En espera, pues, de que las elecciones sean el domingo, y aprovechando los puntos de Aeroflot, heme aquí de nuevo en un avión camino del extranjero huyendo de la rusificación que se manifestaba el otro día.
Al final, lo del billete gratuito salió bien. Digo al final, porque conseguirlo fue una tortura, más para Alfina que para mí, a causa de la ineptitud de los que se equivocaban constantemente al escribir mi apellido, con lo que ha habido que hacer encaje de bolillos para que todo coincidiera. Von Buchweizen, leches, no es tan difícil.
El caso es que aquí estoy y, como he volado más que un caramelo a la puerta de un colegio, tenía puntos para viajar en primera y hasta me han sobrado. Salí de casa, tomé en metro y luego me puse en la cola de la marshrutka al aeropuerto. A la media hora de esperarla en vano (el atasco era de espanto) a cuatro bajo cero y con un viento que quitaba las ganas de sacar las manos de los bolsillos, nos juntamos cuatro de la cola y tomamos un taxi entre los cuatro. Fue bastante malo, pero pudo ser peor.
La verdad es que debo ser de los pocos pasajeros de primera que va al aeropuerto en metro y autobús y con una mochila a la espalda, y debe notárseme en la cara, porque, cuando llegue al mostrador de facturación, me puse en la cola de primera, donde no había nadie, y una indignada dievushka me gritó desde la cola de turista:
- Joven, ¿dónde va? ¡La cola es aquí!
- La de primera no, ¿pasa algo? Si a usted no le importa, pasaré yo.
La azafata, al verme, tampoco lo tenía claro.
- ¿Tiene usted billete de primera?
- Lo va a comprobar ahora mismo.
Pasé y, antes de irme al control de pasaporte, me volví a mirar a la dievushka abriendo los ojos y poniendo una sonrisa con retintín. Sí, ya sé que está feo y que algún día me partirán la cara.
En la sala VIP del aeropuerto ya se creyeron a la primera que tenía billete de idem. Se ve que, a medida que pasaba el tiempo y me adentraba en el aeropuerto, se me iba poniendo cara de ricachón. Me puse morado de pastelitos y zumitos. El lunes comienzo la preparación de la media maratón de enero, palabra.
Y en el avión estoy, agasajado por el personal de a bordo. Me he puesto como el quico en la cena y tengo un sillón en el que cabría todo el barrio.
De lo que no me he librado ha sido de la confiscación de la crema de afeitar en los controles de seguridad. Hala, otra vez a estar varios días sin afeitarme.
Bueno, ya vamos a aterrizar. Dejo aquí la entrada y otro día contaré el día que fui en primera con un ruso que nunca había pasado de turista. Tuvo su miga, pero ahora tengo que apagar el trasto.
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
viernes, 30 de noviembre de 2007
miércoles, 28 de noviembre de 2007
Promesas electorales
Este domingo hay elecciones al Parlamento ruso, aunque la verdad es que la gente no habla mucho de eso ¿Para qué? Hay propaganda prácticamente de un solo partido, Rusia Unida, cuya lista encabeza Putin, aunque se presentan otros, más o menos, diez partidos, de los que seguramente desaparecerán todos menos los tres o, como mucho, cuatro, que consigan llegar a la barrera del 7% de los votos y entrar en el Parlamento. Por comparar, con semejantes reglas, en España sólo habría dos partidos parlamentarios: los sociatas y los peperos. Ni Llamazares, ni Cunvarchensia, ni Asquerra Rapublicana, ni los demás partidos regionales. Sólo dos.
El partido del Presidente ganará por goleada. La presión es brutal: no es que prácticamente sólo haya carteles suyos, al menos en Moscú, sino que todos los gobernadores regionales son nombrados por el Presidente y ya les vale conseguir un buen resultado en sus regiones, si quieren seguir yendo en coche oficial. Vale todo y, desde luego, el aparato burocrático, universitario, policial... vamos, todo el aparato público está haciendo músculo. Y, a una mala, pues la comisión electoral, que es quien hace el recuento, también es nombrada por el Presidente, así que ya sabrá lo que tiene que hacer. Vamos, lo normal es que ganen de todas maneras, porque es indudable que hay una mayoría de gente encantada con el régimen, pero parece que quieren más.
Como tampoco se trata de lograr una mayoría turkmena, de ésas de más del 90%, seguramente no van a impedir demasiado que entre el único partido opositor, que son los comunistas. Eso sí, como en las anteriores elecciones, les han puesto un partido aproximadamente de izquierdas a su lado, para quitarles votos, llamado Rusia Justa y que quizá reciba alguna ayudita para entrar en el Parlamento.
Y luego está el incombustible Partido Liberal Demócrata de Zhirinovsky, que también está en el límite entre entrar o no. Si no lo hiciera, eso sí que sería una gran pérdida, porque su líder es el gran animador de la vida pública rusa. Un auténtico bocas que da vidilla a todos los debates televisivos en que participa (las cadenas se lo rifan) y que, de vez en cuando, entre sus mensajes incendiarios, lanza algunas verdades como puños. Vamos, si pudiera, votaría por él, aunque yo de liberal no tengo un pelo (bien mirado, Zhirinovsky tampoco parece que lo tenga).
El resto no tiene ninguna posibilidad y, en cuanto la tengan, van a comenzar a recibir "recaditos", por si acaso les disputan la mandanga a los que están al frente del cotarro. Además, hay alguno que es directamente de vergüenza ajena, como el vídeo electoral que vi el otro día del pomposo "Partido Democrático de Rusia", en que un tipo con melena de ricitos largos y un aspecto más inquietante que Hugo Chávez en tanga se dedicaba a soltar barbaridades y la locutora agregaba cosas como que votando a su partido la selección rusa de fútbol ganaría el Campeonato de Europa, derrotando a la de Inglaterra por 3:1 en la final.
Hay que reconocer que esa promesa electoral es, por lo menos, atrevida, y más teniendo en cuenta que Inglaterra no estará en el próximo Campeonato de Europa (vale, la promesa se refería al futuro lejano). Pero, si da votos, que eso lo veremos el domingo, ya me veo a los Zapatero y Rajoy prometiendo resultados deportivos. Yo siempre he querido ganar el campeonato del mundo de ajedrez, así que, señores políticos, si quieren mi voto, ya saben.
Y, para los que saben ruso, un vídeo con muuuuuy mala leche:
El partido del Presidente ganará por goleada. La presión es brutal: no es que prácticamente sólo haya carteles suyos, al menos en Moscú, sino que todos los gobernadores regionales son nombrados por el Presidente y ya les vale conseguir un buen resultado en sus regiones, si quieren seguir yendo en coche oficial. Vale todo y, desde luego, el aparato burocrático, universitario, policial... vamos, todo el aparato público está haciendo músculo. Y, a una mala, pues la comisión electoral, que es quien hace el recuento, también es nombrada por el Presidente, así que ya sabrá lo que tiene que hacer. Vamos, lo normal es que ganen de todas maneras, porque es indudable que hay una mayoría de gente encantada con el régimen, pero parece que quieren más.
Como tampoco se trata de lograr una mayoría turkmena, de ésas de más del 90%, seguramente no van a impedir demasiado que entre el único partido opositor, que son los comunistas. Eso sí, como en las anteriores elecciones, les han puesto un partido aproximadamente de izquierdas a su lado, para quitarles votos, llamado Rusia Justa y que quizá reciba alguna ayudita para entrar en el Parlamento.
Y luego está el incombustible Partido Liberal Demócrata de Zhirinovsky, que también está en el límite entre entrar o no. Si no lo hiciera, eso sí que sería una gran pérdida, porque su líder es el gran animador de la vida pública rusa. Un auténtico bocas que da vidilla a todos los debates televisivos en que participa (las cadenas se lo rifan) y que, de vez en cuando, entre sus mensajes incendiarios, lanza algunas verdades como puños. Vamos, si pudiera, votaría por él, aunque yo de liberal no tengo un pelo (bien mirado, Zhirinovsky tampoco parece que lo tenga).
El resto no tiene ninguna posibilidad y, en cuanto la tengan, van a comenzar a recibir "recaditos", por si acaso les disputan la mandanga a los que están al frente del cotarro. Además, hay alguno que es directamente de vergüenza ajena, como el vídeo electoral que vi el otro día del pomposo "Partido Democrático de Rusia", en que un tipo con melena de ricitos largos y un aspecto más inquietante que Hugo Chávez en tanga se dedicaba a soltar barbaridades y la locutora agregaba cosas como que votando a su partido la selección rusa de fútbol ganaría el Campeonato de Europa, derrotando a la de Inglaterra por 3:1 en la final.
Hay que reconocer que esa promesa electoral es, por lo menos, atrevida, y más teniendo en cuenta que Inglaterra no estará en el próximo Campeonato de Europa (vale, la promesa se refería al futuro lejano). Pero, si da votos, que eso lo veremos el domingo, ya me veo a los Zapatero y Rajoy prometiendo resultados deportivos. Yo siempre he querido ganar el campeonato del mundo de ajedrez, así que, señores políticos, si quieren mi voto, ya saben.
Y, para los que saben ruso, un vídeo con muuuuuy mala leche:
lunes, 26 de noviembre de 2007
Pensamiento local
Estoy preocupado, amigos. Muy preocupado. Y quizá os preguntéis por qué. Pues por algo muy sencillo, y es que es frecuente, cuando me presentan a algún español despistado de paso por aquí, que invariablemente llegue la pregunta siguiente, que da lugar a la no menos siguiente conversación:
- Y tú, ¿cuánto tiempo llevas en Rusia?
- Bueno, unos cuantos años.
- ¡Hala! Tú ya te estás haciendo ruso.
- Ni de leeeeejos. Yo soy más español que la tortilla de patatas.
- ¿Y te adaptas a esto?
- Más bien malamente, la verdad, pero uno va pasando a trancas y barrancas.
Como se ve, la mera mención de estar convirtiéndome en ruso y de perder mi españolidad más íntegra me provoca sarpullidos. Yo ya sé que hay españoles que encontrarán semejante actitud impropia de la acogida que me ha dispensado este generoso país, pero dichos españoles, en su práctica totalidad, residen en España y, cuando, por ejemplo, quieren hacer una transferencia bancaria, van al banco de la esquina (o directamente se meten en su ordenador) dando un paseíto agradable y la hacen y sale bien a la primera. Vamos, por poner un ejemplo de algo directamente impensable en Moscú.
Pues bien, parecía que algo estaba cambiando. En Aeroflot, antaño paraíso de colas, codazos y luchas de banderías por un centímetro, la civilización ha hecho acto de presencia en forma de expendedor de números para colas. Vamos, como en España en los ambulatorios, en los supermercados, en la RENFE y en casi todos los sitios. Semejante innovación tiene un carácter mucho más revolucionario que la emancipación de los siervos o la implantación del Cristianismo, y así parecía que el paraíso socialista estaba mucho más cercano que en todo el período bolchevique. Parecía.
Y, ciertamente, es verdad que ahora la gente, confundida por el aparatejo, toma el numerito y con aire despistado entra en la sala de espera y se pregunta a quién hay que pedir la vez o qué hombro hay que empujar. Los que hemos visto más aparatejos de ésos tenemos más suerte, y elevamos nuestras preces al comprobar que han terminado los codazos y las marrullerías. Bueno, hay quien sigue intentando colarse, pero no es lo mismo.
Con lo que no ha acabado el sistema es con el número de gente a la que hay que atender. Y, así las cosas, el sábado por la tarde me presenté en una oficina de Aeroflot con la pretensión de beneficiarme de un billete gratuito, cosechado a lo largo de numerosos viajes por los reinos de Eolo. Dieciséis operadores atendían al público, pero para pedir los billetes gratuitos había sólo uno de ellos, y no sólo yo quería pedirlos, sino que, horror de los horrores, comparé mi número con el de la pantalla y, tragando saliva, vi que había cincuenta personas delante de mí. Y cincuenta personas, Madre de Dios, equivale a tres horas por lo menos. Mientras tanto, los que no iban a gorronear billetes, sino a comprarlos, hay que reconocer que estaban teniendo un servicio decente.
En esto, volví a rondar por la maquinita expendedora, pensando cómo salir del apuro y si habría habido alguien directamente poco paciente que hubiera dejado tirado por allí un número que me permitiera adelantar algo.
¡¡¡¡Bingo, bingo, bingo!!!! Allí estaba, a los pies de la maquinita, lo que estaba buscando y que me permitió adelantar cuarenta puestos de una tacada. Lo recogí como quien encuentra mil rublos en el suelo y, efectivamente, a los veinte minutos ya me estaban atendiendo. No diré ahora en qué quedó lo del billete gratuito, que eso es otro asunto y materia de otra entrada.
Salí de allí y, de camino a la salida, vi la maquinita expendedora. Y me puse a pensar.
"Pues con esto de los números se podría hacer negocio. Así como yo lo he recogido del suelo, ¿no podría venir tranquilamente, coger veinte números, digamos, y venderlos? Los más caros serían los más cercanos. Yo creo que cien rublos por billetes la gente los pagaría seguro, con tal de no hacer cola. Si me conchabo con el tipo de seguridad, me quitaría de problemas. De vez en cuando dejaríamos que alguien cogiera números con normalidad, y luego tomaría veinte de golpe para desesperar al siguiente que llegara, y entonces estaría vulnerable y le ofrecería un billete próximo. Saldría seguro."
A todo esto, aún tenía el número que había tomado al principio, que desde luego era mucho mejor que el que estaban sacando los que entraban en aquel momento. Lo tomé y lo miré...
"¡Dios mío! ¡Vade retro, Satanás! ¡Estoy pensando como un ruso! ¡Me estoy rusificando!"
Y salí corriendo de la oficina de Aeroflot ¡Hay que salir de Rusia unos días cuanto antes!
- Y tú, ¿cuánto tiempo llevas en Rusia?
- Bueno, unos cuantos años.
- ¡Hala! Tú ya te estás haciendo ruso.
- Ni de leeeeejos. Yo soy más español que la tortilla de patatas.
- ¿Y te adaptas a esto?
- Más bien malamente, la verdad, pero uno va pasando a trancas y barrancas.
Como se ve, la mera mención de estar convirtiéndome en ruso y de perder mi españolidad más íntegra me provoca sarpullidos. Yo ya sé que hay españoles que encontrarán semejante actitud impropia de la acogida que me ha dispensado este generoso país, pero dichos españoles, en su práctica totalidad, residen en España y, cuando, por ejemplo, quieren hacer una transferencia bancaria, van al banco de la esquina (o directamente se meten en su ordenador) dando un paseíto agradable y la hacen y sale bien a la primera. Vamos, por poner un ejemplo de algo directamente impensable en Moscú.
Pues bien, parecía que algo estaba cambiando. En Aeroflot, antaño paraíso de colas, codazos y luchas de banderías por un centímetro, la civilización ha hecho acto de presencia en forma de expendedor de números para colas. Vamos, como en España en los ambulatorios, en los supermercados, en la RENFE y en casi todos los sitios. Semejante innovación tiene un carácter mucho más revolucionario que la emancipación de los siervos o la implantación del Cristianismo, y así parecía que el paraíso socialista estaba mucho más cercano que en todo el período bolchevique. Parecía.
Y, ciertamente, es verdad que ahora la gente, confundida por el aparatejo, toma el numerito y con aire despistado entra en la sala de espera y se pregunta a quién hay que pedir la vez o qué hombro hay que empujar. Los que hemos visto más aparatejos de ésos tenemos más suerte, y elevamos nuestras preces al comprobar que han terminado los codazos y las marrullerías. Bueno, hay quien sigue intentando colarse, pero no es lo mismo.
Con lo que no ha acabado el sistema es con el número de gente a la que hay que atender. Y, así las cosas, el sábado por la tarde me presenté en una oficina de Aeroflot con la pretensión de beneficiarme de un billete gratuito, cosechado a lo largo de numerosos viajes por los reinos de Eolo. Dieciséis operadores atendían al público, pero para pedir los billetes gratuitos había sólo uno de ellos, y no sólo yo quería pedirlos, sino que, horror de los horrores, comparé mi número con el de la pantalla y, tragando saliva, vi que había cincuenta personas delante de mí. Y cincuenta personas, Madre de Dios, equivale a tres horas por lo menos. Mientras tanto, los que no iban a gorronear billetes, sino a comprarlos, hay que reconocer que estaban teniendo un servicio decente.
En esto, volví a rondar por la maquinita expendedora, pensando cómo salir del apuro y si habría habido alguien directamente poco paciente que hubiera dejado tirado por allí un número que me permitiera adelantar algo.
¡¡¡¡Bingo, bingo, bingo!!!! Allí estaba, a los pies de la maquinita, lo que estaba buscando y que me permitió adelantar cuarenta puestos de una tacada. Lo recogí como quien encuentra mil rublos en el suelo y, efectivamente, a los veinte minutos ya me estaban atendiendo. No diré ahora en qué quedó lo del billete gratuito, que eso es otro asunto y materia de otra entrada.
Salí de allí y, de camino a la salida, vi la maquinita expendedora. Y me puse a pensar.
"Pues con esto de los números se podría hacer negocio. Así como yo lo he recogido del suelo, ¿no podría venir tranquilamente, coger veinte números, digamos, y venderlos? Los más caros serían los más cercanos. Yo creo que cien rublos por billetes la gente los pagaría seguro, con tal de no hacer cola. Si me conchabo con el tipo de seguridad, me quitaría de problemas. De vez en cuando dejaríamos que alguien cogiera números con normalidad, y luego tomaría veinte de golpe para desesperar al siguiente que llegara, y entonces estaría vulnerable y le ofrecería un billete próximo. Saldría seguro."
A todo esto, aún tenía el número que había tomado al principio, que desde luego era mucho mejor que el que estaban sacando los que entraban en aquel momento. Lo tomé y lo miré...
"¡Dios mío! ¡Vade retro, Satanás! ¡Estoy pensando como un ruso! ¡Me estoy rusificando!"
Y salí corriendo de la oficina de Aeroflot ¡Hay que salir de Rusia unos días cuanto antes!
viernes, 23 de noviembre de 2007
Constructoras
Dicen por ahí que el país donde más se esta construyendo era España, al menos hasta hace poco. No, hijos, no, qué más quisiéramos. Donde más se construye es en Moscú, y algún ejemplo hemos visto por aquí. Recuerdo cuando nos mudamos de residencia hace algunos años, y vimos que desde nuestro nuevo piso teníamos una soberbia vista de uno de los monasterios menos conocidos, pero no por ello menos hermosos, de Moscú.
- ¡Ohhhhh!
- Nos lo quedamos, ¿verdad?
- ¡Sí, sí!
No nos duró mucho: al poco tiempo se construyó entre nosotros y el monasterio un tocho de veinte plantas que nos dejó con dos palmos de narices, además de con polvillo y ruido durante un par de años largos.
El año pasado, en una nueva residencia, nos pasamos el verano soportando la reparación de una escuela lindera con el edificio donde vivimos, el cual invadieron con un par de gónadas y sin dar ni las gracias por el favor, yéndose al acabar su cometido y dejando tras de sí un par de contenedores de escombros, gravilla, manchas de cemento, astillas y, simplemente, mugre diversa. Lo malo es que, lejos de estar en los contenedores, los desperdicios de la obra estaban esparcidos por el suelo.
Y, finalmente, ha llegado el turno a mi puesto de trabajo, desde el que gozaba de una preciosa vista preindustrial que, gracias al ímpetu constructor a dos metros de mi ventana, también ha pasado a la historia. Es zona protegida y están violando flagrantemente la normativa de distancia entre edificaciones, pero parece que la benevolencia de los inspectores rusos es mucho más barata que la millonada que puede sacar el promotor en una de las zonas más caras del mundo (y no exagero un pelo).
Pero busquemos las ventajas. Si sigo aquí cuando el edificio de al lado entre en funcionamiento, igual hago amiguitos entre sus ocupantes. Con un poco de esfuerzo hasta nos podremos estrechar la mano a través de la ventana.
- ¡Ohhhhh!
- Nos lo quedamos, ¿verdad?
- ¡Sí, sí!
No nos duró mucho: al poco tiempo se construyó entre nosotros y el monasterio un tocho de veinte plantas que nos dejó con dos palmos de narices, además de con polvillo y ruido durante un par de años largos.
El año pasado, en una nueva residencia, nos pasamos el verano soportando la reparación de una escuela lindera con el edificio donde vivimos, el cual invadieron con un par de gónadas y sin dar ni las gracias por el favor, yéndose al acabar su cometido y dejando tras de sí un par de contenedores de escombros, gravilla, manchas de cemento, astillas y, simplemente, mugre diversa. Lo malo es que, lejos de estar en los contenedores, los desperdicios de la obra estaban esparcidos por el suelo.
Y, finalmente, ha llegado el turno a mi puesto de trabajo, desde el que gozaba de una preciosa vista preindustrial que, gracias al ímpetu constructor a dos metros de mi ventana, también ha pasado a la historia. Es zona protegida y están violando flagrantemente la normativa de distancia entre edificaciones, pero parece que la benevolencia de los inspectores rusos es mucho más barata que la millonada que puede sacar el promotor en una de las zonas más caras del mundo (y no exagero un pelo).
Pero busquemos las ventajas. Si sigo aquí cuando el edificio de al lado entre en funcionamiento, igual hago amiguitos entre sus ocupantes. Con un poco de esfuerzo hasta nos podremos estrechar la mano a través de la ventana.
miércoles, 21 de noviembre de 2007
Sectas
¿Qué harías si sólo te quedasen seis meses de vida? Podríamos responder un montón de cosas. Muchos se lanzarían de juerga constante a quemarlo todo, viva la Virgen y ancha es Castilla. Yo, seguramente, me dedicaria a poner en orden mis cosas y a asegurar un traspaso ordenado a mis sucesores, pero claro, yo es que me eduqué en Alemania.
¿Y si te quedasen seis meses de vida no sólo a ti, sino a todo el mundo? ¿A que eso ya es más complejo? Pues supongo que mucha gente insistiría especialmente en lo del jolgorio, y a otros nos entrarían ganas de pasar a la otra vida lo mejor preparados posible y nos dedicaríamos a prácticas ascéticas y cosas de ésas conducentes a ganarse el Cielo.
Aquí, las cosas son algo más radicales.
A saber cómo, el líder de una congegación religiosa, ortodoxa a su manera, que responde al nombre de Pyotr Kuznetsov, o padre Pyotr, ha calculado que el fin del mundo llegará en mayo del año que viene. Además de esas cualidades proféticas, el padre Pyotr tiene el suficiente carisma como para convencer a sus seguidores de que se pongan a cavar, y así se han puesto manos a la obra desde hace varios meses, en un oscuro lugar de región de Penza, hasta conseguir un pedazo de gruta impresionante, que, según algunos, llega a medir hasta cuatro kilómetros de longitud. Para mí que en la región de Penza han devaluado el kilómetro, porque parece mucho, pero enjundiosa seguro que es un rato.
Pues bien, hace algunas semanas, treinta seguidores del padre Pyotr se metieron en la gruta y la tapiaron concienzudamente, excepto algún que otro orificio de ventilación, encerrándose dentro con bombonas de gas, grano en abundancia y media tonelada de miel. No una jarrita, como Caperucita Roja, sino media tonelada, a saco paco. Y allí están los fieles, algunos con títulos universitarios, hombres, mujeres y niños, a cosa de doce grados escasitos, esperando a que llegue mayo y con él el fin del mundo. Y que no hay quien los saque de allí.
Las enseñanzas del padre Pyotr, aparte del atrincheramiento en cuevas, no se crea que son tan malas. Su doctrina incluye no ver la televisión (cosa aconsejable, sobre todo en España), no escuchar la radio (cosa nada desdeñable tampoco), quemar los pasaportes y los documentos de identidad (los negretes de las pateras también lo hacen) y no tocar el dinero con las manos (la verdad es que, habiendo tarjetas de crédito, casi es mejor). Ahora el padre Pyotr está, al parecer, en tratamiento psiquiátrico, y no es la primera vez que le ocurre, pero no está tan chiflado como parece. De hecho, mientras sus seguidores tapiaban la entrada de la cueva y se disponían a ponerse morados de miel bajo tierra durante los próximos seis meses, él se quedó en la superficie, porque "alguien tenía que mantener el contacto con Dios y limpiar de nieve los conductos de ventilación por donde la gente respira". Está en todo.
¿Y si te quedasen seis meses de vida no sólo a ti, sino a todo el mundo? ¿A que eso ya es más complejo? Pues supongo que mucha gente insistiría especialmente en lo del jolgorio, y a otros nos entrarían ganas de pasar a la otra vida lo mejor preparados posible y nos dedicaríamos a prácticas ascéticas y cosas de ésas conducentes a ganarse el Cielo.
Aquí, las cosas son algo más radicales.
A saber cómo, el líder de una congegación religiosa, ortodoxa a su manera, que responde al nombre de Pyotr Kuznetsov, o padre Pyotr, ha calculado que el fin del mundo llegará en mayo del año que viene. Además de esas cualidades proféticas, el padre Pyotr tiene el suficiente carisma como para convencer a sus seguidores de que se pongan a cavar, y así se han puesto manos a la obra desde hace varios meses, en un oscuro lugar de región de Penza, hasta conseguir un pedazo de gruta impresionante, que, según algunos, llega a medir hasta cuatro kilómetros de longitud. Para mí que en la región de Penza han devaluado el kilómetro, porque parece mucho, pero enjundiosa seguro que es un rato.
Pues bien, hace algunas semanas, treinta seguidores del padre Pyotr se metieron en la gruta y la tapiaron concienzudamente, excepto algún que otro orificio de ventilación, encerrándose dentro con bombonas de gas, grano en abundancia y media tonelada de miel. No una jarrita, como Caperucita Roja, sino media tonelada, a saco paco. Y allí están los fieles, algunos con títulos universitarios, hombres, mujeres y niños, a cosa de doce grados escasitos, esperando a que llegue mayo y con él el fin del mundo. Y que no hay quien los saque de allí.
Las enseñanzas del padre Pyotr, aparte del atrincheramiento en cuevas, no se crea que son tan malas. Su doctrina incluye no ver la televisión (cosa aconsejable, sobre todo en España), no escuchar la radio (cosa nada desdeñable tampoco), quemar los pasaportes y los documentos de identidad (los negretes de las pateras también lo hacen) y no tocar el dinero con las manos (la verdad es que, habiendo tarjetas de crédito, casi es mejor). Ahora el padre Pyotr está, al parecer, en tratamiento psiquiátrico, y no es la primera vez que le ocurre, pero no está tan chiflado como parece. De hecho, mientras sus seguidores tapiaban la entrada de la cueva y se disponían a ponerse morados de miel bajo tierra durante los próximos seis meses, él se quedó en la superficie, porque "alguien tenía que mantener el contacto con Dios y limpiar de nieve los conductos de ventilación por donde la gente respira". Está en todo.
lunes, 19 de noviembre de 2007
Brasas
Región de Moscú, a un porrón de kilómetros de la capital, seis de la tarde, noche cerradísima, tres grados bajo cero.
- Vamos a hacer unos shashliks.
- ¿Tenéis mangal (brasero)? ¿Y shampury (brochetas)?
- No, tenemos una reshyotka (parrilla). Y lo hacemos en el paellero.
- ¿Y funciona?
- Bueno, no va mal.
- Habrá que hacer las brasas.
- A ver... ¡bien! Medio saco de carbón.
- ¿Habrá bastante? ¡Que aquí hay un montón de carne!
Y la había, recién comprada y adobada con mahonesa. Y tres pedazos de salmón (que ya es capricho ir a comprar salmón tan lejos del mar). Y dos ruedas de longaniza rusa, y hasta algo de embutido español.
- Ahí tenemos madera. Habrá que ir a por ella.
Con los gorros (o la boina, según quién) bien calados, un vientecillo que pa qué, una carretilla y algo de paciencia, apareció la leña por los alrededores del paellero.
- Mmm... deberíamos comprar líquido para que el fuego prenda bien.
- No vendría mal, no ¿No valdrá con vodka?
- Estooo... quizá no.
- Vamos a hacer la madera algo más pequeña.
- La corteza salta bien.
- Bueno, con el periódico ya parece que prende.
- Ya prende, ya.
(...)
- Cómo hipnotiza el fuego, ¿eh?
(...)
- Pero, ¿aquí se hace brasa o qué?
- Trae otra cerveza, que ya se han acabado todas éstas.
- ¿Ya?
- Pues ya ¡Si han pasado dos horas y pico, y seguimos aquí!
- Anda, trae el mangal, a ver pasamos las brasas que sean de aquí allá, que lo del paellero no funciona.
- ¡Pero si yo hago esto todos los días! Que sí que funciona.
- ¡Pero es que no ves que no!
- Que sí, que aquí hay una temperatura de la leche.
- La culpa es de la puñetera madera ésta, que no hace brasa ni por morir.
- Aquí iríamos bien con leña de naranjo.
- O de olivo.
- ¿Y esto de que será?
- Puf, no sé... de abeto o cualquier otra porquería.
(...)
- ¡Abi! ¿Qué fas aci? (¡Abi! ¿Qué haces aquí?)
- ¿Encara no està a punt? (¿Aún no está a punto?)
- Li falta una miqueta. Torna a la casa, que aci fa fred. (Le falta un poco. Vuelve a la casa, que aquí hace frío)
- És que m'interessa molt. (Es que me interesa mucho)
- Anda, queda't, pero no més un ratet ¡Eh! No t'apropes al foc. (Anda, quédate, pero sólo un ratito ¡Eh! No te acerques al fuego)
- Oooh... qué bonico.
(...)
- Oye, que son casi las diez. Pon la llama más alta.
- No, que se torrará por fuera y no se hará por dentro.
- Corramos el riesgo, que yo estoy muerto de hambre.
- Pero, ¿qué haces?
- ¡Bah! Estoy tirando el embutido directamente sobre las brasas.
- Pero tío, que eso es una locura.
- Sí, pues con esa idea tuya del papel de aluminio iba demasiado lento.
- Pues yo lo he hecho muchas veces en el monte, y estaba bueno.
- Sí... bueno... muerto de hambre es como debías estar.
(...)
- ¡Ame! ¿Ara tú?
- Sí, hola ¿Qué fas, papà, qué fas?
- Estem torrant carn.
- Ohhh... qué bonico ¿Puc jo, papà, puc torrar jo?
- Quan sigues major.
- Pero jo ja soc major.
(...)
- Uf, qué ganas tenía de entrar.
- Menudo frío que hacía ahí fuera.
- Mmmm... sírveme un pedazo de carne.
- ¿Poco hecha o poco hecha?
- Poco hecha, sí, sí, me encanta la carne poco hecha.
- Menos mal.
- Vamos a hacer unos shashliks.
- ¿Tenéis mangal (brasero)? ¿Y shampury (brochetas)?
- No, tenemos una reshyotka (parrilla). Y lo hacemos en el paellero.
- ¿Y funciona?
- Bueno, no va mal.
- Habrá que hacer las brasas.
- A ver... ¡bien! Medio saco de carbón.
- ¿Habrá bastante? ¡Que aquí hay un montón de carne!
Y la había, recién comprada y adobada con mahonesa. Y tres pedazos de salmón (que ya es capricho ir a comprar salmón tan lejos del mar). Y dos ruedas de longaniza rusa, y hasta algo de embutido español.
- Ahí tenemos madera. Habrá que ir a por ella.
Con los gorros (o la boina, según quién) bien calados, un vientecillo que pa qué, una carretilla y algo de paciencia, apareció la leña por los alrededores del paellero.
- Mmm... deberíamos comprar líquido para que el fuego prenda bien.
- No vendría mal, no ¿No valdrá con vodka?
- Estooo... quizá no.
- Vamos a hacer la madera algo más pequeña.
- La corteza salta bien.
- Bueno, con el periódico ya parece que prende.
- Ya prende, ya.
(...)
- Cómo hipnotiza el fuego, ¿eh?
(...)
- Pero, ¿aquí se hace brasa o qué?
- Trae otra cerveza, que ya se han acabado todas éstas.
- ¿Ya?
- Pues ya ¡Si han pasado dos horas y pico, y seguimos aquí!
- Anda, trae el mangal, a ver pasamos las brasas que sean de aquí allá, que lo del paellero no funciona.
- ¡Pero si yo hago esto todos los días! Que sí que funciona.
- ¡Pero es que no ves que no!
- Que sí, que aquí hay una temperatura de la leche.
- La culpa es de la puñetera madera ésta, que no hace brasa ni por morir.
- Aquí iríamos bien con leña de naranjo.
- O de olivo.
- ¿Y esto de que será?
- Puf, no sé... de abeto o cualquier otra porquería.
(...)
- ¡Abi! ¿Qué fas aci? (¡Abi! ¿Qué haces aquí?)
- ¿Encara no està a punt? (¿Aún no está a punto?)
- Li falta una miqueta. Torna a la casa, que aci fa fred. (Le falta un poco. Vuelve a la casa, que aquí hace frío)
- És que m'interessa molt. (Es que me interesa mucho)
- Anda, queda't, pero no més un ratet ¡Eh! No t'apropes al foc. (Anda, quédate, pero sólo un ratito ¡Eh! No te acerques al fuego)
- Oooh... qué bonico.
(...)
- Oye, que son casi las diez. Pon la llama más alta.
- No, que se torrará por fuera y no se hará por dentro.
- Corramos el riesgo, que yo estoy muerto de hambre.
- Pero, ¿qué haces?
- ¡Bah! Estoy tirando el embutido directamente sobre las brasas.
- Pero tío, que eso es una locura.
- Sí, pues con esa idea tuya del papel de aluminio iba demasiado lento.
- Pues yo lo he hecho muchas veces en el monte, y estaba bueno.
- Sí... bueno... muerto de hambre es como debías estar.
(...)
- ¡Ame! ¿Ara tú?
- Sí, hola ¿Qué fas, papà, qué fas?
- Estem torrant carn.
- Ohhh... qué bonico ¿Puc jo, papà, puc torrar jo?
- Quan sigues major.
- Pero jo ja soc major.
(...)
- Uf, qué ganas tenía de entrar.
- Menudo frío que hacía ahí fuera.
- Mmmm... sírveme un pedazo de carne.
- ¿Poco hecha o poco hecha?
- Poco hecha, sí, sí, me encanta la carne poco hecha.
- Menos mal.
viernes, 16 de noviembre de 2007
Pinchando
Iba yo a ponerme con el prometido relato de los cuatro españoles luchando con los platos típicos rusos, cuando me llegó el comentario de Kloonich en mi sesuda entrada sobre Georgia. Viene a decir Kloonich que cosas como ésas no interesan a nadie y que echa de menos los tiempos en que era escribir yo algo y aparecer en la bitácora una caterva de rusófilos ofendidos poniendo a caldo al autor de la entrada y a sus partidarios, si es que alguno se atrevía a echarles en cara su actitud.
Vamos, que opina que me estoy poniendo blando.
Y puede que tenga razón. Y se nota cuando uno repasa los momentos estelares de noviembre del año pasado, en que desembarcó un comando de rusófilos enojados, procedentes de un portal sobradamente conocido sobre Rusia que voy a prescindir de nombrar con la esperanza, después de todo, de no atraer las iras de aquellos cruzados de la rusofilia, que más adelante volvieron a lanzar sus invectivas por estas pantallas y que ya han apagado sus voces (salvo algún ladrido castrense).
No se crea por ello que no están alerta, no. La rusofilia, como todas las pasiones, no admite bromas sobre ciertos extremos especialmente queridos (a mí me pasa, por ejemplo, con el arroz), y así persigue todas las injurias que perciben sobre el objeto de su pasión. Algo semejante ha pasado con el enlace que el otro día me envío un protagonista esporádico de esta bitácora. Lo podemos ver aquí.
El vídeo, casi con toda seguridad, es un buen montaje, aunque no excluyamos que esté basado en hechos cercanos a la realidad, porque la afición en Rusia, primero al alcohol, y luego a las galletas, es como para tener en cuenta, pero desde luego tiene poco de "tradicional". Pero no es eso lo que cuenta, sino la actitud indignada de la comentarista que pone verde a quien puso la entrada, quejándose con cajas destempladas de lo que pasa.
Y, para terminar, un caso claro que despertó la iras entre los rusófilos que en el mundo han sido. No se entiende ni jota en España, pero lo que viene a decir el minero de la entrevista es que están en huelga porque llevan varios meses de retraso en el pago de salarios (cosa lamentable que estaba a la orden del día hace unos años y que, pese a las optimistas proclamas de los Nashi, todavía ocurre, aunque menos). El vídeo es auténtico.
Y claro, el borracho de fondo era algo demasiado goloso para dejarlo correr así como así, de manera que los gomaespumosos de siempre decidieron utilizarlo para reírse un rato y crearon este otro, que se diferencia del anterior en los subtítulos, con una traducción... poco literal de la entrevista.
Según quien lo lea, puede tener mucha o poca gracia, pero hubo un grupo, compuesto por los cruzados de arriba, que empezó a llenarse la boca de las palabras "desinformación", que es una de sus favoritas y, de hecho, es la menos malsonante de las que conocen. Porque son gente muy culta, seguro, pero hay que ver lo malhablados que pueden llegar a ser.
(¿Qué, Kloonich, contento?)
(Bueno, la próxima entrada ya me meto con la elaboración del shashlyk por los cuatro españoles de marras, que esto ya parece el "Aquí hay tomate" antes de la publicidad)
Vamos, que opina que me estoy poniendo blando.
Y puede que tenga razón. Y se nota cuando uno repasa los momentos estelares de noviembre del año pasado, en que desembarcó un comando de rusófilos enojados, procedentes de un portal sobradamente conocido sobre Rusia que voy a prescindir de nombrar con la esperanza, después de todo, de no atraer las iras de aquellos cruzados de la rusofilia, que más adelante volvieron a lanzar sus invectivas por estas pantallas y que ya han apagado sus voces (salvo algún ladrido castrense).
No se crea por ello que no están alerta, no. La rusofilia, como todas las pasiones, no admite bromas sobre ciertos extremos especialmente queridos (a mí me pasa, por ejemplo, con el arroz), y así persigue todas las injurias que perciben sobre el objeto de su pasión. Algo semejante ha pasado con el enlace que el otro día me envío un protagonista esporádico de esta bitácora. Lo podemos ver aquí.
El vídeo, casi con toda seguridad, es un buen montaje, aunque no excluyamos que esté basado en hechos cercanos a la realidad, porque la afición en Rusia, primero al alcohol, y luego a las galletas, es como para tener en cuenta, pero desde luego tiene poco de "tradicional". Pero no es eso lo que cuenta, sino la actitud indignada de la comentarista que pone verde a quien puso la entrada, quejándose con cajas destempladas de lo que pasa.
Y, para terminar, un caso claro que despertó la iras entre los rusófilos que en el mundo han sido. No se entiende ni jota en España, pero lo que viene a decir el minero de la entrevista es que están en huelga porque llevan varios meses de retraso en el pago de salarios (cosa lamentable que estaba a la orden del día hace unos años y que, pese a las optimistas proclamas de los Nashi, todavía ocurre, aunque menos). El vídeo es auténtico.
Y claro, el borracho de fondo era algo demasiado goloso para dejarlo correr así como así, de manera que los gomaespumosos de siempre decidieron utilizarlo para reírse un rato y crearon este otro, que se diferencia del anterior en los subtítulos, con una traducción... poco literal de la entrevista.
Según quien lo lea, puede tener mucha o poca gracia, pero hubo un grupo, compuesto por los cruzados de arriba, que empezó a llenarse la boca de las palabras "desinformación", que es una de sus favoritas y, de hecho, es la menos malsonante de las que conocen. Porque son gente muy culta, seguro, pero hay que ver lo malhablados que pueden llegar a ser.
(¿Qué, Kloonich, contento?)
(Bueno, la próxima entrada ya me meto con la elaboración del shashlyk por los cuatro españoles de marras, que esto ya parece el "Aquí hay tomate" antes de la publicidad)
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Pasajeros españoles
Pues ya iba yo a seguir con las vivencias de cuatro españoles tratando de cocinar un "shashlyk", como dejé dicho, cuando me he encontrado con una noticia impactante de última hora, y es que hay pasajeros españoles sensiblemente peores que los pasajeros rusos que he criticado en otras ocasiones (en ésta y en ésta otra), y encima son famosos. A saber lo que haría el sujeto éste para que al comandante se le hincharan las narices y, a medio vuelo transoceánico, decidiera que ya estaba bien y que se volvían a Barajas a desembarcar al energúmeno.
Parece que el tal Melendi, que debe ser alguien que se pone tos los días, como la luna de una de sus canciones, y la mujer que iba con él, que menuda pájara debe ser, debía andar en un estado realmente lamentable para que ¡en clase "business"! decidieran que no le daban más de beber. Dios mío, si casi recuerdo con veneración el par de viajes que he hecho en business. Si las azafatas no paraban de ofrecerme lo que quisiera, e incluso ponían morritos de contrariedad cuando les decía que no, que ya no podía ingerir nada más y que si quería algo ya se lo pediría.
¡Mira que no darle más de beber al pobre hombre! ¡Qué vergüenza! Ya me imagino su próximo disco, que seguro que incluye algún tema dedicado al auxiliar de vuelo que le redujo y al comandante que tomó la decisión de mandar el viaje a freír espárragos y volverse a casa. O a los pasajeros de clase turista, que debían estar flipando.
Yo no sé qué hubiera pasado en Aeroflot, compañía mucho más indulgente con el bebercio, pero que tampoco tiene contemplaciones cuando la cosa se tuerce. Quizá estaríamos lamentando la prematura retirada de la escena de una de las figuras más prometedoras de la canción española por una inoportuna lesión en la garganta.
Pero de Iberia, la verdad, no me esperaba esta reacción. Se ve que la compañía se está haciendo progresivamente intolerante, reaccionaria y hasta fascista. A partir de ahora voy a volar más con ellos.
Parece que el tal Melendi, que debe ser alguien que se pone tos los días, como la luna de una de sus canciones, y la mujer que iba con él, que menuda pájara debe ser, debía andar en un estado realmente lamentable para que ¡en clase "business"! decidieran que no le daban más de beber. Dios mío, si casi recuerdo con veneración el par de viajes que he hecho en business. Si las azafatas no paraban de ofrecerme lo que quisiera, e incluso ponían morritos de contrariedad cuando les decía que no, que ya no podía ingerir nada más y que si quería algo ya se lo pediría.
¡Mira que no darle más de beber al pobre hombre! ¡Qué vergüenza! Ya me imagino su próximo disco, que seguro que incluye algún tema dedicado al auxiliar de vuelo que le redujo y al comandante que tomó la decisión de mandar el viaje a freír espárragos y volverse a casa. O a los pasajeros de clase turista, que debían estar flipando.
Yo no sé qué hubiera pasado en Aeroflot, compañía mucho más indulgente con el bebercio, pero que tampoco tiene contemplaciones cuando la cosa se tuerce. Quizá estaríamos lamentando la prematura retirada de la escena de una de las figuras más prometedoras de la canción española por una inoportuna lesión en la garganta.
Pero de Iberia, la verdad, no me esperaba esta reacción. Se ve que la compañía se está haciendo progresivamente intolerante, reaccionaria y hasta fascista. A partir de ahora voy a volar más con ellos.
lunes, 12 de noviembre de 2007
Toponimia rusa
Los nombres de las ciudades rusas son más interesantes de lo que pueda parecer. De esta manera, cuando uno se dedica a viajar en coche, puede entretener su tiempo mirando los carteles de los pueblos y ciudades que se va encontrando, e imaginando cómo se dirían en castellano.
Y es que hay casos en que, traduciendo y retorciendo un poquillo, salen cosas bastante españolas. Así, una ciudad importante es "Novgorod", que, literalmente, no es sino "Villanueva", y es más, existe "Nizhny Novgorod", que es "Villanueva de Abajo". No parece sino que estemos en plena Castilla. Y tenemos más ejemplos, pero, más que entre las grandes ciudades, queda más claro entre los pueblecillos.
El sábado por la mañana, salimos de Moscú por Kashirskoye Shosse, literalmente la carretera de Kashira, que es una ciudad situada al sur, a unos ciento y pico kilómetros ¿De dónde vendrá la palabra "Kashira"? Suena a "kasha", o sea, papilla o puré ¿"Pueblapuré"?
Las ciudades-dormitorios que inmediatamente rodean a Moscú son lugares totalmente anodinos construidos en período bolchevique, en tiempos de idolatría de cosas tan mal vistas hoy en día como tecnificación, industrialización y emisiones de gases de efecto invernadero. El primer pueblo se llama, atención, "Mosrentgen", cuya traducción literal es "Rayos X de Moscú". Efectivamente, allí hay una fábrica de aparatos de rayos X, pero hoy día suena un poco fuerte. En España, cuando una empresa da nombre a un pueblo, se procura ser un poco más poético. Fijémonos en "Ojos Negros", que suena bonito (aunque se trata de minas de carbón).
La siguiente ciudad es, otra vez, "Gazoprovoda", o sea, "Tubería de Gas", por lo que uno puede imaginarse cuál es el negocio de la localidad. Hermoso, lo que se dice, hermoso, pues no lo es, pero, eso sí, nadie puede negar lo descriptivo que resulta. Y ahora vamos a por los pueblos siguientes:
"Kommunarka", es decir, "Comunera", es la siguiente ¿Y acaso no existe en España un "Villalar de los Comumeros"? Hasta aquí, rojillo, pero aceptable.
"Sosenki", "Pinitos". Tampoco suena mal, no.
"Desna", "Encía". Parece un lugar ideal para que se establezcan los dentistas. Rarillo, pero tiene un pase.
"Vatutinki" no quiere decir nada, directamente, pero suena a "Vata", que es "algodón en rama", así que tendríamos "Algodoncillos". Me imagino un pueblo así en Murcia o Cuenca y me cuadra perfectamente. Vale.
"Troitsk", éste sí que es grande, lo podríamos traducir como "Trinidad", nada difícil de encontrar en la península, desde luego.
"Krasnaya Pakhra". "Krasny" es "rojo", pero "Pakhra", que yo sepa, no quiere decir nada. Suena a "Pakh", ingle, a "pakhat", "arar", o a "pakhnut", oler. Pero, como entretanto ya estamos en pleno campo, lo segundo parece más probable. Digamos que sea "Arado Rojo", que suena bastante comunista y proletario, la verdad.
"Chirikovo", "Pueblagorjeos". Mmmm... se nota que ya estamos en el campo, y los nombres empiezan a ser bucólicos.
"Golokhvastovo", ufff... suena a "Desnudorgulloso", vamos, alguien que se jacta de andar por ahí en pelotas. O bien, "simplemente jactancioso". Recontra.
"Babenki", "Mozuelas guerreras". Dios mío, después de los del pueblo vecino, ahora vienen éstas arpías. La que pueden montar en la comarca.
"Mochá", literalmente, "Meado" o, si se quiere un poco más fino, "Orina". Ahí se han pasado. Los de los pueblos vecinos, que no se reirán ni nada, ya saben a dónde ir cuando les entre el aprieto.
"Voronovo", o sea, "Villacuervos", y eso sí que es Rusia profunda, o España profunda. Profundidad de país, ya lo creo.
"Kresty", "Cruces". Bueno, esto ya es más normalito.
Y ya llegamos a nuestro destino. En la siguiente entrada, después de un viaje tan curioso, veremos cómo se las apañan cuatro españoles en mitad de Rusia para hacer un "shashlyk", o sea, un pincho moruno a la rusa, en lugar de una paella, que es lo que saben hacer realmente. Pero eso será en la siguiente.
Y es que hay casos en que, traduciendo y retorciendo un poquillo, salen cosas bastante españolas. Así, una ciudad importante es "Novgorod", que, literalmente, no es sino "Villanueva", y es más, existe "Nizhny Novgorod", que es "Villanueva de Abajo". No parece sino que estemos en plena Castilla. Y tenemos más ejemplos, pero, más que entre las grandes ciudades, queda más claro entre los pueblecillos.
El sábado por la mañana, salimos de Moscú por Kashirskoye Shosse, literalmente la carretera de Kashira, que es una ciudad situada al sur, a unos ciento y pico kilómetros ¿De dónde vendrá la palabra "Kashira"? Suena a "kasha", o sea, papilla o puré ¿"Pueblapuré"?
Las ciudades-dormitorios que inmediatamente rodean a Moscú son lugares totalmente anodinos construidos en período bolchevique, en tiempos de idolatría de cosas tan mal vistas hoy en día como tecnificación, industrialización y emisiones de gases de efecto invernadero. El primer pueblo se llama, atención, "Mosrentgen", cuya traducción literal es "Rayos X de Moscú". Efectivamente, allí hay una fábrica de aparatos de rayos X, pero hoy día suena un poco fuerte. En España, cuando una empresa da nombre a un pueblo, se procura ser un poco más poético. Fijémonos en "Ojos Negros", que suena bonito (aunque se trata de minas de carbón).
La siguiente ciudad es, otra vez, "Gazoprovoda", o sea, "Tubería de Gas", por lo que uno puede imaginarse cuál es el negocio de la localidad. Hermoso, lo que se dice, hermoso, pues no lo es, pero, eso sí, nadie puede negar lo descriptivo que resulta. Y ahora vamos a por los pueblos siguientes:
"Kommunarka", es decir, "Comunera", es la siguiente ¿Y acaso no existe en España un "Villalar de los Comumeros"? Hasta aquí, rojillo, pero aceptable.
"Sosenki", "Pinitos". Tampoco suena mal, no.
"Desna", "Encía". Parece un lugar ideal para que se establezcan los dentistas. Rarillo, pero tiene un pase.
"Vatutinki" no quiere decir nada, directamente, pero suena a "Vata", que es "algodón en rama", así que tendríamos "Algodoncillos". Me imagino un pueblo así en Murcia o Cuenca y me cuadra perfectamente. Vale.
"Troitsk", éste sí que es grande, lo podríamos traducir como "Trinidad", nada difícil de encontrar en la península, desde luego.
"Krasnaya Pakhra". "Krasny" es "rojo", pero "Pakhra", que yo sepa, no quiere decir nada. Suena a "Pakh", ingle, a "pakhat", "arar", o a "pakhnut", oler. Pero, como entretanto ya estamos en pleno campo, lo segundo parece más probable. Digamos que sea "Arado Rojo", que suena bastante comunista y proletario, la verdad.
"Chirikovo", "Pueblagorjeos". Mmmm... se nota que ya estamos en el campo, y los nombres empiezan a ser bucólicos.
"Golokhvastovo", ufff... suena a "Desnudorgulloso", vamos, alguien que se jacta de andar por ahí en pelotas. O bien, "simplemente jactancioso". Recontra.
"Babenki", "Mozuelas guerreras". Dios mío, después de los del pueblo vecino, ahora vienen éstas arpías. La que pueden montar en la comarca.
"Mochá", literalmente, "Meado" o, si se quiere un poco más fino, "Orina". Ahí se han pasado. Los de los pueblos vecinos, que no se reirán ni nada, ya saben a dónde ir cuando les entre el aprieto.
"Voronovo", o sea, "Villacuervos", y eso sí que es Rusia profunda, o España profunda. Profundidad de país, ya lo creo.
"Kresty", "Cruces". Bueno, esto ya es más normalito.
Y ya llegamos a nuestro destino. En la siguiente entrada, después de un viaje tan curioso, veremos cómo se las apañan cuatro españoles en mitad de Rusia para hacer un "shashlyk", o sea, un pincho moruno a la rusa, en lugar de una paella, que es lo que saben hacer realmente. Pero eso será en la siguiente.
viernes, 9 de noviembre de 2007
El marchitar de las rosas
Sabe Dios que por estas pantallas se asoman pocas veces asuntos de política, y mucho menos de política internacional, pero ahora me apetece escribir algo sobre Georgia, ese país en el que he estado un par de veces en los dos últimos años y al que, al parecer, no volveré en algún tiempo, porque, tal y como están las cosas y con el enfurruñamiento que hay entre Georgia y Rusia, sin vuelos directos desde hace tiempo y con las tropas de ambos países mirándose por el catalejo, la cosa pinta chunga.
En la televisión rusa, los últimos sucesos en Georgia, con manifas a grito pelado delante de los edificios oficiales, se han retratado como era de esperar, poniendo a caldo al presidente Saakashvili, y lo mismo pasa en casi todos los medios. De hecho, la foto que ilustra esta entrada es de Itar-Tass, la agencia oficial de noticias rusa (y prometo quitarla en cuanto me lo pidan, no faltaría más) y parece tomada de la página de los Nashi (por cierto, hoy he visto un par de patrullas de esta juventud gloriosa, puro ardor guerrero, deambulando por el centro, así que preparémonos).
Servidor tira más, para informarse, por Gazeta, como saben los que hayan mirado los enlaces de la derecha. Ahí las cosas son un poco menos tendenciosas, y he encontrado este artículo que me ha parecido interesante. No presenta un estilo impecable, supongo que a causa de las prisas, pero tiene su miga.
Bueno, y para aquéllos a quienes se les haga algo pesado el ruso, ahí va la traducción. Ojo que es largo.
EL MARCHITAR DE LAS ROSAS
Actualización: El miércoles por la tarde, poco después de que este artículo fuera escrito (aunque antes de que fuera traducido), el Gobierno georgiano decreto el estado de excepción y cerró todas las cadenas de televisión opositoras, incluida la que es objeto del artículo. No somos nadie.
En la televisión rusa, los últimos sucesos en Georgia, con manifas a grito pelado delante de los edificios oficiales, se han retratado como era de esperar, poniendo a caldo al presidente Saakashvili, y lo mismo pasa en casi todos los medios. De hecho, la foto que ilustra esta entrada es de Itar-Tass, la agencia oficial de noticias rusa (y prometo quitarla en cuanto me lo pidan, no faltaría más) y parece tomada de la página de los Nashi (por cierto, hoy he visto un par de patrullas de esta juventud gloriosa, puro ardor guerrero, deambulando por el centro, así que preparémonos).
Servidor tira más, para informarse, por Gazeta, como saben los que hayan mirado los enlaces de la derecha. Ahí las cosas son un poco menos tendenciosas, y he encontrado este artículo que me ha parecido interesante. No presenta un estilo impecable, supongo que a causa de las prisas, pero tiene su miga.
Bueno, y para aquéllos a quienes se les haga algo pesado el ruso, ahí va la traducción. Ojo que es largo.
EL MARCHITAR DE LAS ROSAS
Si las emisoras rusas hubieran cubierto con tanta pasión con la que lo han hecho las acciones de protesta en Georgia las marchas de los discordantes en Moscú, entonces no tendrían precio. Si en Rusia quedara siquiera un canal al cual pudieran ir todos los líderes de la oposición y hablar abiertamente sobre la situación en el país, viviríamos en otro país. Tal país apenas recordaría a la intranquila Georgia, porque nosotros tenemos otro temperamento, pero sería tanto más parecida a un país democrático. Rusia extrae de Georgia un dibujo que demuestra que Georgia ha dado un paso adelante gigantesco por comparación con nosotros: se ha convertido en un país en el que hay distintas opiniones, donde hay derecho a expresarlas, donde hay posibilidad de expresarlas, y donde el pueblo tiene la posibilidad de seguir lo sucedido en directo. Y usted también puede: basta con que entre en la página de internet de la cadena de televisión "Imedi" y pinche en "Live". Seguramente usted no entenderá lo que dicen, pero puede mirar lo que pasa allí hoy y ahora. Sí, allí hay sólo un canal semejante, pero existe. Y eso un logro del poder. Creo que Saakashvili no entiende siquiera qué logro es ése, ese canal que, supongo, le enoja enormemente.
Nosotros también tuvimos una situación en que sólo quedaba un canal, y ya no está. E incluso hubo una situación en la que sólo quedaba un programa, pero tampoco está. Al final cambió el país.
Los georgianos han conservado el derecho y los instrumentos de cuestionar las acciones del poder, al que en su día cubrieron de rosas. Bueno, ¿y de que se alegra tanto la propaganda rusa? ¿De las protestas contra su odiado Saakashvili? ¿De la crisis? ¿De las oleadas de gente frente al edificio del Gobierno? ¿De la aparición de diversidad de opiniones, de las que el poder ruso se ha ido librando con éxito en estos siete años? Si el Ministro de Asuntos Exteriores, señor Lavrov, no quiere mezclarse en los asuntos internos de Georgia, ¿para que diantre llama despectivamente al presidente de un país extranjero "este político"? Que pruebe a llamar así a Bush, o a Merkel, o a Ajmadinejad, por ejemplo.
Rusia perdió a Georgia no porque Saakshvili se convirtiera en el líder del país, sino porque Rusia no puede conformarse con el hecho de que aquella Georgia, a la que estaba acostumbrada a relacionarse con un esnobismo imperial, ya no existe. Y no existirá nunca. Por muy fuerte y grande que se considere Rusia, y por muy pequeña, débil e insignificante que considere a Georgia. Georgia no se conformará cor la partición de hecho de su territorio, no perdonará la ofensiva campaña antigeorgiana y no olvidará las sanciones económicas. Rusia perdió Georgia, porque no pudo superar su propio rechazo ante las revoluciones democráticas, porque al poder ruso le persigue la pesadilla de un pueblo que sale a la calle, sea con flores o sin ellas. Rusia perdió Georgia (como también, por cierto, Ucrania) simplemente por miedo, por paradójico que suene. El poder ruso ni siquiera ha intentado elevarse por encima de sus propios complejos y empezar a construir con Georgia relaciones normales de amistad. A lo largo de los últimos años que han pasado tras la revolución de las rosas, mi país sólo ha amontonado errores en relación a un país en el que querían a Rusia como en pocos sitios. Y el hecho de que ahora el Patriarca georgiano llame al país al diálogo y la tranquilidad, para "no dar a fuerzas exteriores la posibilidad de causar daño a nuestra patria" es una triste confirmación de ello. Es interesante, ¿qué fuerza exterior puede causar daño a Georgia?
Temo que sea la que aguarda con esperanza el momento en que a Saakashvili, acusado por la oposición de corrupción y autoritarismo, le pierdan los nervios y ponga en acción la fuerza. Entonces todos los canales rusos coincidirán en la histeria por causa de ese régimen sangriento. Hasta es terrible pensar qué contará desde la pantalla sobre "Misha" su tocayo Leontiev.
Desde luego, Saakashvili no es un ángel. No se suele elegir a ángeles como presidentes. Puede cometer errores, y ya los está cometiendo. Arrojar por la pantalla "escuchitas" y "manitas" por parte de los opositores es un argumento de pacotilla en la discusión con la oposición. Incluso si, digamos, habían seguido a los espías rusos, da lo mismo, las fotografías y las escuchas de las conversaciones telefónicas ya de por sí, y no digamossu publicación, son el argumento más inadecuado y primitivo en la discusión con los miles de personas que han salido a la calle para expresar su desconfianza al poder. Este argumento trabaja contra el gobierno. A favor del gobierno puede trabajar el diálogo y la salida del Presidente al encuentro con los manifestantes, pero no los atributos de los servicios secretos o, no lo permita Dios, las balas.
Saakashvili, o bien soporta la prueba de democracia, a olas de la cual llegó al poder, o no. A Moscú la democracia le importa un rábano, pero le gustaría mucho que el proyecto "Saakashvili" fracasara. También le gustaría que fracasara el proyecto "Yuschenko". Cualquier desestabilización de la situación en estos dos países provoca en Rusia un entusiasmo histérico de los cometaristas políticos. Inscritas en un paisaje geopolítico más general, las crisis en los países que han pasado por las revoluciones "de colores", dan a Rusia argumentos suplementarios en las conversaciones con Occidente, tanto en una serie de problemas internacionales discutidos, como a propósito de las especificidad de la democracia rusa. Comoquiera que Rusia contempla las revoluciones "de colores" únicamente como inventadas y financiadas por Occidente, las crisis en estos países las incluye automáticamente en su activo, no sólo como fracaso de Occidente en el territorio de la antigua URSS, sino como triunfo de la Rusia de Putin, que garantiza la estabilidad. Y esto viene muy bien para las elecciones, tanto para la exportación, como para el propio elector.
Actualización: El miércoles por la tarde, poco después de que este artículo fuera escrito (aunque antes de que fuera traducido), el Gobierno georgiano decreto el estado de excepción y cerró todas las cadenas de televisión opositoras, incluida la que es objeto del artículo. No somos nadie.
miércoles, 7 de noviembre de 2007
Penumbra
Dicen los moscovitas más orgullosos de su ciudad que son maestros en el arte de la iluminación, y que sus monumentos destacan especialmente por la noche, debido al efecto que ocasionan las luces que los apuntan, destacando sobre el resto de la ciudad en penumbra.
Desde otro punto de vista, podría decirse que en Moscú, en cuanto uno se aparta de las calles principales, no se ve tres en un burro, lo cual dice mucho menos del arte de la iluminación moscovita. Y es que estamos en noviembre, el mes gris por excelencia, la zona oscura del año, cuando la gente pasa por la calle entre tristona, porque el tiempo no da para más, y apresurada, porque ya empieza a hacer un biruji que deja a uno tieso a poco que se entretenga en la calle más de lo debido. No es extraño que Rusia sea un país con un nivel más que notable en marcha atlética, e incluso yo mismo he experimentado una mejora que no esperaba cuando vine.
No es una ciudad agradable, Moscú, en esta época del año. La gente espera que nieve dentro de poco, para que la nieve refleje la luz, por poca que ésta sea, y este reflejo dé algo de claridad al ambiente, pero la nieve se está haciendo la remolona ya desde hace un par de años. El año pasado cayó una nevada fuerte y luego las temperaturas subieron, todo se convirtió en un barrizal y el invierno quedó reducido a un par de semanas.
Este año hace más frío, el día se acorta por momentos, la nieve sigue sin aparecer y todo es gris y plomizo. Y si a esto unimos la iluminación de las calles secundarias o de los patios, que quizá evitarían incluso los personajes más tétricos de Dostoyevsky, pues la cosa no pinta demasiado alegre.
Pero eso sí, de repente das la vuelta a la esquina y te encuentras con un foco que refleja de lleno en la iglesia de enfrente. Y te alegras. Deslumbrado, entornando los ojos, pensando en lo bien iluminados que están los monumentos en Moscú y en la madre que parió al encargado de distribuir las bombillas públicas, pero te alegras.
Desde otro punto de vista, podría decirse que en Moscú, en cuanto uno se aparta de las calles principales, no se ve tres en un burro, lo cual dice mucho menos del arte de la iluminación moscovita. Y es que estamos en noviembre, el mes gris por excelencia, la zona oscura del año, cuando la gente pasa por la calle entre tristona, porque el tiempo no da para más, y apresurada, porque ya empieza a hacer un biruji que deja a uno tieso a poco que se entretenga en la calle más de lo debido. No es extraño que Rusia sea un país con un nivel más que notable en marcha atlética, e incluso yo mismo he experimentado una mejora que no esperaba cuando vine.
No es una ciudad agradable, Moscú, en esta época del año. La gente espera que nieve dentro de poco, para que la nieve refleje la luz, por poca que ésta sea, y este reflejo dé algo de claridad al ambiente, pero la nieve se está haciendo la remolona ya desde hace un par de años. El año pasado cayó una nevada fuerte y luego las temperaturas subieron, todo se convirtió en un barrizal y el invierno quedó reducido a un par de semanas.
Este año hace más frío, el día se acorta por momentos, la nieve sigue sin aparecer y todo es gris y plomizo. Y si a esto unimos la iluminación de las calles secundarias o de los patios, que quizá evitarían incluso los personajes más tétricos de Dostoyevsky, pues la cosa no pinta demasiado alegre.
Pero eso sí, de repente das la vuelta a la esquina y te encuentras con un foco que refleja de lleno en la iglesia de enfrente. Y te alegras. Deslumbrado, entornando los ojos, pensando en lo bien iluminados que están los monumentos en Moscú y en la madre que parió al encargado de distribuir las bombillas públicas, pero te alegras.
lunes, 5 de noviembre de 2007
Lácteos
Si hay algún tipo de producto de alimentación en el que los rusos nos dan sopas con ondas a los españoles, se trata indudablemente de los lácteos. Así como en España nos conformamos con leches, yogures, queso, mantequilla y poquita cosa más, aquí nos encontramos además con un mundo de leches, de distintos derivados, de yogures y todo tipo de fermentos a cual más sorprendente para el consumidor español. Kéfir, prostokvasha ("leche agria", lo llaman en español, pero yo creo que queda poco comercial), smetana (en este caso, lo llaman "nata agria" en castellano, lo que no contribuirá a popularizarlo por allí), ryazhenka... y toplyonnoe moloko.
Eso sí que es intraducible. Literalmente, leche caldeada, y de hecho en condiciones domésticas se requiere una caldera u horno especiales para elaborarlo. Se consigue hirviendo la leche normal, pero removiendo sin parar, para que no se forme nata en la parte superior, y luego se mantiene durante bastante tiempo, como ocho horas, a unos cuarenta grados, también removiendo, con lo cual se consiguen varias cosas. Una de ellas, que el azúcar que naturalmente tiene la leche se caramelice ligeramente, dando así al líquido un ligero tono marronáceo apenas perceptible. La otra es que, al evaporarse líquido, el porcentaje de grasa se eleva, lo que la hace un poquito más sabrosa, tampoco se crea que mucho más, que la leche entera ordinaria.
Y allí estaba yo, en el supermercado. Hacía tiempo que no tomaba esa leche y, al encontrarme con una caja llena, tomé una botella y la miré con interés. De inmediato, Ame salió corriendo de donde estaba y me agarró la pierna.
- ¡Sí, sí, papa, comprem orchata!
Qué más quisiera yo.
Eso sí que es intraducible. Literalmente, leche caldeada, y de hecho en condiciones domésticas se requiere una caldera u horno especiales para elaborarlo. Se consigue hirviendo la leche normal, pero removiendo sin parar, para que no se forme nata en la parte superior, y luego se mantiene durante bastante tiempo, como ocho horas, a unos cuarenta grados, también removiendo, con lo cual se consiguen varias cosas. Una de ellas, que el azúcar que naturalmente tiene la leche se caramelice ligeramente, dando así al líquido un ligero tono marronáceo apenas perceptible. La otra es que, al evaporarse líquido, el porcentaje de grasa se eleva, lo que la hace un poquito más sabrosa, tampoco se crea que mucho más, que la leche entera ordinaria.
Y allí estaba yo, en el supermercado. Hacía tiempo que no tomaba esa leche y, al encontrarme con una caja llena, tomé una botella y la miré con interés. De inmediato, Ame salió corriendo de donde estaba y me agarró la pierna.
- ¡Sí, sí, papa, comprem orchata!
Qué más quisiera yo.
viernes, 2 de noviembre de 2007
Publicistas
Para volver a la dura realidad del fin de las vacaciones y del retorno al curro y a Moscú, he aquí una muestra de cómo se las gastan aquí los publicistas. Y es que en España hay una utilización de la mujer-objeto cada vez más evidente entre los anunciantes, pero Rusia ha pasado rápidamente de la sobriedad y moralidad estricta propios del comunismo ortodoxo (no, el comunismo español es otra cosa, evidentemente) al extremo opuesto. Veamos.
Esto de la foto es un anuncio de ésos que llegan a los buzones de correo de las oficinas moscovitas. Evidentemente, no es un anuncio de ropa interior. Bueno, pues resulta que el texto reza así: "Utilizamos todos los métodos para conseguir un buen resultado. Recarga en Rusia de impresoras láser de color y de blanco y negro." Y luego sigue el teléfono y el enlace de los anunciantes. El cuadrado marrón que aparece ante las posaderas de la real moza no aparece en el anuncio original, sino que es cosa mía, que soy así, yo.
- ¿Y qué pinta ahí una mujer desnuda?
- Pues está de relleno
- Sí, como el tóner de las impresoras.
- Será por eso...
Esto de la foto es un anuncio de ésos que llegan a los buzones de correo de las oficinas moscovitas. Evidentemente, no es un anuncio de ropa interior. Bueno, pues resulta que el texto reza así: "Utilizamos todos los métodos para conseguir un buen resultado. Recarga en Rusia de impresoras láser de color y de blanco y negro." Y luego sigue el teléfono y el enlace de los anunciantes. El cuadrado marrón que aparece ante las posaderas de la real moza no aparece en el anuncio original, sino que es cosa mía, que soy así, yo.
- ¿Y qué pinta ahí una mujer desnuda?
- Pues está de relleno
- Sí, como el tóner de las impresoras.
- Será por eso...