En Rusia no se andan con milongas igualitaristas. Cuando hay que distinguir entre sexos, se distingue.
En el séptimo piso del centro comercial más pijo de Moscú hay una pista de patinaje. Para acceder a ella, ponerse los patines y la ropa, hay que pasar por los vestuarios.
Éste es el letrero colocado sobre la puerta de los vestuarios masculinos y que reza exactamente así: "Vestuario para hombres." Los dueños han considerado que esa información es suficiente.
A unos metros de allí, se encuentra el vestuario femenino. Igualmente, sobre la puerta hay un letrero similar: "Vestuario para mujeres".
Sin embargo, los dueños han creído necesario colocar un letrero sobre la pared ampliando la información, con un mensaje cuya traducción al castellano es la siguiente: "Éste es un vestuario para mujeres. Está terminantemente prohibida la entrada de hombres."
Pijos, pero tan salidos como todo quisqui.
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
lunes, 31 de mayo de 2010
viernes, 28 de mayo de 2010
Tuneando
miércoles, 26 de mayo de 2010
Pentecostés
Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la Tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. (Hch, 2, 4-6)
Cuando, el domingo pasado, Pentecostés, el sacerdote hubo leído estas líneas, miré a mi alrededor.
El arzobispo Pezzi, que es el señor mitrado de la foto, pronunció luego la homilía en perfecto ruso, aunque es italiano.
El párroco es polaco.
A mi izquierda había un peruano.
A mi derecha, un angoleño, que se iba a confirmar y al que luego felicité en portugués.
Delante de mí, un chileno.
Detrás, varios rusos.
Hasta donde alcanzaba la vista, había cristianos "devotos de todas las naciones de la Tierra", que atestaban el templo, donde no sé si cabría un alma, pero desde luego no un cuerpo.
Las peticiones se formularon en inglés, alemán, castellano, francés, portugués, ruso y polaco. Y por un momento me pareció incluso que entendía el polaco.
Los cánticos fueron en ruso y latín.
En la catedral de Moscú, se nota especialmente que católico significa "universal".
Bueno, el Senado español está en camino de lo mismo...
Cuando, el domingo pasado, Pentecostés, el sacerdote hubo leído estas líneas, miré a mi alrededor.
El arzobispo Pezzi, que es el señor mitrado de la foto, pronunció luego la homilía en perfecto ruso, aunque es italiano.
El párroco es polaco.
A mi izquierda había un peruano.
A mi derecha, un angoleño, que se iba a confirmar y al que luego felicité en portugués.
Delante de mí, un chileno.
Detrás, varios rusos.
Hasta donde alcanzaba la vista, había cristianos "devotos de todas las naciones de la Tierra", que atestaban el templo, donde no sé si cabría un alma, pero desde luego no un cuerpo.
Las peticiones se formularon en inglés, alemán, castellano, francés, portugués, ruso y polaco. Y por un momento me pareció incluso que entendía el polaco.
Los cánticos fueron en ruso y latín.
En la catedral de Moscú, se nota especialmente que católico significa "universal".
Bueno, el Senado español está en camino de lo mismo...
lunes, 24 de mayo de 2010
Vivat academia, vivant profesores (y VIII)
El siguiente estudiante era un chico rubio, de aspecto algo cohibido, media melena y semblante preocupado.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- Su nick - aclaré yo, más tranquilo.
- Sokol-2000.
- Vale, ¿el español es su primera lengua?
- Sí.
- ¿Y qué es lo que estudia usted?
- Economía, especializado en mercados financieros.
- Hombre, qué bien. Pues entonces sabrá lo que es el análisis técnico.
Sokol-2000 sonrió.
- Tuve una clase de eso ayer.
- Pues qué suerte tiene. Venga, dígame qué es el análisis técnico.
- El análisis técnico trata de decir el valor de un...
- ¿Título valor?
Sokol-2000, ya más preocupado, miró a Ludmila Marlenovna, que evidentemente era su profesora:
- Как будет ценная бумага по-испански? (¿Cómo se dice "título valor" en español?)
- ¡Ah! ¡Yo no se lo puedo decir!
- Venga, sí, título valor, va usted bien.
- Eso, título valor.
- Entonces el análisis técnico trata de decir el valor de un título valor, ¿no es eso?
- Sí.
- O sea, igual que todos los demás métodos posibles.
- Pues sí.
- ¿Y qué es lo que caracteriza al análisis técnico?
Silencio. Diríase que alguien se hubiera muerto.
- A ver - continué - ¿Le suena de algo lo que es el nivel de soporte? ¿Y el nivel de resistencia?
Sokol-2000 frunció el entrecejo tratando seguramente de escarbar en los conocimientos supuestamente adquiridos en esa clase que había tenido la víspera, pero parece que se la debió pasar escribiendo cartas a la novia, porque, lo que es atendiendo, como que no.
- Sí, algo me suena... - dijo Sokol-2000, pero la verdad es que muy sincero no parecía.
- ¿Le suena que el nivel de soporte es el nivel mínimo de las cotizaciones, que normalmente no bajan por debajo de él?
- Ah, sí, sí, es verdad...
- Entonces, ¿qué será el nivel de resistencia?
- Será algo parecido.
- Uffff.... dejémoslo. Pasemos al análisis fundamental.
Le miré la cara a Sokol-2000, y abandoné la idea de pasar al análisis fundamental.
- A ver, dígame algunos de los índices bursátiles más importantes.
- ¿Índices bursátiles?
- Sí, índices bursátiles.
- ¿Cómo será que yo, que no soy economista, eso lo sé? - terció Ludmila Marlenovna - ¡Y estos chicos no lo saben!
A Sokol-2000 le debió picar un poco el orgullo, y no me extraña, porque la pregunta no era para economistas especialistas en mercados financieros, sino para cualquier mortal que vea las noticias.
- Bueno, conozco el Dow-Jones.
- El índice de la bolsa de Nueva York, muy bien ¿Cuál más?
Silencio.
- ¿No conoce ninguno más?
- También está el RTS.
- ¿El RTS? ¿El de la bolsa de Moscú? ¿Ése está entre los más importantes del mundo?
- Está entre los cien primeros.
- Ah, sí, entre los cien primeros. Si le parece, vamos a centrarnos en los que están entre los diez primeros.
- ¿Conoce, al menos, el de la bolsa de Tokio? - preguntó Ludmila Marlenovna, exasperada.
Nada, Sokol-2000, especialista en mercados financieros, no conocía ninguno, salvo el Dow-Jones. Ni el Nikkei, ni el Nasdaq, ni el CAC-40, ni el DAX... nada.
- A ver, por ejemplo, veamos el índice de la bolsa de Madrid, que se llama IBEX-35 ¿Podría decirme por qué cree que se llama así?
Silencio. Ya puestos, renuncié a preguntarle cómo se calculaba. Me hubiera gustado que charlara sobre la forma de cálculo de los números índices, pero, una vez más, hay que comenzar por la cartilla y el catón, antes de pasar a mayores.
- Bueno, Sokol-2000 - dijo Ludmila Marlenovna - su tiempo ha terminado ya ¡Y no le perdono que no pudiera mencionar el IBEX-35! ¡ Eso lo vimos en clase!
- ¿Puede hacer pasar al siguiente? - pregunté.
- Es que no quedan más. Yo era el último.
- ¿Cómo? - se sorprendió Ludmila Marlenovna - ¿Y las chicas que había ahí a la entrada? ¡Había cuatro más apuntadas al concurso!
- No quieren entrar. Dicen que tienen miedo.
Sokol-2000 salió. Yo les pasé a las profesoras mis opiniones sobre el concurso, que, muy a mi pesar, fueron que el premio de español lo merecía Staedtler, quien, aunque obsesionado con la crisis griega (y eso que Zapatero aún no había confesado entonces que íbamos de pena, que, si no, menuda murga que iba a dar con España), desde luego era el que hablaba español con más fluidez. Si hubiera sido por el contenido, Nash era claramente el mejor y, de hecho, era el único que hubiera merecido aprobar, pero de español iba demasiado justo y Ludmila Marlenovna fue taxativa al decir que estaban calificando los conocimientos de español y no los de economía. Natalia Vladlenovna era partidaria de ponderar la nota con los conocimientos de economía, pero se veía claramente que la jefa no era ella y, en Rusia, las jerarquías son intocables.
Salimos del aula donde había tenido lugar el concurso y vimos a cuatro chiquillas muy monas apartarse según pasábamos. Ludmila Marlenovna se encaró con ellas y les dijo:
- ¿Cómo es que no pasaron?
Las chicas se apartaron un poquito más y se encogieron de hombros un poquito mientras inclinaban la cabeza hacia un lado y miraban con sus ojitos, muy azules y tiernos, a los que pasábamos. Sólo les faltaba balar.
Dejamos a Ludmila Marlenovna en el departamento de español. Natalia Vladlenovna me acompañó hasta la salida por los vericuetos de la universidad.
- Esa pregunta de qué es la Economía les ha matado... - decía ella.
- Pero es que es algo muy básico, y hay que empezar por ahí.
- Y claro, las últimas lo han oído, y no querían entrar.
- Bueno, qué le vamos a hacer.
- El año pasado estuvo con nosotras en la sala un diplomático uruguayo, pero ya se volvió a su país.
- ¿Sí?
- Sí, sí, y he de decir que salió muy contento y que se quedó muy sorprendido de los conocimientos de los alumnos.
- Jo, y yo.
***
Y con esto abandonamos la universidad y, al menos yo, con un sentimiento de preocupación. Es verdad que, gracias a Dios, la UPM quizá no sea totalmente representativa de lo que son los estudios superiores en la Rusia actual, pero la caída a plomo del nivel es una realidad que no sirve para nada ocultar. La educación era una de las niñas mimadas en la URSS, y desde luego al sistema educativo soviético se le pueden hacer muchas críticas, pero le da sopas con ondas a la realidad actual, que en gran medida vive de las rentas de aquellos tiempos.
Las rentas siguen siendo aceptables en carreras como física o matemáticas, en que el nivel soviético era alto, pero patina claramente en aquéllas en que el nivel era bajo incluso en tiempos soviéticos, y la economía está claramente entre ellas, con lo que no hay rentas que aprovechar.
Peor todavía que las rentas menguantes ha sido la mengua de los haberes de los profesores, que han llevado a demasiados a corromperse. Lo cual es tanto peor, porque da un ejemplo pésimo a los alumnos, porque desprestigia a los profesores que contra viento y marea se han negado a venderse y porque, fatalmente, es relativamente fácil corromper lo limpio, pero es complicadísimo limpiar lo corrupto. No obstante, eso ya lo veremos, posiblemente, en otra ocasión, porque hoy se hace tarde.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- Su nick - aclaré yo, más tranquilo.
- Sokol-2000.
- Vale, ¿el español es su primera lengua?
- Sí.
- ¿Y qué es lo que estudia usted?
- Economía, especializado en mercados financieros.
- Hombre, qué bien. Pues entonces sabrá lo que es el análisis técnico.
Sokol-2000 sonrió.
- Tuve una clase de eso ayer.
- Pues qué suerte tiene. Venga, dígame qué es el análisis técnico.
- El análisis técnico trata de decir el valor de un...
- ¿Título valor?
Sokol-2000, ya más preocupado, miró a Ludmila Marlenovna, que evidentemente era su profesora:
- Как будет ценная бумага по-испански? (¿Cómo se dice "título valor" en español?)
- ¡Ah! ¡Yo no se lo puedo decir!
- Venga, sí, título valor, va usted bien.
- Eso, título valor.
- Entonces el análisis técnico trata de decir el valor de un título valor, ¿no es eso?
- Sí.
- O sea, igual que todos los demás métodos posibles.
- Pues sí.
- ¿Y qué es lo que caracteriza al análisis técnico?
Silencio. Diríase que alguien se hubiera muerto.
- A ver - continué - ¿Le suena de algo lo que es el nivel de soporte? ¿Y el nivel de resistencia?
Sokol-2000 frunció el entrecejo tratando seguramente de escarbar en los conocimientos supuestamente adquiridos en esa clase que había tenido la víspera, pero parece que se la debió pasar escribiendo cartas a la novia, porque, lo que es atendiendo, como que no.
- Sí, algo me suena... - dijo Sokol-2000, pero la verdad es que muy sincero no parecía.
- ¿Le suena que el nivel de soporte es el nivel mínimo de las cotizaciones, que normalmente no bajan por debajo de él?
- Ah, sí, sí, es verdad...
- Entonces, ¿qué será el nivel de resistencia?
- Será algo parecido.
- Uffff.... dejémoslo. Pasemos al análisis fundamental.
Le miré la cara a Sokol-2000, y abandoné la idea de pasar al análisis fundamental.
- A ver, dígame algunos de los índices bursátiles más importantes.
- ¿Índices bursátiles?
- Sí, índices bursátiles.
- ¿Cómo será que yo, que no soy economista, eso lo sé? - terció Ludmila Marlenovna - ¡Y estos chicos no lo saben!
A Sokol-2000 le debió picar un poco el orgullo, y no me extraña, porque la pregunta no era para economistas especialistas en mercados financieros, sino para cualquier mortal que vea las noticias.
- Bueno, conozco el Dow-Jones.
- El índice de la bolsa de Nueva York, muy bien ¿Cuál más?
Silencio.
- ¿No conoce ninguno más?
- También está el RTS.
- ¿El RTS? ¿El de la bolsa de Moscú? ¿Ése está entre los más importantes del mundo?
- Está entre los cien primeros.
- Ah, sí, entre los cien primeros. Si le parece, vamos a centrarnos en los que están entre los diez primeros.
- ¿Conoce, al menos, el de la bolsa de Tokio? - preguntó Ludmila Marlenovna, exasperada.
Nada, Sokol-2000, especialista en mercados financieros, no conocía ninguno, salvo el Dow-Jones. Ni el Nikkei, ni el Nasdaq, ni el CAC-40, ni el DAX... nada.
- A ver, por ejemplo, veamos el índice de la bolsa de Madrid, que se llama IBEX-35 ¿Podría decirme por qué cree que se llama así?
Silencio. Ya puestos, renuncié a preguntarle cómo se calculaba. Me hubiera gustado que charlara sobre la forma de cálculo de los números índices, pero, una vez más, hay que comenzar por la cartilla y el catón, antes de pasar a mayores.
- Bueno, Sokol-2000 - dijo Ludmila Marlenovna - su tiempo ha terminado ya ¡Y no le perdono que no pudiera mencionar el IBEX-35! ¡ Eso lo vimos en clase!
- ¿Puede hacer pasar al siguiente? - pregunté.
- Es que no quedan más. Yo era el último.
- ¿Cómo? - se sorprendió Ludmila Marlenovna - ¿Y las chicas que había ahí a la entrada? ¡Había cuatro más apuntadas al concurso!
- No quieren entrar. Dicen que tienen miedo.
Sokol-2000 salió. Yo les pasé a las profesoras mis opiniones sobre el concurso, que, muy a mi pesar, fueron que el premio de español lo merecía Staedtler, quien, aunque obsesionado con la crisis griega (y eso que Zapatero aún no había confesado entonces que íbamos de pena, que, si no, menuda murga que iba a dar con España), desde luego era el que hablaba español con más fluidez. Si hubiera sido por el contenido, Nash era claramente el mejor y, de hecho, era el único que hubiera merecido aprobar, pero de español iba demasiado justo y Ludmila Marlenovna fue taxativa al decir que estaban calificando los conocimientos de español y no los de economía. Natalia Vladlenovna era partidaria de ponderar la nota con los conocimientos de economía, pero se veía claramente que la jefa no era ella y, en Rusia, las jerarquías son intocables.
Salimos del aula donde había tenido lugar el concurso y vimos a cuatro chiquillas muy monas apartarse según pasábamos. Ludmila Marlenovna se encaró con ellas y les dijo:
- ¿Cómo es que no pasaron?
Las chicas se apartaron un poquito más y se encogieron de hombros un poquito mientras inclinaban la cabeza hacia un lado y miraban con sus ojitos, muy azules y tiernos, a los que pasábamos. Sólo les faltaba balar.
Dejamos a Ludmila Marlenovna en el departamento de español. Natalia Vladlenovna me acompañó hasta la salida por los vericuetos de la universidad.
- Esa pregunta de qué es la Economía les ha matado... - decía ella.
- Pero es que es algo muy básico, y hay que empezar por ahí.
- Y claro, las últimas lo han oído, y no querían entrar.
- Bueno, qué le vamos a hacer.
- El año pasado estuvo con nosotras en la sala un diplomático uruguayo, pero ya se volvió a su país.
- ¿Sí?
- Sí, sí, y he de decir que salió muy contento y que se quedó muy sorprendido de los conocimientos de los alumnos.
- Jo, y yo.
***
Y con esto abandonamos la universidad y, al menos yo, con un sentimiento de preocupación. Es verdad que, gracias a Dios, la UPM quizá no sea totalmente representativa de lo que son los estudios superiores en la Rusia actual, pero la caída a plomo del nivel es una realidad que no sirve para nada ocultar. La educación era una de las niñas mimadas en la URSS, y desde luego al sistema educativo soviético se le pueden hacer muchas críticas, pero le da sopas con ondas a la realidad actual, que en gran medida vive de las rentas de aquellos tiempos.
Las rentas siguen siendo aceptables en carreras como física o matemáticas, en que el nivel soviético era alto, pero patina claramente en aquéllas en que el nivel era bajo incluso en tiempos soviéticos, y la economía está claramente entre ellas, con lo que no hay rentas que aprovechar.
Peor todavía que las rentas menguantes ha sido la mengua de los haberes de los profesores, que han llevado a demasiados a corromperse. Lo cual es tanto peor, porque da un ejemplo pésimo a los alumnos, porque desprestigia a los profesores que contra viento y marea se han negado a venderse y porque, fatalmente, es relativamente fácil corromper lo limpio, pero es complicadísimo limpiar lo corrupto. No obstante, eso ya lo veremos, posiblemente, en otra ocasión, porque hoy se hace tarde.
viernes, 21 de mayo de 2010
In mundo fuere (VII)
La siguiente alumna en entrar era monilla, de pelo castaño y aspecto simpático y risueño. Ni siquiera parecía nerviosa. Sería muy buena, con toda seguridad, para presentadora de televisión, en algún programa infantil, pero, como se trataba de Economía, íbamos a ver qué tal le iba.
- ¿Cuál es su nick? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- ¿Su nick? - pregunté, sorprendido.
- Sí, su nick.
- Ah...
- Chachi - respondió la chica.
- ¿Chachi?
- Sí.
- Vale, vale... nosotros a lo nuestro... ¿Y qué estudia usted?
- Economía y gestión de recursos humanos.
- ¿Y su primera lengua es el español?
- Sí, es el español - dijo con una sonrisa enternecedora que hubiera partido el corazón del más pintado. Y, ciertamente, lo hablaba razonablemente bien.
- Venga, ¿y le gusta lo que estudia? ¿Le gustan los recursos humanos?
- Sí, los recursos humanos me gustan mucho - y creo que me guiñó el ojo y todo. Me giré, por si el guiño era para las dos profesoras, pero no, parecía para mí.
- ¡Qué bien! Bueno, pues hábleme de las teorías X e Y.
Chachi dejó de sonreír y de guiñar ojitos.
- Creo que no lo han visto en clase - repuso, en voz baja, Natalia Vladlenovna, desde mi izquierda.
- ¿Que no han visto en clase las teorías X e Y?
(¿Cómo? ¿Que algunos de ustedes tampoco saben lo que son las teorías X e Y? Pues miren, por ejemplo, aquí, y luego me dicen cuál es la teoría que siguen los jefes de ustedes. O ustedes, si tienen la fortuna de ser jefes de algo)
- No. Eso lo deben dar en matemáticas.
- En matemáticas, ¿eh? Creo que me gustará ir a esa clase de matemáticas... en fin, venga, vamos a cambiar de tema, ¿qué es la cartilla laboral, que en ruso se llama "trudovaya knizhka"?
- Ah, sí, la trudovaya...
- ¡Cartilla! ¡Hable en español! - terció Ludmila Marlenovna, como si fuera una falangista en la Cataluña de 1939.
- Bueno, pues la cartilla... es una libretita que tiene el trabajador.
- ¿Y qué pone en ella?
- En ella pone lo que le pasa al trabajador.
- Lo que le pasa al trabajador... ¿eh?
- Bueno, lo que le pasa en el trabajo. Si entra, si sale...
- ¿Y quién tiene la cartilla?
- ¿El trabajador?
- Noooooo.
- ¿La unión profesional?
- Nooooo.
- ¿El empleador?
- Preeeemio. Sí, mientras está trabajando, la cartilla se la queda la empresa. Cuando el trabajador es despedido o deja de trabajar de alguna manera en la empresa, entonces la empresa la sella y se la devuelve al trabajador.
- Ah, sí.
La cartilla laboral es un documento que todo trabajador ruso conoce (o debería conocer). Pero, claro, la chica es estudiante y es razonable que no lo sepa ¡Pero es que estudia para especialista en recursos humanos!
- Bueno, vale. Ahora, dígame, en España, las leyes principales sobre el trabajo, el contrato de trabajo y el régimen laboral están en un texto legal que se llama Estatuto de los Trabajadores. Y, en Rusia, ¿dónde están las leyes sobre el trabajo?
Silencio.
- ¿No lo sabe?
Más silencio.
- ¿Le suena el Código Laboral? En ruso es el "Trudovoy Kodeks".
- ¡Pero eso no es una ley! ¡Es un código! - repuso inmediatamente Chachi, un poco ofendida.
- Claro que es un código.
- Y usted preguntó dónde están las leyes sobre el trabajo. Y eso es un código.
- Sí, es un código...
- ¿Lo ve?
- ... aprobado por una ley federal.
- Ah...
Después de esto, miré el relojito de arena, vi que su tiempo se había acabado y me ahorré contarle que el Estatuto de los Trabajadores español es un texto refundido aprobado por un real decreto legislativo. Y es que primero hay que comenzar por la cartilla y el catón, y luego ya iremos complicando las cosas.
- Bueno, Chachi, ya se le terminó el tiempo. Ha sido un placer.
- ¿Puede hacer pasar al siguiente? - añadió Ludmila Marlenovna.
Chachi se retiró, y en su lugar apareció un pollo alto, moreno, con un estropajo rizado a guisa de cabellera, tirando a desaliñado y con pintilla de sobrado. Con unas gafas oscuras parecería recién salido de Woodstock.
- ¿Cuál es su nick?
- Staedtler.
Éste se lo puso mordisqueando un lápiz, seguro.
- Bueno, Staedtler, ¿qué es lo que estudia usted?
- Economía internacional, y el español es mi primera lengua.
Y tanto. Si no supiera que era ruso, lo hubiera confundido con un hispanoamericano.
- Este chiquito - se apresuró a aclarar Ludmila Marlenovna - habla tan bien porque ha ido a una escuelita con español desde pequeño. Lo digo para que usted sepa lo que pasa.
- Ah, vale. Ciertamente lo ha aprendido muy bien.
- Gracias - dijo Staedtler, mientras se reclinaba hacia atrás en su respaldo y cruzaba las piernas. Chulito y sobradete, menuda joya. O joyita, como diría Ludmila Marlenovna.
- ¿Y a usted qué le gusta estudiar?
- Bueno, me interesa la economía internacional, porque muchas veces nos habían contado que Europa era lo mejor del mundo, y ahora estamos viendo lo que pasa con Grecia, en que se han visto en muchos problemas...
- Sí, pero ...
- ... porque el hecho de pertenecer al euro, no les ha defendido de la crisis. Siempre nos habían hecho creer que ahí iba todo bien y han terminado por caer finalmente, igual que los otros países, los PIGS.
- No sé si debo ofenderme - dije, torciendo el gesto.
- ¡No! ¡Claro que no! - exclamó Ludmila Marlenovna.
- Sí, los PIGS que tienen una economía con muchos problemas y que finalmente se han venido a pique. Pues siempre nos habían hecho creer que eran un modelo para los demás, y se ha visto que no.
- ¡Vale! ¡Pare ya!
- Porque en Grecia se creían que con pertenecer al euro ya estaba todo hecho, y sin embargo ahora tienen que acudir a su rescate...
- ¡Que pare!
Con grandes dificultades, conseguimos encontrar un hueco para preguntar algo a Staedtler.
- Vale. Ya veo que le gustan las crisis. Entonces...
- Sí, porque los griegos parecía que habían...
- ¡Que sí! A ver, en la crisis de 1997 y 1998, ¿cómo se produjo el contagio desde las economías asiáticas a la economía rusa?
- En las crisis, el contagio siempre es muy rápido últimamente. Así es como los problemas de la deuda griega han acabado por afectar a otros países de la zona euro. Y eso que nos habían dicho que la zona euro era el paradigma de la estabilidad y que todo iba bien allí. Y luego nos hemos enterado de esto, de los problemas que tienen...
- Pero yo le he preg...
- Porque nos habían tenido engañados, pensando que aquello era el paraíso, y ya nos hemos dado cuenta de que no, de que también tienen problemas, y podría ser que en Rusia estuviéramos mejor que ellos.
- ¿Y la crisis de ent...?
- Porque parece que los griegos habían dicho mentiras al declarar sus cuentas públicas, y ahora tienen que bajarle el sueldo a sus trabajadores, porque las agencias de calificación les habían bajado el rating de sus bonos. Mientras tantos, aquí pensábamos hasta ahora que todo iba bien por allí.
Staedtler se paró un momentín.
- ¿Ya? - le pregunté.
- Bueno, ahora se habla mucho de que la crisis se pasará también a otros países...
- Vaaaaale, ya está bien.
- ... que seguramente podrían ser...
- ¡Que se calle!
Staedtler, por fin, paró el carro.
- A ver, una pregunta lingüística, y por curiosidad, ¿conoce usted el significado de la expresión "salirse por la tangente"?
- "Salirse por la tangente", bueno, guarda relación con las salidas.
- Ande, veo que ya ha acabado su tiempo, vaya a mirarlo al diccionario y verá qué sorpresa se lleva.
- Ah, y dígale al siguiente que pase, por favor - añadió Ludmila Marlenovna.
Staedtler salió.
- A éste qué le pasaba, ¿que tenía una novia griega y le dejó? - le pregunté a Natalia Vladlenovna.
- Creo que lo de la crisis no lo habían dado en clase.
- Ya.
- ¿Cuál es su nick? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- ¿Su nick? - pregunté, sorprendido.
- Sí, su nick.
- Ah...
- Chachi - respondió la chica.
- ¿Chachi?
- Sí.
- Vale, vale... nosotros a lo nuestro... ¿Y qué estudia usted?
- Economía y gestión de recursos humanos.
- ¿Y su primera lengua es el español?
- Sí, es el español - dijo con una sonrisa enternecedora que hubiera partido el corazón del más pintado. Y, ciertamente, lo hablaba razonablemente bien.
- Venga, ¿y le gusta lo que estudia? ¿Le gustan los recursos humanos?
- Sí, los recursos humanos me gustan mucho - y creo que me guiñó el ojo y todo. Me giré, por si el guiño era para las dos profesoras, pero no, parecía para mí.
- ¡Qué bien! Bueno, pues hábleme de las teorías X e Y.
Chachi dejó de sonreír y de guiñar ojitos.
- Creo que no lo han visto en clase - repuso, en voz baja, Natalia Vladlenovna, desde mi izquierda.
- ¿Que no han visto en clase las teorías X e Y?
(¿Cómo? ¿Que algunos de ustedes tampoco saben lo que son las teorías X e Y? Pues miren, por ejemplo, aquí, y luego me dicen cuál es la teoría que siguen los jefes de ustedes. O ustedes, si tienen la fortuna de ser jefes de algo)
- No. Eso lo deben dar en matemáticas.
- En matemáticas, ¿eh? Creo que me gustará ir a esa clase de matemáticas... en fin, venga, vamos a cambiar de tema, ¿qué es la cartilla laboral, que en ruso se llama "trudovaya knizhka"?
- Ah, sí, la trudovaya...
- ¡Cartilla! ¡Hable en español! - terció Ludmila Marlenovna, como si fuera una falangista en la Cataluña de 1939.
- Bueno, pues la cartilla... es una libretita que tiene el trabajador.
- ¿Y qué pone en ella?
- En ella pone lo que le pasa al trabajador.
- Lo que le pasa al trabajador... ¿eh?
- Bueno, lo que le pasa en el trabajo. Si entra, si sale...
- ¿Y quién tiene la cartilla?
- ¿El trabajador?
- Noooooo.
- ¿La unión profesional?
- Nooooo.
- ¿El empleador?
- Preeeemio. Sí, mientras está trabajando, la cartilla se la queda la empresa. Cuando el trabajador es despedido o deja de trabajar de alguna manera en la empresa, entonces la empresa la sella y se la devuelve al trabajador.
- Ah, sí.
La cartilla laboral es un documento que todo trabajador ruso conoce (o debería conocer). Pero, claro, la chica es estudiante y es razonable que no lo sepa ¡Pero es que estudia para especialista en recursos humanos!
- Bueno, vale. Ahora, dígame, en España, las leyes principales sobre el trabajo, el contrato de trabajo y el régimen laboral están en un texto legal que se llama Estatuto de los Trabajadores. Y, en Rusia, ¿dónde están las leyes sobre el trabajo?
Silencio.
- ¿No lo sabe?
Más silencio.
- ¿Le suena el Código Laboral? En ruso es el "Trudovoy Kodeks".
- ¡Pero eso no es una ley! ¡Es un código! - repuso inmediatamente Chachi, un poco ofendida.
- Claro que es un código.
- Y usted preguntó dónde están las leyes sobre el trabajo. Y eso es un código.
- Sí, es un código...
- ¿Lo ve?
- ... aprobado por una ley federal.
- Ah...
Después de esto, miré el relojito de arena, vi que su tiempo se había acabado y me ahorré contarle que el Estatuto de los Trabajadores español es un texto refundido aprobado por un real decreto legislativo. Y es que primero hay que comenzar por la cartilla y el catón, y luego ya iremos complicando las cosas.
- Bueno, Chachi, ya se le terminó el tiempo. Ha sido un placer.
- ¿Puede hacer pasar al siguiente? - añadió Ludmila Marlenovna.
Chachi se retiró, y en su lugar apareció un pollo alto, moreno, con un estropajo rizado a guisa de cabellera, tirando a desaliñado y con pintilla de sobrado. Con unas gafas oscuras parecería recién salido de Woodstock.
- ¿Cuál es su nick?
- Staedtler.
Éste se lo puso mordisqueando un lápiz, seguro.
- Bueno, Staedtler, ¿qué es lo que estudia usted?
- Economía internacional, y el español es mi primera lengua.
Y tanto. Si no supiera que era ruso, lo hubiera confundido con un hispanoamericano.
- Este chiquito - se apresuró a aclarar Ludmila Marlenovna - habla tan bien porque ha ido a una escuelita con español desde pequeño. Lo digo para que usted sepa lo que pasa.
- Ah, vale. Ciertamente lo ha aprendido muy bien.
- Gracias - dijo Staedtler, mientras se reclinaba hacia atrás en su respaldo y cruzaba las piernas. Chulito y sobradete, menuda joya. O joyita, como diría Ludmila Marlenovna.
- ¿Y a usted qué le gusta estudiar?
- Bueno, me interesa la economía internacional, porque muchas veces nos habían contado que Europa era lo mejor del mundo, y ahora estamos viendo lo que pasa con Grecia, en que se han visto en muchos problemas...
- Sí, pero ...
- ... porque el hecho de pertenecer al euro, no les ha defendido de la crisis. Siempre nos habían hecho creer que ahí iba todo bien y han terminado por caer finalmente, igual que los otros países, los PIGS.
- No sé si debo ofenderme - dije, torciendo el gesto.
- ¡No! ¡Claro que no! - exclamó Ludmila Marlenovna.
- Sí, los PIGS que tienen una economía con muchos problemas y que finalmente se han venido a pique. Pues siempre nos habían hecho creer que eran un modelo para los demás, y se ha visto que no.
- ¡Vale! ¡Pare ya!
- Porque en Grecia se creían que con pertenecer al euro ya estaba todo hecho, y sin embargo ahora tienen que acudir a su rescate...
- ¡Que pare!
Con grandes dificultades, conseguimos encontrar un hueco para preguntar algo a Staedtler.
- Vale. Ya veo que le gustan las crisis. Entonces...
- Sí, porque los griegos parecía que habían...
- ¡Que sí! A ver, en la crisis de 1997 y 1998, ¿cómo se produjo el contagio desde las economías asiáticas a la economía rusa?
- En las crisis, el contagio siempre es muy rápido últimamente. Así es como los problemas de la deuda griega han acabado por afectar a otros países de la zona euro. Y eso que nos habían dicho que la zona euro era el paradigma de la estabilidad y que todo iba bien allí. Y luego nos hemos enterado de esto, de los problemas que tienen...
- Pero yo le he preg...
- Porque nos habían tenido engañados, pensando que aquello era el paraíso, y ya nos hemos dado cuenta de que no, de que también tienen problemas, y podría ser que en Rusia estuviéramos mejor que ellos.
- ¿Y la crisis de ent...?
- Porque parece que los griegos habían dicho mentiras al declarar sus cuentas públicas, y ahora tienen que bajarle el sueldo a sus trabajadores, porque las agencias de calificación les habían bajado el rating de sus bonos. Mientras tantos, aquí pensábamos hasta ahora que todo iba bien por allí.
Staedtler se paró un momentín.
- ¿Ya? - le pregunté.
- Bueno, ahora se habla mucho de que la crisis se pasará también a otros países...
- Vaaaaale, ya está bien.
- ... que seguramente podrían ser...
- ¡Que se calle!
Staedtler, por fin, paró el carro.
- A ver, una pregunta lingüística, y por curiosidad, ¿conoce usted el significado de la expresión "salirse por la tangente"?
- "Salirse por la tangente", bueno, guarda relación con las salidas.
- Ande, veo que ya ha acabado su tiempo, vaya a mirarlo al diccionario y verá qué sorpresa se lleva.
- Ah, y dígale al siguiente que pase, por favor - añadió Ludmila Marlenovna.
Staedtler salió.
- A éste qué le pasaba, ¿que tenía una novia griega y le dejó? - le pregunté a Natalia Vladlenovna.
- Creo que lo de la crisis no lo habían dado en clase.
- Ya.
miércoles, 19 de mayo de 2010
Ubi sunt qui ante nos (VI)
He de reconocer que , al igual que a la mayoría de los comentaristas de estas entradas, mi visita a la universidad, aunque fuera a la UPM (Universidad Pijísima de Moscú), me estaba resultando inquietante. Entre la economista que no sabía quién era Keynes, la contable a la que ni le sonaba el Plan General Contable ruso y el especialista en logística incapaz de localizar en un mapa una de las principales ciudades de Rusia, entre otros estudiantes a cual más desesperante, el panorama estaba siendo desolador.
El siguiente en pasar fue un chaval bien peinado, de pelo castaño oscuro, ojos claros y vestido con una chaqueta oscura y un jersey de cuello alto, sin pretensiones. Parecía salido de una película soviética.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- Su nick - intervine.
- Su niquito - me corrigió.
- Nash.
- Bien, Nash, ¿su primera lengua es el español?
- ¿Eh?
Creo que había hablado demasiado rápidamente. Le repetí la pregunta con más calma.
- No - respondió con algún esfuerzo -. Mi primera lengua es inglés. Español es mi segunda lengua.
- Vale ¿Y qué es lo que estudia usted?
- Bueno. Hago estudios de Economía. Analizo cifras económicas.
- ¿Macroeconomía?
- Sí, Macroeconomía. Pero yo hago análisis para informes.
- ¿Econometría?
- ¡Sí! Econometría.
- Vaya, vaya... así que Econometría.
No pude evitar pensar, como siempre que escucho la palabra "Econometría", en el nefasto profesor Álvarez, catedrático que sacó la oposición por purísima casualidad y porque renunciaron todos los demás candidatos, para desgracia de sus alumnos, entre los que tuve la enorme desdicha de encontrarme.
- ¿Y maneja usted el Eviews? - le pregunté a Nash.
- ¿Eviews? Sí, sí, manejo el Eviews.
El Eviews es el programa informático estrella de análisis econométrico. El incomprensible libro del profesor Álvarez estaba lleno de pantallazos del Eviews, un programa cuya licencia costaba un ojo de la cara y que, por tanto, los alumnos ni pensamos en adquirir, tanto más cuanto que era bastante factible, para lo que necesitábamos, trabajar en Excel o en algún otro programa gratuito.
El profesor Álvarez tenía un libro de Econometría tan pésimamente escrito que, si la mismísima Econometría se hubiera puesto a leerlo, hubiera pensado que trataba de otra cosa. Eso suponiendo que pudiese tragarlo. Sus explicaciones eran tan peregrinas y tan mal redactadas que la pregunta no era cómo el profesor había llegado a catedrático de universidad, sino cómo había accedido a la universidad y hasta al instituto. De hecho, tuve que comprar otro manual para poder entender algo, aunque luego tuve que pasar por el suyo para hacer el examen como el profesor Álvarez quisiera.
- Bien, pues me gustaría preguntarle qué es el ruido blanco.
Nash se quedó pensativo.
En Econometría, el ruido blanco es el residuo que queda tras aproximar una serie temporal con una ecuación. Es un proceso estocástico de media cero, autocorrelación nula y varianza constante. Al menos, así lo consideran todos los autores... menos el profesor Álvarez, que parte (o eso parece que pone su libro) de la definición en sentido estricto de ruido blanco en física, en que la varianza es infinita (si no lo es, la autocorrelación no es totalmente nula). Como en las series temporales económicas la varianza es imposible que sea infinita, la gente lo que hace es dejarse de purismos que no llevan a ninguna parte y trabajar con procesos que, al menos, tengan varianza constante. El profesor Álvarez no. Él tiene que liarlo todo, o no sería él.
- El ruido blanco...
- Sí, el ruido blanco.
- Bueno, ruido blanco es lo que queda cuando ya hemos hecho una aproximación de serie temporal.
¡Dios mío! ¡Sabía lo que era! Su español era tirando a malo, pero ¡sabía de qué le estaba hablando!
- Muy bien. Pero descríbame lo que es. Es uuuun...
Nash calló.
- Es un proceso - le apunté - ¿Cuál es su media? ¿Su desviación típica? ¿Su varianza?
- ¿Media?
A Nash le fallaba el español.
- Venga, ahí detrás tiene una pizarra. Dibuje.
- ¡No! - intervino molesta Ludmila Marlenovna - ¡Es una prueba de español! No se trata de un examen de matemáticas jugando con pizarritas.
- Bueeeeno, venga ¿cuál es la media de las observaciones que forman el ruido blanco?
Así lo entendió mejor.
- Cero.
- Bien, ¿qué más me puede decir?
- Bueno, varianza es cero.
- ¿Cómo?
- Ah, no, varianza es cifra constanta.
La varianza es constante. Tuve otro flashback con el malhadado profesor Álvarez y el suspenso que me llevé por decir exactamente eso. Un suspenso que no hubo manera de corregir. El único examen en toda la carrera en que pedí una revisión, totalmente en vano. El profesor Álvarez no revisaba los suspensos que ponía.
- ¿La varianza es constante? ¿Seguro?
- Sí, la varianza es una constante.
- Pero hay autores que dicen que la varianza del ruido blanco es infinita.
- ¿Infinita? No hay procesos con varianza infinita. No puede ser que varianza sea infinita.
- Bueno, bueno, pero definimos el ruido blanco como el proceso estocástico de media igual a cero y varianza infinita.
- Pero ruido blanco tiene varianza constanta.
- Bueno. Pero entonces la autocorrelación de las observaciones no es nula del todo.
Creo recordar que ése era el argumento del profesor Álvarez para negar la existencia del ruido blanco. Vamos, creo recordarlo y es cosa de saber si lo entendí bien o no. En todo caso, sin ruido blanco no se puede trabajar y quizá, en el caso del profesor Álvarez, eso hubiera sido lo mejor para el mundo.
Como a Nash ya le había fastidiado bastante, le estuve haciendo algunas preguntas facilonas sobre qué asignaturas le gustaban más, y las respondió sin muchos problemas. Su tiempo terminó, ya entró la siguiente alumna.
- ¿Cuál es su motito?
- virginia.
- ¿Y qué es lo que estudia?
- Contabilidad.
La prueba fue un desastre. Virginia no tenía ni idea del debe, del haber, de los activos fijo, del circulante, ni de nada. Cuando dirija la empresa de su papá, más vale que pongan un contable de verdad, aunque no haya estudiado en la UPM.
Salió y, en lugar del nuevo alumno, entró nuevamente Nash.
- Hola, he entrado porque he consultado libro.
- ¿Sí?
- ¡Mire aquí! Pone que ruido blanco tiene varianza constante.
Y efectivamente. Allí, en la página que estaba señalando, en perfecto ruso, había una definición de ruido blanco en que decía que la varianza era constante.
- Muy bien, Nash. Tiene usted toda la razón. La media es cero y la varianza constante. Yo estaba equivocado. Pero usted dijo al principio ue la varianza era cero, ¿verdad?
- Ah, sí.
- Venga, dibújeme un proceso con varianza cero en la pizarra.
Nash tomó la tiza y trazó con decisión una línea horizontal recta.
- Gracias, Nash. Me ha devuelto la fe en la Econometría.
Nash salió, y yo me quedé pensando en el profesor Álvarez, que jamás corrigió una nota que hubiera puesto, ni una falta de ortografía, ni una coma entre el sujeto y el predicado.
El siguiente en pasar fue un chaval bien peinado, de pelo castaño oscuro, ojos claros y vestido con una chaqueta oscura y un jersey de cuello alto, sin pretensiones. Parecía salido de una película soviética.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- Su nick - intervine.
- Su niquito - me corrigió.
- Nash.
- Bien, Nash, ¿su primera lengua es el español?
- ¿Eh?
Creo que había hablado demasiado rápidamente. Le repetí la pregunta con más calma.
- No - respondió con algún esfuerzo -. Mi primera lengua es inglés. Español es mi segunda lengua.
- Vale ¿Y qué es lo que estudia usted?
- Bueno. Hago estudios de Economía. Analizo cifras económicas.
- ¿Macroeconomía?
- Sí, Macroeconomía. Pero yo hago análisis para informes.
- ¿Econometría?
- ¡Sí! Econometría.
- Vaya, vaya... así que Econometría.
No pude evitar pensar, como siempre que escucho la palabra "Econometría", en el nefasto profesor Álvarez, catedrático que sacó la oposición por purísima casualidad y porque renunciaron todos los demás candidatos, para desgracia de sus alumnos, entre los que tuve la enorme desdicha de encontrarme.
- ¿Y maneja usted el Eviews? - le pregunté a Nash.
- ¿Eviews? Sí, sí, manejo el Eviews.
El Eviews es el programa informático estrella de análisis econométrico. El incomprensible libro del profesor Álvarez estaba lleno de pantallazos del Eviews, un programa cuya licencia costaba un ojo de la cara y que, por tanto, los alumnos ni pensamos en adquirir, tanto más cuanto que era bastante factible, para lo que necesitábamos, trabajar en Excel o en algún otro programa gratuito.
El profesor Álvarez tenía un libro de Econometría tan pésimamente escrito que, si la mismísima Econometría se hubiera puesto a leerlo, hubiera pensado que trataba de otra cosa. Eso suponiendo que pudiese tragarlo. Sus explicaciones eran tan peregrinas y tan mal redactadas que la pregunta no era cómo el profesor había llegado a catedrático de universidad, sino cómo había accedido a la universidad y hasta al instituto. De hecho, tuve que comprar otro manual para poder entender algo, aunque luego tuve que pasar por el suyo para hacer el examen como el profesor Álvarez quisiera.
- Bien, pues me gustaría preguntarle qué es el ruido blanco.
Nash se quedó pensativo.
En Econometría, el ruido blanco es el residuo que queda tras aproximar una serie temporal con una ecuación. Es un proceso estocástico de media cero, autocorrelación nula y varianza constante. Al menos, así lo consideran todos los autores... menos el profesor Álvarez, que parte (o eso parece que pone su libro) de la definición en sentido estricto de ruido blanco en física, en que la varianza es infinita (si no lo es, la autocorrelación no es totalmente nula). Como en las series temporales económicas la varianza es imposible que sea infinita, la gente lo que hace es dejarse de purismos que no llevan a ninguna parte y trabajar con procesos que, al menos, tengan varianza constante. El profesor Álvarez no. Él tiene que liarlo todo, o no sería él.
- El ruido blanco...
- Sí, el ruido blanco.
- Bueno, ruido blanco es lo que queda cuando ya hemos hecho una aproximación de serie temporal.
¡Dios mío! ¡Sabía lo que era! Su español era tirando a malo, pero ¡sabía de qué le estaba hablando!
- Muy bien. Pero descríbame lo que es. Es uuuun...
Nash calló.
- Es un proceso - le apunté - ¿Cuál es su media? ¿Su desviación típica? ¿Su varianza?
- ¿Media?
A Nash le fallaba el español.
- Venga, ahí detrás tiene una pizarra. Dibuje.
- ¡No! - intervino molesta Ludmila Marlenovna - ¡Es una prueba de español! No se trata de un examen de matemáticas jugando con pizarritas.
- Bueeeeno, venga ¿cuál es la media de las observaciones que forman el ruido blanco?
Así lo entendió mejor.
- Cero.
- Bien, ¿qué más me puede decir?
- Bueno, varianza es cero.
- ¿Cómo?
- Ah, no, varianza es cifra constanta.
La varianza es constante. Tuve otro flashback con el malhadado profesor Álvarez y el suspenso que me llevé por decir exactamente eso. Un suspenso que no hubo manera de corregir. El único examen en toda la carrera en que pedí una revisión, totalmente en vano. El profesor Álvarez no revisaba los suspensos que ponía.
- ¿La varianza es constante? ¿Seguro?
- Sí, la varianza es una constante.
- Pero hay autores que dicen que la varianza del ruido blanco es infinita.
- ¿Infinita? No hay procesos con varianza infinita. No puede ser que varianza sea infinita.
- Bueno, bueno, pero definimos el ruido blanco como el proceso estocástico de media igual a cero y varianza infinita.
- Pero ruido blanco tiene varianza constanta.
- Bueno. Pero entonces la autocorrelación de las observaciones no es nula del todo.
Creo recordar que ése era el argumento del profesor Álvarez para negar la existencia del ruido blanco. Vamos, creo recordarlo y es cosa de saber si lo entendí bien o no. En todo caso, sin ruido blanco no se puede trabajar y quizá, en el caso del profesor Álvarez, eso hubiera sido lo mejor para el mundo.
Como a Nash ya le había fastidiado bastante, le estuve haciendo algunas preguntas facilonas sobre qué asignaturas le gustaban más, y las respondió sin muchos problemas. Su tiempo terminó, ya entró la siguiente alumna.
- ¿Cuál es su motito?
- virginia.
- ¿Y qué es lo que estudia?
- Contabilidad.
La prueba fue un desastre. Virginia no tenía ni idea del debe, del haber, de los activos fijo, del circulante, ni de nada. Cuando dirija la empresa de su papá, más vale que pongan un contable de verdad, aunque no haya estudiado en la UPM.
Salió y, en lugar del nuevo alumno, entró nuevamente Nash.
- Hola, he entrado porque he consultado libro.
- ¿Sí?
- ¡Mire aquí! Pone que ruido blanco tiene varianza constante.
Y efectivamente. Allí, en la página que estaba señalando, en perfecto ruso, había una definición de ruido blanco en que decía que la varianza era constante.
- Muy bien, Nash. Tiene usted toda la razón. La media es cero y la varianza constante. Yo estaba equivocado. Pero usted dijo al principio ue la varianza era cero, ¿verdad?
- Ah, sí.
- Venga, dibújeme un proceso con varianza cero en la pizarra.
Nash tomó la tiza y trazó con decisión una línea horizontal recta.
- Gracias, Nash. Me ha devuelto la fe en la Econometría.
Nash salió, y yo me quedé pensando en el profesor Álvarez, que jamás corrigió una nota que hubiera puesto, ni una falta de ortografía, ni una coma entre el sujeto y el predicado.
lunes, 17 de mayo de 2010
Nos habebit humus (V)
En capítulos anteriores de esta serie: Me han ordenado que haga preguntas de Economía, en español, a un grupo de estudiantes de Economía Internacional de la UPM (Universidad Pijísima de Moscú), que hasta el momento están mostrando una notable homogeneidad en sus conocimientos. O más bien en sus desconocimientos.
Capítulos anteriores:
Gaudeamus igitur
Iuvenes dum sumus.
Post iucundam iuventutem,
Post molestam senectutem
- Bueno, pues que pase el siguiente - dije con un suspiro.
Pasó una chica rubia y menudita, muy guapa, con el pelo recogido y unos ojos azules muy claros.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- Su nick - intervine.
- Huy, es que es muy complicado. No lo podrán pronunciar.
- ¿Y no nos va a dejar comprobarlo?
- ¿Qué?
- Que nos lo diga, porras.
- Snusmumblik.
- Snusmumblik, Snusmumblik, Snusmumblik. Ya está, creo que podré pronunciarlo.
- Ah, pues sí.
Me fije un poco más en la chica. Sí, era rubia natural. Y lo demostraba. Decidí no preguntarle qué era la Economía, y hacer alguna pregunta más adaptada a un nivel.
- ¿Y qué estudia usted?
- Logística.
- ¡Hombre! Logística ¿Y el español es su primera lengua?
- Sí, es la primera.
- Bueno, pues dígame, ¿de qué depende el coste de transporte?
- ¿El coste de transportación?
- El coste de transporte.
- Bueno, pues el coste de transportación depende de muchas cosas. Cuando tenemos que llevar una mercancía de un sitio a otro, hemos de pensar en cómo hacer que esas cosas no sean muy caras. Si son muy caras, nos costarán mucho dinero, y eso no está bien. Sobre todo cuando tenemos pocas reservaciones de dinero.
- ¿Reservaciones?
- Sí, reservaciones de dinero. Es cuando tenemos dinero y no nos falta mucho.
- Vaaaale. Ya lo pillo.
- Entonces llevamos las cosas a los sitios donde tienen lugar las usaciones. Hemos de ver si los costos son buenos, porque, si son malos, entonces no los podemos hacer las empleaciones de los mismos. Por eso es muy importante que fueran buenos y todos intentamos que sean buenos.
- Bueno, vale. Cuando hace una transportac... ajjjj... un transporte, tiene que pasar por la aduana, ¿qué tiene que pagar allí?
- Bueno, pues en la aduana hay que pagar muchas cosas, una de las cuales son las tarifas.
- Transportación, reservación, tarifa... ¿seguro que el español es su primera lengua?
- Sí.
- En fin, ¿y cómo se calculan los aranceles, que es lo que usted llama tarifas?
- Las tarifas se calculan como dicen las leyes que se calculan. En la ley lo pone, entocnes se usa lo que dice la ley y se saca la tarifa que hay que pagar.
- Ya ha terminado el tiempo - dijo Ludmila Marlenovna -. Muchas gracias.
"Motito" aparte, hay que decir que Snusmumblik salió bastante bien parada del asunto. También es verdad que, aunque no dijo nada, no paró de hablar y así se libró de preguntas más complicadas. Vamos, al menos supimos la voz que tenía.
- Bueno, pues que pase el siguiente.
Pasó, y era un hombre. Por fin. Un chaval alto, delgado, trajeado, con corbata y una camisa un poco grande de cuello; con gafitas de empollón y pelo y ojos claros. Parecía listo.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- Su nick - intervine.
- Tendreunmillondedolares.
Parecía ambicioso.
- Vaya, vaya, así que "Tendreunmillondedolares".
- Sí.
- Vale.
Parecía decidido.
- ¿Qué es lo que estudia usted?
- Economía y logística.
Parecía versátil.
- ¿Y el español es su primera lengua?
- Sí.
Parecía sincero.
- Venga, pues vamos allá ¿Qué es la Economía?
...
Parecía sorprendido.
- ¿La Economía?
Parecía intrigado.
- Sí, la economía. Acaba de decir que usted estudia Economía, ¿no?
- Bueno, pues... la Economía... es lo que se trata de las relaciones económicas...
- A ver, no. La Economía es la ciencia que trata de la escasez, de los recursos escasos. El oro es un recurso escaso, porque hay poco, menos del que querríamos tener, y por eso hay que atribuirlo a unos o a otros de alguna forma; el aire, en cambio, no es un bien económico, porque tenemos todo el que queremos y basta con que tomemos el que nos haga falta.
- Ah, sí, puede ser...
- Bueno, veamos. Logística, estudia usted, ¿no es así... estoo... Tendreunmillondedolares?
- Sí, sí, estudio logística.
- Venga, supongamos que tiene usted que transportar una tonelada de chatarra de Ufá a Bilbao ¿Cómo lo hacemos?
- ¿Una tonelada de chatarra?
- Eso.
- Bueno, pues como Ufá está lejos del mar, habría que llevar la mercancía hasta un puerto, y luego por mar la llevaríamos.
- ¿Y cómo la llevaríamos al puerto?
- Bueno, por ferrocarril.
- ¿Es la única manera?
- Sí.
Parecía honrado. Es cierto que se podría pensar en hacer el transporte por carretera, pero el estado de las carreteras en la cuenca del Volga puede sugerir lo contrario.
Lo que no parecía era listo. Una tonelada de chatarra es una birria sin casi valor, su entrega nunca es urgente y ni siquiera ocupa mucho sitio. Lo más sensato sería hacer un grupaje hasta donde sea, pero eso no se le pasó por la cabeza a Tendreunmillondedolares.
- ¿Y por barco no se puede intentar? Porque Ufá está lejos del mar, pero río sí que tendrá.
- Ah, sí, río sí que tendrá.
- ¿Y qué río pasa por Ufá?
Tendreunmillondedolares tragó saliva y se puso blanco. Parecía estreñido.
- Creo que eso no lo han visto en clase - me susurró Natalia Vladlenovna.
- Pues no sé...
Ufá es una de las diez primeras ciudades de Rusia. Tiene un millón de habitantes raspados. No saber qué río pasa por Ufá es para un ruso el equivalente para un español a no saber, por ejemplo, que el Pisuerga pasa por Valladolid. Además, no es muy complicado, porque el río que pasa por Ufá se llama, precisamente, río Ufá. Es un subafluente del Volga. Lo que ya es para nota alta es saber si es navegable desde la ciudad de Ufá (sólo lo es en verano), pero al menos Tendreunmillondedolares podría haber dicho algo, aunque fueran elucubraciones.
- Bueno... en fin, el caso es que tenemos la tonelada de chatarra y tenemos que llevarla a Bilbao ¿Qué hacemos?
- Bueno, la cargamos en un tren y la llevamos a un puerto, y luego la cargamos en un barco.
- Entonces, utilizamos varios medios de transporte.
- Sí.
- ¿Y cómo se llama ese tipo de transporte? Es igual que en ruso.
Tendreunmillondedolares calló. Parecía superado.
- Multimodal, se llama transporte multimodal...
- No le perdono que no se sepa eso, que lo vimos en la clasita - intervino, amenazadora, Ludmila Marlenovna.
- Bueno - seguí yo -, continuemos. Y dice usted que para llevar la tonelada de chatarra de Ufá a Bilbao, ¿qué hay que hacer?
- Llevar la chatarra por ferrocarril a un puerto.
- Joroba, ¿a qué puerto?
- Pues supongo que a Vladivostok.
Me dio como una descarga eléctrica, levanté la cabeza como movido por un resorte y abrí los ojos mucho. Mucho. Esta vez el que parecía estreñido era yo.
- ¿A dónde?
- A Vladivostok.
- Pero, ¿usted sabe dónde está Ufá?
Parece que no, que no lo sabía. Si esto hubiera pasado en la vida real, la pobre tonelada de chatarra poco menos que iba a dar la vuelta a la Tierra antes de llegar a Bilbao. Iba a ver más mundo que enrolada en la Marina. Eso sin contar con que el coste del transporte iba a ser varias veces superior al coste de la tonelada de las narices. Estaba por ir a mandarle a estudiar la Guía Firestone o por soltarle que el mundo no terminaba en la autopista exterior de Moscú, sino que más allá había vida y que un estudiante de Logística debía ser consciente de eso, pero ¿para qué?
- Es que creo que en los Institutos ya no les dan los ríos como antes - indicó Natalia Vladlenovna.
- Sí. Con Stalin, esto no pasaba.
Capítulos anteriores:
Gaudeamus igitur
Iuvenes dum sumus.
Post iucundam iuventutem,
Post molestam senectutem
- Bueno, pues que pase el siguiente - dije con un suspiro.
Pasó una chica rubia y menudita, muy guapa, con el pelo recogido y unos ojos azules muy claros.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- Su nick - intervine.
- Huy, es que es muy complicado. No lo podrán pronunciar.
- ¿Y no nos va a dejar comprobarlo?
- ¿Qué?
- Que nos lo diga, porras.
- Snusmumblik.
- Snusmumblik, Snusmumblik, Snusmumblik. Ya está, creo que podré pronunciarlo.
- Ah, pues sí.
Me fije un poco más en la chica. Sí, era rubia natural. Y lo demostraba. Decidí no preguntarle qué era la Economía, y hacer alguna pregunta más adaptada a un nivel.
- ¿Y qué estudia usted?
- Logística.
- ¡Hombre! Logística ¿Y el español es su primera lengua?
- Sí, es la primera.
- Bueno, pues dígame, ¿de qué depende el coste de transporte?
- ¿El coste de transportación?
- El coste de transporte.
- Bueno, pues el coste de transportación depende de muchas cosas. Cuando tenemos que llevar una mercancía de un sitio a otro, hemos de pensar en cómo hacer que esas cosas no sean muy caras. Si son muy caras, nos costarán mucho dinero, y eso no está bien. Sobre todo cuando tenemos pocas reservaciones de dinero.
- ¿Reservaciones?
- Sí, reservaciones de dinero. Es cuando tenemos dinero y no nos falta mucho.
- Vaaaale. Ya lo pillo.
- Entonces llevamos las cosas a los sitios donde tienen lugar las usaciones. Hemos de ver si los costos son buenos, porque, si son malos, entonces no los podemos hacer las empleaciones de los mismos. Por eso es muy importante que fueran buenos y todos intentamos que sean buenos.
- Bueno, vale. Cuando hace una transportac... ajjjj... un transporte, tiene que pasar por la aduana, ¿qué tiene que pagar allí?
- Bueno, pues en la aduana hay que pagar muchas cosas, una de las cuales son las tarifas.
- Transportación, reservación, tarifa... ¿seguro que el español es su primera lengua?
- Sí.
- En fin, ¿y cómo se calculan los aranceles, que es lo que usted llama tarifas?
- Las tarifas se calculan como dicen las leyes que se calculan. En la ley lo pone, entocnes se usa lo que dice la ley y se saca la tarifa que hay que pagar.
- Ya ha terminado el tiempo - dijo Ludmila Marlenovna -. Muchas gracias.
"Motito" aparte, hay que decir que Snusmumblik salió bastante bien parada del asunto. También es verdad que, aunque no dijo nada, no paró de hablar y así se libró de preguntas más complicadas. Vamos, al menos supimos la voz que tenía.
- Bueno, pues que pase el siguiente.
Pasó, y era un hombre. Por fin. Un chaval alto, delgado, trajeado, con corbata y una camisa un poco grande de cuello; con gafitas de empollón y pelo y ojos claros. Parecía listo.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
- Su nick - intervine.
- Tendreunmillondedolares.
Parecía ambicioso.
- Vaya, vaya, así que "Tendreunmillondedolares".
- Sí.
- Vale.
Parecía decidido.
- ¿Qué es lo que estudia usted?
- Economía y logística.
Parecía versátil.
- ¿Y el español es su primera lengua?
- Sí.
Parecía sincero.
- Venga, pues vamos allá ¿Qué es la Economía?
...
Parecía sorprendido.
- ¿La Economía?
Parecía intrigado.
- Sí, la economía. Acaba de decir que usted estudia Economía, ¿no?
- Bueno, pues... la Economía... es lo que se trata de las relaciones económicas...
- A ver, no. La Economía es la ciencia que trata de la escasez, de los recursos escasos. El oro es un recurso escaso, porque hay poco, menos del que querríamos tener, y por eso hay que atribuirlo a unos o a otros de alguna forma; el aire, en cambio, no es un bien económico, porque tenemos todo el que queremos y basta con que tomemos el que nos haga falta.
- Ah, sí, puede ser...
- Bueno, veamos. Logística, estudia usted, ¿no es así... estoo... Tendreunmillondedolares?
- Sí, sí, estudio logística.
- Venga, supongamos que tiene usted que transportar una tonelada de chatarra de Ufá a Bilbao ¿Cómo lo hacemos?
- ¿Una tonelada de chatarra?
- Eso.
- Bueno, pues como Ufá está lejos del mar, habría que llevar la mercancía hasta un puerto, y luego por mar la llevaríamos.
- ¿Y cómo la llevaríamos al puerto?
- Bueno, por ferrocarril.
- ¿Es la única manera?
- Sí.
Parecía honrado. Es cierto que se podría pensar en hacer el transporte por carretera, pero el estado de las carreteras en la cuenca del Volga puede sugerir lo contrario.
Lo que no parecía era listo. Una tonelada de chatarra es una birria sin casi valor, su entrega nunca es urgente y ni siquiera ocupa mucho sitio. Lo más sensato sería hacer un grupaje hasta donde sea, pero eso no se le pasó por la cabeza a Tendreunmillondedolares.
- ¿Y por barco no se puede intentar? Porque Ufá está lejos del mar, pero río sí que tendrá.
- Ah, sí, río sí que tendrá.
- ¿Y qué río pasa por Ufá?
Tendreunmillondedolares tragó saliva y se puso blanco. Parecía estreñido.
- Creo que eso no lo han visto en clase - me susurró Natalia Vladlenovna.
- Pues no sé...
Ufá es una de las diez primeras ciudades de Rusia. Tiene un millón de habitantes raspados. No saber qué río pasa por Ufá es para un ruso el equivalente para un español a no saber, por ejemplo, que el Pisuerga pasa por Valladolid. Además, no es muy complicado, porque el río que pasa por Ufá se llama, precisamente, río Ufá. Es un subafluente del Volga. Lo que ya es para nota alta es saber si es navegable desde la ciudad de Ufá (sólo lo es en verano), pero al menos Tendreunmillondedolares podría haber dicho algo, aunque fueran elucubraciones.
- Bueno... en fin, el caso es que tenemos la tonelada de chatarra y tenemos que llevarla a Bilbao ¿Qué hacemos?
- Bueno, la cargamos en un tren y la llevamos a un puerto, y luego la cargamos en un barco.
- Entonces, utilizamos varios medios de transporte.
- Sí.
- ¿Y cómo se llama ese tipo de transporte? Es igual que en ruso.
Tendreunmillondedolares calló. Parecía superado.
- Multimodal, se llama transporte multimodal...
- No le perdono que no se sepa eso, que lo vimos en la clasita - intervino, amenazadora, Ludmila Marlenovna.
- Bueno - seguí yo -, continuemos. Y dice usted que para llevar la tonelada de chatarra de Ufá a Bilbao, ¿qué hay que hacer?
- Llevar la chatarra por ferrocarril a un puerto.
- Joroba, ¿a qué puerto?
- Pues supongo que a Vladivostok.
Me dio como una descarga eléctrica, levanté la cabeza como movido por un resorte y abrí los ojos mucho. Mucho. Esta vez el que parecía estreñido era yo.
- ¿A dónde?
- A Vladivostok.
- Pero, ¿usted sabe dónde está Ufá?
Parece que no, que no lo sabía. Si esto hubiera pasado en la vida real, la pobre tonelada de chatarra poco menos que iba a dar la vuelta a la Tierra antes de llegar a Bilbao. Iba a ver más mundo que enrolada en la Marina. Eso sin contar con que el coste del transporte iba a ser varias veces superior al coste de la tonelada de las narices. Estaba por ir a mandarle a estudiar la Guía Firestone o por soltarle que el mundo no terminaba en la autopista exterior de Moscú, sino que más allá había vida y que un estudiante de Logística debía ser consciente de eso, pero ¿para qué?
- Es que creo que en los Institutos ya no les dan los ríos como antes - indicó Natalia Vladlenovna.
- Sí. Con Stalin, esto no pasaba.
viernes, 14 de mayo de 2010
Gente que no quiere nadie (y II)
A finales de abril de 1945, Hitler, ya desde el bunker de la Cancillería, ordenó un ataque en todos los frentes que debían ser llevados a cabo por divisiones inexistentes, mermadísimas o con una fuerza de combate tremendamente venida a menos. Naturalmente, las divisiones fantasmas o fundidas no son eficaces en el combate y la ofensiva, si es que se puede llamar así, fracasó ampliamente. En el norte, el general Heinrici bastante tenía con aguantar lo que le estaba cayendo encima; desde Berlín, el general de las Waffen-SS Steiner tenía que dirigirse al norte en combinación con Heinrici: yo diría que ni se lo llegó a plantear seriamente, a la vista de superioridad de diez a uno del Ejército Rojo; desde el Sur, el ejército de Wenck, o lo que quedaba de él, debería atravesar el mar de divisiones soviéticas que se interponía entre él y Berlín y acudir en socorro de la capital. Hizo un tímido avance, o retroceso, o simplemente movimiento, y decidió dejarse de historias y, en cuanto se enteró de que Hitler había dejado de dar órdenes y de respirar, hizo un movimiento, esta vez mucho más rápido, hacia el oeste, para caer prisionero de los americanos, no de los soviéticos.
En la zona de Bautzen, perdida la ciudad, el general Von Oppeln supongo que recibiría las órdenes de atacar, se encogería de hombros y diría algo así como "Pos fale, a ver qué pasa", de modo que lanzó el 21 de abril de 1945 una ofensiva con los tanques anticuados que le quedaban y unos cincuenta mil hombres. Enfrente tenía al general Walter y a su ejército polaco, infinitamente mejor armado, en posesión de la ciudad, con una superioridad numérica de dos a uno, con reservas inagotables, pero que estaban descuidadillos celebrando ya la victoria, masacrando a la población local y, al menos en el caso de su comandante, en el estado en que solía estar y que sacaba de quicio a sus superiores, esto es, con una trompa tal que posiblemente hizo subir el precio de las bebidas alcohólicas en Bautzen por el shock de demanda que debió suponer su presencia. El ejército de Von Oppeln destrozó al polaco y a las unidades soviéticas que vinieron a reforzarlo, reconquistó Bautzen, que ya conservó hasta el armisticio y, ya puesto, continuó la ofensiva avanzando todo lo que pudo. Al final tuvo que pararse, pero no porque Walter le opusiera una resistencia infranqueable, sino porque se quedó sin gasolina para sus tanques. A pesar de todo, a Walter no le concedieron la Cruz de Hierro, seguramente porque a los pocos días se acabó la guerra, no por falta de méritos.
Los biógrafos oficiales de Karol Świerczewski suelen omitir este episodio y destacan que estuvo presente en la liberación de Praga, que tuvo lugar pocos días después. Con los antecedentes del muchacho, seguro que hizo honor a la cerveza local.
Acabada la guerra, los soviéticos se apresuraron a devolvérselo a los polacos. A falta de comunistas con mayores méritos, se convirtió en ministro de Defensa, muriendo a los dos años en una emboscada poco clara que le tendió un grupo nacionalista ucraniano.
Durante el período que va desde el final de la guerra hasta la caída del muro, Karol Świerczewski fue considerado como un héroe indudablemente polaco. A partir de 1989, sin embargo, las nuevas autoridades empezaron a decir que de polaco nada, que Świerczewski era soviético y nada más, cosa de la que los rusos no quieren saber nada.
Afortunadamente, al menos hay un país que no se avergüenza de él y, si hoy estuviera entre nosotros, le concedería su nacionalidad sin rechistar. Está claro cuál es, ¿verdad?
***
Y ahora, acabados los fastos bélicos propios de estas fechas, volvemos a la universidad a partir de la próxima entrada.
En la zona de Bautzen, perdida la ciudad, el general Von Oppeln supongo que recibiría las órdenes de atacar, se encogería de hombros y diría algo así como "Pos fale, a ver qué pasa", de modo que lanzó el 21 de abril de 1945 una ofensiva con los tanques anticuados que le quedaban y unos cincuenta mil hombres. Enfrente tenía al general Walter y a su ejército polaco, infinitamente mejor armado, en posesión de la ciudad, con una superioridad numérica de dos a uno, con reservas inagotables, pero que estaban descuidadillos celebrando ya la victoria, masacrando a la población local y, al menos en el caso de su comandante, en el estado en que solía estar y que sacaba de quicio a sus superiores, esto es, con una trompa tal que posiblemente hizo subir el precio de las bebidas alcohólicas en Bautzen por el shock de demanda que debió suponer su presencia. El ejército de Von Oppeln destrozó al polaco y a las unidades soviéticas que vinieron a reforzarlo, reconquistó Bautzen, que ya conservó hasta el armisticio y, ya puesto, continuó la ofensiva avanzando todo lo que pudo. Al final tuvo que pararse, pero no porque Walter le opusiera una resistencia infranqueable, sino porque se quedó sin gasolina para sus tanques. A pesar de todo, a Walter no le concedieron la Cruz de Hierro, seguramente porque a los pocos días se acabó la guerra, no por falta de méritos.
Los biógrafos oficiales de Karol Świerczewski suelen omitir este episodio y destacan que estuvo presente en la liberación de Praga, que tuvo lugar pocos días después. Con los antecedentes del muchacho, seguro que hizo honor a la cerveza local.
Acabada la guerra, los soviéticos se apresuraron a devolvérselo a los polacos. A falta de comunistas con mayores méritos, se convirtió en ministro de Defensa, muriendo a los dos años en una emboscada poco clara que le tendió un grupo nacionalista ucraniano.
Durante el período que va desde el final de la guerra hasta la caída del muro, Karol Świerczewski fue considerado como un héroe indudablemente polaco. A partir de 1989, sin embargo, las nuevas autoridades empezaron a decir que de polaco nada, que Świerczewski era soviético y nada más, cosa de la que los rusos no quieren saber nada.
Afortunadamente, al menos hay un país que no se avergüenza de él y, si hoy estuviera entre nosotros, le concedería su nacionalidad sin rechistar. Está claro cuál es, ¿verdad?
***
Y ahora, acabados los fastos bélicos propios de estas fechas, volvemos a la universidad a partir de la próxima entrada.
miércoles, 12 de mayo de 2010
Gente que no quiere nadie (I)
Es frecuente el hecho de que haya personajes históricos muy destacados, y cuya paternidad se atribuyen distintos países o regiones. Así, por ejemplo, y respecto de Cristóbal Colón, descubridor de América, se disputan España e Italia haber sido su cuna, e incluso dentro de España hay más de una región que insiste en que nació allí. Pero, claro, ello se debe a que Colón fue una personalidad básicamente positiva del que se puede estar orgulloso.
¿Y Mozart? Los alemanes dicen que era alemán y los austríacos están tan seguros de que era austríaco que todo el mundo se lo ha creído. En realidad, siendo de Salzburgo, lo más correcto sería decir que era alemán, porque, en la época en que nació, Salzburgo no pertenecía a Austria, sino que era una especie de feudo del obispo local dependiente directamente del Sacro Imperio Romano... Germánico. Y claro, los dos países se disputan ser la patria de Mozart porque Mozart es un orgullo e, incidentalmente, da mucha pasta en turismo y en bolas de chocolate.
Por contra, es mucho menos frecuente que suceda lo contrario. Pero sí, hay casos en que sucede que a una persona no la quiere nadie, y todos los países de los que podría ser nacional se lo quitan de encima como pueden. El caso más claro es Adolfo Hitler, que nació en Austria, y de hecho no recibió la nacionalidad alemana hasta nada menos que 1933, horas antes de ser nombrado canciller. Los alemanes, de vez en cuando, mencionan que era austríaco, y no convencen a nadie; los austríacos poco menos que piden reparaciones de guerra a los alemanes y han conseguido hacer creer al resto del mundo que Hitler era alemán. Son buenísimos, los austríacos.
Otro caso interesante es el de Karol Świerczewski, el de la foto de arriba, ciudadano al que los dos países a los que podría pertenecer tienen tendencia a rechazar. Uno de los dos países a los que podría pertenecer es Rusia; el otro es Polonia.
Lo que es nacer, Karol Świerczewski nació en lo que hoy es Polonia, pero que entonces pertenecía al Imperio Ruso, en el lejano año de 1897. Como es bien sabido, entre 1917 y 1920 hubo mucho jaleo en la zona. Świerczewski, comunista de pro, se metió en el Ejército Rojo e intervino en la guerra civil rusa y, después, en la guerra ruso-polaca de 1920... en el lado ruso, lo cual, fuerza sea dicho, no le debería despertar las simpatías de los polacos. La guerra la ganaron los polacos, y Świerczewski, evidentemente, se quedó en Moscú, estudiando en la Academia Militar, porque lo que es ir a la Polonia de Pilsudski lo tenía crudo.
Unos años después, Karol Świerczewski, posiblemente pensando y con razón que su apellido era una pesadilla impronunciable para cualquiera que no fuera polaco, se hizo con un nombre de guerra: General Walter. Menos mal, porque su siguiente acción de guerra tuvo lugar nada menos que en España y no me quiero imaginar a los cordobeses o granadinos teniendo que llamarle por su apellido.
A finales de 1936, el general Walter pasa a España y se pone al mando de la XIV Brigada Internacional. Es un poco difícil describir su actuación en la guerra con propiedad. Las fuentes republicanas actuales hablan de que se formó una reputación de hábil comandante y fino estratega; las fuentes nacionales, muchas veces citando fuentes republicanas de entonces, hablan de una especie de terrorista con galones y sin escrúpulos y con una capacidad de mando menos que mediocre, en particular si le había dado tiempo a empinar el codo. Me perdonarán los republicanos, pero, a juzgar por su actuación posterior, parece que las fuentes nacionales, en este caso, gozan de una credibilidad algo mayor. Sí que parece que su capacidad como comandante, al contrario de lo que suele ser habitual, fue disminuyendo durante la guerra, probablemente a medida que sus subordinados le fueron calando. En Lucena y Córdoba, aún en el 36, debió estar aceptablemente bien; en la batalla del Jarama ya no debió estar tan bien; en la de Brunete, poco después, ya se hicieron célebres sus cabreos entre los que vivieron para contarlos; en la ofensiva de Aragón de 1938 incluso es de suponer que los nacionales estuvieran buscando los sectores del frente en que estaba él para lanzar sus ofensivas. Tras la división de la zona republicana en dos, el general Walter no se quedó a ver el final de la cuestión y fue relevado. Sin embargo, su ausencia, a esas alturas, no fue suficiente para cambiar el curso de la guerra y evitar la derrota de la República.
La siguiente etapa de la carrera militar del general Walter tiene lugar nuevamente en la Unión Soviética. Tuvo la suerte de que el peor período de las purgas le pilló en España, con lo que logró sobrevivir a la limpieza. Tras dos años en que se sitúa en Moscú, estalla la guerra contra la Alemania nazi y Walter se pone al frente de una unidad del Ejército Rojo. Sí, no hubo más remedio. Entre las purgas de los años anteriores y el porrón de prisioneros que la Wehrmacht había hecho en los primeros meses de la guerra, los mandos sobrios, con experiencia bélica y capacidad de mando se contaban con los dedos y Walter, por lo menos, reunía uno de los tres requisitos.
Sus biografías oficiales omiten casi siempre su participación en la batalla de Vyazma, en noviembre de 1941. El empuje de la Wehrmacht pilla a Walter en un estado que, siendo indulgentes, podríamos considerar como "un poco chispa"; si no somos indulgentes (el mariscal Zhukov, a cuyas órdenes estaba, no lo era en absoluto), podríamos considerar que llevaba una curda tal que no se tenía en pie ni mucho menos podía dar órdenes (y casi mejor que no lo hiciera). El resultado fue que, de los diez mil soldados que estaban bajo su mando, sólo cinco consiguieron salir enteros del atolladero, y los alemanes siguieron avanzando hacia Moscú como si tal cosa. No sabemos a ciencia cierta la opinión de Zhukov sobre Walter, pero podemos sospechar algo, porque a Walter le dijeron que la prioridad del Ejército Rojo era la instrucción y que sería de más utilidad en la construcción del socialismo formando soldados que perdiéndolos en el frente. Y, así, se pasó los siguientes años en tareas de instrucción, lo que posiblemente sí tuvo cierta influencia en los éxitos soviéticos en la guerra a partir de 1942.
Pero la vida sigue, y al general Walter le llegó una nueva oportunidad de cubrirse de gloria en 1944, cuando alguien se acordó de que Karol Świerczewski era polaco, el frente iba a llegar a Polonia, la URSS querría montar allí un estado comunista, y los polacos comunistas vendrían bien para legitimarlo y darle lustre. En estas circunstancias, se forma un ejército polaco y el general Walter pasa al mando de una de las unidades del mismo.
En abril de 1945, lo que quedaba del III Reich está al borde del colapso. Los mariscales Zhukov, Rossokovsky y Konev se dirigen escopeteados a Berlín y el fin de la guerra es cuestión de días. Walter está en el frente ucraniano, a las órdenes del mariscal Konev (suponemos que Zhukov, desde el frente bielorruso, consiguió esquivar a su antiguo subordinado), y se le asigna la tarea de avanzar por el sur de Berlin ocupando Bautzen.
Y lo ocupó, pero aquí no acaba su historia. Lo veremos en la próxima entrada.
¿Y Mozart? Los alemanes dicen que era alemán y los austríacos están tan seguros de que era austríaco que todo el mundo se lo ha creído. En realidad, siendo de Salzburgo, lo más correcto sería decir que era alemán, porque, en la época en que nació, Salzburgo no pertenecía a Austria, sino que era una especie de feudo del obispo local dependiente directamente del Sacro Imperio Romano... Germánico. Y claro, los dos países se disputan ser la patria de Mozart porque Mozart es un orgullo e, incidentalmente, da mucha pasta en turismo y en bolas de chocolate.
Por contra, es mucho menos frecuente que suceda lo contrario. Pero sí, hay casos en que sucede que a una persona no la quiere nadie, y todos los países de los que podría ser nacional se lo quitan de encima como pueden. El caso más claro es Adolfo Hitler, que nació en Austria, y de hecho no recibió la nacionalidad alemana hasta nada menos que 1933, horas antes de ser nombrado canciller. Los alemanes, de vez en cuando, mencionan que era austríaco, y no convencen a nadie; los austríacos poco menos que piden reparaciones de guerra a los alemanes y han conseguido hacer creer al resto del mundo que Hitler era alemán. Son buenísimos, los austríacos.
Otro caso interesante es el de Karol Świerczewski, el de la foto de arriba, ciudadano al que los dos países a los que podría pertenecer tienen tendencia a rechazar. Uno de los dos países a los que podría pertenecer es Rusia; el otro es Polonia.
Lo que es nacer, Karol Świerczewski nació en lo que hoy es Polonia, pero que entonces pertenecía al Imperio Ruso, en el lejano año de 1897. Como es bien sabido, entre 1917 y 1920 hubo mucho jaleo en la zona. Świerczewski, comunista de pro, se metió en el Ejército Rojo e intervino en la guerra civil rusa y, después, en la guerra ruso-polaca de 1920... en el lado ruso, lo cual, fuerza sea dicho, no le debería despertar las simpatías de los polacos. La guerra la ganaron los polacos, y Świerczewski, evidentemente, se quedó en Moscú, estudiando en la Academia Militar, porque lo que es ir a la Polonia de Pilsudski lo tenía crudo.
Unos años después, Karol Świerczewski, posiblemente pensando y con razón que su apellido era una pesadilla impronunciable para cualquiera que no fuera polaco, se hizo con un nombre de guerra: General Walter. Menos mal, porque su siguiente acción de guerra tuvo lugar nada menos que en España y no me quiero imaginar a los cordobeses o granadinos teniendo que llamarle por su apellido.
A finales de 1936, el general Walter pasa a España y se pone al mando de la XIV Brigada Internacional. Es un poco difícil describir su actuación en la guerra con propiedad. Las fuentes republicanas actuales hablan de que se formó una reputación de hábil comandante y fino estratega; las fuentes nacionales, muchas veces citando fuentes republicanas de entonces, hablan de una especie de terrorista con galones y sin escrúpulos y con una capacidad de mando menos que mediocre, en particular si le había dado tiempo a empinar el codo. Me perdonarán los republicanos, pero, a juzgar por su actuación posterior, parece que las fuentes nacionales, en este caso, gozan de una credibilidad algo mayor. Sí que parece que su capacidad como comandante, al contrario de lo que suele ser habitual, fue disminuyendo durante la guerra, probablemente a medida que sus subordinados le fueron calando. En Lucena y Córdoba, aún en el 36, debió estar aceptablemente bien; en la batalla del Jarama ya no debió estar tan bien; en la de Brunete, poco después, ya se hicieron célebres sus cabreos entre los que vivieron para contarlos; en la ofensiva de Aragón de 1938 incluso es de suponer que los nacionales estuvieran buscando los sectores del frente en que estaba él para lanzar sus ofensivas. Tras la división de la zona republicana en dos, el general Walter no se quedó a ver el final de la cuestión y fue relevado. Sin embargo, su ausencia, a esas alturas, no fue suficiente para cambiar el curso de la guerra y evitar la derrota de la República.
La siguiente etapa de la carrera militar del general Walter tiene lugar nuevamente en la Unión Soviética. Tuvo la suerte de que el peor período de las purgas le pilló en España, con lo que logró sobrevivir a la limpieza. Tras dos años en que se sitúa en Moscú, estalla la guerra contra la Alemania nazi y Walter se pone al frente de una unidad del Ejército Rojo. Sí, no hubo más remedio. Entre las purgas de los años anteriores y el porrón de prisioneros que la Wehrmacht había hecho en los primeros meses de la guerra, los mandos sobrios, con experiencia bélica y capacidad de mando se contaban con los dedos y Walter, por lo menos, reunía uno de los tres requisitos.
Sus biografías oficiales omiten casi siempre su participación en la batalla de Vyazma, en noviembre de 1941. El empuje de la Wehrmacht pilla a Walter en un estado que, siendo indulgentes, podríamos considerar como "un poco chispa"; si no somos indulgentes (el mariscal Zhukov, a cuyas órdenes estaba, no lo era en absoluto), podríamos considerar que llevaba una curda tal que no se tenía en pie ni mucho menos podía dar órdenes (y casi mejor que no lo hiciera). El resultado fue que, de los diez mil soldados que estaban bajo su mando, sólo cinco consiguieron salir enteros del atolladero, y los alemanes siguieron avanzando hacia Moscú como si tal cosa. No sabemos a ciencia cierta la opinión de Zhukov sobre Walter, pero podemos sospechar algo, porque a Walter le dijeron que la prioridad del Ejército Rojo era la instrucción y que sería de más utilidad en la construcción del socialismo formando soldados que perdiéndolos en el frente. Y, así, se pasó los siguientes años en tareas de instrucción, lo que posiblemente sí tuvo cierta influencia en los éxitos soviéticos en la guerra a partir de 1942.
Pero la vida sigue, y al general Walter le llegó una nueva oportunidad de cubrirse de gloria en 1944, cuando alguien se acordó de que Karol Świerczewski era polaco, el frente iba a llegar a Polonia, la URSS querría montar allí un estado comunista, y los polacos comunistas vendrían bien para legitimarlo y darle lustre. En estas circunstancias, se forma un ejército polaco y el general Walter pasa al mando de una de las unidades del mismo.
En abril de 1945, lo que quedaba del III Reich está al borde del colapso. Los mariscales Zhukov, Rossokovsky y Konev se dirigen escopeteados a Berlín y el fin de la guerra es cuestión de días. Walter está en el frente ucraniano, a las órdenes del mariscal Konev (suponemos que Zhukov, desde el frente bielorruso, consiguió esquivar a su antiguo subordinado), y se le asigna la tarea de avanzar por el sur de Berlin ocupando Bautzen.
Y lo ocupó, pero aquí no acaba su historia. Lo veremos en la próxima entrada.
lunes, 10 de mayo de 2010
Cambiando las letras de la victoria
¿A que todos habéis cambiado letras de canciones populares? Seguro que sí. Y seguro que todos le hemos puesto letra al himno español y hemos hecho montones de perrerías con muchísimas canciones. También lo hicieron nuestros padres. Por ejemplo, ésta es del "Cara al Sol" y se la oí bastante a mi madre, supongo que de los tiempos de la Sección Femenina a donde iban a parar todas las que eran adolescentes en la década de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado:
Cara al sol, te vas a poner morena
y el flecha no te va a querer.
Déjalo, que el flecha no me quiera
me quiere un requeté.
Y el requeté me compra caramelos
y me lleva al cine cuando quiero.
¡Váyase el flecha a barrer
que me quedo con el requeté!
Parece probable que el autor de esta letra apócrifa del Cara al Sol no fuera falangista. Vamos, que si pensamos que era un requeté poco satisfecho con el Decreto de Unificación, seguramente no andaremos muy desencaminados. El requeté se queda con la chica y encima el flecha falangista se queda barriendo.
¿Y esta otra versión, esta vez del "Oriamendi"?
Por Dios, por la Patria y el Rey
barrieron nuestros padres;
por Dios, por la Patria y el Rey
barreremos nosotros también.
Barreremos todos juntos,
todos juntos en unión,
barreremos todos juntos,
a Falange de las JONS.
Es curiosa la fijación de los requetés con las escobas, ¿no? Bueno, con las escobas y con renegar de su unión forzada con los falangistas, pero ésa es otra historia.
Bueno, pues en Rusia también hay versiones de canciones, y hoy, recién pasado el día de la victoria, es hora de recordar la versión que, el otro día, nos cantó Ro de la canción por excelencia de la Gran Guerra Patria. Naturalmente, Katyusha.
Recordemos la letra original, de momento en ruso:
Катюша
Расцветали яблони и груши,
Поплыли туманы над рекой;
Выходила на берег Катюша,
На высокий берег, на крутой.
Выходила, песню заводила
Про степного, сизого орла,
Про того, которого любила,
Про того, чьи письма берегла.
Ой, ты песня, песенка девичья,
Ты лети за ясным солнцем вслед,
И бойцу на дальнем пограничье
От Катюши передай привет.
Пусть он вспомнит девушку простую,
Пусть услышит, как она поёт,
Пусть он землю бережёт родную,
А любовь Катюша сбережёт.
Расцветали яблони и груши,
Поплыли туманы над рекой;
Выходила на берег Катюша,
На высокий берег, на крутой.
Y la traducción al castellano (que no es mía, lo reconozco, sino que he copiado miserablemente):
Manzanos y perales estaban florecidos,
Sobre el río suspendida la niebla matutina,
La joven Katyusha subió a la ribera alta,
Del río la empinada ribera en la niebla.
En la ribera Katiusha comenzó a cantar
De una orgullosa águila gris de la estepa,
De una Katyusha enamorada tan profundamente,
De quien cuyas cartas ella ha guardado.
Oh, canción, brillante canción de una doncella,
Vuela al sol, vuela como un pájaro
Al soldado en el lejano frente
De Katyusha lleva un saludo.
Déjale pensar en una sencilla doncella oriunda,
Déjale oír la clara canción de Katyusha,
Guardará la tierra de su querida patria,
Y su amor Katyusha mantendrá fuerte.
Manzanos y perales estaban florecidos,
Sobre el río suspendida la niebla matutina,
La joven Katyusha subió a la ribera alta,
Del río la empinada ribera en la niebla.
Como en este mundo no hay apenas nada sagrado, la versión que Ro nos esta difundiendo es la siguiente:
Расцветали веники в подвале,
поплыли скелеты над рекой,
выходил директор магазина
и кидался тухлой колбасой.
Колбаса летела мимо фронта
и попала Гитлеру под нос.
Он орёт сидя в туалете:
"Помогите, у меня понос!"
Отцветали веники в подвале,
уплыли скелеты от реки,
уходил директор магазина
от борьбы от тухлой колбасы.
Es decir (y esta vez la traducción sí es mía):
Florecían las escobillas en el sótano,
los esqueletos nadaban sobre el río,
salió el director de la tienda
y arrojó el embutido podrido.
El embutido voló sobre el frente
y cayó a Hitler bajo la nariz.
Y gritó, sentado en el wáter:
¡"Ayuda, que tengo diarrea!"
Se marchitaron las escobillas en el sótano,
los esqueletos salieron del río,
y se marchó el director de la tienda
de la lucha del embutido podrido.
Y es que ya no se respeta nada... pero cómo nos hemos reído.
Cara al sol, te vas a poner morena
y el flecha no te va a querer.
Déjalo, que el flecha no me quiera
me quiere un requeté.
Y el requeté me compra caramelos
y me lleva al cine cuando quiero.
¡Váyase el flecha a barrer
que me quedo con el requeté!
Parece probable que el autor de esta letra apócrifa del Cara al Sol no fuera falangista. Vamos, que si pensamos que era un requeté poco satisfecho con el Decreto de Unificación, seguramente no andaremos muy desencaminados. El requeté se queda con la chica y encima el flecha falangista se queda barriendo.
¿Y esta otra versión, esta vez del "Oriamendi"?
Por Dios, por la Patria y el Rey
barrieron nuestros padres;
por Dios, por la Patria y el Rey
barreremos nosotros también.
Barreremos todos juntos,
todos juntos en unión,
barreremos todos juntos,
a Falange de las JONS.
Es curiosa la fijación de los requetés con las escobas, ¿no? Bueno, con las escobas y con renegar de su unión forzada con los falangistas, pero ésa es otra historia.
Bueno, pues en Rusia también hay versiones de canciones, y hoy, recién pasado el día de la victoria, es hora de recordar la versión que, el otro día, nos cantó Ro de la canción por excelencia de la Gran Guerra Patria. Naturalmente, Katyusha.
Recordemos la letra original, de momento en ruso:
Катюша
Расцветали яблони и груши,
Поплыли туманы над рекой;
Выходила на берег Катюша,
На высокий берег, на крутой.
Выходила, песню заводила
Про степного, сизого орла,
Про того, которого любила,
Про того, чьи письма берегла.
Ой, ты песня, песенка девичья,
Ты лети за ясным солнцем вслед,
И бойцу на дальнем пограничье
От Катюши передай привет.
Пусть он вспомнит девушку простую,
Пусть услышит, как она поёт,
Пусть он землю бережёт родную,
А любовь Катюша сбережёт.
Расцветали яблони и груши,
Поплыли туманы над рекой;
Выходила на берег Катюша,
На высокий берег, на крутой.
Y la traducción al castellano (que no es mía, lo reconozco, sino que he copiado miserablemente):
Manzanos y perales estaban florecidos,
Sobre el río suspendida la niebla matutina,
La joven Katyusha subió a la ribera alta,
Del río la empinada ribera en la niebla.
En la ribera Katiusha comenzó a cantar
De una orgullosa águila gris de la estepa,
De una Katyusha enamorada tan profundamente,
De quien cuyas cartas ella ha guardado.
Oh, canción, brillante canción de una doncella,
Vuela al sol, vuela como un pájaro
Al soldado en el lejano frente
De Katyusha lleva un saludo.
Déjale pensar en una sencilla doncella oriunda,
Déjale oír la clara canción de Katyusha,
Guardará la tierra de su querida patria,
Y su amor Katyusha mantendrá fuerte.
Manzanos y perales estaban florecidos,
Sobre el río suspendida la niebla matutina,
La joven Katyusha subió a la ribera alta,
Del río la empinada ribera en la niebla.
Como en este mundo no hay apenas nada sagrado, la versión que Ro nos esta difundiendo es la siguiente:
Расцветали веники в подвале,
поплыли скелеты над рекой,
выходил директор магазина
и кидался тухлой колбасой.
Колбаса летела мимо фронта
и попала Гитлеру под нос.
Он орёт сидя в туалете:
"Помогите, у меня понос!"
Отцветали веники в подвале,
уплыли скелеты от реки,
уходил директор магазина
от борьбы от тухлой колбасы.
Es decir (y esta vez la traducción sí es mía):
Florecían las escobillas en el sótano,
los esqueletos nadaban sobre el río,
salió el director de la tienda
y arrojó el embutido podrido.
El embutido voló sobre el frente
y cayó a Hitler bajo la nariz.
Y gritó, sentado en el wáter:
¡"Ayuda, que tengo diarrea!"
Se marchitaron las escobillas en el sótano,
los esqueletos salieron del río,
y se marchó el director de la tienda
de la lucha del embutido podrido.
Y es que ya no se respeta nada... pero cómo nos hemos reído.
viernes, 7 de mayo de 2010
El ensayo
Por unos días, vamos a dejar los asuntillos universitarios (pero volveremos a ellos, ya lo creo), porque estamos de fiesta. Se acerca el Día de la Victoria, que es lo más parecido a lo que en España serían las fiestas patronales. Aquí no se festeja apenas al patrón. El patrón de Moscú es San Jorge, y su festividad es curiosamente, el 6 de mayo, que es cuando estoy escribiendo estas líneas. Pues ni pum. Como si fuera San Crescencio.
La fiesta que sí se celebra es el 9 de mayo, Día de la Victoria sobre la Alemania nazi o, simplemente, la Victoria, y se celebra con un desfile por todo lo alto y una explosión de patriotismo, autoafirmación y memoria histórica bastante imponente, que tiene la virtud de eclipsar todo lo demás, y no digamos a San Jorge. El desfile es el acto y toda la ciudad se concentra en él. En esta bitácora ya hemos asistido a uno, y este año no lo vamos a hacer, porque el 9 de mayo otros quehaceres nos llaman fuera de la ciudad, pero eso no quiere decir que dejemos pasar esta fecunda época del año sin hacer alusión a la victoria, al igual que en años anteriores. Es más, este año va a haber muchas más alusiones.
En Moscú, los días anteriores a la fiesta, que medio empalma con la del 1 de mayo, son raros. Mucha gente se larga con viento fresco. Se trabaja, cuando se trabaja, a medio gas. Es difícil llegar a los sitios, porque muchas de las calles principales están cortadas para que tengan lugar los ensayos que aseguren que el desfile salga de rechupete. Una agonía, vamos. Ya de por sí las calles de Moscú suelen estar impracticables por los atascos, con lo que, si encima cortan varias de las principales, llegar de A a B es cosa sólo apta para héroes (sí, como estar casado con una colombiana y no tomar café, o como ser economista y no conocer a Keynes).
En la foto de al lado está la Tverskaya en hora punta, las nueve de la mañana. Normalmente, estaría petada de coches. Hoy, es que no hay ni uno. Los únicos vehículos rodantes que circulan por ella son tanques y, para que no haya líos, cada cinco metros hay un soldado por si a algún viandante díscolo se le ocurre acercarse demasiado a los tanques. El ensayo había comenzado a las cinco de la mañana y los soldados tenían una carita y echaban unos bostezos tales que incluso hubieran dado pena si no fueran tan bordes como de costumbre. Yo no sé lo que pasa, pero en Moscú le pones una gorra a un tipo corriente y se te pone de una mala leche que no es normal. Bueno, la verdad es que, si te han levantado a las tres de la madrugada para el ensayo y tu único cometido es estar de pie quieto parao en una acera de la Tverskaya, y llevas ya cinco horas en semejante ocupación sin moverte ni para toser, algo de motivo para ser borde sí que tienes.
Además de los desfiles y de los ensayos, otra cosa que caracteriza estos días son las cintas de San Jorge, en lo que es casi la única presencia del patrón de Moscú en estas lides. La cruz de San Jorge era la principal condecoración de la Rusia zarista, que se sujetaba con una cinta; en el periodo soviético, cambió su nombre a "cinta de la Guardia", para dejar de hacer referencia, tanto a la cruz, como a San Jorge, pero actualmente las cosas han vuelto a su cauce y la cruz de San Jorge vuelve a campar por sus fueros.
En 2005, comenzaron a repartir gratis cintas de San Jorge como símbolo de la victoria (uno ya sobreentiende qué victoria, porque no hay otra), y la gente comenzó a ponárselas en las antenas de los coches y en las mochilas de los estudiantes. Está chulo. Es una cinta a barras naranjas y negras que luego seguirá meses y meses en las antenas de los coches hasta que se deshilache y se desintegre de puro vieja, casi como en España pasa con los adornos de las calles, que nos apresuramos a poner, pero no a quitar.
Este año me he unido al sentir popular y me he colocado una cinta de San Jorge en el Bulto Misterioso, que, aunque renqueante y esperando reparación, sigue conduciéndome al trabajo a diario. En esta ocasión, con tanto más motivo, porque yo no sé si los ciclistas inspiramos simpatía o es que los soldados que controlan y cortan las calles no están hechos a tales vehículos y simplemente no saben qué hacer con nosotros, pero lo cierto es que he pasado los cortes y controles sin el menor problema y echándole morro, mientras los coches que llegaban a las barreras bramaban de ira e impotencia.
¿Todos? ¡No! Porque no sólo los ciclistas tenemos el privilegio de hacer de nuestra capa un sayo con los controles de tráfico. Hay algunos conductores que gozan también de dicho privilegio, en particular si tu matrícula tiene las letras E KX, A OO, A MP o incluso A MO. Pero de eso ya será cosa de escribir otro día, que hoy se hace tarde.
La fiesta que sí se celebra es el 9 de mayo, Día de la Victoria sobre la Alemania nazi o, simplemente, la Victoria, y se celebra con un desfile por todo lo alto y una explosión de patriotismo, autoafirmación y memoria histórica bastante imponente, que tiene la virtud de eclipsar todo lo demás, y no digamos a San Jorge. El desfile es el acto y toda la ciudad se concentra en él. En esta bitácora ya hemos asistido a uno, y este año no lo vamos a hacer, porque el 9 de mayo otros quehaceres nos llaman fuera de la ciudad, pero eso no quiere decir que dejemos pasar esta fecunda época del año sin hacer alusión a la victoria, al igual que en años anteriores. Es más, este año va a haber muchas más alusiones.
En Moscú, los días anteriores a la fiesta, que medio empalma con la del 1 de mayo, son raros. Mucha gente se larga con viento fresco. Se trabaja, cuando se trabaja, a medio gas. Es difícil llegar a los sitios, porque muchas de las calles principales están cortadas para que tengan lugar los ensayos que aseguren que el desfile salga de rechupete. Una agonía, vamos. Ya de por sí las calles de Moscú suelen estar impracticables por los atascos, con lo que, si encima cortan varias de las principales, llegar de A a B es cosa sólo apta para héroes (sí, como estar casado con una colombiana y no tomar café, o como ser economista y no conocer a Keynes).
En la foto de al lado está la Tverskaya en hora punta, las nueve de la mañana. Normalmente, estaría petada de coches. Hoy, es que no hay ni uno. Los únicos vehículos rodantes que circulan por ella son tanques y, para que no haya líos, cada cinco metros hay un soldado por si a algún viandante díscolo se le ocurre acercarse demasiado a los tanques. El ensayo había comenzado a las cinco de la mañana y los soldados tenían una carita y echaban unos bostezos tales que incluso hubieran dado pena si no fueran tan bordes como de costumbre. Yo no sé lo que pasa, pero en Moscú le pones una gorra a un tipo corriente y se te pone de una mala leche que no es normal. Bueno, la verdad es que, si te han levantado a las tres de la madrugada para el ensayo y tu único cometido es estar de pie quieto parao en una acera de la Tverskaya, y llevas ya cinco horas en semejante ocupación sin moverte ni para toser, algo de motivo para ser borde sí que tienes.
Además de los desfiles y de los ensayos, otra cosa que caracteriza estos días son las cintas de San Jorge, en lo que es casi la única presencia del patrón de Moscú en estas lides. La cruz de San Jorge era la principal condecoración de la Rusia zarista, que se sujetaba con una cinta; en el periodo soviético, cambió su nombre a "cinta de la Guardia", para dejar de hacer referencia, tanto a la cruz, como a San Jorge, pero actualmente las cosas han vuelto a su cauce y la cruz de San Jorge vuelve a campar por sus fueros.
En 2005, comenzaron a repartir gratis cintas de San Jorge como símbolo de la victoria (uno ya sobreentiende qué victoria, porque no hay otra), y la gente comenzó a ponárselas en las antenas de los coches y en las mochilas de los estudiantes. Está chulo. Es una cinta a barras naranjas y negras que luego seguirá meses y meses en las antenas de los coches hasta que se deshilache y se desintegre de puro vieja, casi como en España pasa con los adornos de las calles, que nos apresuramos a poner, pero no a quitar.
Este año me he unido al sentir popular y me he colocado una cinta de San Jorge en el Bulto Misterioso, que, aunque renqueante y esperando reparación, sigue conduciéndome al trabajo a diario. En esta ocasión, con tanto más motivo, porque yo no sé si los ciclistas inspiramos simpatía o es que los soldados que controlan y cortan las calles no están hechos a tales vehículos y simplemente no saben qué hacer con nosotros, pero lo cierto es que he pasado los cortes y controles sin el menor problema y echándole morro, mientras los coches que llegaban a las barreras bramaban de ira e impotencia.
¿Todos? ¡No! Porque no sólo los ciclistas tenemos el privilegio de hacer de nuestra capa un sayo con los controles de tráfico. Hay algunos conductores que gozan también de dicho privilegio, en particular si tu matrícula tiene las letras E KX, A OO, A MP o incluso A MO. Pero de eso ya será cosa de escribir otro día, que hoy se hace tarde.
miércoles, 5 de mayo de 2010
Post molestam senectutem (IV)
Le dimos a Consuelito las gracias por su participación y le dijimos que hiciera pasar al siguiente. Quien entró era una chica rellenita, vestida de negro de arriba abajo, como la propia Consuelito, y con unos rasgos asiáticos que me hicieron pensar inmediatamente en que podría ser un vástago de la clase dirigente de las repúblicas sovietobananeras de Asia Central.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
La chica no dijo nada, sino que se quedó mirando con sus ojitos rasgados y poco perceptibles a Ludmila Marlenovna.
- Que cuál es su motito - repitió.
- Su nick - apunté yo, y la chica pareció reaccionar.
- Estás - dijo.
- Hay gustos para todo.
- ¿Sí?
- No lo sabe usted bien, Estás. En fin, ¿empezamos?
Ludmila Marlenovna le dio la vuelta al relojito de arena y yo me sentí obligado a hacer a Estás la misma pregunta que a sus dos antecesoras, para que no hubiera discriminación.
- ¿Qué es la Economía?
Estás dirigió sus ojitos a la ventana, como si la respuesta estuviera escrita en el cristal; luego me miró a mí, pero no dijo nada.
- ¿El español es su primera lengua extranjera? - pregunté, esforzándome por vocalizar.
- ¿Primera?
- Déjelo ¿Y qué estudia usted?
- Economía.
- Entonces, ¿sabe qué es la Economía?
- Sí, sí, yo estudio Economía.
- ¿Y no sabe que es la ciencia que trata de la asignación de recursos escasos?
- ¿Qué?
Miré con inquietud al reloj de arena. Todavía quedaba mucho tiempo.
- A ver, ¿estudia Economía?
- Economía.
- Vamos a ver - dije lentamente - ¿Cuál es la influencia de Keynes en la ciencia económica?
Estás se calló, mientras me miraba fijamente con sus minúsculos ojos, como si le estuviera hablando del moro Muza, y no del economista más influyente del siglo XX. Vamos, que ser economista y no conocer a Keynes es como estar casado con una colombiana y no beber café: sólo está al alcance de gente heroica. Yo, por ejemplo, sólo conocía a una persona casada con una colombiana y que no haya bebido café nunca; ahora también conozco una economista que no sabe quién es Keynes.
- Creo que no lo han visto en clase - susurró, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
- Ya, ya...
Y el relojito seguía haciendo caer, muy lentamente, la arena.
- Bueeeno, ¿a usted qué es lo que le gustaría que le preguntara?
- ¿Qué?
- Mmmffff... estoo... ¿sabe lo que son las aduanas?
- Sí.
- Bien ¿Y sabe para qué sirven?
- Para controlar las fronteras.
Yo no le quitaba ojo al relojito, que, al fin, llegó a su final.
- Huy, qué pena, ya se le ha acabado el tiempo. Muy bien, Estás, ¿puede decirle al siguiente que pase?
- ¿Qué?
- Es igual.
Ludmila Marlenovna acompañó a Estás al pasillo y entró con otra chica, alta, risueña y con un vestidito de flores. Bueno, ya estaba bien de negro.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
La chica se quedó mirándola.
- Su nick - apunté otra vez.
- Eso. Su niquito - insistió Ludmila Marlenovna.
- Anonym88 - dijo ella.
- Vaya, ¿tiene usted veintiún años? - pregunté, para que la primera pregunta fuese realmente muy fácil
- No. Tengo ventidós.
- Seguro que los cumplió hace poco, ¿verdad?
- Sí, en marzo ¿Cómo lo sabe?
- ¿A que nació en 1988?
- ¡SÍ! ¿CÓMO LO SABE?
- Bueno, si su... motito es Anonym88, es probable que naciera en 1988.
- ¡Sí! ¡Es verdad! ¡Me lo puse por eso!
Ufff... Decidí esta vez no preguntar qué era la Economía. Por una vez que íbamos bien... bueno, o algo así.
- ¿Y qué estudia usted?
- Estudio Economía y Contabilidad.
- Hombre, Contabilidad ¿Y le gusta la Contabilidad?
- ¡Sí! ¡Es muy bonita!
- Venga, pues hábleme de las PBU.
- ¿Las PBU?
- Sí, las PBU.
- ¿Y qué es eso?
Las PBU son veintiuna normas rusas que equivalen a lo que en España sería el Plan General de Contabilidad, e internacionalmente las NIC. Es decir, es algo que un estudiante de Contabilidad ruso tiene que manejar por purísima obligación básica, a no ser que sea de primero de carrera, tenga dieciocho tiernos añitos y aún esté desbrozando los conceptos básicos de activo, pasivo y neto. Pero es que Anonym88 ya contaba veintidós abriles, y a esa edad yo esperaba, iluso de mí, que debía estar más cerca de terminar la carrera que de comenzarla.
- ¿No sabe lo que son las PBU?
- No. Es que nosotros no damos contabilidad española.
- Creo que no lo han visto en clase - me apuntó en voz baja, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
- A ver, Anomym88, las PBU son las Положения по бухгальтерскому учёту (Polozheniya po Bujgalterskomu Uchyotu)
- ¡Eh! ¡Pero aquí debemos hablar sólo en español! - intervino vehementemente Ludmila Marlenovna.
- Bueno, en todo caso las PBU no son contabilidad española y no me creo que una estudiante rusa de Contabilidad no sepa lo que son.
- ¡Ah, sí! ¡Es verdad!
- Y tanto que lo es. En fin, dígame cuáles son las diferencias más importantes entre las normas rusas de contabilidad y las normas internacionales.
- ¿Diferencias?
- Diferencias.
- Bueno, pues las normas rusas de contabilidad son muy diferentes a las internacionales. Lo más importante es que las normas rusas están escritas en ruso, y las normas internacionales no.
Supongo que debí abrir mucho los ojos.
- Porque las normas internacionales están escritas en inglés. En eso se diferencian.
- Claro... - acerté a musitar.
- Ésa es la diferencia más importante.
- Sí, sí... - aún me estaba recuperando del golpe -. Y, a ver, hábleme de los activos fijos.
- ¿Los activos fijos?
- Creo que no lo han visto en clase - me apuntó en voz baja, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
Miré nerviosamente al reloj de arena. Por fin se había acabado el tiempo.
- Sí, pero, ¿sabe?, se ha terminado su tiempo.
- ¡Ah, sí! ¡Es verdad!
- Bueno, Anonym88, muchas gracias por haber venido ¿Puede decirle al siguiente que puede pasar?
- Sí.
A Anonym88 se le había acabado el tiempo... y a mí se me está haciendo tarde. Así que seguiremos con la serie más adelante. Pero ahora se acerca el Día de la Victoria y, como es casi tradición, ahora vienen un par de entradas más guerreras. Pero esta serie seguirá, claro que si.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
La chica no dijo nada, sino que se quedó mirando con sus ojitos rasgados y poco perceptibles a Ludmila Marlenovna.
- Que cuál es su motito - repitió.
- Su nick - apunté yo, y la chica pareció reaccionar.
- Estás - dijo.
- Hay gustos para todo.
- ¿Sí?
- No lo sabe usted bien, Estás. En fin, ¿empezamos?
Ludmila Marlenovna le dio la vuelta al relojito de arena y yo me sentí obligado a hacer a Estás la misma pregunta que a sus dos antecesoras, para que no hubiera discriminación.
- ¿Qué es la Economía?
Estás dirigió sus ojitos a la ventana, como si la respuesta estuviera escrita en el cristal; luego me miró a mí, pero no dijo nada.
- ¿El español es su primera lengua extranjera? - pregunté, esforzándome por vocalizar.
- ¿Primera?
- Déjelo ¿Y qué estudia usted?
- Economía.
- Entonces, ¿sabe qué es la Economía?
- Sí, sí, yo estudio Economía.
- ¿Y no sabe que es la ciencia que trata de la asignación de recursos escasos?
- ¿Qué?
Miré con inquietud al reloj de arena. Todavía quedaba mucho tiempo.
- A ver, ¿estudia Economía?
- Economía.
- Vamos a ver - dije lentamente - ¿Cuál es la influencia de Keynes en la ciencia económica?
Estás se calló, mientras me miraba fijamente con sus minúsculos ojos, como si le estuviera hablando del moro Muza, y no del economista más influyente del siglo XX. Vamos, que ser economista y no conocer a Keynes es como estar casado con una colombiana y no beber café: sólo está al alcance de gente heroica. Yo, por ejemplo, sólo conocía a una persona casada con una colombiana y que no haya bebido café nunca; ahora también conozco una economista que no sabe quién es Keynes.
- Creo que no lo han visto en clase - susurró, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
- Ya, ya...
Y el relojito seguía haciendo caer, muy lentamente, la arena.
- Bueeeno, ¿a usted qué es lo que le gustaría que le preguntara?
- ¿Qué?
- Mmmffff... estoo... ¿sabe lo que son las aduanas?
- Sí.
- Bien ¿Y sabe para qué sirven?
- Para controlar las fronteras.
Yo no le quitaba ojo al relojito, que, al fin, llegó a su final.
- Huy, qué pena, ya se le ha acabado el tiempo. Muy bien, Estás, ¿puede decirle al siguiente que pase?
- ¿Qué?
- Es igual.
Ludmila Marlenovna acompañó a Estás al pasillo y entró con otra chica, alta, risueña y con un vestidito de flores. Bueno, ya estaba bien de negro.
- ¿Cuál es su motito? - preguntó Ludmila Marlenovna.
La chica se quedó mirándola.
- Su nick - apunté otra vez.
- Eso. Su niquito - insistió Ludmila Marlenovna.
- Anonym88 - dijo ella.
- Vaya, ¿tiene usted veintiún años? - pregunté, para que la primera pregunta fuese realmente muy fácil
- No. Tengo ventidós.
- Seguro que los cumplió hace poco, ¿verdad?
- Sí, en marzo ¿Cómo lo sabe?
- ¿A que nació en 1988?
- ¡SÍ! ¿CÓMO LO SABE?
- Bueno, si su... motito es Anonym88, es probable que naciera en 1988.
- ¡Sí! ¡Es verdad! ¡Me lo puse por eso!
Ufff... Decidí esta vez no preguntar qué era la Economía. Por una vez que íbamos bien... bueno, o algo así.
- ¿Y qué estudia usted?
- Estudio Economía y Contabilidad.
- Hombre, Contabilidad ¿Y le gusta la Contabilidad?
- ¡Sí! ¡Es muy bonita!
- Venga, pues hábleme de las PBU.
- ¿Las PBU?
- Sí, las PBU.
- ¿Y qué es eso?
Las PBU son veintiuna normas rusas que equivalen a lo que en España sería el Plan General de Contabilidad, e internacionalmente las NIC. Es decir, es algo que un estudiante de Contabilidad ruso tiene que manejar por purísima obligación básica, a no ser que sea de primero de carrera, tenga dieciocho tiernos añitos y aún esté desbrozando los conceptos básicos de activo, pasivo y neto. Pero es que Anonym88 ya contaba veintidós abriles, y a esa edad yo esperaba, iluso de mí, que debía estar más cerca de terminar la carrera que de comenzarla.
- ¿No sabe lo que son las PBU?
- No. Es que nosotros no damos contabilidad española.
- Creo que no lo han visto en clase - me apuntó en voz baja, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
- A ver, Anomym88, las PBU son las Положения по бухгальтерскому учёту (Polozheniya po Bujgalterskomu Uchyotu)
- ¡Eh! ¡Pero aquí debemos hablar sólo en español! - intervino vehementemente Ludmila Marlenovna.
- Bueno, en todo caso las PBU no son contabilidad española y no me creo que una estudiante rusa de Contabilidad no sepa lo que son.
- ¡Ah, sí! ¡Es verdad!
- Y tanto que lo es. En fin, dígame cuáles son las diferencias más importantes entre las normas rusas de contabilidad y las normas internacionales.
- ¿Diferencias?
- Diferencias.
- Bueno, pues las normas rusas de contabilidad son muy diferentes a las internacionales. Lo más importante es que las normas rusas están escritas en ruso, y las normas internacionales no.
Supongo que debí abrir mucho los ojos.
- Porque las normas internacionales están escritas en inglés. En eso se diferencian.
- Claro... - acerté a musitar.
- Ésa es la diferencia más importante.
- Sí, sí... - aún me estaba recuperando del golpe -. Y, a ver, hábleme de los activos fijos.
- ¿Los activos fijos?
- Creo que no lo han visto en clase - me apuntó en voz baja, a mi izquierda, Natalia Vladlenovna.
Miré nerviosamente al reloj de arena. Por fin se había acabado el tiempo.
- Sí, pero, ¿sabe?, se ha terminado su tiempo.
- ¡Ah, sí! ¡Es verdad!
- Bueno, Anonym88, muchas gracias por haber venido ¿Puede decirle al siguiente que puede pasar?
- Sí.
A Anonym88 se le había acabado el tiempo... y a mí se me está haciendo tarde. Así que seguiremos con la serie más adelante. Pero ahora se acerca el Día de la Victoria y, como es casi tradición, ahora vienen un par de entradas más guerreras. Pero esta serie seguirá, claro que si.
lunes, 3 de mayo de 2010
Quarto anno
Bueno, pues ha pasado un año más, y van cuatro, escribiendo esta bitácora. El 1 de mayo se cumplió el cuarto aniversario de la primera entrada, a la que han seguido otras seiscientas y pico. Por mi parte, encantado. Me gusta escribir. Es cierto que el estilo de la bitácora, o eso creo yo, ha evolucionado algo desde las primeras entradas, pero tengo para mí que después de los primeros meses la cosa se ha mantenido razonablemente estable. Si a alguien no le parece así, que lo diga, que me interesa saberlo.
Lo que no ha dejado de ser esto es un egoblog. No tiene pretensiones de verdad, ni siquiera de generalidad; simplemente cuento cosas que me pasan y, como vivo en Rusia, casi todas las cosas me pasan en Rusia y aprovecho experiencias propias para contar cómo son las cosas por aquí o, por lo menos, cómo las veo yo. No pretendo sentar cátedra. Eso es muy aburrido y otros lo hacen mucho mejor que yo.
Con estas premisas, no esperaba yo que esto fuera muy interesante para nadie. Lo escribía para los amigos y familiares. Algunos lo leen, pero son minoría entre los lectores. Una sorpresa ha sido que el número de lectores, que no sé muy bien de dónde salen, porque no yo hago nada por promover esto, no ha dejado de subir poco a poco; por una parte, eso es agradable para la vanidad de uno; por otra, la popularidad lleva a la responsabilidad, así que a veces hay que morderse la lengua y no contar cosas que me gustarían. Por ejemplo, mi trabajo es la monda y ocurren cosas la mar de entretenidas, pero mi natural sarcástico y el hecho de que mi anonimato es más que relativo, además de mi instinto de conservación (sobre todo el instinto de conservación del trabajo, que también existe y más en los tiempos que corren), hacen que mis peripecias estrictamente laborales queden fuera de esta bitácora salvo para referencias muy tangenciales y, en todo caso, fuera de la sede. Y es lástima, porque hay cosas que, bien contadas, serían muy amenas.
Pues eso, que ya son cuatro añitos, que a la bitácora ya le han salido todos los dientes de leche y que, si esto sigue así, vamos a cumplir el primer lustro. Gracias a todos los lectores y, por supuesto, se aceptan sugerencias. Vamos, no quiero decir que las vaya a seguir a pies juntillas, pero, lo que es aceptarse, se aceptan.
Lo que no ha dejado de ser esto es un egoblog. No tiene pretensiones de verdad, ni siquiera de generalidad; simplemente cuento cosas que me pasan y, como vivo en Rusia, casi todas las cosas me pasan en Rusia y aprovecho experiencias propias para contar cómo son las cosas por aquí o, por lo menos, cómo las veo yo. No pretendo sentar cátedra. Eso es muy aburrido y otros lo hacen mucho mejor que yo.
Con estas premisas, no esperaba yo que esto fuera muy interesante para nadie. Lo escribía para los amigos y familiares. Algunos lo leen, pero son minoría entre los lectores. Una sorpresa ha sido que el número de lectores, que no sé muy bien de dónde salen, porque no yo hago nada por promover esto, no ha dejado de subir poco a poco; por una parte, eso es agradable para la vanidad de uno; por otra, la popularidad lleva a la responsabilidad, así que a veces hay que morderse la lengua y no contar cosas que me gustarían. Por ejemplo, mi trabajo es la monda y ocurren cosas la mar de entretenidas, pero mi natural sarcástico y el hecho de que mi anonimato es más que relativo, además de mi instinto de conservación (sobre todo el instinto de conservación del trabajo, que también existe y más en los tiempos que corren), hacen que mis peripecias estrictamente laborales queden fuera de esta bitácora salvo para referencias muy tangenciales y, en todo caso, fuera de la sede. Y es lástima, porque hay cosas que, bien contadas, serían muy amenas.
Pues eso, que ya son cuatro añitos, que a la bitácora ya le han salido todos los dientes de leche y que, si esto sigue así, vamos a cumplir el primer lustro. Gracias a todos los lectores y, por supuesto, se aceptan sugerencias. Vamos, no quiero decir que las vaya a seguir a pies juntillas, pero, lo que es aceptarse, se aceptan.