Viernes, nueve y media de la mañana (hace algunos años ya). Sede central de Zóns Ra, entidad intergaláctica radicada en Moscú y cuyo objeto social consiste en invadir la Tierra Media con productos extramedioterrestres.
- Alfor...
- ¿Sí, jefe?
- Tenemos un problema.
- ¿Yo también?
- Tiene usted que ir a la aduana de Bútovo.
- ¿Ésa que está lejos, lejos, lejos...?
- No sé...
- ¿Y allí qué hago?
- Nos han enviado un ordenador portátil desde el extranjero.
- Eso es bueno, ¿no?
- Sí.
- Pues esperemos.
- No. La aduana ha dicho que no lo saca. Mire este telegrama.
- A ver... aduana de Bútovo... ordenador... carga aduanera... despacho interrumpido... sí, jefe, parece que no lo sacan de allí.
- Pues podría ir usted a sacarlo.
- Pero si yo...
- Es que es usted el que sabe de estas cosas.
- "Estas cosas" siempre pasan en viernes, ¿verdad?
- ¿Ah, sí?
- Bueeeeeeno... voy p'allá. Deme el albarán, la factura proforma, el telegrama, un sello redondo, un montón de papeles con membrete y júreme que tengo carta blanca hasta para vender su alma al diablo.
- ¿Al diablo?
- Déjelo, déjelo.
* * *
Dos horas de atasco después. Aduana de Bútovo. Edificio administrativo.
- Hola.
Silencio.
- Hoooooola.
Levantamiento de cabeza, lento, por parte de un tipo vestido de verde con una gorra descomunal.
- Hola.
- Soy Alfor von Buchweizen, y vengo de Zóns Ra a recoger un ordenador portátil que nos han enviado desde nuestra sede intergaláctica.
- ¿Y a mí qué?
- Que me han dicho que está aquí.
- ¿Quién se lo ha dicho?
- Lo pone en este telegrama que nos han enviado ustedes.
- A ver, deme. Pfff, pfff, pfff, vaya a hablar con el subjefe del puesto, en el despacho 414.
- ¿Por dónde se va?
Silencio.
- Eeeeeeh... que por dónde se va.
- Salga por esa puerta y pregunte en información ¡Yo qué sé!
* * *
Despacho 414. Puesto aduanero de Bútovo. Viernes, doce menos cuarto de la mañana. Golpecitos en la puerta. Toc, toc.
Silencio.
Toc, toc.
Más silencio.
Abro la puerta un poco, lo justo para asomar la cabeza. Hay un tipo vestido de verde detrás de una mesa, leyendo el periódico.
- Hola.
Nada.
- ¡HOLA!
Ahora sí. La cabeza del tipo se levanta del periódico.
- ¿Qué quiere?
- Vengo de Zóns Ra a recoger una carga que nos ha llegado. Nos han enviado este telegrama.
- Ya.
- ¿Qué hago?
Encogimiento de hombros.
- ¿Esto qué es?
- Un ordenador.
- ¿Un ordenador?
- Portátil.
- Pues está bajo control aduanero.
- ¿Sí?
- Vaya a ver al agente de aduanas y haga una declaración.
- ¿Le sirve una carta oficial con el membrete de Zóns Ra?
- Si no la imprime en papel higiénico, no me sirve.
- Vaaaale, ya me voy.
* * *
Puerta del despacho del agente de aduanas de Bútovo. Viernes. Siempre viernes.
(continuará)
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
viernes, 29 de enero de 2010
miércoles, 27 de enero de 2010
Divertimento matemático-aduanero
La aduana rusa requiere una exactitud y perfección encomiables, a veces lejos de las posibilidades del común de los mortales. En los comentarios a la última entrada se citaba un caso en que un envío por DHL no llegaba a su destino. Es un caso común. DHL España y DHL Rusia son dos mundos distintos: los primeros no paran de tomar envíos prometiendo que los entregarán, y los segundos no paran de encogerse de hombros y de echar las culpas de no entregarlos a la aduana.
Y digo yo, ¿no será posible formalizar matemáticamente un poquito este desenfreno? Voy a intentarlo.
Rusia es un país con una buena dosis oriental, y ya se sabe que en Oriente los números tienen una simbología especial. Los números que simbolizan la perfección son el 3 (como la Santísima Trinidad) y el 7 (como los siete sacramentos, los siete sabios de Grecia, o las siete maravillas del mundo). La imperfección, en cambio, la simboliza el 6, un intento fallido de llegar a la perfección, que es el 7. Creo que todos sabemos que el famoso número 666, el de la Bestia, es un triple intento (fallido), por llegar a la perfección.
El número fatídico, obviamente, es el 13 desde que ése fue el número de los comensales en la Última Cena. Y tenemos otro número que podemos utilizar, que es el 40. El 40 simboliza un largo tiempo de paciencia, como los cuarenta años de travesía del desierto del pueblo elegido, los cuarenta días de ayuno de Jesucristo, o la propia Cuaresma. Un tiempo laaaaaargo.
Imaginemos que un procedimiento aduanero ruso es una ecuación matemática, y sea ésta ecuación la siguiente:
x2 = 9
Las soluciones son, naturalmente, 3 y -3, pero obviemos en este ejercicio las soluciones negativas, que no tienen sentido. Tres, pues, el número perfecto. Hay que ser perfectos para llevar a buen término el procedimiento aduanero.
¿Y si no lo somos? ¿Y si, por ejemplo, encomendamos nuestro envío a, por ejemplo, DHL España, que sabe de las aduanas rusas tanto como yo de las nigerianas? Eso es un error fatídico (es decir, un trece) que pone de su parte el remitente en su parte de la ecuación, la izquierda. Y, como lo pone de su parte, le ponemos un signo de más.
x2 + 13 = 9
y, por tanto:
x2 = 9 - 13 , o sea: x2 = - 4
¿Qué solución tiene el problema después del error? Claro, la solución es, como todos los que hemos currado con números complejos sabemos, 2i. Pero hay un problema, y es que esa solución no es real. Es una solución puramente imaginaria, y no esperéis en las aduanas ninguna imaginación, ni simpatía, ni nada.
Entonces, ¿qué hacemos?
Hay dos soluciones posibles. La primera es echarle paciencia, paciencia y paciencia y aguantar un tiempo largo, devolviendo el envío a su origen o haciendo complicadas operaciones de cambio de régimen aduanero mientras a los aduaneros les da la risa. Como ya sabemos, el tiempo largo lo simbolizamos con el número 40 y representa una pérdida (con signo negativo, pues), para el remitente. Así pues:
x2 - 40 = - 4
Por tanto:
x2 = 36
¡Ajá! Aquí sí hay solución, y es 6. Peeeeeero, como ya hemos visto, el 6 simboliza la imperfección. Y así es: para cuando hayamos terminado el procedimiento aduanero, el destinatario ni se acordará de que tenía que recibir un envío de nuestra parte. Eso sin contar las tarifas de almacenaje, que son como para mear y no echar gota.
¿No hay otra solución? Pues seguramente sí. Como en otras ocasiones hemos visto, una "generosa contribución" al bienestar personal del aduanero encargado de nuestro caso puede hacer milagros. La contribución debe ser la cantidad perfecta ¿Y cómo la simbolizamos? Pues con nuestros números perfectos. Nuestro primer número perfecto es 3 (vaya, el que hubiera sido la solución al principio), pero, si lo utilizamos en la ecuación, nos queda:
x2 - 3 = - 4
Ponemos el signo negativo porque, claro, para nosotros la "contribución generosa" significa un desembolso. Pero parece que va a haber que desembolsar más, porque:
=> x2 = - 1
y, por tanto:
x = i
Peeeero i sigue siendo una solución puramente imaginaria. No es real.
Vamos a desembolsar algo más. A ver si sirve nuestro segundo número perfecto, el 7. Ojo: ya es más caro que la primera solución.
x2 - 7 = - 4
y así:
x2 = 3
Y, por fin, tenemos solución: . Es cierto que se trata de una solución irracional.
Pero, al menos, es real.
Moraleja: En vuestras relaciones con la aduana, sed perfectos y no os equivoquéis ni en una coma.
De lo contrario, podéis acabar haciendo el número.
Y digo yo, ¿no será posible formalizar matemáticamente un poquito este desenfreno? Voy a intentarlo.
Rusia es un país con una buena dosis oriental, y ya se sabe que en Oriente los números tienen una simbología especial. Los números que simbolizan la perfección son el 3 (como la Santísima Trinidad) y el 7 (como los siete sacramentos, los siete sabios de Grecia, o las siete maravillas del mundo). La imperfección, en cambio, la simboliza el 6, un intento fallido de llegar a la perfección, que es el 7. Creo que todos sabemos que el famoso número 666, el de la Bestia, es un triple intento (fallido), por llegar a la perfección.
El número fatídico, obviamente, es el 13 desde que ése fue el número de los comensales en la Última Cena. Y tenemos otro número que podemos utilizar, que es el 40. El 40 simboliza un largo tiempo de paciencia, como los cuarenta años de travesía del desierto del pueblo elegido, los cuarenta días de ayuno de Jesucristo, o la propia Cuaresma. Un tiempo laaaaaargo.
Imaginemos que un procedimiento aduanero ruso es una ecuación matemática, y sea ésta ecuación la siguiente:
x2 = 9
Las soluciones son, naturalmente, 3 y -3, pero obviemos en este ejercicio las soluciones negativas, que no tienen sentido. Tres, pues, el número perfecto. Hay que ser perfectos para llevar a buen término el procedimiento aduanero.
¿Y si no lo somos? ¿Y si, por ejemplo, encomendamos nuestro envío a, por ejemplo, DHL España, que sabe de las aduanas rusas tanto como yo de las nigerianas? Eso es un error fatídico (es decir, un trece) que pone de su parte el remitente en su parte de la ecuación, la izquierda. Y, como lo pone de su parte, le ponemos un signo de más.
x2 + 13 = 9
y, por tanto:
x2 = 9 - 13 , o sea: x2 = - 4
¿Qué solución tiene el problema después del error? Claro, la solución es, como todos los que hemos currado con números complejos sabemos, 2i. Pero hay un problema, y es que esa solución no es real. Es una solución puramente imaginaria, y no esperéis en las aduanas ninguna imaginación, ni simpatía, ni nada.
Entonces, ¿qué hacemos?
Hay dos soluciones posibles. La primera es echarle paciencia, paciencia y paciencia y aguantar un tiempo largo, devolviendo el envío a su origen o haciendo complicadas operaciones de cambio de régimen aduanero mientras a los aduaneros les da la risa. Como ya sabemos, el tiempo largo lo simbolizamos con el número 40 y representa una pérdida (con signo negativo, pues), para el remitente. Así pues:
x2 - 40 = - 4
Por tanto:
x2 = 36
¡Ajá! Aquí sí hay solución, y es 6. Peeeeeero, como ya hemos visto, el 6 simboliza la imperfección. Y así es: para cuando hayamos terminado el procedimiento aduanero, el destinatario ni se acordará de que tenía que recibir un envío de nuestra parte. Eso sin contar las tarifas de almacenaje, que son como para mear y no echar gota.
¿No hay otra solución? Pues seguramente sí. Como en otras ocasiones hemos visto, una "generosa contribución" al bienestar personal del aduanero encargado de nuestro caso puede hacer milagros. La contribución debe ser la cantidad perfecta ¿Y cómo la simbolizamos? Pues con nuestros números perfectos. Nuestro primer número perfecto es 3 (vaya, el que hubiera sido la solución al principio), pero, si lo utilizamos en la ecuación, nos queda:
x2 - 3 = - 4
Ponemos el signo negativo porque, claro, para nosotros la "contribución generosa" significa un desembolso. Pero parece que va a haber que desembolsar más, porque:
=> x2 = - 1
y, por tanto:
x = i
Peeeero i sigue siendo una solución puramente imaginaria. No es real.
Vamos a desembolsar algo más. A ver si sirve nuestro segundo número perfecto, el 7. Ojo: ya es más caro que la primera solución.
x2 - 7 = - 4
y así:
x2 = 3
Y, por fin, tenemos solución: . Es cierto que se trata de una solución irracional.
Pero, al menos, es real.
Moraleja: En vuestras relaciones con la aduana, sed perfectos y no os equivoquéis ni en una coma.
De lo contrario, podéis acabar haciendo el número.
lunes, 25 de enero de 2010
Aduanas
Las aduanas rusas son el quebradero de cabeza más frecuente de quienes, por hache o por be, desempeñan su profesión o ejercen actividades en Rusia. Ese guardían de la frontera, ese cancerbero de lo eslavo, siempre está dispuesto a sorprendernos con nuevos requisitos, con trámites inesperados, con travesuras a cual más juguetona.
El Servicio Federal de Aduanas es el organismo que se encarga de mantenernos entretenidos a sus seguidores. Este organismo, y en particular su departamento jurídico, no pierde ripio de lo que cuece en los escalones superiores del poder, pero parece tener una manera particular de ver las cosas. El procedimiento funciona, o aparentemente funciona, de la manera que sigue:
1. Un organismo gubernamental con competencia para ello aprueba algo. Lo que sea.
2. El Servicio Federal de Aduanas, nunca suficientemente ponderado, podría decir durante la tramitación las consecuencias que tiene la aprobación de ese "algo". Pero, en lugar de decir algo en voz alta y recia, parece que lo dice por lo bajinis, y como frontándose las manos pensando en el jaleo que se va a montar.
3. Justo antes de que ese "algo" entre en vigor, el Servicio Federal de Aduanas lanza su munición de golpe en forma de tropecientas órdenes de desarrollo de eso que va comenzar a aplicarse. Como resultado de esas órdenes, los oficiales de los distintos puestos de aduana se llevan las manos a la cabeza, comienzan a estudiarlas, y todo se para unos días.
4. Se me olvidaba decir que la fecha favorita del Servicio Federal de Aduanas para que entren en vigor sus circulares es el 1 de enero. El 1 de enero las sorpresas son mucho mayores y la diversión no tiene límites y, por si fuera poco, los siguientes diez días son festivos, con los que puedes tomar las de Villadiego y no dar ninguna explicación hasta que la gente haya vuelto. Además, el 1 de enero sueles pillar a todo el mundo con la guardia baja: ha terminado el año, se ha cerrado el ejercicio, y mucha gente respira aliviada pensando en los días de asueto que te puedes pillar.
5. Entonces, ¡zas!, es el momento ideal para que el Servicio Federal de Aduanas haga una de las suyas. Si no estás en el ajo, resulta muy divertido. Cuando lo estás, se te queda una sensación de impotencia del quince, pero, claro, si no tienes sentido del humor y no te ríes con la broma, pues no haber venido.
6. La peña se da cuenta el 11 de enero, o así, de que algo pasa en frontera y de que los teléfonos móviles, por poner un caso actual, se están poniendo por las nubes porque todo lo que iba a entrar está detenido en los puestos fronterizos. Entonces pone el grito en el cielo, mientras el Servicio Federal de Aduanas pasa por el lado silbando y, como mucho, dice que eso ya se veía venir, que la normativa lleva diez días en vigor y que ellos sólo cumplen la normativa superior que tienen que aplicar.
Este año, la sorpresa del 1 de enero ha sido la unión aduanera entre Rusia, Bielorrusia y Kazajstán. Se suponía que ello podría simplificar las cosas, al haber un arancel único, entre otras cosas, pero, como sabemos los que llevamos aquí algún tiempo, no merece la pena simplificar las cosas, pudiendo complicarlas.
En este guirigay indescriptible, que no hay quien entienda, a alguien se le ha ocurrido que no sabe mucho de aduanas y que estaría bien que alguien le instruyera (bueno, a él y a los compañeros de trabajo que lo deseen, menos mal). Y aquí se produce un error fundamental por mi parte. Bueno, últimamente estoy atravesando una racha calamitosa y estoy metiendo la pata a diario, pero, con mi experiencia, en cuanto salió la idea de que alguien diera una charla sobre aduanas, debí haber dicho que a mí también me hacía muchísima falta y que yo también quería asistir.
Pero no lo dije.
M**rd*.
Bueno, tengo tres días para preparar algo.
El Servicio Federal de Aduanas es el organismo que se encarga de mantenernos entretenidos a sus seguidores. Este organismo, y en particular su departamento jurídico, no pierde ripio de lo que cuece en los escalones superiores del poder, pero parece tener una manera particular de ver las cosas. El procedimiento funciona, o aparentemente funciona, de la manera que sigue:
1. Un organismo gubernamental con competencia para ello aprueba algo. Lo que sea.
2. El Servicio Federal de Aduanas, nunca suficientemente ponderado, podría decir durante la tramitación las consecuencias que tiene la aprobación de ese "algo". Pero, en lugar de decir algo en voz alta y recia, parece que lo dice por lo bajinis, y como frontándose las manos pensando en el jaleo que se va a montar.
3. Justo antes de que ese "algo" entre en vigor, el Servicio Federal de Aduanas lanza su munición de golpe en forma de tropecientas órdenes de desarrollo de eso que va comenzar a aplicarse. Como resultado de esas órdenes, los oficiales de los distintos puestos de aduana se llevan las manos a la cabeza, comienzan a estudiarlas, y todo se para unos días.
4. Se me olvidaba decir que la fecha favorita del Servicio Federal de Aduanas para que entren en vigor sus circulares es el 1 de enero. El 1 de enero las sorpresas son mucho mayores y la diversión no tiene límites y, por si fuera poco, los siguientes diez días son festivos, con los que puedes tomar las de Villadiego y no dar ninguna explicación hasta que la gente haya vuelto. Además, el 1 de enero sueles pillar a todo el mundo con la guardia baja: ha terminado el año, se ha cerrado el ejercicio, y mucha gente respira aliviada pensando en los días de asueto que te puedes pillar.
5. Entonces, ¡zas!, es el momento ideal para que el Servicio Federal de Aduanas haga una de las suyas. Si no estás en el ajo, resulta muy divertido. Cuando lo estás, se te queda una sensación de impotencia del quince, pero, claro, si no tienes sentido del humor y no te ríes con la broma, pues no haber venido.
6. La peña se da cuenta el 11 de enero, o así, de que algo pasa en frontera y de que los teléfonos móviles, por poner un caso actual, se están poniendo por las nubes porque todo lo que iba a entrar está detenido en los puestos fronterizos. Entonces pone el grito en el cielo, mientras el Servicio Federal de Aduanas pasa por el lado silbando y, como mucho, dice que eso ya se veía venir, que la normativa lleva diez días en vigor y que ellos sólo cumplen la normativa superior que tienen que aplicar.
Este año, la sorpresa del 1 de enero ha sido la unión aduanera entre Rusia, Bielorrusia y Kazajstán. Se suponía que ello podría simplificar las cosas, al haber un arancel único, entre otras cosas, pero, como sabemos los que llevamos aquí algún tiempo, no merece la pena simplificar las cosas, pudiendo complicarlas.
En este guirigay indescriptible, que no hay quien entienda, a alguien se le ha ocurrido que no sabe mucho de aduanas y que estaría bien que alguien le instruyera (bueno, a él y a los compañeros de trabajo que lo deseen, menos mal). Y aquí se produce un error fundamental por mi parte. Bueno, últimamente estoy atravesando una racha calamitosa y estoy metiendo la pata a diario, pero, con mi experiencia, en cuanto salió la idea de que alguien diera una charla sobre aduanas, debí haber dicho que a mí también me hacía muchísima falta y que yo también quería asistir.
Pero no lo dije.
M**rd*.
Bueno, tengo tres días para preparar algo.
viernes, 22 de enero de 2010
Plataforma per Moscou
En España están de juerga con el empadronamiento de los inmigrantes irregulares, o ilegales, o como se les quiera llamar. El Ayuntamiento de Vich, antiquísimo municipio catalán, ha decidido dejar de empadronar a los inmigrantes ilegales que se le presenten, supongo que pidiéndoles presentar un visado a la hora de tramitarles el empadronamiento. La cosa es chunga, porque el certificado de empadronamiento es un documento que da acceso a cosas bastante importantes, por ejemplo a la escolaridad de los hijos, o a la universal sanidad española.
En España, empadronarse es algo bastante facilón. Yo mismo lo hice hace unos días, porque, ya que el Ayuntamiento de Valencia se empeña en retenerme en su padrón, al menos que me tuviera registrado en mi piso, y no en el de mis padres, que ya tengo edad de irme de su casa. Con el DNI y el último recibo de la luz, que además el funcionario encargado vio muy por encima, y en dos minutos, asunto arreglado. La víspera había estado allí y me había encontrado con una larga cola en la que me daba reparo hablar en castellano, porque no estaba seguro de que me entendieran. En Vich, por lo visto, se han propuesto reducir drásticamente el tamaño de la cola.
La cosa ha salido a la luz, supongo, por el morbo que da que la principal fuerza de la oposición en Vich sea un partido supuestamente ultraderechista llamado Plataforma per Catalunya y liderado por Josep Anglada, vicense de pro y que, al parecer, venía reclamando dicha medida desde hacía tiempo. Ni que decir tiene que casi todo quisqui bienpensante en España se ha tirado a la yugular del Ayuntamiento de Vich, con el resultado de que la propaganda que le han hecho a Plataforma per Catalunya y a su líder Anglada es fenomenal. Vamos a ver qué pasa en las próximas elecciones catalanas, que vienen dentro de poco.
La cosa me ha llamado la atención, porque, al lado de Moscú, Vich es un paraíso de integración multicultural, su alcalde un hermanito de la caridad y el propio Josep Anglada un peligroso izquierdista que no pone puertas a la dilución de la personalidad ciudadana en medio de un mar de recién llegados.
Para empadronarse en Moscú, amigos, y obtener la ansiada propiska, que da derecho a vivir en la capital rusa, hay que pasar tal laberinto de Creta que ríete del Minotauro. Desde luego, si eres inmigrante ilegal y, cándido de ti, te presentas a inscribirte, no es que no te vayan a empadronar, eso desde luego, es que desde el padrón avisan directamente a la policía para que te entrullen como paso previo a ponerte de patitas en la frontera. Para empadronarte necesitas un visado, sí, pero no uno cualquiera, sino uno que, en la práctica, es insólito que te concedan y que implica que tengas a la gente de los servicios secretos colgada de ti para ver de qué pie cojeas. Y, como hemos podido comprobar, cuando un comunista o ex-comunista insiste en saber de qué pie cojeas, suele ser para darte la zancadilla en ese pie.
Es más. En Vich, hasta hoy, nadie está planteando negar el empadronamiento a los españoles, ni a los extranjeros que hayan entrado legalmente en España (que los hay, y en abundancia). En Moscú, durante muchísimo tiempo, y aún quedan residuos, un ruso no moscovita, salvo enchufe mayúsculo, tampoco podía empadronarse por aquí. Durante el período bolchevique, directamente no le dejaban entrar salvo con una especie de salvoconducto, y luego le exigían la propiedad o alquiler de una vivienda (durante el comunismo, obviamente, lo de la propiedad de una vivienda no era ni planteable). Los que llevamos años por aquí sabemos que la práctica totalidad de las viviendas moscovitas que se alquilan son de estranjis total y que un contrato de alquiler registrado y con un sello oficial es una rareza de coleccionista. Con lo que, incluso para un ruso, permanecer legalmente en Moscú era, y es, una empresa complicadísima.
Así que, si puede ser, molaría traer por aquí al consistorio municipal de Vich al completo, aunque sea tras las próximas elecciones municipales y para entonces el alcalde ya sea Anglada. Si les dejáramos unos meses al cargo de las operaciones y aplican los principios que quieren poner en práctica en Vich, aquí mucha gente iba a respirar aliviada.
En España, empadronarse es algo bastante facilón. Yo mismo lo hice hace unos días, porque, ya que el Ayuntamiento de Valencia se empeña en retenerme en su padrón, al menos que me tuviera registrado en mi piso, y no en el de mis padres, que ya tengo edad de irme de su casa. Con el DNI y el último recibo de la luz, que además el funcionario encargado vio muy por encima, y en dos minutos, asunto arreglado. La víspera había estado allí y me había encontrado con una larga cola en la que me daba reparo hablar en castellano, porque no estaba seguro de que me entendieran. En Vich, por lo visto, se han propuesto reducir drásticamente el tamaño de la cola.
La cosa ha salido a la luz, supongo, por el morbo que da que la principal fuerza de la oposición en Vich sea un partido supuestamente ultraderechista llamado Plataforma per Catalunya y liderado por Josep Anglada, vicense de pro y que, al parecer, venía reclamando dicha medida desde hacía tiempo. Ni que decir tiene que casi todo quisqui bienpensante en España se ha tirado a la yugular del Ayuntamiento de Vich, con el resultado de que la propaganda que le han hecho a Plataforma per Catalunya y a su líder Anglada es fenomenal. Vamos a ver qué pasa en las próximas elecciones catalanas, que vienen dentro de poco.
La cosa me ha llamado la atención, porque, al lado de Moscú, Vich es un paraíso de integración multicultural, su alcalde un hermanito de la caridad y el propio Josep Anglada un peligroso izquierdista que no pone puertas a la dilución de la personalidad ciudadana en medio de un mar de recién llegados.
Para empadronarse en Moscú, amigos, y obtener la ansiada propiska, que da derecho a vivir en la capital rusa, hay que pasar tal laberinto de Creta que ríete del Minotauro. Desde luego, si eres inmigrante ilegal y, cándido de ti, te presentas a inscribirte, no es que no te vayan a empadronar, eso desde luego, es que desde el padrón avisan directamente a la policía para que te entrullen como paso previo a ponerte de patitas en la frontera. Para empadronarte necesitas un visado, sí, pero no uno cualquiera, sino uno que, en la práctica, es insólito que te concedan y que implica que tengas a la gente de los servicios secretos colgada de ti para ver de qué pie cojeas. Y, como hemos podido comprobar, cuando un comunista o ex-comunista insiste en saber de qué pie cojeas, suele ser para darte la zancadilla en ese pie.
Es más. En Vich, hasta hoy, nadie está planteando negar el empadronamiento a los españoles, ni a los extranjeros que hayan entrado legalmente en España (que los hay, y en abundancia). En Moscú, durante muchísimo tiempo, y aún quedan residuos, un ruso no moscovita, salvo enchufe mayúsculo, tampoco podía empadronarse por aquí. Durante el período bolchevique, directamente no le dejaban entrar salvo con una especie de salvoconducto, y luego le exigían la propiedad o alquiler de una vivienda (durante el comunismo, obviamente, lo de la propiedad de una vivienda no era ni planteable). Los que llevamos años por aquí sabemos que la práctica totalidad de las viviendas moscovitas que se alquilan son de estranjis total y que un contrato de alquiler registrado y con un sello oficial es una rareza de coleccionista. Con lo que, incluso para un ruso, permanecer legalmente en Moscú era, y es, una empresa complicadísima.
Así que, si puede ser, molaría traer por aquí al consistorio municipal de Vich al completo, aunque sea tras las próximas elecciones municipales y para entonces el alcalde ya sea Anglada. Si les dejáramos unos meses al cargo de las operaciones y aplican los principios que quieren poner en práctica en Vich, aquí mucha gente iba a respirar aliviada.
miércoles, 20 de enero de 2010
Visiones de la historia
El mes pasado, en mi última visita al museo Pushkin, ya comentada en su día por aquí, tuve la gran suerte de coincidir con una exposición temática sobre cuadros históricos del siglo XIX. Como la mayoría de los lectores de esta bitácora habrán sosechado, el arte me gusta, y la historia casi más todavía, así que no perdí ripio de la misma. La muestra era muy buena, e incluía, por ejemplo, el famoso de cuadro de Marat fiambre en su bañera, por David, además de una importante muestra de autores franceses, ingleses y también de algún ruso, de quienes tocará hablar en otra ocasión (Vaznetsov y Nesterov, dos fueras de serie, sobre todo el segundo).
De españoles había cuatro pequeños grabados de Goya, de la serie de los desastres de la guerra, que no sé yo muy bien si llamar históricos, y menos en el tiempo en que fueron dibujados. El de Marat recién difunto no era histórico cuando apareció, vale, porque David, que era amigo del finado, tomó unos apuntes allí mismo, en el lugar del suceso, con lo que más es un grabado periodístico que otra cosa, pero yo creo que David sí tenía la intención de que aquello que pintaba fuera a pasar a la historia, mientras que de Goya no veo tan clara la intención.
Las dos señoras que observan el cuadro y que aparecen en la fotografía de arriba son las últimas que pude observar. En Moscú, quizá más que en otras ciudades, hay toda una legión de seguidores de la cultura atentos a los acontecimientos que se desarrollan en la ciudad, y hay que incidir en que en Moscú hay muchos más eventos culturales que grados bajo cero. Que ya es decir. La diferencia con otras ciudades europeas es que, además, asistir a los eventos culturales en Moscú suele ser muy barato, en particular para los pensionistas, mientras que en otros sitios puede ser caro. La semana pasada, forzado por las circunstancias y el penoso tiempo que hacía, estuve un par de veces en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en Valencia, y visitarla con frecuencia no es algo que esté al alcance de todos los bolsillos. Eso sí, también vi la exposición de Sorolla y ésa era gratis, y lo hubiera sido del todo si hubiéramos logrado esquivar la tienda que había a la salida. Como no lo conseguimos, salimos de allí con un buen puñado de euros menos...
En Moscú, en cambio, un pensionista puede pasarse el día yendo de museos sin más limitaciones que la que le imponga su físico, e incluso pararse ante cuadros como el que estaban observando las señoras y que aquí debajo viene reproducido.
- Mira, mira, Ira (Irina, para las amigas), qué cuadro más horrible.
- ¿Qué es?
- Vamos a leer lo que pone abajo.
- ¡Oh! A esos dos señores les han cortado la cabeza.
- ¿La cabeza? ¿Y por qué?
- Seguro que hicieron algo malo.
- Aquí pone que al matarlos comenzó la revolución en los Países Bajos.
- Los Países Bajos... ¿Una revolución?
- Hablan de intolerancia religiosa.
- Mira, Ira, es interesante, pero es muy feo. Vamos a ver un cuadro más bonito. Venga...
Las dos señoras se fueron a ver la siguiente obra, dejando atrás el cuadro de Louis Gallait, Últimos honores a los restos de los condes Egmont y Hoorn. Sobre la decapitación de estas dos personas en Bruselas creo que ya escribí de cuando estuve por allí por... penúltima vez. El duque de Alba, que era el gobernador español de los Países Bajos en nombre de Felipe II, estaba un tanto nerviosillo con los rebeldes protestantes y, probablemente, con el lluvioso tiempo de por allí. El caso es que Egmont y Hoorn no erán precisamente rebeldes protestantes, sino católicos, y que el conde de Egmont había tenido una participación muy destacada del lado español en la batallas de San Quintín y, sobre todo, de Gravelinas, donde contribuyó a destrozar metódicamente a los franceses, así que cargárselos fuera seguramente algo muy exagerado. Pero vamos, después de las vacaciones lluviosas que me ha tocado soportar, la verdad es que yo mismo hubiera podido cometer cualquier barbaridad. Quizá no ésa, vale, pero alguna barbaridad seguro que sí.
De españoles había cuatro pequeños grabados de Goya, de la serie de los desastres de la guerra, que no sé yo muy bien si llamar históricos, y menos en el tiempo en que fueron dibujados. El de Marat recién difunto no era histórico cuando apareció, vale, porque David, que era amigo del finado, tomó unos apuntes allí mismo, en el lugar del suceso, con lo que más es un grabado periodístico que otra cosa, pero yo creo que David sí tenía la intención de que aquello que pintaba fuera a pasar a la historia, mientras que de Goya no veo tan clara la intención.
Las dos señoras que observan el cuadro y que aparecen en la fotografía de arriba son las últimas que pude observar. En Moscú, quizá más que en otras ciudades, hay toda una legión de seguidores de la cultura atentos a los acontecimientos que se desarrollan en la ciudad, y hay que incidir en que en Moscú hay muchos más eventos culturales que grados bajo cero. Que ya es decir. La diferencia con otras ciudades europeas es que, además, asistir a los eventos culturales en Moscú suele ser muy barato, en particular para los pensionistas, mientras que en otros sitios puede ser caro. La semana pasada, forzado por las circunstancias y el penoso tiempo que hacía, estuve un par de veces en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, en Valencia, y visitarla con frecuencia no es algo que esté al alcance de todos los bolsillos. Eso sí, también vi la exposición de Sorolla y ésa era gratis, y lo hubiera sido del todo si hubiéramos logrado esquivar la tienda que había a la salida. Como no lo conseguimos, salimos de allí con un buen puñado de euros menos...
En Moscú, en cambio, un pensionista puede pasarse el día yendo de museos sin más limitaciones que la que le imponga su físico, e incluso pararse ante cuadros como el que estaban observando las señoras y que aquí debajo viene reproducido.
- Mira, mira, Ira (Irina, para las amigas), qué cuadro más horrible.
- ¿Qué es?
- Vamos a leer lo que pone abajo.
- ¡Oh! A esos dos señores les han cortado la cabeza.
- ¿La cabeza? ¿Y por qué?
- Seguro que hicieron algo malo.
- Aquí pone que al matarlos comenzó la revolución en los Países Bajos.
- Los Países Bajos... ¿Una revolución?
- Hablan de intolerancia religiosa.
- Mira, Ira, es interesante, pero es muy feo. Vamos a ver un cuadro más bonito. Venga...
Las dos señoras se fueron a ver la siguiente obra, dejando atrás el cuadro de Louis Gallait, Últimos honores a los restos de los condes Egmont y Hoorn. Sobre la decapitación de estas dos personas en Bruselas creo que ya escribí de cuando estuve por allí por... penúltima vez. El duque de Alba, que era el gobernador español de los Países Bajos en nombre de Felipe II, estaba un tanto nerviosillo con los rebeldes protestantes y, probablemente, con el lluvioso tiempo de por allí. El caso es que Egmont y Hoorn no erán precisamente rebeldes protestantes, sino católicos, y que el conde de Egmont había tenido una participación muy destacada del lado español en la batallas de San Quintín y, sobre todo, de Gravelinas, donde contribuyó a destrozar metódicamente a los franceses, así que cargárselos fuera seguramente algo muy exagerado. Pero vamos, después de las vacaciones lluviosas que me ha tocado soportar, la verdad es que yo mismo hubiera podido cometer cualquier barbaridad. Quizá no ésa, vale, pero alguna barbaridad seguro que sí.
lunes, 18 de enero de 2010
Los Reyes de Ame (y IV): Los regalos
Nunca he visto llegar los Reyes a casa, pero es seguro que llegan, porque se comen la comida, se beben el agua (este año les dejamos horchata, que mis papás dijeron que les gusta más) y cierran mal la puerta del balcón. Qué patosos. Por la mañana, Abi y Ro se levantan, miran si hay regalos, me despiertan y luego despiertan a los papás, que siempre son los últimos en levantarse. El día de Reyes parece que están un poco más vagos y cansados que de costumbre, y eso es muy raro, porque a ellos también les traen regalos y yo pensaba que estarían interesados en abrirlos.
Los papás siempre están cansados, así que se sientan en el sofá del salón y Abi, Ro y yo vamos repartiendo los regalos ¡A mí me trajeron el emepetrés que había pedido! Bueno, me trajeron un emepecuatro, y además una mochila muy chula de Rayo MacQueen.
En casa, los Reyes siempre dejan también regalos para mis abuelitos, que son los papás de mi papá, y para mis tíos, que son los hermanos de mi papá y que son muy altos, así que no podemos quedarnos a jugar con nuestros regalos, sino que hemos de ir a casa de los abuelitos a llevarles sus regalos. Pero está muy bien, porque en casa de los abuelitos los Reyes también nos dejan siempre regalos a nosotros. Lo raro es que a ellos no les dejan en su propia casa. Yo creo que eso es porque los Reyes no son tan sabios como dice mi papá, porque trabajarían menos si dejaran todos los regalos en una casa, por ejemplo en la nuestra, y luego nosotros ya se los daríamos a cada uno. Pero bueno, siempre lo han hecho así, por lo que supongo que tienen el plan hecho y no les es cómodo cambiarlo.
Los abuelitos son muy mayores, están bastante malitos y se ponen muy contentos cuando llegamos. Seguro que por eso los Reyes nos dejan sus regalos en nuestra casa, para que tengamos que ir. Enseguida llegaron mis tíos y dijeron que en su casa habían dejado regalos para nosotros. Mis tíos no tienen hijos. Esto es malo, porque si los tuvieran tendríamos primitos para jugar con ellos cuando estamos en Valencia, pero también es bueno, porque así todos los regalos de los Reyes son para nosotros, y si tuvieran hijos tendríamos que compartirlos.
A mí me trajeron un transformer enorme y un arma letal que dispara cohetes de plástico, y yo me puse muy contento. Le pregunté a mi papá cómo sabían los Reyes que a mí me gustan más que nada los transformers. Mi papá me dijo que ya me había dicho muchas veces que los Reyes eran sabios. Sí que son sabios, sí. Incluso si no les escribes, saben lo que te gusta que les regales. Qué cosas.
La lástima fue que un par de días después, no sé muy bien cómo, apareció el emepecuatro dentro de la lavadora y desde entonces ya no va bien, pero lo puedo usar como si fuera un teléfono móvil de juguete. Mi papá se puso más triste que yo cuando se estropeó el emepecuatro, se tapó la cara con las manos y comenzó a girar la cabeza, que es lo que hace cuando algo no va bien. A mí no me importó mucho. Yo creo que el año que viene pediré otro.
Los papás siempre están cansados, así que se sientan en el sofá del salón y Abi, Ro y yo vamos repartiendo los regalos ¡A mí me trajeron el emepetrés que había pedido! Bueno, me trajeron un emepecuatro, y además una mochila muy chula de Rayo MacQueen.
En casa, los Reyes siempre dejan también regalos para mis abuelitos, que son los papás de mi papá, y para mis tíos, que son los hermanos de mi papá y que son muy altos, así que no podemos quedarnos a jugar con nuestros regalos, sino que hemos de ir a casa de los abuelitos a llevarles sus regalos. Pero está muy bien, porque en casa de los abuelitos los Reyes también nos dejan siempre regalos a nosotros. Lo raro es que a ellos no les dejan en su propia casa. Yo creo que eso es porque los Reyes no son tan sabios como dice mi papá, porque trabajarían menos si dejaran todos los regalos en una casa, por ejemplo en la nuestra, y luego nosotros ya se los daríamos a cada uno. Pero bueno, siempre lo han hecho así, por lo que supongo que tienen el plan hecho y no les es cómodo cambiarlo.
Los abuelitos son muy mayores, están bastante malitos y se ponen muy contentos cuando llegamos. Seguro que por eso los Reyes nos dejan sus regalos en nuestra casa, para que tengamos que ir. Enseguida llegaron mis tíos y dijeron que en su casa habían dejado regalos para nosotros. Mis tíos no tienen hijos. Esto es malo, porque si los tuvieran tendríamos primitos para jugar con ellos cuando estamos en Valencia, pero también es bueno, porque así todos los regalos de los Reyes son para nosotros, y si tuvieran hijos tendríamos que compartirlos.
A mí me trajeron un transformer enorme y un arma letal que dispara cohetes de plástico, y yo me puse muy contento. Le pregunté a mi papá cómo sabían los Reyes que a mí me gustan más que nada los transformers. Mi papá me dijo que ya me había dicho muchas veces que los Reyes eran sabios. Sí que son sabios, sí. Incluso si no les escribes, saben lo que te gusta que les regales. Qué cosas.
La lástima fue que un par de días después, no sé muy bien cómo, apareció el emepecuatro dentro de la lavadora y desde entonces ya no va bien, pero lo puedo usar como si fuera un teléfono móvil de juguete. Mi papá se puso más triste que yo cuando se estropeó el emepecuatro, se tapó la cara con las manos y comenzó a girar la cabeza, que es lo que hace cuando algo no va bien. A mí no me importó mucho. Yo creo que el año que viene pediré otro.
viernes, 15 de enero de 2010
Nevando en Valencia
Finalmente, las vacaciones tocan a su fin. Las mías, porque Ame vive en un estado vacacional permanente, sólo interrumpido por esporádicas peticiones de que se curre un poco los ejercicios de colegio a distancia en el que está matriculado; el único problema es que él no sabe que está de vacaciones; si lo supiera, estaría mucho más contento con su suerte. Pero, como ustedes no paran de preguntar por Ame, no tengo más remedio que mencionarlo.
Los demás miembros de la familia sí sabemos distinguir el asueto (ahora) del sudor de nuestra frente (a partir del lunes que viene), y en general preferimos lo primero. Hay que decir que no se puede decir que hayamos tenido mucha suerte con el tiempo en España: nos ha tocado una retahila interminable de lluvias persistentes, en Madrid y, lo que es tremendo, en Valencia y, como ya sabemos, en plena cabalgata de Reyes; nos ha tocado una ola de frío en toda España, Valencia incluida, y nosotros con una calefacción primitiva en la casa; nos ha tocado, ayer mismo, el temporal de viento más brutal en Valencia en los últimos veinte años (el anterior fue de 1987 y hubo muertos). Vamos, que mientras en Moscú estaban con temperaturas bonancibles de entre cinco y quince grados bajo cero, que se aguantan perfectamente (sobre todo si estás calentito dentro de casa), aquí el tiempo no ha molado nada. Sabemos, además, que en Madrid, como en buena parte de España, ha nevado lo suyo, y hasta hay quien dice que en Valencia tambien nevó.
Y ahora la pregunta, ¿es eso cierto?
Es cierto que hacía fresquito, que los termómetros bajaron hasta los dos grados y que eso, sin ser una salvajada, sí que es frío. Ahora bien, el viernes pasado, que fue el pico de la ola de frío, los valencianos no paseaban tiritando, sino erguidos con una pose orgullosa. Y decían:
- ¡Esta mañana ha nevado en Valencia!
Y luego seguían camino, como si hubieran vivido un día singularmente importante que les alejase de la mediocridad. Se cuenta que, cuando Napoleón derrotó a las fuerzas aliadas en Austerlitz, un buen 2 de diciembre de 1805, dirigió una conocida arenga a sus soldados: ¡Soldados! ¡Estoy orgulloso de vosotros! Cuando, en el futuro, digáis "Yo estuve en Austerlitz", los que os escuchen dirán: "He ahí a un valiente."
No parece sino que los valencianos piensen que, en el futuro, podrán decir: El terrible 8 de enero de 2010, cuando hacía un frío húmedo insoportable, yo estaba en Valencia aguantando con arrojo los aldabonazos del destino. Y entonces, de buena mañana, nevó copiosamente en la ciudad, cosa que no había pasado nunca y que provocó el pasmo de los más apocados. Y podrán mirar a los demás, que no vivieron tan alta ocasión, como blandengues aburguesados.
En realidad, nieve, lo que es nieve, yo no he visto, al menos a la altura del suelo. Sí que es cierto que, durante un ratito poco antes de las ocho de la mañana, caían copitos de aguanieve que se disolvían bastante antes de llegar al suelo, posiblemente antes de tocar el nivel de las farolas. Si los valencianos quieren llamar "nieve" al aguachirri descafeinado que goteaba cansinamente por sus calles, y así poder decir que Valencia es un lugar tan duro (o más, por la humedad) como la cima del Aconcagua, por lo menos, pues no seré yo, valenciano al fin, el que les quite la ilusión.
Pero nieve, y mucha, será lo que voy a ver a partir de pasado mañana. Y no vayan a creer que me pierden las ganas de volver.
Los demás miembros de la familia sí sabemos distinguir el asueto (ahora) del sudor de nuestra frente (a partir del lunes que viene), y en general preferimos lo primero. Hay que decir que no se puede decir que hayamos tenido mucha suerte con el tiempo en España: nos ha tocado una retahila interminable de lluvias persistentes, en Madrid y, lo que es tremendo, en Valencia y, como ya sabemos, en plena cabalgata de Reyes; nos ha tocado una ola de frío en toda España, Valencia incluida, y nosotros con una calefacción primitiva en la casa; nos ha tocado, ayer mismo, el temporal de viento más brutal en Valencia en los últimos veinte años (el anterior fue de 1987 y hubo muertos). Vamos, que mientras en Moscú estaban con temperaturas bonancibles de entre cinco y quince grados bajo cero, que se aguantan perfectamente (sobre todo si estás calentito dentro de casa), aquí el tiempo no ha molado nada. Sabemos, además, que en Madrid, como en buena parte de España, ha nevado lo suyo, y hasta hay quien dice que en Valencia tambien nevó.
Y ahora la pregunta, ¿es eso cierto?
Es cierto que hacía fresquito, que los termómetros bajaron hasta los dos grados y que eso, sin ser una salvajada, sí que es frío. Ahora bien, el viernes pasado, que fue el pico de la ola de frío, los valencianos no paseaban tiritando, sino erguidos con una pose orgullosa. Y decían:
- ¡Esta mañana ha nevado en Valencia!
Y luego seguían camino, como si hubieran vivido un día singularmente importante que les alejase de la mediocridad. Se cuenta que, cuando Napoleón derrotó a las fuerzas aliadas en Austerlitz, un buen 2 de diciembre de 1805, dirigió una conocida arenga a sus soldados: ¡Soldados! ¡Estoy orgulloso de vosotros! Cuando, en el futuro, digáis "Yo estuve en Austerlitz", los que os escuchen dirán: "He ahí a un valiente."
No parece sino que los valencianos piensen que, en el futuro, podrán decir: El terrible 8 de enero de 2010, cuando hacía un frío húmedo insoportable, yo estaba en Valencia aguantando con arrojo los aldabonazos del destino. Y entonces, de buena mañana, nevó copiosamente en la ciudad, cosa que no había pasado nunca y que provocó el pasmo de los más apocados. Y podrán mirar a los demás, que no vivieron tan alta ocasión, como blandengues aburguesados.
En realidad, nieve, lo que es nieve, yo no he visto, al menos a la altura del suelo. Sí que es cierto que, durante un ratito poco antes de las ocho de la mañana, caían copitos de aguanieve que se disolvían bastante antes de llegar al suelo, posiblemente antes de tocar el nivel de las farolas. Si los valencianos quieren llamar "nieve" al aguachirri descafeinado que goteaba cansinamente por sus calles, y así poder decir que Valencia es un lugar tan duro (o más, por la humedad) como la cima del Aconcagua, por lo menos, pues no seré yo, valenciano al fin, el que les quite la ilusión.
Pero nieve, y mucha, será lo que voy a ver a partir de pasado mañana. Y no vayan a creer que me pierden las ganas de volver.
miércoles, 13 de enero de 2010
Los Reyes de Ame (III): Sigue la cabalgata
Estuvimos esperando mucho tiempo que empezara la cabalgata. Cada poquito, Abi, Ro y yo le preguntábamos a papá cuándo comenzaría. Creo que por lo menos pasaron dieciséis horas, o más, pero al final empezaron a llegar los personajes.
Pasan señores a caballo, pasan artistas de circo, pasan muchos músicos tocando música valenciana que mi papá nos canta muchas veces en Moscú, y también pasan carrozas. Lo de las carrozas es lo mejor, porque tiran caramelos y, a veces, algunas carrozas tiran chuches, juguetes ¡y hasta balones! Este año la crisis se ha comido muchos caramelos, pero quedaban algunos, y había pocos juguetes, pero mi papá es muy alto y consiguió atrapar dos balones.
También venían los malos. Los malos vienen en una carroza en la que pone "El Corte Inglés". Eso es una tienda muy grande en la que a mamá le gusta mucho comprar cosas, y creo que es por eso que a papá no le gusta esa tienda. Además, me contó que tenía una cuenta pendiente con ellos. Mi papá dice que los ingleses nunca han querido muy bien a los españoles y por eso siempre estamos en guerra contra ellos. Seguro que los ingleses abrieron esa tienda para que todas las mujeres españolas se fueran allí a comprar cositas y quedarse con todo y enfadar a los españoles. Cuando se acercaron, un niño malo que iba en la carroza de los ingleses comenzó a tirarnos caramelos desde muy arriba y a mí me cayó uno en la cabeza y me hizo daño. Mi papá miró a su amigo, me miró a mí y dijo: "¡A por ellos!" Mi papá y su amigo metieron la mano en la bolsa de los caramelos que habían recogido y empezaron a tirar caramelos a los niños malos que iban en la carroza de los ingleses. Otros señores que estaban a nuestro lado y que por lo menos tenían quince años los vieron y también se pusieron a tirar caramelos a los ingleses. Al final les dimos a casi todos antes de que se fueran. Creo que los ingleses no se lo esperaban y por eso tuvieron que huir. Mi papá, su amigo y los otros señores se quedaron muy contentos.
Entonces mi papá levantó la cabeza y dijo: "¡Me ha caído una gota!" Y enseguida dijo que nos pusiéramos las capuchas. Él no llevaba, y su amigo tampoco, así que comenzaron a mojarse mucho, porque enseguida comenzó a llover. Casi todo el mundo tenía paraguas. "¡Pero si hace media hora estaba raso!", decía mi papá mientras le caían gotas de agua por la cara.
Los que iban en la cabalgata tampoco parecían muy contentos y se pusieron a ir deprisa, así que pronto llegaron los reyes. Los reyes son lo más guay de la cabalgata. El primero se llama Melchor. Cuando llega, todos gritamos muy fuerte su nombre, y él nos saluda. Luego viene el segundo, que se llama Gaspar. También todos gritamos su nombre cuando viene. Mi papá estaba ocupando secándose la cara, que la tenía totalmente mojada con la lluvia, así que le dije que gritara más, o los reyes no le dejarían nada. Mi papá miró al cielo, luego me miró a mí y comenzó a gritar. Yo creo que no tenía muchas ganas.
El tercer rey se llama Baltasar y siempre es negro, pero este año sólo estaba un poco morenito. Mi papá y su amigo se rieron mucho de él y dijeron que parecía Michael Jackson. Michael Jackson es un señor muy pálido que murió el año pasado porque no se comía la sopa que le daban sus papás y por eso esaba muy flaquito. De todas formas, no está bien reírse de un rey mago. Yo creo que a mi papá y a su amigo igual no le dejan todo lo que habían pedido.
Ahi se acabó la cabalgata. Lo más molesto es que seguía lloviendo y que no teníamos paraguas y que las capuchas y los abrigos que teníamos estaban ya mojados del todo. Además, había muchos charcos. Meter los pies dentro es muy divertido, pero mi papá decía que no los metiéramos, que nos mojaríamos. Dejamos en su casa al amigo de mi papá y a su hijo, y les deseamos que los reyes les dejasen muchas cosas y que ya nos veríamos al día siguiente, porque mi papá invita a algunos amigos suyos a merendar una cosa llena de nata y de figuritas que se llama roscón. Luego fuimos a nuestra casa, donde estaba mi mamá, que nos dijo que nos pusiéramos ropa seca enseguida.
Después de cenar, dejamos comida para los reyes y sus camellos y nos fuimos a dormir un poco nerviosos.
Pasan señores a caballo, pasan artistas de circo, pasan muchos músicos tocando música valenciana que mi papá nos canta muchas veces en Moscú, y también pasan carrozas. Lo de las carrozas es lo mejor, porque tiran caramelos y, a veces, algunas carrozas tiran chuches, juguetes ¡y hasta balones! Este año la crisis se ha comido muchos caramelos, pero quedaban algunos, y había pocos juguetes, pero mi papá es muy alto y consiguió atrapar dos balones.
También venían los malos. Los malos vienen en una carroza en la que pone "El Corte Inglés". Eso es una tienda muy grande en la que a mamá le gusta mucho comprar cosas, y creo que es por eso que a papá no le gusta esa tienda. Además, me contó que tenía una cuenta pendiente con ellos. Mi papá dice que los ingleses nunca han querido muy bien a los españoles y por eso siempre estamos en guerra contra ellos. Seguro que los ingleses abrieron esa tienda para que todas las mujeres españolas se fueran allí a comprar cositas y quedarse con todo y enfadar a los españoles. Cuando se acercaron, un niño malo que iba en la carroza de los ingleses comenzó a tirarnos caramelos desde muy arriba y a mí me cayó uno en la cabeza y me hizo daño. Mi papá miró a su amigo, me miró a mí y dijo: "¡A por ellos!" Mi papá y su amigo metieron la mano en la bolsa de los caramelos que habían recogido y empezaron a tirar caramelos a los niños malos que iban en la carroza de los ingleses. Otros señores que estaban a nuestro lado y que por lo menos tenían quince años los vieron y también se pusieron a tirar caramelos a los ingleses. Al final les dimos a casi todos antes de que se fueran. Creo que los ingleses no se lo esperaban y por eso tuvieron que huir. Mi papá, su amigo y los otros señores se quedaron muy contentos.
Entonces mi papá levantó la cabeza y dijo: "¡Me ha caído una gota!" Y enseguida dijo que nos pusiéramos las capuchas. Él no llevaba, y su amigo tampoco, así que comenzaron a mojarse mucho, porque enseguida comenzó a llover. Casi todo el mundo tenía paraguas. "¡Pero si hace media hora estaba raso!", decía mi papá mientras le caían gotas de agua por la cara.
Los que iban en la cabalgata tampoco parecían muy contentos y se pusieron a ir deprisa, así que pronto llegaron los reyes. Los reyes son lo más guay de la cabalgata. El primero se llama Melchor. Cuando llega, todos gritamos muy fuerte su nombre, y él nos saluda. Luego viene el segundo, que se llama Gaspar. También todos gritamos su nombre cuando viene. Mi papá estaba ocupando secándose la cara, que la tenía totalmente mojada con la lluvia, así que le dije que gritara más, o los reyes no le dejarían nada. Mi papá miró al cielo, luego me miró a mí y comenzó a gritar. Yo creo que no tenía muchas ganas.
El tercer rey se llama Baltasar y siempre es negro, pero este año sólo estaba un poco morenito. Mi papá y su amigo se rieron mucho de él y dijeron que parecía Michael Jackson. Michael Jackson es un señor muy pálido que murió el año pasado porque no se comía la sopa que le daban sus papás y por eso esaba muy flaquito. De todas formas, no está bien reírse de un rey mago. Yo creo que a mi papá y a su amigo igual no le dejan todo lo que habían pedido.
Ahi se acabó la cabalgata. Lo más molesto es que seguía lloviendo y que no teníamos paraguas y que las capuchas y los abrigos que teníamos estaban ya mojados del todo. Además, había muchos charcos. Meter los pies dentro es muy divertido, pero mi papá decía que no los metiéramos, que nos mojaríamos. Dejamos en su casa al amigo de mi papá y a su hijo, y les deseamos que los reyes les dejasen muchas cosas y que ya nos veríamos al día siguiente, porque mi papá invita a algunos amigos suyos a merendar una cosa llena de nata y de figuritas que se llama roscón. Luego fuimos a nuestra casa, donde estaba mi mamá, que nos dijo que nos pusiéramos ropa seca enseguida.
Después de cenar, dejamos comida para los reyes y sus camellos y nos fuimos a dormir un poco nerviosos.
domingo, 10 de enero de 2010
Los Reyes de Ame (II): La cabalgata
Todos los años vamos a la cabalgata de los Reyes Magos. Los Reyes Magos llegan a Valencia siempre el 5 de enero a las seis de la tarde, y luego es cuando reparten los regalos, pero es muy chulo ir a verlos con las carrozas.
Mi papá queda con un amigo suyo que tiene también niños y así vamos más juntos. Mi mamá también viene, pero este año estaba malita con un virus que se llama trancazo y que lo hemos tenido todos y se ha quedado en casa. Mi papá tosía de vez en cuando, pero al final ha venido.
Los Reyes no pasan hasta tarde, pero hay que ir pronto para coger sillas, porque, si no, llegan otros niños, se las quedan y los Reyes y todas las personas que van en la cabalgata sólo les dan caramelos, chuches y juguetes a ellos. Por eso vamos pronto, para que nos los den a nosotros, pero luego hay que esperar mucho rato y es aburrido.
El día era muy bonito y hacía mucho sol, así que mi papá miró el cielo y dijo que no hacía falta llevar los paraguas. "Por fin", dijo. El amigo de mi papá tampoco llevaba paraguas; sólo iba con él uno de sus hijos, porque una hija pequeñita que tiene tenía la varicela. La varicela es una enfermedad que yo tuve este verano y que se cura viendo la televisión varios días seguidos. Luego la tuvieron mis hermanas y también se curaron así. El amigo de mi papá tiene una hija que es mayor que Abi y que hace unos años que no viene a las cabalgatas. Parece que cuando te haces mayor hay algunas personas que ya no quieren ir a las cabalgatas. A otras personas no les pasa, como a mi papá y al amigo de mi papá. Menos mal que a mi papá no le ha pasado, porque yo no conozco la ciudad bien y no sabría llegar.
Cuando llegamos a la cabalgata, nos sentamos en unas sillas. Mi papá y su amigo se pusieron detrás de nosotros para que nadie pudiera pasar y para mirar mal a todos los niños que se acercaran a por los caramelos. Creo que el trabajo del amigo de mi papá también es solucionar problemas, como el de mi papá.
El amigo de mi papá dijo que había leído que el presupuesto de la cabalgata de este año era más pequeño que el año pasado. El presupuesto son los caramelos que van a repartir los reyes. Parece que hay una cosa que se llama crisis y que es la que se ha comido los caramelos que faltan. Cuando me acueste por la noche, le pediré a Dios que no haya más crisis, como hizo Ro el otro día.
Después, llegó un señor y mi papá le dio cuatro euros por cada silla. Luego nos las olvidamos allí, pero es que luego pasaron muchas cosas y, claro, mi papá estaba muy preocupado. Pero eso lo contaré otro día, porque mi papá tiene cháchara y se quiere ir a dormir.
Mi papá queda con un amigo suyo que tiene también niños y así vamos más juntos. Mi mamá también viene, pero este año estaba malita con un virus que se llama trancazo y que lo hemos tenido todos y se ha quedado en casa. Mi papá tosía de vez en cuando, pero al final ha venido.
Los Reyes no pasan hasta tarde, pero hay que ir pronto para coger sillas, porque, si no, llegan otros niños, se las quedan y los Reyes y todas las personas que van en la cabalgata sólo les dan caramelos, chuches y juguetes a ellos. Por eso vamos pronto, para que nos los den a nosotros, pero luego hay que esperar mucho rato y es aburrido.
El día era muy bonito y hacía mucho sol, así que mi papá miró el cielo y dijo que no hacía falta llevar los paraguas. "Por fin", dijo. El amigo de mi papá tampoco llevaba paraguas; sólo iba con él uno de sus hijos, porque una hija pequeñita que tiene tenía la varicela. La varicela es una enfermedad que yo tuve este verano y que se cura viendo la televisión varios días seguidos. Luego la tuvieron mis hermanas y también se curaron así. El amigo de mi papá tiene una hija que es mayor que Abi y que hace unos años que no viene a las cabalgatas. Parece que cuando te haces mayor hay algunas personas que ya no quieren ir a las cabalgatas. A otras personas no les pasa, como a mi papá y al amigo de mi papá. Menos mal que a mi papá no le ha pasado, porque yo no conozco la ciudad bien y no sabría llegar.
Cuando llegamos a la cabalgata, nos sentamos en unas sillas. Mi papá y su amigo se pusieron detrás de nosotros para que nadie pudiera pasar y para mirar mal a todos los niños que se acercaran a por los caramelos. Creo que el trabajo del amigo de mi papá también es solucionar problemas, como el de mi papá.
El amigo de mi papá dijo que había leído que el presupuesto de la cabalgata de este año era más pequeño que el año pasado. El presupuesto son los caramelos que van a repartir los reyes. Parece que hay una cosa que se llama crisis y que es la que se ha comido los caramelos que faltan. Cuando me acueste por la noche, le pediré a Dios que no haya más crisis, como hizo Ro el otro día.
Después, llegó un señor y mi papá le dio cuatro euros por cada silla. Luego nos las olvidamos allí, pero es que luego pasaron muchas cosas y, claro, mi papá estaba muy preocupado. Pero eso lo contaré otro día, porque mi papá tiene cháchara y se quiere ir a dormir.
viernes, 8 de enero de 2010
Los Reyes de Ame (I). La carta.
El día de Reyes es un día en que siempre estamos en Valencia. Mi papá dice que no es partidario de Ded Moroz ni de Papá Noel y que los buenos de verdad son los reyes, y yo creo que tiene razón.
Todo comienza con las cartas. A los reyes hay que escribirles cartas para que sepan lo que quieres que te regalen. Se lo conté a mis amigos de la guardería, pero no me entendieron. En Rusia, cuando viene Ded Moroz, los regalos los decide él. Los reyes son mejores porque eres tú el que les ordenas lo que te van a regalar. Se lo pides por favor, claro, pero siempre hacen lo que dices.
Como yo aún soy pequeño, la carta me la escribió mi hermana Abi, que es muy lista y escribe muy bien. Yo le dije que quería una bicicleta de Rayo Mac Queen de cuatro ruedas, para no caerme. Mi papá quiere enseñarme a montar en bicicleta y dice que es una vergüenza que un hjo suyo no sepa aún ir en bicicleta, pero yo creo que es mejor ir en coche y no quiero aprender.
Abi me escribió la carta y yo la cerré y se la di a papá para que la enviase, porque yo no tengo sellos y no sé cómo se hace.
- ¿Qué has pedido? - me preguntó papá.
- Una bicicleta de Rayo Mac Queen de cuatro ruedas.
- ¿Para qué?
- Así montaré en bicicleta sin caerme.
- Pero si ya tienes bicicleta...
- Sí, pero son de dos ruedas, y yo quiero una bicicleta de cuatro ruedas.
Mi papá dijo que bueno y que echaría la carta al correo.
Luego supe que mis hermanas habían pedido unos emepetreses, que es una cosa como un teléfono, pero donde sale música y puedes escucharla. A mí me gusta mucho la música, más que montar en bicicleta.
Mi papá, durante muchos días, me estuvo preguntando dónde había visto una bicicleta de Rayo Mac Queen. Yo le dije que no había visto ninguna, pero que estaría muy bien tener una bicicleta así.
- Pero, si no existe, los reyes no podrán encontrarla.
Yo le dije a mi papá que sí, que los reyes eran magos, y como eran magos podían hacer aparecer una bicicleta como la que yo quería.
Entonces mi papá comenzó a contar cosas muy raras. A veces, mi papá dice cosas que no se entienden muy bien, y no estoy seguro si lo que quiere es engañarme. Dijo que la Biblia, que es el libro donde está escrita la historia de esos reyes que traen regalos, estaba escrita hacía mucho tiempo, y que la palabra mago en realidad quiere decir sabio, pero que no es que hagan magia, sino que sabían muchas cosas. Como mi papá y como Abi, creo.
Ahí ya me preocupé, porque si los reyes no eran magos y la bicicleta de Rayo Mac Queen no existía, a lo mejor no me traían nada. Entonces comencé a portarme mal unos días.
Mi papá vino un día y me dijo si había pensado bien lo de la bicicleta de cuatro ruedas de Rayo Mac Queen y que si me parecería bien pedir un emepetrés como mis hermanas.
Yo le dije a mi papá que sí, que sí y que sí, pero que ya había enviado la carta y que los reyes pensaban que lo que yo quería era una bicicleta. Mi papá dijo que él arreglaría eso y que mandaría otra carta y que la escribiría él mismo. Menos mal que el trabajo de mi papá es solucionar problemas y que sabe lo que hay que hacer. Mi papá respiró aliviado cuando dije que sí. Es que se preocupa mucho por mí y debió notar que yo estaba nervioso.
Durante los días anteriores a los reyes hay que portarse muy bien. Si te portas mal, papá puede marcar el teléfono de los reyes magos y decirles que no te traigan nada. A los niños malos, los reyes les traen carbón, pero mi papá dice que el carbón mancha mucho y que prefiere que no traigan nada.
Al final, llega el día anterior, y los reyes llegan a Valencia y los llevan en carroza hasta el ayuntamiento. Eso se llama cabalgata de reyes, y mi papá nos lleva siempre a verla, pero eso lo contaré otro día, porque mi papá dice que ya está bien de cháchara y que se hace tarde. La cháchara es una cosa que dice mi papá cuando está cansado.
Todo comienza con las cartas. A los reyes hay que escribirles cartas para que sepan lo que quieres que te regalen. Se lo conté a mis amigos de la guardería, pero no me entendieron. En Rusia, cuando viene Ded Moroz, los regalos los decide él. Los reyes son mejores porque eres tú el que les ordenas lo que te van a regalar. Se lo pides por favor, claro, pero siempre hacen lo que dices.
Como yo aún soy pequeño, la carta me la escribió mi hermana Abi, que es muy lista y escribe muy bien. Yo le dije que quería una bicicleta de Rayo Mac Queen de cuatro ruedas, para no caerme. Mi papá quiere enseñarme a montar en bicicleta y dice que es una vergüenza que un hjo suyo no sepa aún ir en bicicleta, pero yo creo que es mejor ir en coche y no quiero aprender.
Abi me escribió la carta y yo la cerré y se la di a papá para que la enviase, porque yo no tengo sellos y no sé cómo se hace.
- ¿Qué has pedido? - me preguntó papá.
- Una bicicleta de Rayo Mac Queen de cuatro ruedas.
- ¿Para qué?
- Así montaré en bicicleta sin caerme.
- Pero si ya tienes bicicleta...
- Sí, pero son de dos ruedas, y yo quiero una bicicleta de cuatro ruedas.
Mi papá dijo que bueno y que echaría la carta al correo.
Luego supe que mis hermanas habían pedido unos emepetreses, que es una cosa como un teléfono, pero donde sale música y puedes escucharla. A mí me gusta mucho la música, más que montar en bicicleta.
Mi papá, durante muchos días, me estuvo preguntando dónde había visto una bicicleta de Rayo Mac Queen. Yo le dije que no había visto ninguna, pero que estaría muy bien tener una bicicleta así.
- Pero, si no existe, los reyes no podrán encontrarla.
Yo le dije a mi papá que sí, que los reyes eran magos, y como eran magos podían hacer aparecer una bicicleta como la que yo quería.
Entonces mi papá comenzó a contar cosas muy raras. A veces, mi papá dice cosas que no se entienden muy bien, y no estoy seguro si lo que quiere es engañarme. Dijo que la Biblia, que es el libro donde está escrita la historia de esos reyes que traen regalos, estaba escrita hacía mucho tiempo, y que la palabra mago en realidad quiere decir sabio, pero que no es que hagan magia, sino que sabían muchas cosas. Como mi papá y como Abi, creo.
Ahí ya me preocupé, porque si los reyes no eran magos y la bicicleta de Rayo Mac Queen no existía, a lo mejor no me traían nada. Entonces comencé a portarme mal unos días.
Mi papá vino un día y me dijo si había pensado bien lo de la bicicleta de cuatro ruedas de Rayo Mac Queen y que si me parecería bien pedir un emepetrés como mis hermanas.
Yo le dije a mi papá que sí, que sí y que sí, pero que ya había enviado la carta y que los reyes pensaban que lo que yo quería era una bicicleta. Mi papá dijo que él arreglaría eso y que mandaría otra carta y que la escribiría él mismo. Menos mal que el trabajo de mi papá es solucionar problemas y que sabe lo que hay que hacer. Mi papá respiró aliviado cuando dije que sí. Es que se preocupa mucho por mí y debió notar que yo estaba nervioso.
Durante los días anteriores a los reyes hay que portarse muy bien. Si te portas mal, papá puede marcar el teléfono de los reyes magos y decirles que no te traigan nada. A los niños malos, los reyes les traen carbón, pero mi papá dice que el carbón mancha mucho y que prefiere que no traigan nada.
Al final, llega el día anterior, y los reyes llegan a Valencia y los llevan en carroza hasta el ayuntamiento. Eso se llama cabalgata de reyes, y mi papá nos lleva siempre a verla, pero eso lo contaré otro día, porque mi papá dice que ya está bien de cháchara y que se hace tarde. La cháchara es una cosa que dice mi papá cuando está cansado.
miércoles, 6 de enero de 2010
El viaje a España (II): el metro
Efectivamente, como Andriey había supuesto en su último comentario, la única esperanza para llegar al aeropuerto a tiempo consistía en un medio de transporte que no tuviera nada que ver con las atestadas calzadas moscovitas. El helicóptero o el helitaxi no están a nuestro alcance (aunque en Moscú creo que ya hay algunos experimentos para gente muuuy forrada), así que sólo nos quedaba... el metro.
El metro es el medio de transporte natural cuando viajas solo, tu equipaje es una mochilita de ataque y estás en un día primaveral y agradable.
Cuando viajas con tu mujer y tus tres hijos, tu equipaje son tres maletas, una de ellas de levantador de piedra, y fuera estás a cosa de diez bajo cero y lleva nevando varios días con alegría navideña, el metro es, como muy bien dice Andriey, algo que no le desearías ni a tu peor enemigo ¿Por qué? Ahora veréis.
Primero, sal de casa. Siempre hay un niño (en nuestro caso es Ro) que se pone sensible con la separación de tres semanas y comienza a llorar y a despedirse largamente. Y es que, para un niño, tres semanas es una eternidad. Cuando hay taxista, hay un elemento perentorio que obliga a no andarse con chiquitas, coger a la niña, que aún pesa poco, colocarla en su asiento y ponerse los tapones en los oídos hasta que se pase la llantina. Si no hay taxi, te vas andando y la niña vuelve la cabeza atrás con frecuencia, y no están los plazos como para irse entreteniendo.
Lo segundo, moviliza tu equipaje. Y eso que soy afortunado y vivo, andando sin mucha prisa, a diez minutos de una boca de metro. Hay gente que, si tiene que arrastrar su voluminoso equipaje hasta el metro más próximo, puede tardar horas, y lo de subirlo a los autobuses que le dejarían más cerca del metro está fuera de las posibilidades físicas de la mayoría.
Vosotros pensaréis que soy un puñetero exagerado. Después de todo, ahora todas las maletas modelo Iñaki Perurena las hacen con ruedecillas, con lo que todo es cuestión de empujarlas suavemente hasta el metro. Sí, vale, pero eso es cuando el suelo está visible. Cuando sobre él hay diez centímetros de nieve, más valdría que en lugar de ruedecillas les pusieran esquíes a las maletas. Para haceros una idea, pensad que tuvierais que llevar una maleta de treinta kilos un kilómetro por la arena de la playa ¿A que no mola?
Luego toca salvar las escaleras. A veces, hay una especie de raíles que están adaptados a no sé qué estándar y que nunca coinciden con el ancho de las ruedas de las cosas que intento subir. Además, siempre están a la derecha según se sube, con lo que, si eres zurdo, se siente. Sí, yo soy zurdo. Zurdísimo.
Hasta aquí, la cosa estaba chunga, pero entonces interviene el factor humano. Compras un montonazo de billetes de metro. Los menores de siete años no pagan billete, pero las maletas sí, así que me preparo a gastar ocho viajes. La señora encargada del acceso tuvo compasión y dejó pasar a las maletas y a todos los niños gratis total. Sólo pagamos Alfina y yo. "Venga, venga, que son ustedes muchos." Económicamente, el resultado va a ser igual, porque para cuando volvamos a tener que usar el metro, los viajes que no gastamos habrán caducado, pero a la señora se le agradece el gesto, que nos ahorró tiempo. Y eso era importante.
Si hubiera sido hora punta nada nos hubiera salvado del desastre. En hora punta, la gente deja su lado bondadoso y comienza a afilar los codos (lo sé por propia experiencia: yo he tenido unos codos afiladísimos en mi anterior residencia). Pero un miércoles a las dos y cuarto de la tarde no es ni mucho menos hora punta, así que el resto fue relativamente sencillo. Gracias al cielo, no había transbordos, llegamos a la estación de tren desde donde salía el expreso a Domodiédovo y ya alcanzamos al aeropuerto con tiempo de sobra.
En fin, que Moscú siempre se las arregla para ponerte de los nervios. El próximo viaje ya no sé qué hacer para ir holgado. Ir a pasar la noche al aeropuerto me parece excesivo, pero es que con unos cuantos sustos semejantes somos carne de marcapasos en cuestión de meses.
Deseo a los lectores que los Reyes hayan sido generosos con ellos. Nosotros no nos podemos quejar, pero molaría algún rayito de sol para estos pobres exiliados, porque llevamos unas vacaciones que quizá fueran la delicia de la rana Gustavo, pero no de un servidor de ustedes.
Ah, y del trancazo, al menos yo, mucho mejor, gracias.
El metro es el medio de transporte natural cuando viajas solo, tu equipaje es una mochilita de ataque y estás en un día primaveral y agradable.
Cuando viajas con tu mujer y tus tres hijos, tu equipaje son tres maletas, una de ellas de levantador de piedra, y fuera estás a cosa de diez bajo cero y lleva nevando varios días con alegría navideña, el metro es, como muy bien dice Andriey, algo que no le desearías ni a tu peor enemigo ¿Por qué? Ahora veréis.
Primero, sal de casa. Siempre hay un niño (en nuestro caso es Ro) que se pone sensible con la separación de tres semanas y comienza a llorar y a despedirse largamente. Y es que, para un niño, tres semanas es una eternidad. Cuando hay taxista, hay un elemento perentorio que obliga a no andarse con chiquitas, coger a la niña, que aún pesa poco, colocarla en su asiento y ponerse los tapones en los oídos hasta que se pase la llantina. Si no hay taxi, te vas andando y la niña vuelve la cabeza atrás con frecuencia, y no están los plazos como para irse entreteniendo.
Lo segundo, moviliza tu equipaje. Y eso que soy afortunado y vivo, andando sin mucha prisa, a diez minutos de una boca de metro. Hay gente que, si tiene que arrastrar su voluminoso equipaje hasta el metro más próximo, puede tardar horas, y lo de subirlo a los autobuses que le dejarían más cerca del metro está fuera de las posibilidades físicas de la mayoría.
Vosotros pensaréis que soy un puñetero exagerado. Después de todo, ahora todas las maletas modelo Iñaki Perurena las hacen con ruedecillas, con lo que todo es cuestión de empujarlas suavemente hasta el metro. Sí, vale, pero eso es cuando el suelo está visible. Cuando sobre él hay diez centímetros de nieve, más valdría que en lugar de ruedecillas les pusieran esquíes a las maletas. Para haceros una idea, pensad que tuvierais que llevar una maleta de treinta kilos un kilómetro por la arena de la playa ¿A que no mola?
Luego toca salvar las escaleras. A veces, hay una especie de raíles que están adaptados a no sé qué estándar y que nunca coinciden con el ancho de las ruedas de las cosas que intento subir. Además, siempre están a la derecha según se sube, con lo que, si eres zurdo, se siente. Sí, yo soy zurdo. Zurdísimo.
Hasta aquí, la cosa estaba chunga, pero entonces interviene el factor humano. Compras un montonazo de billetes de metro. Los menores de siete años no pagan billete, pero las maletas sí, así que me preparo a gastar ocho viajes. La señora encargada del acceso tuvo compasión y dejó pasar a las maletas y a todos los niños gratis total. Sólo pagamos Alfina y yo. "Venga, venga, que son ustedes muchos." Económicamente, el resultado va a ser igual, porque para cuando volvamos a tener que usar el metro, los viajes que no gastamos habrán caducado, pero a la señora se le agradece el gesto, que nos ahorró tiempo. Y eso era importante.
Si hubiera sido hora punta nada nos hubiera salvado del desastre. En hora punta, la gente deja su lado bondadoso y comienza a afilar los codos (lo sé por propia experiencia: yo he tenido unos codos afiladísimos en mi anterior residencia). Pero un miércoles a las dos y cuarto de la tarde no es ni mucho menos hora punta, así que el resto fue relativamente sencillo. Gracias al cielo, no había transbordos, llegamos a la estación de tren desde donde salía el expreso a Domodiédovo y ya alcanzamos al aeropuerto con tiempo de sobra.
En fin, que Moscú siempre se las arregla para ponerte de los nervios. El próximo viaje ya no sé qué hacer para ir holgado. Ir a pasar la noche al aeropuerto me parece excesivo, pero es que con unos cuantos sustos semejantes somos carne de marcapasos en cuestión de meses.
Deseo a los lectores que los Reyes hayan sido generosos con ellos. Nosotros no nos podemos quejar, pero molaría algún rayito de sol para estos pobres exiliados, porque llevamos unas vacaciones que quizá fueran la delicia de la rana Gustavo, pero no de un servidor de ustedes.
Ah, y del trancazo, al menos yo, mucho mejor, gracias.
lunes, 4 de enero de 2010
Cerrado por trancazo
A los veintipico bajo cero de Moscú, los virus se congelan y no se atreven a decir ni mu, por lo visto.
En cambio, uno llega a España, con su cálido clima, y los virus se animan y comienzan a reproducirse y a incordiar que no veas.
Hoy no estoy para muchas entradas. Para lo que sí estoy es para acercarme a la farmacia a ver si me hacen un bono por cliente frecuente.
En cambio, uno llega a España, con su cálido clima, y los virus se animan y comienzan a reproducirse y a incordiar que no veas.
Hoy no estoy para muchas entradas. Para lo que sí estoy es para acercarme a la farmacia a ver si me hacen un bono por cliente frecuente.
viernes, 1 de enero de 2010
Feliz 2010
Es el día de año nuevo. Muchas felicidades a todos los lectores que soportan esta bitácora, sobre todo a los que no son parientes ni conocidos y que, para mi sorpresa, son mayoría cada vez más holgada, y ello por dos motivos: porque a los parientes y conocidos que saben de la existencia de esta bitácora parece que les moleste lo negro, y porque el número de lectores, a pesar de la nula promoción que el autor de estas líneas hace de su página, va aumentando paulatinamente. Vamos, yo no sé desde dónde llegan ustedes hasta aquí, aparte de los cuatro o cinco enlaces hacia aquí que otros blogueros han tenido a bien colocar en sus respectivas bitácoras, pero el hecho es que vienen viniendo y, para mi pasmo, no sólo de España, sino también de allende los mares, de todos los rincones de la Hispanidad y, curiosamente, también de distintos rincones de Alemania, donde el idioma español, en el que esta bitácora está (y seguirá estando) escrita, debe estar más extendido de lo que pueda parecer.
Como cada primero de enero, es hora de buenos propósitos, y he aquí que no se me ocurre nada que proponerme para mejorar, al menos en lo que concierne a esta página (en lo demás se me ocurren muchas cosas). He creído vislumbrar en los comentarios más recientes una cierta aprobación de las intervenciones de Ame en la bitácora, con una insinuación a que Ame "debería tener un blog propio". Para su tierna edad, entiendo que un blog propio es demasiado exigente, pero sí que procuraré que aparezca con cierta frecuencia por estas pantallas. Como creo que ya ha quedado escrito en más de una ocasión, la razón de ser de esta bitácora no es entretener a sus lectores, sino dar rienda suelta a las ganas de escribir de su autor; si, además, los lectores obtienen provecho de la bitácora, miel sobre hojuelas.
Sí que debo reconocer que, en lo tocante a los asuntos tratados en esta bitácora, me he circunscrito a Rusia y mis andanzas por ella, y quizá me he circunscrito demasiado, porque no es que sólo sea Rusia el centro de mis intereses. Revisando, en particular, las primeras entradas, se observa una alta proporción de entradas que nada tienen que ver con Rusia, probablemente por ser esas primeras entradas la expresión de una realidad balbuciente en busca de su sitio. Pero, con el tiempo, el sitio ha quedado más o menos fijado, y así espero que siga siendo en lo sucesivo.
Tampoco sé cuánto tiempo más va a dar esto de sí. En los primeros tiempos pensaba que no daría para mucho, pero he aquí que llevó unos cuantos años apretando teclas y todavía van saliendo asuntos sobre los que escribir. En tanto siga siendo así, el teclado continuará echando humo.
En fin, que feliz año nuevo y que, como parece que es tradición cambiar algo, me voy a limitar a colocar una dirección de correo electrónico de contacto, algo que desapareció en alguno de los cambios de diseño que la bitácora sufrió en algún momento. Y ahora, tras la primera parte de las vacaciones, que está teniendo lugar en Madrid, llega el momento más esperado: Valencia y, en Valencia, la llegada de los Reyes Magos. Seguro que Ame tiene algo que decir al respecto.
Como cada primero de enero, es hora de buenos propósitos, y he aquí que no se me ocurre nada que proponerme para mejorar, al menos en lo que concierne a esta página (en lo demás se me ocurren muchas cosas). He creído vislumbrar en los comentarios más recientes una cierta aprobación de las intervenciones de Ame en la bitácora, con una insinuación a que Ame "debería tener un blog propio". Para su tierna edad, entiendo que un blog propio es demasiado exigente, pero sí que procuraré que aparezca con cierta frecuencia por estas pantallas. Como creo que ya ha quedado escrito en más de una ocasión, la razón de ser de esta bitácora no es entretener a sus lectores, sino dar rienda suelta a las ganas de escribir de su autor; si, además, los lectores obtienen provecho de la bitácora, miel sobre hojuelas.
Sí que debo reconocer que, en lo tocante a los asuntos tratados en esta bitácora, me he circunscrito a Rusia y mis andanzas por ella, y quizá me he circunscrito demasiado, porque no es que sólo sea Rusia el centro de mis intereses. Revisando, en particular, las primeras entradas, se observa una alta proporción de entradas que nada tienen que ver con Rusia, probablemente por ser esas primeras entradas la expresión de una realidad balbuciente en busca de su sitio. Pero, con el tiempo, el sitio ha quedado más o menos fijado, y así espero que siga siendo en lo sucesivo.
Tampoco sé cuánto tiempo más va a dar esto de sí. En los primeros tiempos pensaba que no daría para mucho, pero he aquí que llevó unos cuantos años apretando teclas y todavía van saliendo asuntos sobre los que escribir. En tanto siga siendo así, el teclado continuará echando humo.
En fin, que feliz año nuevo y que, como parece que es tradición cambiar algo, me voy a limitar a colocar una dirección de correo electrónico de contacto, algo que desapareció en alguno de los cambios de diseño que la bitácora sufrió en algún momento. Y ahora, tras la primera parte de las vacaciones, que está teniendo lugar en Madrid, llega el momento más esperado: Valencia y, en Valencia, la llegada de los Reyes Magos. Seguro que Ame tiene algo que decir al respecto.