Al leer el artículo que se ha marcado el señor Bayer, se me ha subido tanto la sangre a la cabeza que me resulta realmente difícil contenerme y no soltar una retahila de improperios. Es un increíble compendio de ignorancia, buenrollismo y corrección político-babosa, aderezado con la imprescindible dosis de leyenda negra que parece que todo anglófono debe obligatoriamente agregar a sus escritos sobre España.
El tío, hay que reconocerlo, no empieza mal del todo, indicando que hay paralelismos entre España y Rusia, cosa evidente, pero empieza pronto a tocar las narices:
Las dos se entregaron a ideologías mesiánicas, pues hay paralelismos entre el catolicismo fanático de la España posterior a la Reforma y el comunismo ruso. A la defensiva, y de manera intolerante con otros credos, cazaron herejes sin piedad y suprimieron el disentimiento. La policía secreta de Stalin aprendió con seguridad algún que otro método de la Inquisición española.
El señor Bayer, cuyo apellido es bastante elocuente, a la par que racial a su manera, y que seguramente contribuyó a abrirle las puertas del periódico en el que escribe, se atreve a comparar los cinco mil muertos mal contados de la Inquisición española entre 1479 y 1834 con los cientos de miles de purgados entre 1924 y 1953. Y los casos de tortura, que eran excepcionales en España, con la tortura sistemática de la URSS, que además terminaba siempre con "confesión", cosa que además no libraba al reo antisoviético de su suerte (por llamarla de alguna manera). Con la Inquisición, al menos, podías arrepentirte y entonces, todo lo más, te condenaban a unas penas que no es que fueran agradables, que desde luego no lo eran, pero que eran la envidia de los reos de la jurisdicción civil española y de los demás países europeos ¿Tolerancia? ¿En qué país había tolerancia en el siglo XVI?
Paso por alto su opinión sobre los respectivos siglos XIX. Encontrar paralelismos entre el XIX español, con cinco guerras civiles, un sinnúmero de golpes de Estado y la caída a la tercera división entre las grandes potencias, y el siglo XIX ruso, que marca su época de mayor expansión territorial, esplendor cultural y científico y el ascenso definitivo a primera división entre las potencias, no es nada sencillo, aunque el señor Bayer piensa que sí. Eso se quedará para otra entrada.
"Hoy, los regímenes que surgieron de las dos guerras civiles ya no existen en ninguno de los dos países, y España ha hecho la transición a una sociedad democrática."
Aaaah, España es una democracia y Rusia no. Creo que el señor Bayer tendrá que definir "democracia".
Sobre todo hay que agradecérselo al rey Juan Carlos, que resultó ser un hombre sabio y decente.
Seguro que Mitrofán no está totalmente de acuerdo. No voy a hacer sangre de esto, porque esta bitácora tiene una especial inquina por el actual Jefe del Estado español, así que me resulta difícil ser objetivo al escribir sobre él.
Pero el verdadero héroe fue el dictador español Francisco Franco, quien, a pesar de todos sus errores, comprendió que un monarca constitucional, un símbolo nacional que se situara sobre la lucha política y representara a todos los españoles, era lo mejor para traer la reconciliación. La restauración borbónica significó que ningún político pudiera aspirar a heredar el papel de Franco. También significó la continuidad histórica, volviendo a la abdicación de 1931 de Alfonso XIII (...)
Para empezar, don Alfonso no abdicó formalmente en ningún momento, pero bueno, ciertamente eso es lo de menos. Ahora bien, ¿Franco estaba pensando en todo eso? A mí que me da que no... pero el caso es luego sigue:
El poder en Rusia es unipolar, lo que significa que cada nuevo líder intenta ponerse los zapatos de José Stalin, y convirtiéndose en alguien risible o terrorífico, o las dos cosas. Lo mismo que Franco temió que pudiera ocurrir en España.
Aterrorizado debía estar, el hombre.
Por desgracia, la Rusia postcomunista nunca ha tomado en consideración imitar el ejemplo de España y recuperar un monarca constitucional. No hubiera sido una solución mágica para los distintos problemas de Rusia, pero hubiera aportado una base para construir una sociedad más sana.
Le vamos a decir al señor Bayer por qué lo del monarca constitucional estaba complicadillo en Rusia, ya que él no lo ve claro:
1.- Porque en Rusia jamás había habido la menor experiencia de monarquía constitucional. Todos los zares habían sido autocráticos hasta la médula. En España, propiamente, prácticamente nunca hubo una monarquía absoluta a lo Luis XIV, y sí que había experiencias anteriores de monarcas constitucionales, a partir de 1833.
2.- Porque no lo iba a apoyar prácticamente nadie. En España había corrientes monárquicas de distinto pelaje y cierto respaldo, por lo que Juanca tenía gente en quien sostenerse. En Rusia, los monárquicos que hay no sólo no son liberales constitucionalistas, sino que desde luego usarían la Constitución como papel higiénico.
3.- Porque el sistema tradicional en Rusia, le guste o no al señor Bayer, y el único que conciben los rusos, es aquel en que el que manda es el Jefe del Estado, llámese zar, emperador, jefe del Gobierno Provisional, secretario general del PCUS o presidente de la Federación Rusa. El sistema en que hay un figurín que está nominalmente a la cabeza, pero no gobierna, no vale aquí. Tampoco en Nueva York, donde vive el señor Bayer desde 1974.
4.- Porque existen bastantes dudas sobre quién es el Zar legítimo. El señor Bayer, que evidentemente sólo es monárquico, o algo así, desde anteayer, ha pasado por alto el detalle de que para instaurar la monarquía hace falta un monarca concreto; los que somos monárquicos desde hace mucho más tiempo sabemos que ése es un problema importante, y en el caso de Rusia es poco menos que irresoluble. Pero eso también lo dejaré para otra entrada.
Ah, y sobre que la sociedad española sea más sana hoy que antes de la llegada de Juanca, habría mucho que hablar. A lo mejor el señor Bayer podía haberse quedado unos cuantos meses más en Barcelona, aprender español e incluso visitar el par de sinagogas que hay. Porque, con "just a few days" se acaban escribiendo artículos como ése que casi me pone de mal humor hoy, pero que no lo ha conseguido.
Porque me voy de vacaciones. Durante el par de semanas que no voy a estar por aquí voy a ver si escribo sobre uno de esos asuntos históricos que tanto me gustan y que el Botas dice que no interesan a nadie. Bueno, pues vamos a ver.
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
viernes, 31 de julio de 2009
miércoles, 29 de julio de 2009
Terreno resbaladizo
De entre los periódicos odiosos, ocupa un lugar destacado el Moscow Times. El Moscow Times no es un mal periódico, y posiblemente ahí reside su verdadero peligro; en que sus redactores son tendenciosos como ellos solos y, con una apariencia de objetividad, van soltando frasecitas y poniendo en relación hechos que llevan a una interpretación totalmente sesgada de las cosas que pasan. A mí me recuerda muchísimo a El País, un periódico sesgado que se las daba de independiente y que tiene auténticos especialistas en llevar el agua a su molino.
El Moscow Times es un periódico progre, sionista, proselitista, hipócrita, antirruso, políticamente correcto hasta la náusea y enormemente peligroso, porque su sesgo no se nota demasiado a primera vista y porque es la fuente de información principal, por no decir única:
a) de la práctica totalidad del cuerpo diplomático destinado en Moscú;
b) de los guiris que pululan por aquí (que ahora son menos, con la crisis, pero son);
c) y de infinidad de gente que vive en el extranjero, les interesa Rusia, pero no llegan a leer en ruso, y se empapan de lo que cuenta ese panfleto.
Y, en particular, el cuerpo diplomático de los países que tiran a negligentes yo diría que se nutre directamente de traducciones a su idioma natal de lo que cuenta el Timos, digo, el Times, con lo cual las informaciones que llegan a demasiados gobiernos extranjeros es precisamente ésa.
Normalmente, el panfleto está bien informado, lo que aprovechan sus redactores para escoger las informaciones que publican y las que ocultan en función de sus intereses. Pero, a veces, un columnista suyo se pasa una semanita en Barcelona y se dice "¡Hombre! Ahora que he estado una semanita en Barcelona, ya puedo escribir sobre España." Y, con la inmensa cultura hispánica adquirida en esa semana, aumentada con haber visto "Vicky Cristina Barcelona", con un paseo por las Ramblas y con enterarse de que hay una letra que se llama eñe y que no existe en inglés, se planta frente al ordenador y escribe un texto como el que reproduzco abajo y que no voy a comentar hoy, porque ya me he faltado bastante. Mañana más.
Podéis comentar todo lo que queráis. Yo me lo guardo para la próxima entrada.
El Moscow Times es un periódico progre, sionista, proselitista, hipócrita, antirruso, políticamente correcto hasta la náusea y enormemente peligroso, porque su sesgo no se nota demasiado a primera vista y porque es la fuente de información principal, por no decir única:
a) de la práctica totalidad del cuerpo diplomático destinado en Moscú;
b) de los guiris que pululan por aquí (que ahora son menos, con la crisis, pero son);
c) y de infinidad de gente que vive en el extranjero, les interesa Rusia, pero no llegan a leer en ruso, y se empapan de lo que cuenta ese panfleto.
Y, en particular, el cuerpo diplomático de los países que tiran a negligentes yo diría que se nutre directamente de traducciones a su idioma natal de lo que cuenta el Timos, digo, el Times, con lo cual las informaciones que llegan a demasiados gobiernos extranjeros es precisamente ésa.
Normalmente, el panfleto está bien informado, lo que aprovechan sus redactores para escoger las informaciones que publican y las que ocultan en función de sus intereses. Pero, a veces, un columnista suyo se pasa una semanita en Barcelona y se dice "¡Hombre! Ahora que he estado una semanita en Barcelona, ya puedo escribir sobre España." Y, con la inmensa cultura hispánica adquirida en esa semana, aumentada con haber visto "Vicky Cristina Barcelona", con un paseo por las Ramblas y con enterarse de que hay una letra que se llama eñe y que no existe en inglés, se planta frente al ordenador y escribe un texto como el que reproduzco abajo y que no voy a comentar hoy, porque ya me he faltado bastante. Mañana más.
Russia Needs Its Own Juan Carlos
20 July 2009
By Alexei Bayer
It is hard to spend a few days in Spain without noting many similarities with Russia. Located at the opposite ends of Europe, both countries were unified early in the modern era in a struggle against a Muslim invader. Both ruled over other European lands and were feared and despised by their weaker neighbors. Both were given to messianic ideologies, as there are parallels between the fanatical Catholicism of post-Reformation Spain and Russian communism. Defensive and intolerant of other creeds, they relentlessly hunted heretics and suppressed dissent. Stalin’s secret police certainly learned a trick or two from the Spanish Inquisition. The two countries found themselves in a very similar situation at the end of the 19th century. Although overshadowed and snubbed as Europe’s laggards, they were catching up fast, not only in terms of economic progress and industrialization but also in the arts. They had an enlightened, civic-minded and thoroughly modern bourgeoisie. The artistic efflorescence in Barcelona bears an uncanny resemblance to Russia’s Silver Age.
The similarity runs deeper, as the modernist veneer was applied in both countries to what was essentially feudal society. Divisions appeared, culminating in bloody civil strife. The end in both cases was similar: the suppression of bourgeois modernity, even though in Russia it was the left that won and in Spain the right—despite Soviet support for the Republicans in the Spanish Civil War. In the end, even deeper fault lines were created, surviving into the final quarter of the 20th century.
Today, the regimes emerging from the two civil wars no longer exist in either country, and Spain has made the transition to a democratic society. It has, above all, King Juan Carlos to thank for this; he turned out to be a wise and decent man. But the real hero here was Spanish dictator Francisco Franco who, for all his faults, understood that a constitutional monarch, a national symbol standing above the political fray and representing all Spaniards, was best suited to bring about reconciliation. The Bourbon restoration meant that no politician could aspire to inherit Franco’s role. It also represented historical continuity, going back to the 1931 abdication of King Alfonso XIII and bridging a painful period in Spanish history. It created an independent source of authority that could arbitrate among conflicting economic, political and separatist forces.
This is exactly what the Russian political system lacks. It still has not found true legitimacy, which makes every new ruler attack his predecessor in order to assert his claim to power. The Soviet era remains a highly controversial subject. Its wounds and rifts have been papered over by mass-media legends, but they have not been healed. Power in Russia is unipolar, meaning that every new leader attempts to step into Josef Stalin’s shoes, becoming either comical or frightening, or both — just as Franco feared could happen in Spain.
Ironically, one of the greatest victims of Russia’s political system is Prime Minister Vladimir Putin. He clearly wants to leave politics and enjoy the wealth he has apparently amassed. However, if he gives up power, his hand-picked successor, President Dmitry Medvedev, will either be eaten alive by Byzantine intriguers in the Kremlin or, if he succeeds in building his own power base, he may turn on Putin — just as Putin attacked the era of his predecessor, Boris Yeltsin.
Unfortunately, post-Communist Russia has never considered emulating Spain’s example and bringing back a constitutional monarch. It would not have been a magic solution for Russia’s various problems, but it could have provided a foundation to build a healthier society.
Alexei Bayer, a native Muscovite, is a New York-based economist.
Podéis comentar todo lo que queráis. Yo me lo guardo para la próxima entrada.
lunes, 27 de julio de 2009
Ludopatías (II)
Hace dos años, el Gobierno ruso lanzó una prohibición del juego que entraría en vigor el 30 de junio de 2009, lo cual fue una sorpresa mayúscula, porque no estamos acostumbrados a ver a un Gobierno plantando cara al poderoso negocio de los casinos y otros antros de perdición, y menos al ruso, al que solemos suponer muy proclive a no molestar a los que tienen mucha pasta. De hecho, al ver que el plazo de cierre era de dos años, quien más quien menos pensó que algo pasaría entretanto. Probablemente los propios dueños de los casinos fueron de los primeros que lo pensaron.
Técnicamente, el juego no quedaba prohibido totalmente, sino restringido a cuatro zonas específicas situadas en puntos bastante distantes de las grandes ciudades. Es conocido que Rusia tiene un montón de puntos distantes de cualquier sitio, así que eligió cuatro... agujeros, colocados en Kaliningrado, Altai, el Mar de Azov y un cuarto del que ni me acuerdo, pero no tiene mayor importancia, porque, si montas un casino en cualquiera de ellos, los jugadores ricachones lo más probable es que ni te miren y, puestos a viajar, se vayan a Mónaco, que desde luego es un sitio mejor organizado.
Y el caso es que se acercaba el final del plazo y nadie se acordaba de ampliarlo ni mucho menos de derogar la ley. Para sorpresa de todos, resultó que el Gobierno ¡iba en serio! y faltaban pocos meses para reaccionar.
Hay que reconocer que el grupo de presión de propietarios de casinos se lo curró. Primero advirtió de la gente que se quedaría en el paro y de los ingresos que perderían en impuestos las arcas públicas, pero el Gobierno siguió en sus trece, porque anda que no tiene guasa que los propietarios de casinos sean precisamente los que lamenten los problemas sociales que pueden producirse.
El segundo intento de esquivar el golpe fue mucho más fino y difícil de prever. Una asociación de jugadores de póker consiguió que el póker fuera incluido en la lista de actividades deportivas, por lo que, tachán, si era un deporte y tenía incluso una federación, era una actividad digna de respeto y hasta promoción, con lo que los casinos se transformarían en clubes "deportivos" de póker. Genial, ¿verdad?
Lo malo es que el Gobierno iba realmente en serio. Y, en estos casos, nada les para.
Putin, nada menos que Putin, dijo que nones, que ni se les ocurriera la ideíta de hacerse pasar por clubes deportivos; paralelamente, el Ministro de Deportes, Mutkó, descubrió muy oportunamente que al inscribir el póker como deporte no habían obtenido la aprobación de la manera apropiada, mediante una orden ministerial, sino con una vulgar aprobación administrativa inferior, y es que en Rusia pasan muchas cosas oportunamente, no os lo podéis ni imaginar; ya sé que en España también, pero lo de aquí es tremendo. Así que a ver quién era el guapo que se ponía farruco y abría clubes de póker.
Y así, llegó el 30 de junio y los señores hicieron juego por última vez. Como en el Banzai, el casino de la foto de arriba, situado justo enfrente del Shan-Gri-La y del que ya están desmontando los letreros. Y, oye, no ha pasado nada.
¿Y qué hacen ahora los ludópatas impenitentes? Pues esperemos que corregirse de su vicio y llevar una vida menos excitante y derrochona, pero la cosa no está clara. Quedan los casinos por internet, pero Putin ya ha dicho que ahora va a por ellos también, así que, querido ludópata, al menos te queda el consuelo de que prácticamente todos los demás vicios imaginables están bastante extendidos en Rusia, con lo que sólo te quedará escoger el que más agradable te resulte. Si, de paso, no te deja totalmente en la ruina a ti y a tu familia, incluso habremos ganado algo.
Técnicamente, el juego no quedaba prohibido totalmente, sino restringido a cuatro zonas específicas situadas en puntos bastante distantes de las grandes ciudades. Es conocido que Rusia tiene un montón de puntos distantes de cualquier sitio, así que eligió cuatro... agujeros, colocados en Kaliningrado, Altai, el Mar de Azov y un cuarto del que ni me acuerdo, pero no tiene mayor importancia, porque, si montas un casino en cualquiera de ellos, los jugadores ricachones lo más probable es que ni te miren y, puestos a viajar, se vayan a Mónaco, que desde luego es un sitio mejor organizado.
Y el caso es que se acercaba el final del plazo y nadie se acordaba de ampliarlo ni mucho menos de derogar la ley. Para sorpresa de todos, resultó que el Gobierno ¡iba en serio! y faltaban pocos meses para reaccionar.
Hay que reconocer que el grupo de presión de propietarios de casinos se lo curró. Primero advirtió de la gente que se quedaría en el paro y de los ingresos que perderían en impuestos las arcas públicas, pero el Gobierno siguió en sus trece, porque anda que no tiene guasa que los propietarios de casinos sean precisamente los que lamenten los problemas sociales que pueden producirse.
El segundo intento de esquivar el golpe fue mucho más fino y difícil de prever. Una asociación de jugadores de póker consiguió que el póker fuera incluido en la lista de actividades deportivas, por lo que, tachán, si era un deporte y tenía incluso una federación, era una actividad digna de respeto y hasta promoción, con lo que los casinos se transformarían en clubes "deportivos" de póker. Genial, ¿verdad?
Lo malo es que el Gobierno iba realmente en serio. Y, en estos casos, nada les para.
Putin, nada menos que Putin, dijo que nones, que ni se les ocurriera la ideíta de hacerse pasar por clubes deportivos; paralelamente, el Ministro de Deportes, Mutkó, descubrió muy oportunamente que al inscribir el póker como deporte no habían obtenido la aprobación de la manera apropiada, mediante una orden ministerial, sino con una vulgar aprobación administrativa inferior, y es que en Rusia pasan muchas cosas oportunamente, no os lo podéis ni imaginar; ya sé que en España también, pero lo de aquí es tremendo. Así que a ver quién era el guapo que se ponía farruco y abría clubes de póker.
Y así, llegó el 30 de junio y los señores hicieron juego por última vez. Como en el Banzai, el casino de la foto de arriba, situado justo enfrente del Shan-Gri-La y del que ya están desmontando los letreros. Y, oye, no ha pasado nada.
¿Y qué hacen ahora los ludópatas impenitentes? Pues esperemos que corregirse de su vicio y llevar una vida menos excitante y derrochona, pero la cosa no está clara. Quedan los casinos por internet, pero Putin ya ha dicho que ahora va a por ellos también, así que, querido ludópata, al menos te queda el consuelo de que prácticamente todos los demás vicios imaginables están bastante extendidos en Rusia, con lo que sólo te quedará escoger el que más agradable te resulte. Si, de paso, no te deja totalmente en la ruina a ti y a tu familia, incluso habremos ganado algo.
viernes, 24 de julio de 2009
Ludopatías (I)
El edificio de la foto es el del mítico cine Rossiya, en la plaza Pushkin, en cuyos bajos operaba el casino Shan-Gri-La, uno de los más grandes de Moscú, si no el que más, abierto día y noche y en el que se han dejado los cuartos los individuos más pudientes de Rusia. Pero eso era antes, antes del 30 de junio, fecha en que se cumplía el plazo de cierre de todos los establecimentos de juego en Moscú. Con ello, el Shan-Gri-La ha pasado a mejor vida, han desaparecido los matones de peinado e intelecto totalmente planos que me miraban despectivamente mientras trataba de abrime paso entre los cochazos que aparcaban delante de la puerta y no dejaban pasar a los peatones, y se han esfumado los susodichos coches.
Esta tarde, en lugar de maquinones interminables apelotonados en las aceras, con sus conductores echando un sueñecito en su interior mientras sus amos se envilecían, incluso había sitio para aparcar. Lo nunca visto.
Y es que a veces da la impresión de que, si hay algún vicio no muy extendido en Rusia, ello es porque los rusos no se han enterado de que existe. En cuanto se enteran, o en cuanto deja de estar prohibido, se dedican a él en cuerpo y alma. Porque lo de los extremos es algo curioso en un país donde la dedicación exclusiva a algo, malo o bueno, es moneda corriente. Aquí están los santos más santos, los científicos más brillantes y los mejores ajedrecistas, pero también los tipos más borrachos, los trabajadores más vagos y los perdularios más enfangados.
La ludopatía es uno de esos vicios que estaba por ahí, esperando a salir a la superficie. Antes de la Revolución existen abundantes testimonios de lo más lamentable entre la nobleza rusa, y no sólo entre hijos de papá, que también, sino entre gente por lo demás cultivada y con talento. Pushkin era un jugador más perdido que un alcohólico en La Meca, y la novela "El jugador", de Dostoyevsky, no se le ocurrió precisamente al autor mientras paseaba por los parques de San Petersburgo, sino que tiene mucho de autobiográfica.
Después del obligado paréntesis de los tiempos bolcheviques, los casinos, tragaperras, casas de juegos y todo tipo de tugurios salieron a la superficie, y con ellos la latente ludopatía de demasiada gente se puso rápidamente de manifiesto. Como en España, después de 1977, en que recuerdo que los cines de toda la vida se transformaban en bingos (bueno, o en salas pornográficas), para disgusto de los niños que íbamos al cine, en Rusia, y en Moscú en particular, la situación se descontroló y aparecieron calles enteras totalmente dedicadas a los juegos de azar, por las que daba un cierto resquemor pasear.
La última vez que el Gobierno quiso reprimir un vicio a golpe de decreto fue con la ley seca de Gorbachov, dirigida contra el alcoholismo y que resultó un fracaso completo, porque puedes prohibir la producción y la venta de alcohol, pero había que ver lo rápidamente que desaparecía el azúcar y las patatas de las tiendas, y no era precisamente para hacer buñuelos. Resultó peor el remedio que la enfermedad, y la profusión de alcohol casero de pésima calidad, hasta hoy, es una de las causas de que la esperanza de vida de la población masculina rusa haya estado hasta hace nada por debajo de los sesenta años.
Esta vez, el Gobierno ha dejado tranquilo el vicio de la bebida, supongo que dando por perdida la batalla, y la ha emprendido con un vicio que, por más reciente, quizá supone que está menos insertado en la sociedad. Y así se ha propuesto erradicar el juego; pero la descripción de cómo está saliendo la cosa la dejo para la próxima, que hoy se hace tarde.
Esta tarde, en lugar de maquinones interminables apelotonados en las aceras, con sus conductores echando un sueñecito en su interior mientras sus amos se envilecían, incluso había sitio para aparcar. Lo nunca visto.
Y es que a veces da la impresión de que, si hay algún vicio no muy extendido en Rusia, ello es porque los rusos no se han enterado de que existe. En cuanto se enteran, o en cuanto deja de estar prohibido, se dedican a él en cuerpo y alma. Porque lo de los extremos es algo curioso en un país donde la dedicación exclusiva a algo, malo o bueno, es moneda corriente. Aquí están los santos más santos, los científicos más brillantes y los mejores ajedrecistas, pero también los tipos más borrachos, los trabajadores más vagos y los perdularios más enfangados.
La ludopatía es uno de esos vicios que estaba por ahí, esperando a salir a la superficie. Antes de la Revolución existen abundantes testimonios de lo más lamentable entre la nobleza rusa, y no sólo entre hijos de papá, que también, sino entre gente por lo demás cultivada y con talento. Pushkin era un jugador más perdido que un alcohólico en La Meca, y la novela "El jugador", de Dostoyevsky, no se le ocurrió precisamente al autor mientras paseaba por los parques de San Petersburgo, sino que tiene mucho de autobiográfica.
Después del obligado paréntesis de los tiempos bolcheviques, los casinos, tragaperras, casas de juegos y todo tipo de tugurios salieron a la superficie, y con ellos la latente ludopatía de demasiada gente se puso rápidamente de manifiesto. Como en España, después de 1977, en que recuerdo que los cines de toda la vida se transformaban en bingos (bueno, o en salas pornográficas), para disgusto de los niños que íbamos al cine, en Rusia, y en Moscú en particular, la situación se descontroló y aparecieron calles enteras totalmente dedicadas a los juegos de azar, por las que daba un cierto resquemor pasear.
La última vez que el Gobierno quiso reprimir un vicio a golpe de decreto fue con la ley seca de Gorbachov, dirigida contra el alcoholismo y que resultó un fracaso completo, porque puedes prohibir la producción y la venta de alcohol, pero había que ver lo rápidamente que desaparecía el azúcar y las patatas de las tiendas, y no era precisamente para hacer buñuelos. Resultó peor el remedio que la enfermedad, y la profusión de alcohol casero de pésima calidad, hasta hoy, es una de las causas de que la esperanza de vida de la población masculina rusa haya estado hasta hace nada por debajo de los sesenta años.
Esta vez, el Gobierno ha dejado tranquilo el vicio de la bebida, supongo que dando por perdida la batalla, y la ha emprendido con un vicio que, por más reciente, quizá supone que está menos insertado en la sociedad. Y así se ha propuesto erradicar el juego; pero la descripción de cómo está saliendo la cosa la dejo para la próxima, que hoy se hace tarde.
miércoles, 22 de julio de 2009
Músicos acabados (IV)
Este año todavía no había escrito sobre los músicos que actúan en Moscú y que, como ya sabemos, con eso escriben su epitafio musical. Porque, ya sabéis, el músico moderno extranjero que actúa en Moscú, casi por definición, es una vieja gloria que ya no hará nada de provecho.
Pero hete aquí que nada menos que Britney Spears se une al grupo de acabados. Britney, que ha conocido tiempos muchísimo mejores, estaba haciendo un intento por enderezar su carrera después de hacer tantísimas tonterías que es difícil pensar que no hiciera a propósito muchas de ellas. Pues se acabó, chica. Por si no había caído bastante bajo con todo lo que ha hecho últimamente, ahora se le ha ocurrido venir a Moscú. El acabóse. De momento, ha intentado disimular un poquito y, en su concierto de San Petersburgo, ni siquiera ha hecho noche allí, sino que se fue en su avión privado a dormir a Estocolmo.
Pero eso no la librará del desastre, no. Ayer por la noche actuó en Moscú. Pobrecilla. Si hasta el momento estaba medio pirada, no quiero ni pensar lo que puede hacer a partir de ahora.
Aparte de Britney Spears, podemos hacer otra pregunta al respecto de este curioso fenómeno de artistas acabados. La noticia musical de este verano ha sido el fallecimiento de Michael Jackson, pero ¿musicalmente podíamos esperar algo de él o estaba acabado? Acudimos a la prueba del algodón y ¡tachán!, comprobamos que Michael Jackson actuó en Moscú en 1993 e incluso una segunda vez en 1996, lo cual deja pocas dudas al respecto. Fans de Michael: lamentamos su muerte tanto como el que más, pero musicalmente no iba a dar más de sí (como se demostró fehacientemente con sus apariciones de los últimos años).
Para terminar, veamos un par de ejemplos de artistas fosilizados que aparecen por aquí. Con la crisis, este año son claramente menos que los anteriores, pero vamos a destacar a dos de ellos.
Los primeros artistas de otra época son los Pet Shop Boys. Lo sorprendente es que incluso han dicho que han sacado un nuevo album. Obviamente, como se ve en el póster, no podemos saber ni siquiera qué aspecto tienen. Hay que reconocer que, como Michael Jackson, ya habían pasado por Rusia, momento a partir del cual empezaron a sacar recopilatorios. Toda una señal.
Pero, una vez más, y como el año pasado con Julio Iglesias, el artista más acabado del año también es español.
¡Sí! ¡Es él! Perdón, ¡es aquél! Nada menos que Raphael viene a confirmar su acabamiento. No es la primera vez. Raphael ya tenía fans a saco en la Unión Soviética, y la prueba es que no actúa exactamente en Moscú, sino en la sala de conciertos de Barvija, que es un pueblecito cercano a Moscú donde viven las personas con el riñón mejor cubierto de Rusia, por no decir del mundo entero. De todas formas, no se escapa del destino que se descarga sobre los músicos que vienen aquí: ¡estar acabado!
Pero hete aquí que nada menos que Britney Spears se une al grupo de acabados. Britney, que ha conocido tiempos muchísimo mejores, estaba haciendo un intento por enderezar su carrera después de hacer tantísimas tonterías que es difícil pensar que no hiciera a propósito muchas de ellas. Pues se acabó, chica. Por si no había caído bastante bajo con todo lo que ha hecho últimamente, ahora se le ha ocurrido venir a Moscú. El acabóse. De momento, ha intentado disimular un poquito y, en su concierto de San Petersburgo, ni siquiera ha hecho noche allí, sino que se fue en su avión privado a dormir a Estocolmo.
Pero eso no la librará del desastre, no. Ayer por la noche actuó en Moscú. Pobrecilla. Si hasta el momento estaba medio pirada, no quiero ni pensar lo que puede hacer a partir de ahora.
Aparte de Britney Spears, podemos hacer otra pregunta al respecto de este curioso fenómeno de artistas acabados. La noticia musical de este verano ha sido el fallecimiento de Michael Jackson, pero ¿musicalmente podíamos esperar algo de él o estaba acabado? Acudimos a la prueba del algodón y ¡tachán!, comprobamos que Michael Jackson actuó en Moscú en 1993 e incluso una segunda vez en 1996, lo cual deja pocas dudas al respecto. Fans de Michael: lamentamos su muerte tanto como el que más, pero musicalmente no iba a dar más de sí (como se demostró fehacientemente con sus apariciones de los últimos años).
Para terminar, veamos un par de ejemplos de artistas fosilizados que aparecen por aquí. Con la crisis, este año son claramente menos que los anteriores, pero vamos a destacar a dos de ellos.
Los primeros artistas de otra época son los Pet Shop Boys. Lo sorprendente es que incluso han dicho que han sacado un nuevo album. Obviamente, como se ve en el póster, no podemos saber ni siquiera qué aspecto tienen. Hay que reconocer que, como Michael Jackson, ya habían pasado por Rusia, momento a partir del cual empezaron a sacar recopilatorios. Toda una señal.
Pero, una vez más, y como el año pasado con Julio Iglesias, el artista más acabado del año también es español.
¡Sí! ¡Es él! Perdón, ¡es aquél! Nada menos que Raphael viene a confirmar su acabamiento. No es la primera vez. Raphael ya tenía fans a saco en la Unión Soviética, y la prueba es que no actúa exactamente en Moscú, sino en la sala de conciertos de Barvija, que es un pueblecito cercano a Moscú donde viven las personas con el riñón mejor cubierto de Rusia, por no decir del mundo entero. De todas formas, no se escapa del destino que se descarga sobre los músicos que vienen aquí: ¡estar acabado!
lunes, 20 de julio de 2009
Estados de ánimo
El retorno a Moscú después de una estancia en España, aunque sea tan corta como la que acabo de concluir hace unas horas, viene asociado a un sentimiento de desazón, primero, y más adelante de cabreo. Y no se trata sólo de que en España vienes de unas vacaciones, mientras que a Rusia vas a currar. No, hay algo más y, para describirlo, voy a generalizar con cierta confianza, porque se trata de sensaciones que comparten unánimemente todos los españoles residentes en Rusia que vuelven después de unos días en el terruño. Si los rusos que lean esto se ofenden, ajo y agua y, a una mala, que echen un vistazo al párrafo de introducción de esta bitácora.
El primer síntoma de que las cosas están empeorando se produce en el aeropuerto de, en mi caso, Madrid, cuando te diriges a la puerta de embarque y la ves literalmente tomada por rusos y más rusos. Uno pensaría que en los vuelos entre España y Rusia el pasaje estaría repartido a partes aproximadamente iguales entre ambas nacionalidades, ¿verdad? Pues de eso nada. Ya sea el vuelo de Iberia, o ya lo sea de Aeroflot, la abrumadora mayoría de los pasajeros son rusos, lo cual, a ojo, ya indica que España le hace a los rusos mucho más tilín que Rusia a los españoles.
Sea como fuere, el caso es que llegas a la puerta de embarque y adviertes de golpe que las vacaciones han terminado y que vuelves a darte de leches contra esa realidad rusa en la que eres, y siempre serás, un elemento extraño. De momento, los aviones van llenos a rebosar, con los rusos que han saqueado a conciencia el duty-free y que apelmazan las bolsas de Aldeasa en los compartimentos de equipaje de mano, haciendo tintinear las botellas unas contra otras. Algunos, los fumadores, han acumulado tabaco como para ahumar media Siberia, no sé muy bien por qué, pues siempre he creído que el tabaco es muy barato en Rusia, pero bueno, mejor para Aldeasa... y peor para los que agradeceríamos un rinconcito para embutir nuestra mochililla de mano entre tanta bolsa, bulto, instrumento musical y cachivache indefinible.
El viaje puede discurrir razonablemente bien o, por lo menos, como siempre. Ahora bien, al llegar a Moscú, la gente se pone nerviosísima, salta de sus asientos, aferra sus bultos como puede y una marabunta salvaje invade los pasillos del avión desafiando las leyes de la física y abriéndose paso entre codazos hacia la puerta.
No es descortesía o, al menos, no es sólo descortesía: es que la gente ya toma posiciones para la inmediata carrera hacia el control de pasaportes. En estos tiempos de crisis diríase que el control de pasaportes, que durante algún tiempo mejoró bastante, se ha hecho más farragoso, severo e insoportable que de costumbre. Dos metros en el avión pueden significar ganar, o perder, cinco puestos en la cola del control de pasaportes, y eso puede muy bien convertirse en media hora de retraso. Así que no esperéis lindezas entre los que estamos hechos a estos viajes; esperad codazos, empujones, bloqueos y carreras por los pasillos.
A estas alturas el españolito que vuelve a Rusia ya ha comprendido que las colas ordenadas las dejó hasta su próximo viaje a la patria y que lo suyo es adaptarse a las condiciones locales. Además de lo antedicho, el vuelo nocturno (apurando la estancia en España, por supuesto) le habrá dejado con un mal cuerpo como para hacer juego con la mala leche que se le está poniendo. El policía de fronteras será, además, su primer choque con la administración pública rusa. Un tío que ni le mira, como no sea para asegurarse de que la foto del pasaporte se corresponde con la realidad, ni le habla, a no ser para dar alguna orden seca.
Si la maleta llegó bien y los aduaneros no dan la tabarra, el viajero saldrá a la sala de llegadas, donde un enjambre de tipos mal encarados le abordarán diciendo "taxi, taxi", "nedorogo". Adiós a los cómodos coches último modelo, que se ven sustituidos, si aceptas los servicios de los taxistas espontáneos, por unos cacharros que funcionan de puro milagro y un conductor que reparte maldiciones y palabras soeces y que parece que esté haciendo un favor al viajero por los dos mil rublos que a éste le toca apoquinar. Si vas en tren, lo único que haces es aplazar el encuentro con los taxistas, que quizá no se produzca en el aeropuerto, pero sí en la estación de tren de destino, en condiciones parecidas a las anteriores.
En fin, que si vas en taxi, te vas a encontrar un atasco del quince; si vas en tren y en metro, como es mi caso, vas a circular en el vagón de metro con un enjambre sudoroso en contacto directo con tu cuerpo. En todo caso, tu mala leche, agriada por la noche en blanco, te recordará que las vacaciones quedaron atrás y que no sólo vas al trabajo, sino que, además, vives en la ciudad más grande de Europa y que a los moscovitas no les pagan para ser simpáticos.
Y aquí me tenéis, baldado, soñoliento y con unas ganas de coger la cama que no veáis. La tropa se quedó en España, dichosos ellos, y yo estoy de rodríguez durante las próximas semanas. El año pasado, en circunstancias similares, me dediqué a dar unos paseíllos en bicicleta y a ir al médico. A ver en qué me ocupo en esta ocasión. De momento, a mejorar de humor tras haber echado un sueñecito...
El primer síntoma de que las cosas están empeorando se produce en el aeropuerto de, en mi caso, Madrid, cuando te diriges a la puerta de embarque y la ves literalmente tomada por rusos y más rusos. Uno pensaría que en los vuelos entre España y Rusia el pasaje estaría repartido a partes aproximadamente iguales entre ambas nacionalidades, ¿verdad? Pues de eso nada. Ya sea el vuelo de Iberia, o ya lo sea de Aeroflot, la abrumadora mayoría de los pasajeros son rusos, lo cual, a ojo, ya indica que España le hace a los rusos mucho más tilín que Rusia a los españoles.
Sea como fuere, el caso es que llegas a la puerta de embarque y adviertes de golpe que las vacaciones han terminado y que vuelves a darte de leches contra esa realidad rusa en la que eres, y siempre serás, un elemento extraño. De momento, los aviones van llenos a rebosar, con los rusos que han saqueado a conciencia el duty-free y que apelmazan las bolsas de Aldeasa en los compartimentos de equipaje de mano, haciendo tintinear las botellas unas contra otras. Algunos, los fumadores, han acumulado tabaco como para ahumar media Siberia, no sé muy bien por qué, pues siempre he creído que el tabaco es muy barato en Rusia, pero bueno, mejor para Aldeasa... y peor para los que agradeceríamos un rinconcito para embutir nuestra mochililla de mano entre tanta bolsa, bulto, instrumento musical y cachivache indefinible.
El viaje puede discurrir razonablemente bien o, por lo menos, como siempre. Ahora bien, al llegar a Moscú, la gente se pone nerviosísima, salta de sus asientos, aferra sus bultos como puede y una marabunta salvaje invade los pasillos del avión desafiando las leyes de la física y abriéndose paso entre codazos hacia la puerta.
No es descortesía o, al menos, no es sólo descortesía: es que la gente ya toma posiciones para la inmediata carrera hacia el control de pasaportes. En estos tiempos de crisis diríase que el control de pasaportes, que durante algún tiempo mejoró bastante, se ha hecho más farragoso, severo e insoportable que de costumbre. Dos metros en el avión pueden significar ganar, o perder, cinco puestos en la cola del control de pasaportes, y eso puede muy bien convertirse en media hora de retraso. Así que no esperéis lindezas entre los que estamos hechos a estos viajes; esperad codazos, empujones, bloqueos y carreras por los pasillos.
A estas alturas el españolito que vuelve a Rusia ya ha comprendido que las colas ordenadas las dejó hasta su próximo viaje a la patria y que lo suyo es adaptarse a las condiciones locales. Además de lo antedicho, el vuelo nocturno (apurando la estancia en España, por supuesto) le habrá dejado con un mal cuerpo como para hacer juego con la mala leche que se le está poniendo. El policía de fronteras será, además, su primer choque con la administración pública rusa. Un tío que ni le mira, como no sea para asegurarse de que la foto del pasaporte se corresponde con la realidad, ni le habla, a no ser para dar alguna orden seca.
Si la maleta llegó bien y los aduaneros no dan la tabarra, el viajero saldrá a la sala de llegadas, donde un enjambre de tipos mal encarados le abordarán diciendo "taxi, taxi", "nedorogo". Adiós a los cómodos coches último modelo, que se ven sustituidos, si aceptas los servicios de los taxistas espontáneos, por unos cacharros que funcionan de puro milagro y un conductor que reparte maldiciones y palabras soeces y que parece que esté haciendo un favor al viajero por los dos mil rublos que a éste le toca apoquinar. Si vas en tren, lo único que haces es aplazar el encuentro con los taxistas, que quizá no se produzca en el aeropuerto, pero sí en la estación de tren de destino, en condiciones parecidas a las anteriores.
En fin, que si vas en taxi, te vas a encontrar un atasco del quince; si vas en tren y en metro, como es mi caso, vas a circular en el vagón de metro con un enjambre sudoroso en contacto directo con tu cuerpo. En todo caso, tu mala leche, agriada por la noche en blanco, te recordará que las vacaciones quedaron atrás y que no sólo vas al trabajo, sino que, además, vives en la ciudad más grande de Europa y que a los moscovitas no les pagan para ser simpáticos.
Y aquí me tenéis, baldado, soñoliento y con unas ganas de coger la cama que no veáis. La tropa se quedó en España, dichosos ellos, y yo estoy de rodríguez durante las próximas semanas. El año pasado, en circunstancias similares, me dediqué a dar unos paseíllos en bicicleta y a ir al médico. A ver en qué me ocupo en esta ocasión. De momento, a mejorar de humor tras haber echado un sueñecito...
viernes, 17 de julio de 2009
500
Esta entrada es un poco especial, porque, si las cuentas de Blogger no fallan, esta entrada es la número quinientos. Quinientos, tú.
Quizá sea el momento de hacer una pequeña pausa, volver la cabeza y ver lo que ha ido quedando detrás, desde que, un buen día de primavera de 2006, poco después de la hasta ahora última mudanza y recién conectado a internet, me pusiera delante del teclado sin saber demasiado bien qué escribir, pero con unas ganas enormes de hacerlo. Las ganas, y eso debe quedar claro, me siguen acompañando, y no hay quizá mejor prueba que las entradas, las cuales comenzaron siendo relativamente lapidarias, y han ido aumentando de longitud hasta convertirse, a veces, en auténticos rollos macabeos. Claro que yo lo he pasado bien escribiéndolas y, para mí, eso es lo que cuenta.
Como he dejado en alguna de las entradas de los cumpleaños, mi intención inicial consistió, curiosamente, incluso en escribir menos. Alejado de los míos, se me ocurrió que con una bitácora que pudieran visitar podrían estar al día de lo que nos va sucediendo a mí y la tropa que me rodea; pero resultó que a los míos, al menos a muchos de ellos, lo de leer les estimula mucho menos que a mí escribir, con lo que las entradas, poco a poco, comenzaron a escribirse mucho menos pensando en ellos, y mucho más en el mero hecho de describir lo que, en general, venía siendo nuestra vida por Rusia.
Y así, como una cosa lleva a la otra, comenzaron a aparecer temas, y lectores desconocidos y bienvenidos, y así hasta hoy.
Pues eso, que no sé a vosotros, pero a mí me está gustando la experiencia. Estoy aprendiendo mucho, y creo que tengo cuerda para rato. El fin está cada día más próximo, pero entretanto vamos a disfrutar del camino.
Quizá sea el momento de hacer una pequeña pausa, volver la cabeza y ver lo que ha ido quedando detrás, desde que, un buen día de primavera de 2006, poco después de la hasta ahora última mudanza y recién conectado a internet, me pusiera delante del teclado sin saber demasiado bien qué escribir, pero con unas ganas enormes de hacerlo. Las ganas, y eso debe quedar claro, me siguen acompañando, y no hay quizá mejor prueba que las entradas, las cuales comenzaron siendo relativamente lapidarias, y han ido aumentando de longitud hasta convertirse, a veces, en auténticos rollos macabeos. Claro que yo lo he pasado bien escribiéndolas y, para mí, eso es lo que cuenta.
Como he dejado en alguna de las entradas de los cumpleaños, mi intención inicial consistió, curiosamente, incluso en escribir menos. Alejado de los míos, se me ocurrió que con una bitácora que pudieran visitar podrían estar al día de lo que nos va sucediendo a mí y la tropa que me rodea; pero resultó que a los míos, al menos a muchos de ellos, lo de leer les estimula mucho menos que a mí escribir, con lo que las entradas, poco a poco, comenzaron a escribirse mucho menos pensando en ellos, y mucho más en el mero hecho de describir lo que, en general, venía siendo nuestra vida por Rusia.
Y así, como una cosa lleva a la otra, comenzaron a aparecer temas, y lectores desconocidos y bienvenidos, y así hasta hoy.
Pues eso, que no sé a vosotros, pero a mí me está gustando la experiencia. Estoy aprendiendo mucho, y creo que tengo cuerda para rato. El fin está cada día más próximo, pero entretanto vamos a disfrutar del camino.
miércoles, 15 de julio de 2009
Ligando de nuevo
Está visto que soy irresistible. Si, hace unos meses, pudimos ver cómo había una chica floreada que bebía los vientos por mí, ahora se reproduce el fenómeno Alfor por la red y, voilà, aquí tenemos otra nena, y qué nena, acercándose a mi buzón de correo.
De: Kristi Beaver [pqjgnuy@bonsaiwa.com]
Enviado el: sábado, 06 de julio de 2009 18:43
Para: badt57@mex.es (No es mi dirección, así que no sé muy bien cómo me ha llegado. Es una prueba más de que el amor no tiene barreras)
Asunto: El saludo de un gran pais Rusia
Datos adjuntos: Svetlanchik.jpg
Hola!!! Me llamo Svetlana. Vivo en Rusia. A mi de 30 anos. Busco el amor, quiero amar y quiero que me amemos (Sí, claro, los dos, tú y yo, nos amaremos a ti). Espero, mi carta no se quedara sin atencion.
(Ya ves que no, ya ves que no...)
Es interesante conocerte, probable, tanto como donde podia encontrar tu direccion del e-mail. (Pero si ni siquiera era la mía...)
Soy ahora a tu explicare.(Ya tardas, ya)
Mi amigo estaba sentado en el sitio de los conocimientos (debe ser filósofo, supongo), y ha conocido el hombre. Despues de la correspondencia, a ellos han comenzado las relaciones serias (vaya, bujarrón que te crio...). El hombre ha escrito que el tiene un amigo, que quiere conocer tambien la mujer rusa (¿Es a mí?). Mi amigo me ha invitado a conocer el hombre de otro pais. Me he puesto de acuerdo, porque oia que los hombres extranjeros muy bueno, respetan siempre a las mujeres y saben amar.
(Bueno, no todos. Pero yo sí, claro)
Busco el amor, quiero tener las relaciones serias. He tomado tu direccion del e-mail y te escribo ahora. Espero, mi carta no se quedara sin atencion. Tambien el hombre, que me ha dado tu direccion del e-mail, pedia que diga nunca, quien me ha dado tu direccion.
(No me extraña. Es que no ha acertado ni una letra)
He prometido que dire nunca. Por eso, perdona, pero si me preguntaras, quien me ha dado tu direccion del e-mail, no dire.
(Sí, yo también me avergonzaría)
Quiero contarte sobre (¿sobre? ¿ya?). Trabajo enfermera. En el futuro quiero ser doctor. Me gusta jugar mucho al voleybol. Temprano me ocupaba del voleybol es serio (debe ser que madruga. Yo, en cambio, prefiero jugar al voleibol algo más tarde).
Me gusta encontrarse con los amigos. Amo mucho los animales. Me gusta la naturaleza, me gusta hacer calor (¿Que le gusta hacer calor? Creo que a más de uno le va a gustar que le hagan calor), el sol, amo navegar y atezarse (¿atezarse? ¿lo qué?). Tambien me gusta andar a las campanas.
(¡Ah! A ésta sí que la haré subir al campanario a ver bien la ciudad, que a Alfina le da vértigo)
Mi la mujer romantica. Me gusta mirar con tarde caliente a las estrellas, pensar sobre agradable. Si en la calle el tiempo malo estoy sentada, las casas y miro el televisor o leo el libro (¿Sólo tienes uno?). Me gusta leer los libros (Ah, bueno). Me gusta mirar las comedias. Pero mas de nada, amo escuchar la musica. No puedo sin la musica (¿Nada?). Me gusta escuchar casi todos los (Es que los los suelen sonar muy bien).
En una carta no es posible contar todos los de si. Si me responderas, contare de todavia mas mucho interesante.
Mi e-mail: klubnika7@pochta.ru
Si te he interesado, escribe a mi direccion electronica: klubnika7@pochta.ru
Con los mejores votos (No, si con un par de cartas más aún ganaré las elecciones), Svetlana
A los dos días de esta arrebatadora misiva, recibí una exactamente igual firmada por Nadia, con una foto distinta (ésta está mejor) y con la dirección klubnika17@pochta.ru.
Será que son parientes...
De: Kristi Beaver [pqjgnuy@bonsaiwa.com]
Enviado el: sábado, 06 de julio de 2009 18:43
Para: badt57@mex.es (No es mi dirección, así que no sé muy bien cómo me ha llegado. Es una prueba más de que el amor no tiene barreras)
Asunto: El saludo de un gran pais Rusia
Datos adjuntos: Svetlanchik.jpg
Hola!!! Me llamo Svetlana. Vivo en Rusia. A mi de 30 anos. Busco el amor, quiero amar y quiero que me amemos (Sí, claro, los dos, tú y yo, nos amaremos a ti). Espero, mi carta no se quedara sin atencion.
(Ya ves que no, ya ves que no...)
Es interesante conocerte, probable, tanto como donde podia encontrar tu direccion del e-mail. (Pero si ni siquiera era la mía...)
Soy ahora a tu explicare.(Ya tardas, ya)
Mi amigo estaba sentado en el sitio de los conocimientos (debe ser filósofo, supongo), y ha conocido el hombre. Despues de la correspondencia, a ellos han comenzado las relaciones serias (vaya, bujarrón que te crio...). El hombre ha escrito que el tiene un amigo, que quiere conocer tambien la mujer rusa (¿Es a mí?). Mi amigo me ha invitado a conocer el hombre de otro pais. Me he puesto de acuerdo, porque oia que los hombres extranjeros muy bueno, respetan siempre a las mujeres y saben amar.
(Bueno, no todos. Pero yo sí, claro)
Busco el amor, quiero tener las relaciones serias. He tomado tu direccion del e-mail y te escribo ahora. Espero, mi carta no se quedara sin atencion. Tambien el hombre, que me ha dado tu direccion del e-mail, pedia que diga nunca, quien me ha dado tu direccion.
(No me extraña. Es que no ha acertado ni una letra)
He prometido que dire nunca. Por eso, perdona, pero si me preguntaras, quien me ha dado tu direccion del e-mail, no dire.
(Sí, yo también me avergonzaría)
Quiero contarte sobre (¿sobre? ¿ya?). Trabajo enfermera. En el futuro quiero ser doctor. Me gusta jugar mucho al voleybol. Temprano me ocupaba del voleybol es serio (debe ser que madruga. Yo, en cambio, prefiero jugar al voleibol algo más tarde).
Me gusta encontrarse con los amigos. Amo mucho los animales. Me gusta la naturaleza, me gusta hacer calor (¿Que le gusta hacer calor? Creo que a más de uno le va a gustar que le hagan calor), el sol, amo navegar y atezarse (¿atezarse? ¿lo qué?). Tambien me gusta andar a las campanas.
(¡Ah! A ésta sí que la haré subir al campanario a ver bien la ciudad, que a Alfina le da vértigo)
Mi la mujer romantica. Me gusta mirar con tarde caliente a las estrellas, pensar sobre agradable. Si en la calle el tiempo malo estoy sentada, las casas y miro el televisor o leo el libro (¿Sólo tienes uno?). Me gusta leer los libros (Ah, bueno). Me gusta mirar las comedias. Pero mas de nada, amo escuchar la musica. No puedo sin la musica (¿Nada?). Me gusta escuchar casi todos los (Es que los los suelen sonar muy bien).
En una carta no es posible contar todos los de si. Si me responderas, contare de todavia mas mucho interesante.
Mi e-mail: klubnika7@pochta.ru
Si te he interesado, escribe a mi direccion electronica: klubnika7@pochta.ru
Con los mejores votos (No, si con un par de cartas más aún ganaré las elecciones), Svetlana
A los dos días de esta arrebatadora misiva, recibí una exactamente igual firmada por Nadia, con una foto distinta (ésta está mejor) y con la dirección klubnika17@pochta.ru.
Será que son parientes...
lunes, 13 de julio de 2009
Lex historiae non mutandae
Rusia también está desarrollando su propia legislación de memoria histórica. Así como, en España, la historia parece que se circunscribe al período 1936-1975, Rusia también ha recreado su propia versión y circunscribe la historia al período 1941-1945. En cuanto a 1939, año bastante destacable en otros lugares, las cosas cambian. En 1939 no pasó nada reseñable en Rusia; Molotov apenas se reunió con Ribbentrop ni firmaron ningún acuerdo importante, sólo algún papelajo de cortesía. En 1940 tampoco pasó nada del otro mundo. Un ataquito a Finlandia y una ocupación de poca monta de las repúblicas bálticas, si acaso, que las liberó de sus regímenes corruptos, burgueses, capitalistas y opresores y los sustituyó por el benéfico régimen socialista puturrudefuá, siempre a petición de sus propios proletarios, claro.
Sólo en 1941 comienza verdaderamente la historia, con el incalificable ataque nazi a la Unión Soviética y la victoriosa guerra que libró el país.
Pero la hidra fascista no ceja en sus maquinaciones y, tras la desgraciada disolución del país que estaba camino del paraíso socialista (y sólo le faltaba un poquito por llegar a él), comenzó a revisar la historia y, durante el período que va aproximadamente desde 1993 a 1999, se atrevió subrepticia pero constantemente a imprimir opúsculos vergonzosos en que se criticaba alguno de los sacrificios, dolorosos pero necesarios, a que las autoridades del Partido tuvieron que someter a los pueblos que regían en el camino del paraíso.
Es más, en las repúblicas bálticas y otros lugares antaño pertenecientes al lamentablemente preterido campo socialista, países ingratos donde los haya y ensoberbecidos con la especie de independencia de que blasonan, políticos desdichados se atreven a decir que la gloriosa liberación de 1944-1945 no fue tal, sino una ocupación no mejor que la alemana anterior.
Quedaba claro que la medida estaba colmada, con lo que no es de extrañar que viniese a poner cordura el presidente Medvedev el día de la Victoria de 2009, para restaurar la verdad histórica. Poco después, el 19 de mayo, creó una Comisión para Contrarrestar los Intentos de Falsificar la Historia en Detrimento de los Intereses de Rusia. Sí, se llama así. Se trata de luchar contra las falsificaciones que pretendan disminuir el prestigio internacional de Rusia.
La Comisión se reunirá dos veces al año y se compondrá de representantes de varios entes públicos, entre los que, naturalmente, no podía faltar nuestro querido FSB, los servicios secretos. Habrá que ver lo que se cuentan.
Es más, paralelamente, en la Duma se está rumiando un proyecto de ley preocupante (si sabéis ruso, lo podéis buscar en la aplicación de la página de la Duma, mirando los proyectos introducidos el 6 de mayo), que consiste en una reforma del Código Penal, oficialmente para castigar a los revisionistas del nazismo, pero que tiene un tipo penal literal un pelín... flexible. Además, la intención es seguir la escuela Garzón y arrogarse la jurisdicción universal, con lo que caerían en el trullo tanto rusos como extranjeros, residentes, ausentes, tirios y troyanos. Veamos:
1.- Si expresas que ciertas acciones de los países aliados contra el Eje fueron delictivas, te pueden caer tres años o trescientos mil rublos de multa. A mí me da que no se refieren al bombardeo de Dresde, sino a los bálticos que dicen que vaya liberadores que les fueron a tocar. Pues eso es delito y ojito con ponerse al alcance de un tribunal ruso.
2.- Si, encima, eres funcionario o cargo público, o si expresas tu opinión mediante medios de comunicación masiva, te caen cinco años o entre cien mil y medio millón de rublos de multa e inhabilitación por tres años. Se va a enterar el Presidente de Estonia, como siga yéndose de la lengua.
Así pues, en cuanto la ley entre en vigor, que entrará, uno ya no sabe muy bien cómo afrontar la historia rusa sin correr el riesgo de tener un disgusto. El 18 de mayo, a los servicios jurídicos de la Duma les entró un poquito de vergüenza penalista, así que emitieron un informe sugiriendo algunas modificaciones de tipo técnico que, si se adoptaran, descafeinarían bastante el tipo. De paso, crearían un artículo incomprensible, lleno de términos típicos normativos y técnicamente infumable, pero eso es la técnica jurídica rusa, de la que ya escribiré otro día.
La solución sería escribir de cualquier cosa menos de la Segunda Guerra Mundial, con lo que esquivaría el Código Penal ruso... pero no la Comisión para Contrarrestrar... uf, todo eso, que teóricamente puede ocuparse de cualquier época histórica. No sé, igual les da por querer rehabilitar a Iván el Terrible.
Normalmente, predecir el futuro es difícil. En Rusia, predecir el pasado también lo es.
Sólo en 1941 comienza verdaderamente la historia, con el incalificable ataque nazi a la Unión Soviética y la victoriosa guerra que libró el país.
Pero la hidra fascista no ceja en sus maquinaciones y, tras la desgraciada disolución del país que estaba camino del paraíso socialista (y sólo le faltaba un poquito por llegar a él), comenzó a revisar la historia y, durante el período que va aproximadamente desde 1993 a 1999, se atrevió subrepticia pero constantemente a imprimir opúsculos vergonzosos en que se criticaba alguno de los sacrificios, dolorosos pero necesarios, a que las autoridades del Partido tuvieron que someter a los pueblos que regían en el camino del paraíso.
Es más, en las repúblicas bálticas y otros lugares antaño pertenecientes al lamentablemente preterido campo socialista, países ingratos donde los haya y ensoberbecidos con la especie de independencia de que blasonan, políticos desdichados se atreven a decir que la gloriosa liberación de 1944-1945 no fue tal, sino una ocupación no mejor que la alemana anterior.
Quedaba claro que la medida estaba colmada, con lo que no es de extrañar que viniese a poner cordura el presidente Medvedev el día de la Victoria de 2009, para restaurar la verdad histórica. Poco después, el 19 de mayo, creó una Comisión para Contrarrestar los Intentos de Falsificar la Historia en Detrimento de los Intereses de Rusia. Sí, se llama así. Se trata de luchar contra las falsificaciones que pretendan disminuir el prestigio internacional de Rusia.
La Comisión se reunirá dos veces al año y se compondrá de representantes de varios entes públicos, entre los que, naturalmente, no podía faltar nuestro querido FSB, los servicios secretos. Habrá que ver lo que se cuentan.
Es más, paralelamente, en la Duma se está rumiando un proyecto de ley preocupante (si sabéis ruso, lo podéis buscar en la aplicación de la página de la Duma, mirando los proyectos introducidos el 6 de mayo), que consiste en una reforma del Código Penal, oficialmente para castigar a los revisionistas del nazismo, pero que tiene un tipo penal literal un pelín... flexible. Además, la intención es seguir la escuela Garzón y arrogarse la jurisdicción universal, con lo que caerían en el trullo tanto rusos como extranjeros, residentes, ausentes, tirios y troyanos. Veamos:
1.- Si expresas que ciertas acciones de los países aliados contra el Eje fueron delictivas, te pueden caer tres años o trescientos mil rublos de multa. A mí me da que no se refieren al bombardeo de Dresde, sino a los bálticos que dicen que vaya liberadores que les fueron a tocar. Pues eso es delito y ojito con ponerse al alcance de un tribunal ruso.
2.- Si, encima, eres funcionario o cargo público, o si expresas tu opinión mediante medios de comunicación masiva, te caen cinco años o entre cien mil y medio millón de rublos de multa e inhabilitación por tres años. Se va a enterar el Presidente de Estonia, como siga yéndose de la lengua.
Así pues, en cuanto la ley entre en vigor, que entrará, uno ya no sabe muy bien cómo afrontar la historia rusa sin correr el riesgo de tener un disgusto. El 18 de mayo, a los servicios jurídicos de la Duma les entró un poquito de vergüenza penalista, así que emitieron un informe sugiriendo algunas modificaciones de tipo técnico que, si se adoptaran, descafeinarían bastante el tipo. De paso, crearían un artículo incomprensible, lleno de términos típicos normativos y técnicamente infumable, pero eso es la técnica jurídica rusa, de la que ya escribiré otro día.
La solución sería escribir de cualquier cosa menos de la Segunda Guerra Mundial, con lo que esquivaría el Código Penal ruso... pero no la Comisión para Contrarrestrar... uf, todo eso, que teóricamente puede ocuparse de cualquier época histórica. No sé, igual les da por querer rehabilitar a Iván el Terrible.
Normalmente, predecir el futuro es difícil. En Rusia, predecir el pasado también lo es.
viernes, 10 de julio de 2009
Antología de excusas moscovitas
Hoy estoy especialmente contento, supongo que porque dentro de un rato me voy de vacaciones unos días. Es posible que, mientras esté fuera, alguien meta la pata por aquí (eso puede suceder aunque no esté fuera, la verdad), de manera que hay que prepararse para escuchar la batería de excusas de rigor. Rusia es el país de las excusas, y Moscú es la ciudad en que las excusas están más a mano. Aunque hace unas entradas ya vimos que Yollie era una experta buscando culpables, que no es más que otro nombre de las excusas, no estará de más que repasemos alguna:
1. "Es que había mucho tráfico" (Пробки были...)
Ésta es la coletilla más habitual cuando alguien llega tarde. En Moscú, el tráfico es brutal, como ya hemos visto alguna vez, de manera que la hora a la que llegaremos a los sitios, si vamos en coche, es absolutamente imprevisible ¿Y por qué no vamos en metro?, preguntará cualquiera. Es una buena pregunta. Yo, cuando no voy en bicicleta, voy en metro, pero, ¡ay!, ir en metro es de mindundis paletos y de quiero-y-no-puedo. Un moscovita va en coche. El coche da estatus. El coche da independencia. El coche da un gustirrinín en la barriga que yo, que soy frugal de vocación, no entiendo, pero lo da.
2. "Creo que hay una tormenta magnética" (Сказали, что сегодня у нас магнитная буря)
Ésa también es muy buena. Se emplea cuando la productividad está por los suelos, es lunes por la mañana, o cualquier día por la mañana, un trabajador cualquiera viene resacoso o simplemente desganado y se pasa el rato dormitando en su puesto de trabajo. La culpa no es suya, sino de la tormenta magnética que se cierne sobre la ciudad y que aplatana a todo quisqui. No lo intentéis en España si queréis conservar el puesto de trabajo, pero en Rusia funciona.
3. "La ley rusa no permite esto" (По российским законам это нельзя)
Esta excusa es típica para oponer a un extranjero. El caso típico es de un extranjero, cargo directivo, que quiere hacer algo con sentido común, como lo haría en casa, y le da al ruso que tiene a su cargo una orden en ese sentido. Al ruso no le apetece hacerlo, o simplemente pretende que el extranjero se dé cuenta de que no tiene ni idea de dónde está y que todo su saber anterior no sirve de nada en Rusia. Las palabras mágicas son "la ley rusa lo prohíbe". Para un extranjero medio, las leyes rusas son algo tan impenetrable como los arcanos de Nostradamus o el Código Civil de Mordor, así que se calla y la parte rusa de la empresa puede hacer las chapuzas de toda la vida y, de paso, convencer al directivo guiri de su inutilidad.
Cuando el directivo guiri lleva algún tiempo, se adapta a la situación perfectamente y utiliza la misma excusa para justificarse ante su propio jefe y hacerlo callar. Será guiri, pero no tonto.
4. "Tengo que conducir" (Я за рулём).
Ésta es la salvación de todos aquellos que detestamos el vodka. De hecho, muchas veces es la única manera de librarse de una borrachera brutal. Hay otra excusa parecida, que es "El médico me lo ha prohibido", pero no es tan efectiva, porque al fin y al cabo, y no digamos después de un par de copichuelas, los médicos son unos exagerados y el vodka de buena calidad no puede ser malo para la salud, si se bebe con moderación, es decir, no más de dos botellitas por barba. En cambio, tener que conducir es más efectivo, porque la milicia no perdona.
5. "No me han dado el visado" (Визу не дали)
Ésta viene bien cuando te obligan a hacer un viaje coñazo. A los españoles nos exigen visado en un montón de sitios de por aquí, y a los rusos prácticamente en todos los demás. Si no quieres que te manden en un espantoso vuelo nocturno a, digamos, Tayikistán, muchas veces es suficiente con no ser muy escrupuloso a la hora de rellenar las solicitudes. Los servicios consulares de Tayikistán se encargarán del resto. Para los rusos, librarse de un inoportuno viaje a, pongamos, Gales puede requerir un método similar y el apoyo del MI5, que seguro que lo da.
6. "La aduana ha detenido el envío" (Посылка на таможне)
Es una excusa muy similar a la anterior. Si te está cayendo encima un marrón del quince y no ves forma humana de evitarlo, a veces da buen resultado pedir que te envíen catálogos o alguna cosa pesada y aparente, sin la que no puedes afrontar la solución del marrón. La aduana rusa se colocará gustosamente en el papel de culpable, detendrá el envío y, en el peor de los casos, te permitirá ganar tiempo para resolver el marrón. En el mejor, el marrón se resolverá sólo o el que te ha mandado el envío se volverá loco intentando sacarlo de la aduana, cosa prácticamente imposible, y dejará de dar la lata.
7. "El jefe no está" (Шефа нет)
Es el estribillo de la mayor parte de las secretarias de todo el mundo, pero en el caso de las rusas parece que es la única letra que conocen. Tú puedes tener el número de móvil del jefe, no querer abusar de su uso y llamarle por su teléfono de trabajo. Al tercer "El jefe no está", utilizarás el móvil.
8. "Tengo que consultar con el contable" (Я должен проконсультироваться с бухгалтером)
Es una excusa muy parecida a la número dos ("La ley rusa no permite esto"). La contabilidad rusa es un arcano tan insondable como el derecho ruso, así que basta con que un ruso cite a su contable para que su contraparte pierda el control de la situación. Si eres guiri y te viene tu socio con su contable, huye o te acabarás haciendo daño.
9. "Estamos en crisis" (Кризис же)
Ésta es muy actual. Si no quieres dar golpe, no te apetece recibir a alguien, te duele la cabeza o estás hasta las narices del pesado que te viene persiguiendo, pam, suelta lo de la crisis y harás callar a cualquiera. Todos lo entenderán. Cuando no hay crisis, la más popular es otra excusa, "Es que tenemos una inflación muy alta" (У нас такая инфлация!), empleada normalmente a la hora de subir los precios de los alquileres... muy por encima de la inflación, por supuesto.
Y, finalmente, la estrella de todas las excusas. And the winner is...
10. "Es que esto es Rusia" (Это Россия)
Definitiva. Cuando nada funciona, cuando las excusas específicas que hemos visto antes no pueden aplicarse perfectamente, cuando hace falta cerrar la discusión de manera radical, siempre está a mano el talismán de los perezosos, las palabras mágicas de los inútiles, el abracadabra del incompetente: "Esto es Rusia." Y se acabó, señores.
1. "Es que había mucho tráfico" (Пробки были...)
Ésta es la coletilla más habitual cuando alguien llega tarde. En Moscú, el tráfico es brutal, como ya hemos visto alguna vez, de manera que la hora a la que llegaremos a los sitios, si vamos en coche, es absolutamente imprevisible ¿Y por qué no vamos en metro?, preguntará cualquiera. Es una buena pregunta. Yo, cuando no voy en bicicleta, voy en metro, pero, ¡ay!, ir en metro es de mindundis paletos y de quiero-y-no-puedo. Un moscovita va en coche. El coche da estatus. El coche da independencia. El coche da un gustirrinín en la barriga que yo, que soy frugal de vocación, no entiendo, pero lo da.
2. "Creo que hay una tormenta magnética" (Сказали, что сегодня у нас магнитная буря)
Ésa también es muy buena. Se emplea cuando la productividad está por los suelos, es lunes por la mañana, o cualquier día por la mañana, un trabajador cualquiera viene resacoso o simplemente desganado y se pasa el rato dormitando en su puesto de trabajo. La culpa no es suya, sino de la tormenta magnética que se cierne sobre la ciudad y que aplatana a todo quisqui. No lo intentéis en España si queréis conservar el puesto de trabajo, pero en Rusia funciona.
3. "La ley rusa no permite esto" (По российским законам это нельзя)
Esta excusa es típica para oponer a un extranjero. El caso típico es de un extranjero, cargo directivo, que quiere hacer algo con sentido común, como lo haría en casa, y le da al ruso que tiene a su cargo una orden en ese sentido. Al ruso no le apetece hacerlo, o simplemente pretende que el extranjero se dé cuenta de que no tiene ni idea de dónde está y que todo su saber anterior no sirve de nada en Rusia. Las palabras mágicas son "la ley rusa lo prohíbe". Para un extranjero medio, las leyes rusas son algo tan impenetrable como los arcanos de Nostradamus o el Código Civil de Mordor, así que se calla y la parte rusa de la empresa puede hacer las chapuzas de toda la vida y, de paso, convencer al directivo guiri de su inutilidad.
Cuando el directivo guiri lleva algún tiempo, se adapta a la situación perfectamente y utiliza la misma excusa para justificarse ante su propio jefe y hacerlo callar. Será guiri, pero no tonto.
4. "Tengo que conducir" (Я за рулём).
Ésta es la salvación de todos aquellos que detestamos el vodka. De hecho, muchas veces es la única manera de librarse de una borrachera brutal. Hay otra excusa parecida, que es "El médico me lo ha prohibido", pero no es tan efectiva, porque al fin y al cabo, y no digamos después de un par de copichuelas, los médicos son unos exagerados y el vodka de buena calidad no puede ser malo para la salud, si se bebe con moderación, es decir, no más de dos botellitas por barba. En cambio, tener que conducir es más efectivo, porque la milicia no perdona.
5. "No me han dado el visado" (Визу не дали)
Ésta viene bien cuando te obligan a hacer un viaje coñazo. A los españoles nos exigen visado en un montón de sitios de por aquí, y a los rusos prácticamente en todos los demás. Si no quieres que te manden en un espantoso vuelo nocturno a, digamos, Tayikistán, muchas veces es suficiente con no ser muy escrupuloso a la hora de rellenar las solicitudes. Los servicios consulares de Tayikistán se encargarán del resto. Para los rusos, librarse de un inoportuno viaje a, pongamos, Gales puede requerir un método similar y el apoyo del MI5, que seguro que lo da.
6. "La aduana ha detenido el envío" (Посылка на таможне)
Es una excusa muy similar a la anterior. Si te está cayendo encima un marrón del quince y no ves forma humana de evitarlo, a veces da buen resultado pedir que te envíen catálogos o alguna cosa pesada y aparente, sin la que no puedes afrontar la solución del marrón. La aduana rusa se colocará gustosamente en el papel de culpable, detendrá el envío y, en el peor de los casos, te permitirá ganar tiempo para resolver el marrón. En el mejor, el marrón se resolverá sólo o el que te ha mandado el envío se volverá loco intentando sacarlo de la aduana, cosa prácticamente imposible, y dejará de dar la lata.
7. "El jefe no está" (Шефа нет)
Es el estribillo de la mayor parte de las secretarias de todo el mundo, pero en el caso de las rusas parece que es la única letra que conocen. Tú puedes tener el número de móvil del jefe, no querer abusar de su uso y llamarle por su teléfono de trabajo. Al tercer "El jefe no está", utilizarás el móvil.
8. "Tengo que consultar con el contable" (Я должен проконсультироваться с бухгалтером)
Es una excusa muy parecida a la número dos ("La ley rusa no permite esto"). La contabilidad rusa es un arcano tan insondable como el derecho ruso, así que basta con que un ruso cite a su contable para que su contraparte pierda el control de la situación. Si eres guiri y te viene tu socio con su contable, huye o te acabarás haciendo daño.
9. "Estamos en crisis" (Кризис же)
Ésta es muy actual. Si no quieres dar golpe, no te apetece recibir a alguien, te duele la cabeza o estás hasta las narices del pesado que te viene persiguiendo, pam, suelta lo de la crisis y harás callar a cualquiera. Todos lo entenderán. Cuando no hay crisis, la más popular es otra excusa, "Es que tenemos una inflación muy alta" (У нас такая инфлация!), empleada normalmente a la hora de subir los precios de los alquileres... muy por encima de la inflación, por supuesto.
Y, finalmente, la estrella de todas las excusas. And the winner is...
10. "Es que esto es Rusia" (Это Россия)
Definitiva. Cuando nada funciona, cuando las excusas específicas que hemos visto antes no pueden aplicarse perfectamente, cuando hace falta cerrar la discusión de manera radical, siempre está a mano el talismán de los perezosos, las palabras mágicas de los inútiles, el abracadabra del incompetente: "Esto es Rusia." Y se acabó, señores.
miércoles, 8 de julio de 2009
Casoplones
A mí llegada a Moscú viví algún tiempo en un piso-bonsai de cuarenta metros cuadrados, que, de todas formas, es más de lo que suele tener el común de los mortales por estos pagos. Luego llegó Alfina y nos apretamos un poquito; llegó Abi y hubo que pensar en rascarse el bolsillo y mudarse a algo más grande; llegó Ro y hubo que apretarse de nuevo; llegó Ame y hubo que mudarse otra vez. Tras algunas peripecias que no vienen al caso, estamos en una vivienda fetén a donde no invitamos a mucha gente porque la envidia es muy mala.
Hace un par de semanas, nos invitaron a una dacha en Rublyovka. En Rublyovka vive lo más de lo más pijo de Moscú, así que suponíamos que la dacha estaría bien. Leches, no es que estuviera bien, es que aquello no lo había visto en ningún sitio, aunque, eso sí, hubo que pasar tres barreras de seguridad para llegar. La que nos invitó, a quien llamaremos María, estuvo muy amable. A la vuelta, ya de noche cerrada (y en esta época del año la noche tarda en llegar), conversábamos:
- Alfina...
- ¿Qué?
- Vivimos en un cuchitril...
La semana pasada, una compañera de colegio de Ro la invitó a su fiesta de cumpleaños. El colegio de Ro es público de toda la vida y nosotros creíamos que los compañeros de clase de las niñas sería gente, como mucho, de clase media, cuando no baja, y que nosotros seríamos de los padres con más posibles del grupo, si no los que más. Bueno, pues la fiesta tenía lugar en su dacha. No estaba en Rublyovka, sino en un lugar aparentemente normal. Pero sólo aparentemente: la casita tenía una piscina cubierta, tres saunas, un gimnasio, pista de esquí, fuentes a saco, un billar de impresión, dos campos de tenis y una canasta de baloncesto. Creo que no cerré la boca en todo el día.
- Alfina...
- ¿Qué?
- Vivimos en un cuchitril... pero María también.
Hace un par de semanas, nos invitaron a una dacha en Rublyovka. En Rublyovka vive lo más de lo más pijo de Moscú, así que suponíamos que la dacha estaría bien. Leches, no es que estuviera bien, es que aquello no lo había visto en ningún sitio, aunque, eso sí, hubo que pasar tres barreras de seguridad para llegar. La que nos invitó, a quien llamaremos María, estuvo muy amable. A la vuelta, ya de noche cerrada (y en esta época del año la noche tarda en llegar), conversábamos:
- Alfina...
- ¿Qué?
- Vivimos en un cuchitril...
La semana pasada, una compañera de colegio de Ro la invitó a su fiesta de cumpleaños. El colegio de Ro es público de toda la vida y nosotros creíamos que los compañeros de clase de las niñas sería gente, como mucho, de clase media, cuando no baja, y que nosotros seríamos de los padres con más posibles del grupo, si no los que más. Bueno, pues la fiesta tenía lugar en su dacha. No estaba en Rublyovka, sino en un lugar aparentemente normal. Pero sólo aparentemente: la casita tenía una piscina cubierta, tres saunas, un gimnasio, pista de esquí, fuentes a saco, un billar de impresión, dos campos de tenis y una canasta de baloncesto. Creo que no cerré la boca en todo el día.
- Alfina...
- ¿Qué?
- Vivimos en un cuchitril... pero María también.
lunes, 6 de julio de 2009
Encasillados
El otro día estábamos un grupo de españoles, con alguna rusa incluida, cenando en casa. Entre los españoles los había más y menos avezados en Moscú, y había alguno poco menos que recién llegado con ganas de permanecer por aquí algo más del año y pico que en principio le correspondería. Los más avezados tratábamos de disuadirlos y de convencerlos de que se buscaran las habichuelas en España, o donde fuera, porque, de permanecer en Rusia, debían tener en cuenta que se estaban limitando mucho sus salidas profesionales.
Y es que Rusia encasilla profesionalmente. Puedes tener un currículum académico impecable, experiencia en distintos trabajos y sectores y hablar siete idiomas como quien lava: si entre esos siete idiomas está el ruso, y si entre tu experiencia laboral también hay algún trabajo relacionado con estancias en Rusia, se acabó, amigo. Quienquiera que te contrate lo va a hacer para enviarte aquí a las primeras de cambio. Si a esto se une que muchos españoles que han pasado por aquí están de acuerdo en permanecer, el resultado es un salario bajo y una valoración igualmente baja, porque, por mucho ruso que sepas, tu productividad en Rusia, comparada con la que tendrías en España, va a ser risible y tus jefes se van a creer que tú eres el responsable.
Para algunos, entre los que me incluyo, el encasillamiento resulta descorazonador. Después de todo, es hasta ofensivo que todo lo que has hecho en esta vida se vea apartado por tu experiencia en Rusia y por el hecho de saber ruso, que a veces es lo que menos mérito tiene en ciertos currículos. Pero no hay manera de destacar en otra cosa distinta. Es como si el texto del currículum estuviera escrito en Arial 8 y las palabras "ruso" y "Rusia" aparecieran a los ojos de quien lo lee en Arial 72.
Con el tiempo, esta situación desgasta. A los jovenzuelos que van llegando por aquí no les llama tanto la atención: normalmente se han echado una novia rusa, algunos hasta se han casado con ella y, por tanto, entra dentro de la lógica que quieran seguir por aquí. Otros hay que quieren permanecer porque les apetece continuar algún tiempo más con el tipo de vida que tiene un joven expatriado en Moscú y que es socialmente bastante desinhibida. En ambos casos, sin embargo, llega un momento de hastío, quizá hacia el primer lustro de estancia, en que todos hemos buscado alguna posibilidad de salir, incluso los que estamos en relativa tranquilidad y con buenas condiciones. Y ahí nos hemos dado cuenta de que estábamos encasillados y de que escapar de las redes que nos mantienen sujetos a Moscú no es tarea sencilla.
Porque las costumbres que se adquieren son malas y, quien más, quien menos, tiene algo de vértigo a dejar un tipo de vida que, después de todo, no deja de tener su interés. Y que en algunos casos está muy bien pagada. No es el caso, por desgracia, de las empresas españolas, cuyas condiciones de expatriación son bastante mediocres, cuando no francamente malas, pero sí, por ejemplo, de las estadounidenses. En los primeros noventa, para encontrar un trabajo muy bien pagado en Rusia, bastaba con ser gringo y estar en Rusia. Nada más. Ni idioma, ni experiencia, ni estudios: sólo con estar aquí y no ser totalmente, pero muy totalmente, estúpido era suficiente para acabar de directivo expatriado en una empresa puntera con un sueldo de no menos de diez mil dólares al mes, y muchas veces del doble y hasta más. Hace poco se calculó que un tercio de los expatriados que residen en Moscú se embolsan un cuarto de millón de dólares al año. Un cuarto de kilo. Con independencia de la fiabilidad de la encuesta (a la que yo no haría mucho caso), os aseguro que, entre los españoles, el porcentaje de los que estamos en los otros dos tercios es abrumador.
Así las cosas, las pretensiones de quienes cobran tales cifras, y más en estos tiempos difíciles, están fuera de la realidad en cualquier país del mundo. No digamos si, además, con la crisis, que también pulula por aquí, llega el momento de apretarse el cinturón.
En general, estoy seguro de que ningún español de los que conozco se plantea acabar sus días en esta tierra. Todos, pero todos, cuando echamos un ojo a ese mapa que tenemos en casa echamos un vistazo a España. Todos pasamos la práctica totalidad de nuestras vacaciones fuera del país. Ni siquiera nos apetece jubilarnos aquí, en un país en que somos extraños, en que tenemos que ir eternamente documentados hasta la exageración y en que no hay forma fácil de legalizar nuestra estancia sin incontables trámites. Pero aquí seguimos, encasillados, convertidos en peones aislados y bloqueados, cuyo avance cuesta mucho de lograr y cuya promoción se ve como un plan lejanísimo.
Y es que Rusia encasilla profesionalmente. Puedes tener un currículum académico impecable, experiencia en distintos trabajos y sectores y hablar siete idiomas como quien lava: si entre esos siete idiomas está el ruso, y si entre tu experiencia laboral también hay algún trabajo relacionado con estancias en Rusia, se acabó, amigo. Quienquiera que te contrate lo va a hacer para enviarte aquí a las primeras de cambio. Si a esto se une que muchos españoles que han pasado por aquí están de acuerdo en permanecer, el resultado es un salario bajo y una valoración igualmente baja, porque, por mucho ruso que sepas, tu productividad en Rusia, comparada con la que tendrías en España, va a ser risible y tus jefes se van a creer que tú eres el responsable.
Para algunos, entre los que me incluyo, el encasillamiento resulta descorazonador. Después de todo, es hasta ofensivo que todo lo que has hecho en esta vida se vea apartado por tu experiencia en Rusia y por el hecho de saber ruso, que a veces es lo que menos mérito tiene en ciertos currículos. Pero no hay manera de destacar en otra cosa distinta. Es como si el texto del currículum estuviera escrito en Arial 8 y las palabras "ruso" y "Rusia" aparecieran a los ojos de quien lo lee en Arial 72.
Con el tiempo, esta situación desgasta. A los jovenzuelos que van llegando por aquí no les llama tanto la atención: normalmente se han echado una novia rusa, algunos hasta se han casado con ella y, por tanto, entra dentro de la lógica que quieran seguir por aquí. Otros hay que quieren permanecer porque les apetece continuar algún tiempo más con el tipo de vida que tiene un joven expatriado en Moscú y que es socialmente bastante desinhibida. En ambos casos, sin embargo, llega un momento de hastío, quizá hacia el primer lustro de estancia, en que todos hemos buscado alguna posibilidad de salir, incluso los que estamos en relativa tranquilidad y con buenas condiciones. Y ahí nos hemos dado cuenta de que estábamos encasillados y de que escapar de las redes que nos mantienen sujetos a Moscú no es tarea sencilla.
Porque las costumbres que se adquieren son malas y, quien más, quien menos, tiene algo de vértigo a dejar un tipo de vida que, después de todo, no deja de tener su interés. Y que en algunos casos está muy bien pagada. No es el caso, por desgracia, de las empresas españolas, cuyas condiciones de expatriación son bastante mediocres, cuando no francamente malas, pero sí, por ejemplo, de las estadounidenses. En los primeros noventa, para encontrar un trabajo muy bien pagado en Rusia, bastaba con ser gringo y estar en Rusia. Nada más. Ni idioma, ni experiencia, ni estudios: sólo con estar aquí y no ser totalmente, pero muy totalmente, estúpido era suficiente para acabar de directivo expatriado en una empresa puntera con un sueldo de no menos de diez mil dólares al mes, y muchas veces del doble y hasta más. Hace poco se calculó que un tercio de los expatriados que residen en Moscú se embolsan un cuarto de millón de dólares al año. Un cuarto de kilo. Con independencia de la fiabilidad de la encuesta (a la que yo no haría mucho caso), os aseguro que, entre los españoles, el porcentaje de los que estamos en los otros dos tercios es abrumador.
Así las cosas, las pretensiones de quienes cobran tales cifras, y más en estos tiempos difíciles, están fuera de la realidad en cualquier país del mundo. No digamos si, además, con la crisis, que también pulula por aquí, llega el momento de apretarse el cinturón.
En general, estoy seguro de que ningún español de los que conozco se plantea acabar sus días en esta tierra. Todos, pero todos, cuando echamos un ojo a ese mapa que tenemos en casa echamos un vistazo a España. Todos pasamos la práctica totalidad de nuestras vacaciones fuera del país. Ni siquiera nos apetece jubilarnos aquí, en un país en que somos extraños, en que tenemos que ir eternamente documentados hasta la exageración y en que no hay forma fácil de legalizar nuestra estancia sin incontables trámites. Pero aquí seguimos, encasillados, convertidos en peones aislados y bloqueados, cuyo avance cuesta mucho de lograr y cuya promoción se ve como un plan lejanísimo.
viernes, 3 de julio de 2009
El día del juicio (II)
En el capítulo anterior, me han citado de un día para otro para declarar en un juicio. Me mosqueo al ver que las cosas no parecían tan improvisadas.
Yollie levantó la cabeza en actitud de buscar alguien a quien echar la culpa. Como siempre que llegaba tarde a las reuniones. Como siempre que la pifiaba en cualquier circunstancia. Como siempre que sus pésimos servicios de relaciones públicas me hacían apretar los puños. Como siempre, en fin, que sus acciones llevaban a algún fin no deseado.
- Bueno... sí, claro...
- ¿Y por qué tengo que venir yo, y no puede citar a alguno de sus antiguos compañeros de trabajo, que son quienes mejor que nadie saben desde cuándo trabaja usted allí?
El abogado estaba al quite.
- Tenga en cuenta que no siempre es adecuado para el juez presentar como testigo a alguien muy implicado en la organización. El juez creerá más a una persona externa, como usted.
- Vale. Pero tampoco es motivo para no citar a nadie que haya trabajado allí.
- Bueno - continuó Yollie -. Jasp iba a ser citado, pero él me explicó los motivos por los que no puede testificar contra la empresa. Son motivos personales, que no puedo decir a nadie, y los comprendo perfectamente. Tenga en cuenta que tiene mujer, dos hijos...
- No me diga...
- Él fue quien me dijo que le llamara a usted.
Está visto que sigo teniendo que agradecer cosas a Jasp. Bien. Su ex-jefe le amenaza si testifica y, ¡hop!, vienen a citar al guiri incauto y buenazo, a ver si las posibles tortas se las lleva otro. Jasp estaba tratando de montar su propia empresa de relaciones públicas. Pues verme como cliente va a ser más difícil que enseñarle a un punky sueco el Virolai.
Se abrió la puerta de la sala, y salió una mujer joven, que resultó ser la ujier:
- Yollie Ivanova contra Superrelaciones Públicas, OOO.
Entramos todos. La sala era bastante... mmm... frugal. Los muebles eran cuatro tablones de conglomerado juntados por los extremos con las chapas desconchadas, en los que uno se sentaba y acababa hecho un cuatro. Por lo menos, estaba bastante limpia, o lo parecía.
Entró la jueza, nos levantamos todos, nos dio permiso para sentarnos y se dio lectura a las actas. En general, el procedimiento me pareció bastante sencillo, posiblemente más que en España, tanto más cuanto que se trataba básicamente de tomarme declaración. Dije quién era, de dónde conocía a la parte actora y cuándo había recibido por vez primera un correo suyo desde la cuenta de la empresa. La abogada de la defensa, que realmente parecía cercana a tomarse antidepresivos, tan agachada estaba, me preguntó otra vez quién era, se lo repetí, y ya parecía que me iba a bajar del estrado.
Entonces, Yollie avanzó desde su asiento.
- Una pregunta más. Señor Von Buchweizen, ¿tiene usted alguna queja de mí, del trabajo que hice?
La miré de arriba abajo. Recordé las pifias de Yuppie en sus viajes, la avaricia insaciable de la agencia, los intentos de Jasp de reconducir las cosas, las reuniones en inglés con intérprete... pero siempre había un culpable diferente de Yollie, la encargada de relaciones con clientes. El tráfico, Yuppie, el tiempo, Rusia, la crisis, la competencia, el toro que mató a Manolete, Eduardo Zaplana, el periodista que se emborrachó y dio un espectáculo, el otro que se infló de canapés y resultó que no lo había convocado nadie, el traductor simultáneo que carraspeó en el momento menos indicado y les hizo polvo a todos los oídos. Siempre había pasado algo que exoneraba a Yollie, y yo ya estaba hasta la coronilla de todo aquello.
- No.
- Puede salir - dijo la juez.
Me fui de la sala, mientras, supongo, las partes presentaban sus conclusiones y las elevaban a definitivas. Encontré la salida del laberinto sin muchos problemas y me fui al trabajo.
Ha pasado ya algún tiempo. No he vuelto a saber nada de Yollie, ni he recibido una llamada o un correo dándome las gracias por testificar, como es práctica frecuente. Probablemente, cuando vuelva a pedirme algo que me haga perder la mañana y yo me haga el remolón todo lo que pueda y eso haga salir mal alguna cosa, buscará un culpable, un culpable que no sea ella. Tendré todos los números para serlo. Y me dará igual.
Yollie levantó la cabeza en actitud de buscar alguien a quien echar la culpa. Como siempre que llegaba tarde a las reuniones. Como siempre que la pifiaba en cualquier circunstancia. Como siempre que sus pésimos servicios de relaciones públicas me hacían apretar los puños. Como siempre, en fin, que sus acciones llevaban a algún fin no deseado.
- Bueno... sí, claro...
- ¿Y por qué tengo que venir yo, y no puede citar a alguno de sus antiguos compañeros de trabajo, que son quienes mejor que nadie saben desde cuándo trabaja usted allí?
El abogado estaba al quite.
- Tenga en cuenta que no siempre es adecuado para el juez presentar como testigo a alguien muy implicado en la organización. El juez creerá más a una persona externa, como usted.
- Vale. Pero tampoco es motivo para no citar a nadie que haya trabajado allí.
- Bueno - continuó Yollie -. Jasp iba a ser citado, pero él me explicó los motivos por los que no puede testificar contra la empresa. Son motivos personales, que no puedo decir a nadie, y los comprendo perfectamente. Tenga en cuenta que tiene mujer, dos hijos...
- No me diga...
- Él fue quien me dijo que le llamara a usted.
Está visto que sigo teniendo que agradecer cosas a Jasp. Bien. Su ex-jefe le amenaza si testifica y, ¡hop!, vienen a citar al guiri incauto y buenazo, a ver si las posibles tortas se las lleva otro. Jasp estaba tratando de montar su propia empresa de relaciones públicas. Pues verme como cliente va a ser más difícil que enseñarle a un punky sueco el Virolai.
Se abrió la puerta de la sala, y salió una mujer joven, que resultó ser la ujier:
- Yollie Ivanova contra Superrelaciones Públicas, OOO.
Entramos todos. La sala era bastante... mmm... frugal. Los muebles eran cuatro tablones de conglomerado juntados por los extremos con las chapas desconchadas, en los que uno se sentaba y acababa hecho un cuatro. Por lo menos, estaba bastante limpia, o lo parecía.
Entró la jueza, nos levantamos todos, nos dio permiso para sentarnos y se dio lectura a las actas. En general, el procedimiento me pareció bastante sencillo, posiblemente más que en España, tanto más cuanto que se trataba básicamente de tomarme declaración. Dije quién era, de dónde conocía a la parte actora y cuándo había recibido por vez primera un correo suyo desde la cuenta de la empresa. La abogada de la defensa, que realmente parecía cercana a tomarse antidepresivos, tan agachada estaba, me preguntó otra vez quién era, se lo repetí, y ya parecía que me iba a bajar del estrado.
Entonces, Yollie avanzó desde su asiento.
- Una pregunta más. Señor Von Buchweizen, ¿tiene usted alguna queja de mí, del trabajo que hice?
La miré de arriba abajo. Recordé las pifias de Yuppie en sus viajes, la avaricia insaciable de la agencia, los intentos de Jasp de reconducir las cosas, las reuniones en inglés con intérprete... pero siempre había un culpable diferente de Yollie, la encargada de relaciones con clientes. El tráfico, Yuppie, el tiempo, Rusia, la crisis, la competencia, el toro que mató a Manolete, Eduardo Zaplana, el periodista que se emborrachó y dio un espectáculo, el otro que se infló de canapés y resultó que no lo había convocado nadie, el traductor simultáneo que carraspeó en el momento menos indicado y les hizo polvo a todos los oídos. Siempre había pasado algo que exoneraba a Yollie, y yo ya estaba hasta la coronilla de todo aquello.
- No.
- Puede salir - dijo la juez.
Me fui de la sala, mientras, supongo, las partes presentaban sus conclusiones y las elevaban a definitivas. Encontré la salida del laberinto sin muchos problemas y me fui al trabajo.
Ha pasado ya algún tiempo. No he vuelto a saber nada de Yollie, ni he recibido una llamada o un correo dándome las gracias por testificar, como es práctica frecuente. Probablemente, cuando vuelva a pedirme algo que me haga perder la mañana y yo me haga el remolón todo lo que pueda y eso haga salir mal alguna cosa, buscará un culpable, un culpable que no sea ella. Tendré todos los números para serlo. Y me dará igual.
miércoles, 1 de julio de 2009
El día del juicio (I)
Al final me decidí a ir. Quedé con la proletaria despedida en la estación de metro "Ryazansky Prospekt", que está lejísimos tanto de mi casa como de mi trabajo. El juicio era a las once de la mañana, como quedó dicho, y yo aparecí cosa de veinte minutos antes. A los cinco minutos, llegó Yollie.
- Fíjese, Alfor, ¡he llegado a tiempo!
Admirable, efectivamente. En todas las reuniones que habíamos mantenido el año pasado, Yollie se las había compuesto para llegar no menos de media hora tarde.
- Sí, sí, ya veo que sabe ¿Vamos al juzgado?
- Hemos de esperar a una persona ¡Ah, aquí está!
Se acercó un joven de alrededor de treinta años, vestido de sport. Yollie me lo presentó como Fedia.
- ¿Vamos? - pregunté.
- Huy, es un poco pronto. Vamos a fumar.
Yollie y Fedia se pusieron a fumar un cigarrillo, y luego otro. Y luego otro más. Y creo que ya se cortaron, porque se iba a hacer tarde, y nos fuimos hacia el juzgado. Qué pachorra, tú. Creo que voy entendiendo por qué Yollie llegaba tarde siempre: porque yo no soy juez. Ahí, ahí, acortando la esperanza de vida.
- Bueno -dijo Fedia-, pues se trata de que usted diga que Yollie ha estado trabajando en la empresa desde antes de noviembre, y quizá de que diga que no tiene nada que objetar a su trabajo.
- ¿Es usted abogado? - le pregunté a Fedia.
- Sí.
- Ah... - en España, a buenas horas iba a ir un abogado vestido de sport, ni siquiera uno laboralista. El juez se lo comía. - Bueno, pues tengo un correo desde su buzón del 24 de septiembre. He imprimido una copia. Puedo justificarlo oralmente, porque desde luego es una copia simple.
- Ah, vale.
Llegamos en esto al juzgado. Era un edificio cochambrosillo. A estos tíos les llevas a Valencia, a la Ciudad de la Justicia, y flipan en colores. Vamos, incluso en los juzgados anteriores flipan en colores. Qué digo en Valencia. Estos tíos flipan en el juzgado español más desastrado que fuéramos capaces de encontrar, y conozco bastantes.
La entrada era estrecha, maloliente, lóbrega y sucia. Más que un juzgado, parecía un calabozo. El detector de metales eran cuatro tablones de madera mal unidos con el dispositivo adosado al tablón superior. Nos identificamos y los encargados de seguridad, que por lo menos eran razonablemente amables, nos dejaron pasar. Digo razonablemente amables para lo que es Moscú. En Valencia, pones a dos tíos con una actitud así en los juzgados y al día siguiente tienes el maltrato a los usuarios de la Justicia en primera página de los panfletos locales.
Como en todos los edificios públicos de estilo soviético, a partir de ahí comenzó un desbarajuste de pasillos, escaleras ascendentes, escaleras descendentes, ascensores y pasadizos poco menos que secretos. Yo no sé cómo lo hacen, pero incluso en el edificio más birria consiguen construir un laberinto que ríete del de Creta. El abogado, sin embargo, ya debía conocer bien el lugar, porque sólo dudó en el camino un par de veces. Finalmente, llegamos a la puerta del juzgado que debía conocer de nuestro caso, y aún faltaban un par de minutos para las once. Fedia, el abogado, seguía ahí, tranquilo y vestido de calle.
- ¿No tienen sala de togas aquí? - pregunté.
- ¿Qué?
- Olvídelo. Aquí los abogados no se ponen toga, ¿no?
- No. Sólo los jueces ¿En España se ponen toga?
- En España los abogados llevamos toga en los juicios.
- ¿Y peluca?
- No. Peluca no.
El ambiente en el pasillo era bastante agobiante. En Rusia no hay prácticamente división de jurisdicciones, salvo la mercantil (precisamente la que nunca habíamos tenido en España hasta hace muy poco), así que el mismo juzgado podía estar conociendo de asuntos totalmente diferentes, civiles, penales, laborales o administrativos. Digo que el ambiente era agobiante, porque no sólo es que no hubiera la menor ventilación e hiciera un calor cruel, en contraste con el frío que hacía en la calle, es que además el pasillo estaba trufado de inmigrantes "presuntamente" ilegales esposados, que evidentemente llevaban algún tiempo en prisión preventiva y que, no menos evidentemente, llevaban tanto tiempo sin ducharse como en prisión preventiva. O más.
En esto, llegó una señora con una cara de amargura infinita que aparentaba ochenta años, pero que probablemente no pasara de la mitad.
- ¿Nos han llamado? - le preguntó a Fedia.
- Aún no - respondió éste.
La señora fue a sentarse algo más lejos.
- Es la abogada de la defensa - me dijo Yollie.
- No parece muy animada.
- No.
Salieron las partes del juicio anterior. Como era evidente que nos iban a llamar dentro de poco, aproveché para darme una vuelta por el pasillo, superando el reparo de ser el único que llevaba traje en todo el recinto. Al pasillo daban multitud de puertas, muchas de las cuales eran de distintos juzgados, junto a las cuales estaban colgados los señalamientos de la semana. De la semana. Cuando me di cuenta de que las cosas no eran tan improvisadas como me había dado a entender Yollie la víspera, decidí someterla a un interrogatorio, así que volví junto a ella.
- Yollie...
- ¿Sí?
- Usted sabía desde antes de ayer por la tarde, cuando me llamó, que tenía hoy la vista, ¿verdad?
Yollie pareció comprender que esta vez no me iba a conformar con la excusa habitual de "Es que esto es Rusia" y que estaba algo mosca.
(continuará)
- Fíjese, Alfor, ¡he llegado a tiempo!
Admirable, efectivamente. En todas las reuniones que habíamos mantenido el año pasado, Yollie se las había compuesto para llegar no menos de media hora tarde.
- Sí, sí, ya veo que sabe ¿Vamos al juzgado?
- Hemos de esperar a una persona ¡Ah, aquí está!
Se acercó un joven de alrededor de treinta años, vestido de sport. Yollie me lo presentó como Fedia.
- ¿Vamos? - pregunté.
- Huy, es un poco pronto. Vamos a fumar.
Yollie y Fedia se pusieron a fumar un cigarrillo, y luego otro. Y luego otro más. Y creo que ya se cortaron, porque se iba a hacer tarde, y nos fuimos hacia el juzgado. Qué pachorra, tú. Creo que voy entendiendo por qué Yollie llegaba tarde siempre: porque yo no soy juez. Ahí, ahí, acortando la esperanza de vida.
- Bueno -dijo Fedia-, pues se trata de que usted diga que Yollie ha estado trabajando en la empresa desde antes de noviembre, y quizá de que diga que no tiene nada que objetar a su trabajo.
- ¿Es usted abogado? - le pregunté a Fedia.
- Sí.
- Ah... - en España, a buenas horas iba a ir un abogado vestido de sport, ni siquiera uno laboralista. El juez se lo comía. - Bueno, pues tengo un correo desde su buzón del 24 de septiembre. He imprimido una copia. Puedo justificarlo oralmente, porque desde luego es una copia simple.
- Ah, vale.
Llegamos en esto al juzgado. Era un edificio cochambrosillo. A estos tíos les llevas a Valencia, a la Ciudad de la Justicia, y flipan en colores. Vamos, incluso en los juzgados anteriores flipan en colores. Qué digo en Valencia. Estos tíos flipan en el juzgado español más desastrado que fuéramos capaces de encontrar, y conozco bastantes.
La entrada era estrecha, maloliente, lóbrega y sucia. Más que un juzgado, parecía un calabozo. El detector de metales eran cuatro tablones de madera mal unidos con el dispositivo adosado al tablón superior. Nos identificamos y los encargados de seguridad, que por lo menos eran razonablemente amables, nos dejaron pasar. Digo razonablemente amables para lo que es Moscú. En Valencia, pones a dos tíos con una actitud así en los juzgados y al día siguiente tienes el maltrato a los usuarios de la Justicia en primera página de los panfletos locales.
Como en todos los edificios públicos de estilo soviético, a partir de ahí comenzó un desbarajuste de pasillos, escaleras ascendentes, escaleras descendentes, ascensores y pasadizos poco menos que secretos. Yo no sé cómo lo hacen, pero incluso en el edificio más birria consiguen construir un laberinto que ríete del de Creta. El abogado, sin embargo, ya debía conocer bien el lugar, porque sólo dudó en el camino un par de veces. Finalmente, llegamos a la puerta del juzgado que debía conocer de nuestro caso, y aún faltaban un par de minutos para las once. Fedia, el abogado, seguía ahí, tranquilo y vestido de calle.
- ¿No tienen sala de togas aquí? - pregunté.
- ¿Qué?
- Olvídelo. Aquí los abogados no se ponen toga, ¿no?
- No. Sólo los jueces ¿En España se ponen toga?
- En España los abogados llevamos toga en los juicios.
- ¿Y peluca?
- No. Peluca no.
El ambiente en el pasillo era bastante agobiante. En Rusia no hay prácticamente división de jurisdicciones, salvo la mercantil (precisamente la que nunca habíamos tenido en España hasta hace muy poco), así que el mismo juzgado podía estar conociendo de asuntos totalmente diferentes, civiles, penales, laborales o administrativos. Digo que el ambiente era agobiante, porque no sólo es que no hubiera la menor ventilación e hiciera un calor cruel, en contraste con el frío que hacía en la calle, es que además el pasillo estaba trufado de inmigrantes "presuntamente" ilegales esposados, que evidentemente llevaban algún tiempo en prisión preventiva y que, no menos evidentemente, llevaban tanto tiempo sin ducharse como en prisión preventiva. O más.
En esto, llegó una señora con una cara de amargura infinita que aparentaba ochenta años, pero que probablemente no pasara de la mitad.
- ¿Nos han llamado? - le preguntó a Fedia.
- Aún no - respondió éste.
La señora fue a sentarse algo más lejos.
- Es la abogada de la defensa - me dijo Yollie.
- No parece muy animada.
- No.
Salieron las partes del juicio anterior. Como era evidente que nos iban a llamar dentro de poco, aproveché para darme una vuelta por el pasillo, superando el reparo de ser el único que llevaba traje en todo el recinto. Al pasillo daban multitud de puertas, muchas de las cuales eran de distintos juzgados, junto a las cuales estaban colgados los señalamientos de la semana. De la semana. Cuando me di cuenta de que las cosas no eran tan improvisadas como me había dado a entender Yollie la víspera, decidí someterla a un interrogatorio, así que volví junto a ella.
- Yollie...
- ¿Sí?
- Usted sabía desde antes de ayer por la tarde, cuando me llamó, que tenía hoy la vista, ¿verdad?
Yollie pareció comprender que esta vez no me iba a conformar con la excusa habitual de "Es que esto es Rusia" y que estaba algo mosca.
(continuará)