El otro día nos choteábamos un poco de la promoción turística moscovita, que efectivamente tiene serias lagunas. Entretanto, me he conseguido hacer con la guía turística oficial, en castellano, editada por el Gobierno de Moscú con el fin de hacer saber al mundo hispanohablante que Moscú es una ciudad fetén, fantástica, sensacional, hermosa como pocas y digna de ser visitada durante una larga temporada para pasarse el día con la boca abierta.
Después de leerla, me han entrado muchas ganas de saber quién es el cenutrio que ha perpetrado la traducción al castellano que luce el folleto. Dios mío, se han gastado una pasta bestial en imprimir un folleto con un papel estupendo, con unas fotos de primera y lo estropean poniendo a un paleto a traducir. De verdad que me gustaría saber quién ha sido, porque, manda narices, hay un número importante de nativos hispanohablantes que lo hubieran hecho de miedo; incluso conozco a bastantes rusos que hubieran hecho una traducción infinitamente mejor, como máximo con rusismos apenas imperceptibles, y alguno ni eso.
Pero no. Veamos el apartado de "Compras":
"La visita a cualquier lugar no se limita al conocimiento de su historia y cultura. Por eso Ud. poco probable querrá partir de Moscú, sin comprar algo de recuerdo. La capital le ofrece a los amantes de las compras posibilidades ilimitadas. Hoy sólo grandes centros comerciales se cuentan cerca de 600! En realidad, la ropa que está de actualidad en la temporada corriente y zapatos de modistas extranjeros en la capital cuestan en ocasiones dos veces más caras que en París o Milán. Un amplio surtido de no muy cara mercadería ofrecen los complejos comerciales y bazares."
Jau, gran jefe. Mi entender lo que traductor querer decir. Por los pelos, pero entender.
Otra joya:
"Moscú se está devolviendo más y más atractiva para empresarios rusos y extranjeros. Infraestructura moderna del negocio, infraestructuras científicas, bancarias y financieras, grandes ferias internacionales y actividades epecializadas, hoteles de clase mundial - esta ciudad única posee todo el éxito en el negocio".
Moscú se está devolviendo... ya...
Pero lo mejor es el párrafo de introducción a la persona de nuestro alcalde, Yuri Luzhkov.
"El alcalde de Moscú es el funcionario más alto de la ciudad. El gobierno de Moscú, encabezado por el alcalde de la ciudad, es el colectivo más grande y de más rango, que sirve al poder ejecutivo de Rusia."
En la jerigonza ésta que apenas se puede llamar castellano, pasemos por alto la puntuación desafinada, la semántica dislocada y la bárbara sintaxis que utiliza, y quedémonos con la primera frase. Aunque con un enorme complejo, en realidad, Luzhkov es un señor tan ancho como largo, y eso de que es el funcionario más alto de Moscú dice muy poco de la estatura del funcionariado municipal. Desde luego, el tío Yuri trata de disimular como puede que es un retaco esmirriado, posando sistemáticamente rodeado de gente de parecida estatura a la suya. Los altos que salen en las fotos donde está él salen bien lejos, pero, a veces, hay momentos en que su estatura queda de manifiesto. Como éste.
Claro, si me estuvieran rodeando estas chiquillas yo también me olvidaría de ponerme de puntillas, como suele hacer.
O si me estuvieran condecorando.
O si estuviera pronunciando un largo discurso al lado de un señor con gorra de plato. Al final, tanto estar de puntillas cansa.
De todas maneras, la táctica habitual de Yuri Luzhkov consiste en subirse a un... digamos, taburete, para que su estatura física no desmerezca su talla de estadista. Aquí le vemos ejecutando esa táctica.
Vamos, que una cosa es ser el funcionario de "más alto rango", o incluso, si me apura, "de mayor nivel" (eso sí, señor traductor) y otra muy distinta ser el más alto, aunque seguro que a Luzhkov le encanta que digan eso de él. En todo caso, con esto no termina lo que se puede contar de las guías turísticas rusas. Otro día continuaré con más cosillas sobre ellas (sí, vale, ya sé que hago muchas promesas. Si alguien las puede ir contando...)
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
miércoles, 30 de abril de 2008
lunes, 28 de abril de 2008
El bautizo
En el viejo Lada que nos llevaba por Moscú, el misionero se dio la vuelta y me dijo:
- Hicimos una especie de encuesta entre la gente que ha pedido bautizarse en los últimos años. Resulta que el ochenta por cien de todos los que nos han pedido el bautismo se han acercado a nosotros sin que nadie les dijera nada. Sólo el veinte por cien han venido de la mano de otras personas. Los ortodoxos dicen a veces, bueno, dicen muchas veces, que hacemos proselitismo, pero, ¿qué le dices a alguien que viene a ti y que quiere bautizarse? ¿Tenemos que decirle algo así como "No, tú eres ruso, y ahí tienes la Iglesia Ortodoxa. Vete con ellos"? ¿Cómo vamos a hacer eso a alguien que viene buscando algo y está delante de ti?
El sábado por la mañana estaba yo meditando sobre aquello que me había dicho el misionero varios meses antes. Y lo estaba meditando porque ahí estaba yo, delante del altar de la catedral, todo trajeado, ejerciendo de padrino en un bautismo de adulto. El catecúmeno, ruso hasta la médula, pasó en dos días de no haber recibido ningún sacramento al bautismo, confirmación y eucaristía; la penitencia y el matrimonio, no sé bien si por este orden, vendrán después.
Supongo que las cosas no tuvieron que ser fáciles para él, al igual que no lo deben haber sido para las multitudes que en los primeros años noventa se bautizaron masivamente en cuanto los popes comenzaron a salir de las catacumbas y la gente se fue dando cuenta de que sus antepasados estaban bautizados y ellos no. De una educación atea hasta la médula, pasando por un período de ruptura de todo el mundo que conoces, hasta la severa liturgia de la Iglesia Ortodoxa. En un par de años, pasas de un extremo a otro, habiendo sido educado en el extremo que has abandonado y sin conocer del todo lo que hay que saber en el extremo en que te encuentras.
- Recuerdo mi bautizo como algo muy impersonal -me decía un amigo del catecúmeno-. Allí estábamos todos en fila y el sacerdote iba pasando y echando agua. No había una atención personal.
El sábado sí la había. El sacerdote, que sólo tenía dos catecúmenos, pues la fecha de los bautizos masivos es la Pascua de Resurrección, y eso fue el mes pasado, se esmeró en el asunto a conciencia, con predicación y Salve en latín incluida.
- Bueno -dije-, quizá es porque el bautizo fue en los primeros noventa.
- Sí, fue entonces.
- Era una época en la que los sacerdotes tenían mucho trabajo.
- Puede ser.
Nunca antes había estado tan directamente implicado en un bautizo de adulto. La cosa tiene su miga, después de varios meses de catequesis y de acabar todas las reuniones preguntando al grupo si había alguna duda o pregunta. Nunca las hubo, y eso sí que era mosqueante, porque, ¿cómo que no hay dudas sobre asuntos como las herejías trinitarias? ¿Cómo no podía haber preguntas sobre las cuatro pinceladas de Cristología básica que tuve que limitarme a exponer por falta de tiempo para más? Nada. Todo estaba claro. Estuve a punto de pedir que me explicaran a mí algunas cosas que me cuesta pillar, pero me contuve.
Y he ahí que suena en mis oídos una frase de agradecimiento del catecúmeno, dirigida a mí, por haber cambiado su visión de la vida ¿Yo? ¡Si yo sólo pasaba por allí! ¡La de veces que me he dicho que las cosas estaban saliendo porque Otro estaba detrás, soplando! Soplando donde quiere, como siempre.
En fin.
- Como iba diciendo, pudo ser muy impersonal el bautizo de entonces, pero porque había mucha gente ¿Cómo podría ser de otra manera?
- Sí, pero ustedes tienen otro estilo... - dijo el amigo del catecúmeno.
- No hay para tanto. Prácticamente todo es exactamente igual entre las Iglesias Católica y Ortodoxa. Bueno, la liturgia es distinta y hay un par de diferencias doctrinales no demasiado importantes.
- Es posible - dijo él-. De todas formas, cuando veo a la Iglesia Ortodoxa, me da la impresión de que somos esclavos de Dios. Ustedes, en cambio, son como sus niños.
- Hicimos una especie de encuesta entre la gente que ha pedido bautizarse en los últimos años. Resulta que el ochenta por cien de todos los que nos han pedido el bautismo se han acercado a nosotros sin que nadie les dijera nada. Sólo el veinte por cien han venido de la mano de otras personas. Los ortodoxos dicen a veces, bueno, dicen muchas veces, que hacemos proselitismo, pero, ¿qué le dices a alguien que viene a ti y que quiere bautizarse? ¿Tenemos que decirle algo así como "No, tú eres ruso, y ahí tienes la Iglesia Ortodoxa. Vete con ellos"? ¿Cómo vamos a hacer eso a alguien que viene buscando algo y está delante de ti?
El sábado por la mañana estaba yo meditando sobre aquello que me había dicho el misionero varios meses antes. Y lo estaba meditando porque ahí estaba yo, delante del altar de la catedral, todo trajeado, ejerciendo de padrino en un bautismo de adulto. El catecúmeno, ruso hasta la médula, pasó en dos días de no haber recibido ningún sacramento al bautismo, confirmación y eucaristía; la penitencia y el matrimonio, no sé bien si por este orden, vendrán después.
Supongo que las cosas no tuvieron que ser fáciles para él, al igual que no lo deben haber sido para las multitudes que en los primeros años noventa se bautizaron masivamente en cuanto los popes comenzaron a salir de las catacumbas y la gente se fue dando cuenta de que sus antepasados estaban bautizados y ellos no. De una educación atea hasta la médula, pasando por un período de ruptura de todo el mundo que conoces, hasta la severa liturgia de la Iglesia Ortodoxa. En un par de años, pasas de un extremo a otro, habiendo sido educado en el extremo que has abandonado y sin conocer del todo lo que hay que saber en el extremo en que te encuentras.
- Recuerdo mi bautizo como algo muy impersonal -me decía un amigo del catecúmeno-. Allí estábamos todos en fila y el sacerdote iba pasando y echando agua. No había una atención personal.
El sábado sí la había. El sacerdote, que sólo tenía dos catecúmenos, pues la fecha de los bautizos masivos es la Pascua de Resurrección, y eso fue el mes pasado, se esmeró en el asunto a conciencia, con predicación y Salve en latín incluida.
- Bueno -dije-, quizá es porque el bautizo fue en los primeros noventa.
- Sí, fue entonces.
- Era una época en la que los sacerdotes tenían mucho trabajo.
- Puede ser.
Nunca antes había estado tan directamente implicado en un bautizo de adulto. La cosa tiene su miga, después de varios meses de catequesis y de acabar todas las reuniones preguntando al grupo si había alguna duda o pregunta. Nunca las hubo, y eso sí que era mosqueante, porque, ¿cómo que no hay dudas sobre asuntos como las herejías trinitarias? ¿Cómo no podía haber preguntas sobre las cuatro pinceladas de Cristología básica que tuve que limitarme a exponer por falta de tiempo para más? Nada. Todo estaba claro. Estuve a punto de pedir que me explicaran a mí algunas cosas que me cuesta pillar, pero me contuve.
Y he ahí que suena en mis oídos una frase de agradecimiento del catecúmeno, dirigida a mí, por haber cambiado su visión de la vida ¿Yo? ¡Si yo sólo pasaba por allí! ¡La de veces que me he dicho que las cosas estaban saliendo porque Otro estaba detrás, soplando! Soplando donde quiere, como siempre.
En fin.
- Como iba diciendo, pudo ser muy impersonal el bautizo de entonces, pero porque había mucha gente ¿Cómo podría ser de otra manera?
- Sí, pero ustedes tienen otro estilo... - dijo el amigo del catecúmeno.
- No hay para tanto. Prácticamente todo es exactamente igual entre las Iglesias Católica y Ortodoxa. Bueno, la liturgia es distinta y hay un par de diferencias doctrinales no demasiado importantes.
- Es posible - dijo él-. De todas formas, cuando veo a la Iglesia Ortodoxa, me da la impresión de que somos esclavos de Dios. Ustedes, en cambio, son como sus niños.
viernes, 25 de abril de 2008
Falsificación de bolsas
En Rusia uno se puede encontrar todo tipo de producto falsificado. Se piratean discos, se piratean películas, se copian productos, ideas... lo que sea. Puede que no se llegue a los niveles de China, pero, si no se llega, ello es porque los rusos son muchos menos que los chinos y, claro, tendrían que dedicarse exclusivamente a eso a tiempo completo para llegar a esos niveles. Y hay otras cosas a las que dedicarse.
Discos, películas... todo eso está muy bien, pero, ¿habíais visto alguna vez falsificadores de bolsas? Pues aquí tenemos y, si no, fijaos en la foto que le saqué a la bolsa de una señora que estaba sentada junto a mí y que la verdad es que se mosqueó un poco al ver que le sacaba una foto a la bolsa que llevaba. En todo caso, lo único que podemos asegurar es que ninguno de los que ha intervenido en el proceso de producción de la bolsa tiene ni pajolera idea de inglés y que ha escrito "Princess" como Dios le ha dado a entender (y la verdad es que no se lo dio a entender muy allá).
Bueno, también podemos asegurar que los de Disney no han sido. Ellos, hasta ahí, llegan.
Discos, películas... todo eso está muy bien, pero, ¿habíais visto alguna vez falsificadores de bolsas? Pues aquí tenemos y, si no, fijaos en la foto que le saqué a la bolsa de una señora que estaba sentada junto a mí y que la verdad es que se mosqueó un poco al ver que le sacaba una foto a la bolsa que llevaba. En todo caso, lo único que podemos asegurar es que ninguno de los que ha intervenido en el proceso de producción de la bolsa tiene ni pajolera idea de inglés y que ha escrito "Princess" como Dios le ha dado a entender (y la verdad es que no se lo dio a entender muy allá).
Bueno, también podemos asegurar que los de Disney no han sido. Ellos, hasta ahí, llegan.
miércoles, 23 de abril de 2008
Accidentes
Pataplaf, leche que te crió. Dos coches se chocan en plena calle céntrica. Maldiciones diversas, gritos, palabras soeces, pitidos desesperados de los coches que venían detrás y que esperan a que los conductores afectados directamente por el choque dejen de felicitarse mutuamente y la calle quede libre... un accidente de libro.
En España, los conductores, puede que mascullando maldiciones, o puede que no, apartan sus coches para no entorpecer el tráfico, sacan los formularios del seguro y se ponen a pergeñar un parte con mayor o menor fortuna, mientras las cosas siguen su curso, los nervios se calman y los planchistas españoles ven como aumenta su negocio.
Pero, ¿qué pasa? Los conductores del primer párrafo no mueven los coches de su sitio. Se quedan de pie, mascullando maldiciones, a pesar de la lluvia que está cayendo, sin importarles la gresca que se está montando en la calle ni los coches que se van amontonando en las dos direcciones de la calle.
¿Y por qué ocurre esto? Básicamente, porque el accidente no ha ocurrido en España, sino en Moscú.
En Moscú, el conductor que se mueve no sale en la foto. Como a cualquiera de los dos maromos al volante se le ocurra mover un centímetro el coche de donde está situado, se la ha ganado pero buena, porque la milicia, cuando llegue, le va a poner las peras a cuarto enseguida. Y con la milicia, hijos míos, no se juega.
La cosa tiene prehistoria. En España, y en todo occidente, se inventaron unas cosas llamadas seguros obligatorios de daños a terceros, que todo conductor debía tener so pena de multazo y tentetieso. Con lo cual, la cuestión de dirimir la culpabilidad en los accidentes, con ser importante, no era decisivo, porque quedaba el consuelo de que de los daños al conductor inocente se iba a ocupar el seguro.
Aquí, no.
Aquí lo de los seguros obligatorios de daños a terceros no se les ocurrió al mismo tiempo que en el resto de Europa. Vamos, de hecho es que no se les ocurrió en absoluto, sólo lo instauraron hace unos pocos años y muy a regañadientes. Aquí el conductor culpable tenía que pagarlo todo, pero todo lo que se hubiera roto de resultas del accidente, y los planchistas rusos son caros y los sueldos del personal bajos, así que determinar quién de los participantes en el accidente era culpable era crucial ¿El resultado? Que determine la culpabilidad un ente probo, imparcial e incorruptible: la milicia de tráfico ¿Cómo? ¿Que esos gañanes son probos, imparciales e incorruptibles? Hombre... es lo que hay.
Para que la milicia de tráfico pueda determinar quién es culpable, a algún iluminado se le ocurrió que lo mejor sería que pudieran investigar el accidente sin alterar la posición de los coches. Ese iluminado, él no sé si lo sabe, pero se ha ganado la caldera más caliente del infierno. En cuanto hay un accidente, el carril donde ha tenido lugar se paraliza y, si los protagonistas del suceso son, pongamos por caso, un autobús contra un camión, se pueden paralizar seis carriles y, a la larga, media ciudad. Eso dura hasta que la milicia llega al lugar de autos; entonces, con bastante pachorra, sacan una cinta métrica y se ponen a medir distancias, que si fulanito ha desplazado a menganito tantos metros, que si venía por aquí o por allá, que si su velocidad supuesta era ésta o la otra. Vamos, que a veces el único daño es que le han cascado a un coche el retrovisor, y hay cuatro milicianos midiendo por aquí o por allá, tanto que parece que haya habido varios cadáveres y los milicianos le quieran hacer el trabajo al forense.
Entretanto, claro, los coches se van amontonando. En el accidente de la foto, que tuvo lugar anteayer en la Bolshaya Nikitskaya, sólo hay un carril en cada sentido. Un sentido quedó bloqueado, y los coches que estaban en él, en lugar de esperarse y resignarse, decidieron que para machos ellos y que allí pasaban sí o sí, con lo que invadieron el sentido contrario. Los del sentido contrario se mosquearon lo suyo, y el conductor del coche de vanguardia debió decir para sí que ni de coña me avasallas, y que te vas a meter la chulería donde te quepa, con lo que se plantó en medio de la calle, que ya quedó taponada hasta que llegara la milicia.
Vamos, que el único que consiguió pasar fue un ciclista que se coló por entre los coches, que le miraban con cara desencajada, con toda la envidia (no mucha) que se puede tener a un ciclista en día de lluvia. El ciclista vio el jaleo y decidió hacer la foto que ilustra esta entrada.
Y, si toda la calle está bloqueada, ¿cómo consigue la milicia llegar hasta el lugar del accidente? Qué buena pregunta. Es lo mismo que pensé yo cuando seguí subiendo por la Bolshaya Nikitskaya, con toda la calle en mi sentido para mí solo, y me encontré a un coche de la milicia atascado a casi medio kilómetro de la zona cero.
En España, los conductores, puede que mascullando maldiciones, o puede que no, apartan sus coches para no entorpecer el tráfico, sacan los formularios del seguro y se ponen a pergeñar un parte con mayor o menor fortuna, mientras las cosas siguen su curso, los nervios se calman y los planchistas españoles ven como aumenta su negocio.
Pero, ¿qué pasa? Los conductores del primer párrafo no mueven los coches de su sitio. Se quedan de pie, mascullando maldiciones, a pesar de la lluvia que está cayendo, sin importarles la gresca que se está montando en la calle ni los coches que se van amontonando en las dos direcciones de la calle.
¿Y por qué ocurre esto? Básicamente, porque el accidente no ha ocurrido en España, sino en Moscú.
En Moscú, el conductor que se mueve no sale en la foto. Como a cualquiera de los dos maromos al volante se le ocurra mover un centímetro el coche de donde está situado, se la ha ganado pero buena, porque la milicia, cuando llegue, le va a poner las peras a cuarto enseguida. Y con la milicia, hijos míos, no se juega.
La cosa tiene prehistoria. En España, y en todo occidente, se inventaron unas cosas llamadas seguros obligatorios de daños a terceros, que todo conductor debía tener so pena de multazo y tentetieso. Con lo cual, la cuestión de dirimir la culpabilidad en los accidentes, con ser importante, no era decisivo, porque quedaba el consuelo de que de los daños al conductor inocente se iba a ocupar el seguro.
Aquí, no.
Aquí lo de los seguros obligatorios de daños a terceros no se les ocurrió al mismo tiempo que en el resto de Europa. Vamos, de hecho es que no se les ocurrió en absoluto, sólo lo instauraron hace unos pocos años y muy a regañadientes. Aquí el conductor culpable tenía que pagarlo todo, pero todo lo que se hubiera roto de resultas del accidente, y los planchistas rusos son caros y los sueldos del personal bajos, así que determinar quién de los participantes en el accidente era culpable era crucial ¿El resultado? Que determine la culpabilidad un ente probo, imparcial e incorruptible: la milicia de tráfico ¿Cómo? ¿Que esos gañanes son probos, imparciales e incorruptibles? Hombre... es lo que hay.
Para que la milicia de tráfico pueda determinar quién es culpable, a algún iluminado se le ocurrió que lo mejor sería que pudieran investigar el accidente sin alterar la posición de los coches. Ese iluminado, él no sé si lo sabe, pero se ha ganado la caldera más caliente del infierno. En cuanto hay un accidente, el carril donde ha tenido lugar se paraliza y, si los protagonistas del suceso son, pongamos por caso, un autobús contra un camión, se pueden paralizar seis carriles y, a la larga, media ciudad. Eso dura hasta que la milicia llega al lugar de autos; entonces, con bastante pachorra, sacan una cinta métrica y se ponen a medir distancias, que si fulanito ha desplazado a menganito tantos metros, que si venía por aquí o por allá, que si su velocidad supuesta era ésta o la otra. Vamos, que a veces el único daño es que le han cascado a un coche el retrovisor, y hay cuatro milicianos midiendo por aquí o por allá, tanto que parece que haya habido varios cadáveres y los milicianos le quieran hacer el trabajo al forense.
Entretanto, claro, los coches se van amontonando. En el accidente de la foto, que tuvo lugar anteayer en la Bolshaya Nikitskaya, sólo hay un carril en cada sentido. Un sentido quedó bloqueado, y los coches que estaban en él, en lugar de esperarse y resignarse, decidieron que para machos ellos y que allí pasaban sí o sí, con lo que invadieron el sentido contrario. Los del sentido contrario se mosquearon lo suyo, y el conductor del coche de vanguardia debió decir para sí que ni de coña me avasallas, y que te vas a meter la chulería donde te quepa, con lo que se plantó en medio de la calle, que ya quedó taponada hasta que llegara la milicia.
Vamos, que el único que consiguió pasar fue un ciclista que se coló por entre los coches, que le miraban con cara desencajada, con toda la envidia (no mucha) que se puede tener a un ciclista en día de lluvia. El ciclista vio el jaleo y decidió hacer la foto que ilustra esta entrada.
Y, si toda la calle está bloqueada, ¿cómo consigue la milicia llegar hasta el lugar del accidente? Qué buena pregunta. Es lo mismo que pensé yo cuando seguí subiendo por la Bolshaya Nikitskaya, con toda la calle en mi sentido para mí solo, y me encontré a un coche de la milicia atascado a casi medio kilómetro de la zona cero.
lunes, 21 de abril de 2008
Corresponsales (III): El Mundo
Siguiendo con la saga de corresponsales que comenzó el otro día, le toca ahora al corresponsal del periódico "progre" de derechas (el "progre" de izquierdas será el protagonista de la próxima entrega). Daniel Utrilla, a diferencia de su colega del diario monárquico-liberal, no tiene un estilo seco en absoluto. Muy al contrario, es un poeta cazado en un oficio de corresponsal, capaz de sacar punta a casi cualquier situación. Cuando se le lee, da la impresión de que escribe de política porque no le queda más remedio, pero que, cuando realmente disfruta con la escritura, cuando puede poner toda la sal que le apetece, es cuando escribe de las muchísimas cosas del día a día que le pasan a la gente de la calle.
En eso ha logrado auténticas proezas, ayudado de un estilo que yo llamaría exuBerante, si no fuera porque, en su periódico, la palabra "exuPerante" probablemente sería mal recibida. Por ejemplo, véase su blog. La verdad es que no es un blog propio, sino compartido por otros corresponsales de Europa, pero aparecen cosillas suyas, y se le nota la retranca. No dejéis de ver su entrada sobre los taxistas piratas, ni su entrada inaugural, muy propia de su estilo. Y, claro, cuando uno tiene retranca al escribir sobre Rusia, se le echan encima los enterados que saben más que nadie, acusándole de desinformador y de poco menos que rusófobo ¡a él! El caso es que hace unos días que yo, que detesto los "chastniks" y que me he llevado algún disgusto con ellos, tuve que subirme a uno y suscribo de cabo a rabo todo lo que cuenta. Y más después de ver al individuo de la foto que ilustra su entrada sobre "chastniki", que, gracias a Roberto, ya apareció por aquí en una ocasión.
En fin, que nos dure mucho el corresponsal, porque difícil será encontrar a uno capaz de ver las cosas con ese punto de abstracción sin dejar por ello de estar dentro de las cosas. Entretanto, aprendamos un poco de sus giros, de su vocabulario y de su estilo, que probablemente embrida para no exagerar unas tendencias que son más culteranas que conceptistas, pero que se adivinan incluso bajo el lenguaje que se ve constreñido a emplear.
En eso ha logrado auténticas proezas, ayudado de un estilo que yo llamaría exuBerante, si no fuera porque, en su periódico, la palabra "exuPerante" probablemente sería mal recibida. Por ejemplo, véase su blog. La verdad es que no es un blog propio, sino compartido por otros corresponsales de Europa, pero aparecen cosillas suyas, y se le nota la retranca. No dejéis de ver su entrada sobre los taxistas piratas, ni su entrada inaugural, muy propia de su estilo. Y, claro, cuando uno tiene retranca al escribir sobre Rusia, se le echan encima los enterados que saben más que nadie, acusándole de desinformador y de poco menos que rusófobo ¡a él! El caso es que hace unos días que yo, que detesto los "chastniks" y que me he llevado algún disgusto con ellos, tuve que subirme a uno y suscribo de cabo a rabo todo lo que cuenta. Y más después de ver al individuo de la foto que ilustra su entrada sobre "chastniki", que, gracias a Roberto, ya apareció por aquí en una ocasión.
En fin, que nos dure mucho el corresponsal, porque difícil será encontrar a uno capaz de ver las cosas con ese punto de abstracción sin dejar por ello de estar dentro de las cosas. Entretanto, aprendamos un poco de sus giros, de su vocabulario y de su estilo, que probablemente embrida para no exagerar unas tendencias que son más culteranas que conceptistas, pero que se adivinan incluso bajo el lenguaje que se ve constreñido a emplear.
viernes, 18 de abril de 2008
Mendigos
El otro día andaba conversando con un español que lleva poco tiempo por aquí y salió un tema de conversación poco frecuente.
- Y los sin techo, aquí, ¿qué hacen? En España te los encuentras en los cajeros automáticos o en algún pasaje subterráneo, ¿y aquí?
El mismo hecho de que el tema de conversación sea poco frecuente dice muy poco de nosotros. Efectivamente, para los extranjeros que vivimos por aquí, que por regla general somos gente más o menos acomodada, pero que en todo caso no somos pobres de solemnidad, el encuentro con los que lo pasan realmente mal tiene algo de perturbador. Por una parte, en muchas ocasiones, al menos en Moscú, la pobreza y el alcohol van de la mano, hasta el punto de que es difícil decir si fue primero el alcoholismo el que contribuyó a degradar al individuo, o si fue primero la degradación y luego, como colofón, el alcoholismo. La verdad es que los casos que, por alguna referencia, he podido conocer apuntan más bien hacia lo primero.
No siempre es así. Entre los mendigos que se ven en las calles de Moscú no escasean las ancianas pensionistas, que normalmente suelen recibir limosna; pero no es probable que sean ellas los sin techo que a veces también se ven. Es de suponer que contarán con alguna vivienda y que sus pensiones, aunque menos miserables que hace unos años, sean seguramente insuficientes para cubrir sus necesidades mínimas en una ciudad tan sumamente cara como Moscú. La limosna hace, en estos casos, de complemento de la pensión.
Sin embargo, no es lo normal. El sin techo típico es un personaje muy degradado y convertido en un desecho social tan evidente que apenas habrá quien le dé limosna, tal es la aprensión que inspira, alimentada por la certeza del destino que tendrá la limosna que le diéramos y por el olor a suciedad y alcohol que desprenden.
¿Dónde pasan la noche estos sujetos? El de la foto, que tomé hace unos meses, eligió para ello las escotillas de ventilación de la biblioteca Lenin, a pocos metros de la Plaza Roja, envuelto en unos harapos, porque, aunque de la escotilla sale aire caliente, es fácil ver que las temperaturas, como sucede tan a menudo en Moscú, bajan de cero.
Hasta no hace mucho, el recurso más habitual de los sin techo era colarse en un portal. Las puertas de acceso de los portales moscovitas estaban abiertas, sin cerradura o, en todo caso, eran fáciles de abrir. Las cosas están cambiando y, aunque sigue siendo relativamente fácil colarse en los sitios, cada vez más los vecinos instalan porteros automáticos más o menos fetén.
En todo caso, no es una suerte envidiable. Más le valdría a las autoridades de Moscú tomar cartas en forma de campañas de prevención contra el alcoholismo. Pero no parece lo suyo, en un país donde el alcohol es una especie de religión. En todo caso, para campañas, la que más me ha gustado es la que vi en Lovaina, hace unos cuantos meses.
2 minuten hierop staren is zo goed als heel de avond alcohol drinken.
En cristiano: Mirar aquí durante dos minutos vale tanto como beber alcohol toda la tarde.
Probadlo y decidme cómo es la resaca. Yo no me atrevo.
- Y los sin techo, aquí, ¿qué hacen? En España te los encuentras en los cajeros automáticos o en algún pasaje subterráneo, ¿y aquí?
El mismo hecho de que el tema de conversación sea poco frecuente dice muy poco de nosotros. Efectivamente, para los extranjeros que vivimos por aquí, que por regla general somos gente más o menos acomodada, pero que en todo caso no somos pobres de solemnidad, el encuentro con los que lo pasan realmente mal tiene algo de perturbador. Por una parte, en muchas ocasiones, al menos en Moscú, la pobreza y el alcohol van de la mano, hasta el punto de que es difícil decir si fue primero el alcoholismo el que contribuyó a degradar al individuo, o si fue primero la degradación y luego, como colofón, el alcoholismo. La verdad es que los casos que, por alguna referencia, he podido conocer apuntan más bien hacia lo primero.
No siempre es así. Entre los mendigos que se ven en las calles de Moscú no escasean las ancianas pensionistas, que normalmente suelen recibir limosna; pero no es probable que sean ellas los sin techo que a veces también se ven. Es de suponer que contarán con alguna vivienda y que sus pensiones, aunque menos miserables que hace unos años, sean seguramente insuficientes para cubrir sus necesidades mínimas en una ciudad tan sumamente cara como Moscú. La limosna hace, en estos casos, de complemento de la pensión.
Sin embargo, no es lo normal. El sin techo típico es un personaje muy degradado y convertido en un desecho social tan evidente que apenas habrá quien le dé limosna, tal es la aprensión que inspira, alimentada por la certeza del destino que tendrá la limosna que le diéramos y por el olor a suciedad y alcohol que desprenden.
¿Dónde pasan la noche estos sujetos? El de la foto, que tomé hace unos meses, eligió para ello las escotillas de ventilación de la biblioteca Lenin, a pocos metros de la Plaza Roja, envuelto en unos harapos, porque, aunque de la escotilla sale aire caliente, es fácil ver que las temperaturas, como sucede tan a menudo en Moscú, bajan de cero.
Hasta no hace mucho, el recurso más habitual de los sin techo era colarse en un portal. Las puertas de acceso de los portales moscovitas estaban abiertas, sin cerradura o, en todo caso, eran fáciles de abrir. Las cosas están cambiando y, aunque sigue siendo relativamente fácil colarse en los sitios, cada vez más los vecinos instalan porteros automáticos más o menos fetén.
En todo caso, no es una suerte envidiable. Más le valdría a las autoridades de Moscú tomar cartas en forma de campañas de prevención contra el alcoholismo. Pero no parece lo suyo, en un país donde el alcohol es una especie de religión. En todo caso, para campañas, la que más me ha gustado es la que vi en Lovaina, hace unos cuantos meses.
2 minuten hierop staren is zo goed als heel de avond alcohol drinken.
En cristiano: Mirar aquí durante dos minutos vale tanto como beber alcohol toda la tarde.
Probadlo y decidme cómo es la resaca. Yo no me atrevo.
miércoles, 16 de abril de 2008
El ensayo
¿No os habéis quedado nunca encantados viendo los logros de los rusos y de los habitantes de otras repúblicas antiguamente soviéticas en el deporte y en las más diversas disciplinas artísticas? Los mejores músicos, los mejores gimnastas, los mejores ajedrecistas, los mejores bailarines, los mejores patinadores, y una larga lista de disciplinas en que los rusos son la pera limonera, muy por delante de los segundos, aunque ahora los chinos comienzan a acercarse mucho.
¿Cómo lo hacen? Bueno, yo hasta ahora había pensado que eran gente especialmente dotada para estas disciplinas, además de disfrutar de un ambiente en que se valora la afición al arte. Pero eso era hasta ahora. Ahora ya tengo una idea de cómo se consiguen estos resultados.
El sábado pasado por la tarde fui a la escuela de música a acompañar a Abi, que tiene el concierto final del curso la semana que viene. Abi toca el piano y el violín, pero en el concierto participa dentro de uno de los tres coros infantiles de la escuela, y el sábado por la tarde tenían uno de los últimos ensayos. Los padres ocupamos las últimas filas de la sala para hacer de público y que el ensayo tuviera mayor realismo. Bueno, la verdad es que padres, lo que es padres, había bien pocos; yo diría que, quien más quien menos, había aprovechado el buen tiempo que hacía (y que ya no dura, maldición), para irse de parranda y dejar a los niños en manos de los abuelos, que eran los que estaban por allí.
La directora del coro distribuyó a los niños, que tendrían entre ocho y diez años, en tres filas. Abi, que es de las más pequeñas del grupo, se quedó en la fila inferior, en una esquinita, de pie, muy seria y sin mover un músculo. Empezó el ensayo. La primera obra era una cantata religiosa, con la misma letra del Padrenuestro.
- Padre Nuestro... - empezó el coro.
- ¡Alto! - gritó la directora - ¡Miradme todos a mí! ¡Tú! ¿A dónde estás mirando? Empezamos de nuevo, Padre Nuestro.
- Padre Nuestro...
- ¡Alto! ¡No me lo puedo creer! ¡Que me tenéis que mirar a mí! ¡Cretinos! ¡Tú! ¿Otra vez mirando a qué? ¡Fuera de mi ensayo! ¡Y no vengas al concierto!
El niño aludido se quedó petrificado en el sitio.
- ¡Fuera! - y la directora extendió el brazo hacia la puerta.
El niño, con unos ojos como platos, bajó de su segunda fila y con el labio inferior moviéndose visiblemente, se fue al fondo de la sala. Su abuela salió de la sala con él. Yo tenía ganas de toser, pero no me atrevía. Miré a Abi, que estaba tiesa como un palo en su sitio, y le hice un gesto con la mano en plan ¡Vaya tela! Abi lo vio, pero lo único que hizo fue mover un poquito la mano derecha, como para devolverme el saludo sin que nadie lo viera, mientras el brazo derecho seguía pegado al cuerpo.
- ¡Volvemos a empezar! ¡Ya!
- Padre Nuestro, que estás en los cielos...
- ¡Alto! ¿Qué es esto? ¡Tú, fuera!
Y una niña fue también eliminada. No se atrevió a irse y se quedó en el centro de la sala, delante de los padres, viendo el ensayo.
- ¡Qué clase de pueblo es el nuestro! ¿Por qué tengo que chillar para que me hagáis caso? ¡No necesito esto! ¿Por qué tengo que quedarme un sábado por la tarde haciendo esto? ¡Cantad bien! ¡No habléis! ¡Hasta los loros pueden hablar! ¡Lo que quiero es que cantéis!
Otros dos niños fueron despachados antes de llegar a "hágase tu voluntad". Las filas del coro se empezaban a espaciar peligrosamente, y Abi tuvo que colocarse más al centro. La directora, que evidentemente tenía una voz magnífica, hacía retumbar las paredes con los berridos que soltaba. Los niños ni se movían.
- ... así en la Tierra como en el Cielo...
- ¡Alto! ¡Qué clase de idiotas tenemos hoy entre nosotros! ¡Ya está bien! ¡Estamos en un coro, y yo soy su directora, y si no os gusta, fuera! ¿Has oído? ¡He dicho fuera!
Las bajas ya eran tremendas, pero, por fin, la composición del coro pareció satisfacer algo a su directora.
- ¡Bien! ¡Está visto que echas a algunos idiotas que han venido, y todo comienza a sonar mejor!
Yo seguía sin atreverme a toser.
Al final, terminó el ensayo. Abi vino a donde estaba yo.
- ¿Estás bien? - le pregunté, preocupado.
Me miró con cara de no entender nada.
- Sí, claro ¿Por qué no?
- No, no, por nada.
Salimos de la escuela y tomamos el camino de casa.
- ¿Qué tal la directora del coro?
- Ah, muy bien. Nos quiere mucho.
- Abi.
- ¿Qué, papá?
- Creo que voy entendiendo por qué no me haces ni puñetero caso cuando te digo amablemente que hagas los deberes.
¿Cómo lo hacen? Bueno, yo hasta ahora había pensado que eran gente especialmente dotada para estas disciplinas, además de disfrutar de un ambiente en que se valora la afición al arte. Pero eso era hasta ahora. Ahora ya tengo una idea de cómo se consiguen estos resultados.
El sábado pasado por la tarde fui a la escuela de música a acompañar a Abi, que tiene el concierto final del curso la semana que viene. Abi toca el piano y el violín, pero en el concierto participa dentro de uno de los tres coros infantiles de la escuela, y el sábado por la tarde tenían uno de los últimos ensayos. Los padres ocupamos las últimas filas de la sala para hacer de público y que el ensayo tuviera mayor realismo. Bueno, la verdad es que padres, lo que es padres, había bien pocos; yo diría que, quien más quien menos, había aprovechado el buen tiempo que hacía (y que ya no dura, maldición), para irse de parranda y dejar a los niños en manos de los abuelos, que eran los que estaban por allí.
La directora del coro distribuyó a los niños, que tendrían entre ocho y diez años, en tres filas. Abi, que es de las más pequeñas del grupo, se quedó en la fila inferior, en una esquinita, de pie, muy seria y sin mover un músculo. Empezó el ensayo. La primera obra era una cantata religiosa, con la misma letra del Padrenuestro.
- Padre Nuestro... - empezó el coro.
- ¡Alto! - gritó la directora - ¡Miradme todos a mí! ¡Tú! ¿A dónde estás mirando? Empezamos de nuevo, Padre Nuestro.
- Padre Nuestro...
- ¡Alto! ¡No me lo puedo creer! ¡Que me tenéis que mirar a mí! ¡Cretinos! ¡Tú! ¿Otra vez mirando a qué? ¡Fuera de mi ensayo! ¡Y no vengas al concierto!
El niño aludido se quedó petrificado en el sitio.
- ¡Fuera! - y la directora extendió el brazo hacia la puerta.
El niño, con unos ojos como platos, bajó de su segunda fila y con el labio inferior moviéndose visiblemente, se fue al fondo de la sala. Su abuela salió de la sala con él. Yo tenía ganas de toser, pero no me atrevía. Miré a Abi, que estaba tiesa como un palo en su sitio, y le hice un gesto con la mano en plan ¡Vaya tela! Abi lo vio, pero lo único que hizo fue mover un poquito la mano derecha, como para devolverme el saludo sin que nadie lo viera, mientras el brazo derecho seguía pegado al cuerpo.
- ¡Volvemos a empezar! ¡Ya!
- Padre Nuestro, que estás en los cielos...
- ¡Alto! ¿Qué es esto? ¡Tú, fuera!
Y una niña fue también eliminada. No se atrevió a irse y se quedó en el centro de la sala, delante de los padres, viendo el ensayo.
- ¡Qué clase de pueblo es el nuestro! ¿Por qué tengo que chillar para que me hagáis caso? ¡No necesito esto! ¿Por qué tengo que quedarme un sábado por la tarde haciendo esto? ¡Cantad bien! ¡No habléis! ¡Hasta los loros pueden hablar! ¡Lo que quiero es que cantéis!
Otros dos niños fueron despachados antes de llegar a "hágase tu voluntad". Las filas del coro se empezaban a espaciar peligrosamente, y Abi tuvo que colocarse más al centro. La directora, que evidentemente tenía una voz magnífica, hacía retumbar las paredes con los berridos que soltaba. Los niños ni se movían.
- ... así en la Tierra como en el Cielo...
- ¡Alto! ¡Qué clase de idiotas tenemos hoy entre nosotros! ¡Ya está bien! ¡Estamos en un coro, y yo soy su directora, y si no os gusta, fuera! ¿Has oído? ¡He dicho fuera!
Las bajas ya eran tremendas, pero, por fin, la composición del coro pareció satisfacer algo a su directora.
- ¡Bien! ¡Está visto que echas a algunos idiotas que han venido, y todo comienza a sonar mejor!
Yo seguía sin atreverme a toser.
Al final, terminó el ensayo. Abi vino a donde estaba yo.
- ¿Estás bien? - le pregunté, preocupado.
Me miró con cara de no entender nada.
- Sí, claro ¿Por qué no?
- No, no, por nada.
Salimos de la escuela y tomamos el camino de casa.
- ¿Qué tal la directora del coro?
- Ah, muy bien. Nos quiere mucho.
- Abi.
- ¿Qué, papá?
- Creo que voy entendiendo por qué no me haces ni puñetero caso cuando te digo amablemente que hagas los deberes.
domingo, 13 de abril de 2008
Corresponsales (II): ABC
Comenzaremos esta rueda de corresponsales con el del ABC, que llegó a la corresponsalía de este periódico cuando su antecesor en la misma, con quien coincidí en alguna ocasión (me lo presentaban cada vez y él nunca se acordaba de haberme visto antes, lo cual era seguramente cierto), dejó su puesto para dedicarse a la novela histórica. Aprovechando la compra de ABC por Vocento, y comoquiera que los corresponsales son caros, supongo que los nuevos responsables del periódico quisieron aprovechar sinergias y así es como tenemos a Rafael Mañueco, que había llegado con El Correo, de corresponsal de ABC en Moscú.
Se le suele acusar de escribir de manera excesivamente políticamente correcta sobre lo que es Rusia. Para entendernos, en este caso, ser "políticamente correcto" no tiene nada que ver con evitar el lenguaje pretendidamente sexista o racista: ser políticamente correcto a la hora de manejar la realidad política rusa quiere decir exagerar los méritos de la oposición liberal y considerar a Putin como un bicho autoritario y caprichoso, enemigo de la democracia.
Y, efectivamente, no cabe duda de que los lectores del ABC, que toda la vida ha sido un diario liberal, monárquico, alfonsino y de gente bien, es precisamente eso lo que quieren leer: que los demócratas liberales de derechas no están en el poder porque el honrado pueblo ruso, que sin duda les votaría en masa, está abducido por ese pérfido autócrata criptocomunista que responde al nombre de Vladímir Putin, que sólo puede presumir de un medroso apoyo obtenido a base de fraudes y todo tipo de coacciones.
Claro, los que estamos por aquí o seguimos lo que pasa por estos pagos (corresponsal incluido, obviamente) sabemos que las cosas no son exactamente así, pero aquí nos encontramos ante un obstáculo insalvable, ya comentado en otra ocasión. Si dices algo distinto sobre Rusia de lo que la gente quiere oír, no te creen. Amica veritas, sed magis amica manduca, aunque este comportamiento desencadene las iras de la rusofilia, menos numerosa e influyente, eso sí, que el grueso de los lectores de ABC.
Así las cosas, a nuestro corresponsal quizá le haya convenido la apertura de su propia bitácora, bajo la denominación de "Cartas euroasiáticas" a la que quien quiera puede acceder pinchando aquí. Suponemos que aquí el autor está menos sujeto a las cortapisas de su editor y que se puede expresar mucho más a sus anchas de lo que está obligado a hacer en la liberal-conservadora versión escrita.
La verdad es que, para mi gusto, la bitácora resulta un poquito sosilla. Tiene muchas cosas interesantes, pero uno se queda con la impresión de que se le podría sacar mucha más punta con un estilo menos plano. Si vemos el tratamiento de las últimas elecciones presidenciales (de hecho, para comparar a los cuatro corresponsales, podemos ver el tratamiento de las elecciones presidenciales), nos encontramos con una entrada muy políticamente correcta, además de sumamente discutible.
Sí que es cierto, en cambio, que conoce bien el país, y es lástima que este conocimiento no se vea reflejado completamente en sus escritos. A ver si su editor decide fomentar un estilo un poco más agudo y don Rafael le mete un poco de sal a sus crónicas.
Se le suele acusar de escribir de manera excesivamente políticamente correcta sobre lo que es Rusia. Para entendernos, en este caso, ser "políticamente correcto" no tiene nada que ver con evitar el lenguaje pretendidamente sexista o racista: ser políticamente correcto a la hora de manejar la realidad política rusa quiere decir exagerar los méritos de la oposición liberal y considerar a Putin como un bicho autoritario y caprichoso, enemigo de la democracia.
Y, efectivamente, no cabe duda de que los lectores del ABC, que toda la vida ha sido un diario liberal, monárquico, alfonsino y de gente bien, es precisamente eso lo que quieren leer: que los demócratas liberales de derechas no están en el poder porque el honrado pueblo ruso, que sin duda les votaría en masa, está abducido por ese pérfido autócrata criptocomunista que responde al nombre de Vladímir Putin, que sólo puede presumir de un medroso apoyo obtenido a base de fraudes y todo tipo de coacciones.
Claro, los que estamos por aquí o seguimos lo que pasa por estos pagos (corresponsal incluido, obviamente) sabemos que las cosas no son exactamente así, pero aquí nos encontramos ante un obstáculo insalvable, ya comentado en otra ocasión. Si dices algo distinto sobre Rusia de lo que la gente quiere oír, no te creen. Amica veritas, sed magis amica manduca, aunque este comportamiento desencadene las iras de la rusofilia, menos numerosa e influyente, eso sí, que el grueso de los lectores de ABC.
Así las cosas, a nuestro corresponsal quizá le haya convenido la apertura de su propia bitácora, bajo la denominación de "Cartas euroasiáticas" a la que quien quiera puede acceder pinchando aquí. Suponemos que aquí el autor está menos sujeto a las cortapisas de su editor y que se puede expresar mucho más a sus anchas de lo que está obligado a hacer en la liberal-conservadora versión escrita.
La verdad es que, para mi gusto, la bitácora resulta un poquito sosilla. Tiene muchas cosas interesantes, pero uno se queda con la impresión de que se le podría sacar mucha más punta con un estilo menos plano. Si vemos el tratamiento de las últimas elecciones presidenciales (de hecho, para comparar a los cuatro corresponsales, podemos ver el tratamiento de las elecciones presidenciales), nos encontramos con una entrada muy políticamente correcta, además de sumamente discutible.
Sí que es cierto, en cambio, que conoce bien el país, y es lástima que este conocimiento no se vea reflejado completamente en sus escritos. A ver si su editor decide fomentar un estilo un poco más agudo y don Rafael le mete un poco de sal a sus crónicas.
viernes, 11 de abril de 2008
Corresponsales (I)
Rusia en general, y Moscú en particular, son una importante fuente de noticias, de manera que no hay medio de comunicación que se precie que no disponga de representante, antena, corresponsal o cazador de noticias en esta bendita ciudad. Su tarea, como todo lo que tiene que ver con Rusia, es controvertida, y así no es extraño que haya gente que no los pueda ver, mientras por otro lado los hay que los tienen por la quintaesencia de la mesura y la sabiduría. De éstos últimos los hay, de verdad.
Hoy se trata de los cuatro españoles con los que he coincidido (los conozco de vista y prácticamente nada más), limitándonos a la prensa escrita y obviando la agencia de noticias pública, que también tiene su equipo por aquí. Se trata de los corresponsales de ABC, El Mundo, El País y La Vanguardia. Como veis, los he citado por riguroso orden alfabético, porque, en estos tiempos de "dime qué medios sigues y te diré de qué pie cojeas", basta con decantarte por uno para que te lapiden por fascista o por rojo. O por las dos cosas. O por ninguna. Y, lo que es yo, hasta que "El Siglo Futuro" no abra corresponsalía en Moscú (y entonces me lapiden por blanco), no pienso decantarme por ninguno.
De momento, los cuatro corresponsales dichos tienen una cosa en común, y es que no se les puede acusar de ignorantes sobre Rusia. Todos llevan, no una temporadilla, sino casi una eternidad por estos pagos, y los hombres están casados con rusas, lo cual les proporciona, en el peor de los casos, una familia política, que no es poca cosa, además de un notable dominio del idioma. Me refiero al idioma ruso. La prosa que utilizan en castellano es tema aparte.
En cuanto a la mujer que hay entre ellos, no está casada, que yo sepa, pero eso no le impide tener un dominio del ruso que ya quisiera gente que lleva más años rondando por aquí. Y eso que ella lleva varios lustros.
Pero bueno, sirvan estos párrafos de introducción a la serie. Como sé que hay algún lector especialmente sensibilizado con el tema, y alguno que ha tenido o tiene trato personal con alguno de los corresponsales, vamos a tratar de evitar lapidaciones. Después de todo, pensemos en qué podríamos hacer en el lugar de estas personas, presionadas por sus editores y que muchas veces están bastante lejos de poder publicar lo que les gustaría escribir.
Hoy se trata de los cuatro españoles con los que he coincidido (los conozco de vista y prácticamente nada más), limitándonos a la prensa escrita y obviando la agencia de noticias pública, que también tiene su equipo por aquí. Se trata de los corresponsales de ABC, El Mundo, El País y La Vanguardia. Como veis, los he citado por riguroso orden alfabético, porque, en estos tiempos de "dime qué medios sigues y te diré de qué pie cojeas", basta con decantarte por uno para que te lapiden por fascista o por rojo. O por las dos cosas. O por ninguna. Y, lo que es yo, hasta que "El Siglo Futuro" no abra corresponsalía en Moscú (y entonces me lapiden por blanco), no pienso decantarme por ninguno.
De momento, los cuatro corresponsales dichos tienen una cosa en común, y es que no se les puede acusar de ignorantes sobre Rusia. Todos llevan, no una temporadilla, sino casi una eternidad por estos pagos, y los hombres están casados con rusas, lo cual les proporciona, en el peor de los casos, una familia política, que no es poca cosa, además de un notable dominio del idioma. Me refiero al idioma ruso. La prosa que utilizan en castellano es tema aparte.
En cuanto a la mujer que hay entre ellos, no está casada, que yo sepa, pero eso no le impide tener un dominio del ruso que ya quisiera gente que lleva más años rondando por aquí. Y eso que ella lleva varios lustros.
Pero bueno, sirvan estos párrafos de introducción a la serie. Como sé que hay algún lector especialmente sensibilizado con el tema, y alguno que ha tenido o tiene trato personal con alguno de los corresponsales, vamos a tratar de evitar lapidaciones. Después de todo, pensemos en qué podríamos hacer en el lugar de estas personas, presionadas por sus editores y que muchas veces están bastante lejos de poder publicar lo que les gustaría escribir.
miércoles, 9 de abril de 2008
Transcriptores
- Efim Oskarovich, quería decirle una cosa importante.
- Pase, pase, Ossip Robertovich, dígame que quiere.
- Verá, usted sabe que en Moscú tenemos una plaza Charles de Gaulle.
- Sí, claro, el presidente francés, en honor a nuestros aliados durante la Gran Guerra Patria. Y hay una estatua enorme de él delante del hotel Cosmos, en esa misma plaza.
- Exactamente.
- ¿Y qué pasa con eso?
- Bueno, es que tenemos un problema... diplomático.
- No me gusta eso, Ossip Robertovich, no me gusta nada. Los problemas diplomáticos son malos para el turismo. Y yo soy el jefe del departamento de desarrollo de Turismo en Moscú ¿Con quién tenemos ese problema diplomático?
- Con los franceses.
- ¿Con los franceses? ¿Nuestros aliados en la Gran Guerra Patria?
- S-sí...
- ¿Y qué más quieren? ¡Ya le hemos puesto el nombre de su presidente a la plaza! ¡Y eso que no era comunista, precisamente! Las plazas en Moscú siempre han llevado nombres comunistas: Ernst Thälmann, Rosa Luxemburg, Ho Chi Mihn, Tito... Creo que ya hemos bastante condescendientes al poner a una plaza tan importante como ésa el nombre de un militar golpista francés, aunque haya sido aliado nuestro.
- No, si ellos están contentos con lo de la plaza, Efim Oskarovich. Pero la embajada francesa nos hace una sugerencia.
- ¿Una sugerencia, Ossip Robertovich? ¿Una sugerencia?
- Sí, Efim Oskarovich. Ya sabe usted que últimamente tenemos muchos turistas franceses en Moscú. Y que muchos de ellos se alojan en el hotel Cosmos, justo delante de la plaza Charles de Gaulle.
- Continúe.
- La embajada francesa nos hace notar que el nombre de la plaza Charles de Gaulle está sólo en alfabeto ruso, y que los turistas franceses ignoran que la plaza lleve el nombre de su presidente.
- Mmmm...
- Y añaden que sería una buena idea para reforzar la amistad de nuestros pueblos que pusiéramos su nombre, también, en carácteres latinos, para que los turistas franceses hospedados en el hotel Cosmos, además de ver la estatua del general De Gaulle, vieran que la plaza está dedicada a él.
- Ossip Robertovich, quizá no sea una mala idea.
- ¿Usted cree, Efim Oskarovich?
- De acuerdo. Encárguese de ello. Ponga el nombre de la plaza también en carácteres latinos.
* * *
- ¡Efim Oskarovich!
- ¿Sí, Ossip Robertovich?
- Ya está. El nombre de la plaza también está en carácteres latinos.
- Estupendo. Ahora los franceses sabrán que la plaza está dedicada a su presidente. Póngame con la embajada francesa. Vamos a organizar una visita conjunta a la plaza.
- Pase, pase, Ossip Robertovich, dígame que quiere.
- Verá, usted sabe que en Moscú tenemos una plaza Charles de Gaulle.
- Sí, claro, el presidente francés, en honor a nuestros aliados durante la Gran Guerra Patria. Y hay una estatua enorme de él delante del hotel Cosmos, en esa misma plaza.
- Exactamente.
- ¿Y qué pasa con eso?
- Bueno, es que tenemos un problema... diplomático.
- No me gusta eso, Ossip Robertovich, no me gusta nada. Los problemas diplomáticos son malos para el turismo. Y yo soy el jefe del departamento de desarrollo de Turismo en Moscú ¿Con quién tenemos ese problema diplomático?
- Con los franceses.
- ¿Con los franceses? ¿Nuestros aliados en la Gran Guerra Patria?
- S-sí...
- ¿Y qué más quieren? ¡Ya le hemos puesto el nombre de su presidente a la plaza! ¡Y eso que no era comunista, precisamente! Las plazas en Moscú siempre han llevado nombres comunistas: Ernst Thälmann, Rosa Luxemburg, Ho Chi Mihn, Tito... Creo que ya hemos bastante condescendientes al poner a una plaza tan importante como ésa el nombre de un militar golpista francés, aunque haya sido aliado nuestro.
- No, si ellos están contentos con lo de la plaza, Efim Oskarovich. Pero la embajada francesa nos hace una sugerencia.
- ¿Una sugerencia, Ossip Robertovich? ¿Una sugerencia?
- Sí, Efim Oskarovich. Ya sabe usted que últimamente tenemos muchos turistas franceses en Moscú. Y que muchos de ellos se alojan en el hotel Cosmos, justo delante de la plaza Charles de Gaulle.
- Continúe.
- La embajada francesa nos hace notar que el nombre de la plaza Charles de Gaulle está sólo en alfabeto ruso, y que los turistas franceses ignoran que la plaza lleve el nombre de su presidente.
- Mmmm...
- Y añaden que sería una buena idea para reforzar la amistad de nuestros pueblos que pusiéramos su nombre, también, en carácteres latinos, para que los turistas franceses hospedados en el hotel Cosmos, además de ver la estatua del general De Gaulle, vieran que la plaza está dedicada a él.
- Ossip Robertovich, quizá no sea una mala idea.
- ¿Usted cree, Efim Oskarovich?
- De acuerdo. Encárguese de ello. Ponga el nombre de la plaza también en carácteres latinos.
* * *
- ¡Efim Oskarovich!
- ¿Sí, Ossip Robertovich?
- Ya está. El nombre de la plaza también está en carácteres latinos.
- Estupendo. Ahora los franceses sabrán que la plaza está dedicada a su presidente. Póngame con la embajada francesa. Vamos a organizar una visita conjunta a la plaza.
lunes, 7 de abril de 2008
Estética
¿Los años no pasan en balde, dievushkilla? ¿Tu marido sólo te mira cuando está borracho? ¿Tu amante comienza a poner excusas absurdas cuando le recuerdas que hace semanas que no os veis? ¿Has decidido retirar todos los espejos de tu piso? ¿En el centro de belleza suenan las alarmas cuando pides hora y tienen que pedir personal de refuerzo?
No te preocupes, amiga. Date un paseo por la Tverskaya, patéate todas las tiendas de moda hasta que se desintegre la banda magnética de tu tarjeta de crédito y, saliendo a la calle, eleva tus ojos a las alturas y ¡oh! ¿Qué ven tus ojos, entre las arruguitas que los circundan? ¿Qué es ese anuncio que atraviesa la calle y que le habrá costado un riñón al anunciante? ¿Botox a 150 rublos por unidad? ¿A la vigésima parte de lo que cuesta la minifalda moníssssima que acabas de adquirir en Zara?
¡Albricias, dievushkilla, albricias! Anota el teléfono de los bienhechores que tal oferta hacen y pide cita cuanto antes. Termina con tus arruguitas y, de paso, con tu expresión facial. Tu marido, al verte, creerá ver visiones y que está borracho, lo cual podría ser verdad y todo. Tu amante estará junto a ti y se creerá que te está engañando con otra. Podrás volver a colgar tus espejos por toda la casa. Y en el centro de belleza preguntarán qué fue de aquella dievushkilla que hace tanto tiempo que no va.
Que la zurzan, a aquélla.
No te preocupes, amiga. Date un paseo por la Tverskaya, patéate todas las tiendas de moda hasta que se desintegre la banda magnética de tu tarjeta de crédito y, saliendo a la calle, eleva tus ojos a las alturas y ¡oh! ¿Qué ven tus ojos, entre las arruguitas que los circundan? ¿Qué es ese anuncio que atraviesa la calle y que le habrá costado un riñón al anunciante? ¿Botox a 150 rublos por unidad? ¿A la vigésima parte de lo que cuesta la minifalda moníssssima que acabas de adquirir en Zara?
¡Albricias, dievushkilla, albricias! Anota el teléfono de los bienhechores que tal oferta hacen y pide cita cuanto antes. Termina con tus arruguitas y, de paso, con tu expresión facial. Tu marido, al verte, creerá ver visiones y que está borracho, lo cual podría ser verdad y todo. Tu amante estará junto a ti y se creerá que te está engañando con otra. Podrás volver a colgar tus espejos por toda la casa. Y en el centro de belleza preguntarán qué fue de aquella dievushkilla que hace tanto tiempo que no va.
Que la zurzan, a aquélla.
viernes, 4 de abril de 2008
Asilo político
Hace unas semanas se me ocurrió meter una entrada larga sobre un tema histórico, al hilo de las tensas relaciones entre Rusia y el Reino Unido. Contra todo pronóstico, la entrada mereció la felicitación de un comentarista que, en otras intervenciones suyas desde el lejano Perú, había sido, como poco, algo displicente en sus comentarios. Y, como uno es sensible a las felicitaciones, he decidido profundizar más en el tema. O hurgar más en la herida, si no os gustan estos asuntos, cosa perfectamente legítima.
Y es que las relaciones entre Rusia y el Reino Unido siguen dando tumbos, como cuando Abi y Ro comienzan a darse empujones, medio riéndose, y al final sus padres tienen que intervenir con el consabido "No juguéis así, que os vais a hacer daño y acabaréis llorando". Yo no sé si los rusos y los ingleses se van a hacer daño (espero que no, claro), pero, lo que son pellizcos, empujones y toquecitos a la carita, pues ya tenemos unos cuantos.
Los ingleses llevan algún tiempo dedicándose a tocar las narices a los rusos concediendo asilo político a los que se lo solicitan, por suponer que, si se quedan en Rusia, pueden quedarse criando malvas prematuramente. Primero fue Berezovsky, un tipo, por lo menos, tirando a antipático; también está en el grupo un sujeto llamado Zakhayev y que es nada menos que el representante checheno en el exterior. Teniendo en cuenta la afición al secuestro y a la extorsión que mostraron los chechenos durante sus años de independencia de hecho, conceder asilo político al representante de esa chusma es, por lo menos, atrevido, pero el Gobierno de Su Graciosa Majestad, si no atrevido, desde luego es puñetero y llega a eso.
Y luego llegó Litvinenko, de quien ya escribí en otra ocasión y a quien su exilio no sirvió para que la Parca le visitara bastante antes de lo que la naturaleza hubiera dispuesto en circunstancias normales. Y, ahora, le ha llegado el turno a Yelena Tregubova. Yelena Tregubova es periodista opositora, gremio que está pasando por serias dificultades en Rusia, y se hizo popular hace unos años con la publicación de un éxito de ventas del que ya escribiré otro día, llevaba un tiempo ya en el Reino Unido después de comprobar que estaba maldita en Rusia y no que no la contrataban ni para quitar el polvo a las redacciones de los periódicos, y anteayer recibió la noticia de que le concedían asilo político. Habrá que darle la enhorabuena, supongo.
Entretanto, "Ekonomika i Zhizn", sección espiritualidad, prosigue con el repaso de rencillas históricas entre los dos imperios. No es tan marchoso como el último que os traduje, pero también tiene su intríngulis. Os dejo con ellos, y con su deliciosamente tendenciosa manera de contar la historia (ojo, en particular, a la versión local del reparto de Polonia):
Y es que las relaciones entre Rusia y el Reino Unido siguen dando tumbos, como cuando Abi y Ro comienzan a darse empujones, medio riéndose, y al final sus padres tienen que intervenir con el consabido "No juguéis así, que os vais a hacer daño y acabaréis llorando". Yo no sé si los rusos y los ingleses se van a hacer daño (espero que no, claro), pero, lo que son pellizcos, empujones y toquecitos a la carita, pues ya tenemos unos cuantos.
Los ingleses llevan algún tiempo dedicándose a tocar las narices a los rusos concediendo asilo político a los que se lo solicitan, por suponer que, si se quedan en Rusia, pueden quedarse criando malvas prematuramente. Primero fue Berezovsky, un tipo, por lo menos, tirando a antipático; también está en el grupo un sujeto llamado Zakhayev y que es nada menos que el representante checheno en el exterior. Teniendo en cuenta la afición al secuestro y a la extorsión que mostraron los chechenos durante sus años de independencia de hecho, conceder asilo político al representante de esa chusma es, por lo menos, atrevido, pero el Gobierno de Su Graciosa Majestad, si no atrevido, desde luego es puñetero y llega a eso.
Y luego llegó Litvinenko, de quien ya escribí en otra ocasión y a quien su exilio no sirvió para que la Parca le visitara bastante antes de lo que la naturaleza hubiera dispuesto en circunstancias normales. Y, ahora, le ha llegado el turno a Yelena Tregubova. Yelena Tregubova es periodista opositora, gremio que está pasando por serias dificultades en Rusia, y se hizo popular hace unos años con la publicación de un éxito de ventas del que ya escribiré otro día, llevaba un tiempo ya en el Reino Unido después de comprobar que estaba maldita en Rusia y no que no la contrataban ni para quitar el polvo a las redacciones de los periódicos, y anteayer recibió la noticia de que le concedían asilo político. Habrá que darle la enhorabuena, supongo.
Entretanto, "Ekonomika i Zhizn", sección espiritualidad, prosigue con el repaso de rencillas históricas entre los dos imperios. No es tan marchoso como el último que os traduje, pero también tiene su intríngulis. Os dejo con ellos, y con su deliciosamente tendenciosa manera de contar la historia (ojo, en particular, a la versión local del reparto de Polonia):
MI CAMISACon esto acabó el artículo. Yo, ya lo sabe Dios, no les tengo a los ingleses ni un poquito de simpatía, pero estoy seguro de que no tuvieron nada que ver con la muerte de Paquirri. El autor del artículo, en cambio, seguro que sabría encontrar algún oscuro vericueto que destape la responsabilidad de la pérfida Albión, también en este asunto.
Inglaterra siempre quiso someter la política exterior rusa a sus propios intereses. Durante algún tiempo, la lucha por la independencia de los Estados Unidos de América distrajo la "mano de Londres". En aquel momento, Rusia no se comportó como hubiera querido la potencia colonial. Catalina (II) declaró que no pretendía interrumpir las relaciones comerciales con América. Los asaltos por parte de los ingleses a buques comerciales los equiparó a una causa legítima para declarar la guerra. Inmediatamente, siguieron su ejemplo muchas otras potencias, provocando con ello el disgusto de Gran Bretaña. Sus relaciones con Rusia se estropearon hasta tal punto que el asunto hubiera podido llegar incluso a un conflicto armado. Y, si no llegó a suceder, en buena medida eso fue "gracias" a la Revolución francesa... Ésta asustó a todos los monarcas de Europa. Y Catalina no se quedó a un lado. Por todo el Imperio sometido a su poder comenzó una caza de liberales domésticos y de francmasones, "partidarios de Nóvikov y de Rádischev" (Nota mía: ésos eran dos pollos liberaluchos de primera hora que pululaban por aquí)... Mientras vigilaba de cerca a los suyos, a los franceses que habían huido de la Revolución la emperatriz los cubrió literalmente de oro ¡Ya en el primer año de disturbios les concedió 1,5 millones de rublos del tesoro! Tampoco fue tacaña al distribuir posesiones y pensiones. No hay duda de que también el Rey, si hubiera podido huir de Francia, hubiera sido recibido en Rusia con hospitalidad inusitada. En opinión de Catalina, eso fue "el acto más señalado de su reinado".
Muchos de los monarcas europeos incitaban a la Emperatriz a que actuase no sólo con dinero. Austria acordó aliarse con Rusia bajo las condiciones que ésta propusiera. Prusia, deseosa de recuperarse a costa de Polonia y Francia, también necesitaba la ayuda de Rusia. En consecuencia, en 1792 se firmaron las alianzas entre Rusia y Austria y entre Rusia y Prusia. En ellas, Catalina se reservó el derecho de cambiar la ayuda militar acordada a sus aliados con una aportación anual de 400.000 rublos. Le era necesario desligarse de toda obligación para arreglar los asuntos en Polonia. Allí, en 1791 se había adoptado una constitución contra la que se rebelaba una parte de los magnates polacos, que llamaron en su ayuda a las tropas rusas. El momento para recuperar las tierras ucranianas y bielorrusas era muy adecuado y hubiera sido imposible no aprovecharse de él.
La afición de la emperatriz por los asuntos polacos provocó desasosiego en el grupo de partidarios de la restauración de la monarquía francesa. "¿Y qué queréis que haga?", les respondía la emperatriz, "mi camisa está más cerca de mi cuerpo". "Su camisa" estaba también más cerca del cuerpo de los ingleses. Ellos no odiaban a Francia porque allí hubiera caído la monarquía, sino porque era un fuerte oponente. Según la opinión que entonces compartían muchos, Inglaterra no sólo no pretendía eliminar los desórdenes, sino que los producía ella misma. Incluso había quien aseguraba directamente lo siguiente: la Revolución era obra del Gobierno británico, que por envidia y odio había provocado la crisis financiera francesa de 1788.
Como casi siempre en la historia, Gran Bretaña prefirió no luchar contra Francia con personas, sino con aportaciones económicas, que se dirigían a los ejércitos europeos que hacían de "infantería" inglesa. Y tampoco olvidó su "juguete preferido": la diplomacia secreta. Su espionaje superaba en decenas de veces a los extranjeros que trabajaban en él.
Cuando en la primavera de 1792 comenzaron las acciones armadas contra Francia, los ingleses estaban convencidos de que ésta no podría resistir a las tropas austroprusianas. Lo mismo pensaba Catalina, pero el espíritu luchador de los franceses resultó ser superior al de los aliados, y éstos ganaron dos grandes batallas (Nota mía: Valmy y Jemappes, supongo).
Las noticias de las victorias de los franceses fueron insoportables para el Gobierno inglés. En diciembre de 1792 intervino para proponer las siguientes condiciones: Francia vuelve a sus fronteras de 1789 y a cambio se reconoce su Gobierno. Incluso al saber de la ejecución de Luis XVI, Londres mantuvo su propuesta en vigor durante algún tiempo. Se entiende que Catalina no podía conformarse con semejante salida. "Sigo siendo aristócrata, es mi profesión", aseguraba, sin comprender en absoluto el régimen que se había establecido en Francia. "¿Cómo puede un zapatero ocuparse de la política?", se asombraba. "Los zapateros sólo saben hacer zapatos." (Nota mía: Catalina II hoy hubiera sido del PP, seguro)
Ella era partidaria de fuerte medidas en la lucha contra los insurrectos, diciendo: "Si hubieran ahorcado a alguno de ellos, los demás se lo hubieran pensado.". Pero, sin embargo, ocurrió que se no ajustaron cuentas con ellos, ¡sino con el Rey! Esta ejecución alteró a Catalina. Durante seis semanas enteras se declaró luto en su corte, y el 15 de febrero de 1793 se publicó una orden que ponía a Francia en situación de país beligerante contra Rusia.
Aún antes, el 12 de enero, previendo el destino del Rey ("¡Son capaces de colgarlo de una farola!"), Catalina firma un tratado con Prusia, obligándose a mantener en estado de guerra a sus fuerzas navales y terrestres. Dos meses después, en marzo, consiente en firmar un tratado con Inglaterra. "Para reprimir la Revolución", las dos grandes potencias acuerdan el bloqueo marítimo de Francia.
Los acontecimientos posteriores permiten juzgar hasta qué punto no era seria dicha aproximación. En marzo llegó a San Petersburgo el hermano del Rey, Conde de Artois. Allí recibió un sable de oro con gruesos brillantes, diez mil ducados de oro y un crédito por 300.000 rublos. Habiéndose quedado de huésped más de un mes, el Conde se dirigió a Inglaterra, para acordar con ella el plan elaborado con Catalina de desembarcar en las costas de Normandía un contingente ruso de quince mil hombres al que se uniría allí un destacamento de emigrados franceses. Con este motivo había cartas de la Emperatriz al Rey de Inglaterra y al embajador ruso Vorontsov. Pero el asunto terminó cuando al Conde no le dejaron entrar en Inglaterra con el pretexto de que allí tenía... deudas pendientes.
Pero hay que ser justo. El deseo de "reprimir la Revolución" tampoco se extendía en Catalina más allá de ciertos límites. A ella le preocupaban Turquía y Suecia, o Polonia, donde las cosas no estaban tan tranquilas. Cuando se le dirigió uno de los príncipes con la petición de que le confiaran la dirección del ejército ruso, recibió una negativa. "Su Alteza", le dijeron, "sólo puede conferir la dirección a un general ruso." Y para los aliados que le venían con que no les enviaba ejércitos, también tenía una respuesta a punto: "Yo lucho contra los jacobinos en Varsovia."
¡Así era la primera coalición! La segunda comenzó a formarse en 1795 tras la represión de los alzamientos en Polonia y se señaló por el segundo tratado de Rusia con Inglaterra. La formación definitiva de la segunda coalición ya sucedió tras la muerte de Catalina, y en esta ocasión el ejército y la marina rusos intervinieron directamente contra Francia. Recordemos la brillante campaña alpina de Suvorov (Nota mía: La foto de la entrada es la del famoso cuadro de Surikov) y la gloriosa victoria de Ushakov, que se apoderó de la fortaleza de Corfú.
También aquí consiguieron estropearlo todo los ingleses. A pesar de los acuerdos con Rusia de devolver las islas Jónicas a la Orden de Malta, se las quedaron, provocando la ira del Emperador ruso. Al mismo tiempo, Napoleón empezó a seducir a Pablo (I) con amplias adquisiciones territoriales. Incluso le propuso una expedición conjunta a la India. Al consentir el tratado con Francia, Pablo firmó la sentencia de muerte contra sí mismo. Con intervención directa del embajador inglés, se formó una conjura contra él, y fue asesinado en su propio dormitorio. Pero esto sólo fue uno de los hitos sangientos en la historia de las relaciones ruso-británicas, que han pasado a la historia bajo el nombre de "El gran juego"...
miércoles, 2 de abril de 2008
Economistas
Hay una definición con mucha retranca de los economistas que dice más o menos que un economista es un profesional capaz de explicar perfectamente por qué ha pasado lo que no ha sido capaz de predecir. Son cosas que ahora, que parece evidente que se nos echan encima los años de vacas flacas, están bastante de actualidad, por mucho que en España, por lo que visto, leído y oído, el que manifieste que estamos en crisis lo que en realidad ocurre es que está falto de patriotismo. Pues mucho me temo que los próximos meses van a ver los niveles más bajos de patriotismo español desde don Rodrigo, por lo menos.
En Rusia, no. Rusia va bien. El superávit público es galopante; las reservas de divisas son de las mayores del mundo y no saben dónde meterlas; con la pasta que les sobra tienen que dotar unos fondos que no son más que una hucha gigantesca para evitar que el pastizal que tienen les hunda la lucha contra la inflación; el rublo está fuerte y sostenido; el crecimiento que tienen es la envidia del mundo mundial; el consumo privado asusta y, en resumidas cuentas, esto es la repanocha en bote.
Pero no siempre ha sido así, no. El petróleo y las otras materias primas que Dios ha dado a los rusos para su disfrute no fueron siempre tan caros. Y, así, nos remontamos al lejano abril de 1998, hace ahora justamente diez años. Las cuentas públicas eran un desastre sin paliativos, los responsables políticos unos mangantes sin conciencia, las fugas de capitales dejaban temblando las reservas exteriores, la inflación era bestial, la deuda pública aterradora... pero curiosamente el consumo privado iba desbocado y lo compensaba todo: aquí, señores, igual que hoy, entonces se vendía de todo, y todo se compraba, con un rublo mantenido artificialmente alto y unos rusos que consumían, consumían, consumían... Todos los economistas veían la calamidad de todas las magnitudes macroeconómicas, pero al lado veían que el PIB crecía algo a base de consumo privado y le quitaban importancia a todo lo demás. Y la gente se endeudaba, metía dinero, inflaba las cosas...
En abril de 1998, digo, mantuve una conversación muy relajada con un señor, alemán él, muy simpático, de quien luego me enteré que era el responsable de Economía de la Embajada alemana en Moscú. Hablábamos de todo lo divino y lo humano, y acabamos charlando de cómo iba Rusia en general. Y entonces dijo:
- Pues yo no creo que esto aguante mucho. En septiembre tienen unos vencimientos de deuda pública tremendos, y yo no sé de dónde van a sacar dinero para pagarlo. Yo creo que hacia el otoño vamos a tener una crisis tremenda.
El 17 de agosto de 1998, lunes, la economía rusa colapsó: el rublo se hundió hasta el 25% de su valor; se tuvo que prohibir durante tres meses todo tipo de pagos al exterior para controlar la fuga de capitales galopante que se estaba produciendo; en los meses siguientes desaparecieron un sinnúmero de empresas; volvieron las colas a los comercios y la escasez de productos en el mercado; desaparecieron millones y millones de deudas incobrables; se produjo una deflación brutal del dólar (auténtica moneda, al menos moscovita, en aquel tiempo) en términos reales y tuvo que dimitir el Gobierno enterito, el Gobernador del Banco Central y poco menos que todo el mundo con un mínimo de decencia (que no eran tantos). Fue más que una crisis: fue un caos.
Y luego comenzaron a aparecer los estudios de los economistas que explicaban que aquello había pasado por distintas causas, y hubo alguno que se ponía medallas diciendo que eso era de prever que pasaría y que "ya lo decía él". Pero la verdad es que el único que lo había clavado era aquel señor alemán con quien yo había hablado y al que, por cierto, volví a ver pasadas unas semanas.
- En estos días de crisis -dije- me he acordado mucho de usted. La verdad es que ha sido el único que dijo que esto podía pasar y que seguramente pasaría. Es usted tremendo.
- Bueno, no hay para tanto. Cualquiera se hubiera podido dar cuenta. Era cosa de mirar los vencimientos de la deuda pública, y echar un vistazo a los tipos de interés brutales que se estaban alcanzando, además de ver que las reservas de divisas no bastaban.
- ¿Cualquiera? ¡Nada de eso! Usted es el único economista al que le he oído hablar claramente y, encima, acertar.
El alemán se ruborizó ligeramente.
- Es que yo -dijo- no soy economista. Soy físico de formación.
En Rusia, no. Rusia va bien. El superávit público es galopante; las reservas de divisas son de las mayores del mundo y no saben dónde meterlas; con la pasta que les sobra tienen que dotar unos fondos que no son más que una hucha gigantesca para evitar que el pastizal que tienen les hunda la lucha contra la inflación; el rublo está fuerte y sostenido; el crecimiento que tienen es la envidia del mundo mundial; el consumo privado asusta y, en resumidas cuentas, esto es la repanocha en bote.
Pero no siempre ha sido así, no. El petróleo y las otras materias primas que Dios ha dado a los rusos para su disfrute no fueron siempre tan caros. Y, así, nos remontamos al lejano abril de 1998, hace ahora justamente diez años. Las cuentas públicas eran un desastre sin paliativos, los responsables políticos unos mangantes sin conciencia, las fugas de capitales dejaban temblando las reservas exteriores, la inflación era bestial, la deuda pública aterradora... pero curiosamente el consumo privado iba desbocado y lo compensaba todo: aquí, señores, igual que hoy, entonces se vendía de todo, y todo se compraba, con un rublo mantenido artificialmente alto y unos rusos que consumían, consumían, consumían... Todos los economistas veían la calamidad de todas las magnitudes macroeconómicas, pero al lado veían que el PIB crecía algo a base de consumo privado y le quitaban importancia a todo lo demás. Y la gente se endeudaba, metía dinero, inflaba las cosas...
En abril de 1998, digo, mantuve una conversación muy relajada con un señor, alemán él, muy simpático, de quien luego me enteré que era el responsable de Economía de la Embajada alemana en Moscú. Hablábamos de todo lo divino y lo humano, y acabamos charlando de cómo iba Rusia en general. Y entonces dijo:
- Pues yo no creo que esto aguante mucho. En septiembre tienen unos vencimientos de deuda pública tremendos, y yo no sé de dónde van a sacar dinero para pagarlo. Yo creo que hacia el otoño vamos a tener una crisis tremenda.
El 17 de agosto de 1998, lunes, la economía rusa colapsó: el rublo se hundió hasta el 25% de su valor; se tuvo que prohibir durante tres meses todo tipo de pagos al exterior para controlar la fuga de capitales galopante que se estaba produciendo; en los meses siguientes desaparecieron un sinnúmero de empresas; volvieron las colas a los comercios y la escasez de productos en el mercado; desaparecieron millones y millones de deudas incobrables; se produjo una deflación brutal del dólar (auténtica moneda, al menos moscovita, en aquel tiempo) en términos reales y tuvo que dimitir el Gobierno enterito, el Gobernador del Banco Central y poco menos que todo el mundo con un mínimo de decencia (que no eran tantos). Fue más que una crisis: fue un caos.
Y luego comenzaron a aparecer los estudios de los economistas que explicaban que aquello había pasado por distintas causas, y hubo alguno que se ponía medallas diciendo que eso era de prever que pasaría y que "ya lo decía él". Pero la verdad es que el único que lo había clavado era aquel señor alemán con quien yo había hablado y al que, por cierto, volví a ver pasadas unas semanas.
- En estos días de crisis -dije- me he acordado mucho de usted. La verdad es que ha sido el único que dijo que esto podía pasar y que seguramente pasaría. Es usted tremendo.
- Bueno, no hay para tanto. Cualquiera se hubiera podido dar cuenta. Era cosa de mirar los vencimientos de la deuda pública, y echar un vistazo a los tipos de interés brutales que se estaban alcanzando, además de ver que las reservas de divisas no bastaban.
- ¿Cualquiera? ¡Nada de eso! Usted es el único economista al que le he oído hablar claramente y, encima, acertar.
El alemán se ruborizó ligeramente.
- Es que yo -dijo- no soy economista. Soy físico de formación.
martes, 1 de abril de 2008
La cesta de la compra (II)
Bueno, pues todavía quedaban algunas cosas por comprar, pero esta vez no han caído:
1.- Chocolate en polvo. Ya tengo un par de kilos por casa, y por eso no lo he comprado en esta ocasión. Como esta bitácora no admite ningún tipo de patrimonio, no voy a decir de qué marca es, pero seguro que el lector habitual de esta bitácora sabe a qué atenerse sobre esto.
Y es que el chocolate que se vende en Rusia sólo con pena y trabajo permite hacer un chocolate a la española, espeso y con la cuchara tiesa sobre la taza.
2.- Naranjas. Esto con lágrimas en los ojos. Dos semanas comiendo naranjas recién cogidas del árbol por mí mismo, bebiendo zumo de naranja hasta rebosar por las orejas... y se acabó. Alguna vez que he comprado naranjas en Moscú, incluso en sitios caros, me he llegado a enfadar directamente. Algunas parecían orejones. Se podría haber sacado más zumo de un kilo de papel de lija.
Pero los veinte kilos son una limitación importante, y ya se sabe que las naranjas, otra cosa no, pero pesar, ya lo creo que pesan.
3.- Longaniza de Pascua. Correcta apreciación de Esther en la anterior entrada: ¿cómo no llevo longaniza de Pascua en estas fiestas destacadas? Bueno, pues lo que pasa es que alguna vez sí que he comprado y resulta que por la familia lo que les gusta es el fuet. La longaniza está bien, pero se va quedando aparcada hasta que uno se da cuenta en noviembre de que estaba allí y, para entonces, cuando uno quiere comérsela, más que la dentadura, lo mejor es utilizar la sierra eléctrica.
4.- Pimentón. Otra cosa difícil de conseguir en Moscú. En mi caso, tuve la suerte de hacerme con una caja de nosecuántos botes, que me regalaron porque no había forma de venderla. El caso es que la dichosa caja permitirá hacer patatas bravas, al paso que voy, hasta a mis bisnietos.
5.- Dulce de membrillo. A mí me gusta, pero al resto de la tropa no tanto, por lo que acabo comiéndomelo todo yo. Y eso, claro, trae consecuencias en el aparato digestivo y en la consistencia de los, ejem, desechos. En cualquier caso, no parece nada consecuente con lo de traer Hemoal.
Eso sí, que nadie olvide que lo del Hemoal es un encargo. Eso que quede claro. :)
1.- Chocolate en polvo. Ya tengo un par de kilos por casa, y por eso no lo he comprado en esta ocasión. Como esta bitácora no admite ningún tipo de patrimonio, no voy a decir de qué marca es, pero seguro que el lector habitual de esta bitácora sabe a qué atenerse sobre esto.
Y es que el chocolate que se vende en Rusia sólo con pena y trabajo permite hacer un chocolate a la española, espeso y con la cuchara tiesa sobre la taza.
2.- Naranjas. Esto con lágrimas en los ojos. Dos semanas comiendo naranjas recién cogidas del árbol por mí mismo, bebiendo zumo de naranja hasta rebosar por las orejas... y se acabó. Alguna vez que he comprado naranjas en Moscú, incluso en sitios caros, me he llegado a enfadar directamente. Algunas parecían orejones. Se podría haber sacado más zumo de un kilo de papel de lija.
Pero los veinte kilos son una limitación importante, y ya se sabe que las naranjas, otra cosa no, pero pesar, ya lo creo que pesan.
3.- Longaniza de Pascua. Correcta apreciación de Esther en la anterior entrada: ¿cómo no llevo longaniza de Pascua en estas fiestas destacadas? Bueno, pues lo que pasa es que alguna vez sí que he comprado y resulta que por la familia lo que les gusta es el fuet. La longaniza está bien, pero se va quedando aparcada hasta que uno se da cuenta en noviembre de que estaba allí y, para entonces, cuando uno quiere comérsela, más que la dentadura, lo mejor es utilizar la sierra eléctrica.
4.- Pimentón. Otra cosa difícil de conseguir en Moscú. En mi caso, tuve la suerte de hacerme con una caja de nosecuántos botes, que me regalaron porque no había forma de venderla. El caso es que la dichosa caja permitirá hacer patatas bravas, al paso que voy, hasta a mis bisnietos.
5.- Dulce de membrillo. A mí me gusta, pero al resto de la tropa no tanto, por lo que acabo comiéndomelo todo yo. Y eso, claro, trae consecuencias en el aparato digestivo y en la consistencia de los, ejem, desechos. En cualquier caso, no parece nada consecuente con lo de traer Hemoal.
Eso sí, que nadie olvide que lo del Hemoal es un encargo. Eso que quede claro. :)