No saben mis padres de lo que se libraron: otro hermano mío también nació en agosto, y el tercero nació en víspera de festivo, con lo cual se escaquearon de fiestas de cumpleaños por los restos. Si no fuera porque no es sencillo de organizar, yo diría que lo hicieron adrede.
Mi primogénita comparte conmigo una caraterística: nació en agosto. Y la segunda en víspera de festivo brutal y en pleno período vacacional. El único que nació en fecha celebrable es Ame. Con lo cual yo debería estar tranquilísimo y, con tal de comprar una tarta de cumpleaños y velitas para poner encima, asunto resuelto.
Ni de coña.
Cuando yo era pequeño, los pocos cumpleaños a los que fui fueron en casa de los homenajeados. Si éramos pequeños, los padres preparaban bocadillos y una tarta y nos cedían el salón para celebrarlo; cuando crecimos más, ya se iban discretamente a pasear por la calle y nos dejaban el terreno expedito.
En mi casa, las cosas comenzaron a torcerse cuando Abi alcanzó una edad rebelde. Nueve años, a ojo, debió de ser. Una edad difícil (como los diez, los once... los veintisiete...).
- Quiero celebrar mi cumpleaños.
- Claro. En agosto, en España, con los primos Duralex y Sedlex. Te pilla de vacaciones.
- No, no lo entiendes. Yo lo quiero celebrar aquí.
- ¿Aquí?
- Sí, en Moscú.
- Pero si en agosto todas tus amigas están fuera de la ciudad. Si te quedas aquí, te vas a aburrir.
- Pues yo quiero celebrarlo aquí.
- Como no sea cuando volvamos...
Primer fallo. No hay que ceder en este punto importante. Nada. No hay que abrir la puerta. Los cumpleaños se celebran el día del cumpleaños, y punto, no al mes siguiente.
- ¡Vale! ¡Vale! ¡Cuando volvamos!
- Pero si ya habrá pasado un mes...
- ¡Pero tú lo dijiste!
- ¿Yo? ¿Que yo...?
- ¡Sí!
Bueno, la cosa se pone fea.
El primer año celebramos un cumpleaños en casa, y la cosa resultó bastante agotadora. Pero resulta que, en Moscú, celebrar un cumpleaños en casa, aunque sucede, no es muy habitual. En primer lugar, porque la gente tiene casas más bien pequeñas, y tanto niño como acude pues como que no cabe y el resultado es que algo se rompe o se ensucia. En segundo lugar porque no está de moda. Lo fetén, lo molón y lo guay es ir a un centro de ocio y encargar allí un fiestón. En tercer lugar, porque en Moscú la gente tiene un hijo y ya está, y a ese hijo lo malcr... agasajan cosa mala y lo cubren de minicaprichitos, como el fiestón de cumpleaños en el centro de ocio que, incidentalmente, sólo está al alcance de bolsillos razonablemente llenos, porque, a poco que invites a media clase, vas a ver que la fiestecita te sale más cara que tu propia boda.
Yo no sé cómo diantre se apañan los padres en España, si celebran en casa y punto o si se conforman con llevar una bolsa de caramelos al colegio, como hacían mis compañeros, incluso los del colegio de pago al que acabé yendo, pero esto de aquí es la leche. Si tenéis datos recientes, ayudadme.
El punto de inflexión de la situación llegó después de retirar los restos del
- ¿Y si la próxima vez hiciéramos la fiesta fuera de casa?
- ¡¡¡¡¡¡Síiiiii!!!!!!
- Eh... esto... podríamos pensarlo, sí...
- ¡Ro, papá ha dicho que vamos a hacer la próxima fiesta de cumpleaños fuera de casa!
- ¿Que yo...?
- ¡Bien, Abi! ¡Bieeeeeen!
- Pero si yo...
- ¡Lo has prometido!
- ¿Prometido? ¿Yo?
- ¡Sí!
El cerco se estrechaba.
Maaaaaadre del amor hermoso... Si en algún momento hablo de mi reloj biológico y comento la idea de tener hijos, recuérdame estas cosas, anda...
ResponderEliminarBesitos
PD: Por cierto, felicidades a todos!!! (aunque sea con retraso)
Felicidades con retraso.
ResponderEliminarYa se sabe, niños, criaturas celestiales :) Al mío aún le queda pero en Alemania sigue siendo en casa.
Pues creo que en España la norma empieza a ser celebrar el cumpleaños fuera. No tengo hijos, pero por lo que veo en mi entorno a mí me da esa impresión, muy especialmente en establecimientos tipo Mac Donald y en "centros de ocio" como tú dices.
ResponderEliminarSaludos
Esther, ¿retraso? Naaaa... dos meses, aún se puede celebrar otra vez.
ResponderEliminarKeithania, Alemania mola.
Fernando, aquí, celebrar un cumpleaños en un Mac sería por lo menos humillante. El niño que pasara por eso no podría volver a mirar a la cara a sus compas. Hace unos años sí, pero ya pasó.