Los que tenemos que tratar con moscovitas no dejamos de asombrarnos de la manía que tienen, en cuanto tienen un poquito de poder, de utilizarlo en basurear al personal a base de bien, incluso en asuntos que son en su beneficio. Se diría que hay una especie de reafirmación personal en humillar un poquito al prójimo. Así, el funcionario te hace esperar sin ninguna necesidad, el cajero del banco te pone todo tipo de trabas, el empresario remolonea hasta el último momento a la hora de concederte una cita, la vigilante del metro mira con desprecio a los pasajeros y ruge a los que se atreven a preguntarle algo, la secretaria del jefe se cree alguien y mira por encima del hombro a las demás secretarias, a las que trata con un desdén brutal... vamos, que flota en el aire una mala uva que es infinitamente más dañina que la contaminación ambiental. Y os aseguro que la contaminación ambiental es la repera.
Pues bien, que nos sirva de consuelo a los guiris que somos basureados que esta actitud no es nueva ni muchísimo menos. Ahí, en la imagen de la izquierda tenemos una de las referencias históricas más acabadas del basureo. El cuadro es obra de Víktor Vasnetsov, uno de los grandes pintores rusos y el no va más del género histórico y religioso, que acabó sus días en 1926 en la confusión de un estado diferente al que le había inspirado, como otro de los grandes, Nesterov. Pero eso ya será cosa de otra entrada.
El señor representado en el cuadro es Iván IV, apodado "el Terrible" (1530 - 1584). Efectivamente, parece que el pobre hombre no era de trato precisamente agradable. Subió al trono al morir su padre cuando tenía tres años, se quedó huérfano de madre a los ocho y durante su infancia los boyardos le basurearon a base de bien, por lo cual tomó ojeriza a todo quisqui. Cuando consiguió hacerse con el bastón de mando, se dedicó a caer mal al mundo entero, además de a asesinar a diestro y siniestro, a casarse repetidamente (Enrique VIII, a su lado, era un aprendiz) y a conducir guerra tras guerra. Pero eso es secundario: lo principal es que era un maestro en el arte de basurear. Porque basurear puede ser un arte, ya lo creo que sí.
En 1557, Iván el Terrible pilló un cabreo de dos pares de narices cuando a unos artesanos alemanes que había contratado les denegó el visado de tránsito (por hablar en términos actuales) la Orden de Livonia, una rama de la Orden Teutónica, que dominaba los territorios de lo que hoy son Estonia y Letonia y por donde los artesanos de marras tenían que pasar sí o sí. La verdad es que la Orden Teutónica estaba bastante lejos de ser lo que había sido en los siglos XIII y XIV, así que Iván, que estaba crecido después de sus últimas victorias bélicas, les pidió un tributo de los que hacen pupa al bolsillo. La Orden de Livonia, muchos de cuyos miembros, pero no todos, se habían pasado al protestantismo, estaba en plena disolución (efectivamente, se disolvió tres años después), por lo que intentó evitar un choque armado y, de momento, envió una embajada a Moscú con el fin de arreglar las cosas.
La embajada no tuvo éxito. Los regateos de los caballeros teutónicos no dieron resultado, con lo que los miembros de la legación se volvieron para el Báltico, pero el último día antes de irse, recibieron una invitación a cenar por parte del mismísimo zar. Los diplomáticos alemanes, supongo que contentos por cenar de gorra y con el zar, que sería antipático y un psicópata de categoría, pero les daba papeo, llegaron al Kremlin, se sentaron a la mesa y se encontraron con que los platos estaban vacíos, y así siguieron, porque nadie les sirvió en toda la noche ni siquiera las sobras del mediodía. El zar, por supuesto, ni apareció por allí. Toma basureo.
Y así hasta hoy, maldición, que no hay ruso con algo de poder entre sus manos, o que crea que lo tiene, que no lo use en aplastar al prójimo. Y, si para ello hay que renunciar a los buenos modales, se renuncia. Lo primero es lo primero.
Al que le fue peor fue al propio Iván el Terrible. La guerra de Livonia duró entre 1558 y 1582, nada menos, y dejó a Rusia enfrentada a la Unión Polaco-Lituana, a Suecia, a Curlandia, a los turcos y prácticamente a todo hijo de vecino, hasta que al final Iván tuvo que darse por vencido, reconocer su derrota, y murió poco después, probablemente dando un alivio tremendo a todo el que había tenido que soportarlo. Como, en vida, se había cargado a toda su familia, hijo mayor y alguna esposa incluidos, le sucedió su segundo hijo, que era tonto perdido y con el que extinguió la dinastía. Rusia, tras su reinado, quedó tan hecha cisco que por poco no desaparece a manos de los polacos.
Y luego hay quienes se quejan de Zapatero...
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
viernes, 31 de octubre de 2008
miércoles, 29 de octubre de 2008
Otra de diseñadores
Suena el teléfono en el estudio de Yakob Kalatrav, arquitecto sedicente. La secretaria del genio se pone al aparato, y al otro lado del hilo se identifica un ruso bien conectado con las altas esferas. La secretaria no duda mucho tiempo en pasar al anónimo ruso con el insigne fénix del hormigón armado.
- Señor Kalatrav, tengo una cosa que le puede interesar.
- Diga, diga.
- Nuestro despacho de arquitectura ha sido beneficiado con la adjudicación de la nueva tienda de la cadena Detsky Mir, en Moscú. Bueno, no le diré cómo hemos conseguido la adjudicación... ya sabe usted cómo son estas cosas. Algún amigo, algún conocido, un contacto con poder de decisión, convencido con argumentos sólidos...
- Vaya, vaya...
- Lo cierto es que, aunque estamos inscritos como un despacho de arquitectura, no tenemos un solo arquitecto, así que hemos pensado en su estudio para... ya sabe... queremos un edificio tipo centro comercial, tienda, ya sabe.
- Fantástico, voy a hacer un proyecto moderno, con mucho cristal, elevado, de lo que se lleva ahora, que destaque. Hubiera preferido un puente para hacer en Moscú, pero, en todo caso, un centro comercial vanguardista es un buen comienzo.
- Adelante, queremos un proyecto puntero.
Han pasado varios meses. El proyecto ya se ha ejecutado y la nueva tienda de Detsky Mir ya está dando servicio a multitudes de moscovitas que a diario abarrotan sus pasillos. Al poco tiempo, vuelve a sonar el teléfono en el despacho del insigne.
- Señor Kalatrav, tengo que darle la enhorabuena por el proyecto, pero...
- ¿Pero qué? ¡Si es lo último!
- Es que al "Detsky Mir" se le están quejando los clientes.
- Pfff... ¡qué sabrán ellos...!
- Dicen que no pueden acceder al edificio con carritos de bebés. Que no hay rampas, que sólo hay escaleras.
- ¿Carritos de bebés? ¡Como mucho se quejarán dos pelagatos! Por cierto, ¿qué quiere decir "Detsky Mir"?
- ¿"Detsky Mir"? Es una tienda de cosas de niños, quiere decir literalmente "El mundo de los niños".
- Ah.
- Señor Kalatrav, tengo una cosa que le puede interesar.
- Diga, diga.
- Nuestro despacho de arquitectura ha sido beneficiado con la adjudicación de la nueva tienda de la cadena Detsky Mir, en Moscú. Bueno, no le diré cómo hemos conseguido la adjudicación... ya sabe usted cómo son estas cosas. Algún amigo, algún conocido, un contacto con poder de decisión, convencido con argumentos sólidos...
- Vaya, vaya...
- Lo cierto es que, aunque estamos inscritos como un despacho de arquitectura, no tenemos un solo arquitecto, así que hemos pensado en su estudio para... ya sabe... queremos un edificio tipo centro comercial, tienda, ya sabe.
- Fantástico, voy a hacer un proyecto moderno, con mucho cristal, elevado, de lo que se lleva ahora, que destaque. Hubiera preferido un puente para hacer en Moscú, pero, en todo caso, un centro comercial vanguardista es un buen comienzo.
- Adelante, queremos un proyecto puntero.
Han pasado varios meses. El proyecto ya se ha ejecutado y la nueva tienda de Detsky Mir ya está dando servicio a multitudes de moscovitas que a diario abarrotan sus pasillos. Al poco tiempo, vuelve a sonar el teléfono en el despacho del insigne.
- Señor Kalatrav, tengo que darle la enhorabuena por el proyecto, pero...
- ¿Pero qué? ¡Si es lo último!
- Es que al "Detsky Mir" se le están quejando los clientes.
- Pfff... ¡qué sabrán ellos...!
- Dicen que no pueden acceder al edificio con carritos de bebés. Que no hay rampas, que sólo hay escaleras.
- ¿Carritos de bebés? ¡Como mucho se quejarán dos pelagatos! Por cierto, ¿qué quiere decir "Detsky Mir"?
- ¿"Detsky Mir"? Es una tienda de cosas de niños, quiere decir literalmente "El mundo de los niños".
- Ah.
lunes, 27 de octubre de 2008
En el museo del Prado
Los que sois habituales de aquí ya habréis notado que me encanta la pintura. Quizá por ello, en el último viaje que realicé a España, acompañando a un grupo de rusos, me alegré mucho cuando en el programa, como momento cultural, se incluyó una visita al museo del Prado, que hacía bastante tiempo que no visitaba.
Los viajeros que me acompañaban eran gente peculiar, periodistas todos ellos y, como tales, se supone que con una cultura general razonable. Quieren algunos pensar que el nivel cultural ruso es elevadísimo y desde luego muy superior al español. Ufff... cada vez me permito dudarlo más y, después de viajes como el presente, no digamos.
En el grupo se incluye un auténtico crack, presentador de televisión de programa de éxito, al que llamaremos Sergey, que no es su auténtico nombre. En su descarga hay que decir que era el único que hablaba inglés de verdad, aunque todos los demás decían que lo hablaban (y, como mucho, lo balbucían torpemente); en su debe, en cambio, tiene el hecho de ser un pelmazo endiosado al que nada le parecía bien. Iban con él dos súbditos suyos bastante grises, que formaban parte de su equipo.
El otro equipo estaba formado por un cámara con tendencias hippies, un redactor tímido y una redactora de mediana edad que probablemente fue muy guapa de joven y que realmente seguía siéndolo, y que además tenía un cuerpazo. O sea, un cuerpo enorme: de cien kilos seguro que no bajaba.
Ah, en el grupo también teníamos a Yuppie, que recordaremos que era una especie de mosquita muerta, rubita y de ojos azules. Bueno, eso es lo que parece a simple vista, pero al rato de llegar a Madrid ya se había enrollado con nuestro Sergey. La verdad es que no le pagamos para eso...
Bueno, pues esta tropa, después de protestar por todo y de caminar por desgana a lo largo del programa, resulta que llega al Prado, se les contrata un guía de narices y se le pone ante un recorrido básico, que era todo lo que podíamos hacer en el escaso tiempo disponible. Llegamos a la exposición permanente y el guía nos hace pasar de largo por la excelente colección de Juan de Juanes. A los rusos seguramente no les iba a decir mucho Juan de Juanes, pero a mí sí y me quedo girando la cabeza mientras van pasando los cuadros y aparecemos por las salas dedicadas a la escuela flamenca, donde el guía da una breve pincelada teórica, para pararse un poco después junto a "El jardín de las delicias" del Bosco y empezar una explicación más detallada.
- ¿Dónde están los demás? - me dice.
Giro la cabeza, y veo que de los siete sólo quedan tres.
- Bueno, tú no te preocupes, tú haz como si estuvieran.
El guía se encoge de hombros y comienza a explicar el cuadro. Luego pasamos a ver "Las tres gracias", de Rubens, lo cual, teniendo en cuenta que es el primer día de la exposición de Rembrandt, y que hemos pasado por allí, resulta muy apropiado.
- ¿Ya sólo son dos?
- Bueno, es que esto, más que un museo, parece "Diez negritos". Pero tú a lo tuyo.
El guía decidió no esforzarse por entenderlo, explicó el cuadro, y luego nos hizo pasar a ver el supercuadro de Tiziano, "El emperador Carlos en Mühlberg". Por suerte, en el camino se nos unieron Yuppie y Sergey, muy agarraditos, que pasaban por allí y decidieron honrarnos con su presencia. Prefiero no saber de dónde venían ni qué habían estado haciendo.
Después pasamos a la gran sala de Velázquez. Siempre que paso por allí no puedo evitar que me entre un escalofrío. Para mí, Velázquez es lo más de lo más, y me quedo embobado viendo "El triunfo de Baco", "La fragua de Vulcano", "Las meninas"... y eso sin llegar a "La rendición de Breda" de la sala vecina.
Me saca de mi embobamiento Sergey, que con voz de hastío dice:
- Bueno, ¿es que no vamos a ver Goya?
Dios mío, ¿qué he hecho yo para merecer esto? Este tío se encuentra en la sala donde está expuesta la obra del monstruo más monstruoso de todos los tiempos y, en lugar de tratar de aprender algo, de atender a las explicaciones del guía, y desde luego de embelesarse con lo que tiene delante, sólo se le ocurre preguntar cuándo van a ver Goya. Pa' matarlo.
El guía, al que en un momento vi cómo apretaba los labios y se cogía con fuerza una mano con la otra, dijo que sí, que claro que íbamos a ver Goya.
Al poco tiempo, fuimos a ver Goya y nos paramos delante de "La familia de Carlos IV", después de pasar por algunos retratos. El guía comenzó a explicar peculiaridades del cuadro, pero, cuando intentó hablar de María Luisa de Parma, de Godoy y del Príncipe de Asturias, Sergey debió verse superado y lanzó un suspiro, justo antes de darse la vuelta y mirar a otro lado.
El guía abrió mucho los ojos. Mucho.
- Caaalma, caaalma... yo llevo con ellos dos días - traté de tranquilizarlo.
- Pero, ¿no era éste el que quería Goya?
- Seguramente es que le sonaba.
- Éste sólo quiere meterle mano a la otra.
- Hombre, de momento, parece que se conforma con eso. Luego, no sé...
A la salida, nos encontramos a los tres que nos faltaban tirados por allí. Menos mal, porque si se me llegan a desmandar ya me veía yo llamando a la Unidad de Desaparecidos.
- ¿Qué? ¿Qué tal el museo? - les pregunté.
- ¡Muy bonito! ¿Vamos a cenar?
- Sí, hombre, sí. No todo ha de ser alimentar vuestro espíritu.
Los viajeros que me acompañaban eran gente peculiar, periodistas todos ellos y, como tales, se supone que con una cultura general razonable. Quieren algunos pensar que el nivel cultural ruso es elevadísimo y desde luego muy superior al español. Ufff... cada vez me permito dudarlo más y, después de viajes como el presente, no digamos.
En el grupo se incluye un auténtico crack, presentador de televisión de programa de éxito, al que llamaremos Sergey, que no es su auténtico nombre. En su descarga hay que decir que era el único que hablaba inglés de verdad, aunque todos los demás decían que lo hablaban (y, como mucho, lo balbucían torpemente); en su debe, en cambio, tiene el hecho de ser un pelmazo endiosado al que nada le parecía bien. Iban con él dos súbditos suyos bastante grises, que formaban parte de su equipo.
El otro equipo estaba formado por un cámara con tendencias hippies, un redactor tímido y una redactora de mediana edad que probablemente fue muy guapa de joven y que realmente seguía siéndolo, y que además tenía un cuerpazo. O sea, un cuerpo enorme: de cien kilos seguro que no bajaba.
Ah, en el grupo también teníamos a Yuppie, que recordaremos que era una especie de mosquita muerta, rubita y de ojos azules. Bueno, eso es lo que parece a simple vista, pero al rato de llegar a Madrid ya se había enrollado con nuestro Sergey. La verdad es que no le pagamos para eso...
Bueno, pues esta tropa, después de protestar por todo y de caminar por desgana a lo largo del programa, resulta que llega al Prado, se les contrata un guía de narices y se le pone ante un recorrido básico, que era todo lo que podíamos hacer en el escaso tiempo disponible. Llegamos a la exposición permanente y el guía nos hace pasar de largo por la excelente colección de Juan de Juanes. A los rusos seguramente no les iba a decir mucho Juan de Juanes, pero a mí sí y me quedo girando la cabeza mientras van pasando los cuadros y aparecemos por las salas dedicadas a la escuela flamenca, donde el guía da una breve pincelada teórica, para pararse un poco después junto a "El jardín de las delicias" del Bosco y empezar una explicación más detallada.
- ¿Dónde están los demás? - me dice.
Giro la cabeza, y veo que de los siete sólo quedan tres.
- Bueno, tú no te preocupes, tú haz como si estuvieran.
El guía se encoge de hombros y comienza a explicar el cuadro. Luego pasamos a ver "Las tres gracias", de Rubens, lo cual, teniendo en cuenta que es el primer día de la exposición de Rembrandt, y que hemos pasado por allí, resulta muy apropiado.
- ¿Ya sólo son dos?
- Bueno, es que esto, más que un museo, parece "Diez negritos". Pero tú a lo tuyo.
El guía decidió no esforzarse por entenderlo, explicó el cuadro, y luego nos hizo pasar a ver el supercuadro de Tiziano, "El emperador Carlos en Mühlberg". Por suerte, en el camino se nos unieron Yuppie y Sergey, muy agarraditos, que pasaban por allí y decidieron honrarnos con su presencia. Prefiero no saber de dónde venían ni qué habían estado haciendo.
Después pasamos a la gran sala de Velázquez. Siempre que paso por allí no puedo evitar que me entre un escalofrío. Para mí, Velázquez es lo más de lo más, y me quedo embobado viendo "El triunfo de Baco", "La fragua de Vulcano", "Las meninas"... y eso sin llegar a "La rendición de Breda" de la sala vecina.
Me saca de mi embobamiento Sergey, que con voz de hastío dice:
- Bueno, ¿es que no vamos a ver Goya?
Dios mío, ¿qué he hecho yo para merecer esto? Este tío se encuentra en la sala donde está expuesta la obra del monstruo más monstruoso de todos los tiempos y, en lugar de tratar de aprender algo, de atender a las explicaciones del guía, y desde luego de embelesarse con lo que tiene delante, sólo se le ocurre preguntar cuándo van a ver Goya. Pa' matarlo.
El guía, al que en un momento vi cómo apretaba los labios y se cogía con fuerza una mano con la otra, dijo que sí, que claro que íbamos a ver Goya.
Al poco tiempo, fuimos a ver Goya y nos paramos delante de "La familia de Carlos IV", después de pasar por algunos retratos. El guía comenzó a explicar peculiaridades del cuadro, pero, cuando intentó hablar de María Luisa de Parma, de Godoy y del Príncipe de Asturias, Sergey debió verse superado y lanzó un suspiro, justo antes de darse la vuelta y mirar a otro lado.
El guía abrió mucho los ojos. Mucho.
- Caaalma, caaalma... yo llevo con ellos dos días - traté de tranquilizarlo.
- Pero, ¿no era éste el que quería Goya?
- Seguramente es que le sonaba.
- Éste sólo quiere meterle mano a la otra.
- Hombre, de momento, parece que se conforma con eso. Luego, no sé...
A la salida, nos encontramos a los tres que nos faltaban tirados por allí. Menos mal, porque si se me llegan a desmandar ya me veía yo llamando a la Unidad de Desaparecidos.
- ¿Qué? ¿Qué tal el museo? - les pregunté.
- ¡Muy bonito! ¿Vamos a cenar?
- Sí, hombre, sí. No todo ha de ser alimentar vuestro espíritu.
viernes, 24 de octubre de 2008
Portales de postín
Alfina y yo, pues, entramos en el rascacielos sin saber muy bien lo que nos íbamos a encontrar. La otra vez habíamos pasado por una entrada lateral a través de un portal algo vetusto, pero correcto en líneas generales. Esta vez, en cambio, nuestro camino pasaba por la entrada principal. Observémosla.
No puedo resistirme a hacer una disquisición sobre las entradas a estos edificios, de tipo muy extendido en los edificios de estilo soviético, y éste lo es y de qué manera. Se observa que la puerta de entrada es enorme, un arco innecesariamente grande, que permitiría el paso no ya de una persona, sino de un elefante si hiciera falta. Es arquitectura totalitaria en estado puro. Así como, en un estado totalitario, el estado, la comunidad, o el pueblo son mucho más importantes que el individuo, que debe someterse a los primeros, en un edificio totalitario, el propio edificio es mucho más importante que el individuo. Es decir, no es el individuo el que entra en el edificio, sino el edificio el que admite que entre el individuo. La exageración en las entradas a los edificios viene a subrayar la pequeñez relativa del individuo frente a la comunidad.
Fin de la disquisición. Sigamos con el escudriñamiento concienzudo del portal. Y así, después de atravesar un amplio vestíbulo y de preguntar a la portera (sí, señor, portera y todo) cómo llegar a la vivienda de nuestros amigos, nos encontramos ante la siguiente imagen.
Amigos, esto es otra cosa. Ni un milímetro de cutrerío. Todo impecable. Cierto que es antiguo, no en vano el edificio ya cumplió los cincuenta años, pero se nota que hay una mano cuidándolo y, dicho sea de paso, se nota que los vecinos del rascacielos son de nivel educativo alto y están a gusto en su vivienda. Veamos el pasamanos.
Es difícil encontrar un pero. Si nos ponemos realmente puntillosos, podríamos pensar que las esquinas están pésimamente pulidas, pero eso es que ya es para matrícula. De todas formas, visto el suelo, elevemos la mirada al techo.
¿Hay nostálgicos comunistas por aquí? Si los hay, que enjuguen un poco las lagrimillas de emoción que se les asoman a los ojos. Efectivamente, los techos del vestíbulo del rascacielos están adornados de pinturas como la de la foto, con el pionero con su pañuelo rojo, futuro ingeniero aeronáutico, que ya de pequeño hace experimentos con su avión de juguete bajo la atenta mirada de su camarada y la admiración disimulada de la muchacha de la izquierda, que levanta su vista con descuido del libro en que está estudiando, todo ello bajo un cielo azul en un jardín clásico ¿Es el único ejemplo del edificio? No por cierto. Veamos las cenefas superiores.
Ni una mota de polvo, amigos. Continúan los motivos comunistas, con la estrella de cinco puntas en perfecta armonía con el resto de la decoración, lo cual demuestra que el comunismo no necesariamente está reñido con el buen gusto.
Ah, un momento. Pasemos al lugar crítico de todo edificio moscovita, en donde han tenido lugar las escenas más desagradables y donde los olores más agresivos desvencijan las pituitarias de cualquiera. Sí, amigos, me refiero a... los ascensores. Veamos cómo están en este edificio.
¡Prueba conseguida! ¡Hemos encontrado un edificio moscovita que ha superado holgadamente el examen de idoneidad de vestíbulos, descansillos y zaguanes! ¡Y hasta ascensores! Alfina y yo apenas podíamos creerlo. Efectivamente, los ascensores, sin ser un lujo asiático, estaban limpios y cumplían su función con suficiencia, pero es que el acceso a los mismos estaba profusamente decorado con relieves en la pared como el que se ve en la foto, en los que se desarrolla todo el imaginario bolchevique del camino hacia el paraíso socialista en vías de construcción.
En fin, que hemos encontrado un edificio bonito y bien cuidado y, como quedó dicho en la entrada anterior, no me mueven prendas en aplaudirlo y en envidiar a sus habitantes. El día que esto sea la regla, más que la excepción, otro gallo nos cantará.
No puedo resistirme a hacer una disquisición sobre las entradas a estos edificios, de tipo muy extendido en los edificios de estilo soviético, y éste lo es y de qué manera. Se observa que la puerta de entrada es enorme, un arco innecesariamente grande, que permitiría el paso no ya de una persona, sino de un elefante si hiciera falta. Es arquitectura totalitaria en estado puro. Así como, en un estado totalitario, el estado, la comunidad, o el pueblo son mucho más importantes que el individuo, que debe someterse a los primeros, en un edificio totalitario, el propio edificio es mucho más importante que el individuo. Es decir, no es el individuo el que entra en el edificio, sino el edificio el que admite que entre el individuo. La exageración en las entradas a los edificios viene a subrayar la pequeñez relativa del individuo frente a la comunidad.
Fin de la disquisición. Sigamos con el escudriñamiento concienzudo del portal. Y así, después de atravesar un amplio vestíbulo y de preguntar a la portera (sí, señor, portera y todo) cómo llegar a la vivienda de nuestros amigos, nos encontramos ante la siguiente imagen.
Amigos, esto es otra cosa. Ni un milímetro de cutrerío. Todo impecable. Cierto que es antiguo, no en vano el edificio ya cumplió los cincuenta años, pero se nota que hay una mano cuidándolo y, dicho sea de paso, se nota que los vecinos del rascacielos son de nivel educativo alto y están a gusto en su vivienda. Veamos el pasamanos.
Es difícil encontrar un pero. Si nos ponemos realmente puntillosos, podríamos pensar que las esquinas están pésimamente pulidas, pero eso es que ya es para matrícula. De todas formas, visto el suelo, elevemos la mirada al techo.
¿Hay nostálgicos comunistas por aquí? Si los hay, que enjuguen un poco las lagrimillas de emoción que se les asoman a los ojos. Efectivamente, los techos del vestíbulo del rascacielos están adornados de pinturas como la de la foto, con el pionero con su pañuelo rojo, futuro ingeniero aeronáutico, que ya de pequeño hace experimentos con su avión de juguete bajo la atenta mirada de su camarada y la admiración disimulada de la muchacha de la izquierda, que levanta su vista con descuido del libro en que está estudiando, todo ello bajo un cielo azul en un jardín clásico ¿Es el único ejemplo del edificio? No por cierto. Veamos las cenefas superiores.
Ni una mota de polvo, amigos. Continúan los motivos comunistas, con la estrella de cinco puntas en perfecta armonía con el resto de la decoración, lo cual demuestra que el comunismo no necesariamente está reñido con el buen gusto.
Ah, un momento. Pasemos al lugar crítico de todo edificio moscovita, en donde han tenido lugar las escenas más desagradables y donde los olores más agresivos desvencijan las pituitarias de cualquiera. Sí, amigos, me refiero a... los ascensores. Veamos cómo están en este edificio.
¡Prueba conseguida! ¡Hemos encontrado un edificio moscovita que ha superado holgadamente el examen de idoneidad de vestíbulos, descansillos y zaguanes! ¡Y hasta ascensores! Alfina y yo apenas podíamos creerlo. Efectivamente, los ascensores, sin ser un lujo asiático, estaban limpios y cumplían su función con suficiencia, pero es que el acceso a los mismos estaba profusamente decorado con relieves en la pared como el que se ve en la foto, en los que se desarrolla todo el imaginario bolchevique del camino hacia el paraíso socialista en vías de construcción.
En fin, que hemos encontrado un edificio bonito y bien cuidado y, como quedó dicho en la entrada anterior, no me mueven prendas en aplaudirlo y en envidiar a sus habitantes. El día que esto sea la regla, más que la excepción, otro gallo nos cantará.
miércoles, 22 de octubre de 2008
Edificios de postín
Puede dar la sensación, por lo leído hasta ahora en otras entradas (por ejemplo, en ésta, o en ésta otra) que los portales moscovitas, y es de temer que rusos en general, no sean sino una peste hedionda indigna de ser habitada por personas civilizadas. Pues bien, si bien es cierto que algo de eso hay, también es cierto que existen portales postineros que resisten sin mancha la comparación con los portales españoles más empingorotados. Son pocos, y hay que buscarlos muy bien, pero existen y es precisamente aquí, en esta bitácora no precisamente rusófila, donde van a ser glosados, para que se vea que aquí no nos duelen prendas a la hora de aplaudir cuando toca.
El de la foto de arriba es uno de los siete rascacielos de Moscú. Los rascacielos, como otras tantas edificaciones (y no pocos derribos) en Moscú, son obra del emperramiento de Stalin, que sabía que en otras capitales puturrudefuá del mundo existían, y que estaba desconsolado porque, tras haber ganado la guerra, la gente aparecería por Moscú y preguntarían en masa por los rascacielos. Y, al ver que no los había, pensarían en la birria de ciudad que estaban visitando. Vamos, Stalin se ponía negro con la perspectiva de imaginar una caterva de turistas guiris decepcionados con su visita a la capital del proletariado mundial y, como Stalin enfadado era un tipo realmente muy peligroso, su entorno se puso manos a la obra y así se proyectaron y edificaron los rascacielos. La alternativa consistía en ponerse manos a la obra extrayendo oro a cuarenta grados bajo cero en las minas de Kolymá, y el entorno de Stalin debió desecharla. Angelitos.
El resultado fueron dos hoteles (el Ukraina y el Leningrad), dos edificios administrativos (el Ministerio de Asuntos Exteriores y el de Krasnye Vorota, donde tienen cabida distintas instituciones y empresas), uno de fines educativos (la Universidad Estatal de Moscú), y dos edificios de viviendas, uno junto al metro Barrikadnaya y otro el de la foto de arriba, en Kotelnicheskaya Naberezhnaya. Los pisos, muy decentes, sobre todo en comparación con el estándar habitual, eran concedidos a artistas con gran talento o gran enchufe, que han servido a sus descendientes para hacerse con un pedazo de capital a la hora de venderlos por un pastón y para poder permitirse dedicarse a la holganza.
El caso es que, por una vez, lejos de la tónica habitual de relacionarnos con clase media encantadora, pero del montón, Alfina y yo fuimos invitados a la residencia de unos amigos, gente estupenda, que resultó que viven precisamente en el edificio de marras. Cierto que ya habíamos estado allí en otra ocasión, en casa de otra conocida, pero la diferencia es que esta vez llevaba la cámara de fotos.
Y la pregunta es: ¿Incluso en esa mole imponente, de calidad de construcción indiscutible, vamos a presenciar el lamentable espectáculo del vecindario dejando por los rincones despojos, basuras, orines y todo tipo de porquería?
La respuesta, en la próxima entrada, que relatará nuestra ídem en el edificio en cuestión.
El de la foto de arriba es uno de los siete rascacielos de Moscú. Los rascacielos, como otras tantas edificaciones (y no pocos derribos) en Moscú, son obra del emperramiento de Stalin, que sabía que en otras capitales puturrudefuá del mundo existían, y que estaba desconsolado porque, tras haber ganado la guerra, la gente aparecería por Moscú y preguntarían en masa por los rascacielos. Y, al ver que no los había, pensarían en la birria de ciudad que estaban visitando. Vamos, Stalin se ponía negro con la perspectiva de imaginar una caterva de turistas guiris decepcionados con su visita a la capital del proletariado mundial y, como Stalin enfadado era un tipo realmente muy peligroso, su entorno se puso manos a la obra y así se proyectaron y edificaron los rascacielos. La alternativa consistía en ponerse manos a la obra extrayendo oro a cuarenta grados bajo cero en las minas de Kolymá, y el entorno de Stalin debió desecharla. Angelitos.
El resultado fueron dos hoteles (el Ukraina y el Leningrad), dos edificios administrativos (el Ministerio de Asuntos Exteriores y el de Krasnye Vorota, donde tienen cabida distintas instituciones y empresas), uno de fines educativos (la Universidad Estatal de Moscú), y dos edificios de viviendas, uno junto al metro Barrikadnaya y otro el de la foto de arriba, en Kotelnicheskaya Naberezhnaya. Los pisos, muy decentes, sobre todo en comparación con el estándar habitual, eran concedidos a artistas con gran talento o gran enchufe, que han servido a sus descendientes para hacerse con un pedazo de capital a la hora de venderlos por un pastón y para poder permitirse dedicarse a la holganza.
El caso es que, por una vez, lejos de la tónica habitual de relacionarnos con clase media encantadora, pero del montón, Alfina y yo fuimos invitados a la residencia de unos amigos, gente estupenda, que resultó que viven precisamente en el edificio de marras. Cierto que ya habíamos estado allí en otra ocasión, en casa de otra conocida, pero la diferencia es que esta vez llevaba la cámara de fotos.
Y la pregunta es: ¿Incluso en esa mole imponente, de calidad de construcción indiscutible, vamos a presenciar el lamentable espectáculo del vecindario dejando por los rincones despojos, basuras, orines y todo tipo de porquería?
La respuesta, en la próxima entrada, que relatará nuestra ídem en el edificio en cuestión.
lunes, 20 de octubre de 2008
Provocando a la tercera
Pues bien, ha llegado el momento de atreverse con la prueba del nueve de la paciencia de las autoridades rusas con los ciclistas en general, y con los ciclistas españoles en particular: los OMON, que son algo así como los GEO españoles, es decir, unos tipos que tienen muy poco sentido del humor mientras trabajan.
A pocos metros del cruce glosado en la entrada anterior, en Gazetny pereulok, se encuentra la sede moscovita del Ministerio del Interior ruso, custodiada por una pléyade de mastuerzos con boina azul. Vamos, algo así como la antigua sede de la Gestapo en la Prinz-Albert-Straße, pero en eslavo.
Cuando algún pez gordo quiere acceder al Ministerio del Interior, su voluntad tiene preferencia sobre cualquier otra circunstancia, incluidas las señales de tráfico. En el caso que nos ocupa, algún jerifalte, o su chófer, a saber, no estaba por la tarea, sin duda tediosa, de dar la vuelta a la manzana, y decidió entrar en Gazetny pereulok por las bravas, en dirección prohibida y a toda viroya... justo en el momento en que, por el otro lado de la calle, entrando desde la Tverskaya, este ciclista servidor de ustedes trataba de llegar a su destino.
Los omones, passando ampliamente de los atascos que se pudieran provocar y tratando a los gai como basurilla (lo cual, por otra parte, es un notable acierto de los omones), apartaron a éstos últimos y cortaron Bolshaya Nikitskaya y cerraron Gazetny pereulok a cal y canto para dejar paso al jefazo ambulante, con lo que me vi ante la dudosa perspectiva de someterme y esperar a que el ambiente y el camino se despejaran, o hacer a los omones un corte de mangas virtual y meterme en Gazetny pereulok y, de paso, en camisa de once varas.
Ni que decir tiene que la postura genuinamente española es la segunda ¿Alguien se imagina, por ejemplo, a Curro Jiménez diciendo cosas como: "Algarrobo, ahí vemos a unos cuadrilleros de la Santa Hermandad cerrándonos el camino para dejar paso al Corregidor. Vamos a ponernos al borde de rodillas a dejar paso y rendir pleitesía a este honrado sirviente de la Reina"? ¡Pues claro que no! ¡Ése no sería Curro Jiménez, sino un impostor!
Aprovechando el carácter anfibio de la bicicleta, mitad peatón, mitad vehículo, esquivo el control por la acera y vuelvo a aparecer por la calzada a las espaldas del omon, pedaleando tranquilamente, hasta que veo aparecer al pez gordo dentro un coche todavía más gordo. Paso delante de las narices de otro omon, que me ve y, cuando consigue cerrar la boca, lanza un grito desesperado:
- ¡ATENCIÓOOON! ¡CICLISTA!
Los omones de cabecera comienzan a moverse nerviosos. El coche del jerifalte se lanza por el Gazetny pereulok y yo, que seré provocador, pero no totalmente cretino, me hago a un lado, lo dejo pasar y, acto seguido, continúo mi camino como si tal cosa, mientras los omones de guardia berrean:
- ¿QUÉ PASA? ¡HAY QUE PARARSE CUANDO TE HACEN LA SEÑAL!
Y yo, mientras me alejaba con una sonrisilla en la boca, les dije a mi espalda encogiéndome de hombros:
- ¿Qué señal? ¡Yo no he visto nada!
Con lo cual hemos demostrado que las bicicletas, en Moscú, son objetos rodantes no identificados, con lo que las autoridades de tráfico no tienen una reacción formada contra ellas. No es por dar ideas a posibles magnicidas, pero, si yo me tuviera que dedicar, Dios no lo quiera, al magnicidio, la forma más adecuada de eludir los controles ya la he narrado. Eso sí, el problema es el de la fuga, pero bueno, no iba a ser todo infalible...
A pocos metros del cruce glosado en la entrada anterior, en Gazetny pereulok, se encuentra la sede moscovita del Ministerio del Interior ruso, custodiada por una pléyade de mastuerzos con boina azul. Vamos, algo así como la antigua sede de la Gestapo en la Prinz-Albert-Straße, pero en eslavo.
Cuando algún pez gordo quiere acceder al Ministerio del Interior, su voluntad tiene preferencia sobre cualquier otra circunstancia, incluidas las señales de tráfico. En el caso que nos ocupa, algún jerifalte, o su chófer, a saber, no estaba por la tarea, sin duda tediosa, de dar la vuelta a la manzana, y decidió entrar en Gazetny pereulok por las bravas, en dirección prohibida y a toda viroya... justo en el momento en que, por el otro lado de la calle, entrando desde la Tverskaya, este ciclista servidor de ustedes trataba de llegar a su destino.
Los omones, passando ampliamente de los atascos que se pudieran provocar y tratando a los gai como basurilla (lo cual, por otra parte, es un notable acierto de los omones), apartaron a éstos últimos y cortaron Bolshaya Nikitskaya y cerraron Gazetny pereulok a cal y canto para dejar paso al jefazo ambulante, con lo que me vi ante la dudosa perspectiva de someterme y esperar a que el ambiente y el camino se despejaran, o hacer a los omones un corte de mangas virtual y meterme en Gazetny pereulok y, de paso, en camisa de once varas.
Ni que decir tiene que la postura genuinamente española es la segunda ¿Alguien se imagina, por ejemplo, a Curro Jiménez diciendo cosas como: "Algarrobo, ahí vemos a unos cuadrilleros de la Santa Hermandad cerrándonos el camino para dejar paso al Corregidor. Vamos a ponernos al borde de rodillas a dejar paso y rendir pleitesía a este honrado sirviente de la Reina"? ¡Pues claro que no! ¡Ése no sería Curro Jiménez, sino un impostor!
Aprovechando el carácter anfibio de la bicicleta, mitad peatón, mitad vehículo, esquivo el control por la acera y vuelvo a aparecer por la calzada a las espaldas del omon, pedaleando tranquilamente, hasta que veo aparecer al pez gordo dentro un coche todavía más gordo. Paso delante de las narices de otro omon, que me ve y, cuando consigue cerrar la boca, lanza un grito desesperado:
- ¡ATENCIÓOOON! ¡CICLISTA!
Los omones de cabecera comienzan a moverse nerviosos. El coche del jerifalte se lanza por el Gazetny pereulok y yo, que seré provocador, pero no totalmente cretino, me hago a un lado, lo dejo pasar y, acto seguido, continúo mi camino como si tal cosa, mientras los omones de guardia berrean:
- ¿QUÉ PASA? ¡HAY QUE PARARSE CUANDO TE HACEN LA SEÑAL!
Y yo, mientras me alejaba con una sonrisilla en la boca, les dije a mi espalda encogiéndome de hombros:
- ¿Qué señal? ¡Yo no he visto nada!
Con lo cual hemos demostrado que las bicicletas, en Moscú, son objetos rodantes no identificados, con lo que las autoridades de tráfico no tienen una reacción formada contra ellas. No es por dar ideas a posibles magnicidas, pero, si yo me tuviera que dedicar, Dios no lo quiera, al magnicidio, la forma más adecuada de eludir los controles ya la he narrado. Eso sí, el problema es el de la fuga, pero bueno, no iba a ser todo infalible...
viernes, 17 de octubre de 2008
Provocando a la segunda
Habíamos dejado la entrada anterior en el momento en que la bicicleta se acerca a la trampa mortal establecida por los gai en el cruce entre Voznesensky Pereulok y Bolshaya Nikitskaya. La trampa aparece bien planteada en la foto que ilustra esta entrada. Y la clave está en la señal de dirección obligatoria hacia la derecha, pegada a la pared del edificio, muchas veces a una altura demasiado elevada como para que lo vean los conductores desde su sillón ¿Hay algún motivo para haber colocado la señal y prohibir el giro a la izquierda? Pues yo diría que ninguno en especial, tanto más cuanto que las calles concernidas no sn demasiado anchas y la incorporación a la izquierda no sería demasiado difícil.
Con eso, el conductor que aparece por allí y quiere acercarse al centro, resulta que no puede. Debe girar a la derecha y dar mas vueltas que un tonto en una ciudad en que los atascos se dan hasta de madrugada, con lo que el retraso es segurísimo. Ah, si se pudiera girar a la izquierda... bueno, parece que ahora no pasan coches... ¿Y si...? El conductor sucumbe a la tentación, gira a la izquierda y, automáticamente, ¡zas!, de detrás de un coche (en este caso, lo tenéis ahí, aparcado frente a la sucursal del Citibank) aparece un gai barrigudo y mal encarado que esgrime la porra en actitud pendenciera, detiene al conductor que en mala hora cayó en la tentación del giro fácil, lo sermonea, le soba los documentos y finalmente opera un trasvaso de efectivo de la cartera del conductor a la suya propia.
Volviendo al asunto de la españolidad de la rebeldía, ¿os imagináis al cura Merino diciendo a su guerrilla: "Acólito, ved ahí noramala que esta señal nos fuerza a girar a la derecha. Bien nos vendría para nuestro propósito de acometer al francés ir a la izquierda, pero respetemos la señal, así sea absurda, y demos unas cuantas revueltas. Antes prefiero dejar escapar la compañía ésa de dragones herejotes que pasar por encima de dicha orden."? ¡Pues claro que no!
La bicicleta gira descaradamente a la izquierda aprovechando que no viene absolutamente nadie. El gai surge de ningún sitio y se me queda mirando sin saber muy bien qué hacer. Al final, siente vergüenza torera y suelta sin mucha convicción:
- ¡A ver si no pasamos por encima de la doble línea continua!
Pero entonces, detrás de mí, un incauto automovilista decide girar a la izquierda en el mismísimo cruce de autos y el miliciano decide pasar del ciclista y pensar en víctimas más lucrativas.
Con lo cual, la segunda provocación ha quedado igualmente impune. Como está visto que los gai están demasiado amaric... adocenados para rugir como es debido a los ciclistas, antes del fin de la temporada ciclista procede provocar a la quintaesencia de la mala leche, al cabreo personificado, al culto al desagrado ¿A la Guardia Civil? No, hijos, no, los picoletos son unos benditos, me refiero a las fuerzas especiales del Ministerio del Interior: a los OMON.
Como la cosa es seria, mejor lo dejamos para la próxima.
Con eso, el conductor que aparece por allí y quiere acercarse al centro, resulta que no puede. Debe girar a la derecha y dar mas vueltas que un tonto en una ciudad en que los atascos se dan hasta de madrugada, con lo que el retraso es segurísimo. Ah, si se pudiera girar a la izquierda... bueno, parece que ahora no pasan coches... ¿Y si...? El conductor sucumbe a la tentación, gira a la izquierda y, automáticamente, ¡zas!, de detrás de un coche (en este caso, lo tenéis ahí, aparcado frente a la sucursal del Citibank) aparece un gai barrigudo y mal encarado que esgrime la porra en actitud pendenciera, detiene al conductor que en mala hora cayó en la tentación del giro fácil, lo sermonea, le soba los documentos y finalmente opera un trasvaso de efectivo de la cartera del conductor a la suya propia.
Volviendo al asunto de la españolidad de la rebeldía, ¿os imagináis al cura Merino diciendo a su guerrilla: "Acólito, ved ahí noramala que esta señal nos fuerza a girar a la derecha. Bien nos vendría para nuestro propósito de acometer al francés ir a la izquierda, pero respetemos la señal, así sea absurda, y demos unas cuantas revueltas. Antes prefiero dejar escapar la compañía ésa de dragones herejotes que pasar por encima de dicha orden."? ¡Pues claro que no!
La bicicleta gira descaradamente a la izquierda aprovechando que no viene absolutamente nadie. El gai surge de ningún sitio y se me queda mirando sin saber muy bien qué hacer. Al final, siente vergüenza torera y suelta sin mucha convicción:
- ¡A ver si no pasamos por encima de la doble línea continua!
Pero entonces, detrás de mí, un incauto automovilista decide girar a la izquierda en el mismísimo cruce de autos y el miliciano decide pasar del ciclista y pensar en víctimas más lucrativas.
Con lo cual, la segunda provocación ha quedado igualmente impune. Como está visto que los gai están demasiado amaric... adocenados para rugir como es debido a los ciclistas, antes del fin de la temporada ciclista procede provocar a la quintaesencia de la mala leche, al cabreo personificado, al culto al desagrado ¿A la Guardia Civil? No, hijos, no, los picoletos son unos benditos, me refiero a las fuerzas especiales del Ministerio del Interior: a los OMON.
Como la cosa es seria, mejor lo dejamos para la próxima.
miércoles, 15 de octubre de 2008
Provocando a la primera
Ahora que la temporada ciclista, lamentablemente, se encamina hacia su fin, es hora de hacer algo extraordinario y yo, que siempre, como buen español, he tenido un deje de rebelión frente al poder, he resuelto provocar al cuerpo de seguridad más temido por el ciudadano ruso: la milicia de tráfico, conocidos más comúnmente como los gai.
Si circuláis por España en bicicleta, advertiréis que tanto la Guardia Civil como la policía local son sumamente indulgentes con los ciclistas y nos perdonan todo tipo de violaciones del código de circulación. Ellos saben que lo que nos guía es nuestra seguridad personal, que ya está bastante comprometida por el hecho de ser nuestra propia carrocería, y que hacemos lo que podemos.
En Moscú, observad la foto de arriba. Se trata del acceso al ayuntamiento de Moscú, en la calle Tverskaya, uno de los lugares más atestados de gai por metro cuadrado; además, hay una hermosa señal de dirección prohibida. En realidad, la señal está puesta para fastidiar a todo lo que no sean coches oficiales, porque la calle que hay a continuación es de doble sentido. Pasar por allí acortaría nuestro camino, pero, claro, están la señal y el gai. Ahora bien, ¿va un español de pro a arredrarse por una mísera señal de dirección prohibida y un gai celador apalancado junto a la misma?
¡Pues claro que no! ¿Qué españoles seríamos? Hay que recordar a gente española que no se conformó con inclinarse ante lo que no estaba permitido: Viriato, San Hermenegildo, Pelayo, el Cid Campeador, Lope de Aguirre, Daoíz y Velarde, el cura Merino, Curro Jiménez, Manuel de Santa Cruz... a todos éstos se la sudaba que les prohibieran algo ¿Pero alguien se imagina al Cid Campeador diciendo a su mesnada algo así como: "Álvar Fáñez, ved ahí una señal de dirección prohibida y un sarraceno impidiendo el paso. Por vida mía, demos un rodeo para evitarlo, no fuéredes a irritar al señor destas tierras."? Ni de coña.
La bicicleta, al llegar a la altura de la señal, gira esquivando al peatón que pretende cruzar por su camino. Saludo con una inclinación de cabeza al gai, que, naturalmente, no responde al saludo; paso por debajo de la señal de manera totalmente impune y sigo mi camino por la calle siguiente, el Voznesensky Pereulok, completamente sólo (claro, no todo el mundo se salta la señal a la torera).
Bueno, pues la provocación a los gai no ha sido respondida, pero la cosa no ha terminado: unos metros más allá se encuentra uno de los caladeros más productivos para los mejores pescadores de infractores de entre los gai: el cruce entre Voznesensky Pereulok y Bolshaya Nikitskaya. Alto pilotaje, tú.
Pero eso lo dejo para la próxima.
Si circuláis por España en bicicleta, advertiréis que tanto la Guardia Civil como la policía local son sumamente indulgentes con los ciclistas y nos perdonan todo tipo de violaciones del código de circulación. Ellos saben que lo que nos guía es nuestra seguridad personal, que ya está bastante comprometida por el hecho de ser nuestra propia carrocería, y que hacemos lo que podemos.
En Moscú, observad la foto de arriba. Se trata del acceso al ayuntamiento de Moscú, en la calle Tverskaya, uno de los lugares más atestados de gai por metro cuadrado; además, hay una hermosa señal de dirección prohibida. En realidad, la señal está puesta para fastidiar a todo lo que no sean coches oficiales, porque la calle que hay a continuación es de doble sentido. Pasar por allí acortaría nuestro camino, pero, claro, están la señal y el gai. Ahora bien, ¿va un español de pro a arredrarse por una mísera señal de dirección prohibida y un gai celador apalancado junto a la misma?
¡Pues claro que no! ¿Qué españoles seríamos? Hay que recordar a gente española que no se conformó con inclinarse ante lo que no estaba permitido: Viriato, San Hermenegildo, Pelayo, el Cid Campeador, Lope de Aguirre, Daoíz y Velarde, el cura Merino, Curro Jiménez, Manuel de Santa Cruz... a todos éstos se la sudaba que les prohibieran algo ¿Pero alguien se imagina al Cid Campeador diciendo a su mesnada algo así como: "Álvar Fáñez, ved ahí una señal de dirección prohibida y un sarraceno impidiendo el paso. Por vida mía, demos un rodeo para evitarlo, no fuéredes a irritar al señor destas tierras."? Ni de coña.
La bicicleta, al llegar a la altura de la señal, gira esquivando al peatón que pretende cruzar por su camino. Saludo con una inclinación de cabeza al gai, que, naturalmente, no responde al saludo; paso por debajo de la señal de manera totalmente impune y sigo mi camino por la calle siguiente, el Voznesensky Pereulok, completamente sólo (claro, no todo el mundo se salta la señal a la torera).
Bueno, pues la provocación a los gai no ha sido respondida, pero la cosa no ha terminado: unos metros más allá se encuentra uno de los caladeros más productivos para los mejores pescadores de infractores de entre los gai: el cruce entre Voznesensky Pereulok y Bolshaya Nikitskaya. Alto pilotaje, tú.
Pero eso lo dejo para la próxima.
lunes, 13 de octubre de 2008
La revisión del coche (II)
Llegado que fue el día de la recogida del coche, Alfina y yo nos encaminamos hacia la vetusta zona industrial a la que se había mudado nuestro otrora céntrico concesionario y servicio técnico de Hyundai, en busca de ahorrarse los alquileres que le estaban soplando en su anterior sede fetén, aunque resignándose a arriesgar los clientes pijos que no las tienen todas consigo en cuanto salen del Sadovoye Koltsó.
La zona industrial es, sí, industrial, pero no crean que se pasa de repelente. En España las he visto semejantes, sólo que en España las zonas industriales en estas condiciones están abandonadas o a punto de estarlo y, en cambio, ésta se encontraba en pleno auge. Decrepitud activa, vamos.
Observemos en primer lugar la escalera. Nuestro taller, ojo, no está a pie de calle, sino que está en un cuarto piso ¿Que cómo puede haber un taller de reparaciones de coches en un cuarto piso? No lo entendí hasta que bajé con el coche por la rampa, porque el acceso desde la calle era por un sitio como éste, que nos permitía elegir entre subir por la escalera...
... o por el ascensor
Como nuestra reciente experiencia con un ascensor había sido bastante traumática, decidimos probar por la escalera, para contemplar paisajes diferentes a los habituales. Y no nos arrepentimos, no, porque fue así como pudimos encontrar prodigios como la oscura zona de fumadores, justo al lado del punto de protección contra incendios.
Por no hablar de la puerta blindada del tercer piso.
Finalmente conseguimos llegar al taller. Menos mal que venía Alfina, que ya había estado, porque a mí me hubiera costado mucho sospechar que esto es la entrada a un taller de reparaciones. Yo pensaba que Alí Babá aparecería de un momento a otro.
Pero finalmente conseguimos llegar al sitio, vimos allí a nuestro coche, todo gallardo él y recién lavado y nos dirigimos al cuartucho que hacía de oficina a pagar la reparación. Ni que decir tiene que, a pesar de la señal de la puerta, allí no llevaba mascarilla ni el Tato.
Eso sí, al menos conseguimos identificar un elemento que se encuentra en todos los sitios que tienen algo que ver con el mundo del motor, ya sea en Rusia, en España o en Madagascar.
El calendario de tías en pelotas. Es que no falla, tú.
La zona industrial es, sí, industrial, pero no crean que se pasa de repelente. En España las he visto semejantes, sólo que en España las zonas industriales en estas condiciones están abandonadas o a punto de estarlo y, en cambio, ésta se encontraba en pleno auge. Decrepitud activa, vamos.
Observemos en primer lugar la escalera. Nuestro taller, ojo, no está a pie de calle, sino que está en un cuarto piso ¿Que cómo puede haber un taller de reparaciones de coches en un cuarto piso? No lo entendí hasta que bajé con el coche por la rampa, porque el acceso desde la calle era por un sitio como éste, que nos permitía elegir entre subir por la escalera...
... o por el ascensor
Como nuestra reciente experiencia con un ascensor había sido bastante traumática, decidimos probar por la escalera, para contemplar paisajes diferentes a los habituales. Y no nos arrepentimos, no, porque fue así como pudimos encontrar prodigios como la oscura zona de fumadores, justo al lado del punto de protección contra incendios.
Por no hablar de la puerta blindada del tercer piso.
Finalmente conseguimos llegar al taller. Menos mal que venía Alfina, que ya había estado, porque a mí me hubiera costado mucho sospechar que esto es la entrada a un taller de reparaciones. Yo pensaba que Alí Babá aparecería de un momento a otro.
Pero finalmente conseguimos llegar al sitio, vimos allí a nuestro coche, todo gallardo él y recién lavado y nos dirigimos al cuartucho que hacía de oficina a pagar la reparación. Ni que decir tiene que, a pesar de la señal de la puerta, allí no llevaba mascarilla ni el Tato.
Eso sí, al menos conseguimos identificar un elemento que se encuentra en todos los sitios que tienen algo que ver con el mundo del motor, ya sea en Rusia, en España o en Madagascar.
El calendario de tías en pelotas. Es que no falla, tú.
viernes, 10 de octubre de 2008
La revisión del coche (I)
- Alfina, habrá que ir pensando en llevar el coche a revisión. Ese humo negro que sale del tubo de escape es sospechoso. (10 de septiembre)
(...)
- Alfina, mira lo que he encontrado ¡Los papeles para llevar el coche a revisión! Y tiene las facturas de lo que le hicieron el año pasado. (20 de septiembre)
(...)
- Alfina, ahora que lo dices, sí, sale bastante humo negro del tubo de escape. Habrá que ir a revisar el coche, no sea que muera el Papa y no puedan elegir a otro por nuestra culpa. (25 de septiembre)
(...)
- Alfina, la dirección parece un poco torcida. Parece que el coche esté bizco ¿No habría que llevarlo a revisión? (30 de septiembre)
(...)
- Ah, pues no me había fijado mucho en ese pelado que tiene en el capó. Ya se está oxidando. Al llevarlo a revisión, habría que decir que lo lleven a repasar. (5 de octubre)
(...)
- Sí, claro, si dejas el coche en el taller, no puedes volver en coche al trabajo. Tendrás que ir en metro. (6 de octubre)
(...)
- ¿Que es un lugar cutre y que daba mucho asco? ¿Muy cutre, muy cutre, muy cutre? ¿Y no has sacado fotos para el blog? ¿Que las saque quiéeeen...?
(...)
- Está bien. Mañana te acompaño a recoger el coche. Voy a ponerle pilas a la cámara. Va a haber fotos, ya lo creo que sí.
(...)
- Alfina, mira lo que he encontrado ¡Los papeles para llevar el coche a revisión! Y tiene las facturas de lo que le hicieron el año pasado. (20 de septiembre)
(...)
- Alfina, ahora que lo dices, sí, sale bastante humo negro del tubo de escape. Habrá que ir a revisar el coche, no sea que muera el Papa y no puedan elegir a otro por nuestra culpa. (25 de septiembre)
(...)
- Alfina, la dirección parece un poco torcida. Parece que el coche esté bizco ¿No habría que llevarlo a revisión? (30 de septiembre)
(...)
- Ah, pues no me había fijado mucho en ese pelado que tiene en el capó. Ya se está oxidando. Al llevarlo a revisión, habría que decir que lo lleven a repasar. (5 de octubre)
(...)
- Sí, claro, si dejas el coche en el taller, no puedes volver en coche al trabajo. Tendrás que ir en metro. (6 de octubre)
(...)
- ¿Que es un lugar cutre y que daba mucho asco? ¿Muy cutre, muy cutre, muy cutre? ¿Y no has sacado fotos para el blog? ¿Que las saque quiéeeen...?
(...)
- Está bien. Mañana te acompaño a recoger el coche. Voy a ponerle pilas a la cámara. Va a haber fotos, ya lo creo que sí.
miércoles, 8 de octubre de 2008
Academia locuta
Como os dije hace unos días, planteé una consulta a la Real Academia Española sobre la forma más correcta de escribir los nombres de las capitales de Abjasia y de Osetia del Sur. Hay que decir que el servicio funciona razonablemente bien (no es la primera vez que lo uso), de manera que aquí tenemos la respuesta, que tengo sumo gusto en compartir con los lectores. Ya sabéis, limpiando, fijando y dando esplendor. Pero, primero, os transcribo la consulta:
En mi trabajo debo emplear con frecuencia los nombres de ciudades de Georgia. El único caso resuelto sobre el particular en el Diccionario de Dudas, salvo error por mi parte, es el de la capital, que efectivamente debe ser "Tiflis" en castellano, evitando la transcripción "Tbilisi", utilizada en todos los informes escritos en inglés y que se toma de dichos informe con demasiada frecuencia a la hora de escribir en castellano.
Mi pregunta se plantea con respecto a las capitales de los territorios de Abjasia y de Osetia del Norte, que son, respectivamente, Sujum(i) y Tsjinval(i). Ciertamente dichos territorios no han sido reconocidos por España como estados independientes (aunque sí por algún país hispanohablante), pero sí por Rusia, y de hecho son independientes.
La cuestión es la siguiente: ¿hay que mantener la "i" final de ambos nombres de ciudad o, por el contrario, es más adecuado a la pronunciación y características del español quitar la "i" y dejar únicamente la raíz del nombre?
La "i" final no pertenece a la raíz, sino que es la desinencia que adquieren en idioma georgiano, en caso nominativo, los sustantivos cuya raíz termina en consonante. Los nombres oficiales en abjasio y osetio no llevan la "i" final. En ruso, a partir del reconocimiento por parte de Rusia de la independencia de ambos países, se usa en los informativos oficiales las formas sin la "i", seguramente en buena medida por razones políticas. Los escritos en lenguas occidentales, y en particular en inglés, mantienen en todos los casos la "i", probablemente también por razones políticas, al no reconocerse la independencia de ambas entidades y considerarlas parte integrante de Georgia.
Prescindiendo de dichas razones políticas, mi pregunta es qué hacer en castellano.
Quedo de Vdes. muy obligado de antemano por su segura respuesta.
* * *
RESPONDE LA ACADEMIA
En relación con su consulta, le remitimos la siguiente información:
Aunque la forma Sujum se documenta en español (así la recoge, por ejemplo, la Enciclopedia Espasa [1927]), en la actualidad es mayoritario el uso de la forma Sujumi: «1993, rebeldes abjasos llegan a 15 kilómetros de Sujumi en Georgia» (Diario de Yucatán [México 4.7.1996]).
En cuanto al nombre de la capital de Osetia del Sur, anteriormente Staliniri, es mayoritario el uso de la transcripción española Tsjinvali: «Los trabajadores llegados de la Federación Rusa dan un aire febril a la capital de Osetia del Sur, Tsjinvali, que no ha superado aún la pesadilla» (El País [España 22.9.2008]). La transcripción inglesa Tskhinvali no debe utilizarse en textos en español.
Esta forma presenta un grupo consonántico inicial ajeno al español, pero aún no hay asentado en el uso ningún intento de adaptación a nuestro sistema ortográfico. De acuerdo con su pronunciación serían igualmente posibles las formas Esjinvali (con simplificación del grupo ts y adición de la e protética ante ese líquida) y Tisjinvali (con adición de una vocal de apoyo a fin de hacer pronunciable el grupo inicial). Ambas se documentan solo ocasionalmente en textos en español: «Refugiados osetios huyen de la guerra en Esjinvali junto a un carro del Ejército independentista» (La Razón [España] s. f.); «Si los refugiados georgianos se dirigen al sur, hacia Tiflis, los sudosetas ponen rumbo hacia Osetia del Norte. Detrás dejan la capital, Tisjinvali, destruida para ir a la busca de ayuda y de cobijo» (http://www.euronews.net/[16.8.2008]).
Como ve, en la actualidad todas las formas de uso mayoritario en español conservan la i que corresponde al nominativo georgiano. La Real Academia Española no entra a valorar las motivaciones o implicaciones políticas de este hecho, simplemente se limita a constatar cuáles son las formas preferidas en el uso y si son correctas desde el punto de vista lingüístico.
Reciba un cordial saludo.
__________
Departamento de «Español al día»
Real Academia Española>
* * *
La Academia se moja, pero se moja poco. Por una parte, reconoce que, cuando la zona era un lugar nada conflictivo, las formas sin "i" eran corrientes en español, y por eso cita la entrada de la Espasa de 1927. Pero no le mola del todo, y parece que no se atreve a que la califiquen de prorrusa por montar el cirio de quitarles la "i". La escandalera sería de aquella manera. Con lo cual, en una actitud propia de Pilatos, se lava las manos descaradamente y dice que ahora se usan con "i", Sujumi y Tsjinvali, y cita a la prensa contemporánea. Pues claro que se escribe más frecuentemente con "i". Y también se dice más frecuentemente "andé" que "anduve" y eso no convierte a la primera forma en correcta.
Para disimular, y como eso de Tsjinvali no es fácil de pronunciar para un paladar castellano, se figura cómo llegará a escribirse cuando el nombre de la ciudad se popularice en español, y ahí se aventura con "Esjinvali" y "Tisjinvali", que seguramente son ocurrencias de un par de periodistas, cuando no erratas, y que la Academía ha dado el primer paso para normalizar. Eso sí, siempre con la "i".
Bueno, chicos, finalmente, parece que la Academia sólo atenderá a lo que diga la mayoría de la prensa, así que, amigos prorrusos o simplemente consecuentes, ya sabéis que ahora toca inundar la internet en español de "Sujum" y "Tsjinval". Al cabo, la Academia dirá que son formas frecuentes y puede que, con paciencia y una caña, incluso las acepte. Hala, al tajo.
En mi trabajo debo emplear con frecuencia los nombres de ciudades de Georgia. El único caso resuelto sobre el particular en el Diccionario de Dudas, salvo error por mi parte, es el de la capital, que efectivamente debe ser "Tiflis" en castellano, evitando la transcripción "Tbilisi", utilizada en todos los informes escritos en inglés y que se toma de dichos informe con demasiada frecuencia a la hora de escribir en castellano.
Mi pregunta se plantea con respecto a las capitales de los territorios de Abjasia y de Osetia del Norte, que son, respectivamente, Sujum(i) y Tsjinval(i). Ciertamente dichos territorios no han sido reconocidos por España como estados independientes (aunque sí por algún país hispanohablante), pero sí por Rusia, y de hecho son independientes.
La cuestión es la siguiente: ¿hay que mantener la "i" final de ambos nombres de ciudad o, por el contrario, es más adecuado a la pronunciación y características del español quitar la "i" y dejar únicamente la raíz del nombre?
La "i" final no pertenece a la raíz, sino que es la desinencia que adquieren en idioma georgiano, en caso nominativo, los sustantivos cuya raíz termina en consonante. Los nombres oficiales en abjasio y osetio no llevan la "i" final. En ruso, a partir del reconocimiento por parte de Rusia de la independencia de ambos países, se usa en los informativos oficiales las formas sin la "i", seguramente en buena medida por razones políticas. Los escritos en lenguas occidentales, y en particular en inglés, mantienen en todos los casos la "i", probablemente también por razones políticas, al no reconocerse la independencia de ambas entidades y considerarlas parte integrante de Georgia.
Prescindiendo de dichas razones políticas, mi pregunta es qué hacer en castellano.
Quedo de Vdes. muy obligado de antemano por su segura respuesta.
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RESPONDE LA ACADEMIA
En relación con su consulta, le remitimos la siguiente información:
Aunque la forma Sujum se documenta en español (así la recoge, por ejemplo, la Enciclopedia Espasa [1927]), en la actualidad es mayoritario el uso de la forma Sujumi: «1993, rebeldes abjasos llegan a 15 kilómetros de Sujumi en Georgia» (Diario de Yucatán [México 4.7.1996]).
En cuanto al nombre de la capital de Osetia del Sur, anteriormente Staliniri, es mayoritario el uso de la transcripción española Tsjinvali: «Los trabajadores llegados de la Federación Rusa dan un aire febril a la capital de Osetia del Sur, Tsjinvali, que no ha superado aún la pesadilla» (El País [España 22.9.2008]). La transcripción inglesa Tskhinvali no debe utilizarse en textos en español.
Esta forma presenta un grupo consonántico inicial ajeno al español, pero aún no hay asentado en el uso ningún intento de adaptación a nuestro sistema ortográfico. De acuerdo con su pronunciación serían igualmente posibles las formas Esjinvali (con simplificación del grupo ts y adición de la e protética ante ese líquida) y Tisjinvali (con adición de una vocal de apoyo a fin de hacer pronunciable el grupo inicial). Ambas se documentan solo ocasionalmente en textos en español: «Refugiados osetios huyen de la guerra en Esjinvali junto a un carro del Ejército independentista» (La Razón [España] s. f.); «Si los refugiados georgianos se dirigen al sur, hacia Tiflis, los sudosetas ponen rumbo hacia Osetia del Norte. Detrás dejan la capital, Tisjinvali, destruida para ir a la busca de ayuda y de cobijo» (http://www.euronews.net/[16.8.2008]).
Como ve, en la actualidad todas las formas de uso mayoritario en español conservan la i que corresponde al nominativo georgiano. La Real Academia Española no entra a valorar las motivaciones o implicaciones políticas de este hecho, simplemente se limita a constatar cuáles son las formas preferidas en el uso y si son correctas desde el punto de vista lingüístico.
Reciba un cordial saludo.
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Departamento de «Español al día»
Real Academia Española>
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La Academia se moja, pero se moja poco. Por una parte, reconoce que, cuando la zona era un lugar nada conflictivo, las formas sin "i" eran corrientes en español, y por eso cita la entrada de la Espasa de 1927. Pero no le mola del todo, y parece que no se atreve a que la califiquen de prorrusa por montar el cirio de quitarles la "i". La escandalera sería de aquella manera. Con lo cual, en una actitud propia de Pilatos, se lava las manos descaradamente y dice que ahora se usan con "i", Sujumi y Tsjinvali, y cita a la prensa contemporánea. Pues claro que se escribe más frecuentemente con "i". Y también se dice más frecuentemente "andé" que "anduve" y eso no convierte a la primera forma en correcta.
Para disimular, y como eso de Tsjinvali no es fácil de pronunciar para un paladar castellano, se figura cómo llegará a escribirse cuando el nombre de la ciudad se popularice en español, y ahí se aventura con "Esjinvali" y "Tisjinvali", que seguramente son ocurrencias de un par de periodistas, cuando no erratas, y que la Academía ha dado el primer paso para normalizar. Eso sí, siempre con la "i".
Bueno, chicos, finalmente, parece que la Academia sólo atenderá a lo que diga la mayoría de la prensa, así que, amigos prorrusos o simplemente consecuentes, ya sabéis que ahora toca inundar la internet en español de "Sujum" y "Tsjinval". Al cabo, la Academia dirá que son formas frecuentes y puede que, con paciencia y una caña, incluso las acepte. Hala, al tajo.
lunes, 6 de octubre de 2008
Arras-trándose
Todavía, en los años que llevo por aquí, no he tenido la ocasión de asistir a una boda genuinamente rusa. Sin embargo, sí que he conseguido presenciar últimamente dos bodas mixtas, con elemento ruso introducido en una ceremonia católica como la que conocemos de toda la vida.
La primera la tenemos aquí y la segunda ha tenido lugar este fin de semana, en la Catedral católica de Moscú. De todas formas, así como el año pasado vimos una ceremonia que tuvo lugar en España con un reducido número de invitados rusos, en esta ocasión los elementos multinacionales estaban más equilibrados. El novio, ruso; la novia, peruana; el padrino, peruano también; el sacerdote, español; un sacerdote concelebrante, colombiano; y hasta había una organista que alternaba salmos en ruso con otros en latín, para compensar que la misa se celebrara básicamente en castellano, con homilía doble: en castellano por parte del sacerdote español y en ruso por parte del colombiano. Un jaleo del quince, señores.
No es extraño que en estas circunstancias la gente se confunda. Y eso que éramos pocos. En las bodas rusas, no suele haber muchos invitados, a diferencia de las españolas, y así era aquí. Sin embargo, puesto que los pocos que había eran rusos, bien puede decirse en sentido estricto que no se estaban enterando de la misa la media. El novio, que habla fluidamente el castellano, no estaba en ese caso, pero entonces llegó el momento de la bendición de las arras.
¿Por qué no se ensaya nunca lo de la bendición de las arras? ¿Se supone que los novios debemos saberlo todo de antemano? Resulta que, como sabéis, las arras son unas moneditas que el novio pone en las manos de la novia, que el sacerdote bendice y que deben representar los bienes futuros que esperan al matrimonio. Cuando me casé, las arras me las pasaron dentro de una cajita; en un intento de respetar la economía de movimientos, decidí que tampoco había que ensañarse con las moneditas y puse en manos de la novia la caja entera.
- ¿Qué haces? - a la novia no le pareció bien, obviamente.
- ¿Qué pasa? - repuse. Y el cura, que estaba al quite, intervino para evitar una desavenencia prematura en el todavía no contraído matrimonio. Hizo bien, porque, si no, luego, todo son líos.
- Coge las monedas con la mano y ponlas en la mano de la novia.
- Ah - y lo hice así.
Con eso, la cosa no pasó a mayores, aunque Alfina suele narrarla como ejemplo de la torpeza de su novio y la recuerda siempre que vamos a una boda. Bueno, eso hasta hoy.
Porque en la boda del cuento, llegó el momento de bendecir las arras y el novio se echó la mano al bolsillo. Los curas se acercaron para bendecirlas, pero el novio, así que se vio con las monedas en la mano, en lugar de pasarlas a la novia, debió pensar algo muy raro y las lanzó con fuerza a su espalda, por encima del hombro, como hacen los rusos en las películas malas con las copas de vodka que trasiegan. No se cargó una de las bombillas de la lámpara del techo por pura chiripa, ni descalabró a ninguno de los asistentes porque el Ángel de la Guarda quiso que detrás de él no hubiera nadie en varios bancos. De lo contrario, que te caiga una moneda de cinco rublos en la coronilla no debe ser nada divertido, aunque luego te dejen quedarte con ella.
En fin, que los rublos tintineaban por el suelo y los curas se quedaron sin nada que bendecir, así que hubo que recoger un par de monedas que no habían caído demasiado lejos para poder seguir con la ceremonia. Había que verlo. Los asistentes rusos, que no habían ido a una boda católica en su vida, debieron pensar que vaya tíos más raros que somos los católicos. Los asistentes extranjeros, que sí hemos ido a más bodas, lo que estábamos pensando era en si en el ceremonial ruso había algún momento en que se arrojaban cosas, o si simplemente el novio se había ido de la olla con los nervios (parece que se trataba de esto último).
En todo caso, espero que de ahora en adelante Alfina se olvide de mi torpeza con las arras. Al lado del acto de arrojo de hoy, aquello de entonces no merece ni mención.
No es de extrañar que, en tales circunstancias, incluso el avezado sacerdote perdiera los papeles un poco y dijera:
- ... y en relación con este santo matrimonio, que dentro de unos momentos vamos a consumar...
Por fortuna, los novios no se tomaron al pie de la letra las indicaciones del cura y esperaron, seguramente, a un momento más íntimo. Menos mal.
La primera la tenemos aquí y la segunda ha tenido lugar este fin de semana, en la Catedral católica de Moscú. De todas formas, así como el año pasado vimos una ceremonia que tuvo lugar en España con un reducido número de invitados rusos, en esta ocasión los elementos multinacionales estaban más equilibrados. El novio, ruso; la novia, peruana; el padrino, peruano también; el sacerdote, español; un sacerdote concelebrante, colombiano; y hasta había una organista que alternaba salmos en ruso con otros en latín, para compensar que la misa se celebrara básicamente en castellano, con homilía doble: en castellano por parte del sacerdote español y en ruso por parte del colombiano. Un jaleo del quince, señores.
No es extraño que en estas circunstancias la gente se confunda. Y eso que éramos pocos. En las bodas rusas, no suele haber muchos invitados, a diferencia de las españolas, y así era aquí. Sin embargo, puesto que los pocos que había eran rusos, bien puede decirse en sentido estricto que no se estaban enterando de la misa la media. El novio, que habla fluidamente el castellano, no estaba en ese caso, pero entonces llegó el momento de la bendición de las arras.
¿Por qué no se ensaya nunca lo de la bendición de las arras? ¿Se supone que los novios debemos saberlo todo de antemano? Resulta que, como sabéis, las arras son unas moneditas que el novio pone en las manos de la novia, que el sacerdote bendice y que deben representar los bienes futuros que esperan al matrimonio. Cuando me casé, las arras me las pasaron dentro de una cajita; en un intento de respetar la economía de movimientos, decidí que tampoco había que ensañarse con las moneditas y puse en manos de la novia la caja entera.
- ¿Qué haces? - a la novia no le pareció bien, obviamente.
- ¿Qué pasa? - repuse. Y el cura, que estaba al quite, intervino para evitar una desavenencia prematura en el todavía no contraído matrimonio. Hizo bien, porque, si no, luego, todo son líos.
- Coge las monedas con la mano y ponlas en la mano de la novia.
- Ah - y lo hice así.
Con eso, la cosa no pasó a mayores, aunque Alfina suele narrarla como ejemplo de la torpeza de su novio y la recuerda siempre que vamos a una boda. Bueno, eso hasta hoy.
Porque en la boda del cuento, llegó el momento de bendecir las arras y el novio se echó la mano al bolsillo. Los curas se acercaron para bendecirlas, pero el novio, así que se vio con las monedas en la mano, en lugar de pasarlas a la novia, debió pensar algo muy raro y las lanzó con fuerza a su espalda, por encima del hombro, como hacen los rusos en las películas malas con las copas de vodka que trasiegan. No se cargó una de las bombillas de la lámpara del techo por pura chiripa, ni descalabró a ninguno de los asistentes porque el Ángel de la Guarda quiso que detrás de él no hubiera nadie en varios bancos. De lo contrario, que te caiga una moneda de cinco rublos en la coronilla no debe ser nada divertido, aunque luego te dejen quedarte con ella.
En fin, que los rublos tintineaban por el suelo y los curas se quedaron sin nada que bendecir, así que hubo que recoger un par de monedas que no habían caído demasiado lejos para poder seguir con la ceremonia. Había que verlo. Los asistentes rusos, que no habían ido a una boda católica en su vida, debieron pensar que vaya tíos más raros que somos los católicos. Los asistentes extranjeros, que sí hemos ido a más bodas, lo que estábamos pensando era en si en el ceremonial ruso había algún momento en que se arrojaban cosas, o si simplemente el novio se había ido de la olla con los nervios (parece que se trataba de esto último).
En todo caso, espero que de ahora en adelante Alfina se olvide de mi torpeza con las arras. Al lado del acto de arrojo de hoy, aquello de entonces no merece ni mención.
No es de extrañar que, en tales circunstancias, incluso el avezado sacerdote perdiera los papeles un poco y dijera:
- ... y en relación con este santo matrimonio, que dentro de unos momentos vamos a consumar...
Por fortuna, los novios no se tomaron al pie de la letra las indicaciones del cura y esperaron, seguramente, a un momento más íntimo. Menos mal.
viernes, 3 de octubre de 2008
Creando conciencia social
Los carteles de anuncio del anillo de los bulevares, en Moscú, son fuente incesante de noticias. Normalmente, podemos comprobar qué cantantes extranjeros vienen a actuar a Moscú y, por tanto, están acabados. Por ejemplo, probablemente, como veis en la foto, a la derecha, Joaquín Cortés está acabado. Digo probablemente porque la ley de acabamiento de artistas que actúan en Moscú está definitivamente comprobada para cantantes de música moderna, pero no con respecto a los bailarines, para los que no hay pruebas definitivas de que su actuación en Moscú suponga irremediablemente su defunción artística. Esperaremos.
Por lo demás, y ahora que empieza la temporada baja, hay una serie de carteles en desuso, que se emplean por tanto en otros menesteres. El otro día, tras algunas semanas sin hacerlo, volví a pasar por allí, y me encontré con la exposición fotográfica que se ve en la imagen que ilustra esta entrada. Si pincháis, veréis que se trata de imágenes de niños gravemente enfermos que necesitan atención médica y cuyo texto resulta bastante impactante. Entrando en la página de internet que ha puesto en marcha la asociación que está detrás del asunto (http://www.za-kadrom.ru), y que efectivamente sólo está en ruso, se ve que el objetivo del asunto no es tanto recaudar fondos (que también), sino que la gente de la calle vea que hay niños que pasan necesidad. Vamos, crear conciencia social.
Y eso es buena cosa. Porque, en Rusia, en primer lugar, me da la desagradable sensación de que la vida humana vale bastante menos que en Occidente; en segundo lugar, porque demuestra que hay gente rusa que empieza a organizarse por su cuenta, más o menos al margen del Estado, y dedica sus fuerzas a tratar de transformar algo el mundo que les rodea. No está muy claro que vayan a tener éxito en la tarea, porque el Estado, en Rusia, es sumamente invasivo y no suele permitir fácilmente que los particulares se dediquen a asuntos sociales más allá de organizar francachelas o de cotillear en las cocinas de las casas. Por otra parte, los ciudadanos, sumamente aletargados tras decenios de régimen totalitario, pero totalitario de verdad de la buena, siguen reticentes a crear estructuras de lo que llamamos sociedad civil, posiblemente por inercia. De hecho, el Gobierno ruso estableció hace unos cuantos años un foro de sociedad civil. Contradictorio, como tantas cosas, pero real.
Motivos para desconfiar del Estado ruso a la hora de manejar la pasta hay de sobra. En realidad, posiblemente lo que apenas haya sea motivos para confiar. Efectivamente, Rusia está en los puestos de liderazgo entre los países más corruptos del mundo y la cosa tiende a peor, cosa que no es como para estar orgulloso (no tengo ni idea de cómo elaboran los índices de corrupción, pero los resultados parecen plausibles).
El otro día un vecino nuestro estaba en casa. Nuestro vecino debe tener pasta para aburrir y, consiguientemente, ha tenido la loable idea de ayudar a un orfanato, situado en algún lugar de la región de Vladímir.
- No necesitan ropa. Es mejor hacer algo por ello, como una construcción...
La evidencia demuestra que hay orfanatos que sí necesitan ropa, pero la gente sólo suele conocer un orfanato y extrapola lo que ve allí a todos los demás, lo cual es una asunción falsa. Pero bueno, eso es humano y, al menos, la intención que hay detrás es buena.
- Intentamos organizar algo... reconstruirles el edificio. Pero la administración no nos dejó al principio. Tuvimos muchos problemas. El encargado del gobierno regional nos dijo que estaba muy bien lo que hacíamos, pero que sólo podíamos hacerlo a través de ellos.
- Vaya, vaya...
- Sí, nos dijeron que les diéramos el dinero y que ellos se encargarían de hacer el proyecto. Que había una cuenta en la que podíamos ingresarlo.
- Al menos es sospechoso.
- Al final conseguimos hacer algo, pero no todo lo que queríamos. Seguimos negociando.
Entretanto, el presidente Medvedev está encabeando una campaña contra la corrupción. No es la primera, ni la segunda, ni siquiera la décima. De hecho, faltan dedos en las manos y en los pies para contar las veces que Medvedev o su jef... su ahora primer ministro ha predicado contra esa lacra. Ahora, dicen, van en serio, y van a obligar a los altos funcionarios y sus familiares más próximos a que declaren los bienes que poseen. O son unos inocentones de marca mayor o unos rufianes de la misma marca ¡Anda que declarar los bienes va a apartar del mangoneo discrecional a los jerifaltes de este país! ¡Y como si fueran ellos los únicos que extorsionan a la gente! Mientras el ministro Fulano esté declarando los bienes que tiene, el policía de tráfico Zutano aparcará su Mercedes y cruzará la calle para ir parando aleatoriamente a todo quisqui que le salga de la gorra de plato, a ver si les cuela una multa de las que no tienen justificante de pago, o el responsable de orfanatos de la región de Vladímir, que tampoco tiene que declarar sus bienes, estará parando las aportaciones de gente bienintencionada porque no utilizan para ello los canales adecuados.
Menos mal que nos queda la exposición fotográfica para aumentar la conciencia social. Uf, qué alivio.
Por lo demás, y ahora que empieza la temporada baja, hay una serie de carteles en desuso, que se emplean por tanto en otros menesteres. El otro día, tras algunas semanas sin hacerlo, volví a pasar por allí, y me encontré con la exposición fotográfica que se ve en la imagen que ilustra esta entrada. Si pincháis, veréis que se trata de imágenes de niños gravemente enfermos que necesitan atención médica y cuyo texto resulta bastante impactante. Entrando en la página de internet que ha puesto en marcha la asociación que está detrás del asunto (http://www.za-kadrom.ru), y que efectivamente sólo está en ruso, se ve que el objetivo del asunto no es tanto recaudar fondos (que también), sino que la gente de la calle vea que hay niños que pasan necesidad. Vamos, crear conciencia social.
Y eso es buena cosa. Porque, en Rusia, en primer lugar, me da la desagradable sensación de que la vida humana vale bastante menos que en Occidente; en segundo lugar, porque demuestra que hay gente rusa que empieza a organizarse por su cuenta, más o menos al margen del Estado, y dedica sus fuerzas a tratar de transformar algo el mundo que les rodea. No está muy claro que vayan a tener éxito en la tarea, porque el Estado, en Rusia, es sumamente invasivo y no suele permitir fácilmente que los particulares se dediquen a asuntos sociales más allá de organizar francachelas o de cotillear en las cocinas de las casas. Por otra parte, los ciudadanos, sumamente aletargados tras decenios de régimen totalitario, pero totalitario de verdad de la buena, siguen reticentes a crear estructuras de lo que llamamos sociedad civil, posiblemente por inercia. De hecho, el Gobierno ruso estableció hace unos cuantos años un foro de sociedad civil. Contradictorio, como tantas cosas, pero real.
Motivos para desconfiar del Estado ruso a la hora de manejar la pasta hay de sobra. En realidad, posiblemente lo que apenas haya sea motivos para confiar. Efectivamente, Rusia está en los puestos de liderazgo entre los países más corruptos del mundo y la cosa tiende a peor, cosa que no es como para estar orgulloso (no tengo ni idea de cómo elaboran los índices de corrupción, pero los resultados parecen plausibles).
El otro día un vecino nuestro estaba en casa. Nuestro vecino debe tener pasta para aburrir y, consiguientemente, ha tenido la loable idea de ayudar a un orfanato, situado en algún lugar de la región de Vladímir.
- No necesitan ropa. Es mejor hacer algo por ello, como una construcción...
La evidencia demuestra que hay orfanatos que sí necesitan ropa, pero la gente sólo suele conocer un orfanato y extrapola lo que ve allí a todos los demás, lo cual es una asunción falsa. Pero bueno, eso es humano y, al menos, la intención que hay detrás es buena.
- Intentamos organizar algo... reconstruirles el edificio. Pero la administración no nos dejó al principio. Tuvimos muchos problemas. El encargado del gobierno regional nos dijo que estaba muy bien lo que hacíamos, pero que sólo podíamos hacerlo a través de ellos.
- Vaya, vaya...
- Sí, nos dijeron que les diéramos el dinero y que ellos se encargarían de hacer el proyecto. Que había una cuenta en la que podíamos ingresarlo.
- Al menos es sospechoso.
- Al final conseguimos hacer algo, pero no todo lo que queríamos. Seguimos negociando.
Entretanto, el presidente Medvedev está encabeando una campaña contra la corrupción. No es la primera, ni la segunda, ni siquiera la décima. De hecho, faltan dedos en las manos y en los pies para contar las veces que Medvedev o su jef... su ahora primer ministro ha predicado contra esa lacra. Ahora, dicen, van en serio, y van a obligar a los altos funcionarios y sus familiares más próximos a que declaren los bienes que poseen. O son unos inocentones de marca mayor o unos rufianes de la misma marca ¡Anda que declarar los bienes va a apartar del mangoneo discrecional a los jerifaltes de este país! ¡Y como si fueran ellos los únicos que extorsionan a la gente! Mientras el ministro Fulano esté declarando los bienes que tiene, el policía de tráfico Zutano aparcará su Mercedes y cruzará la calle para ir parando aleatoriamente a todo quisqui que le salga de la gorra de plato, a ver si les cuela una multa de las que no tienen justificante de pago, o el responsable de orfanatos de la región de Vladímir, que tampoco tiene que declarar sus bienes, estará parando las aportaciones de gente bienintencionada porque no utilizan para ello los canales adecuados.
Menos mal que nos queda la exposición fotográfica para aumentar la conciencia social. Uf, qué alivio.
miércoles, 1 de octubre de 2008
El frasco de Babel
Tanto idioma al final termina por marear. Así le ocurrió a Abi, que está simultáneamente inmersa en ruso, castellano y valenciano y, encima, le hacen dar clase de inglés; no es de extrañar que, en la cena de ayer por la noche, en que nos dedicamos a la cocina oriental, viera el frasco de la foto y dijera.
- Mamá, si la botellita ésa no es un sauce, ¿por qué dice "soy sauce"?
Claro que sí. Y es que ya no se puede fiar uno ni de las botellas. A la mínima te engañan.
- Mamá, si la botellita ésa no es un sauce, ¿por qué dice "soy sauce"?
Claro que sí. Y es que ya no se puede fiar uno ni de las botellas. A la mínima te engañan.