Con más frecuencia de lo que sería deseable, se escuchan o leen mensajes, aproximadamente, como el siguiente:
Hola,
Sí, siempre ponen coma, en lugar de dos puntos, después del encabezado de un mensaje. Supongo que es para que nos demos cuenta de que saben escribir tan bien en inglés que el castellano se les ha olvidado.
Mi nombre es José Vicente Tortajada Peris. Soy un español (siempre es un hombre, sin excepción, como si hubiera un cartel imaginario de "Mujeres, abstenerse") de 24 años que, por razones personales, voy a vivir a Rusia próximamente. Quería saber qué tengo que hacer para encontrar trabajo allí, o si me podían enviar una lista de sitios a donde pudiera enviar mi currículum. Les adjunto mi currículum por si fuera de interés para ustedes.
Atentamente,
J. V. Tortajada
En el currículum suele poderse ver que ha terminado una carrera, supongamos que Derecho o, si tiene suerte, Administración y Dirección de Empresas, y que declara hablar inglés, posiblemente tras desenterrar los pocos conocimientos que pudiera haber adquirido en el instituto.
Los que hemos visto preguntitas de éstas en abundancia no necesitamos preguntar cuáles son esas razones personales que obligan al joven Tortajada a cambiar su lugar de residencia desde su España natal a la Rusia lejana y misteriosa. Sabemos que se trata de algo que tira más que dos carretas y que una maroma de barco, algo que empezó a aparecer por España desde que cayó el Telón de Acero y los rusos (y, por lo que nos ocupa, las rusas) comenzaron a curiosear por nuestro querido y soleado país, y algo, en suma, que le obliga a dejar su trabajo de becario en la Caja de Ahorros local y su sueldecillo de 800 euros al mes.
Vamos, que está encoñado con una rusa a la que ha conocido en vaya usted a saber qué circunstancias.
Si la rusa es de Semipalatinsk o de Chimkent y no nada allí en la abundancia, es bastante probable que prefiera quedarse a hacer compañía a Tortajada en España. Total, entre ser discriminada en Kazajstán y serlo en España, no hay color. Pero si tiene el riñón lo bastante bien cubierto en casa (y, si se ha podido permitir un viaje al extranjero, es muy probable que así sea) y no digamos si es de Moscú, la posibilidad de que no se plantee emigrar es muy alta. Así que, si Tortajada pretende continuar con el apasionado noviazgo, ya puede ir sacándose el visado.
¿Y tiene algo malo esta relación internacional? ¡Qué va! En principio, nada en absoluto. Ahora bien, el currículum de Tortajada es muy poca cosa. Podría ser peor, claro, pero, aún así, la cosa chirría. Y lo del amor está muy bien, pero claro, llegar a Rusia (pongamos que hablamos de Moscú) sin oficio ni beneficio es cosa dura.
Bueno, y para la próxima entrada, unos consejitos para todos los Tortajadas que, víctimas de la globalización sexual, han jurado amor eterno a su Dulcinuska Tobosovna.
Todo lo que se cuenta aquí debería tomarse con sentido del humor. Si usted no se ve capaz de hacerlo, y aun así persiste en entrar y leer, sepa que no va por usted, que lo que se cuenta está fuera de contexto y que incluso es posible que no sea ni verdad.
viernes, 30 de julio de 2010
miércoles, 28 de julio de 2010
Incendios subterráneos
En España están todos muy sorprendidos con la barbaridad de gente que se ahoga en Rusia. Y no es para menos, pero bueno, hay que tener en cuenta algunas de las características del país (el líquido que entra en el cuerpo, en particular) y la enorme cantidad de acuíferos que tiene (también es líquido, pero al menos está alrededor del cuerpo). A este respecto, resulta muy ilustrativo echar un vistazo a la página del Ministerio de Situaciones de Emergencia, que es como la Protección Civil local y a quien le toca lidiar con estos toros. Pero últimamente, con la calor que hace, en ese Ministerio están que no dan abasto a todo lo que les sale.
El lunes por la mañana, con un calor sofocante, como hemos venido teniendo en Moscú durante todo el mes de julio y parte del anterior, batiendo todas las marcas históricas, salí de mi casa y olí algo raro. Una especie de olor a humo y ceniza que flotaba en el ambiente; de hecho, flotaba tanto que, al volver la esquina, y lejos del cielo azul y despejado que nos había acompañado durante todo el mes, apenas se distinguía a lo lejos el imponente rascacielos del Ministerio de Asuntos Exteriores, como si estuviera detrás de una cortinilla.
Las turberas habían vuelto a arder.
La última vez había sido en el verano de 2002, que también fue bastante caluroso, aunque no tanto como está siendo el actual. La zona más oriental y meridional de la región de Moscú, cerca aproximadamente de la ciudad de Shatura, es una zona pantanosa permanentemente encharcada y donde se va formando la turba. Cuando, durante un período de tiempo prolongado, las temperaturas son altas y no hay lluvias, el terreno acaba por secarse y, si la situación se prolonga demasiado, se produce el fenómeno de la autocombustión. La propia turba, por debajo del suelo, empieza a arder, unas veces espontáneamente, y en otros casos por el contagio de algún incendio de superficie cercano.
Es espectacular, eso sí. En aquel verano de 2002, uno de esos fines de semana en que uno está de rodríguez (vaya, como éste...) me fui a pasar el fin de semana a Múrom, en la vecina región de Nizhny Nóvgorod. Las vías del tren discurren precisamente por la zona pantanosa de Shatura, y era un espectáculo ver cómo salían de la tierra lentas columnas de humo.
Espectáculo aparte, la situación es una calamidad. Por una parte, ecológica, tanto más cuanto que es prácticamente imposible apagar el incendio. En 2002, por muchos esfuerzos que se hicieron, la turba fue ardiendo lentamente durante todo el otoño y sólo se apagó cuando llegó, primero, la temporada de lluvias y, después, la de nieve, que ya lo cubrió todo e impidió que el oxígeno del aire llegara hasta la turba. Este año, tiemblo al pensarlo, pero todo indica que vamos por el mismo camino. En España, donde las zonas pantanosas escasean lo suyo, se produjo algo parecido en las Tablas de Daimiel el año pasado, y sólo la llegada de este último otoño e invierno, que ha dado lluvias para dar y vender, ha tenido la virtud de poner coto a la situación.
Además de la catástrofe ecológica, y como en 2002, el viento del Sureste ha traído en un par de días la ceniza hasta la ciudad, y aquí estamos, con unos niveles de monóxido de carbono unas ocho veces mayores de lo que se considera aceptable. Entrando en la página del Ministerio de Situaciones de Emergencia (¡pero si tienen página en inglés!), parece que se han estado dedicando a saco a apagar las turberas y que han apagado los treinta incendios subterráneos (¡joroba!) que estaban activos en la región de Moscú. Ojalá, claro, aunque aquí sigue oliendo a quemado. Ya veremos lo que ocurre dentro de unos días, pero parece que es bastante frecuente que inundar las zonas del incendio sólo produzca un alivio temporal. No sale humo, pero la brasa continúa por allí abajo y, si las temperaturas siguen siendo como son, en cuanto se evapore el líquido estaremos en las mismas.
Y para mañana anuncian treinta y nueve grados. Treinta y nueve. Y nosotros con unas viviendas diseñadas para aguantar dentro todo el calor que se puede, y sin poder abrir las ventanas porque se nos mete la ceniza. Uno ya no sabe si los que se ahogan es porque la han pifiado o porque no quieren seguir viviendo con ese bochorno y prefieren morir fresquitos.
El lunes por la mañana, con un calor sofocante, como hemos venido teniendo en Moscú durante todo el mes de julio y parte del anterior, batiendo todas las marcas históricas, salí de mi casa y olí algo raro. Una especie de olor a humo y ceniza que flotaba en el ambiente; de hecho, flotaba tanto que, al volver la esquina, y lejos del cielo azul y despejado que nos había acompañado durante todo el mes, apenas se distinguía a lo lejos el imponente rascacielos del Ministerio de Asuntos Exteriores, como si estuviera detrás de una cortinilla.
Las turberas habían vuelto a arder.
La última vez había sido en el verano de 2002, que también fue bastante caluroso, aunque no tanto como está siendo el actual. La zona más oriental y meridional de la región de Moscú, cerca aproximadamente de la ciudad de Shatura, es una zona pantanosa permanentemente encharcada y donde se va formando la turba. Cuando, durante un período de tiempo prolongado, las temperaturas son altas y no hay lluvias, el terreno acaba por secarse y, si la situación se prolonga demasiado, se produce el fenómeno de la autocombustión. La propia turba, por debajo del suelo, empieza a arder, unas veces espontáneamente, y en otros casos por el contagio de algún incendio de superficie cercano.
Es espectacular, eso sí. En aquel verano de 2002, uno de esos fines de semana en que uno está de rodríguez (vaya, como éste...) me fui a pasar el fin de semana a Múrom, en la vecina región de Nizhny Nóvgorod. Las vías del tren discurren precisamente por la zona pantanosa de Shatura, y era un espectáculo ver cómo salían de la tierra lentas columnas de humo.
Espectáculo aparte, la situación es una calamidad. Por una parte, ecológica, tanto más cuanto que es prácticamente imposible apagar el incendio. En 2002, por muchos esfuerzos que se hicieron, la turba fue ardiendo lentamente durante todo el otoño y sólo se apagó cuando llegó, primero, la temporada de lluvias y, después, la de nieve, que ya lo cubrió todo e impidió que el oxígeno del aire llegara hasta la turba. Este año, tiemblo al pensarlo, pero todo indica que vamos por el mismo camino. En España, donde las zonas pantanosas escasean lo suyo, se produjo algo parecido en las Tablas de Daimiel el año pasado, y sólo la llegada de este último otoño e invierno, que ha dado lluvias para dar y vender, ha tenido la virtud de poner coto a la situación.
Además de la catástrofe ecológica, y como en 2002, el viento del Sureste ha traído en un par de días la ceniza hasta la ciudad, y aquí estamos, con unos niveles de monóxido de carbono unas ocho veces mayores de lo que se considera aceptable. Entrando en la página del Ministerio de Situaciones de Emergencia (¡pero si tienen página en inglés!), parece que se han estado dedicando a saco a apagar las turberas y que han apagado los treinta incendios subterráneos (¡joroba!) que estaban activos en la región de Moscú. Ojalá, claro, aunque aquí sigue oliendo a quemado. Ya veremos lo que ocurre dentro de unos días, pero parece que es bastante frecuente que inundar las zonas del incendio sólo produzca un alivio temporal. No sale humo, pero la brasa continúa por allí abajo y, si las temperaturas siguen siendo como son, en cuanto se evapore el líquido estaremos en las mismas.
Y para mañana anuncian treinta y nueve grados. Treinta y nueve. Y nosotros con unas viviendas diseñadas para aguantar dentro todo el calor que se puede, y sin poder abrir las ventanas porque se nos mete la ceniza. Uno ya no sabe si los que se ahogan es porque la han pifiado o porque no quieren seguir viviendo con ese bochorno y prefieren morir fresquitos.
lunes, 26 de julio de 2010
Emigración
Viniendo de la entrada anterior, decía que los españoles somos culturalmente partidarios del piso en propiedad. Como servidor es más español que las bellotas, también soy partidario del piso en propiedad y, de hecho, el motivo principalísimo de emigrar fue la posibilidad de conseguir la pasta gansa necesaria para poder acceder a esa propiedad sin el enojoso paso por el notario para firmar hipotecas. Y es que, en el momento de plantearme el asunto, con un sueldo español me hubiera comprado un piso el día del Juicio Final por la tarde, y eso que la burbuja inmobiliaria no había comenzado a inflarse a base de bien. Después de la burbuja, con un sueldo español, hubiera tenido la duda de si era mejor comprarlo en el Cielo, en el Infierno o en el Purgatorio.
En estas circunstancias, pirarse de España es lo razonable. Los comentaristas del artículo enlazado, en su mayoría, son emigrados españoles a los que les va bien en el extranjero y españoles pensándose muy en serio si se van de España; algunos le echan la culpa de su próximo exilio a Zapatero, otros a los inmigrantes (que ya es guasa), los menos al PP (pero eso es porque el artículo está en El Mundo, que cojea de ese pie). Pero los emigrados españoles que escriben, en su gran mayoría están en Europa Central y Occidental, en los Estados Unidos de Norteamérica, y algunos en la India o en Méjico, y son gente de cierta cualificación, a diferencia del grueso de emigrantes españoles de la década de 1950-1960, muchos de los cuales eran tan analfabetos como, por ejemplo, algún que otro familiar mío.
Rusia es diferente. El inmigrante español en Rusia no responde en absoluto al paradigma de emigrante a Europa Occidental, y así podemos ver qué matices podemos encontrar respecto del emigrante tipo.
1. Sueldos. Los emigrantes de Europa Occidental cobran lo mismo, más o menos, que sus colegas locales, o sea, el doble o el triple de lo que cobrarían en España, con ese mercado laboral rígido y poco prometedor para los titulados que nos gastamos por allí. En Rusia, no. En Rusia, también se cobra varias veces lo que cobrarías en España... y también se cobra varias veces más de lo que cobra un trabajador ruso. Bueno, a no ser que el trabajador ruso sea directivo. Entonces, cobra lo mismo que el guiri, o más. Y, así y todo, hay más de uno a quien le parece poco. Otro día escribiré sobre una cosa que se llama "otkat"...
2. Preparación. Los emigrantes españoles de Europa Occidental están muuuuy preparados académicamente. Si no lo hubieran estado, no hubiera hecho falta emigrar, porque los sueldos de los peones en España son (bueno, eran) la pera limonera. En cambio, los cuatro gatos españoles que estamos por aquí tenemos por lo general, fuerza es decirlo, una preparación académica tirando a modestilla. Se valora mucho más que estés dispuesto a pasar más sinsabores que ondeando una bandera española en Rentería, aunque seas un chapucillas. También es verdad que la formación necesaria para llevar un negocio aquí no se adquiere en la universidad española.
3. Idiomas. En Europa Occidental, el emigrante español medio habla inglés, francés o alemán con solvencia, y más le vale, porque, si no, no va a poder hacer ni turismo. Aquí, en Rusia, algunos hablamos ruso y lo hemos estudiado a conciencia, pero somos una minoría en el colectivo español exiliado. La mayoría chamulla cuatro palabras de ruso, lo justo para pillar un taxi y poco más; otros jamás aprenderán a hablarlo correctamente, porque los idiomas no es lo suyo, y los directivos más fetén yo diría que incluso ven como un signo de distinción no hablar ni papa. Es como si dijeran: "Mira lo bueno que debo ser, que me mandan aquí a pesar de que no sé ruso; en cambio, ese mindundi está aquí porque habla ruso, que, si no, a buenas horas." En serio, no os lo vais a creer, pero hay quien presume de no hablar ruso.
4. Lugar de trabajo. En Europa Occidental, los españoles que han emigrado allí trabajan en empresas alemanas, italianas, francesas o inglesas, y de todos los tamaños. Aquí, en Rusia, los españoles trabajan casi sin excepción en entidades extranjeras, sean españolas o multinacionales. A casi nadie se le ocurriría trabajar en una empresa rusa, ante el temor de volverse chiflado (chiflado del todo, quiero decir), ni a la empresa rusa se le ocurriría contratar a un español y hacer el vía crucis del papeleo para traerlo.
5. Motivación. El dinero ya lo he mencionado arriba. La otra motivación principal (y no sabría decir en qué orden) son las mujeres, aunque quede muy bestia decirlo, pero en esta bitácora no se hacen concesiones a la corrección política. La prueba es seguramente el porcentaje de mujeres españolas que trabaja aquí y que es reducidísimo. El hecho de que yo esté casado con una de ellas sólo revela que mis gustos son más raros que ver a un ruso silbando.
Si no os lo creéis, Ricardo nos ha ofrecido su testimonio en la entrada anterior. ;-)
6. Comida. Ahí nos duele a los españoles, y ahí sí que no veo diferencia entre los de Europa Occidental y los que estamos en Rusia. España, en cuestiones de cocina, saca muchísimos cuerpos de ventaja a cualquier otro país, al menos para el paladar de sus hijos. Pero bueno, siempre se puede aprender a cocinar, y para eso tenemos esta serie especial para exiliados.
7. Nostalgia. La familia, los amiguetes, las cervecitas en el bar de la esquina... esas cositas que tiene España y que tanto echan de menos los que trabajan en Europa Occidental. Pero es con la boca pequeña. En los primeros noventa, que es cuando salí del nido, sí que había motivos para tener nostalgia a porrones, pero es que eran otros tiempos, en los que no había correo electrónico, ni bitácoras, recibías la prensa un par de días después a un precio asesino, no había vuelos de bajo coste y las llamadas telefónicas costaban un congo. Luego llegaron internet y Ryanair y sus colegas y, para los españoles de Europa Occidental, ir a pasar el finde a casita pasó a ser más fácil y a veces más barato que moverse dentro de España. Y no digamos si ganas realmente el doble o triple de lo que se ganaría en España.
En Rusia, la diferencia entre los tiempos de los pioneros de los primeros años noventa y los tiempos actuales es abismal. Es verdad que desplazarse a España para pasar el finde es pesadito, porque los controles fronterizos y la incomodidad de los desplazamientos a los aeropuertos es mucho mayor que en Europa Occidental. Para compensar, si la nostalgia no es tanto por la familia y los amigos, sino por bares y cervecitas, Moscú ha adelantado holgadamente al lugar más festero que podáis encontrar en España. Casi es mejor traerse a los amigos e irse por aquí de bares (con el aliciente del punto 5, por cierto).
Pues así está el patio. A mí me está yendo bien y, efectivamente, me logré comprar el piso en Valencia poniendo la pasta encima de la mesa. Se supone que hubiera sido el momento de volver, conseguido el objetivo, pero las cosas se comenzaron a complicar y aquí sigo.
Pero no, no todo el mundo que hace las maletas y se monta en el avión tiene éxito. A ver si en una próxima entrada reflexiono sobre qué sería conveniente hacer para que las cosas salgan. Vamos, por si algún lector está considerando, como tanta gente en España, emigrar. Porque, ciertamente, como en España no se vive en ningún sitio.
Lo malo es que esta última frase tiene doble sentido...
En estas circunstancias, pirarse de España es lo razonable. Los comentaristas del artículo enlazado, en su mayoría, son emigrados españoles a los que les va bien en el extranjero y españoles pensándose muy en serio si se van de España; algunos le echan la culpa de su próximo exilio a Zapatero, otros a los inmigrantes (que ya es guasa), los menos al PP (pero eso es porque el artículo está en El Mundo, que cojea de ese pie). Pero los emigrados españoles que escriben, en su gran mayoría están en Europa Central y Occidental, en los Estados Unidos de Norteamérica, y algunos en la India o en Méjico, y son gente de cierta cualificación, a diferencia del grueso de emigrantes españoles de la década de 1950-1960, muchos de los cuales eran tan analfabetos como, por ejemplo, algún que otro familiar mío.
Rusia es diferente. El inmigrante español en Rusia no responde en absoluto al paradigma de emigrante a Europa Occidental, y así podemos ver qué matices podemos encontrar respecto del emigrante tipo.
1. Sueldos. Los emigrantes de Europa Occidental cobran lo mismo, más o menos, que sus colegas locales, o sea, el doble o el triple de lo que cobrarían en España, con ese mercado laboral rígido y poco prometedor para los titulados que nos gastamos por allí. En Rusia, no. En Rusia, también se cobra varias veces lo que cobrarías en España... y también se cobra varias veces más de lo que cobra un trabajador ruso. Bueno, a no ser que el trabajador ruso sea directivo. Entonces, cobra lo mismo que el guiri, o más. Y, así y todo, hay más de uno a quien le parece poco. Otro día escribiré sobre una cosa que se llama "otkat"...
2. Preparación. Los emigrantes españoles de Europa Occidental están muuuuy preparados académicamente. Si no lo hubieran estado, no hubiera hecho falta emigrar, porque los sueldos de los peones en España son (bueno, eran) la pera limonera. En cambio, los cuatro gatos españoles que estamos por aquí tenemos por lo general, fuerza es decirlo, una preparación académica tirando a modestilla. Se valora mucho más que estés dispuesto a pasar más sinsabores que ondeando una bandera española en Rentería, aunque seas un chapucillas. También es verdad que la formación necesaria para llevar un negocio aquí no se adquiere en la universidad española.
3. Idiomas. En Europa Occidental, el emigrante español medio habla inglés, francés o alemán con solvencia, y más le vale, porque, si no, no va a poder hacer ni turismo. Aquí, en Rusia, algunos hablamos ruso y lo hemos estudiado a conciencia, pero somos una minoría en el colectivo español exiliado. La mayoría chamulla cuatro palabras de ruso, lo justo para pillar un taxi y poco más; otros jamás aprenderán a hablarlo correctamente, porque los idiomas no es lo suyo, y los directivos más fetén yo diría que incluso ven como un signo de distinción no hablar ni papa. Es como si dijeran: "Mira lo bueno que debo ser, que me mandan aquí a pesar de que no sé ruso; en cambio, ese mindundi está aquí porque habla ruso, que, si no, a buenas horas." En serio, no os lo vais a creer, pero hay quien presume de no hablar ruso.
4. Lugar de trabajo. En Europa Occidental, los españoles que han emigrado allí trabajan en empresas alemanas, italianas, francesas o inglesas, y de todos los tamaños. Aquí, en Rusia, los españoles trabajan casi sin excepción en entidades extranjeras, sean españolas o multinacionales. A casi nadie se le ocurriría trabajar en una empresa rusa, ante el temor de volverse chiflado (chiflado del todo, quiero decir), ni a la empresa rusa se le ocurriría contratar a un español y hacer el vía crucis del papeleo para traerlo.
5. Motivación. El dinero ya lo he mencionado arriba. La otra motivación principal (y no sabría decir en qué orden) son las mujeres, aunque quede muy bestia decirlo, pero en esta bitácora no se hacen concesiones a la corrección política. La prueba es seguramente el porcentaje de mujeres españolas que trabaja aquí y que es reducidísimo. El hecho de que yo esté casado con una de ellas sólo revela que mis gustos son más raros que ver a un ruso silbando.
Si no os lo creéis, Ricardo nos ha ofrecido su testimonio en la entrada anterior. ;-)
6. Comida. Ahí nos duele a los españoles, y ahí sí que no veo diferencia entre los de Europa Occidental y los que estamos en Rusia. España, en cuestiones de cocina, saca muchísimos cuerpos de ventaja a cualquier otro país, al menos para el paladar de sus hijos. Pero bueno, siempre se puede aprender a cocinar, y para eso tenemos esta serie especial para exiliados.
7. Nostalgia. La familia, los amiguetes, las cervecitas en el bar de la esquina... esas cositas que tiene España y que tanto echan de menos los que trabajan en Europa Occidental. Pero es con la boca pequeña. En los primeros noventa, que es cuando salí del nido, sí que había motivos para tener nostalgia a porrones, pero es que eran otros tiempos, en los que no había correo electrónico, ni bitácoras, recibías la prensa un par de días después a un precio asesino, no había vuelos de bajo coste y las llamadas telefónicas costaban un congo. Luego llegaron internet y Ryanair y sus colegas y, para los españoles de Europa Occidental, ir a pasar el finde a casita pasó a ser más fácil y a veces más barato que moverse dentro de España. Y no digamos si ganas realmente el doble o triple de lo que se ganaría en España.
En Rusia, la diferencia entre los tiempos de los pioneros de los primeros años noventa y los tiempos actuales es abismal. Es verdad que desplazarse a España para pasar el finde es pesadito, porque los controles fronterizos y la incomodidad de los desplazamientos a los aeropuertos es mucho mayor que en Europa Occidental. Para compensar, si la nostalgia no es tanto por la familia y los amigos, sino por bares y cervecitas, Moscú ha adelantado holgadamente al lugar más festero que podáis encontrar en España. Casi es mejor traerse a los amigos e irse por aquí de bares (con el aliciente del punto 5, por cierto).
Pues así está el patio. A mí me está yendo bien y, efectivamente, me logré comprar el piso en Valencia poniendo la pasta encima de la mesa. Se supone que hubiera sido el momento de volver, conseguido el objetivo, pero las cosas se comenzaron a complicar y aquí sigo.
Pero no, no todo el mundo que hace las maletas y se monta en el avión tiene éxito. A ver si en una próxima entrada reflexiono sobre qué sería conveniente hacer para que las cosas salgan. Vamos, por si algún lector está considerando, como tanta gente en España, emigrar. Porque, ciertamente, como en España no se vive en ningún sitio.
Lo malo es que esta última frase tiene doble sentido...
jueves, 22 de julio de 2010
Vuelta a la carga
Como todo lo bueno termina, las vacaciones también lo hacen, y ya estoy de vuelta en Moscú, pasando un calor que jamás había visto por estos pagos. Y es que llevamos todo el mes a más de treinta grados, cosa que no parece gran cosa para los españoles, pero hay que tener en cuenta que las casas en Moscú están pensadas para resistir el frío (y qué frío). En lo del calor no habían pensado tanto, y así es como me desperté sudoroso esta noche y descubrí que la temperatura dentro de la habitación era de treinta y un grados. Antes de que aquello se convirtiera en un auto de fe, puse el aire acondicionado (que los dos veranos anteriores se había quedado criando telarañas) y gracias a eso pude ir tirando.
Para volver a tomar el curso de las entradas, ahora que Ame está, él, de vacaciones, descubro un artículo que me llamó la atención. Es éste. Y lo más enjundioso no está en el texto, que no es gran cosa, sino en los comentarios, muchos de ellos de gente que vive en el extranjero y de los que apenas nadie se arrepiente de haber salido, mientras otros, que siguen en España, se lo están pensando.
A los que estamos en el extranjero, exiliados si se quiere llamar así, nos cuentan que España está en crisis, que está muy mal, y tal y tal, pero lo cierto es que, para hacernos una idea un poco más real, hay que ir a España y palpar un poco la realidad. Yo tengo algún familiar, y algún conocido, sin trabajo, a causa del parón de la construcción y de todo lo demás, y es cierto que la cosa ya va durando demasiado, pero el encuentro brutal con la realidad yo creo que lo tuve cuando la semana pasada llegué a Valencia (otro día contaré el maratón que me he metido en plan "Conozca España en siete días"), a mi piso, abrí el buzón y lo encontré lleno de papeles. Claro, la mayoría eran ofertas de chinos, de pizzerías y de dentistas, muchas de las cuales repetidas, lo cual indica que a algunos vecinos míos les da pereza tirar a la papelera los folletos que se encuentran en sus buzones y prefieren meterlo en el mío. Pero, además de tanta propaganda, estaban la convocatoria y el acta de la última reunión de la comunidad de vecinos.
Por razones fáciles de comprender para el lector, en los diez años largos que soy dueño de ese piso no he sido un asiduo de las reuniones de la comunidad. De hecho, sólo he ido a una, y es una lástima, porque ahí me di cuenta de lo que me estaba perdiendo, aunque sólo fuera por el espectáculo que dio en ella doña Margarita, la vecina del primero, tanto más cuanto que, según me contaron otros propietarios, el espectáculo se repetía regularmente. A cambio de desatender mis obligaciones de ocupar la presidencia rotatoria de la finca, soy un chollo para mis vecinos, porque, obviamente, no hago nada de ruido, ni gasto la luz de la escalera, ni el ascensor, ni me corto las uñas en el deslunado para fastidiar a doña Margarita y que tenga que quejarse en la siguiente reunión. Vamos, que si pasa algo desagradable, es prácticamente seguro que yo no he sido.
Bueno, pues leí el acta de la reunión y en ella me enteré de que mi vecina de dos pisos más abajo había dejado de ser Amparo Sanchis Gomis, como hasta entonces, para pasar a ser el BBVA, que al menos ha pagado los recibos pendientes. Y no parece que vaya a ser el único caso: un piso más abajo, el señor Vicente Peris Llopis ya le debe cosa de mil euros a la comunidad, que ha tomado el acuerdo de darle de plazo para pagar hasta septiembre y de nombrar abogado y procurador (con malas intenciones, desde luego, hacia el señor Peris), como no se haya puesto al día para entonces. Pinta mal.
Miré por el deslunado dos pisos más abajo y, efectivamente, la que había sido vivienda de Amparo Sanchis, con su marido malhablado, su hijo futbolero y su perro ruidoso, estaba con las persianas caídas y aspecto de abandono. Chungo. Muy chungo. Y más que nada porque ése era el nivel al que creíamos que nunca íbamos a llegar, cuando renuncias a tu vivienda, en la que has invertido tanto (lo menos llevarían tres años de hipoteca, entrada aparte), y no hay nada, ni siquiera un sostén familiar, que pueda mantenerte a flote. Si estamos llegando a eso, es que la crisis ha dejado de ser una palabra gastada y nos da de lleno, aunque algunos, desde el extranjero, no hubiéramos acabado de notarlo o de valorarlo en su justa medida. Pero es real. Ya lo creo.
Y da que pensar. Mucho más que la inflación de banderas españolas que se vio durante la semana pasada, y que no sé si continúa. Porque significa que estas, en el fondo, buenas gentes, carecen de un apoyo familiar mínimamente solvente en que poder confiar, cosa que jamás hubiera pasado en España hace no tantos años y que en mi familia espero que no pase nunca. Y porque el piso al que se han visto obligados a renunciar no es un apartamento en la playa, sino su vivienda habitual, una hipoteca que los bancos consideran producto de primera calidad y que evidentemente estaba por encima de sus posibilidades. Pero, ah, los españoles somos así, y queremos una vivienda en propiedad, y a muchos les han engañado en los últimos años de mala manera haciéndoles creer que valía la pena pagar algo muy puturrudefuá con dinero que ahora no tenías, pero que ya irías teniendo en el futuro. Como si el futuro fuera cierto de toda seguridad ¿Y por qué? Porque su vecino también lo ha hecho y su piso ya vale mucho más que cuando lo compró, porque hay que presumir, porque la esposa de uno dice que hay que hacerse valer: al final, como L'Oréal, que ahora está tan de moda: porque usted lo vale ¿Cómo va a irse a un pisito de miseria?
Y eso me va devolviendo al artículo, porque, leyéndolo y sobre todo leyendo los comentarios (cuando escribo esto va por los novecientos, y subiendo, pero son la mar de ilustrativos), no he podido evitar retrotraerme a los tiempos en que tomé la decisión de emigrar. Creo que me extenderé sobre esto más adelante.
Para volver a tomar el curso de las entradas, ahora que Ame está, él, de vacaciones, descubro un artículo que me llamó la atención. Es éste. Y lo más enjundioso no está en el texto, que no es gran cosa, sino en los comentarios, muchos de ellos de gente que vive en el extranjero y de los que apenas nadie se arrepiente de haber salido, mientras otros, que siguen en España, se lo están pensando.
A los que estamos en el extranjero, exiliados si se quiere llamar así, nos cuentan que España está en crisis, que está muy mal, y tal y tal, pero lo cierto es que, para hacernos una idea un poco más real, hay que ir a España y palpar un poco la realidad. Yo tengo algún familiar, y algún conocido, sin trabajo, a causa del parón de la construcción y de todo lo demás, y es cierto que la cosa ya va durando demasiado, pero el encuentro brutal con la realidad yo creo que lo tuve cuando la semana pasada llegué a Valencia (otro día contaré el maratón que me he metido en plan "Conozca España en siete días"), a mi piso, abrí el buzón y lo encontré lleno de papeles. Claro, la mayoría eran ofertas de chinos, de pizzerías y de dentistas, muchas de las cuales repetidas, lo cual indica que a algunos vecinos míos les da pereza tirar a la papelera los folletos que se encuentran en sus buzones y prefieren meterlo en el mío. Pero, además de tanta propaganda, estaban la convocatoria y el acta de la última reunión de la comunidad de vecinos.
Por razones fáciles de comprender para el lector, en los diez años largos que soy dueño de ese piso no he sido un asiduo de las reuniones de la comunidad. De hecho, sólo he ido a una, y es una lástima, porque ahí me di cuenta de lo que me estaba perdiendo, aunque sólo fuera por el espectáculo que dio en ella doña Margarita, la vecina del primero, tanto más cuanto que, según me contaron otros propietarios, el espectáculo se repetía regularmente. A cambio de desatender mis obligaciones de ocupar la presidencia rotatoria de la finca, soy un chollo para mis vecinos, porque, obviamente, no hago nada de ruido, ni gasto la luz de la escalera, ni el ascensor, ni me corto las uñas en el deslunado para fastidiar a doña Margarita y que tenga que quejarse en la siguiente reunión. Vamos, que si pasa algo desagradable, es prácticamente seguro que yo no he sido.
Bueno, pues leí el acta de la reunión y en ella me enteré de que mi vecina de dos pisos más abajo había dejado de ser Amparo Sanchis Gomis, como hasta entonces, para pasar a ser el BBVA, que al menos ha pagado los recibos pendientes. Y no parece que vaya a ser el único caso: un piso más abajo, el señor Vicente Peris Llopis ya le debe cosa de mil euros a la comunidad, que ha tomado el acuerdo de darle de plazo para pagar hasta septiembre y de nombrar abogado y procurador (con malas intenciones, desde luego, hacia el señor Peris), como no se haya puesto al día para entonces. Pinta mal.
Miré por el deslunado dos pisos más abajo y, efectivamente, la que había sido vivienda de Amparo Sanchis, con su marido malhablado, su hijo futbolero y su perro ruidoso, estaba con las persianas caídas y aspecto de abandono. Chungo. Muy chungo. Y más que nada porque ése era el nivel al que creíamos que nunca íbamos a llegar, cuando renuncias a tu vivienda, en la que has invertido tanto (lo menos llevarían tres años de hipoteca, entrada aparte), y no hay nada, ni siquiera un sostén familiar, que pueda mantenerte a flote. Si estamos llegando a eso, es que la crisis ha dejado de ser una palabra gastada y nos da de lleno, aunque algunos, desde el extranjero, no hubiéramos acabado de notarlo o de valorarlo en su justa medida. Pero es real. Ya lo creo.
Y da que pensar. Mucho más que la inflación de banderas españolas que se vio durante la semana pasada, y que no sé si continúa. Porque significa que estas, en el fondo, buenas gentes, carecen de un apoyo familiar mínimamente solvente en que poder confiar, cosa que jamás hubiera pasado en España hace no tantos años y que en mi familia espero que no pase nunca. Y porque el piso al que se han visto obligados a renunciar no es un apartamento en la playa, sino su vivienda habitual, una hipoteca que los bancos consideran producto de primera calidad y que evidentemente estaba por encima de sus posibilidades. Pero, ah, los españoles somos así, y queremos una vivienda en propiedad, y a muchos les han engañado en los últimos años de mala manera haciéndoles creer que valía la pena pagar algo muy puturrudefuá con dinero que ahora no tenías, pero que ya irías teniendo en el futuro. Como si el futuro fuera cierto de toda seguridad ¿Y por qué? Porque su vecino también lo ha hecho y su piso ya vale mucho más que cuando lo compró, porque hay que presumir, porque la esposa de uno dice que hay que hacerse valer: al final, como L'Oréal, que ahora está tan de moda: porque usted lo vale ¿Cómo va a irse a un pisito de miseria?
Y eso me va devolviendo al artículo, porque, leyéndolo y sobre todo leyendo los comentarios (cuando escribo esto va por los novecientos, y subiendo, pero son la mar de ilustrativos), no he podido evitar retrotraerme a los tiempos en que tomé la decisión de emigrar. Creo que me extenderé sobre esto más adelante.
miércoles, 14 de julio de 2010
El cumple de Ame (y V): Final de fiesta
Nos estábamos divirtiendo mucho. Mi papá se había puesto a jugar con nosotros, pero era mi cumpleaños y, claro, tenía que venir una tarta de cumpleaños. Cuando llegó el momento, mi mamá dijo que nos sentáramos todos alrededor de la mesa. Yasha seguía jugando con su PSP, pero, cuando se enteró de que iba a comer tarta, la dejó y se fue a la mesa enseguida. A Timofei le dijo su mamá, que seguía sentada en el sofá, que fuera también a la mesa, así que Timofei obedeció. Qué suerte que mis papás nunca van a las fiestas de cumpleaños cuando me invitan. Mirón y Hans, que es muy pequeñito, también se sentaron. A Jun-Zhe costó un poco más sentarlo, pero, cuando nos hubimos sentado todos, se dio cuenta de que no había nadie con quien pelearse y se sentó también. A Jun-Zhe no le gusta estar sentado. Sentado, es difícil pelearse y sólo puedes hacerlo con tus vecinos de mesa. Pero si estás de pie puedes elegir a quien pegar.
Con las niñas fue más difícil. Estaban jugando con mi papá, Abi y Ro al escondite inglés y parecía que se lo estaban pasando muy bien. Pero al final también se sentaron. El que no se sentó fue mi papá, que era quien tenía que traer la tarta, pero no había bastante sitio en la mesa para todos, así que tuvo que quedarse de pie. No es justo. Yo también quería quedarme de pie, porque es mucho más entretenido comer mientras te paseas, pero tenía que quedarme sentado.
La tarta era muy chula. No era una tarta comprada como las demás, sino que la habíamos hecho en casa. Bueno, yo no la había hecho, porque soy pequeñito y no llego a la mesa de la cocina. La había hecho mi niñera y le había puesto mucha mantequilla, anisitos y muchas cosas ricas. Todos los niños nos pusimos a comer, igual que papá. Yo pensaba que la mamá de Timofei también comería, porque la tarta tenía mucha mantequilla y nueces y porque la mamá de Timofei la estaba mirando con muchas ganas, pero dijo que no le apetecía. Qué raro. Yo creo que era para que los niños pudiéramos comer más, porque luego dijo que le gustaban mucho los dulces, pero que tenía que controlarse. Eso debe ser que en casa de Timofei son pobres.
Al final comenzaron a llegar los papás de los niños, para recoger a mis amigos y llevárselos a sus casas. Al final, no habíamos roto la casa ni nada, ni siquiera Jun-Zhe, y eso que Jun-Zhe es muy fuerte. Su mamá fue de las últimas en venir a recogerlo. "Claro", decía mi papá, "en su lugar yo haría lo mismo." Pero al final llegaron todos los papás y los niños se fueron a casa. El último en irse fue Yasha, que seguía jugando con la PSP. Los papás que iban llegando decían a mis papás que eran unos héroes y les preguntaban si habían aguantado bien toda la tarde, y mis papás decían que sí, que se lo habían pasado muy bien y que los niños se habían portado bien y que no habían dado problemas. Lo que no sé es por qué Abi y Ro se reían cuando mis papás decían eso.
Total, nosotros casi nunca damos problemas.
Con las niñas fue más difícil. Estaban jugando con mi papá, Abi y Ro al escondite inglés y parecía que se lo estaban pasando muy bien. Pero al final también se sentaron. El que no se sentó fue mi papá, que era quien tenía que traer la tarta, pero no había bastante sitio en la mesa para todos, así que tuvo que quedarse de pie. No es justo. Yo también quería quedarme de pie, porque es mucho más entretenido comer mientras te paseas, pero tenía que quedarme sentado.
La tarta era muy chula. No era una tarta comprada como las demás, sino que la habíamos hecho en casa. Bueno, yo no la había hecho, porque soy pequeñito y no llego a la mesa de la cocina. La había hecho mi niñera y le había puesto mucha mantequilla, anisitos y muchas cosas ricas. Todos los niños nos pusimos a comer, igual que papá. Yo pensaba que la mamá de Timofei también comería, porque la tarta tenía mucha mantequilla y nueces y porque la mamá de Timofei la estaba mirando con muchas ganas, pero dijo que no le apetecía. Qué raro. Yo creo que era para que los niños pudiéramos comer más, porque luego dijo que le gustaban mucho los dulces, pero que tenía que controlarse. Eso debe ser que en casa de Timofei son pobres.
Al final comenzaron a llegar los papás de los niños, para recoger a mis amigos y llevárselos a sus casas. Al final, no habíamos roto la casa ni nada, ni siquiera Jun-Zhe, y eso que Jun-Zhe es muy fuerte. Su mamá fue de las últimas en venir a recogerlo. "Claro", decía mi papá, "en su lugar yo haría lo mismo." Pero al final llegaron todos los papás y los niños se fueron a casa. El último en irse fue Yasha, que seguía jugando con la PSP. Los papás que iban llegando decían a mis papás que eran unos héroes y les preguntaban si habían aguantado bien toda la tarde, y mis papás decían que sí, que se lo habían pasado muy bien y que los niños se habían portado bien y que no habían dado problemas. Lo que no sé es por qué Abi y Ro se reían cuando mis papás decían eso.
Total, nosotros casi nunca damos problemas.
lunes, 12 de julio de 2010
El cumple de Ame (IV): Jugando con papá.
Hola.
Me llamo Ame, y soy un niño.
Creo que he estado contando lo que pasó el día de mi cumpleaños. Todo estaba saliendo muy bien y nos estábamos divirtiendo mucho. Nadie había roto nada todavía y mi mamá y Ro estaban abrazadas en la cocina diciendo que eran de un mismo club. Entonces, se oyeron gritos desde el salón y fuimos todos a ver qué estaba pasando.
Sólo eran Jun-Zhe y mi papá que estaban jugando. Jun-Zhe se había agarrado a una de las piernas de mi papá mientras le daba golpes en la rodilla, y mi papá lo cogió y lo sujetó. Mi papá sólo agarra, sujeta y empuja. Eso debe ser porque es flojo y no pega con fuerza. Jun-Zhe es fuerte y normalmente pega, aunque no agarra ni empuja.
Como vimos que estaban jugando y se lo pasaban muy bien, Timofei, Mirón, Hans (que es pequeñito) y yo fuimos corriendo a ayudar a Jun-Zhe y agarramos a mi papá por las piernas y los brazos mientras Jun-Zhe le seguía pegando en la rodilla. Era muy divertido. Era tan divertido que incluso Yasha dejó sobre el sofá su PSP y vino también a ayudarnos. Al final pudimos hacer que mi papá se cayera sobre el sofá. Yasha le dijo que tuviera cuidado de no caer sobre la PSP, y mi papá lo miró con cara de preocupación. Yasha cogió la PSP y la puso en otro sitio. Luego volvió y le dio un puñetazo a mi papá en el pecho. Yo, para que no se escapara, lo cogí del cuello. Nos lo estábamos pasando muy bien.
Las niñas, Sonia y Anya, se habían ido a jugar con Abi y Ro, así que ya no había que preocuparse por ellas. Qué bien.
En esto, mi papá comenzó a toser. A lo mejor es que le estaba sujetando un poco fuerte del cuello. Entonces soltó un brazo, quitó con el brazo mis manos de su cuello y empezó a apartarnos a los niños. A mí me tiró encima del sofá. Era muy divertido. A Yasha le costó más moverlo, porque Yasha come mucho y pesa bastante, pero al final lo apartó. A Hans lo mandó a un sillón de un empujón, y con Timofei tuvo más cuidado, pero yo creo que eso era porque la mamá de Timofei estaba por allí. Luego consiguió apartar a Mirón y dijó en voz alta, en ruso, que ya estaba bien, así que ya no volvimos a ayudar a Jun-Zhe. Jun-Zhe seguía agarrado a la pierna de mi papá mientras le seguía dando puñetazos en la rodilla. A veces Jun-Zhe es un poco pesado, pero es amigo nuestro y nos cae bien.
Al final, mi papá lo cogió con las dos manos, hizo mucha fuerza y consiguió apartar a Jun-Zhe mientras le decía basta en ruso y Jun-Zhe seguía intentando agarrar a mi papá. A veces nosotros también le decimos basta a Jun-Zhe cuando nos pega, pero él parece que no ha aprendido todavía esa palabra en ruso. Pero yo creo que sí que la ha aprendido y que lo que sucede es que no la quiere entender.
Jun-Zhe estaba cansado y se sentó resoplando en un sillón. Mi papá también estaba cansado y se cogía del cuello, mientras le decía a mi mamá: "¡Jo, qué niño más bruto!" Mi mamá le respondió: "Pero, cariño, ¿por qué te metes? ¿cuántos años tienes? ¿Seis?"
Y yo me quedé muy sorprendido. Pensaba que mi mamá sabía cuántos años tenía mi papá.
Me llamo Ame, y soy un niño.
Creo que he estado contando lo que pasó el día de mi cumpleaños. Todo estaba saliendo muy bien y nos estábamos divirtiendo mucho. Nadie había roto nada todavía y mi mamá y Ro estaban abrazadas en la cocina diciendo que eran de un mismo club. Entonces, se oyeron gritos desde el salón y fuimos todos a ver qué estaba pasando.
Sólo eran Jun-Zhe y mi papá que estaban jugando. Jun-Zhe se había agarrado a una de las piernas de mi papá mientras le daba golpes en la rodilla, y mi papá lo cogió y lo sujetó. Mi papá sólo agarra, sujeta y empuja. Eso debe ser porque es flojo y no pega con fuerza. Jun-Zhe es fuerte y normalmente pega, aunque no agarra ni empuja.
Como vimos que estaban jugando y se lo pasaban muy bien, Timofei, Mirón, Hans (que es pequeñito) y yo fuimos corriendo a ayudar a Jun-Zhe y agarramos a mi papá por las piernas y los brazos mientras Jun-Zhe le seguía pegando en la rodilla. Era muy divertido. Era tan divertido que incluso Yasha dejó sobre el sofá su PSP y vino también a ayudarnos. Al final pudimos hacer que mi papá se cayera sobre el sofá. Yasha le dijo que tuviera cuidado de no caer sobre la PSP, y mi papá lo miró con cara de preocupación. Yasha cogió la PSP y la puso en otro sitio. Luego volvió y le dio un puñetazo a mi papá en el pecho. Yo, para que no se escapara, lo cogí del cuello. Nos lo estábamos pasando muy bien.
Las niñas, Sonia y Anya, se habían ido a jugar con Abi y Ro, así que ya no había que preocuparse por ellas. Qué bien.
En esto, mi papá comenzó a toser. A lo mejor es que le estaba sujetando un poco fuerte del cuello. Entonces soltó un brazo, quitó con el brazo mis manos de su cuello y empezó a apartarnos a los niños. A mí me tiró encima del sofá. Era muy divertido. A Yasha le costó más moverlo, porque Yasha come mucho y pesa bastante, pero al final lo apartó. A Hans lo mandó a un sillón de un empujón, y con Timofei tuvo más cuidado, pero yo creo que eso era porque la mamá de Timofei estaba por allí. Luego consiguió apartar a Mirón y dijó en voz alta, en ruso, que ya estaba bien, así que ya no volvimos a ayudar a Jun-Zhe. Jun-Zhe seguía agarrado a la pierna de mi papá mientras le seguía dando puñetazos en la rodilla. A veces Jun-Zhe es un poco pesado, pero es amigo nuestro y nos cae bien.
Al final, mi papá lo cogió con las dos manos, hizo mucha fuerza y consiguió apartar a Jun-Zhe mientras le decía basta en ruso y Jun-Zhe seguía intentando agarrar a mi papá. A veces nosotros también le decimos basta a Jun-Zhe cuando nos pega, pero él parece que no ha aprendido todavía esa palabra en ruso. Pero yo creo que sí que la ha aprendido y que lo que sucede es que no la quiere entender.
Jun-Zhe estaba cansado y se sentó resoplando en un sillón. Mi papá también estaba cansado y se cogía del cuello, mientras le decía a mi mamá: "¡Jo, qué niño más bruto!" Mi mamá le respondió: "Pero, cariño, ¿por qué te metes? ¿cuántos años tienes? ¿Seis?"
Y yo me quedé muy sorprendido. Pensaba que mi mamá sabía cuántos años tenía mi papá.
viernes, 9 de julio de 2010
Prácticas
Hoy es el día en que me voy de vacaciones (parte primera), así que creo que le voy a dejar a Ame el relevo en la tarea de actualizar la bitácora.
Pero, como conclusión de las tres últimas entradas sobre intermediarios en el sector petrolífero, y para ver si han seguido ustedes las entradas con aprovechamiento, les propongo una tarea práctica, porque quizá haya dado la impresión de que Rostekenergo es la única entidad (o así) rusa dedicada a la pseudointermediación en los mercados de materias primas. No, no, hay más, y algunas están mejor hechas y hasta cuesta un poquito distinguirlas de las de verdad. Vamos a ver, entren en esta página y expresen libremente su opinión ¿Esta empresa es de verdad o más bien no?
Hala, suerte con sus pesquisas. Ahí arriba de su página tienen la banderita de la Gran Bretaña, por si quieren cambiar de idioma. Y yo me voy a hacer la maleta, porque hoy, más que nunca, no quiero que se me haga tarde.
Pero, como conclusión de las tres últimas entradas sobre intermediarios en el sector petrolífero, y para ver si han seguido ustedes las entradas con aprovechamiento, les propongo una tarea práctica, porque quizá haya dado la impresión de que Rostekenergo es la única entidad (o así) rusa dedicada a la pseudointermediación en los mercados de materias primas. No, no, hay más, y algunas están mejor hechas y hasta cuesta un poquito distinguirlas de las de verdad. Vamos a ver, entren en esta página y expresen libremente su opinión ¿Esta empresa es de verdad o más bien no?
Hala, suerte con sus pesquisas. Ahí arriba de su página tienen la banderita de la Gran Bretaña, por si quieren cambiar de idioma. Y yo me voy a hacer la maleta, porque hoy, más que nunca, no quiero que se me haga tarde.
miércoles, 7 de julio de 2010
Intermediarios (y III)
En la última entrada de esta bitácora y de esta serie, nuestro brúker español había enviado sus datos completitos a, pongamos por caso, Rostekenergo, aunque no son los únicos que se dedican al negocio de la pseudointermediación en los procelosos mercados de las materias primas. Hay muchos más, pero tomemos a éstos como ejemplo.
Rostekenergo, probablemente, olfateará lo que puede suceder y enviará una retahíla de papelorios por correo electrónico, pulcramente escaneados y con una profusión de sellos, pólizas y otras martingalas que parecería que aquello fuera un documento elevado a escritura pública no por uno, sino por cuatro notarios, y que además hubiera pasado por los registros de la propiedad, mercantil, civil y no ya de Rusia, sino de varios países. Eso sí, documentos originales en papel tangible, ni uno, no en vano estamos en pleno siglo XXI y esas antiguallas ya no se llevan. Pero, por sellos, que no quede.
Cualquier sujeto mínimamente mosqueado se dará cuenta de los errores típicos que suelen cometer los rostekenergos de la vida que estamos viendo. Después de todo, son sólo unos timadorcillos de tres al cuarto y no se puede esperar de ellos una calidad en su trabajo que dificulte mucho su identificación. Si fueran realmente buenos, trabajarían en otra cosa más lucrativa y desde luego menos arriesgada. Pero, para que no se diga que no aprecio la inventiva, por mucho que sea digna de mejores causas, añado a continuación una lista de sugerencias para que los rostekenergos hagan un trabajo más profesional:
1. Macho, curraos un sello como Dios manda. Estoy harto de ver sellos que se puede comprar cualquier muerto de hambre en la papelería o en el hiper, para luego ir colocando las letritas alrededor del centro. Ya está bien, tíos. A los brúkeres les engañáis porque ven un sello con letras cirílicas y se les hace el culo pepsicola, pero en cuanto pregunten a alguien un poco sensato (hasta ahí, por ejemplo, llego yo y cualquiera que viva por aquí) se cae el tinglado.
2. Jodíos, ya que ponéis sellos de baratillo, al menos poned siempre el mismo, que si no canta un huevo. Si sois OAO Rostekenergo, no pongáis en el sello de al lado OOO Rostekenergo, porque el brúker no tiene ni pajolera idea, vale, pero aquí todo hijo de vecino sabe que una sociedad no puede ser anónima (OAO) y limitada (OOO) a la vez.
3. Tíos, dejad de inventaros organismos que no existen. La región de Ryazán no tiene Ministerio de Petróleo. Ni que la región de Ryazán estuviera en la OPEP, cuando ni siquiera, al menos que yo sepa, hay un solo pozo de petróleo en la región. Y, aunque tuviera Ministerio de Petróleo, desde luego no iba a tener membretes y papel oficial en inglés. Pase que seáis tan garrulos que vuestra m**rd* de página web la tengáis sólo en inglés, pero ni jartos vino vais a encontrar a nadie que se crea que en la administración pública rusa hablan inglés. Bueno, a casi nadie... siempre os quedarán los brúkeres que sólo preguntan cuando es demasiado tarde.
4. Cambiad el tipo de letra, capullos. Usad el Times New Roman, como todos los rusos, y dejaos de Century Gothic, que canta la traviata. Y nada de colorines en las páginas que enviáis. Blanco y negro, y como mucho la firma en azul. Parece mentira que no sepáis que, en Rusia, el rojo y el verde están prohibidos en la documentación oficial y en cualquier tipo de firmas.
5. Ya puesto a corregir fallitos, cuando os pongáis una dirección, estaría bien que existiera y que, además, fuera un centro de negocios de importancia. A ver, que quede claro, si vais chuleando de que sois líderes en el sector petrolífero de Rusia, tendríais que tener un edificio entero, por lo menos, pero no pilléis un edificio de viviendas, porque, como deberíais saber, en Rusia está prohibido tener la sede de empresas en edificios residenciales. Vamos, ya sé que, puestos a infringir la ley, una más o menos viene a dar lo mismo, pero hay que hacer las cosas lo mejor posible y con mimo y esmero.
Hay más, pero lo dejo aquí. No os voy a hacer yo todo el trabajo, pero sabed que, si me pusiera yo a estafar, lo haría muchísimo mejor que vosotros y costaría bastante más pillarme.
Pero, ¡ah!, los rostekenergos de turno, a pesar de que la calidad de su trabajo es pobre, cuentan con que el nivel de pardillez supina de los brúkeres, en este caso españoles unicejos, es tal que incluso una chapuza como ésta pasa desapercibida. Y es más, si la oferta de los rostekenergos es bastante buena, por ejemplo, vender a 36 dólares USA el barril, a los brúkeres se les hacen los ojos chiribitas y ya no ven nada más que el pedazo de margen que se pueden embolsar y que les podría retirar antes de cumplir los cuarenta. Ese refrán, tan conocido en Carboneras de Guadazaón, de que nadie vende duros a cuatro pesetas no va con ellos.
Ahora bien, los rostekenergos y los brúkeres, antes de seguir adelante con el acuerdo, deben superar una traba administrativa sin importancia, cual es el preceptivo registro del contrato ante el Ministerio de Energía ruso, para lo cual el comprador deberá abonar por adelantado una cantidad a una cuenta que puede estar en Rusia, pero más frecuentemente estará en las Islas Caimán, que es donde los hombres de negocios fetén tienen sus cuentas. Si no, qué vulgaridad. La cantidad varía. He visto entre diez mil y cincuenta mil dólares USA. También varía el pretexto para el envío. Suele ser el registro ante el Ministerio de Energía ruso (que ya no existe con este nombre desde hace varios años), pero también el registro ante una fantasmagórica RNEMA RUSSI (Russian Neft and Energy Marketing Association). Ojo al dato: Russian Neft and Energy Marketing Association. Neft (нефть), en ruso, quiere decir petróleo ¿A que no es tan frecuente encontrarse con acrónimos que combinen palabras de distintos idiomas? Pues aquí tenemos uno.
En fin, que el brúker de turno puede preguntar, si le queda algo de prudencia, o no. Si ha picado, puede enviar la pasta y probablemente se va a meter en un lío, sobre todo si la pasta no es suya, sino de su mandante. Si es suya, más vale que no la haya conseguido con un crédito personal, o que el brúker sea rico de casa. Aunque yo no conozco ningún caso de brúker rico de casa, pero no excluyo que puedan existir.
Estoy escribiendo esto como una especie de servicio público, aunque esté trufado de la mala sombra habitual en muchas de mis entradas. Internet está lleno de timadores, tramposos y gentes de poquísima fe y, si no creéis lo que os digo, probad a escribir, por ejemplo, "rnema russi" en Google y disfrutad con lo que encontréis; sin embargo, no he encontrado ninguna página que ponga negro sobre blanco las trastadas que ocurren y que sería tan fácil evitar como lo es buscar a alguien que sepa un poquito de ruso y tenga sentido común. Si, en la próxima búsqueda de petróleo que haga el brúker pardillo de nuestro cuento, se encuentra con esta página, posiblemente no se vea retratado (debe ser duro reconocerse aquí... y no digamos si has picado alguna vez), pero, si le sirve para pensar, sin que sirva de precedente, y no meterse en berenjenales para los que no está cualificado, eso que habrá salido ganando el mundo. Y, de paso, él.
Rostekenergo, probablemente, olfateará lo que puede suceder y enviará una retahíla de papelorios por correo electrónico, pulcramente escaneados y con una profusión de sellos, pólizas y otras martingalas que parecería que aquello fuera un documento elevado a escritura pública no por uno, sino por cuatro notarios, y que además hubiera pasado por los registros de la propiedad, mercantil, civil y no ya de Rusia, sino de varios países. Eso sí, documentos originales en papel tangible, ni uno, no en vano estamos en pleno siglo XXI y esas antiguallas ya no se llevan. Pero, por sellos, que no quede.
Cualquier sujeto mínimamente mosqueado se dará cuenta de los errores típicos que suelen cometer los rostekenergos de la vida que estamos viendo. Después de todo, son sólo unos timadorcillos de tres al cuarto y no se puede esperar de ellos una calidad en su trabajo que dificulte mucho su identificación. Si fueran realmente buenos, trabajarían en otra cosa más lucrativa y desde luego menos arriesgada. Pero, para que no se diga que no aprecio la inventiva, por mucho que sea digna de mejores causas, añado a continuación una lista de sugerencias para que los rostekenergos hagan un trabajo más profesional:
1. Macho, curraos un sello como Dios manda. Estoy harto de ver sellos que se puede comprar cualquier muerto de hambre en la papelería o en el hiper, para luego ir colocando las letritas alrededor del centro. Ya está bien, tíos. A los brúkeres les engañáis porque ven un sello con letras cirílicas y se les hace el culo pepsicola, pero en cuanto pregunten a alguien un poco sensato (hasta ahí, por ejemplo, llego yo y cualquiera que viva por aquí) se cae el tinglado.
2. Jodíos, ya que ponéis sellos de baratillo, al menos poned siempre el mismo, que si no canta un huevo. Si sois OAO Rostekenergo, no pongáis en el sello de al lado OOO Rostekenergo, porque el brúker no tiene ni pajolera idea, vale, pero aquí todo hijo de vecino sabe que una sociedad no puede ser anónima (OAO) y limitada (OOO) a la vez.
3. Tíos, dejad de inventaros organismos que no existen. La región de Ryazán no tiene Ministerio de Petróleo. Ni que la región de Ryazán estuviera en la OPEP, cuando ni siquiera, al menos que yo sepa, hay un solo pozo de petróleo en la región. Y, aunque tuviera Ministerio de Petróleo, desde luego no iba a tener membretes y papel oficial en inglés. Pase que seáis tan garrulos que vuestra m**rd* de página web la tengáis sólo en inglés, pero ni jartos vino vais a encontrar a nadie que se crea que en la administración pública rusa hablan inglés. Bueno, a casi nadie... siempre os quedarán los brúkeres que sólo preguntan cuando es demasiado tarde.
4. Cambiad el tipo de letra, capullos. Usad el Times New Roman, como todos los rusos, y dejaos de Century Gothic, que canta la traviata. Y nada de colorines en las páginas que enviáis. Blanco y negro, y como mucho la firma en azul. Parece mentira que no sepáis que, en Rusia, el rojo y el verde están prohibidos en la documentación oficial y en cualquier tipo de firmas.
5. Ya puesto a corregir fallitos, cuando os pongáis una dirección, estaría bien que existiera y que, además, fuera un centro de negocios de importancia. A ver, que quede claro, si vais chuleando de que sois líderes en el sector petrolífero de Rusia, tendríais que tener un edificio entero, por lo menos, pero no pilléis un edificio de viviendas, porque, como deberíais saber, en Rusia está prohibido tener la sede de empresas en edificios residenciales. Vamos, ya sé que, puestos a infringir la ley, una más o menos viene a dar lo mismo, pero hay que hacer las cosas lo mejor posible y con mimo y esmero.
Hay más, pero lo dejo aquí. No os voy a hacer yo todo el trabajo, pero sabed que, si me pusiera yo a estafar, lo haría muchísimo mejor que vosotros y costaría bastante más pillarme.
Pero, ¡ah!, los rostekenergos de turno, a pesar de que la calidad de su trabajo es pobre, cuentan con que el nivel de pardillez supina de los brúkeres, en este caso españoles unicejos, es tal que incluso una chapuza como ésta pasa desapercibida. Y es más, si la oferta de los rostekenergos es bastante buena, por ejemplo, vender a 36 dólares USA el barril, a los brúkeres se les hacen los ojos chiribitas y ya no ven nada más que el pedazo de margen que se pueden embolsar y que les podría retirar antes de cumplir los cuarenta. Ese refrán, tan conocido en Carboneras de Guadazaón, de que nadie vende duros a cuatro pesetas no va con ellos.
Ahora bien, los rostekenergos y los brúkeres, antes de seguir adelante con el acuerdo, deben superar una traba administrativa sin importancia, cual es el preceptivo registro del contrato ante el Ministerio de Energía ruso, para lo cual el comprador deberá abonar por adelantado una cantidad a una cuenta que puede estar en Rusia, pero más frecuentemente estará en las Islas Caimán, que es donde los hombres de negocios fetén tienen sus cuentas. Si no, qué vulgaridad. La cantidad varía. He visto entre diez mil y cincuenta mil dólares USA. También varía el pretexto para el envío. Suele ser el registro ante el Ministerio de Energía ruso (que ya no existe con este nombre desde hace varios años), pero también el registro ante una fantasmagórica RNEMA RUSSI (Russian Neft and Energy Marketing Association). Ojo al dato: Russian Neft and Energy Marketing Association. Neft (нефть), en ruso, quiere decir petróleo ¿A que no es tan frecuente encontrarse con acrónimos que combinen palabras de distintos idiomas? Pues aquí tenemos uno.
En fin, que el brúker de turno puede preguntar, si le queda algo de prudencia, o no. Si ha picado, puede enviar la pasta y probablemente se va a meter en un lío, sobre todo si la pasta no es suya, sino de su mandante. Si es suya, más vale que no la haya conseguido con un crédito personal, o que el brúker sea rico de casa. Aunque yo no conozco ningún caso de brúker rico de casa, pero no excluyo que puedan existir.
Estoy escribiendo esto como una especie de servicio público, aunque esté trufado de la mala sombra habitual en muchas de mis entradas. Internet está lleno de timadores, tramposos y gentes de poquísima fe y, si no creéis lo que os digo, probad a escribir, por ejemplo, "rnema russi" en Google y disfrutad con lo que encontréis; sin embargo, no he encontrado ninguna página que ponga negro sobre blanco las trastadas que ocurren y que sería tan fácil evitar como lo es buscar a alguien que sepa un poquito de ruso y tenga sentido común. Si, en la próxima búsqueda de petróleo que haga el brúker pardillo de nuestro cuento, se encuentra con esta página, posiblemente no se vea retratado (debe ser duro reconocerse aquí... y no digamos si has picado alguna vez), pero, si le sirve para pensar, sin que sirva de precedente, y no meterse en berenjenales para los que no está cualificado, eso que habrá salido ganando el mundo. Y, de paso, él.
lunes, 5 de julio de 2010
Intermediarios (II)
El otro día nos habíamos quedado a las puertas de la página web de la empresa Rostekenergo, que cuando escribo estas líneas todavía no ha sido cerrada. Es una página de contenido esclarecedor, digno de una empresa del prestigio y prestancia que se supone a unos empresarios que encabezan, y ahí está su propia página web para corroborarlo, una de las principales empresas del sector energético ruso, el segundo productor de petróleo del mundo, tras Arabia Saudita. Ahí es nada.
Probablemente para facilitar más el acceso a la comunidad empresarial internacional, la página está redactada en inglés, en un tipo de letra Arial 12, casualmente idéntico al que tienen por defecto buena parte de los gestores de correo electrónico.
Leyendo su página web, vemos que Rostekenergo es la pera limonera. Son los más limpios, los más ecologistas, los más responsables socialmente y derraman una lagrimita cuando sus operarios pisan una cucaracha sin querer. Si no fuera por ellos, el mundo sería un poquito peor.
Y claro, he aquí que el brúker de turno, llámese Rocco o como sea, busca por internet y en su navegación llega a esta página. Tras tantos años vendiendo pisos en Almodóvar del Patatar, de ésos que iban a subir de precio eternamente, y pillándose una comisiones brutales por no hacer gran cosa (o viendo cómo otros lo hacían, que es peor), he aquí que el grifo se secó y Rocco el Brúker se topó con el reto de buscar fuentes de ingresos alternativas. Con su inglés con sólo un ligero acento de Calasparra, va navegando por aquí y por allá, y va conociendo a gente que se dedica a lo mismo que él y con un nivel parecido, y luego llega alguien de Venezuela, o de Méjico, a quien no ha visto en su vida y le dice que piensa que cree que éstos de Rostekenergo son buenos y muy importantes. Fidedigno, tú.
Y nuestro Rocco el Brúker entra en la página, y llega al libro de visitas, que, naturalmente, se llama "Guestbook". No le extraña que la página de una empresa punterísima rusa esté sólo en inglés y no en ruso, ni que las fotos estén borrosas o pixelizadas, ni que la página sea más simple que el mecanismo de un botijo y que su hijo seguramente sería capaz de hacer una mejor (bueno, si tuviera hijo). No, qué va. Entra, firma en el libro de visitas, comienza a pedir cotizaciones y se cree que una compañía rusa puntera en el sector petrolífero le va a pasar una cotización. Anda ya.
A ver, brúkeres del mundo:
1.- Las compañías petrolíferas punteras rusas se llaman Gazpromneft, Lukoil, Rosneft, TNK-BP, Tatneft, Surgutneftegaz, Russneft, Slavneft y Bashneft. Hay bastantes más, pero ninguna de las restantes cometerá el atrevimiento de llamarse "puntera", "líder", ni nada parecido. Comparadas con éstas que he citado arriba, las demás son una birria famélica. Es más, de las de arriba sólo las cuatro primeras juegan en primera división con toda seguridad. Las demás molan, y molan mucho, pero llamarse "líderes" es un pelín pretencioso.
2.- Las empresas rusas, todas, sean petrólíferas o vendedoras de papel higiénico rasposo, tienen sus páginas web en ruso. EN RUSO. Las más fetén, las que cotizan en mercados internacionales, también tienen páginas en otros idiomas, normalmente en inglés y pare usted de contar. Otras empresas también tienen páginas en inglés que hicieron escribir, traduciendo de su versión rusa, cuando se enteraron de que existía internet y que están normalmente más desactualizadas que el sistema operativo de los babilonios.
Lo que no existen son empresas rusas que, como Rostekenergo, tengan su página únicamente en inglés, y no en ruso. Y menos si dicen ser punteras, líderes y la leche en bote.
3.- Por lo visto, hay brúkeres lo suficientemente pardillos como para que les cuelen una página tan burda como la de estos pollos. Otros han sido más sofisticados y han tenido unas pretensiones más elevadas, usurpando el nombre de alguna petrolera que sí es importante. A las petroleras no les mola que esto ocurra. Aquí tenéis un ejemplo del asunto. Ah, no intentéis buscar la página de origen, que ya hace tiempo que se perdió en la noche de los tiempos.
Nuestros brúkeres, ajenos a la mera sospecha de que esto pudiera ser un fraude, dejan su correo electrónico en el libro de visitas (algunos son capaces incluso de copiarlo correctamente, pero otros, quizá por suerte para ellos, no llegan a dar bien este paso) y esperan.
Exactamente igual que vamos a hacer nosotros hasta la siguiente entrada, porque me toca salir pitando de aquí, o llegaré tarde.
viernes, 2 de julio de 2010
El cumple de Ame (III): juegos.
Viene de aquí.
Cuando llegaron todos los invitados, pasamos al salón. Mis papás habían puesto un mantel y muchas chuches y otras cosas para comer encima de la mesa, pero, como no teníamos hambre, no nos sentamos y nos pusimos a jugar. Yasha dijo que quería jugar con su PSP y se sentó en un sillón a apretar botones. Yo me puse a jugar con dos transformers, mientras decía a Mirón y a Hans que no tocasen los otros dos que había allí, porque eran míos y no tenían derecho a tocarlos. Sonia no sabía muy bien qué hacer y jugaba con una muñeca que había traído. Anya tampoco sabía muy bien qué hacer y estaba de pie en medio del salón. Y Jun-Zhe estaba buscando a alguien con quien poderse pelear. Nos lo estábamos pasando muy bien.
La mamá de Timofei estaba en un rincón del sofá y miraba lo que hacíamos, mientras mi papá y mi mamá seguían corriendo de un lado a otro llevando cosas. Seguro que también se lo estaban pasando muy bien.
Entonces llegaron Abi y Ro, y gritaron: "¡Niños! ¡Hemos preparado unos juegos! ¡Hay que buscar un tesoro! ¡Venid todos, que os lo vamos a explicar!" Son majas, Abi y Ro. Anya y Sonia se fueron enseguida con ellas, pero eso es porque son chicas, seguro. Yo me quedé con los dos transformers, porque, si me iba, igual me los cogían Mirón y Hans. Mirón y Hans, como no me iba, se quedaron por allí jugando también. Yasha seguía apretando los botones de su PSP y Jun-Zhe le pegaba a Timofei, pero muy flojito. Yo creo que había visto que mi papá estaba cerca y no se atrevía a portarse como siempre, y eso que ya le había dicho yo que mi papá estaba de broma y que no hablaba en serio cuando le cogió del cuello al entrar. Es que mi papá es muy bromista. Ah, y entonces la mamá de Timofei le dijo que se fuera a jugar con las niñas. Timofei se fue, pero yo creo que no fue porque se lo había dicho su mamá, sino porque Jun-Zhe le estaba pegando.
Abi y Ro no parecían contentas de que los niños (bueno, menos Timofei) nos quedáramos en el salón. Al final, mi papá llegó y también dijo que nos fuéramos a hacer el juego que habían hecho las niñas. Yo me fui, porque siempre hago caso a mi papá. Entonces también se vinieron Mirón y Hans, porque yo me había ido, y también Jun-Zhe, porque, si se quedaba en el salón, sólo se hubiera podido pelear con Yasha, y Yasha estaba muy ocupado jugando con su PSP. Debe ser muy complicado eso de la PSP, porque a Yasha le estaba costando toda la tarde jugar con ella. Pero bueno, al final, todos, menos Yasha, estaban con las niñas.
Abi y Ro nos explicaron el juego. Alguien había escondido un tesoro y había dejado pistas para encontrarlo. Nosotros teníamos que buscar las pistas y, cuando las tuviéramos, teníamos que llegar hasta el tesoro y entonces nos lo quedaríamos y seríamos muy ricos. Todos las escuchamos muy atentamente. Abi y Ro nos llevaron al sótano, porque allí debía estar la primera pista.
Anya y Sonia hacían todo los que decían Abi y Ro, pero, después de encontrar la segunda pista, Mirón se fue otra vez al salón, a ver cómo jugaba Yasha con la PSP. Yo tenía ganas de irme a jugar con los transformers, así que aproveché que Abi y Ro estaban gritándole a Jun-Zhe, que seguía pegándole a Timofei, y me volví hacia allá. Luego, Jun-Zhe se dio cuenta de que nos estábamos yendo de allí. Como Ro no le dejaba pegarle tranquilo a Timofei, acabó por subirse. Luego llegó Hans, que es muy pequeñito y yo creo que por eso no se dieron cuenta de que se había ido.
- Vamos a hacer dos equipos - se oyó decir a Abi.
Claro, lo que pasa es que sólo estaban con ellas Timofei, Sonia y Anya. Sonia dijo que se iba a jugar con una muñeca y también se fue. Timofei se quedó, porque en el salón estaba su mamá y le daba vergüenza, o a lo mejor porque en el salón estaba Jun-Zhe. Pero Jun-Zhe estaba haciendo karate con Mirón, así que estaba ocupado.
- ¡Que vuelvan todos! - se oyó gritar a Ro.
Pero todos seguíamos en el salón. Hacer dos equipos cuando sólo hay dos niños para hacer equipos es complicado, así que Abi y Ro no sabían muy bien qué hacer. Pero el rato que tardamos en bajar al sótano y luego en volver al salón nos lo pasamos muy bien.
Al final, Abi y Ro dijeron que se terminaba el juego. Las dos subieron. Abi se sentó a leer un libro, y Ro se metió en la cocina. Ro parecía cansada. Yo me acerqué también a la cocina, porque en el salón había mucha gente y los transformers necesitan mucho espacio. Ro estaba sentada en las rodillas de mi mamá y parecía muy triste.
- ¿Qué te pasa? - preguntó mi mamá.
- Es que los niños no nos hacen caso. Hemos preparado un montón de cosas y no nos obedecen - dijo Ro con una voz como si estuviera a punto de llorar.
Pero mi mamá comenzó a reír. Qué raro. Yo pensaba que iba a consolar a Ro, como hace siempre.
- Eso me pasa a mí todos los días con vosotras. Bienvenida al club - dijo mi mamá.
No sé qué club será ése. Ro le dio un abrazo a mi mamá. Iba a preguntar eso del club, porque no lo había entendido, cuando llegó un grito de mi papá desde el salón. Luego sonó un grito de Jun-Zhe todavía más fuerte. Todos fuimos al salón a ver qué pasaba.
Pero mi papá dice que se hace tarde y que mejor lo cuenta otra vez.
Cuando llegaron todos los invitados, pasamos al salón. Mis papás habían puesto un mantel y muchas chuches y otras cosas para comer encima de la mesa, pero, como no teníamos hambre, no nos sentamos y nos pusimos a jugar. Yasha dijo que quería jugar con su PSP y se sentó en un sillón a apretar botones. Yo me puse a jugar con dos transformers, mientras decía a Mirón y a Hans que no tocasen los otros dos que había allí, porque eran míos y no tenían derecho a tocarlos. Sonia no sabía muy bien qué hacer y jugaba con una muñeca que había traído. Anya tampoco sabía muy bien qué hacer y estaba de pie en medio del salón. Y Jun-Zhe estaba buscando a alguien con quien poderse pelear. Nos lo estábamos pasando muy bien.
La mamá de Timofei estaba en un rincón del sofá y miraba lo que hacíamos, mientras mi papá y mi mamá seguían corriendo de un lado a otro llevando cosas. Seguro que también se lo estaban pasando muy bien.
Entonces llegaron Abi y Ro, y gritaron: "¡Niños! ¡Hemos preparado unos juegos! ¡Hay que buscar un tesoro! ¡Venid todos, que os lo vamos a explicar!" Son majas, Abi y Ro. Anya y Sonia se fueron enseguida con ellas, pero eso es porque son chicas, seguro. Yo me quedé con los dos transformers, porque, si me iba, igual me los cogían Mirón y Hans. Mirón y Hans, como no me iba, se quedaron por allí jugando también. Yasha seguía apretando los botones de su PSP y Jun-Zhe le pegaba a Timofei, pero muy flojito. Yo creo que había visto que mi papá estaba cerca y no se atrevía a portarse como siempre, y eso que ya le había dicho yo que mi papá estaba de broma y que no hablaba en serio cuando le cogió del cuello al entrar. Es que mi papá es muy bromista. Ah, y entonces la mamá de Timofei le dijo que se fuera a jugar con las niñas. Timofei se fue, pero yo creo que no fue porque se lo había dicho su mamá, sino porque Jun-Zhe le estaba pegando.
Abi y Ro no parecían contentas de que los niños (bueno, menos Timofei) nos quedáramos en el salón. Al final, mi papá llegó y también dijo que nos fuéramos a hacer el juego que habían hecho las niñas. Yo me fui, porque siempre hago caso a mi papá. Entonces también se vinieron Mirón y Hans, porque yo me había ido, y también Jun-Zhe, porque, si se quedaba en el salón, sólo se hubiera podido pelear con Yasha, y Yasha estaba muy ocupado jugando con su PSP. Debe ser muy complicado eso de la PSP, porque a Yasha le estaba costando toda la tarde jugar con ella. Pero bueno, al final, todos, menos Yasha, estaban con las niñas.
Abi y Ro nos explicaron el juego. Alguien había escondido un tesoro y había dejado pistas para encontrarlo. Nosotros teníamos que buscar las pistas y, cuando las tuviéramos, teníamos que llegar hasta el tesoro y entonces nos lo quedaríamos y seríamos muy ricos. Todos las escuchamos muy atentamente. Abi y Ro nos llevaron al sótano, porque allí debía estar la primera pista.
Anya y Sonia hacían todo los que decían Abi y Ro, pero, después de encontrar la segunda pista, Mirón se fue otra vez al salón, a ver cómo jugaba Yasha con la PSP. Yo tenía ganas de irme a jugar con los transformers, así que aproveché que Abi y Ro estaban gritándole a Jun-Zhe, que seguía pegándole a Timofei, y me volví hacia allá. Luego, Jun-Zhe se dio cuenta de que nos estábamos yendo de allí. Como Ro no le dejaba pegarle tranquilo a Timofei, acabó por subirse. Luego llegó Hans, que es muy pequeñito y yo creo que por eso no se dieron cuenta de que se había ido.
- Vamos a hacer dos equipos - se oyó decir a Abi.
Claro, lo que pasa es que sólo estaban con ellas Timofei, Sonia y Anya. Sonia dijo que se iba a jugar con una muñeca y también se fue. Timofei se quedó, porque en el salón estaba su mamá y le daba vergüenza, o a lo mejor porque en el salón estaba Jun-Zhe. Pero Jun-Zhe estaba haciendo karate con Mirón, así que estaba ocupado.
- ¡Que vuelvan todos! - se oyó gritar a Ro.
Pero todos seguíamos en el salón. Hacer dos equipos cuando sólo hay dos niños para hacer equipos es complicado, así que Abi y Ro no sabían muy bien qué hacer. Pero el rato que tardamos en bajar al sótano y luego en volver al salón nos lo pasamos muy bien.
Al final, Abi y Ro dijeron que se terminaba el juego. Las dos subieron. Abi se sentó a leer un libro, y Ro se metió en la cocina. Ro parecía cansada. Yo me acerqué también a la cocina, porque en el salón había mucha gente y los transformers necesitan mucho espacio. Ro estaba sentada en las rodillas de mi mamá y parecía muy triste.
- ¿Qué te pasa? - preguntó mi mamá.
- Es que los niños no nos hacen caso. Hemos preparado un montón de cosas y no nos obedecen - dijo Ro con una voz como si estuviera a punto de llorar.
Pero mi mamá comenzó a reír. Qué raro. Yo pensaba que iba a consolar a Ro, como hace siempre.
- Eso me pasa a mí todos los días con vosotras. Bienvenida al club - dijo mi mamá.
No sé qué club será ése. Ro le dio un abrazo a mi mamá. Iba a preguntar eso del club, porque no lo había entendido, cuando llegó un grito de mi papá desde el salón. Luego sonó un grito de Jun-Zhe todavía más fuerte. Todos fuimos al salón a ver qué pasaba.
Pero mi papá dice que se hace tarde y que mejor lo cuenta otra vez.