Uno de los problemas más preocupantes para los que vivimos en Moscú consiste en tener que ir por primera vez a un sitio. En las ciudades españolas, por ejemplo, cuando tenemos que ir a un sitio, miramos la dirección, llegamos a la calle, buscamos el número del portal, que estará en el lugar esperado, llamamos a la puerta y ya estamos en el lugar al que queríamos ir.
Aquí, no.
Aquí, cuando tienes que ir a un sitio y tienes sólo una dirección, no te puedes confiar ni un pelo. Normalmente, para más seguridad, te dan las direcciones como quien te da el plano de un tesoro, con indicaciones minuciosas, paso por paso, de cómo llegar al destino desde la parada de metro más cercana.
Hay varias razones para ello, pero la principal es que, así como en España las calles son calles, las casas dan a las calles y los números de patio están perfectamente señalados encima de las puertas que dan acceso a ellos, aquí los números no son de patio, sino de edificio. Si uno va por la calle buscando, pongamos por caso, el número 6/2 de la calle Sivzhek Vrazhek, que se calce.
El otro día, precisamente, a Alfina le hicieron el encargo de conseguir un libro que sólo se vende en tres sitios. Uno pensaría que los libros se venden en las librerías, pero en Moscú hay más. En Moscú, además, se venden en cualquier sitio: en la calle, en kioscos, en museos, en iglesias, en pastelerías y supongo que también en funerarias, pero esto último no lo he comprobado y no tengo prisa por hacerlo. Sin embargo, este libro, precisamente este libro, sólo se vende en tres sitios y uno era el que estábamos buscando.
- Huy - me dijo, cuando ya estábamos llegando - se me ha olvidado la dirección en el trabajo. Sólo sé que era en la calle Sivzhek Vrazhek y que el número me parece que tenía un seis.
- Ufffff... - si ya con la dirección es difícil, con esa idea vaga de dónde están las cosas es prácticamente imposible encontrar nada.
La calle Sivzhek Vrazhek es relativamente corta, gracias a Dios. Estábamos buscando una galería de arte y uno podría pensar que las galerías de arte tienen cosas como letreros en los portales para que la gente que, pongamos por caso, quiere comprar cuadros sepa cómo llegar. Parece lógico.
Pues no.
Esta galería debe confiar en el boca a boca y en hacer pasar a sus clientes las de Caín, porque, tras trajinar de arriba a abajo la malhadada calle, la galería seguía jugando con nosotros al escondite, y además estaba ganando.
Al final, la encontramos gracias a las indicaciones de una señora que no tenía aspecto de saber dónde estaba una galería de pintura, pero que, a Dios gracias, sí que lo sabía. Es algo bastante insólito, porque lo normal es que en Moscú la gente nunca sepa nada, pero tuvimos mucha suerte. Así que ahora vamos a poder asistir al descubrimiento del escóndite que había escogido la pérfida galería de pintura.
"Cu, cu, galería de pintura, ¿dónde estás?"
Uno miraría los letreros de los comercios, lo que nos lleva a los dos comercios más populares de Rusia. A la derecha de la foto, tenemos la tienda llamada "AM", que es una conocida cadena de tiendas de bebidas alcohólicas, muy frecuentada por los hombres.
A la izquierda, tenemos una "кондитерская", o sea, una pastelería, también una tienda de éxito, si bien frecuentada casi exclusivamente por mujeres.
Lo del centro parece una casa de vecinos normal y corriente, ¿verdad? ¡Pues no! Oculta en ella, sin letrero que valga, se esconde la galería. Observemos con más atención.
¿Todavía no se ve nada? Bueno, pues acerquémonos un poco más todavía.
¿Aún nada? Aaaay, esa miopía.
¿Que todavía no? Pero si el cartelazo está ahí, a la vista de todos...
¡Por fin! Ahí lo tenemos. NB es el nombre de la galería. Fijaos como son, que no lo ponen en ruso, sino en inglés, para camuflarse más. Sin embargo, os aseguro que exponer y vender cuadros y libros es una actividad totalmente legal y que no está perseguida por la milicia.
Pero lo del inglés, la verdad, demuestra que la galería todavía no está a la altura de los acontecimientos. A ver si un día de éstos hablo con mi amigo Xabier y le pregunto cómo se dice "Para NB, pulse 002" en vasco.
Porque así, con el papelito en inglés, los va a encontrar cualquiera.
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
viernes, 29 de agosto de 2008
miércoles, 27 de agosto de 2008
Entradas caucasianas (II)
Viene de la entrada anterior
Y ahora tenemos otro mapa, que representa la anexión del Cáucaso meridional por parte de Rusia. Ya vimos en la introducción a la guerra ruso-japonesa que Rusia, en sus relaciones con China, primero se tomó la mano y luego todo el brazo. Pues bien, no era la primera vez. Primero había practicado el sistema a conciencia en el Cáucaso, y luego lo haría en el Turquestán, por ejemplo. De momento, aceptó el protectorado sobre Kartli-Kajetia, pero en 1801, cuando la palmó el sucesor de Heraclio II, Jorge XII, un señor gordo y decrépito que sólo reino tres años, dijo que ya estaba bien de bromas y que este reino es parte del Imperio Ruso sí o sí, dejando al heredero con un palmo de narices.
Y con esto llegamos al mapa de hoy, que también es un mapa de Georgia en georgiano (pero tranquiiilos, que aquí estoy yo) y que ilustra la anexión rusa del Cáucaso entre 1800 y 1830. Rusia siguió con cada uno de los reinecillos georgianos un sistema similar: primero protectorado, luego te voy metiendo presión hasta que te cabreas y sueltas una torta, y entonces me enfado y te anexiono directamente. En el mapa, en el original, antes de que me pusiera a escribir encima, veréis sobre algunas regiones una cifra negra y una roja: la negra es el año de establecimiento del protectorado, y la roja la de la anexión pura y simple. Como en 1830 todavía no había terminado el proceso, lo he intentado completar escribiendo yo mismo, en negro, el año de la anexión, que no se completó totalmente hasta 1878.
Imereti, que era un reino, cayó ya en 1810, sin casi protectorado ni leches. Su último rey, Salomón II, trató de aliarse hasta con Napoleón, pero en balde. Abjasia, convertida en protectorado en 1810, se defendió como gato panza arriba y no fue sometida totalmente hasta 1865, no como hoy, en que aplauden a los rusos con las orejas cuando se acercan por allí; Guria, por su parte, cometió el error de aliarse con el Imperio Otomano en la guerra ruso-turca de 1829, y el zurriagazo fue inmediato.
Mingrelia se convirtió en protectorado en 1804 y Svanetia, por su parte y aprovechándose de que para llegar allí había que pasarlas canutas, estaba pasando más desapercibida, hasta que sucumbió a la vieja costumbre georgiana de las peleas internas entre sus príncipes y fue anexionada en 1857 y, de paso, también Mingrelia, con lo que se terminó la historia. Pero Rusia fue algo más allá. Faltaban las provincias, fuertemente islamizadas, que habían pertenecido a la Georgia medieval y que ahora estaban en poder otomano. Aprovechando una nueva guerra, en 1878 Rusia consiguió la devolución de Ajaria y de buena parte de Tao-Klaretia, ahora más conocida como región de Kars. Ésta última fue recuperada por el Imperio Otomano en 1918, cuando Rusia perdió la primera guerra mundial, y así sigue hoy.
Lo que es delicadísimo es tratar de justificar con hechos de hace siglos lo que sucede hoy. Nos puede servir para dar una explicación parcial, pero no para dar razón a unos o a otros y mucho menos cuando en esta guerra todos, rusos, georgianos, osetios y abjasios, tienen argumentos para justificar sus posturas respectivas. No digo que todos sean buenos (probablemente no lo sea ninguno), pero sí que no hay blancos y negros, sino grises, muchos grises.
En cualquier caso, se echa de ver que los abjasios han tenido un territorio prácticamente independiente durante buena parte de la historia universal. No así los osetios, que aparecieron por los territorios que ahora ocupan huyendo de los turcos y estuvieron bajo el vasallaje de los reyes de Kartli hasta la supresión de este reino. Sólo a principios del siglo XX, con la llegada de los bolcheviques al poder, que utilizaron a unos y a otros para controlar la región, obtuvieron una entidad territorial propia, un territorio autónomo dentro de la complejísima Federación Soviética Transcaucásica, primero, y a partir de 1936 de la República Socialista Soviética de Georgia. Pero la configuración de ésta ya pertenece a la responsabilidad de Stalin. Que, por cierto, era georgiano.
Entretanto, Rusia acaba de reconocer la independencia de Abjasia y Osetia del Sur. La cosa se pone aún más entretenida. Es curioso que Rusia reconozca la independencia de dos países, la gran mayoría de cuyos habitantes tienen pasaporte ruso. Si yo fuera aficionado a pensar en términos conspirativos, se me ocurrirían un montón de teorías; pero, como no lo soy, me conformo con sentarme a ver lo que pasa.
Y ahora tenemos otro mapa, que representa la anexión del Cáucaso meridional por parte de Rusia. Ya vimos en la introducción a la guerra ruso-japonesa que Rusia, en sus relaciones con China, primero se tomó la mano y luego todo el brazo. Pues bien, no era la primera vez. Primero había practicado el sistema a conciencia en el Cáucaso, y luego lo haría en el Turquestán, por ejemplo. De momento, aceptó el protectorado sobre Kartli-Kajetia, pero en 1801, cuando la palmó el sucesor de Heraclio II, Jorge XII, un señor gordo y decrépito que sólo reino tres años, dijo que ya estaba bien de bromas y que este reino es parte del Imperio Ruso sí o sí, dejando al heredero con un palmo de narices.
Y con esto llegamos al mapa de hoy, que también es un mapa de Georgia en georgiano (pero tranquiiilos, que aquí estoy yo) y que ilustra la anexión rusa del Cáucaso entre 1800 y 1830. Rusia siguió con cada uno de los reinecillos georgianos un sistema similar: primero protectorado, luego te voy metiendo presión hasta que te cabreas y sueltas una torta, y entonces me enfado y te anexiono directamente. En el mapa, en el original, antes de que me pusiera a escribir encima, veréis sobre algunas regiones una cifra negra y una roja: la negra es el año de establecimiento del protectorado, y la roja la de la anexión pura y simple. Como en 1830 todavía no había terminado el proceso, lo he intentado completar escribiendo yo mismo, en negro, el año de la anexión, que no se completó totalmente hasta 1878.
Imereti, que era un reino, cayó ya en 1810, sin casi protectorado ni leches. Su último rey, Salomón II, trató de aliarse hasta con Napoleón, pero en balde. Abjasia, convertida en protectorado en 1810, se defendió como gato panza arriba y no fue sometida totalmente hasta 1865, no como hoy, en que aplauden a los rusos con las orejas cuando se acercan por allí; Guria, por su parte, cometió el error de aliarse con el Imperio Otomano en la guerra ruso-turca de 1829, y el zurriagazo fue inmediato.
Mingrelia se convirtió en protectorado en 1804 y Svanetia, por su parte y aprovechándose de que para llegar allí había que pasarlas canutas, estaba pasando más desapercibida, hasta que sucumbió a la vieja costumbre georgiana de las peleas internas entre sus príncipes y fue anexionada en 1857 y, de paso, también Mingrelia, con lo que se terminó la historia. Pero Rusia fue algo más allá. Faltaban las provincias, fuertemente islamizadas, que habían pertenecido a la Georgia medieval y que ahora estaban en poder otomano. Aprovechando una nueva guerra, en 1878 Rusia consiguió la devolución de Ajaria y de buena parte de Tao-Klaretia, ahora más conocida como región de Kars. Ésta última fue recuperada por el Imperio Otomano en 1918, cuando Rusia perdió la primera guerra mundial, y así sigue hoy.
Lo que es delicadísimo es tratar de justificar con hechos de hace siglos lo que sucede hoy. Nos puede servir para dar una explicación parcial, pero no para dar razón a unos o a otros y mucho menos cuando en esta guerra todos, rusos, georgianos, osetios y abjasios, tienen argumentos para justificar sus posturas respectivas. No digo que todos sean buenos (probablemente no lo sea ninguno), pero sí que no hay blancos y negros, sino grises, muchos grises.
En cualquier caso, se echa de ver que los abjasios han tenido un territorio prácticamente independiente durante buena parte de la historia universal. No así los osetios, que aparecieron por los territorios que ahora ocupan huyendo de los turcos y estuvieron bajo el vasallaje de los reyes de Kartli hasta la supresión de este reino. Sólo a principios del siglo XX, con la llegada de los bolcheviques al poder, que utilizaron a unos y a otros para controlar la región, obtuvieron una entidad territorial propia, un territorio autónomo dentro de la complejísima Federación Soviética Transcaucásica, primero, y a partir de 1936 de la República Socialista Soviética de Georgia. Pero la configuración de ésta ya pertenece a la responsabilidad de Stalin. Que, por cierto, era georgiano.
Entretanto, Rusia acaba de reconocer la independencia de Abjasia y Osetia del Sur. La cosa se pone aún más entretenida. Es curioso que Rusia reconozca la independencia de dos países, la gran mayoría de cuyos habitantes tienen pasaporte ruso. Si yo fuera aficionado a pensar en términos conspirativos, se me ocurrirían un montón de teorías; pero, como no lo soy, me conformo con sentarme a ver lo que pasa.
lunes, 25 de agosto de 2008
Entradas caucasianas (I)
Como ya sabe todo el mundo, a mitad de agosto el ejército georgiano entró dando mamporros en Osetia del Sur, que pertenece a Georgia, pero quiere dejar de hacerlo. Como respuesta, Rusia, que ha concedido pasaportes rusos a la mayoría de los habitantes de las dos regiones que quieren despedirse de Georgia, ha entrado dando mamporros más fuertes todavía y, supongo que con la inercia del avance, ha ocupado unas cuantas zonas de Georgia que no tienen ninguna intención de escindirse y se ha dedicado a destruir toda la infraestructura militar que ha encontrado. Entretanto, un par de peces gordos han viajado a Moscú y a Tiflis y, supongo que sudando tinta, han conseguido una especie de acuerdo bastante precario, hasta el punto de que no han sido capaces de ponerlo por escrito en un sólo papel, sino que han tenido que hacerlo en tres, porque el presidente ruso no quiere firmar el mismo papel que firme el georgiano y porque el presidente georgiano no quiere firmar el mismo papel que firmen los presidentes de Abjasia y de Osetia del sur, a quienes no reconoce. Pero bueno, rabietas aparte, parece que de momento, al menos, no se pegan tiros, que no es poco.
Animado por mi afición de este verano, voy a darle un poco de perspectiva histórica al asunto. No estoy seguro de que tenga mucha utilidad para desentrañar el asunto en el siglo XXI, pero al menos sí que servirá para saber de qué estamos hablando. En esta ocasión, mis mapas no son alemanes, como cuando lo de la guerra ruso-japonesa, sino que es algo peor todavía: son georgianos, de un atlas histórico que compré en Tiflis hace un par de años. Como el georgiano es un idioma que sólo entienden los georgianos, y gracias, podría parecer un obstáculo insuperable para sacar algo en claro, pero aquí está Alfor para traducir lo más indispensable al castellano. Eso sí, me ha costado sudores.
El mapa de arriba (pinchad para verlo grande y, de paso, podréis ver lo bonito que es el alfabeto georgiano) corresponde a la división territorial de Georgia en la segunda mitad del siglo XVIII. Georgia es un país al que siempre le han estado dando capones desde el Sur... hasta que han comenzado a hacerlo, también, desde el Norte, sin que el Cáucaso, que era un obstáculo en otros tiempos, lo sea ahora. Tuvo su momento de gloria entre los siglos XII y principios del XIII, cuando era un pedazo de país y se las tenía tiesas con sus vecinos, pero entonces llegaron los mongoles y les comenzaron a zurrar de lo lindo (bueno, a ellos y a todos los demás que pillaban); la cosa se puso peor en el siglo XV, cuando se disolvió como un azucarillo el protoestado unificado que tenían y se dividió en un montón de reinos independientes, algo así como nuestros reinos cristianos de la Reconquista, sólo que nuestros reinos cristianos cada vez les iban dando más caña a los sarracenos, y en el caso de Georgia era al revés: eran los sarracenos, tanto los otomanos como los iraníes, los que tundaban a los georgianos.
En la segunda mitad del siglo XVIII la situación era delicadilla. Como veis en el mapa, hay dos territorios, Ajaria y Tao-Klaretia, que ya están bajo el poder de los turcos otomanos. Si no os importa tratar de interpretar el mapa, veréis que hay en el mapa bastantes aspas rojas: se trata de batallas en que los georgianos se defienden como pueden de los otomanos y los iraníes, y que tienen lugar en pleno corazón del país.
En el centro y Este hay un reino grande, Kartli-Kajetia, que en realidad es la unión de dos que habían sido independientes hasta 1761, aunque bajo una presión brutal y frecuentes anexiones por parte de Persia y el Imperio Otomano. En cambio, en el Oeste, tenemos los principados de Mingrelia, Guria y Abjasia, que son totalmente independientes, y el reino de Imereti. Y una región un tanto especial, Svanetia, que se puede permitir pasar del ruido porque está metida entre montañas y para llegar a ella hay que proponérselo muy firmemente. Estoy reinos, por si fuera poco, están todo el santo día a la greña entre ellos y con líos sucesorios cada vez que un príncipe debe ser reemplazado. Esa región pintada de morado entre Mingrelia y Svanetia, por ejemplo, es una parte de Svanetia más accesible que el resto del país y que fue más o menos sometida por Mingrelia, aunque con una rama segundona de la dinastia de Svanetia dando también caña. Vamos, un follón del quince.
En estas condiciones, los turcos van a por el reino más fuerte, pensando con razón que los otros ya se marcan solos, y a Kartli-Kajetia comienzan a lloverle los mamporros más que en un partido de baloncesto entre Estados Unidos y Ecuador. El rey local, Heraclio II, decide que ya está bien y resuelve pedir ayuda a Rusia, que es el único Estado cristiano de Zumosol a mano; Rusia pasa bastante del asunto y Heraclio II decide tentarle algo más y ofrecerle establecer un protectorado. Es decir, tú te ocupas de mis relaciones exteriores, incluyendo la protección contra el turco éste brutote que me acosa, y no digamos el persa éste que me mira mal, yo te pago un tributo y tengo algo de autonomía interna.
Y con esto pasaremos a la siguiente entrada, que ésta se hace larga.
Animado por mi afición de este verano, voy a darle un poco de perspectiva histórica al asunto. No estoy seguro de que tenga mucha utilidad para desentrañar el asunto en el siglo XXI, pero al menos sí que servirá para saber de qué estamos hablando. En esta ocasión, mis mapas no son alemanes, como cuando lo de la guerra ruso-japonesa, sino que es algo peor todavía: son georgianos, de un atlas histórico que compré en Tiflis hace un par de años. Como el georgiano es un idioma que sólo entienden los georgianos, y gracias, podría parecer un obstáculo insuperable para sacar algo en claro, pero aquí está Alfor para traducir lo más indispensable al castellano. Eso sí, me ha costado sudores.
El mapa de arriba (pinchad para verlo grande y, de paso, podréis ver lo bonito que es el alfabeto georgiano) corresponde a la división territorial de Georgia en la segunda mitad del siglo XVIII. Georgia es un país al que siempre le han estado dando capones desde el Sur... hasta que han comenzado a hacerlo, también, desde el Norte, sin que el Cáucaso, que era un obstáculo en otros tiempos, lo sea ahora. Tuvo su momento de gloria entre los siglos XII y principios del XIII, cuando era un pedazo de país y se las tenía tiesas con sus vecinos, pero entonces llegaron los mongoles y les comenzaron a zurrar de lo lindo (bueno, a ellos y a todos los demás que pillaban); la cosa se puso peor en el siglo XV, cuando se disolvió como un azucarillo el protoestado unificado que tenían y se dividió en un montón de reinos independientes, algo así como nuestros reinos cristianos de la Reconquista, sólo que nuestros reinos cristianos cada vez les iban dando más caña a los sarracenos, y en el caso de Georgia era al revés: eran los sarracenos, tanto los otomanos como los iraníes, los que tundaban a los georgianos.
En la segunda mitad del siglo XVIII la situación era delicadilla. Como veis en el mapa, hay dos territorios, Ajaria y Tao-Klaretia, que ya están bajo el poder de los turcos otomanos. Si no os importa tratar de interpretar el mapa, veréis que hay en el mapa bastantes aspas rojas: se trata de batallas en que los georgianos se defienden como pueden de los otomanos y los iraníes, y que tienen lugar en pleno corazón del país.
En el centro y Este hay un reino grande, Kartli-Kajetia, que en realidad es la unión de dos que habían sido independientes hasta 1761, aunque bajo una presión brutal y frecuentes anexiones por parte de Persia y el Imperio Otomano. En cambio, en el Oeste, tenemos los principados de Mingrelia, Guria y Abjasia, que son totalmente independientes, y el reino de Imereti. Y una región un tanto especial, Svanetia, que se puede permitir pasar del ruido porque está metida entre montañas y para llegar a ella hay que proponérselo muy firmemente. Estoy reinos, por si fuera poco, están todo el santo día a la greña entre ellos y con líos sucesorios cada vez que un príncipe debe ser reemplazado. Esa región pintada de morado entre Mingrelia y Svanetia, por ejemplo, es una parte de Svanetia más accesible que el resto del país y que fue más o menos sometida por Mingrelia, aunque con una rama segundona de la dinastia de Svanetia dando también caña. Vamos, un follón del quince.
En estas condiciones, los turcos van a por el reino más fuerte, pensando con razón que los otros ya se marcan solos, y a Kartli-Kajetia comienzan a lloverle los mamporros más que en un partido de baloncesto entre Estados Unidos y Ecuador. El rey local, Heraclio II, decide que ya está bien y resuelve pedir ayuda a Rusia, que es el único Estado cristiano de Zumosol a mano; Rusia pasa bastante del asunto y Heraclio II decide tentarle algo más y ofrecerle establecer un protectorado. Es decir, tú te ocupas de mis relaciones exteriores, incluyendo la protección contra el turco éste brutote que me acosa, y no digamos el persa éste que me mira mal, yo te pago un tributo y tengo algo de autonomía interna.
Y con esto pasaremos a la siguiente entrada, que ésta se hace larga.
viernes, 22 de agosto de 2008
Habelas hainas
De verdad, uno se ausenta un par de semanas de Moscú, se incomunica en su terruño sin móvil, internet ni casi televisión y, cuando vuelve, se encuentra con un pandemonium de mil pares de narices, con el ejército ruso metido en Georgia, las grandes potencias enviando de paseo a sus dirigentes, en pleno agosto y, entre todas las noticias, una que he sentido especialmente, y que ya comentaré otro día: la muerte de Solzhenitzyn. Hasta siempre, maestro.
Hay una persona, a la cual algunos de los lectores de esta bitácora conocen bien, a quien su empleador envía cada cierto tiempo a pasar un par de añitos en Moscú, siempre comenzando a trabajar el 1 de septiembre. Pues yo no creo en las meigas, pero parece que habelas, hainas, porque, veamos:
1.- La primera vez que esta persona, a quien llamaremos Axtur Yas, fue destinada a Rusia, era el año 1991.
En agosto de 1991, un golpe de Estado, llamemos, inmovilista, al fracasar dio el golpe de gracia a la Unión Soviética, que algunos meses después dejaba oficialmente de existir y se disgregaba en las quince repúblicas que hoy conocemos y que, tal como está el Cáucaso, puede que de hecho sean diecinueve o así, dando paso a una serie de discordias y desgracias que sólo Dios sabe si terminarán antes del día del Juicio Final por la tarde.
2.- La segunda vez que Axtur Yas vino a Moscú, era el año 1998.
En agosto de 1998, la economía rusa colapsó espectacularmente, en una crisis que dejó al país entero al borde del desastre más absoluto.
3.- Recientemente, supimos que Axtur Yas está nuevamente ante portas, y que no más tarde del 1 de septiembre estará residiendo en Moscú por tercera vez.
En agosto de 2008, está pasando lo que está pasando en el Cáucaso. Más madera, que es la guerra. Y lo malo, con serlo, no es lo que está pasando, sino las consecuencias que puede tener, igual que las otras dos veces. Vamos, no parece sino que Axtur Yas sea agente de las potencias enemigas, cosa que creería si no fuera porque lo desmiente su rusofilia a toda prueba, del grado más alto que he conocido, y mira que he conocido grados altos, y que es más comunista que Llamazares, Carrillo y Líster juntos (bueno, si estuvieran juntos se pegarían) y no creo que las potencias enemigas estén por la tarea.
En fin, recemos porque en la semana que queda de agosto no se monte otra y porque la tercera estancia de Axtur Yas en Moscú no deje más víctimas de las que ya tenemos. Si hay algún gallego por aquí, le agradecería que me aconsejara sobre qué conxuro viene más al caso, porque, la verdad, estoy inquieto.
Hay una persona, a la cual algunos de los lectores de esta bitácora conocen bien, a quien su empleador envía cada cierto tiempo a pasar un par de añitos en Moscú, siempre comenzando a trabajar el 1 de septiembre. Pues yo no creo en las meigas, pero parece que habelas, hainas, porque, veamos:
1.- La primera vez que esta persona, a quien llamaremos Axtur Yas, fue destinada a Rusia, era el año 1991.
En agosto de 1991, un golpe de Estado, llamemos, inmovilista, al fracasar dio el golpe de gracia a la Unión Soviética, que algunos meses después dejaba oficialmente de existir y se disgregaba en las quince repúblicas que hoy conocemos y que, tal como está el Cáucaso, puede que de hecho sean diecinueve o así, dando paso a una serie de discordias y desgracias que sólo Dios sabe si terminarán antes del día del Juicio Final por la tarde.
2.- La segunda vez que Axtur Yas vino a Moscú, era el año 1998.
En agosto de 1998, la economía rusa colapsó espectacularmente, en una crisis que dejó al país entero al borde del desastre más absoluto.
3.- Recientemente, supimos que Axtur Yas está nuevamente ante portas, y que no más tarde del 1 de septiembre estará residiendo en Moscú por tercera vez.
En agosto de 2008, está pasando lo que está pasando en el Cáucaso. Más madera, que es la guerra. Y lo malo, con serlo, no es lo que está pasando, sino las consecuencias que puede tener, igual que las otras dos veces. Vamos, no parece sino que Axtur Yas sea agente de las potencias enemigas, cosa que creería si no fuera porque lo desmiente su rusofilia a toda prueba, del grado más alto que he conocido, y mira que he conocido grados altos, y que es más comunista que Llamazares, Carrillo y Líster juntos (bueno, si estuvieran juntos se pegarían) y no creo que las potencias enemigas estén por la tarea.
En fin, recemos porque en la semana que queda de agosto no se monte otra y porque la tercera estancia de Axtur Yas en Moscú no deje más víctimas de las que ya tenemos. Si hay algún gallego por aquí, le agradecería que me aconsejara sobre qué conxuro viene más al caso, porque, la verdad, estoy inquieto.
jueves, 21 de agosto de 2008
Blogueros muertos (y VI): en acción.
Liao-Yang, 18 de junio de 1904 (5 de junio)
Acabo de mandaros el siguiente telegrama: "Salud buena, llego después de quince días de ausencia y cuatro de no interrumpidos combates."
Pasaron tantas y tantas cosas en tan poco tiempo que me es en extremo difícil daros cuenta ni de una pequeña parte siquiera de los tristes e interesantes hechos en los cuales fui espectador y actor.
Como ya os dije, estaba yo en Vafandian como ayudante del general Samsonoff, que dirigía las operaciones de la vanguardia con gran energía e inteligencia, cuando nos mandaron al general Simonoff (de los cosacos), más viejo todavía, quien asumió el mando de los cuatro escuadrones y de la segunda batería (6 piezas) de cosacos de la Transbaïkalia, que mandaba el general Samsonoff. Estas tropas habían alcanzado el primer éxito contra la caballería japonesa, el 30 de mayo (17 de mayo), cuasando grandes pérdidas a la infantería y destrozando un escuadrón japonés, hasta aniquilarlo. Desde el día en que Samsonoff dejó el mando, asiste a todo movimiento, pero sólo en las más críticas situaciones se acude a él; después, es sólo un mero espectador que va con las tropas.
El 12 de junio (30 de mayo), después de haber llegado dos regimientos de infantería y una batería de montaña, tuvimos el combate nocturno, del que ya os hablé, con 17 heridos y 4 muertos.
El 13 (31 de mayo), los japoneses avanzan; nosotros creemos que fatigados por el modo como día y noche les hostilizamos sin cesar, quieren simplemente "dar un paseo" para alejarnos momentáneamente y poder más tarde recuperar sus posiciones. El general Samsonoff nos ordena dejar una pequeña reserva en Vafandian y avanzar con el resto de nuestras tropas a derecha e izquierda del ejército: el enemigo se hallaba entonces a doce kilómetros hacia el Sud.
Vivaqueamos a cinco kilómetros al norte de Vafandian. Cuando estábamos sólo a dos kilómetros, recuerdo que "Jack" se quedó atrás... La noche es obscurísima; con permiso de mi jefe, deshago camino, a trote largo, y hallo a mi pobre perro, desesperado, y dando vueltas alrededor de mi abrigo solitario. Parto de nuevo, pero no puedo en manera alguna encontrar a mi jefe, el general Samsonoff. Regreso al vivac, me abrigo con mi capote, y me tiendo al pie de un palo de telégrafo, al que amarro mi caballo; son las tres de la madrugada, hace mucho frío, y "Jack", agradecido, se me acerca mucho y me da calor. A las tres y media apunta el día, y me permite ver que junto a mí está la infantería: es el primer regimiento de tiradores del Emperador. Comoquiera que en mi maletín tengo un poco de chocolate y azúcar, me dirijo al coronel y a dos oficiales del primer regimiento y se lo ofrezco. En cambio, ellos me dan un bizcocho... ¡Pobre coronel! Al medio día estaba muerto con su ayudante. Era hermoso y bravo tipo, de gran aspecto militar y querido de todos sus oficiales y soldados que hoy le lloran. La esposa tiene veintiún años, y sirve en el hospital de la Cruz-roja. La vi en Vanselin, tres días después, cuidando los heridos, y la dije que su marido me había hablado de ella, con cariño, la misma mañana de su muerte: la pobre lloraba como una chiquilla, pidiendo el cadáver de su esposo, que enterrado con tantos de los nuestros, descansa en las posiciones de Vafangou, hoy en poder de los japoneses.
* * *
Con esto dejo la correspondencia de don Jaime, con esta muestra de que, en las guerras, al fin y al cabo, es mucho mayor la suma de las pérdidas que la de las ganancias. Cosa que, en estos tiempos revueltos que se nos están avecinando por aquí, quizá convendría recordar.
Don Jaime permaneció en el frente hasta el final del año 1904, en que pidió licencia para regresar a Europa, cosa que hizo de la complicada forma que vimos en la entrada anterior. De todas formas, aprovecharé para recordar los episodios finales de la guerra, bien conocidos, pero que no viene mal apuntar. Port Artur se rindió a los japoneses en los primeros días de 1905, dejando a los rusos en una situación muy desfavorable. No sólo sus fuerzas de infantería en Manchuria habían centrado sus operaciones en la continuación de la defensa del puerto, sino que, para ayudar a la misma, había salido la flota rusa del Báltico, dando prácticamente la vuelta al mundo. La suerte final de la guerra se iba a decidir en dos batallas, una terrestre, la de Mukden, que fue un auténtico desastre para el ejército ruso, que se vio arrojado de Manchuria.
La otra fue un desastre naval. La flota del Báltico se enteró de la rendición de Port Artur estando en el Océano Índico. Prácticamente incomunicada del mando, decidió intentar alcanzar Vladivostok y unirse a la pequeña flota rusa que seguía allí, ya que la que estaba surta en Port Artur, obviamente, se había perdido. Pero, a la hora de elegir ruta, eligió la más corta, pero más arriestada, que pasaba prácticamente junto al Sur del archipiélago japonés, cerca de Tsushima. La flota japonesa consiguió interceptarla y les dio mamporros hasta que se cansaron: sólo tres barcos escaparon del desastre y alcanzaron Vladivostok.
La paz se firmó por mediación de los Estados Unidos (quién lo diría) en la ciudad de Portsmouth. Según los historiadores rusos que he leído, Japón estaba al límite de sus fuerzas, mientras que Rusia, superadas las dificultades logísticas iniciales, estaba lanzando contra Japón sus fuerzas más importantes y conservaba posibilidades de ganar la guerra. Eso es seguramente verdad, pero no es toda la verdad. Rusia estaba padeciendo la primera revolución y las cosas se estaban poniendo francamente feas para el Gobierno del Zar, así que las reflexiones de los historiadores mencionados quizá sean muy optimistas. Yo más bien creo posible que la continuación de la guerra pudiera llevar a una situación como la que se dio en 1917-1918, cuando los alemanes ganaron la guerra, al menos en el frente Este, en buena medida por la completa descomposición del ejército y de la retaguardia rusos. Y es que las cosas se estaban poniendo feas.
Y hasta aquí mi verano de erudito histórico aficionado. Ahora, vuelto ya a Rusia, voy a ponerme con asuntos actuales, que los hay a montones, porras.
Acabo de mandaros el siguiente telegrama: "Salud buena, llego después de quince días de ausencia y cuatro de no interrumpidos combates."
Pasaron tantas y tantas cosas en tan poco tiempo que me es en extremo difícil daros cuenta ni de una pequeña parte siquiera de los tristes e interesantes hechos en los cuales fui espectador y actor.
Como ya os dije, estaba yo en Vafandian como ayudante del general Samsonoff, que dirigía las operaciones de la vanguardia con gran energía e inteligencia, cuando nos mandaron al general Simonoff (de los cosacos), más viejo todavía, quien asumió el mando de los cuatro escuadrones y de la segunda batería (6 piezas) de cosacos de la Transbaïkalia, que mandaba el general Samsonoff. Estas tropas habían alcanzado el primer éxito contra la caballería japonesa, el 30 de mayo (17 de mayo), cuasando grandes pérdidas a la infantería y destrozando un escuadrón japonés, hasta aniquilarlo. Desde el día en que Samsonoff dejó el mando, asiste a todo movimiento, pero sólo en las más críticas situaciones se acude a él; después, es sólo un mero espectador que va con las tropas.
El 12 de junio (30 de mayo), después de haber llegado dos regimientos de infantería y una batería de montaña, tuvimos el combate nocturno, del que ya os hablé, con 17 heridos y 4 muertos.
El 13 (31 de mayo), los japoneses avanzan; nosotros creemos que fatigados por el modo como día y noche les hostilizamos sin cesar, quieren simplemente "dar un paseo" para alejarnos momentáneamente y poder más tarde recuperar sus posiciones. El general Samsonoff nos ordena dejar una pequeña reserva en Vafandian y avanzar con el resto de nuestras tropas a derecha e izquierda del ejército: el enemigo se hallaba entonces a doce kilómetros hacia el Sud.
Vivaqueamos a cinco kilómetros al norte de Vafandian. Cuando estábamos sólo a dos kilómetros, recuerdo que "Jack" se quedó atrás... La noche es obscurísima; con permiso de mi jefe, deshago camino, a trote largo, y hallo a mi pobre perro, desesperado, y dando vueltas alrededor de mi abrigo solitario. Parto de nuevo, pero no puedo en manera alguna encontrar a mi jefe, el general Samsonoff. Regreso al vivac, me abrigo con mi capote, y me tiendo al pie de un palo de telégrafo, al que amarro mi caballo; son las tres de la madrugada, hace mucho frío, y "Jack", agradecido, se me acerca mucho y me da calor. A las tres y media apunta el día, y me permite ver que junto a mí está la infantería: es el primer regimiento de tiradores del Emperador. Comoquiera que en mi maletín tengo un poco de chocolate y azúcar, me dirijo al coronel y a dos oficiales del primer regimiento y se lo ofrezco. En cambio, ellos me dan un bizcocho... ¡Pobre coronel! Al medio día estaba muerto con su ayudante. Era hermoso y bravo tipo, de gran aspecto militar y querido de todos sus oficiales y soldados que hoy le lloran. La esposa tiene veintiún años, y sirve en el hospital de la Cruz-roja. La vi en Vanselin, tres días después, cuidando los heridos, y la dije que su marido me había hablado de ella, con cariño, la misma mañana de su muerte: la pobre lloraba como una chiquilla, pidiendo el cadáver de su esposo, que enterrado con tantos de los nuestros, descansa en las posiciones de Vafangou, hoy en poder de los japoneses.
* * *
Con esto dejo la correspondencia de don Jaime, con esta muestra de que, en las guerras, al fin y al cabo, es mucho mayor la suma de las pérdidas que la de las ganancias. Cosa que, en estos tiempos revueltos que se nos están avecinando por aquí, quizá convendría recordar.
Don Jaime permaneció en el frente hasta el final del año 1904, en que pidió licencia para regresar a Europa, cosa que hizo de la complicada forma que vimos en la entrada anterior. De todas formas, aprovecharé para recordar los episodios finales de la guerra, bien conocidos, pero que no viene mal apuntar. Port Artur se rindió a los japoneses en los primeros días de 1905, dejando a los rusos en una situación muy desfavorable. No sólo sus fuerzas de infantería en Manchuria habían centrado sus operaciones en la continuación de la defensa del puerto, sino que, para ayudar a la misma, había salido la flota rusa del Báltico, dando prácticamente la vuelta al mundo. La suerte final de la guerra se iba a decidir en dos batallas, una terrestre, la de Mukden, que fue un auténtico desastre para el ejército ruso, que se vio arrojado de Manchuria.
La otra fue un desastre naval. La flota del Báltico se enteró de la rendición de Port Artur estando en el Océano Índico. Prácticamente incomunicada del mando, decidió intentar alcanzar Vladivostok y unirse a la pequeña flota rusa que seguía allí, ya que la que estaba surta en Port Artur, obviamente, se había perdido. Pero, a la hora de elegir ruta, eligió la más corta, pero más arriestada, que pasaba prácticamente junto al Sur del archipiélago japonés, cerca de Tsushima. La flota japonesa consiguió interceptarla y les dio mamporros hasta que se cansaron: sólo tres barcos escaparon del desastre y alcanzaron Vladivostok.
La paz se firmó por mediación de los Estados Unidos (quién lo diría) en la ciudad de Portsmouth. Según los historiadores rusos que he leído, Japón estaba al límite de sus fuerzas, mientras que Rusia, superadas las dificultades logísticas iniciales, estaba lanzando contra Japón sus fuerzas más importantes y conservaba posibilidades de ganar la guerra. Eso es seguramente verdad, pero no es toda la verdad. Rusia estaba padeciendo la primera revolución y las cosas se estaban poniendo francamente feas para el Gobierno del Zar, así que las reflexiones de los historiadores mencionados quizá sean muy optimistas. Yo más bien creo posible que la continuación de la guerra pudiera llevar a una situación como la que se dio en 1917-1918, cuando los alemanes ganaron la guerra, al menos en el frente Este, en buena medida por la completa descomposición del ejército y de la retaguardia rusos. Y es que las cosas se estaban poniendo feas.
Y hasta aquí mi verano de erudito histórico aficionado. Ahora, vuelto ya a Rusia, voy a ponerme con asuntos actuales, que los hay a montones, porras.
martes, 19 de agosto de 2008
Blogueros muertos (V): en Irkutsk
Seguimos cediendo la pluma a don Jaime de Borbón, que en esta ocasión nos ofrece unas cartas de lo más instructivas. Los españoles que vivimos en Moscú, un tanto despectivamente, nos referimos muchas veces a las ciudades menores de Rusia como "agujeros insondables". Lo curioso es que, aunque despotricamos de ellas a carcajada limpia, nos encantan y no es extraño que vayamos por allí a pasar algún fin de semana... para luego reírnos al volver a Moscú y decir a los amigos cosas como "¡En menudo agujero he estado!"
Bueno, pues ahora le toca visitar a don Jaime el agujero insonsable por excelencia de la Rusia de aquel entonces, un lugar repleto de desesperados, buscavidas, exiliados y todo tipo de gente de mal vivir, peor que el salvaje Oeste americano. Si habéis leído "Miguel Strogoff", de Julio Verne, habréis visto que hace una descripción bastante idílica del Irkutsk de entonces, con exiliados abnegados que colaboran en las defensas. No le creáis, que Julio Verne nunca salió de París: creed a don Jaime, que estuvo allí.
Transiberiano, cerca de Irkutsk, 10 de abril (28 de marzo) de 1904
Me molesta bastante mi catarro pulmonar y tengo molidos los huesos: es un poco de influenza; confío que se curará durante el viaje, tomando una dosis de quinina. Esta noche llegaremos a Irkutsk, en donde dejaremos este tren para tomar el que conduce al lago (unos 65 kilómetros). Y mañana por la tarde atravesaremos en trineo las 38 verstas del Baïkal, para alcanzar el ferrocarril del otro lado.
Estamos atravesando bosques de pinos; hermosos y grandes árboles, mucha nieve en el bosque, y sol espléndido. Los abedules, siempre se los halla en las forestas entre los grandes pinos: es el árbol ruso por excelencia, el cual, aun en verano, con su corteza blanca recuerda a la nieve.
Anoche a las doce tuvimos fiesta religiosa en el tren con motivo de la Pascua: todos los viajeros fuimos al vagón-restaurant convertido en capilla: ¡en un rinconcito estana preparada la cena! ¡Qué calor con tantos cirios, ya que cada concurrente debe tener en la mano uno encendido, hasta que termina la ceremonia! Luego..., una cena ligera y una copa de champagne, después de algunas de vodka. Todo ello precedido de un abrazo general. Por mi parte fuime cuanto antes a la cama, y ya en ella vuelvo a notar que todos los huesos me duelen.
¡Después de esta noche vendrá el viaje cómodo! Pasado el Baïkal, no serán tan lujosos los trenes. Si no me siento mejor me detendré en Karbin, en donde hay un buen hospital, y pasados cinco o seis días podré seguir para Liao-Yang.
Anoche telegrafié al Emperador con motivo de la Pascua, y esta mañana he recibido una contestación cariñosa en la que me desea un feliz viaje.
Adiós, salud a todos. Probablemente, os mandaré mañana un telegrama antes de pasar el Baïkal.
***
Irkutsk (ciudad), hôtel de Rusia, 11 de abril (29 de marzo) de 1904
Con motivo de la inflamación de la garganta y de mi estado general, he decidido detenerme aquí tres días y no pasar el Baïkal hasta sentirme completamente bien; se arriesga uno mucho por una bagatela.
Confiamos llegar a Irkutsk cerca de medianoche, pero un tren que nos precede perdió en el camino una parte de sus vagones y nos ha ocasionado tres horas de retraso; afortunadamente los pasajeros hemos hecho carambola.
A las tres de la madrugada atravesé sobre el hielo el ancho río que separa la estación de la ciudad (17º bajo cero) y he venido al mejor hotel, el Métropole. Me acuesto, pero pocos minutos después tengo que levantarme: chinches voraces y de un tamaño siberiano me obligan a ir en busca de otro alojamiento. Y hallo aquí en el hôtel de Rusia, un dormitorio con su cama de hierro, en donde por lo menos no me comen ¡Cuán caro está aquí todo! La caja de polvos contra las chiches, 7 rublos; la habitación (en el hôtel de Rusia) 3 rublos 50 K. (sin chinches, naturalmente, pero los había por 3 rublos 50 k.). He dormido algunas horas y me encuentro mejor.
(A ver, los que habéis estado por capitales de provincias rusas en los últimos quince años, sobre todo entre 1991 y 1998, pero también después: ¿no os sentís identificados? Yo lo suscribo de cabo a rabo)
Siguen aquí las fiestas de Pascua (cuatro días); muchos borrachos por las calles; todas las tiendas cerradas; no hay quien lave nuestra ropa, trabajo generalmente a cargo de los chinos, que quieren también celebrar la Pascua. Por otra parte, en esta ciudad nadie se da gran trabajo para ganar un rublo; todos tienen dinero, y los ricos negociantes o buscadores de oro lo tiran a manos llenas por las ventanas en aguardiente, champagne, etc.
(Sí, señor, como la vida misma. Sólo faltan John Wayne y los cactus)
El hermoso sol de Siberia brilla todo el día; creería uno hallarse en Italia, sin los 17º bajo cero.
En Chitá, al otro lado del Baïkal, parece que hay muchos enfermos de varioloide, tifus y algún caso de disentería. En fin, las tres calamidades de la guerra.
***
Irkutsk, 13 de abril (31 de marzo) de 1904
Parto esta noche, a pesar de todo. He visitado al gobernador general, hombre muy simpático, que ha tenido la bondad de ofrecerme su coche-salón, para ir al Baïkal; allí encontraré una troïka para atrevesar el lago en trineo, y en la otra orilla un departamento reservado en el tren, hasta la frontera de la Mandchuria. Después, Dios proveerá.
Es preciso que parta, pues hoy hace calor, y ha comenzado el deshielo: si me entretuviera, me vería obligado a recorrer en trineo o en carruaje un camino largo y malo alrededor del lago. No hay pues que dudar. Mañana, a las nueve, si todo anda bien, comenzaré la travesía.
Irkutsk es una ciudad de una suciedad repugnante; 60.000 habitantes, muchos judíos, algunos chinos; los centenares de japoneses que aquí vivían han sido desterrados; los doscientos últimos partieron ayer. Los mandaron a Rusia, fronteras de Europa. Con motivo de las fiestas, circulan por las calles grupos de soldados, de los cuales un número excesivo, por desgracia, se halla en un tal estado de embriaguez, que resulta de mal ver para un militar: estos reservistas no dan, en verdad, una gran idea de la disciplina. Irkutsk fue siempre un verdadero peligro, y más que otras veces en este preciso momento, hasta el punto de que nadie, ni aún armado, se atreve a circular de noche por las calles. Ni un día transcurre sin un robo o asesinato, según me cuentan todos, comenzando por los agentes de policía, que se encuentran impotentes contra esos malvados que inundan la ciudad; la mayor parte de los antiguos licenciados de los presidios de trabajos forzados vienen aquí a establecerse, y las minas de oro completan esta población de vagos.
Muchos se encuentran sin trabajo en este momento, porque quieren ganar por lo menos de 6 a 8 rublos, por no hacer nada, naturalmente. Hoy mismo, paseando yo por la mejor calle, encuentro soldados que me miran con insistencia sin rendirme el saludo militar. Les interrogo y descubro que uno de ellos no tiene la autorización en regla; muchos paisanos de mala catadura me rodean, después otras gentes y algunos estudiantes comienzan a increparme y a tomar parte en favor del soldado, al que, con todo, hago detener. Un paisano entrega un rublo al soldado, diciéndole "Para ti", como desafiándome para que lo impida. El asunto presenta mal cariz; me aparto del grupo para tener por lo menos libres las manos, cuando afortunadamente pasa un oficial ruso, al que pido auxilio, y finjo, para evitar una pendencia, que no entiendo los insultos dichos a media voz. Por último el soldado y el paisano son llevados al cuartelillo, cada uno por su lado. Yo no he declarado todavía y aguardo el resultado de la reyerta ¡Es muy triste todo esto y demuestra poca disciplina!
(Probablemente los adversarios de don Jaime apludirían con las orejas la primera revolución rusa de 1905. Y es que las cosas empezaban a oler a podrido en el Imperio)
Me siento mucho mejor, a pesar de tener la voz muy ronca; pero dejo con alegría Irkutsk, de cuya ciudad conservo mala impresión.
Maldito aguardiente, causa de tanto mal aquí, pues en este país la borrachera no es una agravación, sino simplemente una excusa. Todos los días oiréis decir "¡Ah! Naturalmente, estaba borracho", como atenuante de cualquier delito.
(Este último párrafo está escrito en 1904, pero posiblemente sirve para cualquier año desde la invención del vodka)
Parece que los chinos se agitan en la Mandchuria, empujados y tal vez dirigidos por los japoneses. Nuestros soldados han tenido ya que ver algo con ellos: conviene que este movimiento quede ahogado cuanto antes.
P.D.: Debo añadir algo a mi carta de esta mañana. Estoy en la estación y ha sido preciso atravesar el río; deshiela y creo que la costra no aguantará mucho. Me han dispuesto un magnífico coche-salón, el del gobernador general; desgraciadamente sólo me llevará hasta el lago.
Antes de partir, tengo la satisfacción de saber que el paisano que ofrecía rublos al soldado, y al que hice detener, tendrán un encierro de tres meses.
***
Vamos, que podemos sospechar que a don Jaime no le ha molado un duro Irkutsk. De hecho, el viaje de vuelta desde Manchuria no lo hizo a través del Transiberiano, por donde había venido, sino jugándose la vida atravesando las líneas japonesas y haciéndose pasar por un comerciante italiano y luego tomando un barco en Indochina hasta Francia. Tardó meses en llegar a Europa.
Lo que hace la gente por esquivar los agujeros insondables.
Bueno, pues ahora le toca visitar a don Jaime el agujero insonsable por excelencia de la Rusia de aquel entonces, un lugar repleto de desesperados, buscavidas, exiliados y todo tipo de gente de mal vivir, peor que el salvaje Oeste americano. Si habéis leído "Miguel Strogoff", de Julio Verne, habréis visto que hace una descripción bastante idílica del Irkutsk de entonces, con exiliados abnegados que colaboran en las defensas. No le creáis, que Julio Verne nunca salió de París: creed a don Jaime, que estuvo allí.
Transiberiano, cerca de Irkutsk, 10 de abril (28 de marzo) de 1904
Me molesta bastante mi catarro pulmonar y tengo molidos los huesos: es un poco de influenza; confío que se curará durante el viaje, tomando una dosis de quinina. Esta noche llegaremos a Irkutsk, en donde dejaremos este tren para tomar el que conduce al lago (unos 65 kilómetros). Y mañana por la tarde atravesaremos en trineo las 38 verstas del Baïkal, para alcanzar el ferrocarril del otro lado.
Estamos atravesando bosques de pinos; hermosos y grandes árboles, mucha nieve en el bosque, y sol espléndido. Los abedules, siempre se los halla en las forestas entre los grandes pinos: es el árbol ruso por excelencia, el cual, aun en verano, con su corteza blanca recuerda a la nieve.
Anoche a las doce tuvimos fiesta religiosa en el tren con motivo de la Pascua: todos los viajeros fuimos al vagón-restaurant convertido en capilla: ¡en un rinconcito estana preparada la cena! ¡Qué calor con tantos cirios, ya que cada concurrente debe tener en la mano uno encendido, hasta que termina la ceremonia! Luego..., una cena ligera y una copa de champagne, después de algunas de vodka. Todo ello precedido de un abrazo general. Por mi parte fuime cuanto antes a la cama, y ya en ella vuelvo a notar que todos los huesos me duelen.
¡Después de esta noche vendrá el viaje cómodo! Pasado el Baïkal, no serán tan lujosos los trenes. Si no me siento mejor me detendré en Karbin, en donde hay un buen hospital, y pasados cinco o seis días podré seguir para Liao-Yang.
Anoche telegrafié al Emperador con motivo de la Pascua, y esta mañana he recibido una contestación cariñosa en la que me desea un feliz viaje.
Adiós, salud a todos. Probablemente, os mandaré mañana un telegrama antes de pasar el Baïkal.
Jaime
***
Irkutsk (ciudad), hôtel de Rusia, 11 de abril (29 de marzo) de 1904
Con motivo de la inflamación de la garganta y de mi estado general, he decidido detenerme aquí tres días y no pasar el Baïkal hasta sentirme completamente bien; se arriesga uno mucho por una bagatela.
Confiamos llegar a Irkutsk cerca de medianoche, pero un tren que nos precede perdió en el camino una parte de sus vagones y nos ha ocasionado tres horas de retraso; afortunadamente los pasajeros hemos hecho carambola.
A las tres de la madrugada atravesé sobre el hielo el ancho río que separa la estación de la ciudad (17º bajo cero) y he venido al mejor hotel, el Métropole. Me acuesto, pero pocos minutos después tengo que levantarme: chinches voraces y de un tamaño siberiano me obligan a ir en busca de otro alojamiento. Y hallo aquí en el hôtel de Rusia, un dormitorio con su cama de hierro, en donde por lo menos no me comen ¡Cuán caro está aquí todo! La caja de polvos contra las chiches, 7 rublos; la habitación (en el hôtel de Rusia) 3 rublos 50 K. (sin chinches, naturalmente, pero los había por 3 rublos 50 k.). He dormido algunas horas y me encuentro mejor.
(A ver, los que habéis estado por capitales de provincias rusas en los últimos quince años, sobre todo entre 1991 y 1998, pero también después: ¿no os sentís identificados? Yo lo suscribo de cabo a rabo)
Siguen aquí las fiestas de Pascua (cuatro días); muchos borrachos por las calles; todas las tiendas cerradas; no hay quien lave nuestra ropa, trabajo generalmente a cargo de los chinos, que quieren también celebrar la Pascua. Por otra parte, en esta ciudad nadie se da gran trabajo para ganar un rublo; todos tienen dinero, y los ricos negociantes o buscadores de oro lo tiran a manos llenas por las ventanas en aguardiente, champagne, etc.
(Sí, señor, como la vida misma. Sólo faltan John Wayne y los cactus)
El hermoso sol de Siberia brilla todo el día; creería uno hallarse en Italia, sin los 17º bajo cero.
En Chitá, al otro lado del Baïkal, parece que hay muchos enfermos de varioloide, tifus y algún caso de disentería. En fin, las tres calamidades de la guerra.
Jaime
***
Irkutsk, 13 de abril (31 de marzo) de 1904
Parto esta noche, a pesar de todo. He visitado al gobernador general, hombre muy simpático, que ha tenido la bondad de ofrecerme su coche-salón, para ir al Baïkal; allí encontraré una troïka para atrevesar el lago en trineo, y en la otra orilla un departamento reservado en el tren, hasta la frontera de la Mandchuria. Después, Dios proveerá.
Es preciso que parta, pues hoy hace calor, y ha comenzado el deshielo: si me entretuviera, me vería obligado a recorrer en trineo o en carruaje un camino largo y malo alrededor del lago. No hay pues que dudar. Mañana, a las nueve, si todo anda bien, comenzaré la travesía.
Irkutsk es una ciudad de una suciedad repugnante; 60.000 habitantes, muchos judíos, algunos chinos; los centenares de japoneses que aquí vivían han sido desterrados; los doscientos últimos partieron ayer. Los mandaron a Rusia, fronteras de Europa. Con motivo de las fiestas, circulan por las calles grupos de soldados, de los cuales un número excesivo, por desgracia, se halla en un tal estado de embriaguez, que resulta de mal ver para un militar: estos reservistas no dan, en verdad, una gran idea de la disciplina. Irkutsk fue siempre un verdadero peligro, y más que otras veces en este preciso momento, hasta el punto de que nadie, ni aún armado, se atreve a circular de noche por las calles. Ni un día transcurre sin un robo o asesinato, según me cuentan todos, comenzando por los agentes de policía, que se encuentran impotentes contra esos malvados que inundan la ciudad; la mayor parte de los antiguos licenciados de los presidios de trabajos forzados vienen aquí a establecerse, y las minas de oro completan esta población de vagos.
Muchos se encuentran sin trabajo en este momento, porque quieren ganar por lo menos de 6 a 8 rublos, por no hacer nada, naturalmente. Hoy mismo, paseando yo por la mejor calle, encuentro soldados que me miran con insistencia sin rendirme el saludo militar. Les interrogo y descubro que uno de ellos no tiene la autorización en regla; muchos paisanos de mala catadura me rodean, después otras gentes y algunos estudiantes comienzan a increparme y a tomar parte en favor del soldado, al que, con todo, hago detener. Un paisano entrega un rublo al soldado, diciéndole "Para ti", como desafiándome para que lo impida. El asunto presenta mal cariz; me aparto del grupo para tener por lo menos libres las manos, cuando afortunadamente pasa un oficial ruso, al que pido auxilio, y finjo, para evitar una pendencia, que no entiendo los insultos dichos a media voz. Por último el soldado y el paisano son llevados al cuartelillo, cada uno por su lado. Yo no he declarado todavía y aguardo el resultado de la reyerta ¡Es muy triste todo esto y demuestra poca disciplina!
(Probablemente los adversarios de don Jaime apludirían con las orejas la primera revolución rusa de 1905. Y es que las cosas empezaban a oler a podrido en el Imperio)
Me siento mucho mejor, a pesar de tener la voz muy ronca; pero dejo con alegría Irkutsk, de cuya ciudad conservo mala impresión.
Maldito aguardiente, causa de tanto mal aquí, pues en este país la borrachera no es una agravación, sino simplemente una excusa. Todos los días oiréis decir "¡Ah! Naturalmente, estaba borracho", como atenuante de cualquier delito.
(Este último párrafo está escrito en 1904, pero posiblemente sirve para cualquier año desde la invención del vodka)
Parece que los chinos se agitan en la Mandchuria, empujados y tal vez dirigidos por los japoneses. Nuestros soldados han tenido ya que ver algo con ellos: conviene que este movimiento quede ahogado cuanto antes.
Jaime
P.D.: Debo añadir algo a mi carta de esta mañana. Estoy en la estación y ha sido preciso atravesar el río; deshiela y creo que la costra no aguantará mucho. Me han dispuesto un magnífico coche-salón, el del gobernador general; desgraciadamente sólo me llevará hasta el lago.
Antes de partir, tengo la satisfacción de saber que el paisano que ofrecía rublos al soldado, y al que hice detener, tendrán un encierro de tres meses.
***
Vamos, que podemos sospechar que a don Jaime no le ha molado un duro Irkutsk. De hecho, el viaje de vuelta desde Manchuria no lo hizo a través del Transiberiano, por donde había venido, sino jugándose la vida atravesando las líneas japonesas y haciéndose pasar por un comerciante italiano y luego tomando un barco en Indochina hasta Francia. Tardó meses en llegar a Europa.
Lo que hace la gente por esquivar los agujeros insondables.
viernes, 15 de agosto de 2008
Blogueros muertos (IV)
Mucha gente hace el Transiberiano con gusto, como algo turístico. Yo, la verdad, no lo haré nunca, porque no le veo la gracia a un viaje en tren tan largo, pero hay que reconocer que el Transiberiano es una de las atracciones turísticas de Rusia y la gente lo ve con interés. Le cedo, pues, la pluma a don Jaime, que sí que lo hizo, esponsorizado por Su Majestad Imperial, y que nos contó lo que le pareció el asunto.
Desde el Transiberiano, 4 de abril de 1904
(22 de marzo, en realidad. En 1904, en Rusia todavía se usaba exclusivamente el calendario juliano)
A las once de la noche del 3 de abril, el tren parte de Moscou, atestado de oficiales de toda clase que van a unirse a sus Estados mayores. Los vagones son muy cómodos, tienen buena calefacción, electricidad, restaurant, etc... El domingo llegaremos a Irkutsk; siete días de viaje pasan pronto en tan buenas condiciones. El tiempo es espléndido, el cielo azul, y hermoso el sol que nos ha despertado esta mañana. La temperatura, de dos grados bajo cero.
(Un inciso: a los españoles que estamos aquí ahora nos gusta fardar de que "hace un frío del quince, pero no pasa nada, aguantamos perfectamente y el tiempo es estupendo". Como vemos, en 1904, por muy príncipe que sea, don Jaime se pega exactamente el mismo moco. Probablemente escribía a su padre, que vivía en Venecia, donde dos grados bajo cero es peor que una maldición gitana)
El primer tren que alcanzamos lleva varias baterías y pontoneros; la gente está alegre y nos saluda bebiendo a nuestra salud en un vaso de metal en el que humea el té caliente.
En mi vagón se hallan dos agregados americanos; uno de ellos pertenece a la marina, además hay un coronel búlgaro y dos oficiales suizos.
A lo infinito, la llanura y por doquier la nieve, que hiere la vista, a causa del hermoso sol, cuyos reflejos, sobre esta blancura congelada, deslumbra. Mañana por la noche pasaremos el Volga.
Mi perro Jack viene conmigo; salta y brinca de gozo y cuando le digo: "Jack, ¿dónde están los japoneses?" husmea y corre por todos lados, como si comprendiera. Voy a almorzar, y depositaré esta carta en el primer buzón que halle, y así continuaré haciéndolo mañana y todos los días. Mandad copia a mis hermanas. Os saludo afectuosamente.
Dentro de diez y siete días llegaremos a Mukden, según creo; los trenes militares tardan un mes.
Dejemos descansar a Don Jaime, y paremos cuentas en el principal problema del ejército ruso en esta guerra: la logística. Dependía totalmente del Transiberiano para llevar soldados y vituallas al Extremo Oriente, y el Transiberiano, incluso yendo a tope (como haría para llevar a los oficiales), tardaba diecisiete días en llegar a Manchuria, y lo normal era un mes (y ya sería más, ya). Los japoneses habían atacado sin declaración de guerra previa, y los rusos, a pesar de que la tensión con Japón había ido en aumento, tenían relativamente pocas tropas en la zona, mientras que los japoneses estaban al lado mismo del teatro de las operaciones. Lo mismo ocurría con la flota: los rusos tenían tres flotas, que juntas eran muy superiores a la japonesa, pero la japonesa era, como se demostró en Port Artur y Tsushima, claramente superior a cualquiera de las tres flotas rusas (Pacífico, Báltico y Mar Negro) por separado.
Y, además, la población rusa estaba un tanto ajena a la guerra, pero eso lo veremos en la próxima entrada, en que nos saltaremos varias cartas y apareceremos directamente en Irkutsk.
Desde el Transiberiano, 4 de abril de 1904
(22 de marzo, en realidad. En 1904, en Rusia todavía se usaba exclusivamente el calendario juliano)
A las once de la noche del 3 de abril, el tren parte de Moscou, atestado de oficiales de toda clase que van a unirse a sus Estados mayores. Los vagones son muy cómodos, tienen buena calefacción, electricidad, restaurant, etc... El domingo llegaremos a Irkutsk; siete días de viaje pasan pronto en tan buenas condiciones. El tiempo es espléndido, el cielo azul, y hermoso el sol que nos ha despertado esta mañana. La temperatura, de dos grados bajo cero.
(Un inciso: a los españoles que estamos aquí ahora nos gusta fardar de que "hace un frío del quince, pero no pasa nada, aguantamos perfectamente y el tiempo es estupendo". Como vemos, en 1904, por muy príncipe que sea, don Jaime se pega exactamente el mismo moco. Probablemente escribía a su padre, que vivía en Venecia, donde dos grados bajo cero es peor que una maldición gitana)
El primer tren que alcanzamos lleva varias baterías y pontoneros; la gente está alegre y nos saluda bebiendo a nuestra salud en un vaso de metal en el que humea el té caliente.
En mi vagón se hallan dos agregados americanos; uno de ellos pertenece a la marina, además hay un coronel búlgaro y dos oficiales suizos.
A lo infinito, la llanura y por doquier la nieve, que hiere la vista, a causa del hermoso sol, cuyos reflejos, sobre esta blancura congelada, deslumbra. Mañana por la noche pasaremos el Volga.
Mi perro Jack viene conmigo; salta y brinca de gozo y cuando le digo: "Jack, ¿dónde están los japoneses?" husmea y corre por todos lados, como si comprendiera. Voy a almorzar, y depositaré esta carta en el primer buzón que halle, y así continuaré haciéndolo mañana y todos los días. Mandad copia a mis hermanas. Os saludo afectuosamente.
Dentro de diez y siete días llegaremos a Mukden, según creo; los trenes militares tardan un mes.
Jaime
Dejemos descansar a Don Jaime, y paremos cuentas en el principal problema del ejército ruso en esta guerra: la logística. Dependía totalmente del Transiberiano para llevar soldados y vituallas al Extremo Oriente, y el Transiberiano, incluso yendo a tope (como haría para llevar a los oficiales), tardaba diecisiete días en llegar a Manchuria, y lo normal era un mes (y ya sería más, ya). Los japoneses habían atacado sin declaración de guerra previa, y los rusos, a pesar de que la tensión con Japón había ido en aumento, tenían relativamente pocas tropas en la zona, mientras que los japoneses estaban al lado mismo del teatro de las operaciones. Lo mismo ocurría con la flota: los rusos tenían tres flotas, que juntas eran muy superiores a la japonesa, pero la japonesa era, como se demostró en Port Artur y Tsushima, claramente superior a cualquiera de las tres flotas rusas (Pacífico, Báltico y Mar Negro) por separado.
Y, además, la población rusa estaba un tanto ajena a la guerra, pero eso lo veremos en la próxima entrada, en que nos saltaremos varias cartas y apareceremos directamente en Irkutsk.
miércoles, 13 de agosto de 2008
Blogueros muertos (III)
En una librería de viejo en Vich, hará de esto unos quince años, un mosén local descubrió un manuscrito que le llamó la atención. Se trataba de la transcripción que había hecho un jaimista catalán de algunas de las cartas que don Jaime había enviado a su familia durante su estancia en Rusia y en las que narra lo que le sucede desde abril, en que sube al Transiberiano para incorporarse a su unidad, hasta entrado junio, en que participa en primera línea en la batalla de Vafangou. Se sabe que don Jaime se quedó en Manchuria hasta final de 1904, justo antes de la caída de Port Artur, y que escribió muchas cartas más, pero el jaimista que las transcribía, o bien no dispuso de ellas, o bien le pareció que con llegar hasta junio ya estaba bien.
El mosén, pues, adquirió el cuaderno, y le hizo llegar unas fotocopias a un conocido suyo que a la sazón estaba en Rusia. A éste le parecieron interesantes, y le pasó unas fotocopias de las fotocopias a una amiga suya, que también lo es mía. Con el tiempo, aparecí por Rusia yo mismo, y en no sé que conversación mi amiga citó las fotocopias, con lo que se me hicieron los ojos chiribitas y me faltó tiempo para pedírselas prestadas y para hacer fotocopias de las fotocopias de las fotocopias. Y ésos son los papeles que contienen la, digamos, bitácora de don Jaime, fragmentaria, pero igualmente muy interesante.
El biógrafo "oficial" de don Jaime se llamaba Francisco Melgar, que escribió un libro sobre su vida publicado en 1932, un año después de que don Jaime falleciera en su piso de París. El señor Melgar copia literalmente en su biografía párrafos enteros de las cartas de don Jaime, aunque al menos tiene la decencia de ponerles comillas, pero omite muchísimas cosas que aparecen en las cartas y que son observaciones sobre Rusia. A Melgar, biógrafo, no le interesaron, pero a los españoles que vivimos por aquí sí nos deberían interesar.
Lo primero que me llamó la atención al leerlas es lo bien que escribe español el condenado de don Jaime. Y es que don Jaime pisó España poquísimo a lo largo de su vida, aunque siempre tuvo contacto con españoles. Nació en Suiza en 1870, estuvo en España con su padre, en la corte de Estella, entre 1873 y 1875, y ése es el período más seguido que vivió en nuestro país, porque ya antes del fin de la guerra carlista salió con su madre a Burdeos y ya sólo volvió a España en viajes breves de incógnito, que le debían gustar mucho, burlando a la policía española. Es sabido que su padre pronunciaba el español más regular que bien; que su madre era italiana, aunque de origen español e infanta española, y parece claro que don Jaime hablaba perfectamente el francés, el italiano, y yo estoy por pensar que también el alemán, además del ruso que aprendió "haciendo la mili". Pues el español lo borda, aunque con algún galicismo, sobre todo en los nombres geográficos o de personas, cosa que no se le puede reprochar mucho.
Pues nada, a partir de la próxima entrada vamos a seguir algunos trozos de la campaña a través de la visión de un capitán de dragones que se incorporaba al Estado Mayor del general Kuropatkin, que era el amo del cotarro de las fuerzas rusas en Manchuria.
lunes, 11 de agosto de 2008
Blogueros muertos (II)
Y aquí tenemos al segundo bloguero, con el uniforme de húsar del Zar. Aunque menos conocido que Juan Valera, lo cierto es que tenía un rango infinitamente superior, ya que se trata nada menos que del entonces Príncipe de Asturias, Jaime de Borbón y Borbón-Parma.
Como vimos en la penútima entrada, Alejandro II finalmente reconoció al gobierno de doña Isabel, pero eso no significó que rompiese amarras totalmente con su postura anterior. Don Jaime de Borbón, que era bisnieto de Carlos V, tenía en 1896 veintiséis años y unas notazas de fábula en las academias militares por las que había pasado, así que había llegado el momento en emplearlo en algo de provecho, y no era fácil encontrar un ejército europeo que se dispusiera a acogerlo y arriesgarse a enemistarse con Madrid. Pero ya entonces, como ahora, Rusia pasaba ampliamente del qué dirán y esas cosas y hacía más o menos lo que le daba la gana, así que don Jaime pudo ir a incorporarse al ejército imperial.
En el ejército imperial estuvo hasta 1909, en el curso de cuyos años participó en la expedición contra los bóxers de 1900, en particular en la batalla de Tiamkin, y más adelante en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, hasta que obtuvo licencia para volver a Europa tras la batalla de Liau-Yang.
En 1909 murió su padre y le correspondieron a él los derechos sucesorios a la Corona y la jefatura del partido. Y claro, cuando tus partidarios te llaman Su Majestad Católica Jaime III y aspiran a llevarte a la Corte de Madrid, resulta un poco incongruente pertenecer al ejército de una potencia extranjera, por muy potente que sea la potencia, y tener que recibir órdenes de cualquier oficial de rango superior, así que don Jaime salió del ejército ruso, pero siempre le guardó gran simpatía, hasta el punto de que, por si acaso, al comenzar la Primera Guerra Mundial, que le pilló a don Jaime en un castillo que poseía en Austria, el gobierno austrohúngaro dijo que tú no te mueves de ahí y lo encerró en su propio castillo hasta que acabó la guerra.
Don Jaime escribió muchas cartas durante su periplo por tierras rusas. En las próximas entradas veremos alguna de ellas.
Como vimos en la penútima entrada, Alejandro II finalmente reconoció al gobierno de doña Isabel, pero eso no significó que rompiese amarras totalmente con su postura anterior. Don Jaime de Borbón, que era bisnieto de Carlos V, tenía en 1896 veintiséis años y unas notazas de fábula en las academias militares por las que había pasado, así que había llegado el momento en emplearlo en algo de provecho, y no era fácil encontrar un ejército europeo que se dispusiera a acogerlo y arriesgarse a enemistarse con Madrid. Pero ya entonces, como ahora, Rusia pasaba ampliamente del qué dirán y esas cosas y hacía más o menos lo que le daba la gana, así que don Jaime pudo ir a incorporarse al ejército imperial.
En el ejército imperial estuvo hasta 1909, en el curso de cuyos años participó en la expedición contra los bóxers de 1900, en particular en la batalla de Tiamkin, y más adelante en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, hasta que obtuvo licencia para volver a Europa tras la batalla de Liau-Yang.
En 1909 murió su padre y le correspondieron a él los derechos sucesorios a la Corona y la jefatura del partido. Y claro, cuando tus partidarios te llaman Su Majestad Católica Jaime III y aspiran a llevarte a la Corte de Madrid, resulta un poco incongruente pertenecer al ejército de una potencia extranjera, por muy potente que sea la potencia, y tener que recibir órdenes de cualquier oficial de rango superior, así que don Jaime salió del ejército ruso, pero siempre le guardó gran simpatía, hasta el punto de que, por si acaso, al comenzar la Primera Guerra Mundial, que le pilló a don Jaime en un castillo que poseía en Austria, el gobierno austrohúngaro dijo que tú no te mueves de ahí y lo encerró en su propio castillo hasta que acabó la guerra.
Don Jaime escribió muchas cartas durante su periplo por tierras rusas. En las próximas entradas veremos alguna de ellas.
viernes, 8 de agosto de 2008
Introducción a la guerra ruso-japonesa
Como veis, en estos días estivales (de hecho, estoy de vacaciones en el feroz "country" hispánico), me estoy dedicando al repaso de la historia, que, no sé si os habéis dado cuenta, me gusta bastante. También habéis visto que la anterior entrada se titulaba "Blogueros muertos(I)", por lo que seguro que habéis deducido que es el comienzo de una serie que debería seguir, por lo menos, con "Blogueros muertos(II)".
Y así es. Pero resulta que, antes de presentaros al segundo bloguero muerto, cuya bitácora es mucho menos conocida que la de Juan Valera, toca hablar un poco sobre los follones que precedieron a la guerra ruso-japonesa (1904-1905); porque las cosas, ya puestos, hay que hacerlas bien, y nuestro segundo bloguero muerto, precisamente, escribió su blog, o al menos el fragmento de él que ha llegado hasta mí, en su condición de militar del ejército imperial ruso al servicio de Nicolás II. Y para estar bien documentados sobre dónde pasan las cosas, ahí está el mapa que adjunto. Sí, ya sé que el mapa está en alemán; el día que vea una publicación española, o de donde sea, haciendo mapas históricos tan buenos como ése, ya la copiaré. De momento, nos tendremos que conformar con ésta. Para verlo bien, ya sabéis, pinchad sobre el mapa.
¿Por qué comenzó la guerra ruso-japonesa? Básicamente, porque casi todos los rusos de principios del siglo pasado creían que podían hacer de su capa un sayo con esos atrasados pueblos orientales y el sayo que quisieron hacer consistió en conseguir puertos lo más al sur posible. Porque a los rusos les da igual pasar frío, pero la física es tozuda y el agua se congela a los cero grados, lo que equivale a que tienes que cerrar el puerto. La verdad es que Rusia ya tenía desde más o menos 1860 un puerto, igual que lo tiene hoy, listo para ser utilizado casi todo el año, cual era el puerto de Vladivostok, pero podía llegar a helarse y no era totalmente seguro.
En fin, que los rusos llegaron a los chinos y les expusieron esta necesidad; hoy, los chinos saben latín, pero entonces era otra cosa, y seguramente es de entonces de donde viene la expresión "engañar a alguien como a un chino". El caso es que Rusia se quedó con un puerto fenomenal, Port Artur; se quedó también con la concesión del ferrocarril que lo conectaba con el Transiberiano y con el resto de Rusia, a través de Harbín, que se convirtió en una ciudad casi totalmente rusa. Es más, como había que proteger el tren, Rusia introdujo tropas en Manchuria. Y todavía más: después de la rebelión de los boxers en China, ya directamente ocupó Manchuria por las buenas.
Vamos, a mí me parece un ejemplo de libro de dar a alguien la mano y que se tome todo el brazo.
A Japón esto le mosqueó lo suyo, en una versión paralela de "Asia para los asiáticos", y exigió a Rusia que reconociese sus derechos sobre Corea. Rusia debió pensar que a estos japoneses se los merendaba con patatas y dijo que ni flores. Japón dijo que por ahí y, un buen día y sin avisar, se puso a bombardear Port Artur. Y así se llegó a las manos.
De pasada, conviene ver los puntos del mapa de Rusia de la imagen, que por cierto tiene una pequeña inexactitud. Si veis la línea del Transiberiano, parecerá que está completa, pero no es así, porque en 1904 todavía no estaba terminado el rodeo del lago Baikal, lo cual, a los efectos de la logística militar, debía ser tremendamente molesto.
Luego están los puntitos naranja, que son los de los lugares donde hubo desórdenes y huelgas en los meses posteriores a la guerra. Y la zona con rayas oblicuas, que es donde hubo revueltas campesinas. Sí, el imperio estaba pasando un período delicado.
Ahora ya estamos a punto para conocer a nuestro segundo bloguero muerto. Pero vamos a dejarlo para la próxima entrada.
Y así es. Pero resulta que, antes de presentaros al segundo bloguero muerto, cuya bitácora es mucho menos conocida que la de Juan Valera, toca hablar un poco sobre los follones que precedieron a la guerra ruso-japonesa (1904-1905); porque las cosas, ya puestos, hay que hacerlas bien, y nuestro segundo bloguero muerto, precisamente, escribió su blog, o al menos el fragmento de él que ha llegado hasta mí, en su condición de militar del ejército imperial ruso al servicio de Nicolás II. Y para estar bien documentados sobre dónde pasan las cosas, ahí está el mapa que adjunto. Sí, ya sé que el mapa está en alemán; el día que vea una publicación española, o de donde sea, haciendo mapas históricos tan buenos como ése, ya la copiaré. De momento, nos tendremos que conformar con ésta. Para verlo bien, ya sabéis, pinchad sobre el mapa.
¿Por qué comenzó la guerra ruso-japonesa? Básicamente, porque casi todos los rusos de principios del siglo pasado creían que podían hacer de su capa un sayo con esos atrasados pueblos orientales y el sayo que quisieron hacer consistió en conseguir puertos lo más al sur posible. Porque a los rusos les da igual pasar frío, pero la física es tozuda y el agua se congela a los cero grados, lo que equivale a que tienes que cerrar el puerto. La verdad es que Rusia ya tenía desde más o menos 1860 un puerto, igual que lo tiene hoy, listo para ser utilizado casi todo el año, cual era el puerto de Vladivostok, pero podía llegar a helarse y no era totalmente seguro.
En fin, que los rusos llegaron a los chinos y les expusieron esta necesidad; hoy, los chinos saben latín, pero entonces era otra cosa, y seguramente es de entonces de donde viene la expresión "engañar a alguien como a un chino". El caso es que Rusia se quedó con un puerto fenomenal, Port Artur; se quedó también con la concesión del ferrocarril que lo conectaba con el Transiberiano y con el resto de Rusia, a través de Harbín, que se convirtió en una ciudad casi totalmente rusa. Es más, como había que proteger el tren, Rusia introdujo tropas en Manchuria. Y todavía más: después de la rebelión de los boxers en China, ya directamente ocupó Manchuria por las buenas.
Vamos, a mí me parece un ejemplo de libro de dar a alguien la mano y que se tome todo el brazo.
A Japón esto le mosqueó lo suyo, en una versión paralela de "Asia para los asiáticos", y exigió a Rusia que reconociese sus derechos sobre Corea. Rusia debió pensar que a estos japoneses se los merendaba con patatas y dijo que ni flores. Japón dijo que por ahí y, un buen día y sin avisar, se puso a bombardear Port Artur. Y así se llegó a las manos.
De pasada, conviene ver los puntos del mapa de Rusia de la imagen, que por cierto tiene una pequeña inexactitud. Si veis la línea del Transiberiano, parecerá que está completa, pero no es así, porque en 1904 todavía no estaba terminado el rodeo del lago Baikal, lo cual, a los efectos de la logística militar, debía ser tremendamente molesto.
Luego están los puntitos naranja, que son los de los lugares donde hubo desórdenes y huelgas en los meses posteriores a la guerra. Y la zona con rayas oblicuas, que es donde hubo revueltas campesinas. Sí, el imperio estaba pasando un período delicado.
Ahora ya estamos a punto para conocer a nuestro segundo bloguero muerto. Pero vamos a dejarlo para la próxima entrada.
miércoles, 6 de agosto de 2008
Blogueros muertos (I)
Las relaciones diplomáticas entre los gobiernos de España y Rusia se vieron interrumpidas con ocasión de la guerra civil española de los Siete Años, los que van de 1833 a 1840. El Imperio Ruso, que era uno de los valedores del Antiguo Régimen, simpatizó con Carlos V como Rey de España, pero resultó que la guerra civil la ganaron los liberales, y el gobierno que quedó finalmente en Madrid tenía por reina a doña Isabel. Nicolás I, que era a la sazón el emperador ruso, se debió mosquear mucho y dijo que quién era esa doña Isabel. Que él no conocía más Rey de España que Carlos V. Durante bastantes años no hubo relaciones diplomáticas, hasta que las cosas empezaron a cambiar. Primero fue la guerra de Crimea, en que franceses e ingleses les dieron estopa a los rusos; luego la muerte de Nicolás I y la subida al trono de Alejandro II; luego, que Alejandro II se diera cuenta de que, tras perder la guerra de Crimea, más le valía establecer relaciones con otras potencias para recuperar algo de prestigio; y, finalmente, que se le ocurriera que España estaría bien para su propósito.
Desde España se envío una misión encabezada por el duque de Osuna para volver a hablar. Entre los miembros de aquella misión estaba un joven diplomático, Juan Valera, que con el tiempo llegó a ser conocido por su faceta de novelista y al que, de hecho, se tiene por uno de los mejores escritores del siglo XIX español. La verdad es que de él sólo he leído "Juanita la Larga" y alguna cosilla suelta, pero debo reconocer que me gustó mucho, con lo cual le puedo perdonar que sea liberal y, por si fuera poco, diplomático.
La vida de un diplomático español en aquel tiempo debía ser muy parecida a la que llevan actualmente demasiados de ellos y se caracterizaba por una carga de trabajo susceptible de un aumento sustancial. En estas circunstancias, como, al fin y al cabo, se trata de gente culta, la tentación que tienen es la de dedicarse al jolgorio y la molicie. Aún así, quedan muchos ratos libres, así que los hay que tienen alguna afición. La de Juan Valera consistía en escribir y, como lo hacía muy bien, de esa afición hemos salido ganando todos sus lectores. Fuerza es mencionar que, cuando un diplomático escribe mal, cosa que también ocurre, aunque nadie se lo dice a la cara, las consecuencias de su afición acaban viniendo en perjuicio de quienes les pagamos. Se me ocurre un caso actual muy claro, pero me voy a morder los labios en aras de la estricta normativa de anonimato de este lugar. Juan Valera, curiosamente mucho menos diplomático que yo en este aspecto, no se cortó un pelo a la hora de poner nombres y apellidos a los objetos de su crítica y eso, a lo que parece, le ocasionó serios disgustos.
Ocioso y ninguneado por su jefe, Juan Valera se convirtió en una especie de antecesor de los blogueros y se lanzó a componer la primera bitácora en castellano sobre Rusia, en fecha tan temprana como 1856. Pensaréis que esto de los "blogs" tiene diez años como mucho, ¿no? En absoluto. Lo que tienen diez años son las bitácoras en internet, pero el epistolario que Juan Valera escribió desde San Petersburgo durante los seis meses que duró su misión es una verdadera bitácora y, a falta de internet, fue publicado en la prensa española del momento.
La publicación de las primeras cartas, que iban destinadas a su jefe en el Ministerio en Madrid, le debió sorprender algo. Algunos biógrafos dicen que se irritó muchísimo, pero yo no me lo acabo de creer. Más bien creo que le esponjaron bastante, y la prueba de ello es que, cuando ya sabe que sus cartas han sido publicadas, y que las siguientes que escriba tienen toda la pinta de seguir el mismo camino, no por ello rebaja un punto su tono y no duda en poner verde a algún compañero de trabajo y a su mismo jefe, el duque de Osuna. Como sabéis, yo a mi jefe lo tengo casi totalmente alejado de estas páginas, y las creo que dos veces que ha aparecido lo ha hecho de manera totalmente tangencial y hace mucho tiempo.
Por lo demás, las cartas de Valera son buenísimas. Cualquiera interesado en Rusia debe leerlas y, para que no digáis que mis consejos son imposibles de seguir, y gracias a que Valera murió hace mucho tiempo y sus derechos de autor han caducado, podéis bajarlas completamente gratis de aquí, gentileza de la bitácora "El soldado fanfarrón" para sus lectores y amigos y lectura de verano recomendada. De nada, chicos, y a pasarlo bien.
Desde España se envío una misión encabezada por el duque de Osuna para volver a hablar. Entre los miembros de aquella misión estaba un joven diplomático, Juan Valera, que con el tiempo llegó a ser conocido por su faceta de novelista y al que, de hecho, se tiene por uno de los mejores escritores del siglo XIX español. La verdad es que de él sólo he leído "Juanita la Larga" y alguna cosilla suelta, pero debo reconocer que me gustó mucho, con lo cual le puedo perdonar que sea liberal y, por si fuera poco, diplomático.
La vida de un diplomático español en aquel tiempo debía ser muy parecida a la que llevan actualmente demasiados de ellos y se caracterizaba por una carga de trabajo susceptible de un aumento sustancial. En estas circunstancias, como, al fin y al cabo, se trata de gente culta, la tentación que tienen es la de dedicarse al jolgorio y la molicie. Aún así, quedan muchos ratos libres, así que los hay que tienen alguna afición. La de Juan Valera consistía en escribir y, como lo hacía muy bien, de esa afición hemos salido ganando todos sus lectores. Fuerza es mencionar que, cuando un diplomático escribe mal, cosa que también ocurre, aunque nadie se lo dice a la cara, las consecuencias de su afición acaban viniendo en perjuicio de quienes les pagamos. Se me ocurre un caso actual muy claro, pero me voy a morder los labios en aras de la estricta normativa de anonimato de este lugar. Juan Valera, curiosamente mucho menos diplomático que yo en este aspecto, no se cortó un pelo a la hora de poner nombres y apellidos a los objetos de su crítica y eso, a lo que parece, le ocasionó serios disgustos.
Ocioso y ninguneado por su jefe, Juan Valera se convirtió en una especie de antecesor de los blogueros y se lanzó a componer la primera bitácora en castellano sobre Rusia, en fecha tan temprana como 1856. Pensaréis que esto de los "blogs" tiene diez años como mucho, ¿no? En absoluto. Lo que tienen diez años son las bitácoras en internet, pero el epistolario que Juan Valera escribió desde San Petersburgo durante los seis meses que duró su misión es una verdadera bitácora y, a falta de internet, fue publicado en la prensa española del momento.
La publicación de las primeras cartas, que iban destinadas a su jefe en el Ministerio en Madrid, le debió sorprender algo. Algunos biógrafos dicen que se irritó muchísimo, pero yo no me lo acabo de creer. Más bien creo que le esponjaron bastante, y la prueba de ello es que, cuando ya sabe que sus cartas han sido publicadas, y que las siguientes que escriba tienen toda la pinta de seguir el mismo camino, no por ello rebaja un punto su tono y no duda en poner verde a algún compañero de trabajo y a su mismo jefe, el duque de Osuna. Como sabéis, yo a mi jefe lo tengo casi totalmente alejado de estas páginas, y las creo que dos veces que ha aparecido lo ha hecho de manera totalmente tangencial y hace mucho tiempo.
Por lo demás, las cartas de Valera son buenísimas. Cualquiera interesado en Rusia debe leerlas y, para que no digáis que mis consejos son imposibles de seguir, y gracias a que Valera murió hace mucho tiempo y sus derechos de autor han caducado, podéis bajarlas completamente gratis de aquí, gentileza de la bitácora "El soldado fanfarrón" para sus lectores y amigos y lectura de verano recomendada. De nada, chicos, y a pasarlo bien.
lunes, 4 de agosto de 2008
Españoles en Rusia
Tras haber medio improvisado una serie sobre alemanes en Rusia, y haber metido un estrambote sobre el general Vlásov, toca escribir sobre españoles en Rusia, que es un tema que me debería ser mucho más próximo, en primer lugar, porque, después de todo, soy español y no alemán, y también porque yo soy uno de esos españoles en Rusia. Aunque, claro, de los que voy a escribir es de gente que ha pasado a la Historia, caso del que yo estoy lejísimos.
En general, a los rusos les caemos bien. Como estamos lejos, no viajamos gran cosa y no nos conocen demasiado (no como a los alemanes o los polacos, que a ésos los tienen calados), no hay mayor problema. A nosotros, en general, los rusos nos caen bastante bien, yo diría que por las mismas razones; algunos llevan a extremar ese afecto y se convierten en rusófilos. Como ya dejé dicho, los rusófilos españoles viven en España; los españoles que vivimos en Rusia, definitivamente y salvo excepciones, no somos rusófilos y, si lo fuimos, se nos curó al poco tiempo de estar por aquí y comenzamos a rajar del país y del paisanaje. Pero de esto último ya os habéis ido dando cuenta los que leéis estas líneas, seguro.
Y, como estamos lejos, nunca nos hemos hecho daño. En las guerras en que nos hemos visto envueltos el otro país nunca estuvo en el otro bando, y los únicos combatientes en uno u otro país eran, al menos oficialmente, voluntarios. Así, en nuestra última guerra civil hubo rusos, aunque quizá menos de los que se cree, entre los republicanos, y también hubo algunos, probablemente alguno más de los que se cree, entre los nacionales; y en la segunda guerra mundial, frente ruso, hubo, ciertamente, un nutrido número de españoles republicanos en el Ejército Rojo, y también hubo un número considerable, y esta vez sí que indudablemente mayor, luchando con la Wehrmacht. Pero España y Rusia, como tales, se declararon neutrales (bueno, o al menos "no beligerantes") en todas las guerras que tuvieron contra enemigos exteriores, y en particular en las dos guerras que enseñaron al mundo, precisamente a costa de España y Rusia, que había potencias fuera de Europa, es decir, la guerra de Cuba de 1898 y la guerra ruso-japonesa de 1904-1905.
De todas formas, los españoles que pasaron por Rusia en el pasado y dejaron cierta huella son contadísimos. Yo apenas conozco unos pocos ejempos.
Como el de José de Ribas, un español de Italia al servicio de Catalina II que destacó, entre otras cosas, por fundar Odessa, cuya calle principal, hasta hoy, se llama "Deribasovskaya"
O bien Agustín de Betancourt, un ingeniero canario al servicio de Alejandro I que es autor de muchos edificios que hoy día no sólo siguen en pie, sino que son atracciones turísticas muy visitadas. Como la de la foto, que es el edificio principal de la feria de Nizhny Nóvgorod (ciudad con nombre de trabalenguas que es gracioso escuchar pronunciar a un español).
El caso más raro a lo mejor es el de Juan Van Halen, gaditano éste, afrancesado, masón, liberal y revolucionario... toda una joya, vamos. Lo raro no es que fuera todo eso, sino que el tío escogiera para exiliarse nada menos que Rusia, que en aquellos tiempos (ni en casi ningún otro, la verdad) como que no era precisamente liberal. Después de año y medio de campaña por el Caúcaso, Alejandro I se dio cuenta al fin de que Van Halen no era trigo limpio y le puso discretamente de patitas en la frontera.
A partir de ahí, comienza a haber más españoles trajinando por aquí. El que lo debió pasar peor fue el maestro Juan Martínez (que estuvo allí), al cual le tocó pasar la guerra mundial, las revoluciones y la guerra civil por Rusia. El libro que narra sus peripecias es impagable.
Y, a partir de ahí, la tira. Desde que la Unión Soviética se convirtió en la meca del proletariado, y no digamos desde que acabó la guerra civil española, Rusia se llenó de comunistas exiliados españoles, niños de la guerra, hasta que en los últimos años, cuando eso del comunismo se les pasó, ya ha venido gente de todos los colores.
De entre los del pasado, incluso los ha habido que escribieron un blog. Pero eso va para la próxima.
En general, a los rusos les caemos bien. Como estamos lejos, no viajamos gran cosa y no nos conocen demasiado (no como a los alemanes o los polacos, que a ésos los tienen calados), no hay mayor problema. A nosotros, en general, los rusos nos caen bastante bien, yo diría que por las mismas razones; algunos llevan a extremar ese afecto y se convierten en rusófilos. Como ya dejé dicho, los rusófilos españoles viven en España; los españoles que vivimos en Rusia, definitivamente y salvo excepciones, no somos rusófilos y, si lo fuimos, se nos curó al poco tiempo de estar por aquí y comenzamos a rajar del país y del paisanaje. Pero de esto último ya os habéis ido dando cuenta los que leéis estas líneas, seguro.
Y, como estamos lejos, nunca nos hemos hecho daño. En las guerras en que nos hemos visto envueltos el otro país nunca estuvo en el otro bando, y los únicos combatientes en uno u otro país eran, al menos oficialmente, voluntarios. Así, en nuestra última guerra civil hubo rusos, aunque quizá menos de los que se cree, entre los republicanos, y también hubo algunos, probablemente alguno más de los que se cree, entre los nacionales; y en la segunda guerra mundial, frente ruso, hubo, ciertamente, un nutrido número de españoles republicanos en el Ejército Rojo, y también hubo un número considerable, y esta vez sí que indudablemente mayor, luchando con la Wehrmacht. Pero España y Rusia, como tales, se declararon neutrales (bueno, o al menos "no beligerantes") en todas las guerras que tuvieron contra enemigos exteriores, y en particular en las dos guerras que enseñaron al mundo, precisamente a costa de España y Rusia, que había potencias fuera de Europa, es decir, la guerra de Cuba de 1898 y la guerra ruso-japonesa de 1904-1905.
De todas formas, los españoles que pasaron por Rusia en el pasado y dejaron cierta huella son contadísimos. Yo apenas conozco unos pocos ejempos.
Como el de José de Ribas, un español de Italia al servicio de Catalina II que destacó, entre otras cosas, por fundar Odessa, cuya calle principal, hasta hoy, se llama "Deribasovskaya"
O bien Agustín de Betancourt, un ingeniero canario al servicio de Alejandro I que es autor de muchos edificios que hoy día no sólo siguen en pie, sino que son atracciones turísticas muy visitadas. Como la de la foto, que es el edificio principal de la feria de Nizhny Nóvgorod (ciudad con nombre de trabalenguas que es gracioso escuchar pronunciar a un español).
El caso más raro a lo mejor es el de Juan Van Halen, gaditano éste, afrancesado, masón, liberal y revolucionario... toda una joya, vamos. Lo raro no es que fuera todo eso, sino que el tío escogiera para exiliarse nada menos que Rusia, que en aquellos tiempos (ni en casi ningún otro, la verdad) como que no era precisamente liberal. Después de año y medio de campaña por el Caúcaso, Alejandro I se dio cuenta al fin de que Van Halen no era trigo limpio y le puso discretamente de patitas en la frontera.
A partir de ahí, comienza a haber más españoles trajinando por aquí. El que lo debió pasar peor fue el maestro Juan Martínez (que estuvo allí), al cual le tocó pasar la guerra mundial, las revoluciones y la guerra civil por Rusia. El libro que narra sus peripecias es impagable.
Y, a partir de ahí, la tira. Desde que la Unión Soviética se convirtió en la meca del proletariado, y no digamos desde que acabó la guerra civil española, Rusia se llenó de comunistas exiliados españoles, niños de la guerra, hasta que en los últimos años, cuando eso del comunismo se les pasó, ya ha venido gente de todos los colores.
De entre los del pasado, incluso los ha habido que escribieron un blog. Pero eso va para la próxima.
viernes, 1 de agosto de 2008
Limusinas
Moscú es la ciudad de las limusinas. Vamos, no es que conozca muchas ciudades en este mundo, pero estoy por apostar que no hay en ninguna otra tantas limusinas como por aquí ¿Por qué? Porque las costumbres nupciales son bastante diferentes a lo que es habitual en España. Vale que ya he escrito sobre esto, pero es cosa de resaltarlo un poco más.
En España, las novias insisten en que quieren casarse en una iglesia bonita. Así están las iglesias bonitas, con colas hasta arriba y con parejas aplazando sus casoríos meses, con lo fácil que sería ir a tu parroquia y decirle al párroco que si le viene bien el día que han pensado los novios. Además, te ahorras el traslado de expediente y el papeleo, que, además de lo que cuesta, es un latazo.
En Rusia, como el matrimonio por la iglesia no está reconocido por el Estado y los novios, de todas todas, tienen que pasar por las oficinas, pues lo de la iglesia como que no es muy popular. Además, el común de los novios piensa, y piensa bien, que el matrimonio por la iglesia es para toda la vida. Qué horror. No, no... a otro perro con ese hueso.
Vamos, que aquí, de lo que se trata es de alquilar la limusina más larga. Como en la boda que me cruce el otro día, en que los novios habían contratado, no una, ni dos, ni tres... los novios habían contratado cuatro limusinas. Es una lástima que mi cámara no tenga panorámica, porque fue imposible meterlas en una sola foto.
Supongo que los que hacen su agosto son las casas de alquileres de limusinas, que seguro que se forran. Por cierto que si pincháis en la foto de la derecha veréis la foto más grande y podréis ver el teléfono de contacto y la página web de la casa de alquiler que eligieron los novios. Yo he entrado, y he flipado con lo que he estado viendo por allí. Se ve que las alquilan no sólo para bodas, sino para cumpleaños, para recoger a gente al aeropuerto, e incluso para aniversarios de bodas. Y yo en bicicleta, che.
Y menudo parque que tienen los tíos.
En fin. Me lo he pensado mucho antes de escribir esta entrada... porque me temo que va a ser la entrada que me va a salir más cara de todas las que he escrito. Bbbrfff... visualizad unos temblores fríos.
En España, las novias insisten en que quieren casarse en una iglesia bonita. Así están las iglesias bonitas, con colas hasta arriba y con parejas aplazando sus casoríos meses, con lo fácil que sería ir a tu parroquia y decirle al párroco que si le viene bien el día que han pensado los novios. Además, te ahorras el traslado de expediente y el papeleo, que, además de lo que cuesta, es un latazo.
En Rusia, como el matrimonio por la iglesia no está reconocido por el Estado y los novios, de todas todas, tienen que pasar por las oficinas, pues lo de la iglesia como que no es muy popular. Además, el común de los novios piensa, y piensa bien, que el matrimonio por la iglesia es para toda la vida. Qué horror. No, no... a otro perro con ese hueso.
Vamos, que aquí, de lo que se trata es de alquilar la limusina más larga. Como en la boda que me cruce el otro día, en que los novios habían contratado, no una, ni dos, ni tres... los novios habían contratado cuatro limusinas. Es una lástima que mi cámara no tenga panorámica, porque fue imposible meterlas en una sola foto.
Supongo que los que hacen su agosto son las casas de alquileres de limusinas, que seguro que se forran. Por cierto que si pincháis en la foto de la derecha veréis la foto más grande y podréis ver el teléfono de contacto y la página web de la casa de alquiler que eligieron los novios. Yo he entrado, y he flipado con lo que he estado viendo por allí. Se ve que las alquilan no sólo para bodas, sino para cumpleaños, para recoger a gente al aeropuerto, e incluso para aniversarios de bodas. Y yo en bicicleta, che.
Y menudo parque que tienen los tíos.
En fin. Me lo he pensado mucho antes de escribir esta entrada... porque me temo que va a ser la entrada que me va a salir más cara de todas las que he escrito. Bbbrfff... visualizad unos temblores fríos.