche, allí estaba:
Bueno, todavía no va en serio del todo, pero el invierno se aceeeeerca. Temblemos.
El domingo pasado salgo de Barcelona a casi treinta grados, viendo de camino a la gente bañándose en la playa, a puntito de entrar en noviembre, y llego a Moscú a cero grados. Toma cambio climático bestia. Vuelta a las cuatro mantas y al pijama de invierno. De la camiseta y bermudas al abrigo de invierno (bueno, aún es el de entretiempo, que aquí somos machotes), la bufanda, los guantes y la boina (passsso de gorros de piel).
Y, a la mañana siguiente, sorpresa, después de caer poquito a poquito durante toda la noche, allí estaba:
Bueno, todavía no va en serio del todo, pero el invierno se aceeeeerca. Temblemos.
domingo, 29 de octubre de 2006
Corruptelillas de poca monta
Barcelona es una de esas ciudades donde casi siempre pasa algo, con el añadido de que ahora están de elecciones y tienen las calles, plazas, jardines y estaciones de tren llenas de carteles electorales, para que el ciudadano elija a su próximo prasidén de la Chanaralitat, básicamente entre los candidatos susialista, cunvarchent y de asquerra rapublicana.
La verdad es que había donde elegir: los susialistas del PSC se empeñan en disimular que su candidato es calvo (le han cortado la frente en todas las fotos que he visto), y sus competidores de Cunvarchensia han puesto el cartel de la foto adjunta, que tampoco tiene desperdicio.
El lema del cartel "Astimá Catalunya, guvarná be" (me recuerda a cómo hablan los indios, por cierto) ha sido taimadamente modificado por un ciudadano disconforme con el candidato a prasidén Artur Mas, del que es evidente que desconfía. Así que ha bastado tachar la primera sílaba para que "Amar a Cataluña" se transforme en "Timar a Cataluña", que, según el elector, se acerca más a la realidad y las intenciones del candidato. Hay que reconocer que el responsable de la campaña electoral de Cunvarchensia se lo había puesto fácil. A ver si espabilamos para la próxima...
La verdad es que, si el elector quejumbroso supiera hasta qué punto está relativamente en buenas manos, dejaría enseguida de ofender con tanta inconsciencia a los líderes políticos que aspiran a regir sus destinos, para pasar a elevar sus preces al Altísimo en agradecimiento por no haber sido castigado con los responsables políticos al uso en otras latitudes. Veamos las cifras aplicables al caso de Rusia.
El prasidén de la Chanaralitat, si no recuerdo mal, cobra cosa de diez mil eurazos al mes, prebendas aparte, que es un sueldo superior, muuuuuuy superior, a la media. Vamos, que ya nos gustaría a la casi totalidad de los charnegos acercarnos a él. Además de su salario, fuentes bien informadas (concretamente el actual prasidén en funciones, que se fue de la lengua el año pasado en un calentón en el Parlamento catalán) han revelado que la gestión pública le cuesta al contribuyente una cantidad equivalente al 3% del volumen de contratos gestionados, que los beneficiarios de los contratos abonan bajo mano a la caja del partido en el poder.
En Rusia, conocemos el salario del presidente (unos tres mil euros, también prebendas aparte), considerablemente inferior, pues, al sueldo de un presidente regional español (aunque se trate del prasidén, que es el que más cobra) ¿Deduciremos de ello que la administración rusa es más barata que la astatal aspanyola?
Antes de responder, veamos. La próxima autopista Moscú - San Petersburgo, que he mencionado en otra ocasión, tiene un coste presupuestado por kilómetro de unos cuarenta millones de euros... sin contar las expropiaciones, que son por cuenta del Estado. En España, la autopista más lujosa y complicada, en los alrededores de Madrid, que es lo más caro que podemos encontrar, cuesta ocho millones por kilómetro, incluyendo las expropiaciones y, se supone, el famoso 3%.
¿Y por qué las carreteras en Rusia son tan rematadamente caras de construir? Pues por lo mismo que todo funcionario público de cierto rango en Rusia, a pesar de que oficialmente tiene un sueldo que, como mucho, le daría para una bicicleta, tiene por lo menos un BMW, o dos, y no se va de vacaciones a un camping lleno de mosquitos rusos (ya hablaremos de ellos, ya), sino a la Costa Azul.
Así que el elector catalán que, falto totalmente de seny, pintarrajeó vandálicamente el cartel electoral de Cunvarchensia, haciéndo aparecer como poco honrado a Artur Mas, debería recapacitar. En realidad, el famoso 3%, que tanto alboroto despertó en España, no es más que una propinilla miserable, indigna de mención, salvo para elogiar el comedimiento de nuestros políticos y su intachable gestión.
La verdad es que había donde elegir: los susialistas del PSC se empeñan en disimular que su candidato es calvo (le han cortado la frente en todas las fotos que he visto), y sus competidores de Cunvarchensia han puesto el cartel de la foto adjunta, que tampoco tiene desperdicio.
El lema del cartel "Astimá Catalunya, guvarná be" (me recuerda a cómo hablan los indios, por cierto) ha sido taimadamente modificado por un ciudadano disconforme con el candidato a prasidén Artur Mas, del que es evidente que desconfía. Así que ha bastado tachar la primera sílaba para que "Amar a Cataluña" se transforme en "Timar a Cataluña", que, según el elector, se acerca más a la realidad y las intenciones del candidato. Hay que reconocer que el responsable de la campaña electoral de Cunvarchensia se lo había puesto fácil. A ver si espabilamos para la próxima...
La verdad es que, si el elector quejumbroso supiera hasta qué punto está relativamente en buenas manos, dejaría enseguida de ofender con tanta inconsciencia a los líderes políticos que aspiran a regir sus destinos, para pasar a elevar sus preces al Altísimo en agradecimiento por no haber sido castigado con los responsables políticos al uso en otras latitudes. Veamos las cifras aplicables al caso de Rusia.
El prasidén de la Chanaralitat, si no recuerdo mal, cobra cosa de diez mil eurazos al mes, prebendas aparte, que es un sueldo superior, muuuuuuy superior, a la media. Vamos, que ya nos gustaría a la casi totalidad de los charnegos acercarnos a él. Además de su salario, fuentes bien informadas (concretamente el actual prasidén en funciones, que se fue de la lengua el año pasado en un calentón en el Parlamento catalán) han revelado que la gestión pública le cuesta al contribuyente una cantidad equivalente al 3% del volumen de contratos gestionados, que los beneficiarios de los contratos abonan bajo mano a la caja del partido en el poder.
En Rusia, conocemos el salario del presidente (unos tres mil euros, también prebendas aparte), considerablemente inferior, pues, al sueldo de un presidente regional español (aunque se trate del prasidén, que es el que más cobra) ¿Deduciremos de ello que la administración rusa es más barata que la astatal aspanyola?
Antes de responder, veamos. La próxima autopista Moscú - San Petersburgo, que he mencionado en otra ocasión, tiene un coste presupuestado por kilómetro de unos cuarenta millones de euros... sin contar las expropiaciones, que son por cuenta del Estado. En España, la autopista más lujosa y complicada, en los alrededores de Madrid, que es lo más caro que podemos encontrar, cuesta ocho millones por kilómetro, incluyendo las expropiaciones y, se supone, el famoso 3%.
¿Y por qué las carreteras en Rusia son tan rematadamente caras de construir? Pues por lo mismo que todo funcionario público de cierto rango en Rusia, a pesar de que oficialmente tiene un sueldo que, como mucho, le daría para una bicicleta, tiene por lo menos un BMW, o dos, y no se va de vacaciones a un camping lleno de mosquitos rusos (ya hablaremos de ellos, ya), sino a la Costa Azul.
Así que el elector catalán que, falto totalmente de seny, pintarrajeó vandálicamente el cartel electoral de Cunvarchensia, haciéndo aparecer como poco honrado a Artur Mas, debería recapacitar. En realidad, el famoso 3%, que tanto alboroto despertó en España, no es más que una propinilla miserable, indigna de mención, salvo para elogiar el comedimiento de nuestros políticos y su intachable gestión.
viernes, 27 de octubre de 2006
Final de temporada
En algún otro sitio he escrito cómo son las carreras en Moscú. Originales, al menos en relación con la misma experiencia en Valencia. Quizá por eso estaba llegando el momento de participar en una carrera por aquí.
Y eso ocurrió el otro día, en el puerto de Valencia. Con tanta Copa del América y tanta historia, la misma carrera, el "Pas Ras al Port" llevaba dos años con un recorrido entre grúas de construcción, sacos de cemento, carretillas y arena; pero este año las obras están tocando a su fin, y el Pas Ras ha vuelto a su recorrido tradicional de diez kilómetros.
- ¿A qué ritmo vamos? -me preguntó uno de mis compinches de innumerables carreras.
- Bueno, yo me daría por satisfecho con ir a cinco -no hay que pasarse, teniendo en cuenta el mini jet lag y el duro viaje de la víspera desde Moscú.
- Vale. Yo hace tiempo que no salgo y estoy un poco pesado. Salimos a cinco y luego vemos a ver si podemos bajar.
Mi otro compinche, al que llamaremos Peixos, que iba con su mujer (que no iba precisamente a cinco, ni a seis, ni siquiera a siete), y que es perfectamente capaz de bajar de cuatro, dijo que iba a dar un paseíto sin forzar y que se venía con nosotros. Mi hermano, que también venía, quedó claro que iba a su bola.
Salimos, y fuimos todo el rato entre 4'45" y 4'55". Yo iba bastante bien, conversando a ratos con mis compañeros; pero Peixos se encontró un conocido y se puso a hablar con él. Primero se quedo unos quince metros y luego se pusieron detrás de nosotros.
- Sí, -decía Peixos- ahora hago triatlon, pero sólo he hecho de la categoría sprint, nada serio. La próxima temporada quiero hacer alguno olímpico.
Su interlocutor no iba tan suelto como Peixos, y sólo alcanzó a decir.
- ¿Sí?
- Sí -siguió Peixos-, vendría bien como preparación para la maratón. A ver si el año que viene corro alguna.
El interlocutor, a quien el ritmo de 4'45" le venía definitivamente un poco justo para, además, ir conversando, sólo llegó a musitar lo que me pareció un gemido.
- ¿El iron man? -parece que Peixos creyó entender una pregunta- No, de momento no. Eso lo dejo para más adelante ¿Que qué es? Sí, son diez kilómetros de natación, cien de bicicleta y una maratón corriendo.
Se hizo el silencio. Peixos se puso de nuevo a nuestro lado.
- Oye, que éste se ha quedado.
- Jo, macho, es que le has dejado la moral por los suelos. No me extraña.
Llegamos al kilómetro ocho, y yo comenzaba a ir justo.
- ¿Apretamos?
- Tirad p'alante, que yo ya llegaré como pueda.
Mis dos compinches apretaron un poco, y se fueron como cinco metros. Luego un poco más. Cada vez se les veía más lejos. Mientras se alejaban, sentí que la temporada de carreras estaba acabando precisamente en ese momento, y que iba a tocar dedicar más tiempo a ser mayor.
Y eso ocurrió el otro día, en el puerto de Valencia. Con tanta Copa del América y tanta historia, la misma carrera, el "Pas Ras al Port" llevaba dos años con un recorrido entre grúas de construcción, sacos de cemento, carretillas y arena; pero este año las obras están tocando a su fin, y el Pas Ras ha vuelto a su recorrido tradicional de diez kilómetros.
- ¿A qué ritmo vamos? -me preguntó uno de mis compinches de innumerables carreras.
- Bueno, yo me daría por satisfecho con ir a cinco -no hay que pasarse, teniendo en cuenta el mini jet lag y el duro viaje de la víspera desde Moscú.
- Vale. Yo hace tiempo que no salgo y estoy un poco pesado. Salimos a cinco y luego vemos a ver si podemos bajar.
Mi otro compinche, al que llamaremos Peixos, que iba con su mujer (que no iba precisamente a cinco, ni a seis, ni siquiera a siete), y que es perfectamente capaz de bajar de cuatro, dijo que iba a dar un paseíto sin forzar y que se venía con nosotros. Mi hermano, que también venía, quedó claro que iba a su bola.
Salimos, y fuimos todo el rato entre 4'45" y 4'55". Yo iba bastante bien, conversando a ratos con mis compañeros; pero Peixos se encontró un conocido y se puso a hablar con él. Primero se quedo unos quince metros y luego se pusieron detrás de nosotros.
- Sí, -decía Peixos- ahora hago triatlon, pero sólo he hecho de la categoría sprint, nada serio. La próxima temporada quiero hacer alguno olímpico.
Su interlocutor no iba tan suelto como Peixos, y sólo alcanzó a decir.
- ¿Sí?
- Sí -siguió Peixos-, vendría bien como preparación para la maratón. A ver si el año que viene corro alguna.
El interlocutor, a quien el ritmo de 4'45" le venía definitivamente un poco justo para, además, ir conversando, sólo llegó a musitar lo que me pareció un gemido.
- ¿El iron man? -parece que Peixos creyó entender una pregunta- No, de momento no. Eso lo dejo para más adelante ¿Que qué es? Sí, son diez kilómetros de natación, cien de bicicleta y una maratón corriendo.
Se hizo el silencio. Peixos se puso de nuevo a nuestro lado.
- Oye, que éste se ha quedado.
- Jo, macho, es que le has dejado la moral por los suelos. No me extraña.
Llegamos al kilómetro ocho, y yo comenzaba a ir justo.
- ¿Apretamos?
- Tirad p'alante, que yo ya llegaré como pueda.
Mis dos compinches apretaron un poco, y se fueron como cinco metros. Luego un poco más. Cada vez se les veía más lejos. Mientras se alejaban, sentí que la temporada de carreras estaba acabando precisamente en ese momento, y que iba a tocar dedicar más tiempo a ser mayor.
miércoles, 25 de octubre de 2006
Disuasión
Ciertamente, en otras ocasiones he criticado veladamente los intentos de cartelismo de gentes como doña Margarita, pero, en esta ocasión, creo que merece la pena resaltar el de la foto, situada en el pueblo de San Mateo, en el Maestrazgo castellonense.
No sé cuánto costará la tasa por obtener un vado municipal en San Mateo. Sea lo que sea, el redactor del cartel ha decidido ahorrársela de una manera que no sé si calificar de sutil o cínica. Dice el cartel: "Atención. La puerta se abre hacia afuera. Sin querer, te podemos rayar el coche. Por favor, no aparques."
Mano de santo, oye. A ver quién es el guapo que aparca o el fiscal que persigue penalmente al redactor del cartel.
No sé cuánto costará la tasa por obtener un vado municipal en San Mateo. Sea lo que sea, el redactor del cartel ha decidido ahorrársela de una manera que no sé si calificar de sutil o cínica. Dice el cartel: "Atención. La puerta se abre hacia afuera. Sin querer, te podemos rayar el coche. Por favor, no aparques."
Mano de santo, oye. A ver quién es el guapo que aparca o el fiscal que persigue penalmente al redactor del cartel.
lunes, 23 de octubre de 2006
Eficacia burocrática
Uno se da cuenta de lo que se está perdiendo cuando, como yo, llega a Valencia (ciudad natal, localidad de promisión y, puestos a exagerar, tierra que mana leche y miel, i la millor terreta del món)y, en una mañana, consigue: sacar un billete de tren, hacerse fotos, hacer un par de gestiones en el banco, otra en un hospital, obtener el certificado para renovar el carné de conducir, tramitar la renovación del mismo, hacer la compra, buscar un cerrajero, comprar una cámara y tramitar la devolución del IVA y hacer la copia de un mando a distancia, con la única ayuda de una bicicleta (y, lamentablemente, de un saco de euros).
En Moscú, cada una de esas cosas llevaría toda la mañana, y el conjunto de las mismas ocuparía cosa de una semana. He de reconocer, sin embargo, que el hecho de estar avezado a las colas rusas me ha ayudado muchísimo, sobre todo cuando recuerdo ahora el arte que he empleado para colarme en la RENFE, antes las protestas que musitaban los que hubiera debido ir delante, pero acabaron yendo detrás. Y es que me quejo de vicio: si no fuera por mi estancia en Moscú, mi descaro y mi desenvoltura en esas situaciones no serían lo mismo.
En Moscú, cada una de esas cosas llevaría toda la mañana, y el conjunto de las mismas ocuparía cosa de una semana. He de reconocer, sin embargo, que el hecho de estar avezado a las colas rusas me ha ayudado muchísimo, sobre todo cuando recuerdo ahora el arte que he empleado para colarme en la RENFE, antes las protestas que musitaban los que hubiera debido ir delante, pero acabaron yendo detrás. Y es que me quejo de vicio: si no fuera por mi estancia en Moscú, mi descaro y mi desenvoltura en esas situaciones no serían lo mismo.