Sí, señor. Tenemos nuevo alcalde, el señor Sergey Sobyanin, un probo funcionario, en el pasado gobernador siberiano de la región de Tyumen, y que, tras su paso por las más altas instancias de la administración federal, ha sucedido a Luzhkov para apretar las tuercas a la administración de la ciudad.
Naturalmente, en los pocos días que lleva al frente del municipio no se puede notar variación alguna. Hay que darle tiempo. Se supone que se va a ocupar en primer lugar de los dos asuntos que centraron la campaña mediática que precedió la caída de Luzhkov, esto es, la supuesta corrupción de la administración municipal y los atascos de la ciudad.
La corrupción, que por su naturaleza está razonablemente escondida, podemos decir que es "presunta", vale. En cambio, llamar "presuntos" a los atascos de Moscú sólo puede hacerlo un tipo absolutamente alejado de la vida real e incapaz de ver más allá de sus narices. Por eso, me entró un escalofrío ayer, cuando iba con Alfina camino de un sarao y pusimos la radio en el coche, coincidiendo con el boletín horario de noticias.
"El alcalde de Moscú, Sergey Sobyanin, quiere comprobar los atascos moscovitas. Esta tarde, con los coches que lo escoltan, ha salido a convencerse por sí mismo de la gravedad de la situación. Sobyanin tiene previsto circular con el anillo de los bulevares y por una parte del Sadovoye Koltsó."
No os lo vais a creer, pero Sergey Sobyanin vive en Moscú desde noviembre de 2005, esto es, prácticamente cinco años. Si, después de cinco años, este hombre tiene que salir a "convencerse por sí mismo" de que en Moscú hay unos atascos de la leche, es que es idiota con ganas o que se ha pasado esos cinco años encerrado en su casa sin salir más que en la madrugada del sábado al domingo, único momento de cierto vacío en las calles. No creo, porque supongo que el jefe de gabinete del Presidente, que es lo que ha sido hasta ahora, está más ocupado de lo que esto último daría lugar a entender.
Lo más probable es que Sobyanin, en estos cinco años, no haya visto un atasco ni de lejos. Que, cuando subía a su coche oficial, la milicia de tráfico cortara calles a diestro y siniestro (provocando esos atascos de cuya existencia Sobyanin, pobre, no era consciente), para que el prócer volara a toda máquina a donde tuviera que desplazarse mientras centenares de automovilistas se acordaban de su familia.
El problema de verdad es lo que puede pasar ahora que, no lo dudo, Sobyanin ya se ha dado cuenta de que, sorpresa, en Moscú puedes tardar horas en ir a de A a B. Esta noticia le habrá pillado descolocado y, como ya ha prometido que hará algo al respecto, miedo me da lo que puede maquinar el hombre.
Lo cual me recuerda a un chiste que me contó, en la lejana Samarcanda, un taxista uzbeko muy zumbón que había vivido un tiempo en Moscú y, pasado un tiempo, decidió que en su Bujará natal se vivía mucho más tranquilo. Ahí va:
Putin pasa por la mesa de su secretaria, que está de baja por estrés, y decide sentarse él mismo a ver qué correspondencia recibe, antes de que la filtren sus colaboradores. Al cabo de dos horas de leer cartas, descubre que casi todos los ciudadanos se quejan de que, por culpa de los cortes de calles al paso de los gobernantes del país, se pasan el día de atasco en atasco y llegan tarde a los sitios.
Indignado, Putin decide solucionar el problema y llama a Boris Gryzlov:
- ¡Boria! ¡Esto es el colmo! ¡He descubierto que el pueblo se queja de los atascos que provocamos al cortar las calles! ¿Por qué nadie me lo había dicho antes? ¡Tenemos que solucionarlo! Haz que digan por la radio que, a partir de mañana, en lugar de ir en coche, iré al trabajo en metro. Así no habrá que cortar ninguna calle.
- ¡Sí, señor presidente!
Gryzlov sale corriendo a dar órdenes a diestro y siniestro y, al cabo de media hora, todas las emisoras de Rusia empiezan a emitir el siguiente mensaje:
"El primer ministro Vladimir Putin tiene el honor de anunciar que, a partir de mañana, para contribuir a la mejora del tráfico de Moscú, no va a desplazarse en coche a su puesto de trabajo. De esta manera, no se producirán cortes de calles. Putin se desplazará en metro."
"Con motivo del desplazamiento de Vladimir Putin, el metro de Moscú anuncia que, de 7 a 10 de la mañana, se cerrarán las líneas 3, 6 y 8."
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
viernes, 29 de octubre de 2010
miércoles, 27 de octubre de 2010
Ecos del verano (I)
Ahora que el verano se aleja definitivamente, únicamente queda una mirada nostálgica hacia atrás, antes de tomar aire para el invierno que se avecina y que este año vaticinan que va a ser de armas tomar.
La mirada hacia atrás nos lleva a dos partes diferenciadas. En Rusia, tirando a chunga, no sólo por el hecho de que uno en Rusia trabaja, sino porque hemos pasado más calor que unos esquimales en Écija, y eso es algo que no se aasocia habitualmente con lo que pasa por estos pagos. Menos mal que los partidos del mundial de fútbol eran por la noche y que, al juntarse para verlos, ya las temperaturas eran más llevaderas. Al final llegó la carbonilla de los incendios y ya lo mejor eran atrincherarse en casa y esperar a que amainara.
En mi caso, me tocó largarme a España el día en que la cosa se puso realmente seria. Por un lado, bien, porque así me libré relativamente pronto del desastre y no tuve que comprar ningún billete de avión de última hora, como otros pringaos sin suerte, ya que lo tenía desde hacía meses; por otro lado, me pasé todo el día con el alma en vilo, porque en Moscú no se veía tres en un burro y a la ciudad llegaban noticias contradictorias sobre si los aviones despegaban o no.
Al final, el vuelo salió. Cuando me encontré en el aeropuerto al representante de Iberia en la cola de embarque ya me di cuenta de que lo peor había pasado. "A él no lo van a dejar en tierra", me dije.
La parte de las vacaciones que pasé en España ya fue otra cosa. A los niños siempre les hacen la pregunta capciosa de si les gusta más Rusia o España. Ellos responden que España. Claro, pero es que no son objetivos en su opinión. Si cada vez que van a España tuvieran que ir a clase todo el santo día e hincar los codos cuando no están en clase, mientras que en Rusia se pasasen el rato jugando, a buenas horas iban a decir que les gustaba más España. Sin embargo, insisten en que no quieren irse de Rusia y yo estoy seguro de que el día que tengan que irse, si es que el Cielo les depara ese destino, lo van a pasar bastante mal al principio.
Y a mí me pasa algo parecido. España me gusta más que Rusia, sí, pero uno ya se ha hecho a este país, y el día de que tenga que dejarse, que sólo Dios sabe si será y cuándo será, seguro que acabo por echarlo de menos. Al menos, un poquito.
Fue llegar a España y comenzar a hacer kilómetros como un descosido. Madre mía, qué tute. En pocos días, tras aparecer por el centro (Madrid, para ser exactos), me tocó desplazarme hacia el oeste (Ávila, pero ya en la raya con Extremadura), al norte (Asturias, patria querida), y poco después al este (Valencia y mi pueblo).
En la visita relámpago al norte, a una de las primeras capitales de España, me encontré a un autor de culto, y no pude menos que hacerme una foto con él.
La pena es que lleve muerto casi noventa años. Ojalá hubiera hoy en día más gente como don Juan. Otro gallo nos cantaría. Y eso que debía ser todo un carácter de lo más rebelde, el hombre.
A pocos metros de don Juan, se alzaba la estatua del primer rey de Asturias, que también debía ser todo un carácter, y desde luego rebelde lo fue un rato. Como la víspera la selección española había ganado el mundial, había banderas españolas por todos los sitios, pero por todos. Así fue como ataviaron a don Pelayo.
En realidad, la rojigualda tiene su origen en el siglo XVIII, cosa de un milenio largo después de la muerte de don Pelayo, pero eso a los cangueses debía importarles poco y, en tal día como aquél, ni a ellos ni a nadie. Si alguien les hubiera dicho que Villa debía mejorar algunos aspectos de su juego, ese alguien, como poco, se hubiera ido al Sella de cabeza. Y, con la poca agua que llevaba y los pedruscos del fondo, mejor no pensar lo que podría haber pasado.
Sin embargo, la sorpresa del verano fue la que me llevé al llegar a mi pueblo. Vaya tela. En mi pueblo, históricamente, la única bandera española estaba colgada del ayuntamiento y eso por imperativo legal. La peña, o no colgaba nada, o colgaba banderas republicanas o cuatribarradas catalanas. Pues este verano, nada de eso. El pueblo estaba a tope de banderas rojigualdas de toda clase, con escudo, sin escudo y con toro. Se ve que la gente que nunca se atrevió a sacarlas (por el riesgo de incendio veraniego, supongo, o de pintada espontánea), se ha soltado el pelo este año y algunos que no se lo planteaban se han animado a base de tikitaka.
En fin, para bien que sea. La semana próxima, creo, tendré ocasión de comprobar si ha sido un arreón pasajero o si tiene continuidad.
La mirada hacia atrás nos lleva a dos partes diferenciadas. En Rusia, tirando a chunga, no sólo por el hecho de que uno en Rusia trabaja, sino porque hemos pasado más calor que unos esquimales en Écija, y eso es algo que no se aasocia habitualmente con lo que pasa por estos pagos. Menos mal que los partidos del mundial de fútbol eran por la noche y que, al juntarse para verlos, ya las temperaturas eran más llevaderas. Al final llegó la carbonilla de los incendios y ya lo mejor eran atrincherarse en casa y esperar a que amainara.
En mi caso, me tocó largarme a España el día en que la cosa se puso realmente seria. Por un lado, bien, porque así me libré relativamente pronto del desastre y no tuve que comprar ningún billete de avión de última hora, como otros pringaos sin suerte, ya que lo tenía desde hacía meses; por otro lado, me pasé todo el día con el alma en vilo, porque en Moscú no se veía tres en un burro y a la ciudad llegaban noticias contradictorias sobre si los aviones despegaban o no.
Al final, el vuelo salió. Cuando me encontré en el aeropuerto al representante de Iberia en la cola de embarque ya me di cuenta de que lo peor había pasado. "A él no lo van a dejar en tierra", me dije.
La parte de las vacaciones que pasé en España ya fue otra cosa. A los niños siempre les hacen la pregunta capciosa de si les gusta más Rusia o España. Ellos responden que España. Claro, pero es que no son objetivos en su opinión. Si cada vez que van a España tuvieran que ir a clase todo el santo día e hincar los codos cuando no están en clase, mientras que en Rusia se pasasen el rato jugando, a buenas horas iban a decir que les gustaba más España. Sin embargo, insisten en que no quieren irse de Rusia y yo estoy seguro de que el día que tengan que irse, si es que el Cielo les depara ese destino, lo van a pasar bastante mal al principio.
Y a mí me pasa algo parecido. España me gusta más que Rusia, sí, pero uno ya se ha hecho a este país, y el día de que tenga que dejarse, que sólo Dios sabe si será y cuándo será, seguro que acabo por echarlo de menos. Al menos, un poquito.
Fue llegar a España y comenzar a hacer kilómetros como un descosido. Madre mía, qué tute. En pocos días, tras aparecer por el centro (Madrid, para ser exactos), me tocó desplazarme hacia el oeste (Ávila, pero ya en la raya con Extremadura), al norte (Asturias, patria querida), y poco después al este (Valencia y mi pueblo).
En la visita relámpago al norte, a una de las primeras capitales de España, me encontré a un autor de culto, y no pude menos que hacerme una foto con él.
La pena es que lleve muerto casi noventa años. Ojalá hubiera hoy en día más gente como don Juan. Otro gallo nos cantaría. Y eso que debía ser todo un carácter de lo más rebelde, el hombre.
A pocos metros de don Juan, se alzaba la estatua del primer rey de Asturias, que también debía ser todo un carácter, y desde luego rebelde lo fue un rato. Como la víspera la selección española había ganado el mundial, había banderas españolas por todos los sitios, pero por todos. Así fue como ataviaron a don Pelayo.
En realidad, la rojigualda tiene su origen en el siglo XVIII, cosa de un milenio largo después de la muerte de don Pelayo, pero eso a los cangueses debía importarles poco y, en tal día como aquél, ni a ellos ni a nadie. Si alguien les hubiera dicho que Villa debía mejorar algunos aspectos de su juego, ese alguien, como poco, se hubiera ido al Sella de cabeza. Y, con la poca agua que llevaba y los pedruscos del fondo, mejor no pensar lo que podría haber pasado.
Sin embargo, la sorpresa del verano fue la que me llevé al llegar a mi pueblo. Vaya tela. En mi pueblo, históricamente, la única bandera española estaba colgada del ayuntamiento y eso por imperativo legal. La peña, o no colgaba nada, o colgaba banderas republicanas o cuatribarradas catalanas. Pues este verano, nada de eso. El pueblo estaba a tope de banderas rojigualdas de toda clase, con escudo, sin escudo y con toro. Se ve que la gente que nunca se atrevió a sacarlas (por el riesgo de incendio veraniego, supongo, o de pintada espontánea), se ha soltado el pelo este año y algunos que no se lo planteaban se han animado a base de tikitaka.
En fin, para bien que sea. La semana próxima, creo, tendré ocasión de comprobar si ha sido un arreón pasajero o si tiene continuidad.
lunes, 25 de octubre de 2010
De compras
En España, uno va a un supermercado y puede comprar comida, productos de limpieza, algo de menaje y, en algunos casos, cosas para adornar la casa.
Esto de aquí abajo es lo que puedes encontrar en algún que otro supermercado ruso.
Tres mil euros y la armadura es tuya. Y no será por falta de entuertos que desfacer, que aquí los hay a patadas. Eso sí, yo me probé una este verano, y si, como yo, no sois chatos, os recomiendo que paséis del yelmo.
Esto de aquí abajo es lo que puedes encontrar en algún que otro supermercado ruso.
Tres mil euros y la armadura es tuya. Y no será por falta de entuertos que desfacer, que aquí los hay a patadas. Eso sí, yo me probé una este verano, y si, como yo, no sois chatos, os recomiendo que paséis del yelmo.
viernes, 22 de octubre de 2010
Flora
La vegetación en España y en Rusia es bastante diferente entre sí, pero, de todas maneras, es posible encontrar similitudes entre la flora de ambos países. Una de las simlitudes es el roble.
El roble es un árbol simbólico. Simboliza la fuerza, y el hecho de que esté en fatal retroceso, tanto en Rusia como en España, frente a especies de crecimiento más rápido, como el abedul o el pino carrasco, hace más valiosos los robledales que continúan existiendo.
Aunque la especie es la misma, voy a proponer una adivinanza. Las fotos que hay a continuación fueron tomadas este verano pasado, cuando todavía hacía sol a raudales, también en Rusia. Y la pregunta es, ¿qué foto fue tomada en Rusia y qué foto en España?
* * *
Solución:
La fotografía B fue tomada en Rusia. La prueba irrefutable es el nota que está abrazado al árbol de espaldas. Se supone que lo hace para que el roble le transmita su fuerza, lo cual es una creencia popular bastante extendida en Rusia, incluso en estado de sobriedad.
En España también tenemos notas, claro, pero se dedican a otras cosas.
El roble es un árbol simbólico. Simboliza la fuerza, y el hecho de que esté en fatal retroceso, tanto en Rusia como en España, frente a especies de crecimiento más rápido, como el abedul o el pino carrasco, hace más valiosos los robledales que continúan existiendo.
Aunque la especie es la misma, voy a proponer una adivinanza. Las fotos que hay a continuación fueron tomadas este verano pasado, cuando todavía hacía sol a raudales, también en Rusia. Y la pregunta es, ¿qué foto fue tomada en Rusia y qué foto en España?
* * *
Solución:
La fotografía B fue tomada en Rusia. La prueba irrefutable es el nota que está abrazado al árbol de espaldas. Se supone que lo hace para que el roble le transmita su fuerza, lo cual es una creencia popular bastante extendida en Rusia, incluso en estado de sobriedad.
En España también tenemos notas, claro, pero se dedican a otras cosas.
miércoles, 20 de octubre de 2010
El centro de ocio y el centro de oración
Viene de aquí y de aquí.
Llegado el día de autos, la familia entera se dirigió al RollHall para el supuesto cumpleaños. Naturalmente, fuimos en coche en previsión de que los regalos fueran voluminosos. A pesar de ser sábado por la tarde, los atascos en Moscú ya son un fenómeno de todos los días (y de todas las noches), así que llegamos un buen rato más tarde de lo que pretendíamos. Menos mal que habíamos salido con tiempo.
En el caso que nos ocupa, la enjundia del atasco era algo extraño incluso para Moscú. A cosa de tres kilómetros de nuestro destino, vimos la cola más larga jamás formada. La pera limonera. Kilómetros de gente estoicamente clavada en la calle a una temperatura de cinco grados mal contados y avanzando a paso de caracol hacia, aparentemente, el monasterio Danilovsky.
La cola llegaba a Danilovsky desde dos direcciones principales... una de las cuales pasaba por delante del RollHall y tapaba la puerta. Dejé a la tropa allí, ellos se abrieron paso entre la cola y yo me fui a aparcar. Pensé que sería misión imposible, pero se ve que la gente de la cola no había venido en coche, porque encontré un sitio incluso bastante cerca. Crucé la cola un par de veces y me metí en el RollHall.
Al poco, comenzaron a llegar las amiguitas invitadas.
- ¡Feliz cumpleaños, Abi! - decían todos.
"No, pero si fue hace dos meses...", pensaba yo, y poco menos que iba a decirlo, pero me contenía cada vez, porque Abi era más rápida.
- ¡Muchas gracias! - decía Abi a cada una de sus amiguitas. Yo creo que Abi realmente pensaba que era su cumpleaños.
Y la amiguita le daba el regalo de turno y, muchas veces, un bonito ramo de flores. También había dos amiguitos. Supongo que uno de los dos es el que le hace tilín de entre los chicos de la clase y al otro había que invitarlo para que el primero no se aburriera demasiado con tanta niña.
Al cabo de un rato, habían llegado todos menos dos, que era dos hermanas que venían con su madre y estaban en un atasco. Llegaron un buen rato después y ya se incorporaron a la juerga a mitad de la misma. Es que es Moscú.
A todo esto, ya había tres ramos de flores, unas cuantas cajas de regalo muy chulas y ningún sitio donde poner todo aquello. Se acercaban las tres, hora de comienzo teórico del asunto, y allí no había ni rastro de quien tuviera que atendernos. El segurata no era una buena fuente de información, sino sólo de mamporros, y las madres de los niños estaban allí expectantes, supongo que por saber si estaban también invitadas a algo. Y es que uno ya no sabe qué hacer, porque, normalmente, si hubiéramos hecho la fiesta en casa sí que se hubieran quedado si hubieran querido (generalmente entonces no quieren), pero allí como que no tenían mucho que hacer, y sin embargo allí estaban.
Decidí poner algo de distancia y, de paso, resolver uno de los problemas, así que me llevé los regalos y fui al coche. Salí del RollHall, atravesé la cola que seguía bloqueando la puerta, la atravesé de nuevo para llegar a la calle donde estaba el coche, dejé los regalos, volvía atravesar la cola y me dirigí de vuelta al RollHall.
En su defensa, hay que decir que la cola era muy ordenada y tranquila. Soplaba un biruji de tres pares de narices, pero la gente estaba la mar de calmada, de pie y algunos cantando preces de un libro de oraciones. Muchas mujeres iban con un pañuelo en la cabeza y, tal y como estaba el relente, seguro que no le sobraba a nadie.
Al final, abordé a una señora que estaba en la cola.
- ¿Para qué es esta cola? - le pregunté.
- Es para reverenciar las reliquias de...
La señora se paró.
- Las reliquias de San...
La señora se volvió a parar.
- ¡Seryozha! - gritó - ¿Las reliquias de qué santo son las que están ahí?
Seryozha, un señor barbudo que ya no cumpliría los cincuenta, levantó la cabeza y dijo:
- San Espiridón.
- Ah, sí. La cola es para reverenciar las reliquias de San Espiridón.
- Ah, muchas gracias.
Y seguí camino hacia el RollHall admirando lo de aquella señora. Siete horas de cola, o más, y ni siquiera sabe muy bien para qué es.
Llegado el día de autos, la familia entera se dirigió al RollHall para el supuesto cumpleaños. Naturalmente, fuimos en coche en previsión de que los regalos fueran voluminosos. A pesar de ser sábado por la tarde, los atascos en Moscú ya son un fenómeno de todos los días (y de todas las noches), así que llegamos un buen rato más tarde de lo que pretendíamos. Menos mal que habíamos salido con tiempo.
En el caso que nos ocupa, la enjundia del atasco era algo extraño incluso para Moscú. A cosa de tres kilómetros de nuestro destino, vimos la cola más larga jamás formada. La pera limonera. Kilómetros de gente estoicamente clavada en la calle a una temperatura de cinco grados mal contados y avanzando a paso de caracol hacia, aparentemente, el monasterio Danilovsky.
La cola llegaba a Danilovsky desde dos direcciones principales... una de las cuales pasaba por delante del RollHall y tapaba la puerta. Dejé a la tropa allí, ellos se abrieron paso entre la cola y yo me fui a aparcar. Pensé que sería misión imposible, pero se ve que la gente de la cola no había venido en coche, porque encontré un sitio incluso bastante cerca. Crucé la cola un par de veces y me metí en el RollHall.
Al poco, comenzaron a llegar las amiguitas invitadas.
- ¡Feliz cumpleaños, Abi! - decían todos.
"No, pero si fue hace dos meses...", pensaba yo, y poco menos que iba a decirlo, pero me contenía cada vez, porque Abi era más rápida.
- ¡Muchas gracias! - decía Abi a cada una de sus amiguitas. Yo creo que Abi realmente pensaba que era su cumpleaños.
Y la amiguita le daba el regalo de turno y, muchas veces, un bonito ramo de flores. También había dos amiguitos. Supongo que uno de los dos es el que le hace tilín de entre los chicos de la clase y al otro había que invitarlo para que el primero no se aburriera demasiado con tanta niña.
Al cabo de un rato, habían llegado todos menos dos, que era dos hermanas que venían con su madre y estaban en un atasco. Llegaron un buen rato después y ya se incorporaron a la juerga a mitad de la misma. Es que es Moscú.
A todo esto, ya había tres ramos de flores, unas cuantas cajas de regalo muy chulas y ningún sitio donde poner todo aquello. Se acercaban las tres, hora de comienzo teórico del asunto, y allí no había ni rastro de quien tuviera que atendernos. El segurata no era una buena fuente de información, sino sólo de mamporros, y las madres de los niños estaban allí expectantes, supongo que por saber si estaban también invitadas a algo. Y es que uno ya no sabe qué hacer, porque, normalmente, si hubiéramos hecho la fiesta en casa sí que se hubieran quedado si hubieran querido (generalmente entonces no quieren), pero allí como que no tenían mucho que hacer, y sin embargo allí estaban.
Decidí poner algo de distancia y, de paso, resolver uno de los problemas, así que me llevé los regalos y fui al coche. Salí del RollHall, atravesé la cola que seguía bloqueando la puerta, la atravesé de nuevo para llegar a la calle donde estaba el coche, dejé los regalos, volvía atravesar la cola y me dirigí de vuelta al RollHall.
En su defensa, hay que decir que la cola era muy ordenada y tranquila. Soplaba un biruji de tres pares de narices, pero la gente estaba la mar de calmada, de pie y algunos cantando preces de un libro de oraciones. Muchas mujeres iban con un pañuelo en la cabeza y, tal y como estaba el relente, seguro que no le sobraba a nadie.
Al final, abordé a una señora que estaba en la cola.
- ¿Para qué es esta cola? - le pregunté.
- Es para reverenciar las reliquias de...
La señora se paró.
- Las reliquias de San...
La señora se volvió a parar.
- ¡Seryozha! - gritó - ¿Las reliquias de qué santo son las que están ahí?
Seryozha, un señor barbudo que ya no cumpliría los cincuenta, levantó la cabeza y dijo:
- San Espiridón.
- Ah, sí. La cola es para reverenciar las reliquias de San Espiridón.
- Ah, muchas gracias.
Y seguí camino hacia el RollHall admirando lo de aquella señora. Siete horas de cola, o más, y ni siquiera sabe muy bien para qué es.
lunes, 18 de octubre de 2010
Escasez
Poco a poco vamos viendo las consecuencias de la sequía, de los incendios y de la ola de calor que ha hecho este verano. Esa foto de la izquierda, sin ir más lejos, son los anaqueles del hipermercado, que por cuarta semana consecutiva están vacíos.
Ahí debería haber un producto que en España apenas se consume y, que yo sepa, no se produce en absoluto, pero que en Rusia es de primera necesidad. Se trata del alforfón. En España lo encontraréis en tiendas de dietética, y no en todas. En Rusia, al menos donde compro yo, no hay por dónde cogerlo. La cosecha se perdió, la gente lo esta acaparando... no tengo ni idea.
El caso es que el alforfón es básico en la alimentación de un ruso. Se toma para desayunar; se toma como guarnición del plato fuerte, al medio día; se toma como reconstituyente después de una enfermedad; se toma en ensalada con sólo dejarlo en remojo. E incluso los famosos "blinis" están hechos normalmente con harina de alforfón.
Pues nada. El fenómeno de los estantes vacíos ha llegado a un producto difícil de procurar en un lugar que no sea Rusia, porque la producción en el resto del mundo debe ser anecdótica. Vamos, he visto alforfón francés (sarrasin, que queda más fino) en los anaqueles del Azbuka Vkusa, que es el supermercado pijo y puturrudufuá más cercano a casa, pero no estoy muy seguro de que no lo traigan de Rusia y lo metan en bolsitas gabachas.
De hecho, este pasado martes, pasando por el supermercado ruso de Bruselas, estuve a punto de entrar y comprar un par de kilos para traer a Moscú. Vamos, porque ya había cerrado la maleta y no quería cargar con ellos todo el día, que, si no...
Para compensar, y mientras los acaparadores y estraperlistas mantienen a la población rusa ayuna de alforfón, nos podemos dedicar a la calabaza. Supongo que gracias al calor y al sol que ha hecho, este año su tamaño es notable y su color también; su sabor deja algo que desear, a pesar de todo. Pero, aún así, a ver si el arnadí de este octubre sale bueno.
Ahí debería haber un producto que en España apenas se consume y, que yo sepa, no se produce en absoluto, pero que en Rusia es de primera necesidad. Se trata del alforfón. En España lo encontraréis en tiendas de dietética, y no en todas. En Rusia, al menos donde compro yo, no hay por dónde cogerlo. La cosecha se perdió, la gente lo esta acaparando... no tengo ni idea.
El caso es que el alforfón es básico en la alimentación de un ruso. Se toma para desayunar; se toma como guarnición del plato fuerte, al medio día; se toma como reconstituyente después de una enfermedad; se toma en ensalada con sólo dejarlo en remojo. E incluso los famosos "blinis" están hechos normalmente con harina de alforfón.
Pues nada. El fenómeno de los estantes vacíos ha llegado a un producto difícil de procurar en un lugar que no sea Rusia, porque la producción en el resto del mundo debe ser anecdótica. Vamos, he visto alforfón francés (sarrasin, que queda más fino) en los anaqueles del Azbuka Vkusa, que es el supermercado pijo y puturrudufuá más cercano a casa, pero no estoy muy seguro de que no lo traigan de Rusia y lo metan en bolsitas gabachas.
De hecho, este pasado martes, pasando por el supermercado ruso de Bruselas, estuve a punto de entrar y comprar un par de kilos para traer a Moscú. Vamos, porque ya había cerrado la maleta y no quería cargar con ellos todo el día, que, si no...
Para compensar, y mientras los acaparadores y estraperlistas mantienen a la población rusa ayuna de alforfón, nos podemos dedicar a la calabaza. Supongo que gracias al calor y al sol que ha hecho, este año su tamaño es notable y su color también; su sabor deja algo que desear, a pesar de todo. Pero, aún así, a ver si el arnadí de este octubre sale bueno.
viernes, 15 de octubre de 2010
Cumple por ahí: preparándose para lo inevitable
Efectivamente, el cerco para celebrar el cumpleaños fuera de casa se estaba cerrando preocupantemente. Las opciones, por otra parte, eran básicamente tres:
1. El Samolyet (avión, en cristiano), que es el lugar tradicional, no muy lejos de casa (uno cinco kilómetros, que en Moscú es poco menos que la vecindad inmediata). Es como unos recreativos, pero sin futbolín y con unas máquinas rarísimas, además de salas futuristas y luces mareantes. Parecen unos recreativos del siglo XXI...
Ostras, si lo que pasa es que ya estamos en el siglo XXI.
Creo que me estoy haciendo un pelín mayor...
2. El Happylon. Una pasada. Jamás había visto lo que hay ahí. Un auténtico parque de atracciones, pero cubierto, con montañas rusas y todo. Éste parece unos recreativos, pero por lo menos son del siglo XXII. Las niñas han ido a un par de fiestas de cumpleaños y la verdad es que el sitio es una pasada.
3. El desconocido Rollhall, que miramos por internet y donde todo parecía claro, así que llamé y lo reservamos. Así me gustan las cosas, pensat i fet. Corresponde a la imagen de ahí arriba y, contra todo lo que pudiera pensarse al verlas, tienen programas para niños por las tardes. Luego, por las noches, yo diría que se dedican a otras cosas, a juzgar por las siluetas que aparecen.
Lo malo del "pensat i fet" es que, tomada la decisión, las cosas hay que llevarlas hasta el final. Alfina y yo nos pasamos una tarde por allí, dos semanas antes del evento, y sólo por los pelos conseguimos un huequecillo para el día deseado, porque el resto de las fechas y todo el horario de ese día estaba a tope. Por si os queréis hacer una idea, agasajar a diez amiguitas (bueno, a nueve, porque la homenajeada también entra en el número) con algo de bolos, una cosa que se llama Q-Zar y que aún me tienen que explicar qué es, unas cuantas vueltas por los recreativos y un paseo por la pista de patinaje con una especie de patinete extraño, con dos monitores que se desgañitan organizándolo todo, durante dos horas (y ni un minuto más), sale por once mil rublos, que son unos doscientos setenta eurazos. Como además hay que dar de merendar a toda esa gente, hay que pasar por el restaurante de la cosa, que para algo mínimamente decente se llevará otros doscientos euros.
A buenas horas se me hubiera pasado siquiera por la cabeza decirle a mi padre que iba a celebrar mi cumpleaños y que la cosa le iba a costar ochenta mil pesetas de las de antes. Vamos, ni en mis sueños más salvajes. Pues aquí, sin problemas, y no sólo yo, sino el resto de los compañeros de clase, que insisto que es de un colegio público de lo más corriente, que también celebran sus cosillas en sitios semejantes y donde probablemente les cobrarán lo mismo, por lo menos. Como se nota que prácticamente todos son hijos únicos.
Luego está la logística. Invitaciones a los amiguitos, con tiempo, porque ya se sabe que en estos casos hay que comprar un regalo; ojo con que no se te cruce otro cumpleaños, porque la cosa es seria. A nosotros nos pasó. Precisamente el mismo día que iba a ser el (supuesto) cumpleaños de Abi, y justo al día siguiente de pagar el pastizal, resulta que las invitan a las dos a un cumpleaños (éste realmente era de verdad el 2 de octubre, que tal era el día D). Puñetas. Claro, no podemos ir, pero la madre ya contaba con las niñas entre los diez elegidos. Llamé a la madre y me deshice en disculpas, pero creo que nos ha tachado de la lista de personas gratas, porque eso de celebrar precisamente el 2 de octubre, día del auténtico cumpleaños de su hija, un cumpleaños que había sido en realidad el 2 de agosto es verdad que tiene una pinta de excusa barata que lo flipas. Al menos, hasta hoy no he vuelto a hablar con ella.
No sé, me siento como Long John Silver cuando le dan la mota negra...
Y eso, que no se te dé nadie de baja a última hora, porque desde luego no puedes invitar a nadie la víspera sin quedar muuuuy mal, porque está claro que sólo lo has invitado porque ha habido bajas. O que haya un atasco y lleguen tardísimo, o no lleguen siquiera, al lugar del cumple... jo, qué suerte tuvieron mis padres.
Y nada de ir en metro o en transporte público al lugar del delito. Hay que ir en coche, a ser posible grande, porque los regalos pueden ser voluminosos y hay que transportarlos.
En fin, que llegamos al día D.
1. El Samolyet (avión, en cristiano), que es el lugar tradicional, no muy lejos de casa (uno cinco kilómetros, que en Moscú es poco menos que la vecindad inmediata). Es como unos recreativos, pero sin futbolín y con unas máquinas rarísimas, además de salas futuristas y luces mareantes. Parecen unos recreativos del siglo XXI...
Ostras, si lo que pasa es que ya estamos en el siglo XXI.
Creo que me estoy haciendo un pelín mayor...
2. El Happylon. Una pasada. Jamás había visto lo que hay ahí. Un auténtico parque de atracciones, pero cubierto, con montañas rusas y todo. Éste parece unos recreativos, pero por lo menos son del siglo XXII. Las niñas han ido a un par de fiestas de cumpleaños y la verdad es que el sitio es una pasada.
3. El desconocido Rollhall, que miramos por internet y donde todo parecía claro, así que llamé y lo reservamos. Así me gustan las cosas, pensat i fet. Corresponde a la imagen de ahí arriba y, contra todo lo que pudiera pensarse al verlas, tienen programas para niños por las tardes. Luego, por las noches, yo diría que se dedican a otras cosas, a juzgar por las siluetas que aparecen.
Lo malo del "pensat i fet" es que, tomada la decisión, las cosas hay que llevarlas hasta el final. Alfina y yo nos pasamos una tarde por allí, dos semanas antes del evento, y sólo por los pelos conseguimos un huequecillo para el día deseado, porque el resto de las fechas y todo el horario de ese día estaba a tope. Por si os queréis hacer una idea, agasajar a diez amiguitas (bueno, a nueve, porque la homenajeada también entra en el número) con algo de bolos, una cosa que se llama Q-Zar y que aún me tienen que explicar qué es, unas cuantas vueltas por los recreativos y un paseo por la pista de patinaje con una especie de patinete extraño, con dos monitores que se desgañitan organizándolo todo, durante dos horas (y ni un minuto más), sale por once mil rublos, que son unos doscientos setenta eurazos. Como además hay que dar de merendar a toda esa gente, hay que pasar por el restaurante de la cosa, que para algo mínimamente decente se llevará otros doscientos euros.
A buenas horas se me hubiera pasado siquiera por la cabeza decirle a mi padre que iba a celebrar mi cumpleaños y que la cosa le iba a costar ochenta mil pesetas de las de antes. Vamos, ni en mis sueños más salvajes. Pues aquí, sin problemas, y no sólo yo, sino el resto de los compañeros de clase, que insisto que es de un colegio público de lo más corriente, que también celebran sus cosillas en sitios semejantes y donde probablemente les cobrarán lo mismo, por lo menos. Como se nota que prácticamente todos son hijos únicos.
Luego está la logística. Invitaciones a los amiguitos, con tiempo, porque ya se sabe que en estos casos hay que comprar un regalo; ojo con que no se te cruce otro cumpleaños, porque la cosa es seria. A nosotros nos pasó. Precisamente el mismo día que iba a ser el (supuesto) cumpleaños de Abi, y justo al día siguiente de pagar el pastizal, resulta que las invitan a las dos a un cumpleaños (éste realmente era de verdad el 2 de octubre, que tal era el día D). Puñetas. Claro, no podemos ir, pero la madre ya contaba con las niñas entre los diez elegidos. Llamé a la madre y me deshice en disculpas, pero creo que nos ha tachado de la lista de personas gratas, porque eso de celebrar precisamente el 2 de octubre, día del auténtico cumpleaños de su hija, un cumpleaños que había sido en realidad el 2 de agosto es verdad que tiene una pinta de excusa barata que lo flipas. Al menos, hasta hoy no he vuelto a hablar con ella.
No sé, me siento como Long John Silver cuando le dan la mota negra...
Y eso, que no se te dé nadie de baja a última hora, porque desde luego no puedes invitar a nadie la víspera sin quedar muuuuy mal, porque está claro que sólo lo has invitado porque ha habido bajas. O que haya un atasco y lleguen tardísimo, o no lleguen siquiera, al lugar del cumple... jo, qué suerte tuvieron mis padres.
Y nada de ir en metro o en transporte público al lugar del delito. Hay que ir en coche, a ser posible grande, porque los regalos pueden ser voluminosos y hay que transportarlos.
En fin, que llegamos al día D.
miércoles, 13 de octubre de 2010
El macho estepario (Der Steppenmacho)
Sábado por la mañana, poco antes de una fiesta de cumpleaños a la que está invitada Ro. Me desperezo poco a poco y salgo del dormitorio. Ro, que tiene muchas ganas de ir a la fiesta, tiene un problema y, como casi siempre que tiene un problema, se desplaza rápidamente a la zona parental. Como Alfina está durmiendo y Ro sabe que corre peligro si la despierta un sábado a las ocho de la mañana, la víctima propiciatoria soy yo:
- ¡Papá, papá! ¡Tinc un problema! (¡Papá, papá! ¡Tengo un problema!)
- ¿Quin? (¿Cuál?)
- ¿Tu saps planchar? (¿Sabes planchar?)
- ¿Jo? Sí. (¿Yo? ¿Sí?)
- ¿Me pots planchar esta camisa? (¿Me puedes planchar esta camisa?)
- Ah, val.
Con la camisa en la mano, me voy al salón, cojo la tabla de planchar y la plancha, la enchufo, espero a que se caliente y, entonces, le doy un par de pasadas a la camisa y listos. Jo, qué fácil. Todas las camisas deberían ser tan pequeñas como ésa.
- Ro.
- ¿Qué?
- Tin. Ja està.
- ¡Gràcies!
Ro desaparece la mar de contenta con su camisa. De vuelta a la habitación, paso por delante de su cuarto de baño. Detrás de la puerta se oye la voz de Ro.
- Аби! Папа - настоящий мужчина! Он гладить умеет! (¡Abi! ¡Papá es un auténtico hombre! ¡Sabe planchar!)
Va a resultar que, en Rusia, da igual que tengas o no pelo en pecho. El caso es saber planchar.
- ¡Papá, papá! ¡Tinc un problema! (¡Papá, papá! ¡Tengo un problema!)
- ¿Quin? (¿Cuál?)
- ¿Tu saps planchar? (¿Sabes planchar?)
- ¿Jo? Sí. (¿Yo? ¿Sí?)
- ¿Me pots planchar esta camisa? (¿Me puedes planchar esta camisa?)
- Ah, val.
Con la camisa en la mano, me voy al salón, cojo la tabla de planchar y la plancha, la enchufo, espero a que se caliente y, entonces, le doy un par de pasadas a la camisa y listos. Jo, qué fácil. Todas las camisas deberían ser tan pequeñas como ésa.
- Ro.
- ¿Qué?
- Tin. Ja està.
- ¡Gràcies!
Ro desaparece la mar de contenta con su camisa. De vuelta a la habitación, paso por delante de su cuarto de baño. Detrás de la puerta se oye la voz de Ro.
- Аби! Папа - настоящий мужчина! Он гладить умеет! (¡Abi! ¡Papá es un auténtico hombre! ¡Sabe planchar!)
Va a resultar que, en Rusia, da igual que tengas o no pelo en pecho. El caso es saber planchar.
lunes, 11 de octubre de 2010
Más sobre colas rusas
Por fin, San Hatorio ha escuchado mis plegarias y no me he muerto sin ver una cola rusa ordenada. Ha costado, sí, y para ello ha tenido que ser inaugurada la nueva terminal del aeropuerto de Sheremetyevo, que ya parece un aeropuerto y todo. Aún así, mi compañero de viaje no dejaba de refunfuñar diciendo que habían hecho un desastre y que era mucho más fácil la antigua terminal. Pues no sé cuál es su concepto de fácil. Quizá se parezca al mío de calamidad.
Para recordar cómo son las cosas, una cola rusa, vista desde arriba, es algo parecido a la ilustración de abajo, es decir, un mogollón de gente con los codos afilados tratando de hacerse con la "pole" con insistencia digna de mejor causa, y una sola persona para atender todo eso ¡Cuántas veces, señor, me he visto en ellas! La última, que será motivo de otra entrada, en la última carrera que corrí en Moscú, a finales del mes pasado: el Run Moscow.
La terminal de Aeroflot en Sheremetyevo tiene un mostrador parecido a la T-4 de Barajas. Hay un montón de mostradores de facturación y una sola cola que va serpenteando y que está guiada por las típicas cintas. Con lo cual, pierden sentido los típicos adelantamientos, codazos y trucos sucios, como el de la pareja que se pone cada uno en una cola y acaba yendo a la que acaba antes, liándolo todo. No, señores, eso se acabó, al menos aquí.
Lo único que falta es que el ruso anclado en el pasado entienda que tiene varios mostradores de facturación y que le van a facturar en cualquiera de ellos. En el caso de la figura, que es tan real como que ha pasado esta mañana, al que está segundo de la cola le están haciendo gestos para que pase cinco azafatas desocupadas, y él allí, erre que erre, esperando a que termine el de delante y puedan atenderle a él. Y de moverse nada, no le vayan a quitar el sitio.
Tenemos para un par de añitos, antes de que se acostumbren, pero ya le irán pillando el tranquillo, ya,
Para recordar cómo son las cosas, una cola rusa, vista desde arriba, es algo parecido a la ilustración de abajo, es decir, un mogollón de gente con los codos afilados tratando de hacerse con la "pole" con insistencia digna de mejor causa, y una sola persona para atender todo eso ¡Cuántas veces, señor, me he visto en ellas! La última, que será motivo de otra entrada, en la última carrera que corrí en Moscú, a finales del mes pasado: el Run Moscow.
La terminal de Aeroflot en Sheremetyevo tiene un mostrador parecido a la T-4 de Barajas. Hay un montón de mostradores de facturación y una sola cola que va serpenteando y que está guiada por las típicas cintas. Con lo cual, pierden sentido los típicos adelantamientos, codazos y trucos sucios, como el de la pareja que se pone cada uno en una cola y acaba yendo a la que acaba antes, liándolo todo. No, señores, eso se acabó, al menos aquí.
Lo único que falta es que el ruso anclado en el pasado entienda que tiene varios mostradores de facturación y que le van a facturar en cualquiera de ellos. En el caso de la figura, que es tan real como que ha pasado esta mañana, al que está segundo de la cola le están haciendo gestos para que pase cinco azafatas desocupadas, y él allí, erre que erre, esperando a que termine el de delante y puedan atenderle a él. Y de moverse nada, no le vayan a quitar el sitio.
Tenemos para un par de añitos, antes de que se acostumbren, pero ya le irán pillando el tranquillo, ya,
jueves, 7 de octubre de 2010
Virgos y Leos
Una de las cosas malas (o buenas, según para quién) de haber nacido en agosto es que tus cumpleaños suelen ser un muermo. En mi caso, mis primeros veintipico cumpleaños transcurrieron en Benicountrí, España, con la curiosa circunstancia de que, mientras yo iba a pasar el verano allí, la mayoría de sus habitantes salían escopeteados para la playa. No es de extrañar que el cumpleaños más nutrido que tuve contara con la presencia de mis dos hermanos y dos primas. Y a éstas costó bastante convencerlas de que vinieran.
No saben mis padres de lo que se libraron: otro hermano mío también nació en agosto, y el tercero nació en víspera de festivo, con lo cual se escaquearon de fiestas de cumpleaños por los restos. Si no fuera porque no es sencillo de organizar, yo diría que lo hicieron adrede.
Mi primogénita comparte conmigo una caraterística: nació en agosto. Y la segunda en víspera de festivo brutal y en pleno período vacacional. El único que nació en fecha celebrable es Ame. Con lo cual yo debería estar tranquilísimo y, con tal de comprar una tarta de cumpleaños y velitas para poner encima, asunto resuelto.
Ni de coña.
Cuando yo era pequeño, los pocos cumpleaños a los que fui fueron en casa de los homenajeados. Si éramos pequeños, los padres preparaban bocadillos y una tarta y nos cedían el salón para celebrarlo; cuando crecimos más, ya se iban discretamente a pasear por la calle y nos dejaban el terreno expedito.
En mi casa, las cosas comenzaron a torcerse cuando Abi alcanzó una edad rebelde. Nueve años, a ojo, debió de ser. Una edad difícil (como los diez, los once... los veintisiete...).
- Quiero celebrar mi cumpleaños.
- Claro. En agosto, en España, con los primos Duralex y Sedlex. Te pilla de vacaciones.
- No, no lo entiendes. Yo lo quiero celebrar aquí.
- ¿Aquí?
- Sí, en Moscú.
- Pero si en agosto todas tus amigas están fuera de la ciudad. Si te quedas aquí, te vas a aburrir.
- Pues yo quiero celebrarlo aquí.
- Como no sea cuando volvamos...
Primer fallo. No hay que ceder en este punto importante. Nada. No hay que abrir la puerta. Los cumpleaños se celebran el día del cumpleaños, y punto, no al mes siguiente.
- ¡Vale! ¡Vale! ¡Cuando volvamos!
- Pero si ya habrá pasado un mes...
- ¡Pero tú lo dijiste!
- ¿Yo? ¿Que yo...?
- ¡Sí!
Bueno, la cosa se pone fea.
El primer año celebramos un cumpleaños en casa, y la cosa resultó bastante agotadora. Pero resulta que, en Moscú, celebrar un cumpleaños en casa, aunque sucede, no es muy habitual. En primer lugar, porque la gente tiene casas más bien pequeñas, y tanto niño como acude pues como que no cabe y el resultado es que algo se rompe o se ensucia. En segundo lugar porque no está de moda. Lo fetén, lo molón y lo guay es ir a un centro de ocio y encargar allí un fiestón. En tercer lugar, porque en Moscú la gente tiene un hijo y ya está, y a ese hijo lo malcr... agasajan cosa mala y lo cubren de minicaprichitos, como el fiestón de cumpleaños en el centro de ocio que, incidentalmente, sólo está al alcance de bolsillos razonablemente llenos, porque, a poco que invites a media clase, vas a ver que la fiestecita te sale más cara que tu propia boda.
Yo no sé cómo diantre se apañan los padres en España, si celebran en casa y punto o si se conforman con llevar una bolsa de caramelos al colegio, como hacían mis compañeros, incluso los del colegio de pago al que acabé yendo, pero esto de aquí es la leche. Si tenéis datos recientes, ayudadme.
El punto de inflexión de la situación llegó después de retirar los restos delcampo de batalla salón donde tuvo lugar el cumpleaños. Agotados, nos tumbamos en el sofá.
- ¿Y si la próxima vez hiciéramos la fiesta fuera de casa?
- ¡¡¡¡¡¡Síiiiii!!!!!!
- Eh... esto... podríamos pensarlo, sí...
- ¡Ro, papá ha dicho que vamos a hacer la próxima fiesta de cumpleaños fuera de casa!
- ¿Que yo...?
- ¡Bien, Abi! ¡Bieeeeeen!
- Pero si yo...
- ¡Lo has prometido!
- ¿Prometido? ¿Yo?
- ¡Sí!
El cerco se estrechaba.
No saben mis padres de lo que se libraron: otro hermano mío también nació en agosto, y el tercero nació en víspera de festivo, con lo cual se escaquearon de fiestas de cumpleaños por los restos. Si no fuera porque no es sencillo de organizar, yo diría que lo hicieron adrede.
Mi primogénita comparte conmigo una caraterística: nació en agosto. Y la segunda en víspera de festivo brutal y en pleno período vacacional. El único que nació en fecha celebrable es Ame. Con lo cual yo debería estar tranquilísimo y, con tal de comprar una tarta de cumpleaños y velitas para poner encima, asunto resuelto.
Ni de coña.
Cuando yo era pequeño, los pocos cumpleaños a los que fui fueron en casa de los homenajeados. Si éramos pequeños, los padres preparaban bocadillos y una tarta y nos cedían el salón para celebrarlo; cuando crecimos más, ya se iban discretamente a pasear por la calle y nos dejaban el terreno expedito.
En mi casa, las cosas comenzaron a torcerse cuando Abi alcanzó una edad rebelde. Nueve años, a ojo, debió de ser. Una edad difícil (como los diez, los once... los veintisiete...).
- Quiero celebrar mi cumpleaños.
- Claro. En agosto, en España, con los primos Duralex y Sedlex. Te pilla de vacaciones.
- No, no lo entiendes. Yo lo quiero celebrar aquí.
- ¿Aquí?
- Sí, en Moscú.
- Pero si en agosto todas tus amigas están fuera de la ciudad. Si te quedas aquí, te vas a aburrir.
- Pues yo quiero celebrarlo aquí.
- Como no sea cuando volvamos...
Primer fallo. No hay que ceder en este punto importante. Nada. No hay que abrir la puerta. Los cumpleaños se celebran el día del cumpleaños, y punto, no al mes siguiente.
- ¡Vale! ¡Vale! ¡Cuando volvamos!
- Pero si ya habrá pasado un mes...
- ¡Pero tú lo dijiste!
- ¿Yo? ¿Que yo...?
- ¡Sí!
Bueno, la cosa se pone fea.
El primer año celebramos un cumpleaños en casa, y la cosa resultó bastante agotadora. Pero resulta que, en Moscú, celebrar un cumpleaños en casa, aunque sucede, no es muy habitual. En primer lugar, porque la gente tiene casas más bien pequeñas, y tanto niño como acude pues como que no cabe y el resultado es que algo se rompe o se ensucia. En segundo lugar porque no está de moda. Lo fetén, lo molón y lo guay es ir a un centro de ocio y encargar allí un fiestón. En tercer lugar, porque en Moscú la gente tiene un hijo y ya está, y a ese hijo lo malcr... agasajan cosa mala y lo cubren de minicaprichitos, como el fiestón de cumpleaños en el centro de ocio que, incidentalmente, sólo está al alcance de bolsillos razonablemente llenos, porque, a poco que invites a media clase, vas a ver que la fiestecita te sale más cara que tu propia boda.
Yo no sé cómo diantre se apañan los padres en España, si celebran en casa y punto o si se conforman con llevar una bolsa de caramelos al colegio, como hacían mis compañeros, incluso los del colegio de pago al que acabé yendo, pero esto de aquí es la leche. Si tenéis datos recientes, ayudadme.
El punto de inflexión de la situación llegó después de retirar los restos del
- ¿Y si la próxima vez hiciéramos la fiesta fuera de casa?
- ¡¡¡¡¡¡Síiiiii!!!!!!
- Eh... esto... podríamos pensarlo, sí...
- ¡Ro, papá ha dicho que vamos a hacer la próxima fiesta de cumpleaños fuera de casa!
- ¿Que yo...?
- ¡Bien, Abi! ¡Bieeeeeen!
- Pero si yo...
- ¡Lo has prometido!
- ¿Prometido? ¿Yo?
- ¡Sí!
El cerco se estrechaba.
martes, 5 de octubre de 2010
El monasterio, hoy
Cuando los ya casi ex-comunistas le devolvieron el monasterio de San Nilo de Stolobny a la Iglesia Ortodoxa, la isla estaba hecha un asquito lamentable y lo que podía destinar la iglesia a reparar aquello no era ni calderilla en comparación con lo que se necesitaba. Es cierto que la iglesia dispuso en los años noventa de unas fuentes de financiación que, por contradictorio que parezca, sólo se pueden calificar de poco ortodoxas, pero ni eso bastó a atender la tira de obras que tenían que hacerse.
A San Nilo de Stolobny llegó un nuevo abad, el archimandrita Vasiano, que a sus 63 años se puso a la cabeza del problema y se ha tirado veinte años en un estado de obra continua, hasta que en mayo pasado murió. La verdad es que el tío se lo curró muchísimo, y la prueba es el estado en que se encuentra el monasterio ahora. Ahí van unas cuantas fotos para ilustrar el asunto.
Al monasterio se puede llegar de dos maneras. La más fácil, por tierra, desde Ostashkov. Antes no se podía llegar por tierra sin un remojón de unos cincuenta metros, pero se construyó un pontón que permite a los visitantes pasar a pie enjuto. También permitió a todos tipo de comerciantes, vendedores de pescado (anguilas, sobre todo) y de todo tipo de recuerdos instalar sus tenderetes en el mismo. Porque dentro del monasterio sólo se venden los productos fabricados en el mismo (miel y pan, tampoco mucho más). Un monje ya nos dijo que ellos, cuando pescan, o se comen el pescado enseguida o lo meten a todo correr en las neveras que tienen, porque a las tres horas la anguila ya comienza a pudrirse.
Considerando el calorazo que hacía y que estas buenas personas personas llevaban allí toda la mañana, aun suponiendo que hubieran pescado las anguilas de madrugada, prefiero no pensar en qué condiciones podía estar aquello. Oler, os aseguro que olía.
Pero la forma tradicional y, desde luego, más bonita, para llegar al monasterio es desde el lago, con lo que tenemos la espectacular vista de la foto de arriba. La puerta que se ve en primer término es el acceso al monasterio y es por donde las procesiones accedían desde Ostashkov, para luego continuar por la isla.
Claro que no es oro todo lo que reluce. La reconstrucción del monasterio persiguió en primer lugar impresionar al visitante, y por eso arreglaron con todo ornato las partes visibles desde el exterior. El resto de los edificios aún están como los habían dejado los bolcheviques, con lo que se puede ver que la conservación del patrimonio histórico-artístico como que no iba con ellos. Por cierto que una parte del monasterio, que ahora está destinado a albergar las celdas de los monjes, pasará a hospedería cuando se termine otro edificio que está en obras, con lo que siempre podrá uno venir a pasar unos días en paz.
La tumba de San Nilo, como quedó dicho, fue profanada por los bolcheviques y de la capilla que había sobre la misma no quedó apenas piedra sobre piedra. Se están llevando a cabo excavaciones, las de arriba, pero hay que reconocer que el agujerón que se han montado queda por lo menos feo.
Al lado del agujero, y me imagino que en tanto construyen otra capilla, han puesto lo que suponen que es la tumba de San Nilo, con una cruz grande y un montón de piedras, pero entre sí dicen que no es que estén muy seguros de que fuera enterrado allí.
Y al lado de la tumba de San Nilo, han enterrado (esta vez sí que es seguro que estaba ahí) al segundo fundador del monasterio, el archimandrita Vasiano. Como murió en mayo, aún no les ha dado tiempo a construir algo más sólido, pero supongo que ya lo harán.
Con tanto visitante, sobre todo en fin de semana, la paz del monasterio se ve bastante turbada. Aunque los visitantes, por regla general, seamos buenos chicos, acatemos religiosamente las normas de comportamiento y mantengamos un silencio adecuado, nuestra sola presencia ya marea a los monjes, y os aseguro que allí hay monjes y no pocos. Al final de la isla han construido un oratorio para rezar tranquilamente y que no les moleste nadie. Y allí ya no podemos pasar los visitantes.
¿De qué vive el monasterio? Vive principalmente del trabajo de los monjes, como en los monasterios medievales de toda la vida. Seguro que reciben donativos de gente con posibles de la región de Tver, y además hay bastante gente que se queda en el monasterio a pasar unos días y trabaja a base de bien a cambio de cama y comida. Lo que es comida, no hay problema, porque el lago proporciona de todo y también tienen su huerta. Además, se han reconstruido las fábricas y los hornos. En el monasterio se produce miel, pan, mermeladas... y una parte se consume dentro y otra se vende fuera. Ahí, en la foto de arriba, están las fábricas.
La iglesia central, ésta sí, se ha reconstruido de cabo a rabo y desde todos los ángulos posibles. Y les ha quedado pero que muy bien. Ahí arriba hay un reloj en una de las torres puntiagudas, y se ve que marca las doce menos cuarto. Lo que pasa es que, cuando hice la foto, era la una y veinte. Veamos el reloj desde un poco más cerca.
En este reloj siempre son las doce menos cuarto. El mensaje que trata de transmitir al visitante es que, al acabar el día, el cristiano siempre debe dejar quince minutos para la oración y para revisar qué es lo que ha hecho durante el mismo.
Y, para acabar, un pequeño detalle que ya vimos. Una placa, en ruso y en polaco, rememora a los prisioneros polacos que luego fueron asesinados en Kalinin y que aparecieron en las fosas comunes de Katýn, muchos de los cuales estuvieron prisioneros en la isla de Stolobny.
Y con esto nos vamos del monasterio ¿Demasiada paz? Puede. Así que ha llegado el momento de abandonar la vida monástica y volver, en la siguiente entrada, al mundanal ruido procedente de la ciudad más poblada de Europa.
Echaremos de menos el monasterio, ya lo creo...
A San Nilo de Stolobny llegó un nuevo abad, el archimandrita Vasiano, que a sus 63 años se puso a la cabeza del problema y se ha tirado veinte años en un estado de obra continua, hasta que en mayo pasado murió. La verdad es que el tío se lo curró muchísimo, y la prueba es el estado en que se encuentra el monasterio ahora. Ahí van unas cuantas fotos para ilustrar el asunto.
Al monasterio se puede llegar de dos maneras. La más fácil, por tierra, desde Ostashkov. Antes no se podía llegar por tierra sin un remojón de unos cincuenta metros, pero se construyó un pontón que permite a los visitantes pasar a pie enjuto. También permitió a todos tipo de comerciantes, vendedores de pescado (anguilas, sobre todo) y de todo tipo de recuerdos instalar sus tenderetes en el mismo. Porque dentro del monasterio sólo se venden los productos fabricados en el mismo (miel y pan, tampoco mucho más). Un monje ya nos dijo que ellos, cuando pescan, o se comen el pescado enseguida o lo meten a todo correr en las neveras que tienen, porque a las tres horas la anguila ya comienza a pudrirse.
Considerando el calorazo que hacía y que estas buenas personas personas llevaban allí toda la mañana, aun suponiendo que hubieran pescado las anguilas de madrugada, prefiero no pensar en qué condiciones podía estar aquello. Oler, os aseguro que olía.
Pero la forma tradicional y, desde luego, más bonita, para llegar al monasterio es desde el lago, con lo que tenemos la espectacular vista de la foto de arriba. La puerta que se ve en primer término es el acceso al monasterio y es por donde las procesiones accedían desde Ostashkov, para luego continuar por la isla.
Claro que no es oro todo lo que reluce. La reconstrucción del monasterio persiguió en primer lugar impresionar al visitante, y por eso arreglaron con todo ornato las partes visibles desde el exterior. El resto de los edificios aún están como los habían dejado los bolcheviques, con lo que se puede ver que la conservación del patrimonio histórico-artístico como que no iba con ellos. Por cierto que una parte del monasterio, que ahora está destinado a albergar las celdas de los monjes, pasará a hospedería cuando se termine otro edificio que está en obras, con lo que siempre podrá uno venir a pasar unos días en paz.
La tumba de San Nilo, como quedó dicho, fue profanada por los bolcheviques y de la capilla que había sobre la misma no quedó apenas piedra sobre piedra. Se están llevando a cabo excavaciones, las de arriba, pero hay que reconocer que el agujerón que se han montado queda por lo menos feo.
Al lado del agujero, y me imagino que en tanto construyen otra capilla, han puesto lo que suponen que es la tumba de San Nilo, con una cruz grande y un montón de piedras, pero entre sí dicen que no es que estén muy seguros de que fuera enterrado allí.
Y al lado de la tumba de San Nilo, han enterrado (esta vez sí que es seguro que estaba ahí) al segundo fundador del monasterio, el archimandrita Vasiano. Como murió en mayo, aún no les ha dado tiempo a construir algo más sólido, pero supongo que ya lo harán.
Con tanto visitante, sobre todo en fin de semana, la paz del monasterio se ve bastante turbada. Aunque los visitantes, por regla general, seamos buenos chicos, acatemos religiosamente las normas de comportamiento y mantengamos un silencio adecuado, nuestra sola presencia ya marea a los monjes, y os aseguro que allí hay monjes y no pocos. Al final de la isla han construido un oratorio para rezar tranquilamente y que no les moleste nadie. Y allí ya no podemos pasar los visitantes.
¿De qué vive el monasterio? Vive principalmente del trabajo de los monjes, como en los monasterios medievales de toda la vida. Seguro que reciben donativos de gente con posibles de la región de Tver, y además hay bastante gente que se queda en el monasterio a pasar unos días y trabaja a base de bien a cambio de cama y comida. Lo que es comida, no hay problema, porque el lago proporciona de todo y también tienen su huerta. Además, se han reconstruido las fábricas y los hornos. En el monasterio se produce miel, pan, mermeladas... y una parte se consume dentro y otra se vende fuera. Ahí, en la foto de arriba, están las fábricas.
La iglesia central, ésta sí, se ha reconstruido de cabo a rabo y desde todos los ángulos posibles. Y les ha quedado pero que muy bien. Ahí arriba hay un reloj en una de las torres puntiagudas, y se ve que marca las doce menos cuarto. Lo que pasa es que, cuando hice la foto, era la una y veinte. Veamos el reloj desde un poco más cerca.
En este reloj siempre son las doce menos cuarto. El mensaje que trata de transmitir al visitante es que, al acabar el día, el cristiano siempre debe dejar quince minutos para la oración y para revisar qué es lo que ha hecho durante el mismo.
Y, para acabar, un pequeño detalle que ya vimos. Una placa, en ruso y en polaco, rememora a los prisioneros polacos que luego fueron asesinados en Kalinin y que aparecieron en las fosas comunes de Katýn, muchos de los cuales estuvieron prisioneros en la isla de Stolobny.
Y con esto nos vamos del monasterio ¿Demasiada paz? Puede. Así que ha llegado el momento de abandonar la vida monástica y volver, en la siguiente entrada, al mundanal ruido procedente de la ciudad más poblada de Europa.
Echaremos de menos el monasterio, ya lo creo...
sábado, 2 de octubre de 2010
Haciendo leña del árbol caído
Cuando van pasando los días desde el bombazo de la destitución de Luzhkov, la gente ya le va faltando al respeto.
La señora alta que lleva de la mano a Jorgito es Elena Baturina, su esposa, que tiene bastantes posibles. Cuando se casó con Luzhkov, debía tener como la mitad de edad de su marido, y el doble de estatura. No he encontrado fotos de aquella época, pero no creo que Luzhkov se casara con ella por su dinero, porque entonces no lo tenía. Supongo que debe ser muy simpática...
Cuando llegué por aquí, Baturina se dedicaba a las cosas de plástico. De hecho, todos los cubiertos desechables de Moscú los fabricaba ella. Luego comenzó a ver que donde estaba la pasta gansa era en la construcción y se fue dedicando a este negocio, y la verdad es que le ha ido bien. Posiblemente podrá mantener a su marido, aunque éste, con la pensión de ex-gobernador y los beneficios que mantendrá, tampoco parece que vaya a pasar estrecheces.
La señora alta que lleva de la mano a Jorgito es Elena Baturina, su esposa, que tiene bastantes posibles. Cuando se casó con Luzhkov, debía tener como la mitad de edad de su marido, y el doble de estatura. No he encontrado fotos de aquella época, pero no creo que Luzhkov se casara con ella por su dinero, porque entonces no lo tenía. Supongo que debe ser muy simpática...
Cuando llegué por aquí, Baturina se dedicaba a las cosas de plástico. De hecho, todos los cubiertos desechables de Moscú los fabricaba ella. Luego comenzó a ver que donde estaba la pasta gansa era en la construcción y se fue dedicando a este negocio, y la verdad es que le ha ido bien. Posiblemente podrá mantener a su marido, aunque éste, con la pensión de ex-gobernador y los beneficios que mantendrá, tampoco parece que vaya a pasar estrecheces.