En estas últimas entradas, en que estaba intentando cachondearme del Partido Comunista de la Federación Rusa, pero no estoy pudiendo hacerlo, porque respeto demasiado las canas, he intentado hacer ver al lector que el PCFR, en realidad, tiene de comunista lo que yo de iconoclasta, y que en realidad, en casi cualquier país, sería considerado de extrema derecha.
Uno entra, un día que no tenga mucho que hacer, en la página de enlaces del PCFR y encuentra enlaces a los partidos comunistas de casi todo el mundo. Y, entre ellos, encuentra enlaces a los partidos comunistas españoles, sí, señor. Hay un enlace al PCE, al PCPE, y también a la coalición Izquierda Unida. Y además a un "Partido de los Comunistas de Cataluña", puesto bajo la rúbrica "España", cosa que no sé si a los miembros del citado partido, que no citan la palabra "España" ni por pienso, les parecerá bien.
Bueno, pues en las anteriores dos entradas debería haber quedado claro que el programa del KPRF es nacionalista panruso, autoritario paternalista, proteccionista, muy moderadamente estatalista y poco protector del trabajador. Supongo que, si entre los lectores hay algún votante de los partidos españoles enlazados en el párrafo anterior, probablemente se habrá dado cuenta de que lo único que les une es la palabra comunista. Porque, en el terreno social, si alguien cree que el KPRF apoya los matrimonios del mismo sexo, el lenguaje políticamente correcto, el aborto o las relaciones sexuales a tontas y a locas, le diré que no precisamente ¿Y la eutanasia? No, eso menos todavía. Sólo les faltaría eso para perder aún más votantes...
Ah, pero queda un terreno donde quizá haya semejanzas, pensará el comunista español. La lucha contra el opio del pueblo, contra la tiniebla religiosa, contra la superstición medieval... la lucha, en fin, contra la religión, cuyos representantes, esos cuervos negros que se ceban a costa del pueblo explotado, fueron enviados por el glorioso Partido, en los buenos tiempos soviéticos, a purgar su pasado en las minas de oro de Siberia, igual que en España las fuerzas progresistas luchan contra la vergonzosa posición preeminente de la Conferencia Episcopal, que no cesa de conspirar con el gobierno y con la patronal con el único objeto de exprimir más y más al pueblo trabajador.
La realidad está en un vídeo publicado ayer por el equipo de Ziugánov, y que podemos ver aquí. Ojo al título del artículo que lo acompaña: "Ortodoxia y comunismo", y ojo al encabezado y a algunos párrafos, que voy traduciendo:
"El deber sagrado de los comunistas y de la Iglesia Ortodoxa Rusa consiste en unir nuestro pueblo multiétnico sobre la base de los valores comunes tradicionales del bien, de la justicia, de la colectividad, de la ayuda mutua y de una elevada espiritualidad."
Vale. Todo eso está muy bien. Incluso un comunista español, progre como él solo, podría aceptarlo. Sigamos:
Los comunistas y la Iglesia Ortodoxa Rusa luchan conjuntamente por la conservación de los valores familiares tradicionales, contra la imposición de las medidas especiales relativas a los menores de edad, que están destruyendo a la familia y privando a los padres del derecho de decidir por sí mismos la forma de educar a sus hijos (la imposición de hecho de una "educación sexual" obligatoria en las escuelas, el fomento de las delaciones de los hijos contra sus propios padres y el escándalo de los órganos de tutela, que están surgiendo como champiñones tras la lluvia y que, bajo pretextos inventados, arrebatan los niños a las familias)."
No sé yo si hay algún comunista español contra la educación sexual en las escuelas, pero no me suena.
Y un bonito comentario final, aunque no lo dice Ziugánov, sino el único que ha entrado a comentar el artículo, que debe ser uno de los pocos votantes del KPRF para los que la informatización no ha llegado demasiado tarde.
Actualmente, el KPRF es la única fuerza política que realmente profesa los valores ortodoxos. Todos los demás líderes políticos adoran el dinero, es decir, el ídolo Mammón. Por desgracia, cierta parte de nuestro pueblo también valora únicamente la prosperidad material. Ellos serán los que voten a Rusia Unida, junto con los que han sido engañados por los comentaristas políticos. Todos los rusos verdaderamente ortodoxos, y todos los que tengan sentido común votarán por Gennadi Andreevich (Ziugánov). Y yo también."
Así están las cosas en el KPRF. Podríamos citar alguna otra cosa, como la carta que la semana pasada envió Ziugánov al patriarca Cirilo para establecer un frente común contra las tarjetas electrónicas universales que quiere imponer el Gobierno. No veo yo a Cayo Lara dirigiéndose al cardenal Rouco, como no sea para ponerlo verde. El caso es que parece que ahora es posible ser cristiano y simpatizante del KPRF, e incluso hay quien piensa que es lo único posible. Quién se lo iba a decir a Lenin.
La próxima del KPRF supongo que será abogar por la reinstauración de la monarquía y ofrecer el trono a algún Románov. Al final, si yo fuera ruso, tendría que votar por el KPRF.
Después de todo, uno va teniendo una edad.
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
miércoles, 29 de febrero de 2012
lunes, 27 de febrero de 2012
Con los rojos (II)
Hay bastante gente que piensa, sobre todo entre los rusófilos de Occidente, que Ziugánov y su Partido Comunista son una alternativa real a Putin. Se da por hecho que hay violaciones electorales en Rusia, y es verdad: sólo hay que ver los últimos resultados en Chechenia o en Mordovia para darse cuenta de que efectivamente esas violaciones electorales existen. Y se pregunta uno quién sería el vencedor en unas elecciones libres. Comoquiera que Ziugánov y sus comunistas aparecen siempre en segundo lugar, un occidental poco informado pensará que el pucherazo viene a impedir una victoria de los comunistas.
Está claro que es imposible saber a ciencia cierta el grado de adulteración de las elecciones rusas, más allá de que no son totalmente limpias, y por tanto también es imposible saber quién las ganaría. Sólo podemos elucubrar. Mi elucubración suele conducir al hecho de que Rusia Unida ganaría las elecciones de todas maneras, posiblemente con algunos puntos menos de apoyo, y que la abstención sería mucho mayor y llegaría a un porcentaje directamente vergonzoso. Los comunistas sacarían más o menos el resultado que tienen en votos absolutos (en porcentaje más, claro), igual que Rusia Justa y que los de Zhirinovsky, y quizá la oposición liberal, o demócrata, o como se la quiera llamar, sacaría unos cuantos puntos más, pero ni mucho menos para ganar las elecciones.
¿Por qué no dejar entonces que las elecciones sigan su curso, si total las cosas no iban a cambiar demasiado? Bueno, ya escribí que hay toda una red de intereses verticales en cada uno de los poderes territoriales en asegurar en su demarcación un buen resultado para Rusia Unida. Incluso me creo que Putin no haya intervenido directamente en ordenar falsificaciones. Pero el sistema de nombramientos y ceses está construido de tal manera que los fraudes se van a producir de todas maneras, porque nadie quiere perder su sitio a causa de un resultado electoral flojillo.
¿Cuál es el papel de los comunistas? Es un poco difícil de decir. Ziugánov aparece en los carteles electorales con una facha impoluta sin una sola arruga, en un descarado ejercicio de Photoshop que debe resultar ridículo a sus provectos votantes. En realidad, Ziugánov cumplirá en junio 68 años, aunque la fecha de nacimiento es un dato imposible de encontrar en la página de su candidatura, ni siquiera en su biografía, y el de la foto de los carteles es él, sí, pero podría ser su nieto. Diríase que trata de buscar el voto joven, o no tan anciano, pero la realidad es que el mitin del otro día lo podía haber convocado en un día laborable, porque no creo que hubiera allí nadie que no estuviera jubilado de largo.
Cuando pasé por allí, reconozco que iba con la intención de chotearme, y la intención la mantenía cuando escribí la última entrada. Bien mirado, no es choteo lo que merecen los asistentes al mitin, sino por lo menos respeto, como gente que las ha pasado canutas en su vida, y también algo de pena. Distingamos: el Partido, con su pasado genocida, no merece ningún respeto; sí lo merecen los asistentes a los actos. Como la viejecita menuda y arrugada que me salió al paso mientras trataba de atravesar Ojotny Ryad y me puso en las manos el número especial de Pravda; o el anciano que me había cruzado dos minutos antes, caminando trabajosamente por la acera del hotel Metropol, sin poder andar apenas, pero sin dejar de enarbolar la bandera roja que traía del mitin y que ondeaba al viento. O los distintos abuelitos que me veían a mí y a mis acompañantes hablar en un idioma extranjero y nos miraban como preguntándose qué hacíamos allí, en un acto que estaba siendo una exaltación de todo lo ruso, cuando estaba claro que nosotros no lo éramos.
En estas circunstancias, no es extraño que el programa de gobierno de Ziugánov, ése que no tendrá que molestarse en cumplir, sea un pupurri de apoyo a los pensionistas, inválidos y veteranos, un guiño imperialista (eso en primer lugar, pero con la sempiterna alusión a la amistad de los pueblos, que no falte) y una serie de propuestas poco realizables. Parece imposible en un comunista soviético, pero las palabras "trabajador", "proletario" u "obrero" están totalmente ausentes del programa, al menos del extracto que venía en Pravda. A éste, le dices que en España los sindicatos se manifiestan porque si te despiden te pagan veinte días por año trabajado, con un tope de doce mensualidades, y te pregunta si los sindicatos están flipados o qué.
Y claro, considerar a Ziugánov un peligro para Putin es un exceso. A Ziugánov, con las excepciones que se quiera, le votarán personas a las que todos cederíamos nuestro asiento en el metro y que han pasado la mayoría de su vida en un país llamado Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y sí, siguen siendo muchas personas, pero la mayoría ha superado su esperanza de vida y cada vez su número se va reduciendo más y más.
Con lo cual, nos queda la duda ¿A quién van a votar el domingo que viene esos opositores que ayer consiguieron, según parece, rodear los quince kilómetros de perímetro del Anillo de los Jardines, en una especie de anillo humano?
Pues sí, queda la duda, pero ya se verá otro día.
Está claro que es imposible saber a ciencia cierta el grado de adulteración de las elecciones rusas, más allá de que no son totalmente limpias, y por tanto también es imposible saber quién las ganaría. Sólo podemos elucubrar. Mi elucubración suele conducir al hecho de que Rusia Unida ganaría las elecciones de todas maneras, posiblemente con algunos puntos menos de apoyo, y que la abstención sería mucho mayor y llegaría a un porcentaje directamente vergonzoso. Los comunistas sacarían más o menos el resultado que tienen en votos absolutos (en porcentaje más, claro), igual que Rusia Justa y que los de Zhirinovsky, y quizá la oposición liberal, o demócrata, o como se la quiera llamar, sacaría unos cuantos puntos más, pero ni mucho menos para ganar las elecciones.
¿Por qué no dejar entonces que las elecciones sigan su curso, si total las cosas no iban a cambiar demasiado? Bueno, ya escribí que hay toda una red de intereses verticales en cada uno de los poderes territoriales en asegurar en su demarcación un buen resultado para Rusia Unida. Incluso me creo que Putin no haya intervenido directamente en ordenar falsificaciones. Pero el sistema de nombramientos y ceses está construido de tal manera que los fraudes se van a producir de todas maneras, porque nadie quiere perder su sitio a causa de un resultado electoral flojillo.
¿Cuál es el papel de los comunistas? Es un poco difícil de decir. Ziugánov aparece en los carteles electorales con una facha impoluta sin una sola arruga, en un descarado ejercicio de Photoshop que debe resultar ridículo a sus provectos votantes. En realidad, Ziugánov cumplirá en junio 68 años, aunque la fecha de nacimiento es un dato imposible de encontrar en la página de su candidatura, ni siquiera en su biografía, y el de la foto de los carteles es él, sí, pero podría ser su nieto. Diríase que trata de buscar el voto joven, o no tan anciano, pero la realidad es que el mitin del otro día lo podía haber convocado en un día laborable, porque no creo que hubiera allí nadie que no estuviera jubilado de largo.
Cuando pasé por allí, reconozco que iba con la intención de chotearme, y la intención la mantenía cuando escribí la última entrada. Bien mirado, no es choteo lo que merecen los asistentes al mitin, sino por lo menos respeto, como gente que las ha pasado canutas en su vida, y también algo de pena. Distingamos: el Partido, con su pasado genocida, no merece ningún respeto; sí lo merecen los asistentes a los actos. Como la viejecita menuda y arrugada que me salió al paso mientras trataba de atravesar Ojotny Ryad y me puso en las manos el número especial de Pravda; o el anciano que me había cruzado dos minutos antes, caminando trabajosamente por la acera del hotel Metropol, sin poder andar apenas, pero sin dejar de enarbolar la bandera roja que traía del mitin y que ondeaba al viento. O los distintos abuelitos que me veían a mí y a mis acompañantes hablar en un idioma extranjero y nos miraban como preguntándose qué hacíamos allí, en un acto que estaba siendo una exaltación de todo lo ruso, cuando estaba claro que nosotros no lo éramos.
En estas circunstancias, no es extraño que el programa de gobierno de Ziugánov, ése que no tendrá que molestarse en cumplir, sea un pupurri de apoyo a los pensionistas, inválidos y veteranos, un guiño imperialista (eso en primer lugar, pero con la sempiterna alusión a la amistad de los pueblos, que no falte) y una serie de propuestas poco realizables. Parece imposible en un comunista soviético, pero las palabras "trabajador", "proletario" u "obrero" están totalmente ausentes del programa, al menos del extracto que venía en Pravda. A éste, le dices que en España los sindicatos se manifiestan porque si te despiden te pagan veinte días por año trabajado, con un tope de doce mensualidades, y te pregunta si los sindicatos están flipados o qué.
Y claro, considerar a Ziugánov un peligro para Putin es un exceso. A Ziugánov, con las excepciones que se quiera, le votarán personas a las que todos cederíamos nuestro asiento en el metro y que han pasado la mayoría de su vida en un país llamado Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Y sí, siguen siendo muchas personas, pero la mayoría ha superado su esperanza de vida y cada vez su número se va reduciendo más y más.
Con lo cual, nos queda la duda ¿A quién van a votar el domingo que viene esos opositores que ayer consiguieron, según parece, rodear los quince kilómetros de perímetro del Anillo de los Jardines, en una especie de anillo humano?
Pues sí, queda la duda, pero ya se verá otro día.
jueves, 23 de febrero de 2012
Con los rojos (I)
Atención: empieza una serie en la que me voy a cachondear a base de bien de los comunistas rusos actuales. Comunistas sin sentido del humor, abstenerse, porfa.
Hoy, 23 de febrero, es el Día del Defensor de la Patria, pero eso es desde hace relativamente poco. Hasta hace un par de años, el nombre oficial era el de "Día del Ejército Rojo y de la Marina de Guerra", lo cual quedaba, efectivamente, sumamente bolchevique. Sigue siendo día festivo, y sigue siendo un día importante, hasta el punto de que hoy he estado en un mitin electoral de los comunistas moscovitas, donde he sacado la foto que ilustra esta entrada. Con independencia de que a mi abuela le daría un patatús si resucitara y me viera en un mitin comunista, hay que decir que reconforta encontrarse en un lugar donde eres de largo el más joven de los asistentes. Incluso mi abuela, que ahora tendría 101 años, podría encontrar gente con la que compartir recuerdos de los años veinte.
Como,por ejemplo, la anciana entusiasta que nos repartió la edición especial de Pravda, con un artículo en portada de Ziugánov, el candidato a presidente, que no puedo resistir la tentación de traducir. Si alguien escribiera algo así en España, todos pensaríamos que era de Fuerza Nueva, no precisamente del PCE. Ahí va:
* * *
¡A ti, Rusia!
¡Compatriota!
¡Recuerda!
Tú eres parte de un pueblo asombrosamente dotado de talentos y de valor. De un pueblo que ha creado un estado inédito entre tres océanos, que ha cantado sonoramente los ideales del bien y de la justicia.
Este pueblo necesita un gobierno que responda a la grandeza de su destino. Sin él estamos decayendo y perdemos un millón de hermanos y hermanas cada año. Te están quitando las fábricas, los campos y los ríos. Te condenan a la pobreza y a la miseria.
Pero seguimos teniendo riquezas naturales únicas, restos de un poderío industrial, la herencia de grandes centros científicos de enseñanza. Aún queremos construir bellas universidades y naves espaciales, nuevas fábricas y templos del saber.
Afirmando la hermandad de nuestro pueblo, podremos alcanzar nuevas cimas. El ruso y el daguestaní, el yakuto y el tártaro, todos los pueblos del país vivirán como una sola familia en una Rusia libre. La alegre risa de los niños llenará nuestras casas. Y la vida de cada uno se llenará de sentido.
Esto puede ocurrir. Y ocurrirá. Que cada uno, simplemente, cumpla su deber el 4 de marzo.
* * *
Y lo firma Guennadi Ziugánov, no José Antonio. Cosas leeredes.
Hoy, 23 de febrero, es el Día del Defensor de la Patria, pero eso es desde hace relativamente poco. Hasta hace un par de años, el nombre oficial era el de "Día del Ejército Rojo y de la Marina de Guerra", lo cual quedaba, efectivamente, sumamente bolchevique. Sigue siendo día festivo, y sigue siendo un día importante, hasta el punto de que hoy he estado en un mitin electoral de los comunistas moscovitas, donde he sacado la foto que ilustra esta entrada. Con independencia de que a mi abuela le daría un patatús si resucitara y me viera en un mitin comunista, hay que decir que reconforta encontrarse en un lugar donde eres de largo el más joven de los asistentes. Incluso mi abuela, que ahora tendría 101 años, podría encontrar gente con la que compartir recuerdos de los años veinte.
Como,por ejemplo, la anciana entusiasta que nos repartió la edición especial de Pravda, con un artículo en portada de Ziugánov, el candidato a presidente, que no puedo resistir la tentación de traducir. Si alguien escribiera algo así en España, todos pensaríamos que era de Fuerza Nueva, no precisamente del PCE. Ahí va:
* * *
¡A ti, Rusia!
¡Compatriota!
¡Recuerda!
Tú eres parte de un pueblo asombrosamente dotado de talentos y de valor. De un pueblo que ha creado un estado inédito entre tres océanos, que ha cantado sonoramente los ideales del bien y de la justicia.
Este pueblo necesita un gobierno que responda a la grandeza de su destino. Sin él estamos decayendo y perdemos un millón de hermanos y hermanas cada año. Te están quitando las fábricas, los campos y los ríos. Te condenan a la pobreza y a la miseria.
Pero seguimos teniendo riquezas naturales únicas, restos de un poderío industrial, la herencia de grandes centros científicos de enseñanza. Aún queremos construir bellas universidades y naves espaciales, nuevas fábricas y templos del saber.
Afirmando la hermandad de nuestro pueblo, podremos alcanzar nuevas cimas. El ruso y el daguestaní, el yakuto y el tártaro, todos los pueblos del país vivirán como una sola familia en una Rusia libre. La alegre risa de los niños llenará nuestras casas. Y la vida de cada uno se llenará de sentido.
Esto puede ocurrir. Y ocurrirá. Que cada uno, simplemente, cumpla su deber el 4 de marzo.
* * *
Y lo firma Guennadi Ziugánov, no José Antonio. Cosas leeredes.
lunes, 20 de febrero de 2012
Reforma laboral
España se enfada. El Gobierno ha aprobado una reforma laboral que ha dejado los puestos de trabajo de los que aún están activos más inseguros que una inversión en acciones de bancos griegos. Ahora, las indemnizaciones por despido improcedente, en lugar de los 45 días por año trabajado, con un tope de 42 mensualidades, que había hasta ahora, pasan a ser, en la práctica, de 20 días por año trabajado, con el tope de 12 birriosas mensualidades, porque va a ser bastante sencillo encontrar las formas de eludir la indemnización de 33 días.
Los sindicatos han salido a la calle inmediatamente, y así el domingo pasado hubo manifestaciones en toda España, y mucho más numerosas de las que tenemos por aquí con motivo de las pasadas y futuras elecciones. No recuerdo que los sindicatos españoles se manifestaran cuando tuvo lugar el anterior recorte gordo, que fue en 1980, precisamente con la derogación de la Ley de Contrato de Trabajo de 1944 y la entrada en vigor del Estatuto de los Trabajadores, pero supongo que no lo recuerdo porque entonces era muuuy pequeñín ¿Cómo no se iban a manifestar entonces los sindicalistas españoles y los partidos obreristas? La Ley de Contrato de Trabajo sería franquista y todo eso, vale, pero la indemnización por despido era de 90 días por año trabajado. Noventa días. Como tengo algunos amigos revoltosos y levantiscos y se creen que soy de su cuerda, me están llegando al buzón mensajes llamándome a la rebelión "para que los trabajadores no perdamos lo conseguido en treinta años de democracia". En 1980 nadie llamó a las armas para defender lo conseguido en cuarenta años de... democracia orgánica, y más se perdió entonces. Creo que en Méjico también tienen todavía hoy indemnizaciones de noventa días por año trabajado, y no sé si en algún sitio más.
En fin. Dice el Gobierno que es para combatir el paro a medio plazo, porque a corto hasta el Gobierno reconoce que va a haber más paro todavía. También dice que con esta regulación nos acercamos a Europa. A ver si ponen los salarios españoles como los alemanes, para acercarnos aún más a Europa, porque acercarse a medias como que no.
¿Y en Rusia? Seguro que pensaríamos que este bendito país, vanguardia del proletariado mundial durante tantos años, ha conservado una legislación laboral ejemplar que protege a los trabajadores de los explotadores burgueses, evitando que sean carne de cañón del podrido capitalismo occidental.
Bueno, pues la indemnización por despido en Rusia es de, ¡tachán!, dos meses de sueldo, así lleves en la empresa medio año o toda tu vida laboral. Los salarios son, de hecho, lo que dicte el mercado puro y duro, porque el salario mínimo es una miseria completa. Aquí quería ver yo a la UGT, CCOO, CNT o LAB montando huelgas.
Uno pensaría que, si en España, con un régimen de relaciones laborales tan, ejem, generoso, los sindicatos se han echado a la calle indignados y ya se oyen rumores de huelga general, como ya la hubo el año pasado por mucho menos, en Rusia los sindicatos deberían estar echándose al monte, como los guerrilleros del Caúcaso.
Pero no. Los sindicatos en España son un ente bien visible, todos conocemos a alguien que está afiliado, vemos a sus líderes por televisión y convocan movilizaciones y huelgas. En Rusia, los sindicatos son un ente de ficción, como los elfos y los vuelos puntuales de Iberia. Están en la legislación laboral como en una nebulosa con la que hay que contar, pero en Moscú yo no recuerdo haber visto a ningún sindicalista (la verdad es que tampoco a un elfo, ni mucho menos un vuelo puntual de Iberia), ni una manifestación por los derechos de los trabajadores, ni muchísimo menos una huelga, ni parcial ni general.
Dentro de poco hay elecciones presidenciales, y se supone que, puesto que Rusia va razonablemente bien, sería el momento de soltar alguna promesa de impacto que permita a los trabajadores pensar que puede existir un mundo laboral más estable. Pero los trabajadores yo diría que ni sueñan con que sus condiciones puedan ser mejores, así que nadie pide nada ni se les promete nada, con lo que los cinco candidatos les ignoran más que las azafatas de Iberia a sus pasajeros. Putin, que es el futuro presidente, passa del asunto, porque ya sabe que le van a votar; Zhirinovsky es liberaldemocrático, así que, al menos por la parte de liberal, no creo que vaya a tocar nada de los derechos laborales; Prójorov es un empresario multimillonario, así que poco progreso se va a ver por ahí. Y los que se supone que son de izquierdas, Mirónov y Ziugánov, hablan mucho más de los pensionistas y veteranos que de aumentar las indemnizaciones por despido.
Así las cosas, uno ve las manifestaciones sindicales del pasado domingo en España y se sonríe por lo bajinis. Y mientras tanto, las manifestaciones siguen en Rusia, pero sin relación alguna por los derechos laborales, sino por política pura y dura y por el cambio o la permanencia del sistema, algo que en España, con algunas excepciones (¿el 15-M es una excepción?) no ocurre desde hace bastante tiempo.
Los sindicatos han salido a la calle inmediatamente, y así el domingo pasado hubo manifestaciones en toda España, y mucho más numerosas de las que tenemos por aquí con motivo de las pasadas y futuras elecciones. No recuerdo que los sindicatos españoles se manifestaran cuando tuvo lugar el anterior recorte gordo, que fue en 1980, precisamente con la derogación de la Ley de Contrato de Trabajo de 1944 y la entrada en vigor del Estatuto de los Trabajadores, pero supongo que no lo recuerdo porque entonces era muuuy pequeñín ¿Cómo no se iban a manifestar entonces los sindicalistas españoles y los partidos obreristas? La Ley de Contrato de Trabajo sería franquista y todo eso, vale, pero la indemnización por despido era de 90 días por año trabajado. Noventa días. Como tengo algunos amigos revoltosos y levantiscos y se creen que soy de su cuerda, me están llegando al buzón mensajes llamándome a la rebelión "para que los trabajadores no perdamos lo conseguido en treinta años de democracia". En 1980 nadie llamó a las armas para defender lo conseguido en cuarenta años de... democracia orgánica, y más se perdió entonces. Creo que en Méjico también tienen todavía hoy indemnizaciones de noventa días por año trabajado, y no sé si en algún sitio más.
En fin. Dice el Gobierno que es para combatir el paro a medio plazo, porque a corto hasta el Gobierno reconoce que va a haber más paro todavía. También dice que con esta regulación nos acercamos a Europa. A ver si ponen los salarios españoles como los alemanes, para acercarnos aún más a Europa, porque acercarse a medias como que no.
¿Y en Rusia? Seguro que pensaríamos que este bendito país, vanguardia del proletariado mundial durante tantos años, ha conservado una legislación laboral ejemplar que protege a los trabajadores de los explotadores burgueses, evitando que sean carne de cañón del podrido capitalismo occidental.
Bueno, pues la indemnización por despido en Rusia es de, ¡tachán!, dos meses de sueldo, así lleves en la empresa medio año o toda tu vida laboral. Los salarios son, de hecho, lo que dicte el mercado puro y duro, porque el salario mínimo es una miseria completa. Aquí quería ver yo a la UGT, CCOO, CNT o LAB montando huelgas.
Uno pensaría que, si en España, con un régimen de relaciones laborales tan, ejem, generoso, los sindicatos se han echado a la calle indignados y ya se oyen rumores de huelga general, como ya la hubo el año pasado por mucho menos, en Rusia los sindicatos deberían estar echándose al monte, como los guerrilleros del Caúcaso.
Pero no. Los sindicatos en España son un ente bien visible, todos conocemos a alguien que está afiliado, vemos a sus líderes por televisión y convocan movilizaciones y huelgas. En Rusia, los sindicatos son un ente de ficción, como los elfos y los vuelos puntuales de Iberia. Están en la legislación laboral como en una nebulosa con la que hay que contar, pero en Moscú yo no recuerdo haber visto a ningún sindicalista (la verdad es que tampoco a un elfo, ni mucho menos un vuelo puntual de Iberia), ni una manifestación por los derechos de los trabajadores, ni muchísimo menos una huelga, ni parcial ni general.
Dentro de poco hay elecciones presidenciales, y se supone que, puesto que Rusia va razonablemente bien, sería el momento de soltar alguna promesa de impacto que permita a los trabajadores pensar que puede existir un mundo laboral más estable. Pero los trabajadores yo diría que ni sueñan con que sus condiciones puedan ser mejores, así que nadie pide nada ni se les promete nada, con lo que los cinco candidatos les ignoran más que las azafatas de Iberia a sus pasajeros. Putin, que es el futuro presidente, passa del asunto, porque ya sabe que le van a votar; Zhirinovsky es liberaldemocrático, así que, al menos por la parte de liberal, no creo que vaya a tocar nada de los derechos laborales; Prójorov es un empresario multimillonario, así que poco progreso se va a ver por ahí. Y los que se supone que son de izquierdas, Mirónov y Ziugánov, hablan mucho más de los pensionistas y veteranos que de aumentar las indemnizaciones por despido.
Así las cosas, uno ve las manifestaciones sindicales del pasado domingo en España y se sonríe por lo bajinis. Y mientras tanto, las manifestaciones siguen en Rusia, pero sin relación alguna por los derechos laborales, sino por política pura y dura y por el cambio o la permanencia del sistema, algo que en España, con algunas excepciones (¿el 15-M es una excepción?) no ocurre desde hace bastante tiempo.
viernes, 17 de febrero de 2012
Si vas a Calatayud...
... no tengo nada que recomendarte.
Pero, si da la casualidad de que hoy estás en Madrid, y te interesa la historia de Rusia (y la de España, claro), no deberías perderte esto.
Al menos, yo, si estuviera en Madrid, no me lo perdería. Promete mucho.
jueves, 16 de febrero de 2012
Recuerdos congelados
De niño, yo vivía en Valencia y debía ser mucho más machote que ahora. No había Climalit, bombas de calor y todas esas cosas para nenas. En invierno, nos poníamos jerséis y todas las mantas que tuviéramos para dormir. Era mucho más fácil morir por aplastamiento que de frío. Como gran cosa, en el pueblo había una chimenea, y en casa había un brasero eléctrico bajo la mesa camilla, que, naturalmente, sólo daba calor bajo la mesa camilla. Fuera, ni pum. Si, aun así, teníamos frío, podíamos ir a jugar al balón, y si dábamos mucho más la tabarra con la murga del frío, un par de collejas y ya nos íbamos calientes. Qué tiempos.
Mi primera estancia en el extranjero tuvo lugar en Alemania, cuando me fui a estudiar por allí. El primer año lo pasé en una residencia cutre acompañado por iraníes que estaban dispuestos (y lo decían sin pudor) a matar a Salman Rushdie, terroristas sudafricanos, parejas de brasileños que pegaban regularmente a sus novias y éstas se defendían a sartenazo y berrido limpio, y otros especímenes semejantes. El milagro fue que, con tal vecindario, consiguiera aprobar el curso. Es verdad que tirité bastante durante el invierno, pero yo creo que no fue de frío, sino de las compañías que me rodeaban.
En mi segundo año, gracias al cielo, conseguí mudarme a una residencia más tranquila. Era una residencia católica y, como es normal, había cierta separación de sexos. Los tres pisos inferiores estaban ocupados por hombres, y los tres de arriba por mujeres. Claro que, por muy católica que fuera la residencia, estamos hablando de la Iglesia Católica en Alemania, que estaba pasando un tiempo algo alejada de las enseñanzas del Magisterio en materia de relaciones intersexuales. El mismo consiliario, que se supone que debería dar ejemplo, en realidad era notorio que lo del celibato no lo tenía demasiado claro, y no diré más.
En estas circunstancias, lo de la división por pisos era algo relativo, y más teniendo en cuenta que nadie ponía barreras en la escalera para subir o bajar. Más de una noche y más de dos pasaron las habitantes de los tres pisos superiores con sus respectivos novietes, que ni siquiera eran inquilinos de la residencia, y los trasvases entre los tres pisos de arriba y los tres de abajo eran por lo menos ocasionales. Yo recuerdo que subí unas cuantas veces arriba, donde había un par de compañeras de clase (y otras que no eran compañeras de clase, vale, pero que eran chicas muy... simpáticas).
Hacia abajo, es decir, de los tres pisos de arriba a los de abajo, las visitas eran mucho menos frecuentes. Yo sólo recuerdo una, a mi habitación, y debió ser a principios de diciembre, con una temperatura exterior de unos cero grados. Aquel día me estaba concentrando en escribir unos textos sobre la Organización Común de Mercados de Frutas y Hortalizas Frescas que tenía que presentar al director de mi tesina pocos días después. No pensaba más que en peras, manzanas, higos y cebollas, cuando sonaron unos golpecitos a la puerta.
Abrí, y era una chica. Oh.
Bueno, no era una chica cualquiera. Era Gudrun, una chica rubita, bajita, con gafas y voz profunda, alemana ella, vestida con pantalón y camisa, que vivía en el quinto piso y con la que había coincidido varias veces en la cafetería de la residencia o camino de la Universidad, y que por lo visto tenía más ganas de charlar un rato que de seguir empollando los pormenores del BGB.
- Hallo, Alfor! - dijo ella.
- Hallo, Gudrun! - dije yo.
- Was machst du? - preguntó ella.
- Nix besonderes... - mentí como un bellaco.
- Darf ich? - inquirió, ladeando un poco la cabeza.
- Natürlich, komm herein! - dije, reconociendo que la tesina tendría que esperar.
La chica entró, se sentó en la cama, que era el único sitio adecuado para ello, aparte de la silla que había estado calentando yo.
- ¿No hace mucho frío aquí? - preguntó Gudrun. Lo preguntó en alemán, claro, pero vamos a pasar al castellano.
- Bah, no mucho. Estamos en diciembre, qué se le va a hacer.
Gudrun, ya digo, iba vestida con una camisa y unos pantalones, y ya está. Yo llevaba un pedazo de jersey, como toda la vida en los inviernos de Valencia.
- ¿Es que no va la calefacción? - dijo Gudrun, mientras tiritaba.
- ¿Calefacción?
- Sí, debería estar ahí detrás.
Gudrun apartó unas cortinas y descubrió una especie de placa de hierro que yo veía por primera vez en toda mi vida. La palpó con las manos.
- Está helada...
- Sí, parece que no va... - dije yo, como si no quisiera reconocer que era la primera vez que paraba mientes en que eso podía ser algo que diera calor, como los braseros eléctricos de siempre.
- A ver - y Gudrun giró un mando que había al lado con unos numericos.
A mí se me estaba poniendo una cara de tonto que asustaba.
- ¡Sí que va! - exclamó Gudrun - ¡No me digas que llevas así todo el tiempo!
- Estooo... si no hace tanto frío...
- ¿Sabes? Creo que volveré dentro de un rato - y Gudrun se fue frotándose las manos para entrar en calor, y yo entré en calor inmediatamente sin calefacción ni nada. Al menos, las mejillas se me pusieron rojísimas.
Sí, hasta entonces, yo era un machote. Posiblemente ahí comenzó el fin. Creo que ya no apagué la calefacción hasta que la quitaron, en una acción de lo más "umweltunbewußt" que imaginarse pueda uno, pero que se compensaba con el resto del tiempo que había construido el Polo Norte en una sola habitación.
Claro, llegué en Navidades a Valencia, al brasero y a los jerséis de toda la vida y, mal acostumbrado a esas temperaturas, estaba congelado. Y eso es, creo yo, lo que les pasa (nos pasa, vale) a los moscovitas, que tienen veintipico grados y agua hirviendo corriente en sus casas, y llegamos a Valencia, vemos que la temperatura dentro de casa es de trece grados (sí, trece, así está ahora mi piso de Valencia) y les da un pasmo.
Y eso que, ahora, hay Climalit.
Mi primera estancia en el extranjero tuvo lugar en Alemania, cuando me fui a estudiar por allí. El primer año lo pasé en una residencia cutre acompañado por iraníes que estaban dispuestos (y lo decían sin pudor) a matar a Salman Rushdie, terroristas sudafricanos, parejas de brasileños que pegaban regularmente a sus novias y éstas se defendían a sartenazo y berrido limpio, y otros especímenes semejantes. El milagro fue que, con tal vecindario, consiguiera aprobar el curso. Es verdad que tirité bastante durante el invierno, pero yo creo que no fue de frío, sino de las compañías que me rodeaban.
En mi segundo año, gracias al cielo, conseguí mudarme a una residencia más tranquila. Era una residencia católica y, como es normal, había cierta separación de sexos. Los tres pisos inferiores estaban ocupados por hombres, y los tres de arriba por mujeres. Claro que, por muy católica que fuera la residencia, estamos hablando de la Iglesia Católica en Alemania, que estaba pasando un tiempo algo alejada de las enseñanzas del Magisterio en materia de relaciones intersexuales. El mismo consiliario, que se supone que debería dar ejemplo, en realidad era notorio que lo del celibato no lo tenía demasiado claro, y no diré más.
En estas circunstancias, lo de la división por pisos era algo relativo, y más teniendo en cuenta que nadie ponía barreras en la escalera para subir o bajar. Más de una noche y más de dos pasaron las habitantes de los tres pisos superiores con sus respectivos novietes, que ni siquiera eran inquilinos de la residencia, y los trasvases entre los tres pisos de arriba y los tres de abajo eran por lo menos ocasionales. Yo recuerdo que subí unas cuantas veces arriba, donde había un par de compañeras de clase (y otras que no eran compañeras de clase, vale, pero que eran chicas muy... simpáticas).
Hacia abajo, es decir, de los tres pisos de arriba a los de abajo, las visitas eran mucho menos frecuentes. Yo sólo recuerdo una, a mi habitación, y debió ser a principios de diciembre, con una temperatura exterior de unos cero grados. Aquel día me estaba concentrando en escribir unos textos sobre la Organización Común de Mercados de Frutas y Hortalizas Frescas que tenía que presentar al director de mi tesina pocos días después. No pensaba más que en peras, manzanas, higos y cebollas, cuando sonaron unos golpecitos a la puerta.
Abrí, y era una chica. Oh.
Bueno, no era una chica cualquiera. Era Gudrun, una chica rubita, bajita, con gafas y voz profunda, alemana ella, vestida con pantalón y camisa, que vivía en el quinto piso y con la que había coincidido varias veces en la cafetería de la residencia o camino de la Universidad, y que por lo visto tenía más ganas de charlar un rato que de seguir empollando los pormenores del BGB.
- Hallo, Alfor! - dijo ella.
- Hallo, Gudrun! - dije yo.
- Was machst du? - preguntó ella.
- Nix besonderes... - mentí como un bellaco.
- Darf ich? - inquirió, ladeando un poco la cabeza.
- Natürlich, komm herein! - dije, reconociendo que la tesina tendría que esperar.
La chica entró, se sentó en la cama, que era el único sitio adecuado para ello, aparte de la silla que había estado calentando yo.
- ¿No hace mucho frío aquí? - preguntó Gudrun. Lo preguntó en alemán, claro, pero vamos a pasar al castellano.
- Bah, no mucho. Estamos en diciembre, qué se le va a hacer.
Gudrun, ya digo, iba vestida con una camisa y unos pantalones, y ya está. Yo llevaba un pedazo de jersey, como toda la vida en los inviernos de Valencia.
- ¿Es que no va la calefacción? - dijo Gudrun, mientras tiritaba.
- ¿Calefacción?
- Sí, debería estar ahí detrás.
Gudrun apartó unas cortinas y descubrió una especie de placa de hierro que yo veía por primera vez en toda mi vida. La palpó con las manos.
- Está helada...
- Sí, parece que no va... - dije yo, como si no quisiera reconocer que era la primera vez que paraba mientes en que eso podía ser algo que diera calor, como los braseros eléctricos de siempre.
- A ver - y Gudrun giró un mando que había al lado con unos numericos.
A mí se me estaba poniendo una cara de tonto que asustaba.
- ¡Sí que va! - exclamó Gudrun - ¡No me digas que llevas así todo el tiempo!
- Estooo... si no hace tanto frío...
- ¿Sabes? Creo que volveré dentro de un rato - y Gudrun se fue frotándose las manos para entrar en calor, y yo entré en calor inmediatamente sin calefacción ni nada. Al menos, las mejillas se me pusieron rojísimas.
Sí, hasta entonces, yo era un machote. Posiblemente ahí comenzó el fin. Creo que ya no apagué la calefacción hasta que la quitaron, en una acción de lo más "umweltunbewußt" que imaginarse pueda uno, pero que se compensaba con el resto del tiempo que había construido el Polo Norte en una sola habitación.
Claro, llegué en Navidades a Valencia, al brasero y a los jerséis de toda la vida y, mal acostumbrado a esas temperaturas, estaba congelado. Y eso es, creo yo, lo que les pasa (nos pasa, vale) a los moscovitas, que tienen veintipico grados y agua hirviendo corriente en sus casas, y llegamos a Valencia, vemos que la temperatura dentro de casa es de trece grados (sí, trece, así está ahora mi piso de Valencia) y les da un pasmo.
Y eso que, ahora, hay Climalit.
domingo, 12 de febrero de 2012
Congelación
Pensáis que en España hace frío, ¿verdad? Y es verdad, hace frío, un frío que pela. Objetivamente, en Valencia debe hacer ahora mismo unos cinco grados, mientras que en Moscú hace... veintiocho bajo cero, que no está nada mal.
Ilustrémoslo esto con un chistecillo que me envió hace unos días un lector de la bitácora.
+18° C – En Hawaii usan dos mantas.
+10° C – En los edificios de Helsinki quitan la calefacción.
+2° C – Los coches italianos no arrancan.
0° C – El agua se congela.
-1° C – Ves tu aliento. Los rusos están tomando helado y bebiendo cerveza fría.
-4° C – Tu perro se mete en tu cama.
-10° C – Los coches franceses no arrancan.
-12° C – Los políticos empiezan a hablar de los vagabundos.
-15° C – Los coches americanos no arrancan .
-20° C – Oyes tu respiración.
-24° C – Los coches japoneses no arrancan .
-28° C – Tu perro se mete en tu pijama.
-29° C – Los coches alemanes no arrancan .
-30° C – No hay ningún coche normal que arranque.
-36° C – Los coches rusos no arrancan .
-39° C – Los rusos se abrochan todos los botones de la camisa.
-50° C – Tu coche se mete en tu cama.
-60° C – La gente en Helsinki están congelados. En Moscú se abrochan los abrigos.
-70° C – El infierno está congelado.
-72° C – Los abogados empiezan a ponerse las manos en los bolsillos.
-120° C – El alcohol se congela. Los rusos se ponen bastante nerviosos.
-273,15° C – Cero absoluto. Las moléculas dejan de moverse. Los rusos chupan el vodka congelado.
Este chiste da una imagen del ruso como un machote todoterreno que se caracteriza por su indiferencia frente al frío. Y por ello puede resultar sorprendente el hecho de que, al menos en mi opinión, los rusos (al menos los moscovitas) son bastante frioleros y que, en realidad, donde verdaderamente se pasa frío es en Valencia y los que aguantamos el frío a pecho descubierto somos los valencianos ¿Que cómo justifico esto? Me remito a la próxima entrada.
Ahora voy a hacer acopio de mantas y a tratar de caldear un poco la habitación, Dios mío.
Ilustrémoslo esto con un chistecillo que me envió hace unos días un lector de la bitácora.
+18° C – En Hawaii usan dos mantas.
+10° C – En los edificios de Helsinki quitan la calefacción.
+2° C – Los coches italianos no arrancan.
0° C – El agua se congela.
-1° C – Ves tu aliento. Los rusos están tomando helado y bebiendo cerveza fría.
-4° C – Tu perro se mete en tu cama.
-10° C – Los coches franceses no arrancan.
-12° C – Los políticos empiezan a hablar de los vagabundos.
-15° C – Los coches americanos no arrancan .
-20° C – Oyes tu respiración.
-24° C – Los coches japoneses no arrancan .
-28° C – Tu perro se mete en tu pijama.
-29° C – Los coches alemanes no arrancan .
-30° C – No hay ningún coche normal que arranque.
-36° C – Los coches rusos no arrancan .
-39° C – Los rusos se abrochan todos los botones de la camisa.
-50° C – Tu coche se mete en tu cama.
-60° C – La gente en Helsinki están congelados. En Moscú se abrochan los abrigos.
-70° C – El infierno está congelado.
-72° C – Los abogados empiezan a ponerse las manos en los bolsillos.
-120° C – El alcohol se congela. Los rusos se ponen bastante nerviosos.
-273,15° C – Cero absoluto. Las moléculas dejan de moverse. Los rusos chupan el vodka congelado.
Este chiste da una imagen del ruso como un machote todoterreno que se caracteriza por su indiferencia frente al frío. Y por ello puede resultar sorprendente el hecho de que, al menos en mi opinión, los rusos (al menos los moscovitas) son bastante frioleros y que, en realidad, donde verdaderamente se pasa frío es en Valencia y los que aguantamos el frío a pecho descubierto somos los valencianos ¿Que cómo justifico esto? Me remito a la próxima entrada.
Ahora voy a hacer acopio de mantas y a tratar de caldear un poco la habitación, Dios mío.
viernes, 10 de febrero de 2012
A -20º, todo vale para calentar el ambiente
Las manifestaciones del pasado fin de semana, para los que hayan estado siguiendo la prensa internacional, e incluso la prensa rusa, dan la impresión de haber sido un acontecimiento planetario que haya sacudido los cimientos de la sociedad rusa.
En realidad, y desde la perspectiva de los que vivimos aquí, apenas se notó.
Los que viven en las afueras, que son la gran mayoría de los moscovitas, no tuvieron ni que darse cuenta de que había unas cuantas multituditas dando la vara por el centro. Bastante había con los veintipico bajo cero, y bajo un sol de justicia helada, que nos estaban cayendo encima. Los que vivimos en el centro, vale, tuvimos que esquivar un par de marchas, pero tampoco hubo para tanto.
Se manifestaron los chicos de la oposición antisistema en Bolotnaya Ploschad. Bueno, digo "antisistema" por llamarlos algo y porque así los llama la gente, pero éstos se parecen tanto a los del 15-M como un ladrillo a una fiambrera. En realidad, son clase media, sector privado, y gentes, en general, poco amigas de violencias y de jaleos, aparte de cuatro bichos raros. Como siempre, el número de asistentes varía según las fuentes: los convocantes hablan de 120.000 y la policía de 35.000. Me conformo con 35.000 y voy a creerme que éstos no pagaron a nadie para que se manifestara con ellos. Siendo así, con el frío que hacía, convocar a 35.000 personas tiene mérito.
Rusia Unida logró juntar a muchas más de cien mil personas en Poklonnaya Gorá, por lo que tendrá que pagar una multa al municipio, al haber incumplido la petición de 50.000 manifestantes que habían realizado. Putin dice que él también se rascará el bolsillo y aportará algo, a pesar de que él no estuvo en la manifestación y ni siquiera pertenece a Rusia Unida. Voy a secarme la lágrima que me rueda por la mejilla...
Los participantes, al parecer, eran sobre todo trabajadores del sector público, probablemente con muchos menos rublos en el bolsillo que los de la otra manifestación, y ciertamente cabe la posibilidad de que haya habido algún toque en los centros de trabajo para que asistan, como sueltan a voz en grito los diarios de todo el mundo, enfadados porque haya más gente que sea partidaria de Putin, ese genocida, que de la oposición, que todo el mundo sabe que toca el arpa y tiene dos alitas que les salen de la espalda. Así y todo, yo no me termino de creer que alguien que no quisiera realmente ir a la manifestación de Putin haya terminado yendo a la fuerza. "Algo" de simpatía, o curiosidad, o lo que sea, sí que debían de tener.
La tercera manifestación en número de participantes, y de la que no ha hablado, naturalmente, ningún medio, más que esta bitácora, es la del LDPR, en plena plaza Pushkinskaya, que convocó, según fuentes del propio partido (creo que la policía ni se ha molestado en dar una cifra) a tres mil personas que estuvieron escuchando a Zhirinovsky y Anpílov, vaya par de dos. Zhirinovsky, por cierto, fue el único candidato a la presidencia que intervino en cualquiera de las manifas. Aúpa.
La cuarta fue la que me tocó las narices. Unos disidentes de la manifa gorda de la oposición, quejándose de que en la manifa principal había nazis y comunistas, montaron una diferente en prospekt Zajárova... que es la calle por donde vuelvo todos los sábados de la compra. Total, calle cortada, rodeo del quince, calles atascadas alrededor, y eso por un par de cientos de caprichosos que no se querían manifestar con el resto de la gente. Ojalá se les hubiera colado algún nazi. O comunista.
Como comer y manifestar, todo es empezar, los grupos convocantes le han tomado gusto al asunto. El 23 de febrero, que es festivo y Día del Defensor de la Patria (antes Ejército Rojo), los grupos patrióticos han convocado la suya, y Rusia Unida no podía faltar, ni los comunistas tampoco (en España los comunistas no me casan mucho con el término "patriótico", pero aquí son lo más de lo más), con lo que va a haber dos manifas más. Los opositores se decantan más por el 26 de febrero que, aunque es domingo, creo que es laborable.
Qué murga, tú. Sólo espero que para entonces no haga tanto frío.
Y, a todo esto, a mí me está empezando a recordar esto una situación histórica parecida, en que el poder tenía la mayoría de las simpatías de la gente, pero acabó habiendo una revolución. Rusia Unida no es el gobierno zarista, ni la oposición es precisamente el partido bolchevique, por eso supongo que la cosa no irá por ahí, pero las comparaciones son dignas de un análisis.
Pero eso será otro día. Hoy se hace tarde.
En realidad, y desde la perspectiva de los que vivimos aquí, apenas se notó.
Los que viven en las afueras, que son la gran mayoría de los moscovitas, no tuvieron ni que darse cuenta de que había unas cuantas multituditas dando la vara por el centro. Bastante había con los veintipico bajo cero, y bajo un sol de justicia helada, que nos estaban cayendo encima. Los que vivimos en el centro, vale, tuvimos que esquivar un par de marchas, pero tampoco hubo para tanto.
Se manifestaron los chicos de la oposición antisistema en Bolotnaya Ploschad. Bueno, digo "antisistema" por llamarlos algo y porque así los llama la gente, pero éstos se parecen tanto a los del 15-M como un ladrillo a una fiambrera. En realidad, son clase media, sector privado, y gentes, en general, poco amigas de violencias y de jaleos, aparte de cuatro bichos raros. Como siempre, el número de asistentes varía según las fuentes: los convocantes hablan de 120.000 y la policía de 35.000. Me conformo con 35.000 y voy a creerme que éstos no pagaron a nadie para que se manifestara con ellos. Siendo así, con el frío que hacía, convocar a 35.000 personas tiene mérito.
Rusia Unida logró juntar a muchas más de cien mil personas en Poklonnaya Gorá, por lo que tendrá que pagar una multa al municipio, al haber incumplido la petición de 50.000 manifestantes que habían realizado. Putin dice que él también se rascará el bolsillo y aportará algo, a pesar de que él no estuvo en la manifestación y ni siquiera pertenece a Rusia Unida. Voy a secarme la lágrima que me rueda por la mejilla...
Los participantes, al parecer, eran sobre todo trabajadores del sector público, probablemente con muchos menos rublos en el bolsillo que los de la otra manifestación, y ciertamente cabe la posibilidad de que haya habido algún toque en los centros de trabajo para que asistan, como sueltan a voz en grito los diarios de todo el mundo, enfadados porque haya más gente que sea partidaria de Putin, ese genocida, que de la oposición, que todo el mundo sabe que toca el arpa y tiene dos alitas que les salen de la espalda. Así y todo, yo no me termino de creer que alguien que no quisiera realmente ir a la manifestación de Putin haya terminado yendo a la fuerza. "Algo" de simpatía, o curiosidad, o lo que sea, sí que debían de tener.
La tercera manifestación en número de participantes, y de la que no ha hablado, naturalmente, ningún medio, más que esta bitácora, es la del LDPR, en plena plaza Pushkinskaya, que convocó, según fuentes del propio partido (creo que la policía ni se ha molestado en dar una cifra) a tres mil personas que estuvieron escuchando a Zhirinovsky y Anpílov, vaya par de dos. Zhirinovsky, por cierto, fue el único candidato a la presidencia que intervino en cualquiera de las manifas. Aúpa.
La cuarta fue la que me tocó las narices. Unos disidentes de la manifa gorda de la oposición, quejándose de que en la manifa principal había nazis y comunistas, montaron una diferente en prospekt Zajárova... que es la calle por donde vuelvo todos los sábados de la compra. Total, calle cortada, rodeo del quince, calles atascadas alrededor, y eso por un par de cientos de caprichosos que no se querían manifestar con el resto de la gente. Ojalá se les hubiera colado algún nazi. O comunista.
Como comer y manifestar, todo es empezar, los grupos convocantes le han tomado gusto al asunto. El 23 de febrero, que es festivo y Día del Defensor de la Patria (antes Ejército Rojo), los grupos patrióticos han convocado la suya, y Rusia Unida no podía faltar, ni los comunistas tampoco (en España los comunistas no me casan mucho con el término "patriótico", pero aquí son lo más de lo más), con lo que va a haber dos manifas más. Los opositores se decantan más por el 26 de febrero que, aunque es domingo, creo que es laborable.
Qué murga, tú. Sólo espero que para entonces no haga tanto frío.
Y, a todo esto, a mí me está empezando a recordar esto una situación histórica parecida, en que el poder tenía la mayoría de las simpatías de la gente, pero acabó habiendo una revolución. Rusia Unida no es el gobierno zarista, ni la oposición es precisamente el partido bolchevique, por eso supongo que la cosa no irá por ahí, pero las comparaciones son dignas de un análisis.
Pero eso será otro día. Hoy se hace tarde.
miércoles, 8 de febrero de 2012
Susto en la blogosfera
Mantener una bitácora al día es una tarea que, a veces, puede resultar alienante, y no digamos si lo de "al día" se toma de manera estricta, como le ha pasado al autor de "Rusadas", esa bitácora cuyo enlace aparece ahí, a la derecha, casi siempre en el primer puesto (porque actualiza a diario) y que nos arranca una sonrisa, también a diario, a quienes le seguimos. Bueno, al ritmo que lleva, seguirle de cerca es complicado, pero hacemos lo que podemos.
Hace unos días pareció que nos dejaba huérfanos de sus entradas y que echaba el cierre a la bitácora. Como sabéis, periódicamente escribo algo sobre la salud de la rusosfera en castellano, una salud que, fuerza es reconocerlo, tiende a ser renqueante, y hoy tomé la pluma con la intención de lamentarme por una baja tan importante y de agradecer a su autor los momentos tan buenos que nos ha dado.
Al abrir la bitácora y mirar con pena la barra de la derecha, va y me encuentro, contra todo pronóstico, una entrada nueva en "Rusadas", así que lo que iba a ser una entrada plañidera por el fallecimiento de una bitácora, afortunamente, ha venido a convertirse en unas laudes por su continuidad, que esperemos sea prolongada.
En todo caso, ello me da pie para meditar un poco sobre las vicisitudes de las bitácoras, su nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte, y me da un poco de vértigo, porque me doy perfecta cuenta de que, en el ínterim, esta bitácora que leéis se ha convertido en una veterana, algo poco frecuente en los egoblogs (y esta bitácora nunca ha dejado de ser eso, un egoblog). El nacimiento es lo más sencillo, y las primeras entradas parece que salen a borbotones, hasta que llega el momento en que las cosas se estabilizan, y a partir de aquí creo que mucho depende de la personalidad del autor. Los hay impulsivos, que de repente se arrancan con una serie, y luego callan durante semanas; los hay dejados, que sueltan algo con desgana y callan durante meses; los hay regulares, que tienen la actualización de su bitácora poco menos que metida en la agenda y siempre sueltan algo, lo que sea y venga o no a cuento, y los hay finalmente que sólo dicen cosas cuando tienen algo que decir... y eso pasa cada vez menos a menudo.
De todo hay. Lo que está claro es que llega un momento en que esto se termina, y también en la forma de terminar y fenecer la bitácora se aprecia el estilo del autor. Hay quien simplemente deja de escribir y abandona la bitácora llena de telarañas en la red de redes; hay quien pasa mucho tiempo sin escribir, y finalmente anuncia su retirada en una entrada aparte; y también hay quien corta su bitácora de repente, y pasa de actualizar con mucha frecuencia a decir que hasta aquí ha llegado y, las más de las veces, sin revelar las causas de la defunción.
"Rusadas", o Miguel, que asi se hace llamar el autor del blog, había elegido el sistema más radical de borrarlo todo y dejar una entrada de despedida. Ahora que sé que no es cierto que se va, puedo sonreír y creer que le ha pasado más o menos lo mismo que a Gógol, y esto explica por que la foto que preside esta entrada es la de don Nicolás, para mi gusto el más grande de los novelistas rusos.
Y no sólo el más grande, sino el autor de la novela que mejor retrata a Rusia: "Almas muertas". Como Cervantes con el Quijote, también Gógol se puso a escribir la segunda parte de su exitazo. Sin embargo, cuando lo tuvo terminado, o prácticamente terminado, le dio un ataque que bien podemos llamar pajas mentales, y quemó el manuscrito. Gógol perdió la vida a los pocos días, y nosotros perdimos la segunda parte de la obra, salvo algunos fragmentos sueltos que se han conservado por casualidad y que no nos permiten hacernos una idea de lo que hubiera sido aquello.
La idea de quemarlo todo es muy rusa, ya desde Gógol, y bien podía haber sido que "Rusadas", a fuerza de escribir sobre Rusia, se hubiera imbuido de su espíritu autodestructivo y hubiera acabado como la segunda parte de "Almas muertas". Lo que pasa es que los manuscritos de Gógol no son los bits de hoy día y, además, Google hace copia de todo, así que la desaparición de las obras es más complicada.
Dicho esto, me alegro de la continuidad de la bitácora y espero que su segunda desaparición, que llegará fatalmente, esté lejana, muy lejana. Más que la de ésta que leéis.
Hace unos días pareció que nos dejaba huérfanos de sus entradas y que echaba el cierre a la bitácora. Como sabéis, periódicamente escribo algo sobre la salud de la rusosfera en castellano, una salud que, fuerza es reconocerlo, tiende a ser renqueante, y hoy tomé la pluma con la intención de lamentarme por una baja tan importante y de agradecer a su autor los momentos tan buenos que nos ha dado.
Al abrir la bitácora y mirar con pena la barra de la derecha, va y me encuentro, contra todo pronóstico, una entrada nueva en "Rusadas", así que lo que iba a ser una entrada plañidera por el fallecimiento de una bitácora, afortunamente, ha venido a convertirse en unas laudes por su continuidad, que esperemos sea prolongada.
En todo caso, ello me da pie para meditar un poco sobre las vicisitudes de las bitácoras, su nacimiento, crecimiento, decadencia y muerte, y me da un poco de vértigo, porque me doy perfecta cuenta de que, en el ínterim, esta bitácora que leéis se ha convertido en una veterana, algo poco frecuente en los egoblogs (y esta bitácora nunca ha dejado de ser eso, un egoblog). El nacimiento es lo más sencillo, y las primeras entradas parece que salen a borbotones, hasta que llega el momento en que las cosas se estabilizan, y a partir de aquí creo que mucho depende de la personalidad del autor. Los hay impulsivos, que de repente se arrancan con una serie, y luego callan durante semanas; los hay dejados, que sueltan algo con desgana y callan durante meses; los hay regulares, que tienen la actualización de su bitácora poco menos que metida en la agenda y siempre sueltan algo, lo que sea y venga o no a cuento, y los hay finalmente que sólo dicen cosas cuando tienen algo que decir... y eso pasa cada vez menos a menudo.
De todo hay. Lo que está claro es que llega un momento en que esto se termina, y también en la forma de terminar y fenecer la bitácora se aprecia el estilo del autor. Hay quien simplemente deja de escribir y abandona la bitácora llena de telarañas en la red de redes; hay quien pasa mucho tiempo sin escribir, y finalmente anuncia su retirada en una entrada aparte; y también hay quien corta su bitácora de repente, y pasa de actualizar con mucha frecuencia a decir que hasta aquí ha llegado y, las más de las veces, sin revelar las causas de la defunción.
"Rusadas", o Miguel, que asi se hace llamar el autor del blog, había elegido el sistema más radical de borrarlo todo y dejar una entrada de despedida. Ahora que sé que no es cierto que se va, puedo sonreír y creer que le ha pasado más o menos lo mismo que a Gógol, y esto explica por que la foto que preside esta entrada es la de don Nicolás, para mi gusto el más grande de los novelistas rusos.
Y no sólo el más grande, sino el autor de la novela que mejor retrata a Rusia: "Almas muertas". Como Cervantes con el Quijote, también Gógol se puso a escribir la segunda parte de su exitazo. Sin embargo, cuando lo tuvo terminado, o prácticamente terminado, le dio un ataque que bien podemos llamar pajas mentales, y quemó el manuscrito. Gógol perdió la vida a los pocos días, y nosotros perdimos la segunda parte de la obra, salvo algunos fragmentos sueltos que se han conservado por casualidad y que no nos permiten hacernos una idea de lo que hubiera sido aquello.
La idea de quemarlo todo es muy rusa, ya desde Gógol, y bien podía haber sido que "Rusadas", a fuerza de escribir sobre Rusia, se hubiera imbuido de su espíritu autodestructivo y hubiera acabado como la segunda parte de "Almas muertas". Lo que pasa es que los manuscritos de Gógol no son los bits de hoy día y, además, Google hace copia de todo, así que la desaparición de las obras es más complicada.
Dicho esto, me alegro de la continuidad de la bitácora y espero que su segunda desaparición, que llegará fatalmente, esté lejana, muy lejana. Más que la de ésta que leéis.
martes, 7 de febrero de 2012
Tribus
No hay libro, por malo que sea, que no tenga algo bueno, o eso dice, al menos, el autor del Lazarillo de Tormes en el prólogo de su obra. Ese consuelo queda a los lectores de The Moscow Times, ese panfleto sionista, progre de salón y proyanqui perdido, pero en el que, fuerza es confesarlo, se esconde alguna pluma notable que me mantiene entre sus hojeadores (decir "lectores" es excesivo).
Esa pluma es la de Michelle Berdy, una traductora que tiene una sección fija en el Times en la que destripa los entresijos de la lengua rusa para hacerlos accesibles al lector medio del diario. El lector medio es un residente en Moscú, guiri como él solo, capaz de balbucir algunas palabras en ruso, como mucho, y sólo vagamente interesado en las peripecias de un país que, de día, no termina de comprender (de noche suele tenerlo más claro, paradójicamente, aunque su visión se enturbie).
La columna de Michelle Berdy es realmente muy buena, tiene un sentido del humor muy fino, y saca temas que no suelen tener que ver con la política, lo cual, en estos tiempos convulsos, siempre es de agradecer, pero hoy voy a destacar su columna del último viernes, en la que saca el tema de dos conceptos similares, pero diferentes. El primero es el de nacionalidad (гражданство - grazhdanstvo), y el segundo es el de etnicidad (национальгость - natsionalnost). La traducción se complica porque la segunda palabra, en ruso, suena como la primera, en español. En inglés no tienen ese problema tan claramente, porque su "nacionalidad" es más bien "citizenship", y no tanto, aunque también, "nationality".
Nosotros somos españoles y no busquemos más. Jamás en la vida se me ocurriría decir, más que muerto de risa, que soy étnicamente valenciano. Sin embargo, ese concepto no es totalmente concebible para un ruso, y la prueba es lo que pone, o ponía, en la "Gran Enciclopedia Soviética" en el artículo sobre España, en la que, entre otros datos poco polémicos, ponía que la población está compuesta por cuatro grupos étnicos: gallegos, vascos, catalanes y... españoles. Probablemente al menos tres de esos cuatro grupos supuestamente étnicos no sean conscientes de ser racialmente diferentes ni lo tengan demasiado claro, ni siquiera los más independentistas de esas, ejem, tribus. Pero la enciclopedia soviética no concebía un país sin grupos étnicos diferenciados.
En Rusia, la pertenencia a un grupo étnico es fundamental. Lo hemos visto varias veces a lo largo de estas entradas, pero especialmente cuando nos visitaron los agentes del censo. Aquí, todo el mundo pertenece a una etnia: ucranianos, bielorrusos, gitanos, judíos, armenios o alemanes (sí, se puede ser ruso y alemán a la vez, qué cosas), entre otras muchas. Y, para ser ruso, en ruso hay dos palabras: rossiysky (российский), que es el que tiene pasaporte ruso y es, estooo... súbdito de Vladímir Vladímirovich, y "russky" (русский), que es el que pertenece a la etnia rusa, y que puede tener pasaporte ruso, o no tenerlo, y vivir en Ucrania, Francia, Argentina o Nueva Zelanda.
En España, pasamos de esas zarandajas y nos quedamos con la ciudadanía: todos son rusos. Y punto.
Si nos fijamos, todos esos follones de las etnias, las razas y esas cosas las valoran los pueblos que están por romanizar. En 211, el emperador Caracalla hizo romanos a todos los habitantes del Imperio. Lo hizo no por generosidad, vale, sino para cobrar el impuesto de la vigésima sobre las herencias, y luego además lo elevó a la décima, pero la cosa marcó huella y desde entonces dejó de haber iberos, celtas, celtiberos, galos, tirios y troyanos, pasando a haber hispanorromanos, galorromanos y loquesearromanos: en fin, romanos. Los demás eran bárbaros, con sus follones interétnicos.
Al este del Rin, y al norte del Danubio, todo eran godos, longobardos, hunos, eslavos, fineses y tribus diversas a cual más estrambótica, pegándose entre ellos y con los romanos hasta hace poco, y blasonando de la superioridad de etnia, raza o lo que sea sobre las demás, aunque se hayan mezclado con todo quisiqui y sean más mestizos que un perro callejero. Y, si nos fijamos en Yugoslavia, se estaban pegando hasta ayer mismo y no está claro que vuelvan a empezar otra vez.
En España, se supone que eso no pasa. Y digo se supone porque el único sitio donde esas cosas se mencionan y se valoran es, precisamente, la única parte de Hispania que quedó mal romanizada. Pero eso es otro asunto, y entretanto hay alguna cosilla que contar sobre las manifas del sábado pasado, así que a por ellas, aunque será en la próxima entrada, porque hoy se hace tarde.
Esa pluma es la de Michelle Berdy, una traductora que tiene una sección fija en el Times en la que destripa los entresijos de la lengua rusa para hacerlos accesibles al lector medio del diario. El lector medio es un residente en Moscú, guiri como él solo, capaz de balbucir algunas palabras en ruso, como mucho, y sólo vagamente interesado en las peripecias de un país que, de día, no termina de comprender (de noche suele tenerlo más claro, paradójicamente, aunque su visión se enturbie).
La columna de Michelle Berdy es realmente muy buena, tiene un sentido del humor muy fino, y saca temas que no suelen tener que ver con la política, lo cual, en estos tiempos convulsos, siempre es de agradecer, pero hoy voy a destacar su columna del último viernes, en la que saca el tema de dos conceptos similares, pero diferentes. El primero es el de nacionalidad (гражданство - grazhdanstvo), y el segundo es el de etnicidad (национальгость - natsionalnost). La traducción se complica porque la segunda palabra, en ruso, suena como la primera, en español. En inglés no tienen ese problema tan claramente, porque su "nacionalidad" es más bien "citizenship", y no tanto, aunque también, "nationality".
Nosotros somos españoles y no busquemos más. Jamás en la vida se me ocurriría decir, más que muerto de risa, que soy étnicamente valenciano. Sin embargo, ese concepto no es totalmente concebible para un ruso, y la prueba es lo que pone, o ponía, en la "Gran Enciclopedia Soviética" en el artículo sobre España, en la que, entre otros datos poco polémicos, ponía que la población está compuesta por cuatro grupos étnicos: gallegos, vascos, catalanes y... españoles. Probablemente al menos tres de esos cuatro grupos supuestamente étnicos no sean conscientes de ser racialmente diferentes ni lo tengan demasiado claro, ni siquiera los más independentistas de esas, ejem, tribus. Pero la enciclopedia soviética no concebía un país sin grupos étnicos diferenciados.
En Rusia, la pertenencia a un grupo étnico es fundamental. Lo hemos visto varias veces a lo largo de estas entradas, pero especialmente cuando nos visitaron los agentes del censo. Aquí, todo el mundo pertenece a una etnia: ucranianos, bielorrusos, gitanos, judíos, armenios o alemanes (sí, se puede ser ruso y alemán a la vez, qué cosas), entre otras muchas. Y, para ser ruso, en ruso hay dos palabras: rossiysky (российский), que es el que tiene pasaporte ruso y es, estooo... súbdito de Vladímir Vladímirovich, y "russky" (русский), que es el que pertenece a la etnia rusa, y que puede tener pasaporte ruso, o no tenerlo, y vivir en Ucrania, Francia, Argentina o Nueva Zelanda.
En España, pasamos de esas zarandajas y nos quedamos con la ciudadanía: todos son rusos. Y punto.
Si nos fijamos, todos esos follones de las etnias, las razas y esas cosas las valoran los pueblos que están por romanizar. En 211, el emperador Caracalla hizo romanos a todos los habitantes del Imperio. Lo hizo no por generosidad, vale, sino para cobrar el impuesto de la vigésima sobre las herencias, y luego además lo elevó a la décima, pero la cosa marcó huella y desde entonces dejó de haber iberos, celtas, celtiberos, galos, tirios y troyanos, pasando a haber hispanorromanos, galorromanos y loquesearromanos: en fin, romanos. Los demás eran bárbaros, con sus follones interétnicos.
Al este del Rin, y al norte del Danubio, todo eran godos, longobardos, hunos, eslavos, fineses y tribus diversas a cual más estrambótica, pegándose entre ellos y con los romanos hasta hace poco, y blasonando de la superioridad de etnia, raza o lo que sea sobre las demás, aunque se hayan mezclado con todo quisiqui y sean más mestizos que un perro callejero. Y, si nos fijamos en Yugoslavia, se estaban pegando hasta ayer mismo y no está claro que vuelvan a empezar otra vez.
En España, se supone que eso no pasa. Y digo se supone porque el único sitio donde esas cosas se mencionan y se valoran es, precisamente, la única parte de Hispania que quedó mal romanizada. Pero eso es otro asunto, y entretanto hay alguna cosilla que contar sobre las manifas del sábado pasado, así que a por ellas, aunque será en la próxima entrada, porque hoy se hace tarde.
viernes, 3 de febrero de 2012
La otra manifa
Todos los medios del mundo mundial se han hecho eco de la manifa convocada por la oposición a Putin (y a Rusia Unida, pero Putin seguiría siendo importante sin Rusia Unida, y al revés no está claro), y que tendrá lugar mañana en Bolotnaya Ploshad (la plaza Pantanosa, si traducimos). Estará la oposición no encuadrada en partidos políticos (ni siquiera ilegales), además de los chicos de Yabloko, algunos representantes del partido comunista y simpatizantes varios. Supongo que no estará Limónov, que se empeñó en manifestarse el día 31 con unas cuantas decenas de partidarios, que ya son ganas, con el frío que hacía, y fue detenido, como todos los días 31. Hay cosas que ya empiezan a ser una costumbre.
En esta ocasión, las autoridades han sido originales y desusadamente permisivas: no sólo han permitido la manifestación, sino que no hay aforo límite (se habla de 50.000 personas, halaaaaaa), y además les van a permitir desplazarse por la ciudad, cosa de kilómetro y medio, entre la plaza Oktyabrskaya, debajo mismo de la estatua más tocho de Lenin que queda por Moscú, y a través de la Bolshaya Yakimanka, cortando el tráfico. Supongo que han pensado que no hace falta limitar el número de manifestantes. Como en otras ocasiones, ya se encarga de eso el general Invierno, que este año está especialmente pejiguero. Toma cambio climático. Por cierto que me consta que en España también hace fresquillo. Nada, amigos, no está mal que toque por allí lo que aquí tenemos día sí, día también, durante varios meses al año. Solidaridad.
En realidad, la de la oposición no es la única manifestación. Hasta cuatro manifestaciones me han contado que hay programadas en distintos puntos de la ciudad. Menos mal que esta ciudad tiene más puntos que una impresora matricial, y van a caber todos. Bueno, todos los que tengan ganas, porque hay que estar muy convencido (o muy bien pagado) para manifestarse un par de horas a veintipico bajo cero. Yo, desde luego, no pienso hacerlo.
Destacaré otra manifestación: la del nunca suficientemente ponderado Partido Liberal-Democrático de Rusia, "por una democracia limpa y honesta". Para mi enorme sorpresa, uno de los oradores invitados es nada menos que Víktor Anpílov, líder del movimiento "Rusia Obrera". Víktor Anpílov, que por cierto habla español estupendamente, no en vano fue corresponsal en Hispanoamérica en los ya lejanos tiempos soviéticos, pasa por ser un comunista sovietizante de los de toda la vida, que se separó del Partido Comunista de Ziugánov por ser éste demasiado condescendiente con el capital, y también ha coqueteado con movimientos nacionalistas rusos (el comunismo ruso hace tiempo que tiene muy poquito de internacionalista), pero no sabía yo que simpatizara ahora con un partido que, después de todo, es "liberal" y "democrático", siquiera sea de nombre.
En todo caso, es un tipo interesante. Vamos, no me acercaré a Pushkinskaya a las doce a oírlo, porque un valenciano como yo los fríos extremos los aguanta cuando no hay más remedio y porque tengo entendido que a las manifas del LDPR suele ir gente que cobra por asistir, y no tengo ganas de ser el único tontaina que fuera gratis, porque, si no...
En esta ocasión, las autoridades han sido originales y desusadamente permisivas: no sólo han permitido la manifestación, sino que no hay aforo límite (se habla de 50.000 personas, halaaaaaa), y además les van a permitir desplazarse por la ciudad, cosa de kilómetro y medio, entre la plaza Oktyabrskaya, debajo mismo de la estatua más tocho de Lenin que queda por Moscú, y a través de la Bolshaya Yakimanka, cortando el tráfico. Supongo que han pensado que no hace falta limitar el número de manifestantes. Como en otras ocasiones, ya se encarga de eso el general Invierno, que este año está especialmente pejiguero. Toma cambio climático. Por cierto que me consta que en España también hace fresquillo. Nada, amigos, no está mal que toque por allí lo que aquí tenemos día sí, día también, durante varios meses al año. Solidaridad.
En realidad, la de la oposición no es la única manifestación. Hasta cuatro manifestaciones me han contado que hay programadas en distintos puntos de la ciudad. Menos mal que esta ciudad tiene más puntos que una impresora matricial, y van a caber todos. Bueno, todos los que tengan ganas, porque hay que estar muy convencido (o muy bien pagado) para manifestarse un par de horas a veintipico bajo cero. Yo, desde luego, no pienso hacerlo.
Destacaré otra manifestación: la del nunca suficientemente ponderado Partido Liberal-Democrático de Rusia, "por una democracia limpa y honesta". Para mi enorme sorpresa, uno de los oradores invitados es nada menos que Víktor Anpílov, líder del movimiento "Rusia Obrera". Víktor Anpílov, que por cierto habla español estupendamente, no en vano fue corresponsal en Hispanoamérica en los ya lejanos tiempos soviéticos, pasa por ser un comunista sovietizante de los de toda la vida, que se separó del Partido Comunista de Ziugánov por ser éste demasiado condescendiente con el capital, y también ha coqueteado con movimientos nacionalistas rusos (el comunismo ruso hace tiempo que tiene muy poquito de internacionalista), pero no sabía yo que simpatizara ahora con un partido que, después de todo, es "liberal" y "democrático", siquiera sea de nombre.
En todo caso, es un tipo interesante. Vamos, no me acercaré a Pushkinskaya a las doce a oírlo, porque un valenciano como yo los fríos extremos los aguanta cuando no hay más remedio y porque tengo entendido que a las manifas del LDPR suele ir gente que cobra por asistir, y no tengo ganas de ser el único tontaina que fuera gratis, porque, si no...
miércoles, 1 de febrero de 2012
En campaña
- Ro, dentro de poco habrá elecciones presidenciales.
- ¡NOOOOO!
Pero se rio. El grito lo lanzó para disimular, pero en realidad le gustan las elecciones.
- ¿Quién va a ganar?
- Putin, claro.
- Se presenta más gente. Bueno, se presentan los mismos de la otra vez.
- ¿Sí?
- Sí. Se presenta, por ejemplo, Zhirinovsky.
- ¿Quién es Zhirinovsky?
Vaya. Parece que la campaña del LDPR en las últimas elecciones parlamentarias no contemplaba el debido bombo y platillo a su cabeza de lista.
- Zhironovsky es... "хватит терпеть!" (¡Basta de aguantar!)
Y señalé con el dedo a Ro de manera demostrativa. "¡Basta de aguantar!" era el eslogan del Partido Liberal-Democrático de Rusia, el de Zhirinovsky, en las últimas elecciones.
- Ah, ése... uf...
- A ti el que más te gusta es Putin, ¿no?
- Sí, papá, es que, fíjate, los demás sólo dicen lo mal que va todo y lo que van a hacer, pero Edinaya Rossiya habla del pa-sa-do. Habla de cosas que ya ha hecho. De cosas buenas que ya ha hecho, no de lo que dicen que van a hacer. Ésa es la diferencia.
Jo con la chiquilla. Nos ha salido conservadora.
- Pero bueno, tú también oyes a Medvédev declarar una vez cada dos o tres días que va a acabar con la corrupción, ¿no?
Ro se paró dos segundos, mientras pensaba, y luego me preguntó pícaramente.
- Bueno, papá, y tú, ¿cómo acabarías con la corrupción?
Silencio.
Qué puñetera...
- ¡NOOOOO!
Pero se rio. El grito lo lanzó para disimular, pero en realidad le gustan las elecciones.
- ¿Quién va a ganar?
- Putin, claro.
- Se presenta más gente. Bueno, se presentan los mismos de la otra vez.
- ¿Sí?
- Sí. Se presenta, por ejemplo, Zhirinovsky.
- ¿Quién es Zhirinovsky?
Vaya. Parece que la campaña del LDPR en las últimas elecciones parlamentarias no contemplaba el debido bombo y platillo a su cabeza de lista.
- Zhironovsky es... "хватит терпеть!" (¡Basta de aguantar!)
Y señalé con el dedo a Ro de manera demostrativa. "¡Basta de aguantar!" era el eslogan del Partido Liberal-Democrático de Rusia, el de Zhirinovsky, en las últimas elecciones.
- Ah, ése... uf...
- A ti el que más te gusta es Putin, ¿no?
- Sí, papá, es que, fíjate, los demás sólo dicen lo mal que va todo y lo que van a hacer, pero Edinaya Rossiya habla del pa-sa-do. Habla de cosas que ya ha hecho. De cosas buenas que ya ha hecho, no de lo que dicen que van a hacer. Ésa es la diferencia.
Jo con la chiquilla. Nos ha salido conservadora.
- Pero bueno, tú también oyes a Medvédev declarar una vez cada dos o tres días que va a acabar con la corrupción, ¿no?
Ro se paró dos segundos, mientras pensaba, y luego me preguntó pícaramente.
- Bueno, papá, y tú, ¿cómo acabarías con la corrupción?
Silencio.
Qué puñetera...