Dentro de las formas de desplazarse que tiene a su disposición el viajero, el avión ha quedado suficientemente abordado en estas pantallas. Es la hora de pasar a otras alternativas para destinos menos distantes, con lo que, en primer lugar, consideremos el autobús.
El retorno desde Ryazán de hace dos semanas fue bastante incómodo. En la estación de autobuses, atestada de gente esperando, con enormes colas en las cajas, cabreo de la gente que no consigue billete (la demanda supera a la oferta y ésta es totalmente inelástica), policias y militares por doquier (eso siempre) y las garitas de información cerradas. En mi retorno a Moscú, como a doscientos kilómetros de allí, iba yo tranquilo pensando que había siete autobuses en las siguientes dos horas.
Primera norma: Nunca, ¡nunca!, hay que fiarse a ciegas de los horarios de autobuses. Como vieron que no llenaban las plazas completamente, quienquiera que fuese decidió empezar a cancelar salidas. Todo antes que afrontar la menor probabilidad de llevar plazas vacías. Eran las cuatro y media y el siguiente autobús salía a las seis: compré el último billete. Los que vinieron poco después de mí se quedaron con la boca abierta y sin plaza, alguno hasta el día siguiente.
Segunda norma: No hay que ponerse nervioso. Pero no porque no haya motivos, sino porque no sirve para nada.
- Oiga, ¿el autobús para Moscú?
- No sé.
- ¿Y usted a dónde va?
- A Moscú.
- ¿Y no sabe cuál es?
Encogimiento de hombros.
Tercera norma: La agudeza del oído es importante. Desde un altavoz cascado, suena una voz semidistorsionada: "Último aviso: el autobús de Moscú saldrá dentro de dos minutos desde el andén ocho." ¿Dos minutos? ¿Cómo que dos minutos? ¿Y me lo dicen ahora? Por cierto que luego era mentira: el autobús ni siquiera había llegado al andén ocho. De hecho, salimos a las seis y cuarto. Pues menos mal...
Cuarta norma: Hay que conservar a mano las prendas de abrigo. El autobús que me tocó en suerte (o en lo que sea), no estaba en demasiado mal estado (la verdad es que, para doscientos kilómetros, la cosa salió por unos seis euros, o sea, que tampoco hay que exigir bayaderas con bandejas de fruta). Pero, ¡ay!, cuando me fui a sentar, en el asiento del extremo derecho de la última fila, encontré una especie de tapa del mismo material plástico y del mismo color gris oscuro del que estaba hecho el autobús. "¡Qué curioso!", pensé. La aparté a una lado y, cuando nos hubimos sentado todos, íbamos como sardinas en lata, lo que aproveché para quitarme la boina. Entonces noté un violento biruji en la coronilla, subí la mano para tapar el mando de la ventilación y... allí no había nada que palpar. Alcé la vista y me encontré con un agujero, el que había dejado libre la tapa que había apartado al principio, y la chapa del techo del autobús directamente sobre mi cabeza, por entre cuyos agujeros se entreveía el hermoso cielo estrellado que nos regalaba la Madre Rusia. Ocho bajo cero hacía por allí fuera.
¿A que nunca habéis hecho un viaje de autobús de larga distancia con una boina calada? Pues yo sí.
Madre del Amor Hermoso. Estos rusos son impresionantes. Ese pobre autobús de la foto (Dios lo tenga en su gloria, y sí ya sé que sigue circulando) si lo vieran los de la ITV de aquí, vamos, es que de lejos ya le cerraban el paso y lo mandaban directo al desguace.
ResponderEliminarMe hubiera encantado verte con esa gorra calada, tenías que estar genial...
En fin, suerte con tu próximo viaje... pero vamos, mucha mucha suerte.
Besitos
Ey, yo tambien! Aunque era un gorro de lana. Pero no cuenta para diversidad porque sali desde la estacion de Vikhino, desde donde tambien salen los que van a Ryazan.
ResponderEliminarLo vuestro tiene mérito... luego dicen que preparar oposiciones es incómodo.
ResponderEliminaryo por lo q no aguanto es estar tanto tiempo sentada...creo q es por mi claustrofobia...sigo trabajando en eso...
ResponderEliminarNo sé como tomar tu comentario acerca de los dos prsidentes...sólo puedo decirte que uno de ellos debería estar en el manicomio...
Un Beso
Esther, de gorra nada. Pagando. En todo caso, es una boina. Ya te mandaré una foto. En España no la uso mucho, porque hace calor y porque parecería un repartidor del Zutabe.
ResponderEliminarGalo, yo creo que el gorro de lana cualifica para diversidad, claro que sí.
Achab, el colmo de los colmos debe ser preparar oposiciones en Rusia.
BAR, no te tomes a mal lo de los dos presidentes. En España, más de una vez, hemos tenido dos reyes al mismo tiempo, o un presidente y un caudillo, y con pegarse unos cuantos años, asunto arreglado. Si en la Madre Patria pasa eso, no es extraño que pase en las hijas. Un beso.