Tver mola mucho, incluso hoy, cuando la mayoría de sus monumentos antiguos están hechos una pena, pero la tarde la pasamos en Domotkánovo, un pueblecito a unos diez kilómetros de la ciudad en donde nos enseñaron el único museo de Rusia dedicado a un pedazo de pintor: Valentín Serov. En realidad, Domotkánovo no es sino un caserón y un terreno con varias casitas que, en su día, perteneció a un íntimo amigo de Serov y donde éste se metía en plan gorrón siempre que le parecía bien. Se ve que los artistas siempre han sido un poco golferas.
Como Serov, gorrón o no, es pero que muy bueno, sus obras no están en el museo que lleva su nombre. Lo único que hay allí son copias, y algunas veces no demasiado logradas. Las obras originales están en la Galería Tretyakov, en el Museo Ruso, o en el Museo de Pintura de Minsk. No obstante, nos pasearon por las cuatro salas de la casa mientras la guía y directora del museo nos ponía al día de la biografía, vida y milagros de Serov y de su anfitrión.
El caserón donde vivieron los dueños y el pintor está en estado ruinoso, hasta el punto de que nos advirtieron severamente de que no se nos ocurriera acercarnos demasiado a las paredes por si caía algo desde arriba. Y es que, tras la revolución, los dueños acabaron por poner pies en polvorosa, con buen criterio, y Domotkánovo pasó a manos de un koljós, una especie de cooperativa laboral agrícola, que tal fue el sistema con el que los comunistas organizaron mayormente la producción agrícola en la Unión Soviética. El koljós debía saber algo de cultivar patatas (y aun de esto habría mucho de que hablar), pero lo de conservar edificios estaba definitivamente fuera de sus habilidades, de manera que el caserón principal pasó a almacén de áperos y, con el tiempo, a nido de ratas a medio derribar, estado en el que permanece aún hoy, a despecho de que el koljós haya desaparecido y el caserón, como toda la propiedad adyacente, haya pasado a formar parte de los bienes con los que se ha dotado al museo. Como edificio principal del mismo, sin embargo, se usa la antigua casa de invitados y sus cuatro habitaciones.
A la salida de la visita nos pusieron la mesa en el bosque, al aire libre, porque el clima lo permitía y hasta lo exigía, tal es el calor que habíamos pasado dentro de la casa. Además, la cena consistía mayormente en productos cultivados y elaborados allí. Así, los tomates sabían realmente a tomate, el queso estaba muy bien y la smetana y el requesón estaban para chuparse los dedos. Entonces salieron a relucir unas jarras de un líquido de color marrón.
- ¿Eso que es?
- Eso es nuestra famosa domotkánovka - dijo la directora.
- Famosa... ¿qué?
- Domotkánovka. Todo el mundo está de acuerdo en alabarla.
Evidentemente, era una bebida alcohólica. Muy alcohólica. Puesto que la servían y hasta la alababan, supuse que no me quedaría ciego si la probaba. Se fue sirviendo todo el mundo, y la gente levantó sus vasitos.
- ¡Por el viaje y por habernos conocido! - gritó uno.
- ¡Por el viaje y por habernos conocido! - respondimos todos, y nos echamos los vasos a los labios.
Pffffff... qué sensación. Tragué un poco de aquel mejunje infernal y pillé enseguida un pedazo de pan para que lo empapara y no se paseara por mi estómago destrozando las paredes.
Los demás no se dieron tanta prisa en comer. A los demás les gustó. Bueno, la verdad es que ni siquiera habían protestado mucho del hotel, así que no sé de qué me estaba asombrando.
- ¡Qué bien! ¡Qué fuerte!
- Es un buen samogón, sí, señor.
- Sírvame más.
- ¿Le sirvo a usted? - me preguntó mi vecino de mesa.
- No, déjelo, todavía me queda un poquito en el vaso.
- Vale, vale...
La guía ya nos había advertido de que no habría mucha cantidad del brebaje ése, así que, contra la costumbre de los rusos de ofenderse si alguien no bebe, en esta ocasión hicieron una excepción y pensaron que, si no bebía yo, saldrían a más. Todos contentos.
Uno de los objetivos de la ingestión alcohólica, como sabemos todos los que hemos tenido diecisiete años alguna vez, consiste en desinhibirse. Los españoles, con el tiempo, ya nos desinhibimos solos, a veces incluso demasiado, pero los rusos siguen bastante cortados a edades avanzadas y continúan con la ayuda etílica.
Hay que decir, eso sí, que la ayuda funciona. Treinta y pico tíos que por la mañana no se conocían de nada, en cuanto estuvieron un poco chispas y apareció una señora del museo con un acordeón, se pusieron a cantar con muchísimas ganas. Conseguimos destrozar "Podmoskovskye vecherá" y casi todas las canciones más conocidas; se cantaron tantas canciones de la guerra (la de 1941-1945, que es la única que ha habido y habrá) que estuve por mirar por encima de la valla, a ver si había algún malvado Gruppenführer acechando.
Y luego estaban las dos señoras que se sentaban justamente frente a mí. Pero a ésas les toca capítulo aparte.
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
lunes, 30 de agosto de 2010
viernes, 27 de agosto de 2010
Más zonas cursi
¿Pensabais que únicamente Moscú era un lugar de concentración de la cursilería rampante y suspirante? Pues nada de eso. La coentor y la cursilería afectan universalmente a toda Rusia.
A los rusos hay que comprenderlos. Se han pasado la tira de años sometidos al bolchevismo uniformizante, comprando los mismos muebles, vistiendo las mismas ropas y haciendo las mismas cosas. Se acabó el comunismo, y les ha entrado la sed por destacar, por destacar como sea y a costa de lo que sea. En España, nos hemos dedicado a comprar coches y viviendas que no nos podemos permitir; en Rusia, de las viviendas pasan bastante, pero de los coches no y, de propina, hacen ostentación de un montonazo de cosas que a nosotros, en España, aún no se nos han ocurrido.
Por ejemplo, a la hora de declararse a una mujer. En España, el chico dice a la chica algo así como "¿Quieres salir conmigo?", por las buenas y, como mucho, tras haberla invitado a una fanta, o incluso a dos. La chica acepta, o no, y ya tenemos, o no, una relación en marcha que luego ya veremos si termina en la vicaría y hasta que la muerte los separe o como el rosario de la aurora.
Aquí, no.
Aquí a las chicas hay que mimarlas mucho, lo cual, para un español, es muy cansado. Los rusos las tienen muy mal acostumbradas, les regalan flores a troche y moche, cargan con sus abrigos (y cómo pesan los condenados), las acompañan a casa (y algunas pueden vivir lejísimos) y, en suma, las hacen sentir como princesitas de cuento de hadas. Todo ello para que cuando llegue la pregunta mágica, la chica les dé el sí.
Pero como hay mucho ruso regalando flores, pelando la pava, besando los pies, llevando el quintal de abrigo de pieles que llevan, cediendo el paso cortésmente y regalando el oído de la rusita con lindezas, destacar resulta difícil. En lo tocante al cortejo, casi todo está inventado y no hay mucho que hacer ¿No? ¡Claro que sí! La cuestión es echarle imaginación al asunto y distinguirse del vecino y, en eso, los rusos son únicos. Si hay que ser hortera, se es, pero distinguirse es una obligación.
¿Que a tu chica ya no le caben más flores en su casa, ni en la de la vecina?
¿Que ya no se te ocurren más zalamerías que escribir en los SMS?
¿Que ya habéis visto todas las películas de todos los cines de la ciudad, y a tu chica ya hasta le cuesta abrir esos ojos tan bonitos que tiene, de tanta penumbra que ha padecido entre cines y teatros?
¿Que ya tiene más zapatos que Imelda Marcos, y no le da tiempo a ponerse ni la mitad?
No pasa nada. Siempre te queda el recurso de proclamar tus sentimientos a los cuatro vientos y, para ello, nada mejor que recurrir al marketing y contratar vallas publicitarias. Serà per diners. Y así, uno sale del hotel de Tver espantado por lo que ha visto y se encuentra con esta imagen que le reconcilia con el género humano.
"¡Nadiusha! ¡Te quiero! Tu Konstantin"
Después de esto, como Nadiusha no se dé por enterada...
A los rusos hay que comprenderlos. Se han pasado la tira de años sometidos al bolchevismo uniformizante, comprando los mismos muebles, vistiendo las mismas ropas y haciendo las mismas cosas. Se acabó el comunismo, y les ha entrado la sed por destacar, por destacar como sea y a costa de lo que sea. En España, nos hemos dedicado a comprar coches y viviendas que no nos podemos permitir; en Rusia, de las viviendas pasan bastante, pero de los coches no y, de propina, hacen ostentación de un montonazo de cosas que a nosotros, en España, aún no se nos han ocurrido.
Por ejemplo, a la hora de declararse a una mujer. En España, el chico dice a la chica algo así como "¿Quieres salir conmigo?", por las buenas y, como mucho, tras haberla invitado a una fanta, o incluso a dos. La chica acepta, o no, y ya tenemos, o no, una relación en marcha que luego ya veremos si termina en la vicaría y hasta que la muerte los separe o como el rosario de la aurora.
Aquí, no.
Aquí a las chicas hay que mimarlas mucho, lo cual, para un español, es muy cansado. Los rusos las tienen muy mal acostumbradas, les regalan flores a troche y moche, cargan con sus abrigos (y cómo pesan los condenados), las acompañan a casa (y algunas pueden vivir lejísimos) y, en suma, las hacen sentir como princesitas de cuento de hadas. Todo ello para que cuando llegue la pregunta mágica, la chica les dé el sí.
Pero como hay mucho ruso regalando flores, pelando la pava, besando los pies, llevando el quintal de abrigo de pieles que llevan, cediendo el paso cortésmente y regalando el oído de la rusita con lindezas, destacar resulta difícil. En lo tocante al cortejo, casi todo está inventado y no hay mucho que hacer ¿No? ¡Claro que sí! La cuestión es echarle imaginación al asunto y distinguirse del vecino y, en eso, los rusos son únicos. Si hay que ser hortera, se es, pero distinguirse es una obligación.
¿Que a tu chica ya no le caben más flores en su casa, ni en la de la vecina?
¿Que ya no se te ocurren más zalamerías que escribir en los SMS?
¿Que ya habéis visto todas las películas de todos los cines de la ciudad, y a tu chica ya hasta le cuesta abrir esos ojos tan bonitos que tiene, de tanta penumbra que ha padecido entre cines y teatros?
¿Que ya tiene más zapatos que Imelda Marcos, y no le da tiempo a ponerse ni la mitad?
No pasa nada. Siempre te queda el recurso de proclamar tus sentimientos a los cuatro vientos y, para ello, nada mejor que recurrir al marketing y contratar vallas publicitarias. Serà per diners. Y así, uno sale del hotel de Tver espantado por lo que ha visto y se encuentra con esta imagen que le reconcilia con el género humano.
"¡Nadiusha! ¡Te quiero! Tu Konstantin"
Después de esto, como Nadiusha no se dé por enterada...
miércoles, 25 de agosto de 2010
Reseña de libros
Hace un par de semanas, apareció una entrada sobre los manuales que se emplean para la enseñanza del ruso en España. La entrada, basada en mi experiencia propia, no era muy elogiosa que digamos, y daba pocas esperanzas al comentarista que pedía consejos para aprender ruso en España.
Sin embargo, otro comentarista ha tenido la gentileza de compartir su experiencia y de recomendar un manual que conoce. Así que en la entrada de hoy toca hacer una pausa sobre mi experiencia con los hoteles de Tver y con el viaje organizado ruso en general, y ceder la palabra al comentarista, que aquí ha firmado con el seudónimo de Ditifet.
De la pág. 5 a la 40 hay una introducción general. De la 43 a la 67, Gramática. De la 67 a 223, Palabras y frases frecuentes. De la 225 a 302, Vocabulario básico. Todo el libro está escrito en ruso, salvo sus correspondientes traducciones al español y catalán de las palabras, frases, y vocabulario. En realidad está pensado para rusos que quieran viajar a España/Cataluña y necesiten tener unos conociemientos mínimos de palabras y expresiones elementales. Es de tamaño reducido, y cabe en bolsillos grandes.
Desconozco los manuales actuales que se utilizan en Rusia para aprender español, aunque hace algunos años pude ver dos de ellos. Además de parecerme métodos de tortura mental en lugar de libros de enseñanza, no creo que fuera posible aprender español con ellos, y sólo podían acarrear sentimientos de impotencia y frustración a sus víctimas. Así que a los amigos rusos que tenga interesados en aterrizar por España, pero que no deseen hacer un curso de español, en mi opinión les puede resultar de interés esta pequeña obra. También para aquellos que se establezcan para vivir en Cataluña, y quieran empezar a practicar el catalán.
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Catàleg ·
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de llibres ·
- Autors
- 309 pàgines
11,0 x 18,0 cm
RUSTICA - Preu
10,5 € - Referència
OMAG758 - ISBN
9788482644653 - Gènere
- - Segell Editorial /
Colecció
LA MAGRANA
VARIA - Data de publicació
31/05/2003
Guia de conversa ruso - català -
castellà
MONTSERRAT BAYARRI
LOURDES MANS
RBA Libros ·
Qui som ·
Nota legal ·
Castellano
Es interesante que los catalanes se hayan esforzado en disponer de material en catalán para quienes quieran aprender ruso. Y no es malo, ni mucho menos; al contrario, me da la impresión que con frecuencia es mejor que los textos que sufrimos en castellano. Hace muchos años, pero muchos, ya ni recuerdo por qué, gané un premio en la Escuela de Idiomas, y la directora del departamento de ruso me hizo entrega del mismo. Por fortuna, el premio era flexible en su materialización.
- ¿Tienes el Nogueira? (es un diccionario)
- Sí, ya lo tengo.
- ¿Y el libro de textos?
- Pues también.
- ¿Y los casetes (fijaos si hace tiempo) con canciones soviéticas?
- Sí, también los tengo.
- Ah, pero seguro que no tienes el diccionario catalán-ruso.
Me quedé mirándola con cara de tonto, preguntándome para qué narices quería ella ese diccionario de catalán, puesto que hablaba tanto catalán como yo estonio. Supongo que la editorial se lo habría regalado, o que había que gastarse el presupuesto del departamento para compra de libros y no consiguieron encontrar nada mejor.
- Pues no, no tengo el diccionario catalán-ruso.
- Pues ahora sí que lo tienes.
Y me entregó dos tomos de un diccionario catalán-ruso y ruso-catalán que me llevé a casa algo perplejo. Lo curioso es que luego los terminé utilizando, y que la verdad es que es un diccionario bastante mejor estructurado que el Nogueira y muy sencillo de manejar. Y, si supiera catalán, ya sería la leche, pero así y todo me ha servido de ayuda en muchísimas ocasiones, al menos hasta que dejé de lado los diccionarios bilingües.
Así que ni mucho menos hay que mirar de perfil el libro que nos recomienda Ditifet por el hecho de que una parte esté en catalán. Al contrario, eso es una recomendación, porque en Cataluña deben tener unos departamentos de ruso muy buenos, porque les salen cosas muy notables y que pueden servir de mucha ayuda. Así que ahí queda la referencia.
lunes, 23 de agosto de 2010
El hotel "Turist"
Os aseguro que en mi vida he estado en hoteles indecentes como pocos, pero el Hotel Turist, de Tver, se lleva la palma de la indecencia.
Uno de los del grupo, en vista del calor que estaba haciendo, preguntó si en el hotel había aire acondicionado. Almas de cántaro...
La guía sonrió nerviosamente y dijo que no, que no había aire acondicionado.
- Cuando lleguemos al hotel, yo estaré abajo y, si no les gusta la habitación, podemos ver si se puede cambiar. Miren si hay agua caliente, si las sábanas y las toallas están limpias.
Y, efectivamente, no había que darlo por hecho.
Llegué a la habitación y me sentí rejuvenecido. El olor a calor pegajoso y el aspecto general de aquel sitio, que en España no valdría para celda de castigo, me quitó quince años de encima, porque era el tipo de tugurios por los que me movía cuando me iba los fines de semana a conocer Rusia por mi cuenta... hace quince años. Después, los viajes de trabajo ya eran a hoteles decentes. No de cinco estrellas, pero sí decentes.
El agua caliente, tras bajar a recepción medio grupo a ver qué pasaba con ella, resultó que sólo salía después de dejar correr el agua un cuarto de hora.
Las sábanas y las toallas parecía que no estaban mal del todo, a diferencia de las manchas de la pared, que supongo que eran de la grasa sudorosa de anteriores huéspedes. Así que dije que bueno, que vale. Es verdad que al abrir el armario había salido una polilla enfadadísima, pero, bueno, siendo sólo para una noche, por una polilla tampoco iba a armar un jaleo.
Por la noche la cosa empeoró cuando descubrí que alguno de los anteriores inquilinos había pegado chicle en el respaldo de una de las sillas. Menos mal que había dos sillas.
Luego vi que quienquiera que hubiese arreglado la habitación no consideró necesario cambiar el vaso del cuarto de baño, donde el anterior huésped había tenido el detalle de tirar un sobre de pasta de dientes, posiblemente ignorante de que había una papelera estupenda. Tuve que lavarme los dientes bebiendo directamente de una botella que había comprado. Porque del agua local y de su olor metálico no me fiaba nada.
En un rinconcito, uno o varios de los huéspedes que me precedieron en el uso y disfrute de la habitación habían creado un pequeño cementerio de las moscas y mosquitos que tuvieron la osadía de pretender compartir su estancia con ellos. Es reconfortante ver que la afición por la caza menor no se extingue.
El desayuno era potente: dos salchichas con arroz y una taza de té. Empezando el día con energía.
Cuando ya salía, no pude contenerme y tuve que preguntar a la recepcionista, como si fuera a volver por mi cuenta, cuánto costaba una habitación.
- Mil doscientos rublos, la individual; mil ochocientos, la doble.
- Gracias - respondí, conteniendo la risa.
Pues eso, la individual anda por el equivalente a treinta euros, y por el equivalente a cuarenta y cinco la doble. Para lo que es el hotel, un timo, porque el precio justo sería que te pagaran por dormir en esa habitación. Y, aun así, conmigo que no contaran.
- ¿Qué tal la habitación? - me preguntó la guía al día siguiente.
- Es admirable. Jamás había visto esto en mi país.
viernes, 20 de agosto de 2010
En Tver (II)
En la orilla izquierda del Volga se encuentra el renombrado monasterio Cadete de la Ascensión, fundado en 1265. Las crónicas dicen que su fundador fue el cadete Grigorii, que servía al prínicpe Yaroslav, y cuenta una leyenda entera sobre el infeliz Grigorii, que perdió a su novia, a la cual se la llevó el príncipe, y que decidió por ello tomar los hábitos. El monasterio Cadete tiene la triste gloria histórica de ser el lugar de encierro de dos personalidades destacadas: Maksim Grek y el metropolitano Filipp, a quien llegó aquí su final a manos de Malyuta Skuratov. Filipp fue primero depuesto por Iván el Terrible por haber criticado abiertamente sus injusticias, y después asesinado por su negativa a bendecir al Zar por su heroísmo "castrense" para "pacificar" Novgorod. El monasterio fue incendiado por los oprichniki. Hasta hoy se conserva la celda de Filipp, donde tuvo su final martirial. Sobre la celda se construyó un templo. La propia celda es visitada por los fieles y asombra por su fresco, que representa a Filipp reprochando al Zar que hubiera entrado con los oprichniki en la iglesia con la cabeza cubierta. Las reliquias del santo fueron trasladadas primero al monasterio de las Solovkí, y después a Moscú.
Los bolcheviques tenían especial manía a los monasterios. De hecho, los cerraron todos, hasta el punto de sólo hay un monasterio ortodoxo en suelo ruso que jamás fue cerrado, el de Pechory. La razón no es que los comunistas lo perdonaran, sino que entre 1920 y 1945 Pechory no perteneció a Rusia, sino a Estonia, que era independiente y carecía de los odios ateístas de los soviets. Para 1945, Stalin se había calmado algo y ya no buscaba tanto sus enemigos entre el clero (al que tenía bastante infiltrado), sino entre judíos, médicos, barrenderos, agentes de seguros... uff, no sigo que me canso... bueno, Stalin buscaba enemigos por cualquier lugar.
El monasterio de la Ascensión fue simplemente mutilado. Le quitaron los muros, unas cuantas iglesias, los edificios comunes necesarios para la vida monástica, dejaron una iglesia monda y lironda (la de la foto) y le agregaron un birloncho indecente y una zona verde por delante.
De entre los demás monumentos de la antigüedad en Tver hay que señalar el monasterio femenino de la Natividad, situado a la orilla del río Tmaka, con un icono prodigioso de la Virgen, y el monasterio masculino de la Ascensión, a cuatro verstas de la ciudad, con las reliquias de su fundador, San Arsenio.
En este monasterio fue encerrado el zarevich Alejo Petrovich, y la iglesia de Alejo es un recuerdo de este hecho.
Ahora está hecho hasta tal punto un desastre que los guías turísticos lo evitan pudorosamente. Tras el golpe de Estado que comúnmente se conoce como Revolución Soviética, los bolcheviques, en su línea, comenzaron a desmontar partes del monasterio, de donde ya habían tirado a los monjes, para usarlas como material de construcción, ya en 1930. Después montaron dentro del monasterio un taller de reparación de aviones, y en la catedral, directamente, una tienda. cuando en 1941 los soviéticos se retiraron de Kalinin (como sabemos, así se llamaba Tver entonces) ante el avance de la Wehrmacht, volaron la catedral, el refectorio, dos iglesias, la residencia y una capilla. Tras la guerra se montó un almacén de material militar y, ya definitivamente, perdió la consideración de monumento protegido. Hoy están intentando recuperar algo y volverlo a proteger, pero me da a mí que lo tienen chungo.
Entre los monumentos de Tver es imprescindible incluir también el palacio construido bajo Catalina II; en el palacio había un jardín, en el cual el historiador Karamzin leyó a Alejandro I los primeros capítulos de su trabajo. En una de las alas del palacio hay un museo, verdadero orgullo de Tver. Aquí se han reunido alrededor de quince mil objetos diferentes, que de una u otra forma describen la vida pasada de la región. Todo lo que puede interesar al historiador, al arqueólogo o al amante de la antigüedad, está aquí a la vista: tumbas, iconos, modelos, alhajas, ropa, armas, monedas, escritos y así sucesivamente.
El museo está abierto a diario y puede ser visitado gratuitamente desde las 10 de la mañana hasta las 4 de la tarde.
Bueno, se conserva algo de todo lo que pudo ver Gilyarovsky en su viaje, no vayamos a creer. El palacio, en los turbulentos tiempos revolucionarios, se convirtió en la sede la cheka de Tver, cuyo nombre en fino era el siguiente: "Comisión Extraordinaria para la lucha frente a la Contrarrevolución y el Sabotaje". Lo de la lucha frente a la contrarrevolución les salió bien, indudablemente, pero, a la vista del cochambroso estado en que se encuentra ahora mismo el edificio, donde no hay nada que pueda interesar ni al historiador, ni al arqueólogo, ni al amante de la antigüedad, cabe preguntarse si no hubiera sido mejor dejar hacer a los saboteadores.
Los bolcheviques tenían especial manía a los monasterios. De hecho, los cerraron todos, hasta el punto de sólo hay un monasterio ortodoxo en suelo ruso que jamás fue cerrado, el de Pechory. La razón no es que los comunistas lo perdonaran, sino que entre 1920 y 1945 Pechory no perteneció a Rusia, sino a Estonia, que era independiente y carecía de los odios ateístas de los soviets. Para 1945, Stalin se había calmado algo y ya no buscaba tanto sus enemigos entre el clero (al que tenía bastante infiltrado), sino entre judíos, médicos, barrenderos, agentes de seguros... uff, no sigo que me canso... bueno, Stalin buscaba enemigos por cualquier lugar.
El monasterio de la Ascensión fue simplemente mutilado. Le quitaron los muros, unas cuantas iglesias, los edificios comunes necesarios para la vida monástica, dejaron una iglesia monda y lironda (la de la foto) y le agregaron un birloncho indecente y una zona verde por delante.
De entre los demás monumentos de la antigüedad en Tver hay que señalar el monasterio femenino de la Natividad, situado a la orilla del río Tmaka, con un icono prodigioso de la Virgen, y el monasterio masculino de la Ascensión, a cuatro verstas de la ciudad, con las reliquias de su fundador, San Arsenio.
En este monasterio fue encerrado el zarevich Alejo Petrovich, y la iglesia de Alejo es un recuerdo de este hecho.
Ahora está hecho hasta tal punto un desastre que los guías turísticos lo evitan pudorosamente. Tras el golpe de Estado que comúnmente se conoce como Revolución Soviética, los bolcheviques, en su línea, comenzaron a desmontar partes del monasterio, de donde ya habían tirado a los monjes, para usarlas como material de construcción, ya en 1930. Después montaron dentro del monasterio un taller de reparación de aviones, y en la catedral, directamente, una tienda. cuando en 1941 los soviéticos se retiraron de Kalinin (como sabemos, así se llamaba Tver entonces) ante el avance de la Wehrmacht, volaron la catedral, el refectorio, dos iglesias, la residencia y una capilla. Tras la guerra se montó un almacén de material militar y, ya definitivamente, perdió la consideración de monumento protegido. Hoy están intentando recuperar algo y volverlo a proteger, pero me da a mí que lo tienen chungo.
Entre los monumentos de Tver es imprescindible incluir también el palacio construido bajo Catalina II; en el palacio había un jardín, en el cual el historiador Karamzin leyó a Alejandro I los primeros capítulos de su trabajo. En una de las alas del palacio hay un museo, verdadero orgullo de Tver. Aquí se han reunido alrededor de quince mil objetos diferentes, que de una u otra forma describen la vida pasada de la región. Todo lo que puede interesar al historiador, al arqueólogo o al amante de la antigüedad, está aquí a la vista: tumbas, iconos, modelos, alhajas, ropa, armas, monedas, escritos y así sucesivamente.
El museo está abierto a diario y puede ser visitado gratuitamente desde las 10 de la mañana hasta las 4 de la tarde.
Bueno, se conserva algo de todo lo que pudo ver Gilyarovsky en su viaje, no vayamos a creer. El palacio, en los turbulentos tiempos revolucionarios, se convirtió en la sede la cheka de Tver, cuyo nombre en fino era el siguiente: "Comisión Extraordinaria para la lucha frente a la Contrarrevolución y el Sabotaje". Lo de la lucha frente a la contrarrevolución les salió bien, indudablemente, pero, a la vista del cochambroso estado en que se encuentra ahora mismo el edificio, donde no hay nada que pueda interesar ni al historiador, ni al arqueólogo, ni al amante de la antigüedad, cabe preguntarse si no hubiera sido mejor dejar hacer a los saboteadores.
miércoles, 18 de agosto de 2010
En Tver (I)
En el siguiente capítulo, tras describir los comienzos del Volga, Gilyarovsky llega, como yo, a Tver. Y dice así:
Si el turista alcanza Tver desde el lado de la vía férrea, se encontrará con una gran incomodidad: la lejanía entre la estación y la ciudad. No hay un precio fijo para los cocheros, pero los precios habituales para los trayectos entre la estación y la ciudad, o hasta el muelle, es de 25 a 30 kopeks; dentro de la ciudad entre 10 y 15 kopeks; de la ciudad a la estación, entre 30 y 40 kopeks, y al muelle entre 15 y 20 kopeks. En el tranvía eléctrico que une la ciudad con la estación y la fábrica de la cooperativa "Tverskaya Manufaktura", la tarifa es de 5 kopeks por trayecto. El mejor hotel es el "Central", en la calle Tryojsvyatskaya, en el centro de la ciudad, cerca del muelle, con un excelente restaurante. Las habitaciones cuestan entre 50 kopeks y tres rublos al día. Aquí hay todo tipo de comodidades, incluyendo teléfono (se puede hablar con San Petersburgo y con Moscú). Más baratos son los hoteles "London", en la esquina entre la Tryojsvyatskaya y la Semionova, y el "Miller", junto al muelle.
Aaaaahh, los hoteles de Tver. Van a ser materia de una próxima entrada, ya lo creo. Pero sigamos con Gilyarovsky.
A partir de Tver comienza el curso del conocido como Alto Volga, si no contamos la parte del Volga hasta Tver. A partir de Tver comienza la navegación regular, que en algunos lugares se detiene por completo por la poca agua.
La ciudad de Tver se distingue por una disposición pintoresca a ambas orillas de Volga. A través de la orilla derecha discurre el riachuelo Tmaka, mientras que la izquierda la atraviesa el río Tvertsá. De esta manera, los tres ríos dividen a la ciudad en las siguientes partes: Central, Zatmatskaya, Zavolzhkaya y Zatveretskaya. Entre las partes Central y Zavolzhkaya hay dos puentes: el ferroviario y el de pontones; las demás partes de la ciudad también están unidas por puentes. En la ciudad, pues, hay puentes, agua corriente, gas, electricidad, tranvía y otros logros de la civilización, pero todo esto no sirve ni de lejos a toda la población de la ciudad, pues muchas partes de la ciudad están completamente privadas de comodidades.
La orilla derecha del Volga es más bella que la izquierda; aquí es donde se encuentran las mejores calles: Millionnaya, Tryojsviatskaya, el bulevar Mironositsky. En la calle Millionnaya están las mejores tiendas y casas, el palacio, la catedral, el instituto, la escuela, la duma, la asamblea nobiliaria, etc. Para pasear está el jardín urbano con el restaurante "Kukushka". Lo que es distracciones, en Tver casi no las hay; no hay un edificio especial para el teatro, así que las representaciones se realizan en las instalaciones de la asamblea nobiliaria.
Entretanto, las cosas han cambiado: ya hay teatro fijo, construido en tiempos bolcheviques con el estilo de todos los teatros bolcheviques, es decir, clásico a rabiar y con columnas, porque "el pueblo tiene derecho a las columnas". Lo tenéis en la foto de arriba.
Además de los edificios administrativos localizados en Tver, hay muchos establecimientos científicos y de enseñanza, sociedades deportivas y varios clubes; hay una biblioteca pública municipal y se editan algunas publicaciones periódicas.
En la ciudad hay muchas iglesias antiguas, de ente las cuales atrae especialmente la atención la catedral de la Transfiguración en la calle Millionnaya. La grandiosidad de la construcción asombra al ver el templo desde el exterior, y el esplendor y riqueza del interior aumentan la fascinación general, que no puede transmitir ninguna descripción. Los frescos antiguos, el arte pictórico, el oro, plata y las piedras preciosas producen una impresión imborrable.
En la catedral, en un relicario de plata, descansan los restos del príncipe Mijaíl Tverskoy, traicioneramente asesinado por los tártaros y elevado a los altares. El 24 de julio se realiza una procesión por las calles de la ciudad con las reliquias del santo príncipe.
Las cosas han cambiado un poquito desde 1908. Es bien sabido que los comunistas le tenían ojeriza a la religión y, si no es bien sabido, hay numerosas entradas en esta bitácora que apuntan esa tendencia. Así le fue a la catedral de la Transfiguración, que fue volada en la noche del 3 al 4 de abril de 1935. Había sido construida en 1290, por lo que era el edificio más antiguo de la ciudad, además de su valor religioso.
El arzobispado ortodoxo de Tver y Kashin está por la reconstrucción de la iglesia. Bueno, en realidad, está por la construcción de una copia, porque del original no quedó piedra sobre piedra, pero parece que se conservan datos que permitirían edificar algo similar, tal y como se hizo en Moscú con la Catedral de Cristo Salvador.
Obviamente, no puedo poner una foto con el estado actual de la catedral, que debía estar más o menos donde estaba el pollo ése de la estatua, que atiende por Kalinin y que era el presidente-títere de la URSS cuando quien realmente cortaba el bacalao era el secretario general del Partido Comunista, a la sazón Pepe Stalin. Los comunistas rusos no se conformaban con dedicarse calles, sino que iban a lo grande y se dedicaban ciudades enteras, y así fue como Tver pasó a llamarse Kalinin hasta que la URSS, un buen día (y tan bueno), se desmoronó, y las nuevas autoridades municipales decidieron que ya estaba bien de cachondeo con el nombrecito y que se iban a llamar Tver, como toda la vida.
Más allá del río Tmaka, atrae la atención del turista la iglesia de la Trinidad Blanca, construida en el siglo XVI. Esta iglesia no brilla por sus adornos, pero es valiosa por su antigüedad: por sus sólidos muros y los antiguos frescos.
Ésta sí que se conserva enterita. Los bolcheviques no la tomaron con ella y se limitaron a sabotear todo intento de restauración y a dejarla morir de vieja, cosa que no ocurrió, de manera que ha llegado hasta nuestros días en buena forma y ha sido oportunamente recuperada para el culto. La estuve visitando, pero no le saqué ninguna foto (efectivamente, no brilla por sus adornos, es tirando a sosilla), así que en este caso no podremos comparar el pasado con el presente.
En la próxima entrada creo que tendremos más suerte...
Si el turista alcanza Tver desde el lado de la vía férrea, se encontrará con una gran incomodidad: la lejanía entre la estación y la ciudad. No hay un precio fijo para los cocheros, pero los precios habituales para los trayectos entre la estación y la ciudad, o hasta el muelle, es de 25 a 30 kopeks; dentro de la ciudad entre 10 y 15 kopeks; de la ciudad a la estación, entre 30 y 40 kopeks, y al muelle entre 15 y 20 kopeks. En el tranvía eléctrico que une la ciudad con la estación y la fábrica de la cooperativa "Tverskaya Manufaktura", la tarifa es de 5 kopeks por trayecto. El mejor hotel es el "Central", en la calle Tryojsvyatskaya, en el centro de la ciudad, cerca del muelle, con un excelente restaurante. Las habitaciones cuestan entre 50 kopeks y tres rublos al día. Aquí hay todo tipo de comodidades, incluyendo teléfono (se puede hablar con San Petersburgo y con Moscú). Más baratos son los hoteles "London", en la esquina entre la Tryojsvyatskaya y la Semionova, y el "Miller", junto al muelle.
Aaaaahh, los hoteles de Tver. Van a ser materia de una próxima entrada, ya lo creo. Pero sigamos con Gilyarovsky.
A partir de Tver comienza el curso del conocido como Alto Volga, si no contamos la parte del Volga hasta Tver. A partir de Tver comienza la navegación regular, que en algunos lugares se detiene por completo por la poca agua.
La ciudad de Tver se distingue por una disposición pintoresca a ambas orillas de Volga. A través de la orilla derecha discurre el riachuelo Tmaka, mientras que la izquierda la atraviesa el río Tvertsá. De esta manera, los tres ríos dividen a la ciudad en las siguientes partes: Central, Zatmatskaya, Zavolzhkaya y Zatveretskaya. Entre las partes Central y Zavolzhkaya hay dos puentes: el ferroviario y el de pontones; las demás partes de la ciudad también están unidas por puentes. En la ciudad, pues, hay puentes, agua corriente, gas, electricidad, tranvía y otros logros de la civilización, pero todo esto no sirve ni de lejos a toda la población de la ciudad, pues muchas partes de la ciudad están completamente privadas de comodidades.
La orilla derecha del Volga es más bella que la izquierda; aquí es donde se encuentran las mejores calles: Millionnaya, Tryojsviatskaya, el bulevar Mironositsky. En la calle Millionnaya están las mejores tiendas y casas, el palacio, la catedral, el instituto, la escuela, la duma, la asamblea nobiliaria, etc. Para pasear está el jardín urbano con el restaurante "Kukushka". Lo que es distracciones, en Tver casi no las hay; no hay un edificio especial para el teatro, así que las representaciones se realizan en las instalaciones de la asamblea nobiliaria.
Entretanto, las cosas han cambiado: ya hay teatro fijo, construido en tiempos bolcheviques con el estilo de todos los teatros bolcheviques, es decir, clásico a rabiar y con columnas, porque "el pueblo tiene derecho a las columnas". Lo tenéis en la foto de arriba.
Además de los edificios administrativos localizados en Tver, hay muchos establecimientos científicos y de enseñanza, sociedades deportivas y varios clubes; hay una biblioteca pública municipal y se editan algunas publicaciones periódicas.
En la ciudad hay muchas iglesias antiguas, de ente las cuales atrae especialmente la atención la catedral de la Transfiguración en la calle Millionnaya. La grandiosidad de la construcción asombra al ver el templo desde el exterior, y el esplendor y riqueza del interior aumentan la fascinación general, que no puede transmitir ninguna descripción. Los frescos antiguos, el arte pictórico, el oro, plata y las piedras preciosas producen una impresión imborrable.
En la catedral, en un relicario de plata, descansan los restos del príncipe Mijaíl Tverskoy, traicioneramente asesinado por los tártaros y elevado a los altares. El 24 de julio se realiza una procesión por las calles de la ciudad con las reliquias del santo príncipe.
Las cosas han cambiado un poquito desde 1908. Es bien sabido que los comunistas le tenían ojeriza a la religión y, si no es bien sabido, hay numerosas entradas en esta bitácora que apuntan esa tendencia. Así le fue a la catedral de la Transfiguración, que fue volada en la noche del 3 al 4 de abril de 1935. Había sido construida en 1290, por lo que era el edificio más antiguo de la ciudad, además de su valor religioso.
El arzobispado ortodoxo de Tver y Kashin está por la reconstrucción de la iglesia. Bueno, en realidad, está por la construcción de una copia, porque del original no quedó piedra sobre piedra, pero parece que se conservan datos que permitirían edificar algo similar, tal y como se hizo en Moscú con la Catedral de Cristo Salvador.
Obviamente, no puedo poner una foto con el estado actual de la catedral, que debía estar más o menos donde estaba el pollo ése de la estatua, que atiende por Kalinin y que era el presidente-títere de la URSS cuando quien realmente cortaba el bacalao era el secretario general del Partido Comunista, a la sazón Pepe Stalin. Los comunistas rusos no se conformaban con dedicarse calles, sino que iban a lo grande y se dedicaban ciudades enteras, y así fue como Tver pasó a llamarse Kalinin hasta que la URSS, un buen día (y tan bueno), se desmoronó, y las nuevas autoridades municipales decidieron que ya estaba bien de cachondeo con el nombrecito y que se iban a llamar Tver, como toda la vida.
Más allá del río Tmaka, atrae la atención del turista la iglesia de la Trinidad Blanca, construida en el siglo XVI. Esta iglesia no brilla por sus adornos, pero es valiosa por su antigüedad: por sus sólidos muros y los antiguos frescos.
Ésta sí que se conserva enterita. Los bolcheviques no la tomaron con ella y se limitaron a sabotear todo intento de restauración y a dejarla morir de vieja, cosa que no ocurrió, de manera que ha llegado hasta nuestros días en buena forma y ha sido oportunamente recuperada para el culto. La estuve visitando, pero no le saqué ninguna foto (efectivamente, no brilla por sus adornos, es tirando a sosilla), así que en este caso no podremos comparar el pasado con el presente.
En la próxima entrada creo que tendremos más suerte...
lunes, 16 de agosto de 2010
El viajecito
La primera parada del viaje la hicimos en Klin, a unos sesenta kilómetros de Moscú. La guía destacó el hecho de que hubiera un McDonald's junto al lugar donde habíamos parado, "por si alguien quería desayunar". Ufff...
El caso es que sí, que el grupo en masa entró en el McDonald's para apretarse una hamburguesa. Cierto es que en el Mac se estaba celebrando la semana de la dieta mediterránea, pero creo que la diferencia con el menú habitual consistía en que le ponían una hoja de lechuga suplementaria al BigMac.
En todo caso, aproveché para echar una ojeada al grupo de turistas del que formaba parte. Treinta y tres personas. Cuatro niños, seis hombres y veintiséis mujeres. Veintiséis. Y las había de dos tipos. Alguna que otra jovencita, no más de tres, y una legión de señoronas, muchas con serios problemas de sobrepeso y de antipatía.
La ausencia de hombres era curiosa. Delante de mi estaban sentadas dos mujeres que iban juntas y cuyos maridos las habían acompañado hasta el autobús... para después irse con viento fresco, supongo que de parranda. Los seis hombres éramos el el marido de la señora que consideraba indecente sentarse a mi lado, otro que iba por su cuenta, como yo mismo, otro más entrado en años que estaba pegado a sus cámaras de foto y vídeo, otro muy simpático que iba con su mujer, y uno último que parecía que estuviera de viaje de novios, porque siempre estaba pegado a una chica que digo yo que sería su novia, y no voy a entrar en las razones por las que pienso eso. Eso es todo. Lo demás, señoras.
Tver no está demasiado lejos de Moscú. La cantinela de la guía Margarita continuó impertérrita, y se hizo algo más enfática al pasar a la región de Tver, donde hicimos la segunda parada, en Gorodnyá, un pueblecito con una iglesia muy bonita y donde pudimos bajar a tener nuestro primer contacto con el Volga.
El Volga no es un río cualquiera, no. Nada de eso. El Volga es el río por antonomasia, el más largo de Europa y cuya cuenca abarca buena parte de la Rusia europea, además de pasar por ciudades, además de Tver, como Yaroslavl, Nizhny Nóvgorod, Kazán, Simbirsk, Tsaritsyn o Astraján. Sí, he dicho Simbirsk y Tsaritsyn, aunque hoy su nombre oficial es Uliánovsk y Volgogrado, y ésta última es mucho más conocida bajo su nombre de guerra: Stalingrado.
Bonita iglesia, y a seguir camino a nuestro destino: a Tver.
El caso es que sí, que el grupo en masa entró en el McDonald's para apretarse una hamburguesa. Cierto es que en el Mac se estaba celebrando la semana de la dieta mediterránea, pero creo que la diferencia con el menú habitual consistía en que le ponían una hoja de lechuga suplementaria al BigMac.
En todo caso, aproveché para echar una ojeada al grupo de turistas del que formaba parte. Treinta y tres personas. Cuatro niños, seis hombres y veintiséis mujeres. Veintiséis. Y las había de dos tipos. Alguna que otra jovencita, no más de tres, y una legión de señoronas, muchas con serios problemas de sobrepeso y de antipatía.
La ausencia de hombres era curiosa. Delante de mi estaban sentadas dos mujeres que iban juntas y cuyos maridos las habían acompañado hasta el autobús... para después irse con viento fresco, supongo que de parranda. Los seis hombres éramos el el marido de la señora que consideraba indecente sentarse a mi lado, otro que iba por su cuenta, como yo mismo, otro más entrado en años que estaba pegado a sus cámaras de foto y vídeo, otro muy simpático que iba con su mujer, y uno último que parecía que estuviera de viaje de novios, porque siempre estaba pegado a una chica que digo yo que sería su novia, y no voy a entrar en las razones por las que pienso eso. Eso es todo. Lo demás, señoras.
Tver no está demasiado lejos de Moscú. La cantinela de la guía Margarita continuó impertérrita, y se hizo algo más enfática al pasar a la región de Tver, donde hicimos la segunda parada, en Gorodnyá, un pueblecito con una iglesia muy bonita y donde pudimos bajar a tener nuestro primer contacto con el Volga.
El Volga no es un río cualquiera, no. Nada de eso. El Volga es el río por antonomasia, el más largo de Europa y cuya cuenca abarca buena parte de la Rusia europea, además de pasar por ciudades, además de Tver, como Yaroslavl, Nizhny Nóvgorod, Kazán, Simbirsk, Tsaritsyn o Astraján. Sí, he dicho Simbirsk y Tsaritsyn, aunque hoy su nombre oficial es Uliánovsk y Volgogrado, y ésta última es mucho más conocida bajo su nombre de guerra: Stalingrado.
Bonita iglesia, y a seguir camino a nuestro destino: a Tver.
viernes, 13 de agosto de 2010
Salida a Tver
En 1908 se publicó un libro interesante para hacer compañía durante este viaje que iba a comenzar: "Volga. Guía por las ciudades de Rusia", escrito por un periodista viajero, Vladimir Gilyarovsky (el de la foto). Gilyarovsky recorrió el Volga enterito, desde su nacimiento hasta su desembocadura, y plasmó sus impresiones en el libro que cayó en mis manos y que me sigue en este viaje, en el cual, al menos en una pequeña parte, vamos a coincidir con su ruta, además de aprovecharnos de algunas de las fotos que trae y que se pueden comparar con las actuales.
Gilyarovsky no es un entusiasta acrítico de su país, como suele pasar con quienes recorren su patria (reconozco que a veces me pasa a mí, sin ir más lejos). Ya en las primeras páginas, con ocasión de la llegada a la ciudad de Rzhev, y tras describir su aspecto exterior sin elogiarla ni lo más mínimo, dice: Tal es el aspecto exterior de Rzhev. Tras el telón, dicho así, no se diferencia mucho de centenares de ciudadillas provinciales rusas, cuyos rasgos generales son suciedad, calles sin adoquinar, vallas torcidas, ausencia de iluminación y otras perlas de la civilización rusa. Joroba con el tío. Probablemente el "tiránico" régimen zarista de Nicolás II, bajo el cual se publicaron esas líneas, no era tan tiránico, porque a buenas horas hubiera podido el bueno de Gilyarovsky publicar una cosa así bajo la democracia popular de Stalin. Vamos, es que si lo hubiera intentado, el régimen le hubiera facilitado inmediatamente la redacción de su siguiente libro de viajes: "Kolymá. Guía de los campos de concentración de Extremo Oriente."
Con el libro en el macuto, salí de casa en dirección a la estación de metro Aeroport, junto al monumento a Ernst Thälmann, que era donde iba a tener lugar la quedada. Llegué sin problema, me presenté a la guía y me adjudicó el sitio que venía en su plano. No pensaba yo que tuvieras un sitio en el autobús adjudicado, pero se ve que sí... esta agencia de viajes intenta currárselo.
Eso de tener un nombre extranjero, no obstante, se las trae. Yo creo que me confundieron con una mujer, porque, poco después, ya sentado yo en mi asiento, vino una tal Elena Mijailovna, que aparentaría unos treinta y cinco años, que era una madre de tres hijos que viajaba con ellos y su marido, y a quien le había tocado el asiento de mi lado.
Elena Mijailovna vio que a su lado iba a ir ¡un hombre!, abrió la boca sorprendida y se quedó sin saber qué hacer.
- Volodya, que me han dicho que me siente en la octava fila, y es ahí - dijo con desagrado. La palabra rusa para estos casos es неприлично y quiere decir "indecente".
Efectivamente, puede que no os lo creáis, pero en Rusia es poco decoroso que una mujer y un hombre se sienten al lado en un autobús sin estar casados. No, no he dicho hacer manitas, sólo sentarse al lado en el autobús. Es posible que muchos penséis que las rusas tienen fama de descocadas. Pues hay de todo. Bueno, quizá lo que no haya son términos medios y, en todo caso, ni mucho menos todas las rusas son del tipo de las que van a las discotecas.
- No sé...
Elena Mijailovna fue a hablar con la guía, que se escandalizó un poquito y movió un par de sitios para que no tuviera que sentarse conmigo. He de reconocer que salí ganando, porque al final no se sentó nadie y fui mucho más ancho.
* * *
La guía se llamaba Margarita y era de Tver. Supongo que había salido de Tver a una hora imposible de la madrugada para organizarnos.
Una guía rusa (экскурсовод es el terminus technicus) se caracteriza por una cosa fundamental: no para de hablar ni debajo del agua. Apenas nos hubimos puesto en marcha, comenzó a revisar el programa que teníamos y, en cuanto salimos de Moscú, nos comenzó a contar todo, pero todo, lo que se veía de camino. Jo, es que hasta nos contó la historia de Jimki, que es la ciudad dormitorio por antonomasia. A mí me gusta la charla, pero no es plato de gusto para todo el mundo, porque hay quien quiere dormir y no es justo que le molesten.
Y, con esto, ya vamos camino de Tver, avanzando con el autobús por la carretera de Leningrado y no muy lejos de nuestra primera parada. Pero eso ya le toca a la siguiente entrada.
Gilyarovsky no es un entusiasta acrítico de su país, como suele pasar con quienes recorren su patria (reconozco que a veces me pasa a mí, sin ir más lejos). Ya en las primeras páginas, con ocasión de la llegada a la ciudad de Rzhev, y tras describir su aspecto exterior sin elogiarla ni lo más mínimo, dice: Tal es el aspecto exterior de Rzhev. Tras el telón, dicho así, no se diferencia mucho de centenares de ciudadillas provinciales rusas, cuyos rasgos generales son suciedad, calles sin adoquinar, vallas torcidas, ausencia de iluminación y otras perlas de la civilización rusa. Joroba con el tío. Probablemente el "tiránico" régimen zarista de Nicolás II, bajo el cual se publicaron esas líneas, no era tan tiránico, porque a buenas horas hubiera podido el bueno de Gilyarovsky publicar una cosa así bajo la democracia popular de Stalin. Vamos, es que si lo hubiera intentado, el régimen le hubiera facilitado inmediatamente la redacción de su siguiente libro de viajes: "Kolymá. Guía de los campos de concentración de Extremo Oriente."
Con el libro en el macuto, salí de casa en dirección a la estación de metro Aeroport, junto al monumento a Ernst Thälmann, que era donde iba a tener lugar la quedada. Llegué sin problema, me presenté a la guía y me adjudicó el sitio que venía en su plano. No pensaba yo que tuvieras un sitio en el autobús adjudicado, pero se ve que sí... esta agencia de viajes intenta currárselo.
Eso de tener un nombre extranjero, no obstante, se las trae. Yo creo que me confundieron con una mujer, porque, poco después, ya sentado yo en mi asiento, vino una tal Elena Mijailovna, que aparentaría unos treinta y cinco años, que era una madre de tres hijos que viajaba con ellos y su marido, y a quien le había tocado el asiento de mi lado.
Elena Mijailovna vio que a su lado iba a ir ¡un hombre!, abrió la boca sorprendida y se quedó sin saber qué hacer.
- Volodya, que me han dicho que me siente en la octava fila, y es ahí - dijo con desagrado. La palabra rusa para estos casos es неприлично y quiere decir "indecente".
Efectivamente, puede que no os lo creáis, pero en Rusia es poco decoroso que una mujer y un hombre se sienten al lado en un autobús sin estar casados. No, no he dicho hacer manitas, sólo sentarse al lado en el autobús. Es posible que muchos penséis que las rusas tienen fama de descocadas. Pues hay de todo. Bueno, quizá lo que no haya son términos medios y, en todo caso, ni mucho menos todas las rusas son del tipo de las que van a las discotecas.
- No sé...
Elena Mijailovna fue a hablar con la guía, que se escandalizó un poquito y movió un par de sitios para que no tuviera que sentarse conmigo. He de reconocer que salí ganando, porque al final no se sentó nadie y fui mucho más ancho.
* * *
La guía se llamaba Margarita y era de Tver. Supongo que había salido de Tver a una hora imposible de la madrugada para organizarnos.
Una guía rusa (экскурсовод es el terminus technicus) se caracteriza por una cosa fundamental: no para de hablar ni debajo del agua. Apenas nos hubimos puesto en marcha, comenzó a revisar el programa que teníamos y, en cuanto salimos de Moscú, nos comenzó a contar todo, pero todo, lo que se veía de camino. Jo, es que hasta nos contó la historia de Jimki, que es la ciudad dormitorio por antonomasia. A mí me gusta la charla, pero no es plato de gusto para todo el mundo, porque hay quien quiere dormir y no es justo que le molesten.
Y, con esto, ya vamos camino de Tver, avanzando con el autobús por la carretera de Leningrado y no muy lejos de nuestra primera parada. Pero eso ya le toca a la siguiente entrada.
miércoles, 11 de agosto de 2010
La putyóvka
Secretos y leyendas del Desierto de Nilo (con paseo en barco) (2 días)
Tver - Torzhok - Ostashkov - paseo por el lago Seliger hasta la isla Stolbny. Una excursión única, de dos días, en autobús por la región de Tver. La joya del programa es la visita a la aislada isla Stolbny, donde está situado un lugar santo de la tierra rusa, el monasterio masculino del Desierto de Nilo, con las milagrosas reliquias del reverendísimo Nilo de Stolbny. Ustedes mismos se convencerán de que, tras la visita a estos santos lugares, la fortuna y el éxito volverán a su lado y adquirirán equilibrio espiritual y tranquilidad interior.
Con el calor que está haciendo, el equilibrio espiritual y la tranquilidad interior me hacen muchísima falta, así que, aprovechando la época de rodríguez aburrido que estoy pasando, decidí comprar una putyovka, a pelo, sin conocer a nadie, y pasarme un par de días de inmersión en una Rusia un poco más profunda que ésta. Claro, siempre se puede ahondar más, pero, por el momento, ya está bien. Ah, una putyovka es un título de viaje extendido por una agencia de viajes.
Los tiempos han cambiado un poquito. Hay internet, y la internet rusa es muy buena, y la distribución de estos viajecillos de fin de semana o de pocos días ha mejorado muchísimo. Miré dónde podía comprar la putyovka, y vi que uno de los posibles sitios era una agencia de viajes cerca de mi casa, en la esquina de la Tverskaya con Sadovoe Koltsó. Y para allí que me fui.
Hasta aquí, una mejora clara. Lo que no ha cambiado tanto es el hecho de que los negocios aquí, incluso los establecimientos de cara al público, están en tugurios infumables. Y es una pena, porque el edificio, en un lugar inmejorable y construido hace muchísimo tiempo, tiene muchas posibilidades. Es un antiguo edificio de viviendas transformadas en despachos; lo que no ha cambiado es el hecho de que los espacios comunes se caen a cachos.
Aunque parezca mentira, esa puerta de la foto es la de la agencia de viajes. Lo que yo me pregunto es cómo consiguen vender una rosca, cuando los clientes tienen que desarrollar dotes de adivinación para darse cuenta de que, sí, eso es una tienda. En fin, como todas son parecidas, finalmente los clientes aguzamos el ingenio y encontramos los sitios, pero qué bien vendría un cartelito.
Una vez franqueada la puerta, ¡tachán!, igual que en las viviendas, no había ni rastro de la dejadez y la decrepitud de los accesos. Todo estaba reformado, limpio y aseado. Y, como en casi todas las oficinas rusas, no había ni un hombre: todo son mujeres.
- Dígame - la recepcionista, una mujer cincuentona de aspecto avinagrado, con el pelo lacio y tintado de negro azabache y unas gafas desproporcionadas, se me dirigió al verme, probablemente admirándose de que hubiera logrado encontrarles.
- Que quiero comprar este viaje - y le enseñé una copia impresa del anuncio.
- Aquí no es.
Ya empezabamos.
- ¿No?
- No ¿Por qué iba a ser aquí?
- Pues porque aquí - y le señalé la página - pone que en este sitio puedo comprarlo.
- Mmmm... déjeme, espere.
La señora pasó adentro y volvió enseguida.
- Ah, sí, sí, sí... pase, pase, que ahí lo atenderán.
"Señor, Señor..."
Me senté ante una mesa donde trabajaba una mujer, de unos treinta años, bastante entrada en carnes, delante de un ordenador.
- Que quería comprar este viaje.
- ¿Ha comprobado si quedan sitios?
- Hace un rato quedaban doce, según la página.
La mujer consultó en el ordenador. Esto de las plataformas electrónicas es una pasada.
- Sí, sí, queda sitio.
- Pues adelante.
La mujer tecleó por aquí y por allá, me hizo firmar un contrato, extendió la putyovka, trajinó esto y lo otro... parecía eficaz.
- Van a ser... cinco mil novecientos rublos.
Los saqué del bolsillo y se los ofrecí.
- Eh, no, no, a mí no. Tiene que ir a la caja a pagar.
Todo esto estaba pasando en una oficina de, como mucho, cuarenta metros cuadrados.
- La caja...
- Sí.
- ¿Y dónde está la caja?
- En esa puerta.
Y me señaló una puerta que estaba justo detrás de mí, a menos de dos pasos, y que daba a un espacio que, cuando la oficina en la que estábamos era todavía una vivienda, debió ser un ropero o un trastero. Era una cosa oscura, sin ventanas, donde habían embutido como pudieron una mesa.
- Eso es la caja.
- Sí.
- Entonces, tengo que ir ahí a pagar y luego vuelvo con el recibo para que usted pueda comprobar que realmente he pagado.
- Así es. Tome el vale para pagar.
Me levanté y, todo a la vista de la mujer-que-no-me-podía-cobrar, me di la vuelta, entré en el zulo, le entregué el vale a la cajera, junto con los cinco mil novecientos rublos, cogí el recibo, me di la vuelta otra vez, di un paso hasta llegar a la mesa de la mujer, me senté, le di el recibo, cogí la putyovka. Y ya estaba.
Mucha plataforma electrónica, pero en el fondo siguen como en los tiempos soviéticos.
Tver - Torzhok - Ostashkov - paseo por el lago Seliger hasta la isla Stolbny. Una excursión única, de dos días, en autobús por la región de Tver. La joya del programa es la visita a la aislada isla Stolbny, donde está situado un lugar santo de la tierra rusa, el monasterio masculino del Desierto de Nilo, con las milagrosas reliquias del reverendísimo Nilo de Stolbny. Ustedes mismos se convencerán de que, tras la visita a estos santos lugares, la fortuna y el éxito volverán a su lado y adquirirán equilibrio espiritual y tranquilidad interior.
Con el calor que está haciendo, el equilibrio espiritual y la tranquilidad interior me hacen muchísima falta, así que, aprovechando la época de rodríguez aburrido que estoy pasando, decidí comprar una putyovka, a pelo, sin conocer a nadie, y pasarme un par de días de inmersión en una Rusia un poco más profunda que ésta. Claro, siempre se puede ahondar más, pero, por el momento, ya está bien. Ah, una putyovka es un título de viaje extendido por una agencia de viajes.
Los tiempos han cambiado un poquito. Hay internet, y la internet rusa es muy buena, y la distribución de estos viajecillos de fin de semana o de pocos días ha mejorado muchísimo. Miré dónde podía comprar la putyovka, y vi que uno de los posibles sitios era una agencia de viajes cerca de mi casa, en la esquina de la Tverskaya con Sadovoe Koltsó. Y para allí que me fui.
Hasta aquí, una mejora clara. Lo que no ha cambiado tanto es el hecho de que los negocios aquí, incluso los establecimientos de cara al público, están en tugurios infumables. Y es una pena, porque el edificio, en un lugar inmejorable y construido hace muchísimo tiempo, tiene muchas posibilidades. Es un antiguo edificio de viviendas transformadas en despachos; lo que no ha cambiado es el hecho de que los espacios comunes se caen a cachos.
Aunque parezca mentira, esa puerta de la foto es la de la agencia de viajes. Lo que yo me pregunto es cómo consiguen vender una rosca, cuando los clientes tienen que desarrollar dotes de adivinación para darse cuenta de que, sí, eso es una tienda. En fin, como todas son parecidas, finalmente los clientes aguzamos el ingenio y encontramos los sitios, pero qué bien vendría un cartelito.
Una vez franqueada la puerta, ¡tachán!, igual que en las viviendas, no había ni rastro de la dejadez y la decrepitud de los accesos. Todo estaba reformado, limpio y aseado. Y, como en casi todas las oficinas rusas, no había ni un hombre: todo son mujeres.
- Dígame - la recepcionista, una mujer cincuentona de aspecto avinagrado, con el pelo lacio y tintado de negro azabache y unas gafas desproporcionadas, se me dirigió al verme, probablemente admirándose de que hubiera logrado encontrarles.
- Que quiero comprar este viaje - y le enseñé una copia impresa del anuncio.
- Aquí no es.
Ya empezabamos.
- ¿No?
- No ¿Por qué iba a ser aquí?
- Pues porque aquí - y le señalé la página - pone que en este sitio puedo comprarlo.
- Mmmm... déjeme, espere.
La señora pasó adentro y volvió enseguida.
- Ah, sí, sí, sí... pase, pase, que ahí lo atenderán.
"Señor, Señor..."
Me senté ante una mesa donde trabajaba una mujer, de unos treinta años, bastante entrada en carnes, delante de un ordenador.
- Que quería comprar este viaje.
- ¿Ha comprobado si quedan sitios?
- Hace un rato quedaban doce, según la página.
La mujer consultó en el ordenador. Esto de las plataformas electrónicas es una pasada.
- Sí, sí, queda sitio.
- Pues adelante.
La mujer tecleó por aquí y por allá, me hizo firmar un contrato, extendió la putyovka, trajinó esto y lo otro... parecía eficaz.
- Van a ser... cinco mil novecientos rublos.
Los saqué del bolsillo y se los ofrecí.
- Eh, no, no, a mí no. Tiene que ir a la caja a pagar.
Todo esto estaba pasando en una oficina de, como mucho, cuarenta metros cuadrados.
- La caja...
- Sí.
- ¿Y dónde está la caja?
- En esa puerta.
Y me señaló una puerta que estaba justo detrás de mí, a menos de dos pasos, y que daba a un espacio que, cuando la oficina en la que estábamos era todavía una vivienda, debió ser un ropero o un trastero. Era una cosa oscura, sin ventanas, donde habían embutido como pudieron una mesa.
- Eso es la caja.
- Sí.
- Entonces, tengo que ir ahí a pagar y luego vuelvo con el recibo para que usted pueda comprobar que realmente he pagado.
- Así es. Tome el vale para pagar.
Me levanté y, todo a la vista de la mujer-que-no-me-podía-cobrar, me di la vuelta, entré en el zulo, le entregué el vale a la cajera, junto con los cinco mil novecientos rublos, cogí el recibo, me di la vuelta otra vez, di un paso hasta llegar a la mesa de la mujer, me senté, le di el recibo, cogí la putyovka. Y ya estaba.
Mucha plataforma electrónica, pero en el fondo siguen como en los tiempos soviéticos.
lunes, 9 de agosto de 2010
Malos humos
En los telediarios españoles, y en los de todo el mundo, agosto es un mes propicio a las noticias desde Rusia. Por una parte, en España todo el mundo está de vacaciones y no genera noticias; por otra, Rusia es un país que tiende a generar noticias desastrosas y morbosas en agosto. Podemos recordar la guerra de 2008 contra Georgia (estuvimos viendo algo, en su día), o la crisis brutal del 17 de agosto de 1997, o el golpe de estado de agosto de 1991 que mató a la URSS. Repasemos, repasemos...
Este año, fiel a su cita con las calamidades, la noticia rusa de agosto es que Moscú se ha convertido en un infierno, en sentido literal.
Yo, por una vez, estoy viendo los toros desde la barrera. El viernes por la tarde me fui con viento fresco (bueno, no era fresco...) en un viaje que tenía planeado desde cuatro meses antes, así que nadie me podrá acusar de desertor. Ahora estoy en el feroz country hispánico, en lo que debería ser paz y tranquilidad de mi pueblo. Debería ser, pero no es, porque las autoridades municipales, habida cuenta de que son sus últimas fiestas patronales antes de las próximas elecciones, han echado la casa por la ventana y han instalado un discomóvil frente a mi ventana. Al concejal de fiestas, en lugar de con las calderas de Pedro Botero, más vale que llegado el momento lo torturen con un discomóvil aullando sin cesar junto a sus oídos hasta que purgue sus culpas, que, como es sociata, seguro que alguna le encuentran.
Vamos, que sólo puedo hablar de lo que vi en Moscú el viernes, y los telediarios españoles, por una vez, no exageran ni tantico. El jueves por la noche tuve invitados en casa, Carbuncho y Gannivet Lecter, y cuando se despidieron y abrí la puerta para dejarlos salir ya vi que la cosa olía muy mal.
El viernes, cuando me levanté, no es que oliera mal: es que no se veía tres en un burro. Todo era de color gris claro, apestaba a humo y la cosa pintaba fatal. Cuando me dirigía al trabajo, la gente iba por la calle con mascarilla o tapándose la boca con pañuelos, además n medio de un calor asfixiante, como nunca se había visto antes. El humo había descendido hasta el metro, estaba comprometiendo la operatividad de los aeropuertos y sembraba el pánico por toda la ciudad, ya de por sí propensa a las catástrofes. Por los altavoces del metro (esta vez no fui en bicicleta al trabajo, porque llevaba una maleta bastante gorda) se repetían los mensajes de las autoridades: beban con frecuencia (supongo que agua, por una vez), recuerden que sólo deben hacer fuego en los lugares indicados (a buenas horas vienen con ésas), tapense la boca, no salgan de casa si no es necesario, dúchense con frecuencia (éste es un buen consejo, también, cuando no hay humo; a ver si lo repiten entonces, que hace mucha falta).
La situación era como de esas películas apocalípticas americanas en las que el mundo se ve enfrentado a un peligro inmediato y la gente va de un sitio a otro desconcertada. Por un momento, pensé que de un momento a otro aparecerían Chuck Norris o Bruce Willis, pero debían estar ocupados en otra cosa.
En fin, gracias a Dios, mi vuelo no fue aplazado y me vi lejos de ese panorama. Según dicen los conocidos que siguen por allí, el fin de semana ha sido tan malo como el viernes, aunque quizá durante esta semana las cosas vayan mejorando. Menos mal que Abi, Ame y Ro no han de aparecer por allí hasta dentro de dos semanas; la que lo puede pasar chungo es Alfina, que desde el miércoles estará en Moscú, en el epicentro del desastre.
Entretanto, no está de más una plegaria por los doce millones de personas que corren un peligro inminente de que su salud se vea muy comprometida por la situación extrema y el aire venenoso que infesta Moscú.
Y, porfa, una plegaria, aunque sea pequeñita, por las tres mil personas que no podemos pegar ojo gracias a los desmanes de la concejalía de festejos de Benicountrí.
Este año, fiel a su cita con las calamidades, la noticia rusa de agosto es que Moscú se ha convertido en un infierno, en sentido literal.
Yo, por una vez, estoy viendo los toros desde la barrera. El viernes por la tarde me fui con viento fresco (bueno, no era fresco...) en un viaje que tenía planeado desde cuatro meses antes, así que nadie me podrá acusar de desertor. Ahora estoy en el feroz country hispánico, en lo que debería ser paz y tranquilidad de mi pueblo. Debería ser, pero no es, porque las autoridades municipales, habida cuenta de que son sus últimas fiestas patronales antes de las próximas elecciones, han echado la casa por la ventana y han instalado un discomóvil frente a mi ventana. Al concejal de fiestas, en lugar de con las calderas de Pedro Botero, más vale que llegado el momento lo torturen con un discomóvil aullando sin cesar junto a sus oídos hasta que purgue sus culpas, que, como es sociata, seguro que alguna le encuentran.
Vamos, que sólo puedo hablar de lo que vi en Moscú el viernes, y los telediarios españoles, por una vez, no exageran ni tantico. El jueves por la noche tuve invitados en casa, Carbuncho y Gannivet Lecter, y cuando se despidieron y abrí la puerta para dejarlos salir ya vi que la cosa olía muy mal.
El viernes, cuando me levanté, no es que oliera mal: es que no se veía tres en un burro. Todo era de color gris claro, apestaba a humo y la cosa pintaba fatal. Cuando me dirigía al trabajo, la gente iba por la calle con mascarilla o tapándose la boca con pañuelos, además n medio de un calor asfixiante, como nunca se había visto antes. El humo había descendido hasta el metro, estaba comprometiendo la operatividad de los aeropuertos y sembraba el pánico por toda la ciudad, ya de por sí propensa a las catástrofes. Por los altavoces del metro (esta vez no fui en bicicleta al trabajo, porque llevaba una maleta bastante gorda) se repetían los mensajes de las autoridades: beban con frecuencia (supongo que agua, por una vez), recuerden que sólo deben hacer fuego en los lugares indicados (a buenas horas vienen con ésas), tapense la boca, no salgan de casa si no es necesario, dúchense con frecuencia (éste es un buen consejo, también, cuando no hay humo; a ver si lo repiten entonces, que hace mucha falta).
La situación era como de esas películas apocalípticas americanas en las que el mundo se ve enfrentado a un peligro inmediato y la gente va de un sitio a otro desconcertada. Por un momento, pensé que de un momento a otro aparecerían Chuck Norris o Bruce Willis, pero debían estar ocupados en otra cosa.
En fin, gracias a Dios, mi vuelo no fue aplazado y me vi lejos de ese panorama. Según dicen los conocidos que siguen por allí, el fin de semana ha sido tan malo como el viernes, aunque quizá durante esta semana las cosas vayan mejorando. Menos mal que Abi, Ame y Ro no han de aparecer por allí hasta dentro de dos semanas; la que lo puede pasar chungo es Alfina, que desde el miércoles estará en Moscú, en el epicentro del desastre.
Entretanto, no está de más una plegaria por los doce millones de personas que corren un peligro inminente de que su salud se vea muy comprometida por la situación extrema y el aire venenoso que infesta Moscú.
Y, porfa, una plegaria, aunque sea pequeñita, por las tres mil personas que no podemos pegar ojo gracias a los desmanes de la concejalía de festejos de Benicountrí.
Más tratantes de petróleo
Después de la anterior serie sobre estafadores petrolíferos, parece que los brúkeres españoles de nivel avanzado han encontrado algo de luz, e incluso me consta que la entrada donde aparecían los reparos que provoca Rostekenergo ha sido traducida al inglés, probablemente para que el público inglés (brokers, en este caso) tenga conciencia de lo que se cuece. No tengo nada claro que el traductor de Google sea capaz de verter la mala sombra y el sarcasmo de esa entrada a la lengua de Shakespeare, pero, en el fondo, ése no es mi problema.
Sea como fuere, vamos a ver algún caso más de gato por liebre.
OOO Neftepromsnab. Obviamente, sin página en ruso. En este caso, además, el inglés es todavía más patatero que de costumbre, las faltas de ortografía y de puntuación campan por sus respetos. Suele ser revelador el apartado "Management", y este caso no es una excepción. Jo, incluso tienen una chica guapa en el Consejo de Directores. Vaya cracks. Mola cuando, en el apartado Strategy, afirman que, como hasta ahora, van a continuar con la política de transparencia y a publicar todos los informes financieros. No los busquéis en su página.
Conclusión: un collar de diamantes que cueste euro y medio merece más confianza. Nos quedamos con la chica guapa en funciones de secretaria general, que es la de la foto, para adornar la página.
OAO Yasnotekoil. Otros cracks. Presumen de empresa verticalmente integrada, empresa líder, exportador a un porrón de países... y tienen anuncios de Google en la página. Será para pagar el servidor, porque menudo ful. Por supuesto, lo único ruso es la imagen de una bandera que no lleva a ningún sitio. Pinchando en "contact us" se accede a fotos del liderazgo de la compañía, que tampoco tienen desperdicio. También tienen una chica guapa, que parece condición indispensable para que te tomen en serio en el sector. Hay una segunda chica, pero no estoy muy seguro de que sea guapa, porque la foto está un poco deformada. Casi todos los nombres están mal escritos. No sé, apenas puedo pensar en cómo hay gente que pica en esto.
Conclusión: si hay que hacer pagos a estos pollos, se obtiene mucho mayor rendimiento de los fondos que se inviertan fomentando el silbo canario entre el campesinado ruso.
En fin, seguiremos informando. Si encontráis más... ejem... empresas de esta calaña, me lo decís, a ver si conseguimos un buen catálogo de petroleras punteras.
Sea como fuere, vamos a ver algún caso más de gato por liebre.
OOO Neftepromsnab. Obviamente, sin página en ruso. En este caso, además, el inglés es todavía más patatero que de costumbre, las faltas de ortografía y de puntuación campan por sus respetos. Suele ser revelador el apartado "Management", y este caso no es una excepción. Jo, incluso tienen una chica guapa en el Consejo de Directores. Vaya cracks. Mola cuando, en el apartado Strategy, afirman que, como hasta ahora, van a continuar con la política de transparencia y a publicar todos los informes financieros. No los busquéis en su página.
Conclusión: un collar de diamantes que cueste euro y medio merece más confianza. Nos quedamos con la chica guapa en funciones de secretaria general, que es la de la foto, para adornar la página.
OAO Yasnotekoil. Otros cracks. Presumen de empresa verticalmente integrada, empresa líder, exportador a un porrón de países... y tienen anuncios de Google en la página. Será para pagar el servidor, porque menudo ful. Por supuesto, lo único ruso es la imagen de una bandera que no lleva a ningún sitio. Pinchando en "contact us" se accede a fotos del liderazgo de la compañía, que tampoco tienen desperdicio. También tienen una chica guapa, que parece condición indispensable para que te tomen en serio en el sector. Hay una segunda chica, pero no estoy muy seguro de que sea guapa, porque la foto está un poco deformada. Casi todos los nombres están mal escritos. No sé, apenas puedo pensar en cómo hay gente que pica en esto.
Conclusión: si hay que hacer pagos a estos pollos, se obtiene mucho mayor rendimiento de los fondos que se inviertan fomentando el silbo canario entre el campesinado ruso.
En fin, seguiremos informando. Si encontráis más... ejem... empresas de esta calaña, me lo decís, a ver si conseguimos un buen catálogo de petroleras punteras.
viernes, 6 de agosto de 2010
La zona cursi
Moscú no es París, esa ciudad con fama de romántica y todas esas cosas que les gustan a las chicas. Al menos, no tiene esa fama. Moscú tiene fama de ciudad durilla de pelar, donde el tiempo es bastante repelente y todo quisqui va corriendo de un lado a otro (lo cual es completamente cierto).
¿Quiere eso decir que las autoridades moscovitas no se esfuerzan por habilitar rincones para los tortolitos que tanto abundan por la ciudad? ¡No! Los últimos años, lejos del yugo soviético monótono e igualitario-uniformista, las parejitas, los recién casados, los novietes, rolletes y todo tipo de personas afectuosas o con ganas de serlo disponen de una serie de lugares que voy a intentar desgranar para conocimiento de, entre otros, Tortajada, al que le puede venir la mar de bien para acaramelar del todo a su Dulcinuska.
Comenzamos directamente con la cosa ésa de la foto de arriba, situada en el parque del Ermitage y donde no hay minuto en que no se vea a dievushkillas sonrientes y soñadoras acercarse, leer el cartelillo de abajo y, con un suspiro y mirando al cielo (lo que ha hecho tropezar a más de una), pasar por debajo del corazoncito ¿Y qué dice el cartel? Allá va la traducción para los que estéis flojillos de ruso.
Para todos los enamorados
MONUMENTO A TODOS LOS ENAMORADOS
Piense en un deseo y pase a través del corazón.
Este monumento ha sido colocado en el antiguo parque del Ermitage por la emisora de radio "Serebryanny Dozhd" (lit. "lluvia plateada") el 14 de febrero de 2006, Día de San Valentín, en honor de todos los amantes y amados.
Desde este día, todos los enamorados disponen de un lugar donde pueden citarse, pasar el tiempo y... ¡pensar en deseos!
Existe la creencia de que, si se piensa en algo y se pasa a través del corazón, lo pensado se cumplirá con toda seguridad ¡Pruebe también usted! Piense en un deseo pasando por debajo del corazón plateado, ¡y su sueño se hará realidad con total certeza! ¡Porque para un corazón que ama no hay nada imposible!
Entre esto y lo del pulpo Paul, todavía hay quien dice que la Edad Media era una época oscura y llena de supersticiones y atraso. Ya.
¿Quiere eso decir que las autoridades moscovitas no se esfuerzan por habilitar rincones para los tortolitos que tanto abundan por la ciudad? ¡No! Los últimos años, lejos del yugo soviético monótono e igualitario-uniformista, las parejitas, los recién casados, los novietes, rolletes y todo tipo de personas afectuosas o con ganas de serlo disponen de una serie de lugares que voy a intentar desgranar para conocimiento de, entre otros, Tortajada, al que le puede venir la mar de bien para acaramelar del todo a su Dulcinuska.
Comenzamos directamente con la cosa ésa de la foto de arriba, situada en el parque del Ermitage y donde no hay minuto en que no se vea a dievushkillas sonrientes y soñadoras acercarse, leer el cartelillo de abajo y, con un suspiro y mirando al cielo (lo que ha hecho tropezar a más de una), pasar por debajo del corazoncito ¿Y qué dice el cartel? Allá va la traducción para los que estéis flojillos de ruso.
Para todos los enamorados
MONUMENTO A TODOS LOS ENAMORADOS
Piense en un deseo y pase a través del corazón.
Este monumento ha sido colocado en el antiguo parque del Ermitage por la emisora de radio "Serebryanny Dozhd" (lit. "lluvia plateada") el 14 de febrero de 2006, Día de San Valentín, en honor de todos los amantes y amados.
Desde este día, todos los enamorados disponen de un lugar donde pueden citarse, pasar el tiempo y... ¡pensar en deseos!
Existe la creencia de que, si se piensa en algo y se pasa a través del corazón, lo pensado se cumplirá con toda seguridad ¡Pruebe también usted! Piense en un deseo pasando por debajo del corazón plateado, ¡y su sueño se hará realidad con total certeza! ¡Porque para un corazón que ama no hay nada imposible!
Entre esto y lo del pulpo Paul, todavía hay quien dice que la Edad Media era una época oscura y llena de supersticiones y atraso. Ya.
miércoles, 4 de agosto de 2010
Aprendiendo ruso en España
Preguntaba José hace un par de entradas si podía aconsejar algo para estudiar ruso en España. Mis comienzos con el ruso ya los describí en unas cuantas entradas hace algún tiempo (ésta, ésta, ésta y ésta), pero bueno, voy a ver qué se me ocurre para orientar a quien esté pensando en iniciarse en el idioma de Pushkin. Ah, si algún lector puede añadir algo, sobre todo algún manual para autoaprendizaje, estoy seguro que se lo agradecerá infinitamente.
Lo primero que hace falta para aprender ruso es una buena motivación. No una motivación cualquiera, del montón, sino una motivación buena de verdad, porque el ruso no es un idioma sencillo y desespera al más pintado. Si no tienes una motivación muy potente, hay que ser muy tozudo para hincar el codo sin resultados durante tanto tiempo como va a costar llegar a un nivel regularcillo.
Como hemos visto muchas veces, una motivación muy potente suele ser una chica rusa (a efectos expositivos, excluyo, por relativamente insólito, el caso contrario de que a una española le haga tilín un ruso). Por desgracia, en este caso muchas veces la motivación no es suficiente. La experiencia demuestra sobradamente que la rusa, que no es tonta, aprende español muchísimo más rápido y que, a partir de ahí, el interés del español por el ruso (que no por la rusa) decrece, con lo que el español se limita a balbucir algunas frases con una pronunciación penosa.
Si uno está en España y tiene el castellano como lengua materna, la dificultad aumenta. El español es un idioma rico en vocabulario y gramaticalmente muy elegante, pero tiene una prosodia demasiado básica. Apenas tiene cinco vocales, ni una más; sonidos consonánticos bastante justos y una entonación muy monótona, lejos del énfasis entonativo del ruso (y del español americano, por otra parte), su profusión de sonidos vocálicos y la variación consonántica entre sonidos duros y blandos. Demasiado para el nativo de castellano, salvo durísimo entrenamiento.
Para acabarlo de estropear, los métodos de aprendizaje de ruso en español son para llorar. Vocabulario inútil, ausencia de muchísimas palabras de uso habitual y enfoque puramente teórico alejado de la práctica. A veces parecen escritos por enemigos del pueblo, para asustar a los extranjeros.
Si la motivación es la cultura y la literatura rusa, las pegas continúan. Leer a los grandes clásicos es tarea dura, incluso para los que ya tenemos nivel. Pushkin es difícil, Tolstoy y Dostoyevsky se las traen, Gogol es un hueso durísimo de roer y para leer a Turgueniev hay que sudar tinta. Sin embargo, puede dar buen resultado hacerse con alguna edición en español y comparar con las versiones originales, tanto más cuanto que las traducciones suelen ser buenas. El clásico comparativamente más sencillo es Chéjov, que además tiene la gran ventaja de disponer de un gran número de relatos cortos y bastante entretenidos. En todo caso, a la hora de afrontar las conversaciones del día a día, conocer bien a los clásicos es una ayuda muy relativa, porque casi nadie habla así.
Sin embargo, al menos la situación es considerablemente mejor que cuando yo tuve que estudiar ruso: está internet, y en internet hay un montón de recursos de lo más variado.
Para la gramática y el vocabulario básico, hay que currar. Sigue siendo necesario, en mi opinión, hacerse con una gramática, resolver muchísimos ejercicios e hincar el codo estudiando palabras. Se siente.
A partir de ahí, no sabría yo muy bien qué recomendar. Me atrevo a proponer algunos sitios para conseguir material.
Películas. Hay un montón de películas soviéticas en Arjlover. Recomiendo especialmente las infantiles y los dibujos animados, en primer lugar porque son muy buenos, y luego porque el vocabulario empleado es algo más sencillo. El problema fundamental puede ser que hay expresiones que han surgido más recientemente y que, por lo tanto, quedan fuera, pero es un problema menor. Si se pueden conseguir con subtítulos, lo mejor es que los subtítulos sean, también, en ruso.
Periódicos. En mis tiempos, conseguir prensa soviética antes de que pasaran dos meses desde su publicación era tarea imposible. Sin embargo, internet lo ha puesto todo eso patas arriba, y ahora puedes leer la prensa rusa incluso antes que los propios rusos. El problema es que el lenguaje periodístico ruso es endemoniado, mucho más que el español, y que las frases se retuercen con locuciones impensables, oraciones impersonales y otras figuras estilísticas que dan muy buena impresión al lector avezado (los periodistas rusos escriben muy bien, por regla general), pero que convierten los artículos es un quebradero de cabeza espantoso para el lector novel. Así y todo, hay que hacerlo, y aquí a la derecha tenéis el enlace al periódico principal de internet, Gazeta. En mi primer año en Rusia hice muchísimos progresos forzándome a leer en profundidad un artículo de prensa todos los días. Vamos, que además de los siempre recomendados diccionarios de cabellos rubios (que efectivamente mejoran el dominio de la leng... estoo... del idioma), hay métodos más sistemáticos para avanzar.
Finalmente, hay que tirarse a la piscina y usar el idioma activamente. Mi último profesor de inglés en la EOI, ante su clase de treinta alumnos, dijo el primer día que éramos muchos, y pronto se dio cuenta de que había gente con un nivel flojito, aunque era el último curso. Sin embargo, insistió en que todo el mundo hablara con un elocuente: "If you're shy, forget it." Y tenía más razón que un santo. Los idiomas se aprenden a base de bofetones, de errores, de caer y volverse a levantar, y el ruso con mucho mayor motivo.
En mis viejos tiempos de estudiante de la lengua del enemigo, creo que sólo en tercer curso vimos a un grupito de rusos, soviéticos, que aparecieron por Valencia no sé en virtud de qué intercambio. Como no hablábamos un higo, acabamos comunicándonos por señas, pero tampoco mucho, porque la verdad es que no teníamos mucho que contarnos. Ellos, con sus ropas pasadísimas de moda, flipaban en colores con lo que veían por España sin entender de la misa la media, y nosotros, ahora lo sé, ni remotamente nos podíamos imaginar lo que se cocía por Rusia. Pues ése fue todo mi contacto con rusos nativos, profesores aparte, durante mi aprendizaje en España.
Pero ahora nos hemos globalizado, joroba. Hay un huevo de foros, periódicos que admiten comentarios, posibilidades de entrar por aquí y por allá. Cualquier alumno español puede entrar en la Rossiyskaya Gazeta y decir que Putin es cojonudo y que los incendios forestales en los alrededores de Moscú son una conspiración norteamericana. Lo importante, para el alumno, no es el contenido, en este caso bastante estúpido, sino entablar conversación. Debe procurar escribirlo lo más correctamente posible (algo así como Путин - спасатель родины! А пожары, в них виноваты американские провокаторы), y luego ver qué te responden. Ahí sí que vas a aprender vocabulario básico, y todo tipo de adjetivos calificativos (y descalificativos). Pero tú tranquilo, que internet lo aguanta todo.
Para pronunciar correctamente, que es donde más nos aprieta el zapato a los españoles, un profesor nativo es imprescindible, me temo. Pero no cualquier nativo, sino un profesional. Me da la impresión de que en España hay bastante aficionado dando clase de ruso, con el único argumento de que es su idioma nativo, lo cual está muy bien, pero no es suficiente para enseñar.
Una curiosidad del ruso, que no he notado con otros idiomas, y me ha tocado estudiar unos cuantos, es que los progresos llegan de sopetón. Puedes pasarte meses desgastando tus coderas sin notar el menor progreso y, de repente, te levantas un día y, ¡hop!, puedes hablar, como si los progresos se hubieran estado acumulando sin hacerse notar y de golpe emergieran a la superficie todos a la vez. Lo malo es que el proceso inverso también puede ocurrir. En todo caso, la perseverancia es indispensable, así como la certeza de que, si otros han conseguido aprenderlo, uno no tiene por qué ser más tonto que los demás.
Y esto es lo que puedo aconsejar. Como resumen, que ahora es mucho más fácil aprender ruso desde España de lo que lo era hace dos décadas; que sigue siendo tremendamente difícil; que una buena motivación es fundamental, porque la cosa exige muchos sacrificios; y que, finalmente, y esto es la regla de oro para el ruso y para cualquier idioma, if you're shy, forget it.
Lo primero que hace falta para aprender ruso es una buena motivación. No una motivación cualquiera, del montón, sino una motivación buena de verdad, porque el ruso no es un idioma sencillo y desespera al más pintado. Si no tienes una motivación muy potente, hay que ser muy tozudo para hincar el codo sin resultados durante tanto tiempo como va a costar llegar a un nivel regularcillo.
Como hemos visto muchas veces, una motivación muy potente suele ser una chica rusa (a efectos expositivos, excluyo, por relativamente insólito, el caso contrario de que a una española le haga tilín un ruso). Por desgracia, en este caso muchas veces la motivación no es suficiente. La experiencia demuestra sobradamente que la rusa, que no es tonta, aprende español muchísimo más rápido y que, a partir de ahí, el interés del español por el ruso (que no por la rusa) decrece, con lo que el español se limita a balbucir algunas frases con una pronunciación penosa.
Si uno está en España y tiene el castellano como lengua materna, la dificultad aumenta. El español es un idioma rico en vocabulario y gramaticalmente muy elegante, pero tiene una prosodia demasiado básica. Apenas tiene cinco vocales, ni una más; sonidos consonánticos bastante justos y una entonación muy monótona, lejos del énfasis entonativo del ruso (y del español americano, por otra parte), su profusión de sonidos vocálicos y la variación consonántica entre sonidos duros y blandos. Demasiado para el nativo de castellano, salvo durísimo entrenamiento.
Para acabarlo de estropear, los métodos de aprendizaje de ruso en español son para llorar. Vocabulario inútil, ausencia de muchísimas palabras de uso habitual y enfoque puramente teórico alejado de la práctica. A veces parecen escritos por enemigos del pueblo, para asustar a los extranjeros.
Si la motivación es la cultura y la literatura rusa, las pegas continúan. Leer a los grandes clásicos es tarea dura, incluso para los que ya tenemos nivel. Pushkin es difícil, Tolstoy y Dostoyevsky se las traen, Gogol es un hueso durísimo de roer y para leer a Turgueniev hay que sudar tinta. Sin embargo, puede dar buen resultado hacerse con alguna edición en español y comparar con las versiones originales, tanto más cuanto que las traducciones suelen ser buenas. El clásico comparativamente más sencillo es Chéjov, que además tiene la gran ventaja de disponer de un gran número de relatos cortos y bastante entretenidos. En todo caso, a la hora de afrontar las conversaciones del día a día, conocer bien a los clásicos es una ayuda muy relativa, porque casi nadie habla así.
Sin embargo, al menos la situación es considerablemente mejor que cuando yo tuve que estudiar ruso: está internet, y en internet hay un montón de recursos de lo más variado.
Para la gramática y el vocabulario básico, hay que currar. Sigue siendo necesario, en mi opinión, hacerse con una gramática, resolver muchísimos ejercicios e hincar el codo estudiando palabras. Se siente.
A partir de ahí, no sabría yo muy bien qué recomendar. Me atrevo a proponer algunos sitios para conseguir material.
Películas. Hay un montón de películas soviéticas en Arjlover. Recomiendo especialmente las infantiles y los dibujos animados, en primer lugar porque son muy buenos, y luego porque el vocabulario empleado es algo más sencillo. El problema fundamental puede ser que hay expresiones que han surgido más recientemente y que, por lo tanto, quedan fuera, pero es un problema menor. Si se pueden conseguir con subtítulos, lo mejor es que los subtítulos sean, también, en ruso.
Periódicos. En mis tiempos, conseguir prensa soviética antes de que pasaran dos meses desde su publicación era tarea imposible. Sin embargo, internet lo ha puesto todo eso patas arriba, y ahora puedes leer la prensa rusa incluso antes que los propios rusos. El problema es que el lenguaje periodístico ruso es endemoniado, mucho más que el español, y que las frases se retuercen con locuciones impensables, oraciones impersonales y otras figuras estilísticas que dan muy buena impresión al lector avezado (los periodistas rusos escriben muy bien, por regla general), pero que convierten los artículos es un quebradero de cabeza espantoso para el lector novel. Así y todo, hay que hacerlo, y aquí a la derecha tenéis el enlace al periódico principal de internet, Gazeta. En mi primer año en Rusia hice muchísimos progresos forzándome a leer en profundidad un artículo de prensa todos los días. Vamos, que además de los siempre recomendados diccionarios de cabellos rubios (que efectivamente mejoran el dominio de la leng... estoo... del idioma), hay métodos más sistemáticos para avanzar.
Finalmente, hay que tirarse a la piscina y usar el idioma activamente. Mi último profesor de inglés en la EOI, ante su clase de treinta alumnos, dijo el primer día que éramos muchos, y pronto se dio cuenta de que había gente con un nivel flojito, aunque era el último curso. Sin embargo, insistió en que todo el mundo hablara con un elocuente: "If you're shy, forget it." Y tenía más razón que un santo. Los idiomas se aprenden a base de bofetones, de errores, de caer y volverse a levantar, y el ruso con mucho mayor motivo.
En mis viejos tiempos de estudiante de la lengua del enemigo, creo que sólo en tercer curso vimos a un grupito de rusos, soviéticos, que aparecieron por Valencia no sé en virtud de qué intercambio. Como no hablábamos un higo, acabamos comunicándonos por señas, pero tampoco mucho, porque la verdad es que no teníamos mucho que contarnos. Ellos, con sus ropas pasadísimas de moda, flipaban en colores con lo que veían por España sin entender de la misa la media, y nosotros, ahora lo sé, ni remotamente nos podíamos imaginar lo que se cocía por Rusia. Pues ése fue todo mi contacto con rusos nativos, profesores aparte, durante mi aprendizaje en España.
Pero ahora nos hemos globalizado, joroba. Hay un huevo de foros, periódicos que admiten comentarios, posibilidades de entrar por aquí y por allá. Cualquier alumno español puede entrar en la Rossiyskaya Gazeta y decir que Putin es cojonudo y que los incendios forestales en los alrededores de Moscú son una conspiración norteamericana. Lo importante, para el alumno, no es el contenido, en este caso bastante estúpido, sino entablar conversación. Debe procurar escribirlo lo más correctamente posible (algo así como Путин - спасатель родины! А пожары, в них виноваты американские провокаторы), y luego ver qué te responden. Ahí sí que vas a aprender vocabulario básico, y todo tipo de adjetivos calificativos (y descalificativos). Pero tú tranquilo, que internet lo aguanta todo.
Para pronunciar correctamente, que es donde más nos aprieta el zapato a los españoles, un profesor nativo es imprescindible, me temo. Pero no cualquier nativo, sino un profesional. Me da la impresión de que en España hay bastante aficionado dando clase de ruso, con el único argumento de que es su idioma nativo, lo cual está muy bien, pero no es suficiente para enseñar.
Una curiosidad del ruso, que no he notado con otros idiomas, y me ha tocado estudiar unos cuantos, es que los progresos llegan de sopetón. Puedes pasarte meses desgastando tus coderas sin notar el menor progreso y, de repente, te levantas un día y, ¡hop!, puedes hablar, como si los progresos se hubieran estado acumulando sin hacerse notar y de golpe emergieran a la superficie todos a la vez. Lo malo es que el proceso inverso también puede ocurrir. En todo caso, la perseverancia es indispensable, así como la certeza de que, si otros han conseguido aprenderlo, uno no tiene por qué ser más tonto que los demás.
Y esto es lo que puedo aconsejar. Como resumen, que ahora es mucho más fácil aprender ruso desde España de lo que lo era hace dos décadas; que sigue siendo tremendamente difícil; que una buena motivación es fundamental, porque la cosa exige muchos sacrificios; y que, finalmente, y esto es la regla de oro para el ruso y para cualquier idioma, if you're shy, forget it.
lunes, 2 de agosto de 2010
Aconsejando
Si ir a Rusia a trabajar fuera fácil, y teniendo en cuenta que los sueldos que se pueden llegar a ganar son bastante mayores que en España, hay mucha gente que ya se habría venido. Como no es así, cualquiera puede pensar que la cosa es más complicada que lo que parece. Y así es.
Rusia no pertenece a la Unión Europea. Aunque a los españoles de ahora "en edad de merecer" les parezca mentira, hubo un tiempo en que no podíamos salir de España, a ningún país, sin pasaporte ni visado, y que sólo podíamos ir a trabajar si teníamos un contrato prácticamente desde casa, como pueden atestiguar montones de vendimiadores que a buenas horas se hubieran podido ir a Francia a hacer su agosto sin tener los papeles arreglados, o más de un estudiante (yo mismo) que se tuvo que sacar un visado para irse a Alemania, algo impensable actualmente. En aquellos tiempos, ir a Rusia (Unión Soviética, para ser exactos), y no digamos trabajar, no era ni planteable. Ahora, con la Unión Europea y su libre circulación de trabajadores, vamos por Europa como Perico por su casa. Bueno, en realidad, vamos por la parte de Europa que forma la Unión Europa.
Rusia no está ahí. Así que, ni libre circulación, ni gaitas. Para entrar, visado y, para trabajar, permiso de trabajo, que no es sencillo de obtener. Así que, el que quiera venir, que se calce.
En segundo lugar, los vendimiadores de mi pueblo no necesitaban en Francia hablar el idioma del país. Con que supieran palabras como vignoble, vin, allez les gars, plus vite, cochons! y algunas de ese jaez, iban servidos. Mi tío insistía en que se entendía en valenciano perfectamente, y lo cierto es que siempre logró volver y hasta le pagaban, así que el objetivo de la maniobra estaba conseguido.
Los emigrantes modernos no son vendimiadores precisamente. Los pieds noirs y, en general, los noirs han copado el mercado no sólo en Francia, sino en la propia España, donde la gente ha descubierto que eso de cosechar es muy malo para la espalda y se ha dedicado a estudiar, o ha puesto a estudiar a sus hijos, así que los que ahora salen son gente preparada, pero, claro, los trabajos a los que optan ya requieren bastante más que las cuatro palabras de francés, inglés o alemán que todos sabemos desde chicos. Aunque en España vamos fatal de idiomas, no falta quien añade a una buena preparación un conocimiento suficiente de algún idioma y, si durante la carrera se ha animado a hacer de Erasmus, ya tiene mucho avanzado.
En Rusia, el Erasmus no está ni se le espera, al menos en masa, así que la forma de entrar es tratar de aprender ruso en España, donde la oferta es reducidísima y de calidad bastante mediocre, o estar muy convencido de que te vas a Rusia y pasarte los veranos buscando cursos para ir olisqueando el país. Probablemente es lo que debería hacer Tortajada antes de que fuera demasiado tarde. Como estará viviendo con sus padres, debería intentar ahorrar su sueldecito y buscarse un buen curso de verano en Rusia, que los hay y desde luego mucho mejores de lo que iba a encontrar en España.
Porque lo de hablar ruso es importante. La alternativa es ser un alto directivo de una empresa superfetén al que envían a Rusia como retiro dorado con un ejército de traductores, pero eso es poco probable que le ocurra a un recién licenciado, salvo que sea el hijo del jefe. Y, si es el hijo del jefe, no necesita consejos y no hace falta que lea esto.
Eso sí, si hablas ruso con soltura, te manejas en el país y estás razonablemente bien preparado, es bastante posible que encuentres un trabajo bien pagado y en el que no haga falta quedarse hasta las nueve de la noche, como en España; quizá no enseguida, pero llegará. Ahora el trabajo del emigrante que se plantea llegar a Moscú es conseguir llegar a esa situación, que ya digo que no es fácil. Porque hay quien dice, entre mis conocidos, "Jo, qué suerte que tienes, tronko, que te has pillao un piso y ganas una pasta allí en Rusia y vienes bastante por aquí." Sí, sí, eso está muy bien y será cierto, pero cuando yo salía de la facultad y me iba a clase de ruso por las tardes a quemarme las pestañas, sin saber muy bien si me iba a servir para algo algún día, los demás estaban de tranqui viendo la tele.
O el caso de Alfina, que ya estaba viviendo por aquí con un nivel de ruso de supervivencia justiiiita, y se pasó sus tres meses, embarazada y todo, haciendo sus intensivos de ruso y conduciendo todo el santo día de aquí para allá. Cuando encontró trabajo, las españolas "señoras de" con las que se veía a veces decían "Jo, has encontrado trabajo, menudo enchufe que debes tener", pero, mientras ellas estaban quedando todos los días en casa de alguna de ellas a poner verdes a las demás y pasar la tarde, Alfina estaba con los codos encima de la mesa y la barriga cada día más grande, para que, al hacer entrevistas de trabajo, tuvieran más motivos para contratarla.
Y luego, sí, hace falta suerte y la ayuda de Dios, y hay que estar en el momento y lugar adecuados, pero siempre le sacarás más partido a la suerte si, además de en el momento y lugar adecuados, la suerte te encuentra en posesión de un título, o más de uno, y con varios idiomas en posición de listos. Porque sí es verdad que tout est pour le mieux, pero, así y todo, il faut cultiver notre jardin.
En fin, para no acabar la entrada con una cita de un tipo tan racionalista como el franchute que escribió lo de antes, termino diciendo que sí, que trabajar en Rusia mola, que es algo que hay que preparar con tiempo y que hoy en día no es ni mucho menos tan duro como lo fue en los primeros noventa. Que la mejora de las comunicaciones ha hecho esto mucho más llevadero y que, si te sientes preparado y con ganas, acabarás por encontrar la forma de venir a currar, ya sea a la primera, a la segunda, o a la tercera. Y, para el caso concreto de Tortajada, sólo queda decir que las prisas son pésimas consejeras y que mejor será que se plantee un noviazgo como Dios manda, hoy que las comunicaciones son una pasada, antes que liarse la manta a la cabeza y echarse al monte a darse de chichones. Que luego duelen lo suyo.
Rusia no pertenece a la Unión Europea. Aunque a los españoles de ahora "en edad de merecer" les parezca mentira, hubo un tiempo en que no podíamos salir de España, a ningún país, sin pasaporte ni visado, y que sólo podíamos ir a trabajar si teníamos un contrato prácticamente desde casa, como pueden atestiguar montones de vendimiadores que a buenas horas se hubieran podido ir a Francia a hacer su agosto sin tener los papeles arreglados, o más de un estudiante (yo mismo) que se tuvo que sacar un visado para irse a Alemania, algo impensable actualmente. En aquellos tiempos, ir a Rusia (Unión Soviética, para ser exactos), y no digamos trabajar, no era ni planteable. Ahora, con la Unión Europea y su libre circulación de trabajadores, vamos por Europa como Perico por su casa. Bueno, en realidad, vamos por la parte de Europa que forma la Unión Europa.
Rusia no está ahí. Así que, ni libre circulación, ni gaitas. Para entrar, visado y, para trabajar, permiso de trabajo, que no es sencillo de obtener. Así que, el que quiera venir, que se calce.
En segundo lugar, los vendimiadores de mi pueblo no necesitaban en Francia hablar el idioma del país. Con que supieran palabras como vignoble, vin, allez les gars, plus vite, cochons! y algunas de ese jaez, iban servidos. Mi tío insistía en que se entendía en valenciano perfectamente, y lo cierto es que siempre logró volver y hasta le pagaban, así que el objetivo de la maniobra estaba conseguido.
Los emigrantes modernos no son vendimiadores precisamente. Los pieds noirs y, en general, los noirs han copado el mercado no sólo en Francia, sino en la propia España, donde la gente ha descubierto que eso de cosechar es muy malo para la espalda y se ha dedicado a estudiar, o ha puesto a estudiar a sus hijos, así que los que ahora salen son gente preparada, pero, claro, los trabajos a los que optan ya requieren bastante más que las cuatro palabras de francés, inglés o alemán que todos sabemos desde chicos. Aunque en España vamos fatal de idiomas, no falta quien añade a una buena preparación un conocimiento suficiente de algún idioma y, si durante la carrera se ha animado a hacer de Erasmus, ya tiene mucho avanzado.
En Rusia, el Erasmus no está ni se le espera, al menos en masa, así que la forma de entrar es tratar de aprender ruso en España, donde la oferta es reducidísima y de calidad bastante mediocre, o estar muy convencido de que te vas a Rusia y pasarte los veranos buscando cursos para ir olisqueando el país. Probablemente es lo que debería hacer Tortajada antes de que fuera demasiado tarde. Como estará viviendo con sus padres, debería intentar ahorrar su sueldecito y buscarse un buen curso de verano en Rusia, que los hay y desde luego mucho mejores de lo que iba a encontrar en España.
Porque lo de hablar ruso es importante. La alternativa es ser un alto directivo de una empresa superfetén al que envían a Rusia como retiro dorado con un ejército de traductores, pero eso es poco probable que le ocurra a un recién licenciado, salvo que sea el hijo del jefe. Y, si es el hijo del jefe, no necesita consejos y no hace falta que lea esto.
Eso sí, si hablas ruso con soltura, te manejas en el país y estás razonablemente bien preparado, es bastante posible que encuentres un trabajo bien pagado y en el que no haga falta quedarse hasta las nueve de la noche, como en España; quizá no enseguida, pero llegará. Ahora el trabajo del emigrante que se plantea llegar a Moscú es conseguir llegar a esa situación, que ya digo que no es fácil. Porque hay quien dice, entre mis conocidos, "Jo, qué suerte que tienes, tronko, que te has pillao un piso y ganas una pasta allí en Rusia y vienes bastante por aquí." Sí, sí, eso está muy bien y será cierto, pero cuando yo salía de la facultad y me iba a clase de ruso por las tardes a quemarme las pestañas, sin saber muy bien si me iba a servir para algo algún día, los demás estaban de tranqui viendo la tele.
O el caso de Alfina, que ya estaba viviendo por aquí con un nivel de ruso de supervivencia justiiiita, y se pasó sus tres meses, embarazada y todo, haciendo sus intensivos de ruso y conduciendo todo el santo día de aquí para allá. Cuando encontró trabajo, las españolas "señoras de" con las que se veía a veces decían "Jo, has encontrado trabajo, menudo enchufe que debes tener", pero, mientras ellas estaban quedando todos los días en casa de alguna de ellas a poner verdes a las demás y pasar la tarde, Alfina estaba con los codos encima de la mesa y la barriga cada día más grande, para que, al hacer entrevistas de trabajo, tuvieran más motivos para contratarla.
Y luego, sí, hace falta suerte y la ayuda de Dios, y hay que estar en el momento y lugar adecuados, pero siempre le sacarás más partido a la suerte si, además de en el momento y lugar adecuados, la suerte te encuentra en posesión de un título, o más de uno, y con varios idiomas en posición de listos. Porque sí es verdad que tout est pour le mieux, pero, así y todo, il faut cultiver notre jardin.
En fin, para no acabar la entrada con una cita de un tipo tan racionalista como el franchute que escribió lo de antes, termino diciendo que sí, que trabajar en Rusia mola, que es algo que hay que preparar con tiempo y que hoy en día no es ni mucho menos tan duro como lo fue en los primeros noventa. Que la mejora de las comunicaciones ha hecho esto mucho más llevadero y que, si te sientes preparado y con ganas, acabarás por encontrar la forma de venir a currar, ya sea a la primera, a la segunda, o a la tercera. Y, para el caso concreto de Tortajada, sólo queda decir que las prisas son pésimas consejeras y que mejor será que se plantee un noviazgo como Dios manda, hoy que las comunicaciones son una pasada, antes que liarse la manta a la cabeza y echarse al monte a darse de chichones. Que luego duelen lo suyo.