En "La última noche de Borís Grushenko", Boris (Woody Allen) mantiene un diálogo totalmente anacrónico con su instructor del ejército zarista (que, para más anacronismo, es negro):
- Tú AMAS a Rusia, ¿no?
- Sí, señor.
- ¡No te oigo!
- ¡SÍ, SEÑOR!
- Eres el peor recluta que he visto nunca. A partir de ahora limpiarás las letrinas y los comedores.
- ¿Y cómo los distinguiré, señor?
Bueno, bueno, maticemos... es cierto que los comedores y las cantinas más o menos públicas en Rusia dan una impresión, todavía hoy, bastante lamentable. Platos desportillados, cubiertos de baratillo que se doblan con mirarlos, azulejos rotos, olor penetrante y agresivo. Por no hablar de la comida, sumamente alejada de la dieta mediterránea, por decirlo de un modo suave.
Pero no es cierto que los comedores sean susceptibles de confusión con las letrinas. No, señor: las letrinas de lugares públicos oficiales son mucho peores y, como muestra, ahí está la foto de arriba, tomada hace unas semanas en la varias veces mencionada estación de autobuses de Riazán. Y ojo, que es de pago.
Los servicios de la foto son de uso sencillo. Uno llega a la puerta, abre, y aquí todavía el olor es soportable. A la derecha, una señora está en caja, cobrando por el uso: cinco rublos (unos quince céntimos de euro, a ojo). Los servicios de pago son una creación de la perestroika, con el fin de financiar de alguna manera la limpieza de los mismos. Fue una las mejores ideas que tuvo la perestroika para el transeúnte, de verdad. De hecho, para usar buena parte de las letrinas que no son de pago hay que tener realmente muchas ganas.
- ¿Necesitará papel higiénico? -pregunta. Menos mal.
- Bueno, ya que lo ofrece...
Yo pago los cinco rublos, y ella me da un ticket de caja (no lo había visto nunca antes en otros servicios: éstos son gente seria) y un par de trozos de papel higiénico de complexión recia y sólida, poco aptos para tratar almorranas. De esta guisa se llega al lugar de la foto, del que se hace el uso que puede suponerse, y con eso, algo más aliviado, uno puede dirigirse al autobús que le toque y emprender viaje, con mayor o menor fortuna.
(Para quien quiera profundizar en el tema, creo que en Camino a perdición hay algunas fotos de letrinas mucho más representativas, por lo hediondo, que la de arriba, que está entre las aceptables)
Madre del amor hermoso, ¿y sólo hay letrinas? Pero si eso ya no está a la moda hombre, digo yo que podrían modernizarse un poco...
ResponderEliminarCon tu descripción de los restaurantes rusos, acabas de quitarme las ganas de visitarlos, jajajajaja...
Besosss
Sí, alguna foto tengo por ahí.
ResponderEliminarSin desperdicio aquella que tomé en febrero, en una parque deportivo del ejército (que está amablemente abierto a todo el público).
Lo bueno de las letrinas es que ejercitas los abdominales. Lo malo es .. todo lo demás.
Esther, que no hablo de restaurantes, sino de comedores y cantinas. No es lo mismo.
ResponderEliminarLos restaurantes son otra cosa. Hay alguno para darle de comer aparte, en el que, más que comer, lo propio es abrevar; pero por regla general, al menos en Moscú, son aseados. Y, en las demás ciudades, cada vez más.
Botas, y las prácticas de pesca submarina conteniendo la respiración, ¿no son una ventaja?
mmmm....bastante dsagradable, tanto que preferiría ir apretando todo el camino, antes de entrar a estos baños...que asco..
ResponderEliminarUn beso