Los que sois habituales de aquí ya habréis notado que me encanta la pintura. Quizá por ello, en el último viaje que realicé a España, acompañando a un grupo de rusos, me alegré mucho cuando en el programa, como momento cultural, se incluyó una visita al museo del Prado, que hacía bastante tiempo que no visitaba.
Los viajeros que me acompañaban eran gente peculiar, periodistas todos ellos y, como tales, se supone que con una cultura general razonable. Quieren algunos pensar que el nivel cultural ruso es elevadísimo y desde luego muy superior al español. Ufff... cada vez me permito dudarlo más y, después de viajes como el presente, no digamos.
En el grupo se incluye un auténtico crack, presentador de televisión de programa de éxito, al que llamaremos Sergey, que no es su auténtico nombre. En su descarga hay que decir que era el único que hablaba inglés de verdad, aunque todos los demás decían que lo hablaban (y, como mucho, lo balbucían torpemente); en su debe, en cambio, tiene el hecho de ser un pelmazo endiosado al que nada le parecía bien. Iban con él dos súbditos suyos bastante grises, que formaban parte de su equipo.
El otro equipo estaba formado por un cámara con tendencias hippies, un redactor tímido y una redactora de mediana edad que probablemente fue muy guapa de joven y que realmente seguía siéndolo, y que además tenía un cuerpazo. O sea, un cuerpo enorme: de cien kilos seguro que no bajaba.
Ah, en el grupo también teníamos a Yuppie, que recordaremos que era una especie de mosquita muerta, rubita y de ojos azules. Bueno, eso es lo que parece a simple vista, pero al rato de llegar a Madrid ya se había enrollado con nuestro Sergey. La verdad es que no le pagamos para eso...
Bueno, pues esta tropa, después de protestar por todo y de caminar por desgana a lo largo del programa, resulta que llega al Prado, se les contrata un guía de narices y se le pone ante un recorrido básico, que era todo lo que podíamos hacer en el escaso tiempo disponible. Llegamos a la exposición permanente y el guía nos hace pasar de largo por la excelente colección de Juan de Juanes. A los rusos seguramente no les iba a decir mucho Juan de Juanes, pero a mí sí y me quedo girando la cabeza mientras van pasando los cuadros y aparecemos por las salas dedicadas a la escuela flamenca, donde el guía da una breve pincelada teórica, para pararse un poco después junto a "El jardín de las delicias" del Bosco y empezar una explicación más detallada.
- ¿Dónde están los demás? - me dice.
Giro la cabeza, y veo que de los siete sólo quedan tres.
- Bueno, tú no te preocupes, tú haz como si estuvieran.
El guía se encoge de hombros y comienza a explicar el cuadro. Luego pasamos a ver "Las tres gracias", de Rubens, lo cual, teniendo en cuenta que es el primer día de la exposición de Rembrandt, y que hemos pasado por allí, resulta muy apropiado.
- ¿Ya sólo son dos?
- Bueno, es que esto, más que un museo, parece "Diez negritos". Pero tú a lo tuyo.
El guía decidió no esforzarse por entenderlo, explicó el cuadro, y luego nos hizo pasar a ver el supercuadro de Tiziano, "El emperador Carlos en Mühlberg". Por suerte, en el camino se nos unieron Yuppie y Sergey, muy agarraditos, que pasaban por allí y decidieron honrarnos con su presencia. Prefiero no saber de dónde venían ni qué habían estado haciendo.
Después pasamos a la gran sala de Velázquez. Siempre que paso por allí no puedo evitar que me entre un escalofrío. Para mí, Velázquez es lo más de lo más, y me quedo embobado viendo "El triunfo de Baco", "La fragua de Vulcano", "Las meninas"... y eso sin llegar a "La rendición de Breda" de la sala vecina.
Me saca de mi embobamiento Sergey, que con voz de hastío dice:
- Bueno, ¿es que no vamos a ver Goya?
Dios mío, ¿qué he hecho yo para merecer esto? Este tío se encuentra en la sala donde está expuesta la obra del monstruo más monstruoso de todos los tiempos y, en lugar de tratar de aprender algo, de atender a las explicaciones del guía, y desde luego de embelesarse con lo que tiene delante, sólo se le ocurre preguntar cuándo van a ver Goya. Pa' matarlo.
El guía, al que en un momento vi cómo apretaba los labios y se cogía con fuerza una mano con la otra, dijo que sí, que claro que íbamos a ver Goya.
Al poco tiempo, fuimos a ver Goya y nos paramos delante de "La familia de Carlos IV", después de pasar por algunos retratos. El guía comenzó a explicar peculiaridades del cuadro, pero, cuando intentó hablar de María Luisa de Parma, de Godoy y del Príncipe de Asturias, Sergey debió verse superado y lanzó un suspiro, justo antes de darse la vuelta y mirar a otro lado.
El guía abrió mucho los ojos. Mucho.
- Caaalma, caaalma... yo llevo con ellos dos días - traté de tranquilizarlo.
- Pero, ¿no era éste el que quería Goya?
- Seguramente es que le sonaba.
- Éste sólo quiere meterle mano a la otra.
- Hombre, de momento, parece que se conforma con eso. Luego, no sé...
A la salida, nos encontramos a los tres que nos faltaban tirados por allí. Menos mal, porque si se me llegan a desmandar ya me veía yo llamando a la Unidad de Desaparecidos.
- ¿Qué? ¿Qué tal el museo? - les pregunté.
- ¡Muy bonito! ¿Vamos a cenar?
- Sí, hombre, sí. No todo ha de ser alimentar vuestro espíritu.
Lo que puede haber grabado en las camaras del Prado ....!!! Pa ponerlo en el canal porno del Digital + ... :))
ResponderEliminarNo sere yo quien defienda la acutacion del ruso medio en cuanto a visitas culturales a museos se refiere, pero no dejemos de recordar a nuestro compatriota Cuchillo en su primera (¿y ultima?) visita al Hermitage, cuando no solo estornudo mandando un gelatinoso y enorme gargajo a la pobre guardiana de un pasillo, sino que haciendo el memo mientras simulaba estudiar no recuerdo que cuadro, hizo saltar la alarma del museo .....
Joder, que tiempos, la de anecdotas que nos porporciono Cuchillin!!!!
PD- Por alguna extraña razon, no me funcionan las tildes en blogspot.
En casa de herrero ...
Estupenda descripción de los personajes.Me imagino la redcactora del " cuerpazo " estraordinario del grupo dos.
ResponderEliminarTe recomiendo seriamente leas y veas el libro de Javier Morales Vallejo, editado por Altera, prologrado por Luis Racionero, sobre EL ESCORIAL,UN LABERINTO DESCIFRADO, con el título de " El símbolo hecho piedra" Te gustará sin la menor duda y descubrirás una nueva perspectiva del Monasterio que tantas veces vimos sin descubrir lo que mi amigo Javier Morales ha descrito. Saludos
Aissssssss, Velázquez, que envidia de la buena y de la mala me das. Desde que estamos aquí el único prado que veo tiene vacas y, aunque es bonito, no se puede comparar.
ResponderEliminarBoots, te veo puesto en ciertos canales :). La verdad es que a veces se añora al Cuchillín que fue; ahora, aunque conserva ciertos destellos, no es lo mismo, aunque la verdad es que menos mal por él.
ResponderEliminarMiguel, ¡de verdad que era todo un cuerpazo! Tomo nota del libro sobre El Escorial. Tengo mis dudas sobre Luis Racionero (que seguro que se exilia si los míos llegan al poder), pero bueno, mientras sólo prologue... :)
Parana, no creas, que en El Prado también había vacas. Al menos, yo iba acompañada de la redactora del cuerpazo, que parecía salida de un campamento de las BDM (que los más ingeniosos de entre las HJ descifraban como Bund Deutscher Milchkühe).